Demasiado dolor para dejarlo correr sin más. Hace tiempo que me propuse ponerlo por escrito. Así pues, libre ya de ataduras y condicionantes, he dedicado los últimos ocho meses de mi vida a plasmarlo todo en un diario que relata mis vivencias más amargas y en el que desfilan los que han sido mis enemigos, entre los que me incluyo por haber jugado el papel de víctima propiciatoria dejándome dominar por el más fuerte. Este diario es mi venganza personal contra todos aquellos que me hicieron sufrir y dañaron mi autoestima. Sé que mis dardos envenenados nos les causarán daño alguno porque nunca llegarán a leerlo, pero necesitaba explayarme contando mis penas en esta especie de memorias a las que hoy, por fin, he puesto punto y final. Quizá haya resultado éste un ejercicio baldío pero, aun así, me siento satisfecho, aunque debo reconocer, sin embargo, que este desahogo no ha resultado ser tan catártico como creía, pues no me ha proporcionado la paz emocional que esperaba. ¡Qué le vamos a hacer! Tendré que buscar el sosiego y la serenidad en mi interior junto a mi mujer y con todos aquellos que realmente me aman y siempre me han apoyado.
Hoy he visto a Rosa cansada y un poco abatida; quizá lo ha estado todos estos meses y no había reparado en ello, tan concentrado como he estado en mí mismo y en este trabajo que me ha tenido absorto y aislado hasta hoy. El caso es que no me he atrevido a preguntarle por temor a las recriminaciones. Pero no es tarde para reparar el posible daño causado. A partir de ahora le prestaré la atención que se merece.
Ahora yace adormilada a mi lado con un libro en frágil equilibrio entre sus manos. Como cada noche, en unos pocos minutos se le cerrarán completamente los párpados y el libro acabará desplomándose sobre su pecho para despertarla sobresaltada. Ese es el momento en que apaga su lámpara y me desea buenas noches. Y hasta hace muy poco, ese era también el momento en que mi mente empezaba a volar hacia lugares y momentos detestables.
Veo ahora a Rosa dormida a mi lado y me sobreviene una ternura que no recordaba haber sentido desde mucho tiempo atrás, pues creo que mi estado de continua ansiedad e irritación me cegaba y blindaba mis sentimientos. Viéndola dormir y oyendo su respiración acompasada, me asalta de pronto una extraña somnolencia que me impide progresar por las páginas de esta novela que hace días intento terminar. Así pues, contraviniendo mi arraigada costumbre de no abandonar la lectura hasta no haber concluido el capítulo en el que me hallo (comportamiento perfeccionista u obsesivo, no lo sé), no me importa hoy dejarla en el punto donde me encuentro y apagar la luz para, relajado por primera vez en mucho tiempo, hacer planes para estas vacaciones, pues faltan sólo unos pocos días para la Semana Santa y ni siquiera me había planteado qué hacer. Aunque haga mal tiempo, como casi siempre ocurre en esta época del año, quiero que nos marchemos a alguna parte, no importa adónde, y romper, de una vez por todas, esa monotonía que nos envuelve desde hace demasiado.
Quien así habla es Luis que, desde que perdió su trabajo, ha vivido en una constante rebeldía y en un estado depresivo que le ha llevado a culparse de todos los males e injusticias de las que cree haber sido objeto por culpa de su carácter ingenuo y sumiso. Torturado por lo sucedido y por cómo sucedió, ha trasladado su drama personal a un manuscrito que ha ido escribiendo, día a día, buscando con ello exorcizar a esos demonios que le atormentan y hallar, con ello, la paz interior. No obstante, como él mismo reconoce, esa venganza pueril de confesarlo todo en unas hojas de papel que nunca verán la luz, no le han servido para liberarse totalmente de sus malos recuerdos y quedar en paz con ese mundo hostil en el que se ha tenido que desenvolver. Pero todo no está perdido porque su conciencia, que sí está tranquila, vendrá a echarle una mano. Esta noche, su conciencia se hará oír y como Luis le ha hecho oídos sordos tantas veces mientras estaba despierto, qué mejor forma de hablarle que en sueños. Y aunque Luis se resiste a cerrar los ojos, temeroso de que vuelvan esas pesadillas recurrentes, parece que el cansancio está ganando la batalla.
Podríamos ir a… pero ¿qué es lo que hay en mi mesilla de noche? A ver… Es una nota manuscrita. ¡Qué extraño! ¿Será uno de esos escritos que Rosa y yo solíamos dedicarnos en ocasiones especiales? Pero hoy es un día normal y no veo motivo para ello. Bueno, salgamos de dudas, a ver qué pone.
Querido Luis:
Ha sido un placer hacer un repaso de tu vida y recorrer contigo todos esos episodios tan íntimos y que tanto han significado para ti y he disfrutado de esa oportunidad de compartirlos y rememorarlos juntos.
También quiero decirte que me siento orgulloso de ti, por ser como eres y por cómo te has comportado a lo largo de tu vida, aunque hayas censurado tu modo de proceder en muchas, quizá demasiadas, ocasiones.
Olvídate del pasado y pon ahora en práctica tus intenciones: dedícale más tiempo a Rosa, a tus hijas y a todos tus seres queridos, pues son lo más importante y preciado de tu vida. Disfruta de su compañía y amor.
