Javier Villanueva Ibáñez, reputado ingeniero civil, cofundador de JVR Ingenieros, a punto de cumplir los 70 años, cuarenta y siete de los cuales dedicados a la construcción de puentes, canales y túneles de todo tipo y envergadura, culminaría su exitosa carrera, unas semanas antes de jubilarse, con la inauguración de su última obra, el túnel número 13.
Javier no era supersticioso pero Clara, su mujer, sí. Ésta había intentado, por todos los medios, disuadirle de emprender esa encomienda, rogándole, suplicándole que, con cualquier excusa, dejara el proyecto en manos de alguno de sus socios. Pero sus esfuerzos fueron totalmente infructuosos. Precisamente, Vicente y Ricardo, sus socios, le habían elegido a él por ser el más cualificado para dirigir y firmar la que iba a ser la obra más emblemática de la empresa y de la ingeniería moderna española, así que no podía rechazar esa gran oportunidad de finalizar su trayectoria profesional con la que sería, sin lugar a dudas, su Magnus Opus.
Estaba sumamente orgulloso de que le hubieran brindado la oportunidad de acometer esa obra faraónica que le había ocupado los últimos cinco años de su vida. Ahora solo faltaba un mes escaso para el gran día de la inauguración y luego, el merecido descanso.
Cuando le comunicó a Clara la fecha de ese gran evento, al que asistirían las autoridades municipales, autonómicas e incluso del gobierno central, ésta tuvo un pálpito, un mal augurio, y corrió a consultar el calendario. ¡Horror! El día en cuestión caía en viernes, pero no un viernes cualquiera sino ¡un viernes 13! A Javier le pareció una simple coincidencia, casi una coincidencia graciosa, su decimotercer puente, el día 13 de diciembre de 2013 que, casualmente, era viernes. Pero la pobre mujer, hecha un mar de lágrimas, le imploró, por la memoria de todos sus difuntos, que ya que la había desoído, haciéndose cargo de la maldita obra, por lo menos cambiara la fecha de la inauguración pues, de lo contrario, estaba segura de que algo muy grave le acontecería. Pero tal cosa no era posible, ya demasiados retrasos habían tenido que soportar y, por otra parte, la fecha ya era oficial.
-Además, eso del viernes 13 es cosa de los extranjeros, ¿aquí no es el martes 13 el que trae mala suerte? –le dijo Javier en tono burlón.
Ante la displicencia de su esposo, Clara llegó, incluso, a amenazarle con ponerle aceite de ricino en la comida para que no pudiera salir a la calle de los retortijones que le obligarían a recalar en el baño cada cinco minutos durante las siguientes veinticuatro horas.
-¡Dios mío! Esta mujer se ha vuelto loca –exclamó Javier, quien nunca hubiera imaginado semejante desatino en un ser humano mínimamente inteligente.
Por muchas advertencias que Clara lanzara, por muchas súplicas que profiriera, Javier no se amedrentó y se dispuso, llegado el momento, a encabezar el comité de bienvenida a las autoridades y disfrutar del acto de inauguración de su obra y de los festejos organizados por el ayuntamiento de la localidad.
Pero antes de que los ilustres visitantes recorrieran los poco más de diez kilómetros del túnel más moderno jamás construido, Javier, hombre perfeccionista y precavido, quiso visitar, a solas y por última vez, el fruto de sus desvelos y de su talento. Para ello, se presentó a la cita con dos horas de antelación y, al volante de su BMW X5, se introdujo en las fauces de su preciado túnel.
Tras haber recorrido los primeros cien metros, a Javier el corazón empezó a latirle desaforadamente, pareciendo que le iba a salir de la caja torácica, tanta era la emoción que se adueñaba de todo su ser. Casi se le saltan las lágrimas al comprobar la magnificencia de su creación y la perfección, tanto técnica como estética, de su acabado. Como si sufriera de un trastorno obsesivo-compulsivo, iba contando, embelesado, los accesos laterales, las áreas de socorro, los cañones de ventilación, las cámaras de vigilancia y los detectores de humo, mientras se deleitaba observando la perfecta señalización y, sobre todo, el magnífico alumbrado. Se sintió, de repente, como hipnotizado por tanta belleza, tanta perfección, y empezó a sudar de pura excitación, imaginándose los parabienes que recibiría de las autoridades. Tuvo que tragar saliva e inspirar profundamente, un sudor frío le recorría todo el cuerpo, el cuello de la camisa y la corbata, esa que se había comprado para la ocasión, le oprimían el cuello de tal forma que casi no podía respirar, le faltaba el aire. La visión se tornó borrosa y la intensa iluminación que, hasta hacía unos instantes, casi le deslumbraba, ahora iba menguando de modo alarmante.
Debía llevar unos cinco minutos al volante, cuando divisó, a lo lejos, una luz blanca.
-Ya debo estar llegando al final del túnel -se dijo-. Cuando salga al exterior, saldré del coche a que me dé el aire y a descansar un rato. No me convienen tantas emociones; el estrés me ha dejado agotado física y psíquicamente –pensó.
Pero el túnel parecía haberse convertido en un pozo sin fin, envolviéndole una negrura total solo ligeramente mitigada por esa luz brillante que le indicaba la salida, una luz cada vez más radiante que le atraía como si de un potente imán se tratara.
De pronto, Javier se sintió aliviado. No le dolía nada, nada le molestaba, ni siquiera notaba su cuerpo. Se sentía bien, muy bien, la respiración se había normalizado y una gran energía invadía sus entrañas. Se sentía feliz.
Pero lo que más feliz le hizo fue ver a sus padres, a su hermano mayor, a sus abuelos, tíos y primos que, sonrientes, le daban la bienvenida.
Increiblemente genial esta historia Josep, me ha gustado mucho, me ha tenido muy atenta y el final digno de un buen relato.
ResponderEliminarCreo que es una de las que me ha gustado... bueno, alomejor es por que es la última que he leído, pero desde luego me ha parecido fantástica.
A mi me habría pasado lo que a la mujer del protagonista, la verdad es que no se puede quitar uno de la cabeza esas frases, los mismo la de -martes y trece- que -viernes trece- jajaja.
Un placer haberte leído.
Un abrazo.
Hola Elda. Solo por recibir tus siempre generosos y entusiastas comentarios, vale la pena seguir escribiendo mis historias en este blog.
ResponderEliminarMuchas gracias. Cuando auto-publique una nueva recopilación de estos relatos, te reservaré un ejemplar dedicado. Te lo mereces.
Un abrazo.
Pues si que la obra fue faraónica, porque como ellos hicieron con las pirámides, Javier logró que el túnel fuera la vía de ascenso del espíritu hacia el cielo.
ResponderEliminarBuen relato, Josep Mª.
Un fuerte abrazo.
JaJa, sí, su obra fue su pase al otro mundo. Pero, por lo menos, se fue feliz. Eso se lo debía, al pobre, después de tanto esfuerzo.
EliminarMuchas gracias por dejar tu comentario.
Otro fuerte abrazo.
Siiiiii, quiero uno dedicado, jajaja.
ResponderEliminarGracias Josep.
Pues cuenta con él.
EliminarAhora que lo pienso: todavía me queda algún ejemplar de mi primera recopilación (mis primeros 50 relatos cortos). Si quieres, puedo enviarte uno por correo, pero tendrías que decirme dónde debo enviarlo. Si no quieres decirlo aquí, puedes enviarme un email a mi dirección de correo: panadesjosep@gmail.com.
Un abrazo.