miércoles, 9 de noviembre de 2016

Volver a nacer



Toda su familia dio gracias a Dios por lo que consideraron un milagro. Y no es que fueran particularmente piadosos pero algo así no cabía dentro de una lógica puramente humana.

Los médicos lo calificaron como un suceso excepcional y lo achacaron a una constitución física inusualmente fuerte y vigorosa. O a un prodigio de la naturaleza.

Jonás había sido siempre un hombre sano y robusto pero nada fuera de lo normal. Ni el más fuerte y saludable de los mortales hubiera sobrevivido a un accidente como aquel. Tras más de cinco horas de arduo trabajo, los bomberos solo esperaban hallar, entre el amasijo de metales en que se había convertido el vehículo, un cuerpo sin vida horriblemente mutilado. No pudieron dar crédito, por lo tanto, a que aquel hombre, o lo que quedaba de él, depositado en el arcén a la espera de que lo introdujeran en una bolsa de plástico y lo transportaran al hospital más cercano o directamente al instituto anatómico forense, abriera repentinamente los ojos y balbuceara unas palabras ininteligibles.

El médico que le atendió tras su repentina resurrección todavía no puede creérselo. La imagen de un cuerpo que, aplastado hasta lo indecible, con un cráneo destrozado como si hubiera recibido los efectos de una granada y una masa deforme y sanguinolenta por cara, intentaba incorporarse y hablar tras varios minutos de haber certificado su muerte, le produjo tal impresión que todavía hoy tiene pesadillas.

Tras sufrir múltiples intervenciones quirúrgicas de alto riesgo, Jonás salvó milagrosamente su vida pero vio notablemente mermada la movilidad y la coordinación motora pero, sobre todo, el habla, fruto, sin duda, de secuelas postraumáticas cerebrales. Tuvieron que transcurrir unos tres meses para que pudiera comunicarse verbalmente, aunque solo fuera con monosílabos. Su mirada, profunda, acerada y escrutadora, impresionaba a todo aquel que iba a visitarle. Su mujer, Alicia, era la única que podía sostenérsela, una mirada que asustaba, que parecía la de un ser extraño, la de un loco, la de un psicópata.

A los cinco meses de convalecencia, ya en casa, se produjo un cambio radical. Una mañana, Jonás, súbitamente lúcido, se levantó por primera vez de la cama sin ayuda y salió, por su propio pie, al jardín. Allí lo encontró su mujer, mirando a su derredor, desorientado, como si viera lo que le rodeaba por primera vez.

Cuando Alicia, presa de emoción, le rodeó con sus brazos, en un abrazo lleno de ternura e ilusión, su marido desde hacía treinta años se dio la vuelta y mirándola de hito en hito le preguntó:

―Dime la verdad. ¿Quién eres tú?
―Soy Alicia, cariño, tu esposa. ¿Acaso no me reconoces? –le preguntó, a su vez, alarmada.
―No sé quién eres. No te conozco –insistió él angustiado y airado a la vez.
―Jonás, llevamos treinta años casados y tenernos dos hijos. Quizá ahora padezcas una ligera amnesia pero ya irás recordando, ya lo verás –le contestó Alicia, tratando de calmarlo.
―¿Jonás? ¿Por qué me llamáis Jonás? Mi nombre es Alberto. Soy Alberto Miralles. Tengo esposa y tres hijos. ¿Dónde está mi familia? –inquirió él, todavía más excitado.

La consternación que ello causó en el seno familiar fue mayúscula. El pobre Jonás sufría una alteración mental de consecuencias imprevisibles. Insistía en ser otra persona. Y, de hecho, su forma de comportarse no era la del Jonás que todos conocían. Sus gustos, su forma de hablar y de reaccionar a cualquier estímulo habían cambiado radicalmente. Se comportaba como un desconocido, como lo que ahora era para todos los que le rodeaban. Dijo no poder compartir cama con Alicia pues, según él, era una extraña que suplantaba a su verdadera mujer. No reconocía ni a sus propios hijos, trataba a todos los miembros de la familia con una frialdad espantosa. Sus hijos le temían. Eran los únicos que aseguraban que aquel hombre no era su padre. La situación se hizo insostenible y los médicos eran incapaces de emitir un diagnóstico y un pronóstico claro y definitivo.

