Llevaba veinte años sin verla, sin volver a ese lugar que tantos recuerdos le traía. Cuando visualizó, a lo lejos, la torre de la iglesia, le invadieron sentimientos contradictorios.
No había podido olvidar lo allí vivido aquel lejano mes de agosto. Si bien el pueblo y sus alrededores se habían difuminado en la memoria, su cara era un recuerdo imborrable. Sus ojos, sus cabellos lacios y dorados, Su nariz respingona y aquellas pecas que le daban un aire infantil, su forma de andar y, sobre todo, su sonrisa, le habían atrapado desde el primer momento en que la vio. Fue un flechazo en toda regla, un amor a primera vista. Desde aquel instante, su vida dejó de ser una vacua existencia para convertirse en la experiencia más maravillosa que jamás hubiera imaginado.
Nunca había sentido nada igual. Era feliz tan solo con verla aparecer, por la mañana en la piscina y por la tarde en el club social para veraneantes.
Pasaron los primeros días de vacaciones sin que osara dar el gran paso. Se contentaba con estar a su lado, compartir con los demás su compañía, los momentos de ocio, sin dejar de ser para ella uno más del grupo.
Aun recuerda la noche de aquel sábado, el baile al aire libre en la Plaza Mayor durante las fiestas del pueblo. Recuerdos de emociones encontradas: la alegría reinante, las luces multicolores, la música, y su risa burlona cuando, mientras bailaban, le dijo, tartamudeando, lo que sentía por ella.
Al principio pensó que no era más que un modo de hacerse la interesante, una forma para hacerse de rogar, la reacción propia de una azorada adolescente ante lo inesperado, pero los días transcurrieron y ella se mostró cada vez más distante y esquiva. Dudó. No sabía si abandonar todo intento de aproximación o insistir, como le decían sus amigos.
La noche de otro sábado, el que acabó con sus esperanzas, vio que aquella batalla estaba perdida antes de empezar. Allí estaba ella, preciosa, sensual, con esa sonrisa que siempre llevaba prendida en los labios. Pero no estaba sola. Un muchacho, algo mayor que él, la tenía sujeta por la cintura mientras andaban hablándose al oído hasta que, detenidos bajo un soportal de la plaza, se besaron.
Durante todo este tiempo no ha podido dejar de pensar qué habría ocurrido si le hubiera correspondido, qué habría sido su vida junto a ella. Preguntas sin respuesta. Nunca más quiso volver a verla y, sin embargo, no pudo olvidarla. Todos estos años vividos enfermizamente atado a su memoria.
Y ahora volvía al lugar de los hechos, tras dos décadas de ausencia, para cumplir un único deseo: verla por última vez antes de olvidarla. Sería el último acto antes de acabar con ese romanticismo trasnochado que le había mantenido anclado en el pasado.
Había venido a verla y la vio. Veinte años habían convertido a aquella adolescente en una mujer aun más bella y llevaba de la mano a un niño de corta edad. Sus pasos y sus miradas se cruzaron pero lógicamente no le reconoció. Esa fue su despedida definitiva. Ya podía marcharse.
Cuando volviera de Houston, si volvía, pasaría página, enterraría esos amargos recuerdos en lo más profundo de su cerebro y no aflorarían nunca más. Si el pronóstico era optimista y sobrevivía, iniciaría una nueva vida, libre de nostalgias, libre de lamentos, libre de ella. Se prometía ser, por fin, feliz.
La idealización de momentos pasados que no se han realizado es un tema muy recurrente, pero no por ello menos interesante. Me gusta el contraste entre la imagen de la vida, la adolescencia, ese encuentro tardío con la visión de una vida que comienza a la que se agarra el protagonista en su enfermedad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que historia más bonita para el lector, no tal para el protagonista de la historia. Yo creo que en el amor cuando no es correspondido se idealiza más de lo normal y siempre permanece ahí intacto, seguro que si hubiera sucedido como el quería, el amor se habría desgastado como parece que pasa actualmente...
ResponderEliminarMuy bueno el final como buenas eran las intenciones del personaje, y muy romántica tu forma de relatarlo.
Un abrazo Josep, siempre un placer leer tus historias.
Muchas gracias por vuestras aportaciones. Esta es, en efecto, una historia romántica sobre el amor no correspondido. Con este lema, presenté un microrrelato a un concurso literario en que fui finalista, junto con otros muchos (más de mil) concursantes, jaja. De ese micro salió este relato breve, obviamente mucho más detallado, que es el que en realidad tenía en mente desde un principio.
ResponderEliminarA pesar de mi edad, sigo siendo un romántico rematado y la vuelta a un pasado en busca del tiempo y el amor perdido ha sido el tema de muchos de mis relatos.
Un abrazo, amigas lectoras.
Desde luego es una historia preciosa...creo que todos tenemos esos recuerdos...un abrazo desde Murcia...
ResponderEliminarAgradecido, Alp, de que te hayas pasado por aquí y haber dejado tu comentario. Me alegra que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
Hay amores que marcan a fuego el alma, y parece que el de tu protagonista fue de esos, incluso sin llegar a ser correspondido. Es lo malo de la idealización, que convierte en perfecto lo que quizás no pasara de ser mediocre.
ResponderEliminarMe gusta su decisión de pasar al fín la página, creo que ya es tiempo de darle otra oportunidad a su corazón :)
Preciosa tu historia, como siempre.
Un abrazo grande, Josep!!
Muchas veces hay que saber pasar página y dejar ciertos recuerdos bajo llave. Muchos hemos pensado aquello de "y si..." o "qué hubiera pasado si...", pero de nada sirve hacerse estas preguntas porque cuando la oportunidad pasó ya no hay vuelta atrás.
EliminarMuchas gracias, Julia, por tus siempre amables palabras.
Un abrazo.
Felicidades por tu blog, un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias, María Laura, por venir a visitar este rincón. Vuelve cuando quieras.
EliminarUn abrazo.