Cada día, de madrugada, Juan rastreaba aquella zona del bosque para comprobar si las trampas habían dado su fruto y podía así llevarse algo a la boca.
Alguna liebre, alguna ardilla, hasta alguna rata de bosque solían caer en sus trampas aunque siempre esperaba cazar algo mucho mayor.
Esa mañana, sin embargo, la suerte parecía haberle sonreído. Fue en la última trampa, la más alejada. A simple vista le pareció un zorro, por el pelaje. Cuando estuvo junto a la trampa comprobó cuán equivocado estaba. Lo que había quedado atrapado entre las dos aserradas mandíbulas de hierro era una extremidad, un brazo de un tamaño considerable, posiblemente de oso. Pero las garras no parecían propias de esta especie animal. Fuera lo que fuese, seguro que era comestible. Tras un suspiro de resignación, metió lo que había atrapado en el saco y abandonó el lugar antes de que alguien le descubriera o el animal a quien pertenecía aquel miembro viniera a reclamarlo.
Mientras andaba con aquel bulto a la espalda, Juan tuvo que detenerse en dos ocasiones y mirar dentro del saco pues le pareció que algo en su interior se había movido. Lo cierto era que aquello pesaba como una roca y olía a mil demonios pero aun así no quiso deshacerse de su trofeo. También le pareció que algo se movía entre la espesura pero lo achacó al viento.
Una vez en la cabaña, dejó el saco sobre la mesa de la cocina y fue a asearse. Las botas, embarradas, le martirizaban los pies y el polvo del camino se le había pegado al cuerpo. Desde el baño le pareció oír algo extraño, como si alguien o algo se estuviera arrastrando por el pasillo. Extrañado, abrió la puerta y se asomó.
En la UCI siguen sin entender aquellas palabras que el viejo trampero intenta en vano articular. Solo responde con una mirada de horror a las repetidas preguntas sobre cómo y qué le ha arrancado las extremidades de aquel modo tan brutal.
¡Aiiix! No sé por qué, pero me he imaginado a Cosa de la Familia Adams en Modo Diabólico retorciéndose dentro del saco. Después, a su Dueño, ávido por nuevas extremidades que poder intercambiarse como si fuera Mr. Potato... Pero todo ello, en plan tétrico y oscuro.
ResponderEliminar¡Muy chuli, Josep!
¡Besines! ;)
Tétrico y oscuro lo es, Campanilla Feroz. Nunca se sabe lo que anda suelto por ahí y mucho menos en lo más recóndito del bosque. Nuestro trampero no le tenía miedo a nada pero creo que ahora ha cambiado de opinión.
EliminarBesos.
Ay que susto, cuando he comenzado ya me estaba arrepintiendo de leerlo ahora por la noche, pensé que era más de miedo, jajaja.
ResponderEliminarSorprendente final, y me ha recordado a algo que escribí una vez, por lo de se despertó en el hospital.
Genial Josep, siempre atrapa lo que escribes.
Un abrazo y buena semana.
Querida Elda. Intenté que fuera un relato de terror breve. Por lo menos, así el miedo dura poco, jaja
EliminarMe alegro que te haya disfrutado de su lectura.
Un abrazo.
El cazador cazado. Buen micro de intenso desarrollo narrativo. Una experiencia de angustia y satisfactorio desenlace.
ResponderEliminarAbrazo, compañero.
Muchas gracias, Edgar, por tu amable comentario. Viniendo de ti, todo un experto en relatos de terror, es muy gratificante.
EliminarUn abrazo, amigo.
Como dice el dicho, donde las dan las toman. Muy bueno Josep, macabro en su justa medida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Quería una taza y se llevó la olla entera.
EliminarMuchas gracias, Skuld, por seguirme y dejar tus siempre amables comentarios.
Un abrazo.
Suspense y curiosidad garantizadas con este relato, Josep. Me ha parecido muy interesante y me hubiera podido espiar, detrás de unas tupidas cortinas, lo que pasó aquella noche en la cabaña del trampero... :)
ResponderEliminarSi pides votos a favor de escribir una continuación, apunta el mío en positivo!! :D
Un abrazo grande.
Jeje, yo creo saber lo que pasó pero prefiero no contarlo, fue demasiado horripilante. En todo caso, esperemos a que el trampero recobre la lucidez y el temple necesarios para que lo cuente él mismo.
EliminarSi así lo hace quizá me lance a contarlo con mis propias palabras.
Un abrazo.
Da escalofríos solo de pensarlo. Me imaginaba un hombre lobo o alguna bestia que se recompusiera mágicamente para atacar a su presa. Genial.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegra, María, que te haya gustado y muchas gracias por pasarte por aquí y dejar tu comentario.
EliminarUn abrazo.