Quiérete como nunca te has querido, reconcíliate contigo mismo, sé feliz e intenta hacer feliz a los que te rodean. Recuerda que la energía positiva atrae positividad. Cultiva y mantén viva esa energía positiva y aleja de ti la negativa, y a todo aquél que la desprenda.
Ahora descansa, relájate y duerme tranquilo que mañana será el primer día de una nueva vida y tienes que estar preparado para disfrutarla plenamente.
Quizá cuando despiertes no recuerdes nada de todo esto, no lo sé. Ahora relájate y repite, como si de un mantra se tratara: “voy a ser feliz, voy a ser feliz” y déjate llevar por este sueño apacible, un sueño reparador que hoy tiene mucho más que reparar que de costumbre.
Vive intensamente el presente, borra de tu mente lo ingrato e irreparable del pasado y sólo planifica tu futuro a corto plazo. Todo lo demás ya vendrá por sí solo. Vive y sé feliz.
Hasta siempre.
Tu inseparable y olvidada conciencia
¿Mi conciencia? ¿Cómo que mi conciencia? ¿Qué significa esto? ¿Quién lo habrá escrito? Parece mi letra. ¿Cómo es posible semejante locura?
¿Qué hora es? ¡Pero si son casi las nueve! Menos mal que hoy es sábado. Si no recuerdo mal, me quedé dormido a eso de las… ¿Qué hora debía ser? Bueno, qué más da. Lo que sí recuerdo es que me sentía muy… no sé cómo decirlo, muy relajado, tremendamente relajado y… estaba leyendo algo y creo que no era la novela. Ha debido ser un sueño, pues por aquí no veo nada que no sea la novela que estoy leyendo.
Y ahora que lo pienso, esta noche he tenido un sueño libre de pesadillas, al menos que yo recuerde. Incluso diría que ha sido un sueño reparador. Sueño reparador… Esto me resulta familiar. Bueno, el caso es que me siento fenomenal, como nunca me había sentido desde ya ni me acuerdo. Incluso me siento hambriento. Huelo a tostadas y a café. Seguro que Rosa está desayunando. Quizá todavía estoy a tiempo de unirme a ella.
También siento una necesidad imperiosa de irnos lejos, adonde sea. Me parece recordar que en eso estaba pensando cuando me dormí. Un viaje nos sentará bien a los dos.
Mírala, está en la terraza. ¡Qué sexy está con el albornoz entreabierto y un poco despeinada! Parece como si la viera por primera vez. ¡Qué cosas!
-Hola cariño –le dice Luis, risueño-, ¿qué puedo desayunar?, estoy hambriento –añade sonriente.
-Buenos días, cariño. Pues… lo que quieras –le contesta Rosa un tanto sorprendida.
-Bueno, creo que tomaré lo mismo que tú.
-¿Pasa algo? Te noto… no sé, distinto.
-¿Qué va a pasar? Simplemente que me siento fenomenal.
-Vaya, no sabes cuánto me alegro. Eso es nuevo.
-Rosa, ¿te gustaría que hiciéramos un viaje? –le pregunta ilusionado.
-¿Un viaje? ¿Adónde?
-Qué más da. Adonde sea. Tú y yo. Ahora, mañana o pasado, pero lo antes posible.
-¿Tan de repente? Pero… –Rosa no sale del asombro.
-¿Sabes, amor mío? Será un viaje maravilloso, como una segunda luna de miel. Así que prepárate porque vamos a hacer las maletas ahora mismo.
Y dicho esto, Luis, saboreando un café todavía humeante, mira al cielo, que hoy resplandece de una forma especial y, inspirando profundamente, mira de nuevo a Rosa de un modo tan enigmático como soñador para regalarle la mejor de sus sonrisas y un guiño cómplice que ella no alcanza a comprender.
Tras unos segundos de silencio, Rosa se le acerca, se sienta en su regazo y, besándolo dulcemente, le susurra: “Creía que te había perdido, pero ahora que te tengo de nuevo iré contigo hasta el fin del mundo”.
Y él, sin saber cómo ni de dónde, oye una vocecita en su interior que le dice: “Así me gusta, Luis, que seas muy feliz. Te lo mereces. Ya estaremos en contacto”.
Qué bonito, Josep, me ha emocionado.
ResponderEliminarNunca es tarde para recomenzar, para vivir de nuevo.
Un abrazo.
Nunca es tarde si la dicha es buena, ¿no es eso lo que se dice?
EliminarMuchas gracias por visitarme y dejar tus generosos comentarios.
Un abrazo.
Siempre es el momento adecuado.
ResponderEliminarUn abrazo, Josep.
A veces, el momento adecuado aparece cuando uno menos lo espera y hay que aprovechar las segundas oportunidades.
EliminarUn abrazo, Maricarmen, y gracias por leerme.
Aprender a vivir siempre lleva tiempo... Me ha encantado, Josep.
ResponderEliminarBesos y abrazos.
Para aprender a vivir hay, primero, que aprender a sufrir y aprender de tus errores. Muchas gracias por venir hasta aquí y comentar.
EliminarUn abrazo.