Desde hacía unos meses, Aurelio siempre tenía el mismo sueño: se veía flotando en un inmenso lago, de aguas serenas y cristalinas, hasta que una fuerza desconocida le arrastraba hacia lo más profundo. Un torbellino de agua dulce penetraba por su nariz, garganta y oídos. Sus pulmones parecían que iban a estallar de un momento a otro y unas intensas pulsaciones martilleaban su cerebro, al compás de su desbocado corazón. La vista se le volvía borrosa y, de pronto, todo era oscuridad.
En ese instante, se despertaba, empapado de un sudor frío y con una angustia que solo duraba unos segundos, los que necesitaba para volver a la realidad de su oscura habitación, atrapado entre las sábanas que le tenían aprisionado como si de un sudario se tratara.
Cada día tenía la misma pesadilla y cada madrugada se despertaba con la misma sensación de ahogo, de muerte súbita.
Buscó en el Gran Libro de los Sueños el posible significado de tal pesadilla. Eran varias las interpretaciones dependiendo del contexto. El agua, según leyó, simbolizaba la vida y si es cristalina, anuncia una larga existencia, pero ahogarse eran malos augurios, contrariedades en los negocios, en la amistad o en el amor.
Nunca había creído en la astrología, en premoniciones ni adivinaciones pero era obvio que los sueños tienen un significado oculto, fruto de vivencias archivadas en nuestro inconsciente, pero era incapaz de encontrarle un sentido al suyo. Ni el más potente somnífero lograba inducirle un sueño tranquilo y reparador. Si continuaba con ese sueño recurrente, iría a consultar a un profesional pues no soportaba volver a pasar por esa desagradable experiencia mucho tiempo más. Pero siempre dilataba la decisión.
Aurelio estaba convencido de que aquel sueño vaticinaba que moriría ahogado. Llegó a obsesionarse con el agua de tal modo que incluso bajo la ducha se sentía angustiado. Dejó de ir a la playa y a la piscina del gimnasio. Llegó hasta tal punto su paranoia que la sola mención de la palabra agua le producía un escalofrío. Cuando, finalmente, abandonó su higiene personal, evitando todo contacto con el líquido elemento, aceptó que había llegado el momento de visitar a un terapeuta, un eminente psiquiatra especialista en fobias, que le habían recomendado.
Tras examinar atentamente su caso y tras más de diez sesiones, el experimentado especialista hizo su diagnóstico: Aurelio sufría una psicosis paranoica en fase III y debían, sin más demora, iniciar una terapia para impedir su progresión a la fase IV, cuyo desenlace era impredecible, reducir paulatinamente su grado de afectación y revertir su estado patológico hasta la normalidad. Eso llevaría, por supuesto, muchas semanas, quizá meses, de psicoterapia. Debería acudir a su consulta tres veces por semana hasta que estuviera en condiciones de darle el alta clínica.
Para tratar esa fobia incontrolable al agua a la que había desembocado su paciente, éste no debía evitar el contacto con ella, como venía haciendo últimamente, -hecho que, por cierto, tenía unos efectos de lo más desagradables para su olfato, el de su enfermera y el de los clientes que permanecían en la sala de espera-, sino enfrentarse a sus miedos, plantarle cara a su fobia por mucho que le angustiara. Sufriría, al principio, un efecto similar al del síndrome de abstinencia de los drogadictos pero, poco a poco, irían remitiendo.
Así pues, por prescripción médica, Aurelio debía sumergirse en una bañera llena hasta los bordes y mantenerse bajo el agua por lo menos un minuto. Repetiría la operación a diario, alargando el tiempo de permanencia subacuática cada día un poco más hasta el máximo que sus pulmones aguantaran. Al cabo de una semana, observaría cómo sus síntomas habían menguado sensiblemente. Eso y las sesiones en su consultorio acabarían con el problema.
El primer día de psicoterapia, el buen doctor sometió a su paciente acuafóbico, a una regresión mediante hipnosis pues estaba convencido de que esa pesadilla recurrente que le había empujado a su actual estado tenía su origen en algún trauma antiguo, probablemente de su niñez, que había olvidado por completo y que, por algún motivo desconocido, había aflorado ahora, después de tantos años.
Aurelio, que quiso acudir a esa primera sesión solo, sin la presencia de su mujer, pues temía que durante la hipnosis emergiera alguna indiscreción inconfesable, incluso para ella, se sometió de buen grado a una regresión creyendo a pies juntillas la teoría de su sanador.
En la penumbra de la consulta, Aurelio acabó entrando en un estado hipnótico profundo en solo diez segundos de observar el balanceo de un pequeño péndulo que sostenía el terapeuta, mientras éste procedía a una cuenta atrás. Cuando la respiración del paciente, cómodamente tumbado sobre un diván, se hizo rítmica y profunda, aquél empezó a hacerle retroceder en el tiempo con la intención de llegar hasta su más tierna infancia y, si se le antojaba necesario, hasta el mismo útero materno, el primer reducto líquido con el que Aurelio había estado en contacto. En ese estado de sueño profundo, Aurelio fue relatando una serie de imágenes que acudían a su mente hasta detenerse bruscamente, momento en que su respiración se tornó agitada y abrió los ojos con una mirada de espanto.