Pasaban las semanas y Jonás estaba cada vez más agitado e irascible. Se sentía secuestrado en el seno de una familia que no era la suya. Él era Alberto Miralles, insistía, pero no recordaba nada más. Alguien –afirmaba- debía de haber intercambiado por error su cuerpo con el de otro accidentado. Lo más extraño es que el espejo le devolvía una imagen que no reconocía como suya. ¿Qué le habían hecho? ¿Quién estaba detrás de toda aquella pesadilla? Quería marcharse, huir, pero ¿adónde? ¿Quién le iba a socorrer? Si iba a la policía y contaba su caso, no solo no le creerían sino que le tomarían por paranoico, o loco de remate. Peor sería un encierro en un psiquiátrico que en aquella casa. Además, ¿qué podía hacer la policía aún queriendo ayudarle? Las huellas digitales podrían identificarle pero si no estaba fichado de nada serviría y su documentación había desaparecido, entre la chatarra, en el desguace.

Así pues, exigió someterse a hipnosis. Quizá de este modo recordaría algo de su vida anterior, de su identidad. Nadie se opuso a esta propuesta. Todo lo contrario. Lo celebraron. De hecho, habían pensado en ello en más de una ocasión pero no se habían atrevido a sugerírselo. Quizá la hipnosis le haría recordar su pasado junto a esa familia que tanto deseaba su recuperación y todo volvería a ser como antes.

Sometido, pues, a una regresión, Jonás fue reviviendo, paso a paso, los últimos acontecimientos de su vida hasta llegar al momento del accidente.

―Conducía por la E-90, a la altura de Calatayud, cuando se desató la tormenta. Iba con mi mujer y mis tres hijos. Era noche cerrada, serían las once y media. Un fuerte aguacero barría la calzada e impedía la visibilidad. El limpiaparabrisas no daba abasto. Apenas se veían las líneas de la mediana. De pronto apareció ante mí un vehículo estacionado en el arcén. No llevaba luces. Debía de ser un camión. O un tractor de gran tamaño. No pude esquivarlo. ¡Todo fue tan rápido! No pude esquivarlo. ¡No pude evitarlo! ¡¿Dónde están mi mujer y mis hijos?!
―¿Cuándo fue eso, Jonás?, ¿Cuándo ocurrió? –le pregunta el terapeuta.
―Fue el 5 de noviembre de 2016. Era mi cumpleaños. Y no me llamo Jonás. ¡Mi nombre es Alberto Miralles!

El psiquiatra, intrigado, vuelve el rostro hacia la mujer y le pregunta:

―¿Cuándo y dónde tuvo su esposo el accidente?

Y la mujer, con un manifiesto temblor en los labios, responde:

―El 5 de noviembre, a eso de las once y media de la noche, en la M-40, en dirección al aeropuerto de Barajas –y con la voz entrecortada, añade-. Habíamos celebrado su cumpleaños.
 
*
 
En el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, un hombre, afectado de una grave lesión medular, yace inmóvil en la cama desde hace seis meses. Es el único de los cinco ocupantes de un vehículo, que sobrevivió a un terrible accidente automovilístico. Un reguero de lágrimas le resbala por sus mejillas sin que pueda enjugárselas. No sabe porqué le llaman Alberto si su nombre es Jonás. Pero nadie le cree.
 
 

 

28 comentarios:

  1. No, por qué terminó, quiero más. Eso no te lo perdono amigo. Hermosas tus letras, gracias por compartir, pero en serio quiero más, ¿vale? Saludos afectuosos.

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    1. Hola Mily!! Te había perdido la pista. Si mal no recuerdo estuviste mucho tiempo con el blog inactivo e interpreté que lo habías abandonado. Pero veo, gratamente, que no.

      Muchas gracias por tu interés por esta historia fantástica cuya continuación parece improbable aunque no imposible.

      Retomaremos el contacto.
      Un abrazo.

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  2. ¡Fantástico, Josep! Me ha fascinado, amigo.Un abrazo enorme.

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  3. ¡Fantástico, Josep! Me ha fascinado, amigo.Un abrazo enorme.

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    1. Hola Fefa!!!
      Solo con que te hubiera intrigado ya habría tenido suficiente. Pero si, encima, te ha fascinado (y además por duplicado), pues ya ni te digo, jaja
      Un abrazo y gracias por dejar este generoso comentario.

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  4. Qué bueno!!!! Me imaginaba lo que había pasado, este tipo de historias, cuando está tan bien contadas como esta me encantan.
    Un abrazo.

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    1. Sobrevivir a un gravísimo accidente ya tiene su enjundia, como para, además, intercambiar su personalidad (¿alma?) con la de otro accidentado con el que se tiene cosas en común.
      Me alegro que, aunque anticiparas el final, te haya gustado.
      Un abrazo.

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  5. Pues te diré, amigo, que esta historia está inspirada en un hecho real. Obviamente, no se trató de un cambio de identidad con otra persona pero sí de un cambio profundo y absoluto de personalidad tras un accidente automovilístico.
    Me alegro que te haya gustado.
    Un abrazo.

