Pensó que era un artefacto y lo iba a eliminar cuando, mirándolo con más detenimiento, vio que era una cara de mujer, bellísima, que le sonreía.
¿De quién sería esa mirada tan cautivadora? Fuera quien fuese, era, sin duda, la imagen de un fantasma, la de alguien que, desde entonces, le había sometido a un sortilegio del que ya no podría escapar.
Sólo esperaba volver a casa para, en la soledad de su habitación, contemplar esa faz adorable enmarcada en la pared con quien conversaba todas las noches hasta que el sueño le vencía.
La amaba con locura y ella, se lo había confesado, le correspondía.
Le sería fiel hasta la muerte, ella se lo había pedido, y así sería.
Que emocionante, un fantasma con quien eliminar la soledad.
ResponderEliminarEstupendo relato y además muy romántico.
Me ha gustado mucho Josep.
Un abrazo.
El romanticismo está en todas partes, tu bien lo debes saber, como poetisa que eres. Muchas gracias por volver por aquí y dejar tui comentario.
EliminarSaludos.