James se estrenó como agente secreto en un caso que quizá no era de los más difíciles pero sí de los más comprometidos, considerando la trascendencia nacional e internacional que tendría no lograr el objetivo marcado. Afortunadamente todo acabó bien, resolviéndose el caso sin demasiadas víctimas. James resultó ser un gran tirador, pocos habían visto una puntería como la suya, aunque eso le había costado muchas horas de entrenamiento en la galería de tiro de “la oficina”, como así llamaban familiarmente al centro de instrucción y prácticas del MI6.
Lo que James sacó de positivo de aquel primer caso no fue el reconocimiento de sus superiores sino algo mucho más mundano y frívolo pero, a la vez, más emotivo: conocer a Margaret, esa escultural pelirroja que hizo vibrar sus entrañas por primera vez en su insulsa vida tan pronto como la vio. Margaret debía actuar de cebo para cazar al jefe del comando enemigo como primer paso para desmantelar a ese grupúsculo terrorista que planeaba perpetrar el Regicidio.
Ah, claro, se me olvidaba decir que ese primer caso en el que participó JJS consistió, ni más ni menos, en frustrar un atentado contra Su Majestad la Reina.
James conoció –y se enamoró- de Margaret durante la primera reunión de planificación del operativo en el que ambos debían participar. Por fortuna para él, su papel estribaba en actuar como refuerzo, pues no estaba preparado para afrontar él solo la responsabilidad de una trama tan peliaguda. Debía, simple y llanamente, proteger la integridad física de la chica, ser su escudo protector e informar, en todo momento, de los progresos que ésta hacía en sus contactos con el jefe terrorista.
Como es de suponer, lo que debía hacer Margaret era seducir al cabecilla e introducirse, como quien no quiere la cosa, en su ambiente y, por ende, en la banda.
Como he dicho antes, el asunto tuvo un final feliz aunque con mucho tiroteo de por medio y sangre a raudales. JJS se cargó, él solo, a cinco de los terroristas. Pero para él lo más importante fue salvarle la vida a su amada, gracias a su pericia con la pistola, pues estuvo a punto de perderla durante la refriega. Como consecuencia de ese acto heroico, la pelirroja vio en James, no solo a su salvador, sino también al hombre de su vida. Desde entonces, para Margaret, todo él rezumaba perfección.
Como podéis suponer, entre ambos surgió un amor apasionado que hizo que no pudieran vivir el uno sin el otro. Como la Organización no permitía las relaciones sentimentales entre sus agentes, se vieron obligados a ocultar el amor que se profesaban. Pero aquello no era vida. Encuentros fugaces, intempestivos y en lugares recónditos. Incluso evitaban mirarse más de lo indispensable durante las reuniones de trabajo para que sus semblantes no les delataran.
En esta situación tan embarazosa tuvieron que compartir muchos otros casos que les obligaban a colaborar codo con codo. James siempre obsesionado por la seguridad de Margaret, disimulando sus verdaderos sentimientos y siempre celoso de cualquier acercamiento o comentario frívolo de los que ella era a menudo objeto por parte de sus camaradas.
Al cabo de dos largos años de vivir en una clandestinidad amorosa insostenible, las sospechas por parte de sus compañeros de que había entre ellos algo más que una simple amistad, se vieron confirmadas al ser descubiertos en uno de sus encuentros furtivos. Este hecho les valió una seria reprimenda y un ultimátum: o abandonaban esa relación prohibida o uno de los dos debía abandonar el MI6.
Como no podían vivir sin estar juntos y no era justo que uno de ellos se sacrificara por el otro, decidieron abandonar la organización los dos a la vez, dejando a su jefe inmediato con cara de besugo.
-¿De qué vamos a vivir ahora? –se preguntó Margaret en voz alta.
-Pues de lo que mejor sabemos hacer –le contestó James sin inmutarse.
-¿Qué quieres decir? –le preguntó ella intrigada
-Tú déjame a mí. Ya me imaginaba que tarde o temprano nos quedaríamos en el paro. Llevo algún tiempo dándole vueltas al asunto y he hecho algunos contactos que, si todo sale bien, nos sacarán del apuro y nos harán ganar incluso más dinero. Y, además, seguiremos corriendo aventuras en el más absoluto anonimato, tal como hemos venido haciendo hasta ahora.
Dicho y hecho. Al cabo de unas semanas, Margaret y James, empezaron una nueva vida repleta de emociones y de dinero. Trabajan siempre en pareja. Son inseparables y muy eficientes. Sus actuales compañeros les llaman “Bonnie and Clyde”. Ellos se lo toman a broma e incluso les satisface la comparación, aunque esperan no acabar como ellos.
James está viviendo la mejor etapa de su vida; sin duda una vida loca. ¡Qué lejos quedan aquellos años en el Banco!
Me gustan los finales felices y el tuyo es de los mejores, Josep. El chico salvó a la chica de los peligros físicos, pero ella le salvó a él de su soledad y de su horrible manera de ser :)
ResponderEliminarBuen relato, ameno, entretenido y muy bien narrado. Enhorabuena!
Un abrazo.
Muchas gracias, Julia. Veo que te gustan las historias de amor y aventuras, jeje.
ResponderEliminarBienvenida una vez más a este blog y gracias por dejar tu amable comentario.
Un abrazo.
Ah, pues desde luego fue un cambio bien grande y beneficioso, donde encontró el amor y el trabajo que le reportaba la satisfacción.
ResponderEliminarLa verdad que tus relatos son bien entretenido, y con este me he quedado con ganas de una tercera parte, jajaja.
Un abrazo Josep.
En esta vida hay que buscar o, por lo menos, aceptar los cambios. Nunca se sabe qué te pueden traer de bueno. En este caso, el protagonista pasó de ser un serio ejecutivo a un agente secreto, para acabar como atracador de bancos, jaja
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Un abrazo-