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  6. Un sorprendente relato josep, te estás especializando en crear esa tensión en tus lectores que hace imperdonable el que no continúes con este tipo de historias para poder ver resueltos los misterios planteados.
    Eres cruel con nosotros pero genial relator.
    Un abrazo.

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    1. Genialidad cruel... Mmm. No sé si eso es bueno. Tendré que replanteármelo, jajaja
      En todo caso, lo más cruel de este relato es la situación en la que se encuentran los dos protagonistas. Debe ser horrible darte cuenta que no eres quien dicen ser y que nadie te crea.
      Para continuar con esta historia tendría que encontrar el modo de que dicha situación fuera reversible y tengo serias dudas.
      Un abrazo.

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  7. No me digas que sí fue intercambiado por error su cuerpo con el de otro accidentado, ¿es posible algo así? no logro entender cómo, ¿¿en las ambulancias??
    Desde luego, Josep Mª, haces que me pregunte unas cosas ;-), pero de lo que no cabe duda es de que eso sí que es volver a nacer, pero con otra identidad.

    La atmósfera en que has envuelto la historia me parece muy conseguida.

    ¡Besos!

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    1. Lo que intercambiaron no fue precisamente el cuerpo sino algo más intangible. ¿Te imaginas despertarte, mirarte al espejo y ver que te devuelve la imagen de otra persona que no sabes quién es, mientras que en otro lugar alejado, a otra persona le ocurre exactamente lo mismo? Un accidente ocurrido en distintos lugares pero a la misma hora. El hecho de que ese miso día fuera el cumpleaños de los dos (quizá incluso hubieran nacido el mismo día del mismo año) y que ambos han estado durante un rato clínicamente muertos, puede hacer que sus almas inmortales volvieran a cuerpos equivocados...
      Volvieron a nacer pero intercambiados. No sé si eso tiene arreglo.
      Un abrazo.

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  8. Espectacular relato Josep Maria, ¡Vaya!
    A medida que leía deseaba llegar al final para comprender que estaba pasando.
    ¿Un cruce entre dos almas? Dos personajes con un trágico final.

    Un fuerte abrazo, :)

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    1. Creo, Irene, que necesitarán un tiempo para aceptar su nueva identidad, si es que acaban asumiéndolo. El que lo tiene peor, sin duda, es el que pasa sus días tendido en una cama sin apenas movilidad. Supongo que si el nuevo Jonás (el verdadero Alberto) sabe lo que le ha ocurrido a su antiguo cuerpo, dejaría las cosas como están, lloraría por los seres queridos perdidos y asumiría que ha vuelto a nacer en el seno de otra familia. !Qué complicado!
      Un abrazo.

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  9. Un buen relato Josep, como todo los que tu haces. La intriga no me dejaba parar, y quería seguir leyendo más, dejas los relatos con una parte si casi cerrar para poderlo continuar. Un abrazo

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    1. Hola María del Carmen. Este final abierto creo que no hay quien lo pueda cerrar satisfactoriamente. A no ser que tuvieran un nuevo accidente (cosa que es prácticamente imposible, al menos para el que ha quedado parapléjico), sus almas, sus espíritus, sus cuerpos inmateriales, o como quieras llamarlo, no podrán volver a sus cuerpos de origen.
      Muchas gracias por tu comentario.
      Un abrazo.

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  10. Josep!!! no me digas que vas a dejar así la historia, jajaja. Me he quedado con muchas ganas de más, es fantástica en si misma y por supuesto como la llevas, dándole ese interés al lector para quedarse pegado a tus letras.
    Ya veo que la dejas para que cada cual llegue a sus propias conclusiones, pero seguirás?, jajaja.
    Me ha encantado amigo.
    Un abrazo y muchas gracias por tus palabras.

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    1. No le veo una buena continuación a esta historia. Me temo que lo ocurrido ya es irreversible. Aunque ambos sujetos descubrieran lo realmente sucedido, dónde se encuentra su verdadero cuerpo y quien lo ocupa ahora, no veo cómo podrían volver a intercambiarse. Y aún siendo ese "milagro" posible, ¿querría Alberto Miralles volver a ocupar un cuerpo, el suyo, que yacerá inmóvil el resto de su vida? ¿Soportaría saber que su verdadera familia, su mujer e hijos, fallecieron en el accidente? Mal lo veo. Creo que es mejor dejarlo como está, aunque sea una situación injusta (e inverosímil).
      Muchas gracias, Elda, por tu comentario y gracias a ti por tus siempre elogiosas palabras.
      Un abrazo.

