Por una vez me he decidido a dar continuidad a un relato que, en principio, solo debía tener un episodio, y todo para dar satisfacción a más de uno/a de mis querido/as lectore/as. Para refrescar la memoria y comprender mejor esta continuación, podéis pinchar AQUÍ y el enlace os llevará al relato original que participó en el microrreto de El Tintero de Oro que pedía escribir un microrrelato en el que la música fuera parte de la historia.
Aquella noche soñé con Teresa. Estaba sentada
al piano y tocaba Para Elisa, sonriéndome e invitándome a sentarme
a su lado, en la banqueta, para que le besara delicadamente el cuello como
solía hacer. ¡Qué sueño tan grato! Fue tan real... Hasta que un trueno,
retumbando como un cañonazo, me despertó sobresaltado. Las llamas, todavía
vivas en la chimenea, iluminaban la pequeña estancia y proyectaban sombras chinescas
por doquier. Me incorporé. Me despojé de la manta que me cubría y fui a ver si
la ropa que había tendido junto al fuego estaba ya seca. Entonces la vi.
Sentada en un rincón, en una butaca rústica, como todo a su alrededor. Creí que
todavía soñaba. Teresa se levantó lentamente y me tendió las manos. Nos fundimos
en un abrazo apasionado. Mis lágrimas empapaban el pálido y suave cuello que
tantas veces había besado. Solo pude decirle una frase entrecortada por el
llanto: «Te extraño tanto, mi amor». Y antes de que todo
volviera a la triste realidad, tuve ocasión de oír cómo ella me respondía: «No
estás solo, amor mío, estoy aquí contigo».
No sé por qué, pero no
me atreví a volver a aquella ruinosa iglesia en la que días atrás había sonado Para
Elisa en un piano inexistente, aun sospechando que había sido el espíritu
de Teresa quien había obrado tal prodigio y que —ahora lo sé— con toda
seguridad fue el modo que empleó para comunicarse conmigo. Pero tampoco he sido
capaz de marcharme de aquí y volver a casa como si nada hubiera ocurrido. Me
había tomado unos días de descanso para superar el duelo, relajarme y pensar en
lo que sería mi vida a partir de entonces, pero en lo único en lo que pensaba
era en mi amada. Así que me quedé en la cabaña que había alquilado para aquel
menester e hice lo que me había propuesto hacer cuando llegué y lo que mejor se
me da: pintar.
No sé si mi mente está
jugando conmigo a un juego macabro. Todas las noches, sin excepción, Teresa
viene a verme. Charlamos horas enteras. Recordamos el pasado, observa mis
lienzos con interés y alaba mi trabajo. Al principio solo pintaba los paisajes
que se abrían ante mis ojos desde la mañana hasta el atardecer. He pintado
amaneceres anaranjados; puestas de sol rojizas sobre las blancas cumbres; el
lago jugando a ser el espejo de todo lo que le rodea; las nubes borrascosas
amenazando tormenta; el viento inclinando a duras penas los altos y robustos
abetos de los que solo logra arrancarles la nieve. Las águilas reales, los
urogallos, los mirlos y los rebecos han sido también modelos involuntarios de
mis pinturas. Pero últimamente he vuelto al retrato. Tengo ya más de una docena
de cuadros de Teresa. No hace falta que pose para mí, como antaño hacía. La reproduzco
con los ojos cerrados. Sentada junto a la lumbre; bajo el porche; tumbada sobre
un verde prado, rodeada de amapolas, rododendros y edelweiss; caminando por el
bosque; tendida al sol del invierno junto al rio, junto al lago, riendo,
saltando, bailando.
Teresa quiere que vuelva al que fue nuestro hogar. Me dice que este no es mi lugar, que debo volver a mi estudio, a mi vida anterior, la auténtica. Insiste en que ya he encontrado lo que vine a buscar: la alegría de vivir. En realidad, no sé en busca de qué vine hasta aquí. Quería huir de todo lo que me recordara la pérdida de mi amada y empezar de nuevo, si es que podía sobrevivir a su ausencia. Pero no puedo ni quiero vivir borrándola de mi existencia, sino en su compañía. Quizá ella tenga razón. Me siento un hombre nuevo, con renovadas ganas de vivir y de pintar. Sí, volveré a nuestro hogar. Ahora que la he recuperado y que no volverá a abandonarme. Me ha dicho que mientras pinte, ella me deleitará con aquellos nocturnos que tanto me gustan y, cómo no, con nuestra pieza favorita Para Elisa. Sí, lo haré por ella y para ella. Lo haré por nosotros.
