No lo podía creer. Mientras se debatía entre la vida y la muerte, intentaba dilucidar cómo había podido ocurrir. El arsénico no podía haber fallado. ¿Cómo había acabado siendo él el intoxicado?
En la sala de espera, su esposa era la viva imagen de la desolación. No podía entender cómo su marido había podido confundir el arsénico líquido, que ella utilizaba para el tratamiento de la madera, por edulcorante, comentaba a los presentes.
En la UCI, un agudo y persistente pitido anunció el fatal desenlace, que alguien acababa de transmitir a la afligida viuda.
Mientras la mujer se aplicaba carmín a sus marchitados labios, éstos no pudieron dejar escapar una ligera sonrisa de satisfacción. Siempre había sido una mujer precavida.
Vaya!, malvados a duo, jajaja. Muy bueno el relato entrelazando las dos maldades.
ResponderEliminarMe gustó mucho. Abrazos
Tal para cual. Sería difícil decir quién será peor, jaja
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
¡Genial relato, Josep Mª! Un matrimonio muy compenetrado, de ideas gemelas.
ResponderEliminarMe gusta el humor negro que, con tanta naturalidad, consigues en pocas líneas.
Un abrazo.
Al marido le salió el tiro por la culata y es que no sabía que con las mujeres no se juega.
EliminarGracias, Fanny, por dejar tu amable comentario.
Un abrazo.
Qué bueno! Ese es el tipo de mujeres-pécora que nos dan mala fama a todas jajajaja.
ResponderEliminarEstupendo, Josep, gracias por compartir con nosotros.
Un abrazo y feliz tarde!!
Pues sí. Además, se ajusta al perfil ese que dice que las mujeres asesinas prefieren el venero.
EliminarGracias a ti por venir hasta este rincón de mis fantasías.