-Estoy en un lago, un lago enorme, me baño en él, el agua está muy fría pero también muy limpia –empezó a referir Aurelio, ya más sosegado- y veo algo que se mueve bajo mis pies, algo que se acerca, algo que viene a por mí – añadió, volviendo la agitación a apoderarse de él, de tal modo que su cuerpo se arqueaba como queriendo liberarse del diván donde reposaba.
-Tranquilo, tranquilo, estás a salvo, no te ocurrirá nada malo, estoy aquí contigo –dijo el terapeuta para calmarlo y darle ánimos para que continuara con su relato-, pero dime qué es lo que ocurre, qué es lo que ves.
Como la excitación Iba peligrosamente en aumento, el psiquiatra decidió interrumpir la sesión y devolverlo al estado consciente. Ya proseguirían otro día.
Al llegar a casa, Aurelio, visiblemente más sosegado, decidió tomarse un baño de agua caliente, como iniciación de la terapia doméstica prescrita por su terapeuta. Quién sabe si acaba relajándome –pensó incrédulo.
Tras el miedo inicial, Aurelio fue, progresivamente y contra todo pronóstico, relajándose hasta que sus párpados se negaron a mantenerse abiertos. Completamente inmóvil y laxo, su cuerpo fue deslizándose por el respaldo de la bañera hasta quedar completamente sumergido bajo una superficie de agua humeante.
Cuando, al cabo de dos horas, su esposa, intrigada, decidió asomarse al baño, vio una bañera repleta de agua en cuyo fondo yacía el cuerpo inánime de su marido.
A miles de kilómetros de allí, unos turistas que disfrutaban de una travesía por un gran lago suizo, aseguraron haber visto cómo un cuerpo de un hombre aparecía de repente de lo más profundo de sus aguas cristalinas para desaparecer al cabo de unos segundos. Algunos aseguraron que, mientras su cuerpo flotaba cara arriba, su rostro parecía esbozar una leve sonrisa. Los equipos de salvamento, alertados por esos testigos, no lograron localizar al presunto ahogado.
De eso hace ya un año.
Su esposa está pensando someterse a tratamiento psiquiátrico. Desde la muerte de Aurelio, tiene cada día la misma pesadilla: se está dando un baño cuando, de pronto, la bañera alza el vuelo y comienza un viaje por el aire, a través de montañas y valles, hasta acabar precipitándose contra las aguas de un gran lago. En ese momento se despierta acongojada sin entender qué significa aquello.
Según pudo leer en el Gran Libro de los Sueños, volar representa un deseo de escapar a las situaciones y problemas de la vida.
No acudirá a ningún psiquiatra, no sea que, siguiendo sus consejos, le ocurra como a Aurelio y sus temores acaben haciéndose realidad.
Algunos sueños son más certeros que otros. Un relato muy interesante Josep.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es difícil conocer la exactitud de los significados de los sueños. A veces son premonitorios, otras traducen inquietudes y temores y las más, son un interrogante.
EliminarMuchas gracias, Skuld, por tu visita.
Un abrazo.
Hola Josep! Me ha encantado tu relato, algo más largo que lo que nos tienes acostumbrados pero igualmente bueno.
ResponderEliminarEl mundo de los sueños y su significado me llama mucho la atención, me parece interesante. Será por eso que tu relato me enganchó desde el principio.
Has descrito muy bien todo el proceso de angustia y tratamiento para llevarnos después a un final del todo inesperado, donde realidad y sueños entran en contacto. Muy original, enhorabuena!!
Un gran abrazo y feliz fin de semana :)
Muchas veces nos resulta complicado, sino imposible, distinguir entre fantasía y realidad y en los sueños eso suele ocurrir.
EliminarEs, efectivamente, un relato más largo porque me tuve que ceñir a las bases de un concurso en el que participé con este relato con el tema "Agua". Huelga decir que ni siquiera conseguí estar entre los finalistas. En materia de concursos son un fracaso. Pero me lo pasé bien escribiéndolo. ¿No dicen que lo importante es participar? Pues eso. Pero también dicen que mal de muchos...
Muchas gracias, Julia, por leerme y me alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
Un relato que desemboca en lo paranormal, tras un inicio sumamente realista, una terapia de documentación o conocimiento, agradecidos, el protagonista se sumerge junto al lector en una muerte onírica que traspasa el umbral del escepticismo. Sorprendente y de una narración fluida y atrapante. Una gozada de lectura.
ResponderEliminarSaludos, compañero.
¿Quién no ha tenido sueños extravagantes, extraños, rayando lo paranormal? Yo muchas veces. Y de pequeño más.
EliminarMe complace que hayas encontrado este relato atrapante. Siempre lo intento pero no siempre lo logro. Así que contentos los dos.
Muy agradecido, Edgar, por tus comentarios.
Un abrazo.
Me ha encanto tu trabajo, estupendo el comienzo que parece muy normal en estas cosas de los sueños, y luego se va enredando en la paranoia desembocando en la tragedia de una fantasía estupenda.
ResponderEliminarMe encantó y me tuvo totalmente sumergida en la historia.
A mi me ha dado siempre miedo los lugares de baño donde no se ve el fondo, me da la impresión de que iban a coger por los pies, jajaja.
Un abrazo Josep.
Me gusta saber que soy capaz de enganchar al lector o lectora y me alegra que lo hayas pasado bien.
EliminarLos sueños, al igual que el mar, esconden muchos secretos.
Un abrazo, querida Elda.