Hola Josep, muy buena continuación y aunque parece que tiene final cerrado, seguro que te apetece continuarlo de nuevo, no sé por qué acabamos cogiéndole cariño a ciertos relatos. Por cierto, la canción Para Elisa es preciosa.
ResponderEliminarGracias por participar en el reto del Tintero.
Un abrazo. :)
Hola, Merche. Todos los finales aparentemente cerrados pueden abrirse, pero este creo que ya ha quedado herméticamente cerrado bajo siete llaves, ja, ja, ja.
EliminarPara Elisa es un tema que siempre me ha gustado y no me cansaría de escucharlo. Seguramente por eso me inspiró esta historia.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Una continuación que otorga valor añadido al primer relato y que lo completa en la piel de este hombre con un amor más allá de la muerte. Hay personas que nunca dan por acabado el duelo y prefieren convivir con los fantasmas de su pasado.
ResponderEliminarUn abrazo, Josep.
La forma de concluir este relato puede recordar a las historias románticas del siglo XIX, donde la tristeza de una pérdida amorosa hundía a su protagonista en una melancolía crónica y los desengaños amorosos podían conducir a morir de amor, je, je.
EliminarUn abrazo, Miguel.
Me gusta esta continuación, en que Teresa vuelve para acompañarlo, para devolverle su vitalidad, su pasión para pintar.
ResponderEliminarMe recuerda a un episodio de Cuentos asombrosos, de Spielberg, dirigodo por Clint Eastwood. En que un pintor recupera a su esposa, modelo de sus pinturas, a través de los cuadros que pinta con ella.
Saludos.
El fantasma de Teresa no podía conformarse con hacer llegar a su amado una melodía. Al ver que aquel no volvía al punto exacto donde tuvo lugar esa primea aproximación, tomó la determinación de hacerse visible para acompañarlo hasta el fin de sus días.
EliminarMe alegro que el gran Spielberg tuviera la misma idea que yo, je, je.
Un saludo.
He leído el primer relato porque no me acordaba del tema exactamente, y desde luego la continuación ha sido esplendida. Muy romántica porque aquí ya no cabía el miedo sino el recuerdo de su amor con Teresa, que le hizo resurgir con ganas para seguir con la pintura.
ResponderEliminarEstupenda imaginación la tuya Josep, y que es inagotable.
Un gusto la lectura como siempre que leo tus historias.
Un abrazo y que tengas una buena semana.
Pues entonces te he dado más trabajo de la cuenta, ja, ja, ja.
EliminarY sí, el miedo ha sido sustituido por el amor, algo mucho más romántico, je, je.
Muchas gracias, Elda, por tus siempre amables comentarios.
Un fuerte abrazo y que también tengas una buena semana.
Buen post!!!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Keren,
EliminarUn saludo.
Esperemos que no se le escape el encanto al volver a su casa. Hay milagros propios de algunos lugares y que no se dan fuera de ellos.
ResponderEliminarTe ha quedado una continuación preciosa. Me ha gustado mucho.
Un beso.
Pues podría ser, aunque espero que el prodigio le siga allá donde vaya. Aunque Teresa sea ahora un espíritu, él se sentirá acompañado y feliz. Ya no entro a valorar si esa situación es o no enfermiza, je, je.
EliminarMe alegro que te haya gustado esta continuación tanto o más fantasiosa que la primera.
Un beso.
Hola, Josep Maria.
ResponderEliminarNo leí el primero, así que antes de leer su continuación lo he solucionado, :)
Qué trágico y bello relato, mientras la pinte nunca la dejará ir, siempre la acompañará, su recuerdo, esencia y el amor que sentía por ella.
Es muy bonito.
Un beso.
Hola, Irene,
EliminarHas hecho bien en leer la primera parte. Por fortuna, no es muy larga y te la has podido ventilar sin demasiado esfuerzo, je, je. Aun así, se agradece el interés.
