Podía haber hecho el viaje en tren pero siempre le había gustado conducir. Además, con esta última adquisición, conducir era más que un placer y total ¿qué eran cinco horas al volante para alguien, como él, que había recorrido casi toda Europa por carretera?
Qué suavidad, qué estabilidad, qué agarre, y eso que la carretera era francamente mala. Era una comarcal muy poco concurrida pero el paisaje valía la pena. Por autopista no hubiera sido lo mismo, no tenía gracia. Así, de paso, disfrutaba de esa máquina y de ese paisaje tan salvaje, con el mar como telón de fondo. No conocía muy bien el camino pero para eso estaba el GPS, bendita tecnología.
Mientras conducía su flamante Aston Martin 6.0 12 válvulas y 558 CV, con la música como única compañera de viaje, iba pensando en ese encuentro tanto tiempo esperado, esa cita que, con toda seguridad, haría realidad esos proyectos que le convertirían en un hombre todavía más rico, más famoso y más codiciado. Sus futuros socios eran duros de pelar pero lo tenía todo tan bien planificado que nada podía fallar.
Sólo una voz se interpuso en su ensueño, lejana pero nítida: “A cien metros gire a la derecha, a cincuenta metros gire a la derecha, gire a la derecha”.
Lo último que vio fue unas rocas salpicadas de espuma y bañadas por un mar profundo y oscuro que lo engulliría en cuestión de segundos.
Muy bueno Josep el relato, nunca sabe uno donde tiene el final y es un malgastar el tiempo y el pensamientos en lo banal, al final todos vamos a ir a parar al mismo sitio.
ResponderEliminarAunque me repita, me encanta como escribes las historias, sencillamente y entendibles.
Un abrazo y buen fin de semana.
Otro abrazo para ti, mi buena y generosa seguidora. Siempre es bueno saber que tus historias llegan a alguien y que consigues transmitir el mensaje.
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