Anna, una joven ejecutiva, y
Juan, un renombrado decorador, formaban ese tipo de pareja que todo el mundo
envidia. Jóvenes, guapos, con dinero, una casa adosada y dos coches en la
puerta. Eran, a la vista de sus amigos y vecinos, la pareja perfecta. Llevaban
tres años casados y jamás habían tenido una disputa. Hasta entonces. Aquel jueves
por la tarde, Anna regresaba, cansada, de un viaje por trabajo. Dos días de
ausencia le hacía desear, como nunca, la calidez y comodidad de su hogar. Era
tarde, oscurecía y densos nubarrones amenazaban tormenta.
Tan pronto como entró en el
salón-comedor, apareció ante sus ojos el mayor de los desórdenes, algo inimaginable
para la siempre ordenada mente de Anna. Todo estaba fuera de lugar. Cuadros,
jarrones, marcos de fotos, libros, incluso algún mueble estaba donde no debía. Juan,
sentado en el sofá, la observaba con una sonrisa en los labios y una lata de
cerveza en las manos.
-¿Pero qué es todo este caos?
¿Se puede saber qué ha pasado y por qué estás ahí sentado como si nada? –le
gritó Anna con los ojos fuera de las órbitas.
-Tranqui, nena, todo está
controlado –le respondió él con lengua de trapo.
-Pero, pero… ¡estás
borracho!
-Psss, no te sulfures mujer,
que solo he bebido unas cuantas cervecitas –contestó Juan, levantándose no sin
esfuerzo.
-¿Unas cuantas cervecitas? ¡Pero
si no puedes ni tenerte en pie! –le espetó ella, a punto de explotar.
-Que sí mujer. Lo que ocurre
es que hacía mucho tiempo, desde que nos casamos que no probaba el alcohol.
-Ya, y has decidido romper
hoy la promesa que me hiciste.
-Es que hoy tengo algo que
celebrar y como el supermercado me venía de paso, no he podido evitar la
tentación de comprarme unos packs de cerveza.
-Pues podrías habértelas
comprado sin alcohol. Y, además, ¿qué es eso tan importante que tienes que
celebrar? –le preguntó ella, cada vez más irritada.
-Que “tenemos” que celebrar,
no que “tengo” que celebrar –la corrigió él.
-¿Ah sí? Pues bien, ¿qué es
lo que tenemos que celebrar, si se puede saber?
-Espera, no tan deprisa. A
ver si lo adivinas.
-Mira Juan, que no estoy
para adivinanzas. Así que haz el favor de explicarte.
-Vale, te contaré el
problema, a ver si de este modo lo vas captando.
-¿Problema? ¿Qué problema?
Aquí el único problema que ahora mismo veo eres tú.
-Es que a ti no hay quien te
entienda, nena. Primero querías un ambiente desenfadado, luego decidiste
apostar por una decoración étnica, más tarde por una minimalista y ahora por
esto, y un servidor cambiando constantemente la decoración de la casa. Ahora te
gusta una cosa y enseguida deja de gustarte; ahora sí, ahora no.
-Perdona pero quedamos en
que cambiaríamos la decoración con frecuencia, nos lo podemos permitir, a ambos
nos gustan los cambios y a ti, por supuesto, el interiorismo.
-Sí, pero también dijimos que
cada uno decidiría el tipo de decoración; a veces tú, a veces yo. Pero en los
tres años que llevamos casados, la hemos cambiado ya tres veces y siempre se ha
hecho tu voluntad –argumentó Juan que, poco a poco, iba recobrando la
estabilidad postural y dialéctica.
-Porque el señor siempre me
decía que decidiera yo. Lo que tú quieras mi amor, me decías. ¿O no?
-Es que no quería
contrariarte.
-Entonces, ¿a qué viene todo
esto ahora?
-Pues que he decidido
llevarte la contraria por primera vez y como no puedo esperar al próximo cambio
de decoración, me he tenido que conformar con cambiarlo todo de sitio –dijo él
tan campante.
-¿Lo has desordenado todo a
propósito solo para contrariarme? –le preguntó incrédula.
-Pues sí –contestó él con la
más absoluta naturalidad.
-¿Y eso es lo que “tenemos”
que celebrar?
-Pues sí –insistió Juan,
sonriente.
-Pues no veo qué es lo que
hay que celebrar –dijo ella, mirándole furiosa con los brazos en jarras.
-Pues nuestra primera
disputa doméstica. ¿No te hace ilusión? Anda, tómate una cervecita, que todavía
está fría. Un día es un día.
Escenas como esta me suenan muchísimo, uno que siempre cede, otro que piensa que todo es perfecto, hasta que todo se desborda...
ResponderEliminarUn abrazo!!
Más o menos real como la vida misma. Más bien una parodia de las aparentemente perfectas relaciones de pareja.
EliminarMuchas gracias por tu visita y tu comentario.
Un abrazo.
Jajaja, muy bueno el relato y la conversación lo hace muy ameno.
ResponderEliminarVaya con el marido, parece que se aburría por tener una vida tranquila y sin alguna peleilla... No creo que exista en el mundo una relación que no tenga discusiones.
Me encantó Josep.
Un abrazo.
Hola Elda. Veo que hoy te has paseado por mis blogs. Siempre resulta agradable tu presencia y tus comentarios.
EliminarEn efecto, no hay pareja que no tenga sus altibajos, es la vida cotidiana. Lo contrario sería muy raro, una excepción. De ahí que mi amigo tuviera ganas de "jaleo", jaja
Un abrazo pacífico.
Qué guasón el prota de tu relato, Josep, y también qué complicado; para que luego digan que somos las mujeres las difíciles de entender jajajajaa. Ha sido muy entretenido, y también confieso que me has hecho reir. Muy bueno!!
ResponderEliminarUn abrazo.
muchas gracias, Julia, por tu comentario. Eso es a lo que lleva la monotonía, la rutina. Hay que hacer siempr4e algo nuevo. Lo que ocurre es que mi amigo se pasó tres pueblos. Pero rengo entendido que han hecho las paces y las aguas volvieron a su cauce.
EliminarUn abrazo.
Me encanta tu modo de escribir! Es muy entretenido y ameno de verdad. Es algo diferente a lo que uno está acostumbrado a leer. Mis más sinceras felicidades : )
ResponderEliminarBienvenida Covadonga a este rincón.
EliminarMe alegra mucho saber que te ha gustado lo que has leído y, siendo así, ya sabes: puedes volver siempre que quieras.
Un abrazo.
¡Ay! ¡Qué bien me ha caído Juan! ¡Es la leches!
ResponderEliminar¡Aiiiix! Si yo hubiera sido Anna, me habría apoltronado en el sofá con él y me habría picado en plan guay, disfrutando de la cerveza *-*
Ella... Bueno, no me ha caído muy allá... ¡Haríamos malas migas! ;)
¡Besitos!
Mira qué bien! Juan y tu haríais buena pareja, jaja
EliminarY es lo que yo digo: la rutina es el peor enemigo de una pareja.
Gracias, Campanilla, por pasarte por aquí y dejar tu comentario.
Besos.