Las pinturas que haga mi protagonista de su amada Teresa siempre le acompañarán como si ella todavía estuviera viva.
Un beso.
Has redondeado tu primera parte con una segunda preciosa. Para que luego digan que nunca segundas partes fueron buenas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Chema. A veces se puede romper el maleficio y las creencias populares, je, je.
EliminarUn abrazo.
El desenlace es genial Josep, como no podia ser menos viniendo de ti.
ResponderEliminarAbrazos.
Hola, Conchi. Me alegro que te haya gustado esta continuación.
EliminarUn abrazo.
Teresa lo ha ayudado a cerrar una etapa, y por lo mismo, esta historia no está cerrada. Empieza otra con la tranquilidad de saberse siempre en compañía de su amada. Me ha gustado mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Juana. Yo también creo que Teresa le ayudó a asumir el nuevo estado de su mujer fallecida, aunque sea conviviendo con su fantasma.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
Un espíritu inspirador y benéfico que devuelve al protagonista la paz. Precioso, Josep. Me ha encantado la continuación de la historia y el final amable que le has dado.
ResponderEliminarMuchas gracias, Marta, por tu comentario. Me alegro que te haya gustado esta continuación.
EliminarUn abrazo.
¡Hola, Josep! Una continuación con todo el sentido, puesto que pone punto final al duelo. Los que se nos han ido siempre estarán con nosotros. Lo contrario, que seamos nosotros los que estemos con ellos, solo nos paraliza. La vida no puede detenerse por más que queramos y los recuerdos deben reconfortarnos no encadenarnos. Un abrazo!!
ResponderEliminarHola, David. Que el espíritu de Teresa conviva con el protagonista de esta historia es un consuelo para él, aunque quizá no sea muy sano mentalmente. Los duelos tienen que acabar con la aceptación y no quedarse con la negación o la tristeza enfermiza. Pero si él es feliz de este modo, qué le vamos a hacer. Cada uno es muy libre de actuar a su antojo. Además, ha sido Teresa quien se lo ha propuesto, y ¿quién puede negarse a la voluntad de un fantasma?, je, je.
EliminarUn abrazo.
Eso sí que es amor más allá de la muerte y demuestra qué equivocados están los curas cuando dicen marido y mujer "hasta que la muerte los separe". A tus protas la muerte solo ha sido un pequeño paréntesis que ha permitido reencontrarlos cada uno en un plano.
ResponderEliminarUna historia muy tierna y con final entrañable. Me ha encantado.
Un besote.
Hola, Paloma. Veo que hoy te has puesto al día con mis publicaciones, cosa que me alegra, je, je.
EliminarY también me alegra especialmente que este relato romántico al estilo novecentista te haya encantado. Quizá las historias románticas están hoy día un poco trasnochadas pero a mí me siguen gustando. Quizá sea cosa de la edad, ja, ja, ja.
Un beso.
Hola Josep una historia muy tierna y con mucho amor que yo espero que les siga pintando que ella siga tocando que la muerte no sea una barrera para nada y que él tenga ganas de vivir muy bien escrito es gracias por escribir esta segunda parte un abrazo
ResponderEliminarHola, Ainhoa. Mientras Teresa siga haciéndole compañía, con su fantasmal presencia y música, él seguirá pintando felizmente gracias al amor que se profesaron y siguen profesándose.
EliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Guille. Por lo menos he desmentido aquello de que nunca segundas partes fueron buenas, je, je.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Qué bonitas esas historias de amor que la muerte de uno de los amantes no ensombrece, sino que aviva!
ResponderEliminarUn relato precioso. Digna continuación de esa primera parte.
Un abrazo.
Muchas gracias por tu comentario, Rebecca. Me alegro que te haya gustado esta segunda parte.
EliminarUn abrazo.
Muy bonito, Josep. Un amor que trasciende este plano de existencia. Enhorabuena. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Enrique. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
Hola, Josep, hay etapas que necesitan un empujoncito para poder salvarlas y dejarlas bien atrás. Un relato muy alentador, esperanzador, precioso en la positividad de su final. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Pepe. Mi protagonista quiso pasar página pero quedándose en el mismo capítulo, y así encontró la paz que buscaba.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
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Buena suerte"
CELESTINO ARTURO
Escribiendo desde Ecuador