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  11. Compruebo con consternación que al final de este inquietante relato no viene la esperada palabra "Continuará".
    Ay, ¡¡¿se acaba así?!!
    Genial historia, Josep, me has sorprendido, pero mi mente racional quiere que alguien (tú) me explique qué pasó. Cómo un accidentado en Calatayud acaba ocupando el cuerpo de otro accidentado en Madrid, y viceversa.
    Un abrazo.

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    1. Querida Paloma: No siempre la razón nos lleva a la verdad. Hay hechos incomprensibles, sin explicación aparente. Lo paranormal sigue y seguirá siendo una incógnita.
      Los creyentes en la reencarnación dirían que en este caso se produjo un grave error de cálculo, tanto temporal (dicen que la reencarnación solo tiene lugar transcurrido un cierto tiempo) como de receptáculo (siempre acontece en un cuerpo recién nacido).
      El espacio que separa ambos sucesos sincrónicos es, por lo tanto, lo de menos. ¿Qué son unos cientos de kilómetros en comparación con la inmensidad del universo?
      Lo ocurrido en esta historia es tan increíble como la posesión infernal que tiene lugar en la niña de "El exorcista", de William Peter Blatty o lo ocurrido al doctor Miles Bennell en la obra de Jack Finney "La invasion de los ladrones de cuerpos", por no hablar de las historias fantásticas de H.P. Lovecraft, jeje.
      Este relato, en comparación, no es más que un simple cuento. Ya me gustaría a mi ser como uno de esos autores de ficción.
      A menos de que se me ocurra una idea mínimamente brillante para salir del paso, no creo que esta historia vaya a tener una continuación...por el momento, jajaja
      Me alegro que te haya gustado y lo hayas encontrado inquietante, efecto que suelen tener los relatos con final abierto.
      Un abrazo.

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  12. Como suele decirse, ¡los vellos como escarpias!. Un relato angustiosamente genial, Josep.

    Si por un momento me pongo en la piel de cualquiera de los protagonista, no puedo dejar de alegrarme de que todo sea ficción. Se plantea una situación terrible, aunque literariamente haya sido el centro de una historia de quitarse el sombrero. ¿He dicho ya que me ha encantado? :D

    ¡Un abrazo!

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    1. Bueno, Julia, ¿qué puedo decir después de unos cumplidos como estos? Pues, aunque no esté a la altura de tu prosopopeya, simplemente agradecerte tu fidelidad para con este blog y, por extension, para conmigo.
      Pero de lo que más me alegro es de haber sido capaz de mantenerte atrapada (literariamente hablando) por un relato que, afortunadamente, solo es una historia de ficción.
      Un fuerte abrazo.

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  13. Muy buen relato fantástico. No hace falta ni más explicarción ni continuarlo. Ese misterio, ese inexplicable intercambio de persona de un cuerpo a otro le da el toque perturbador que engrandece el relato. El final es un hachazo que deja la historia en alto. Esta redondo tal y como está. En mi opinión, claro. Un abrazo!

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    1. Muchas gracias, David. Con tus palabras que me quedo más tranquilo, jeje.
      A veces hay historias que quizá es mejor dejarlas como están, no sea que vayan a empeorar.
      Un abrazo.

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  14. ¡Qué gran historia! Me ha gustado mucho, Josep Mª. La verdad es que de pasarte algo así, uno debe sentir una frustración terrible. Por cierto que mientras leía andaba pensando en la peli aquella de 'Jonny cogió su fusil'. ¿La conoces?

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    1. Muchas gracias, Holden, por tu comentario. Me alegro que te haya gustado.
      Pues no, no he visto esta película, a pesar de haber oído el titulo repetidamente. He buscado el argument en Google y, joder, qué angustia más horrible la de vivir siendo solo un tronco sin extremidades y desprovisto de los sentidos más necesarios. Me ha recordado levemente a Código Fuente.
      Un abrazo.

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  15. Hola, Josep Mª. Mi felicitación por este fantástico relato. Manejas con habilidad el suspense y sorprendes con el final.Según iba leyendo, imaginaba que ibas a parar al terreno de la ciencia ficción con un personaje metamorfoseado, pero te mantienes en lo verosímil, dejando el final con suficientes indicios para deshacer la intriga, aunque solo parcialmente, pues la continuación la dejas a la imaginación del lector.

    Un abrazo.

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    1. Hola Fanny. Yo llegué hasta donde mi imaginación me dictó, dejando para el lector la parte más difícil; la de la interpretación.
      Me alegra leerte por aquí y que te haya gustado el relato.
      Un placer,

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