Juan pertenecía al selecto club de escritores noveles. Eran doce y se reunían, cada martes por la tarde, en el bar del Ateneo, para debatir sobre temas literarios y gustos y lecturas. Todos habían asistido a un taller avanzado de escritura creativa que se había impartido en aquel mismo Centro y se habían hecho amigos.
Un día, Pedro, e fundador del grupo y, todo hay que decirlo, el que más ínfulas de escritor tenía, retó a sus compañeros a un concurso de relatos cortos. Para salvaguardar la objetividad del veredicto, someterían sus escritos a la consideración de Dolores, su profesora de taller, a quien le pedirían, además, que sugiriera el tema a desarrollar.
Todos estuvieron de acuerdo, incluso Dolores quien vio con muy buenos ojos la iniciativa. La consigna elegida para el primer relato fue “Luna llena”. Tenía tan hasta el martes siguiente para prepararlo.
Dicho y hecho, el grupo de célebres escritores en potencia empezó, cada uno por su cuenta, a trabajar en un relato que fuera la envidia de los otros compañeros.
Al cabo de dos días, Pedro, el más inspirado e imaginativo de todos, tenía listo ya un relato del que se sentía muy orgulloso, mientras que los demás seguían trabajando en él sin descanso.
Juan, sin embargo, no hallaba ningún motivo de inspiración en la luna, por muy llena que fuera. Era domingo y todos los borradores habían ido a parar ala papelera. De pronto, recordó haber oído que el lunes por la noche habría luna llena. Eso podría ser un estímulo para la creatividad –pensó Juan. Tenía que aprovechar, pues, la ocasión. Quizá contemplando la brillante luz de aquel astro bajo el cielo estrellado, le llegaría la inspiración que necesitaba, como si él fuera el poeta y la luna su amada.
Así pues, al día siguiente, a medianoche, Juan subió a la azotea de su casa, donde, al abrigo de las luces de la calle y cómodamente instalado sobre una tumbona, se relajó mirando fijamente a la una, sin apenas parpadear, como si esperara recibir de ella un mensaje alentador.
Pasó el tiempo, quizá unos minutos, quizá unas horas, y Juan se sintió extrañamente atraído, casi hipnotizado, por aquella esfera tan blanca y perfecta que le dejó paralizado y que parecía hablarle. Oía unos susurros que penetraban hasta su cerebro. ¿Acaso se estaba volviendo loco? Lo único que le venía, una y otra vez, a la mente era la historia del hombre lobo. ¡Qué disparate! De repente, un escalofrío invadió todo su cuerpo y un mareo le dejó inconsciente.
Al día siguiente por la tarde, once miembros del club y Dolores, sentados en el bar del Ateneo, esperaban ansiosamente la llegada de Juan, pero éste no acudió a la cita, ni ese día ni ninguno más. Nadie supo dar cuenta de su paradero.
Entretanto, en un recóndito pueblecito del Pirineo, un joven pasa los días, solo y alejado del contacto humano, escribiendo compulsivamente. Dicen que, desde su llegada, todas las noches de luna llena, unos aterradores aullidos, como nunca antes se habían oído por aquellos contornos, ahuyentan, atemorizados, hasta a los lobos.
¡¡Felicidades, Josep Mª !! No sé si celebras "el santo", pero hoy me he acordado de ti, y me alegro de haberme encontrado con este relato misterioso.
ResponderEliminarEspero que hayas pasado un día estupendo.
Un abrazo.
Muchas gracias, Fanny. Sí que lo celebro aunque ya no sea un día festivo como antaño. No lo celebro por cuestiones religiosas, como hacía mi padre (por ser el santo patrón de uno) sino porque hace ya tiempo que aprovecho cualquier excusa y acontecimiento alegre para celebrar que estamos vivos para contarlo y disfrutarlo.
EliminarGracias por volver a este rincón aunque sea para encontrarle con un relato de misterio que me ha inspirado 1) mi asistencia a un curso de escritura creativa, y 2) mi pertenencia a un grupo de escritores en la red que convoca semanalmente un concurso de relatos., En uno de ellos, el tema para un microrrelato debía ser "Luna llena" pero en lugar de participar con un relato tan corto (120 palabras), preferí escribir éste más largo y guardármelo para publicarlo en este blog.
Un abrazo.
La búsqueda de inspiración, y más tratándose de la luna, parece tener consecuencias imprevistas a juzgar por tu relato!! No sé si tenerle pena al protagonista, a fin de cuentas consiguió más de lo que pretendía :) Estupendo relato, muy ameno, interesante y misterioso!!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!!
Yo tampoco sabría decir si el protagonista recibió un premio o un castigo por querer inspirarse a la luz de la luna llena. Más vale no probarlo, por si acaso.
EliminarMuchas gracias, Elda, por tu grata visita.
Un abrazo lobuno.
A mí el relato me ha traído a la cabeza ese lado oscuro e incomprendido, casi monstruoso como el protagonista con esa luna llena, de algunos creadores. Algunos crean para acallar esa bestia interior. Muy bueno Josep.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz fin de semana.
Te agradezco tu comentario, del mismo modo que me alegra que la lectura de esta historia te inspire sensaciones.
EliminarUn gusto hallarte por aquí.
Un abrazo.
Que interesante relato Josep, con un final grandioso.
ResponderEliminarSi que tuvo el protagonista una seducción extrema...
Me ha encantado, mantiene la atención del lector hasta la última letra.
Un abrazo y feliz domingo.
Me alegro que esta historia, que bien podría ser un cuento, te haya encantado. La luna, como te comentaba en uno de tus últimos poemas publicados, siempre inspira al que la observa atentamente.
EliminarMuchas gracias por tu visita.
Un abrazo.
¡Ay! Las Musas... Las Musas a veces nos esquivan... ¡Y no sabemos dónde encontrarlas! Yo siempre digo que hay que darles chuches, porque sino... ¡Se enfurruchan y nos abandonan! ;P
ResponderEliminar¡Qué envidia! Pero de la sana, ¿eh? Me voy a poner a mirar la Luna... Quizás me tope con algún Licántropo... ¡Y me lleve de excursión a los Pirineos! ;)
¡Besis!
Jaja. No me quiero imaginar qué resultaría de una campanilla feroz convertida en campanilla lobezna feroz. Quién sabe, a lo mejor las musas se sentirían atraídas por tal espécimen.
EliminarMuchas gracias por pasarte por aquí y hacer sentir tu presencia.
Besos lunáticos.