jueves, 2 de mayo de 2024

El don

 


Había leído que un traumatismo craneoencefálico podía conllevar unas secuelas inesperadas, en especial una amnesia retrógrada, pero nunca me imaginé que tras mi grave accidente automovilístico y después de superar un coma de varias semanas, me sobreviniera una facultad que no me he atrevido a contar a nadie.

Me percaté de ello desde el primer instante en que apareció el neurólogo en mi habitación tras haber vuelto yo al estado consciente. Antes de que abriera la boca para hablarme, ya supe lo que me iba a decir. Simplemente lo oí en mi interior, en mi cabeza, que me dolía tremendamente. Al principio pensé que era el resultado de una conmoción cerebral y que todo era fruto de mi imaginación, o que, por causas extrañas, había, o percibía, un retraso sonoro como cuando se habla por teléfono a larga distancia. Pero no. Ignoro la explicación, pero ese efecto continuó produciéndose con todo aquel que en el hospital me hablaba. Oía lo que iba a decirme antes de que lo hiciera. Pero eso no fue todo, porque tan pronto como me dieron el alta, a ese efecto se le añadió otro mucho más impresionante, por no decir escalofriante: aunque nadie me hablara, oía sus pensamientos.

Diréis que lo que me ocurre es un don especial que muchos de vosotros desearíais poseer. Leer el pensamiento es algo maravilloso, nos ofrece una gran ventaja sobre los demás. Sabemos lo que piensan y así podemos anticiparnos a sus deseos o a cualquier contrariedad inminente, beneficiándonos de la lectura de sus pensamientos. Pero también tiene sus desventajas, como pude comprobar más tarde, muy a mi pesar.

La primera y gran utilidad que le hallé a mi don fue en las entrevistas de trabajo. Podía anticiparme a mi interlocutor y prepararme las respuestas a las preguntas, sobre todo las capciosas, que me iba a hacer y a los problemas que me iba a plantear. Aunque el currículum sea importante, la actitud y soltura del candidato ante un entrevistador es fundamental. De este modo, conseguí fácilmente un buen empleo en una multinacional farmacéutica.

Pero no duré mucho tiempo en esa empresa, y no porque no estuviera a la altura de las expectativas y prescindieran de mí, sino porque vi otra salida a mi don mucho más atractiva y remunerada: actuar como mentalista.

Como mentalista actué en muchos espectáculos, tanto en el teatro como en la televisión. El público quedaba impresionado por mi habilidad para leerles la mente. En los medios se mencionaba con elogios ese don especial que manifestaba en público, pero también había voces que alertaban de la posibilidad de un fraude. Un embaucador, decían que era. «Es del todo imposible que alguien pueda leer la mente. Es una estafa en toda regla y alguien debería tomar cartas en el asunto» Los había que iban más lejos y propugnaban con prohibir «ese ridículo espectáculo que alimenta la credulidad de los más ignorantes», decían.

Mis actuaciones empezaron a atraer a cada vez un menor número de espectadores y las cadenas de televisión dejaron de contratarme. Y en el Excelsior, el teatro donde actualmente trabajo, me pagan ahora mucho menos que antes. Pero con el dinero ganado y ahorrado, y el poco que seguía ganando, tenía más que suficiente para vivir holgadamente. «Pero ¿qué ocurrirá dentro de unos años, cuando se me haya condenado al ostracismo y ya no tenga edad para encontrar otro empleo?», me preguntaba.

Hasta que un día ocurrió algo inesperado y que ha dado un vuelco a mi vida. Y con ello empezó mi calvario particular.

Fue al salir de una de mis escasas representaciones. Ya en la calle, de noche, un individuo se me acercó con paso ligero y se plantó ante mí. No pronunció ni una sola palabra, simplemente me miró a los ojos. Supe de inmediato lo que estaba pensando y no era nada halagüeño. Se me pusieron los pelos de punta.

No sé cómo decirte que vas a sufrir un atentado mortal, pero si realmente eres un mentalista, como parece, leerás mi mente.

—¿Cómo dice? —le interrogué. ¿Cómo podía alguien saber lo que me iba a ocurrir?

—Me has entendido perfectamente y compruebo que eres un mentalista de verdad, pues has leído mis pensamientos. Y voy a adelantarme a tu siguiente pregunta sobre cómo lo sé: porque yo también poseo el mismo don, de modo que puedo leer la mente de los demás y así me entero, entre otras cosas, de sus intenciones.

Una vez instalados en un discreto rincón, me contó precipitadamente que unos días atrás, en un bar cercano, fue testigo de una discusión entre varios individuos que me calificaban de aprovechado, clamando algunos por desenmascararme públicamente para que nadie se dejara embaucar.

—Pero ¿qué tiene que ver la intención de esos individuos de poner en entredicho lo que hago con el deseo de matarme? ¿No cree que es desproporcionado? El escarnio público no tiene porqué llevar parejo un asesinato. ¿Tanto daño les hago para que deseen mi muerte? —pregunté incrédulo y a la vez angustiado.

—Solo uno de ellos te desea la muerte. Oí que el susodicho recordaba con disgusto al resto que después de haber trabajado muchos años en el teatro Excelsior, es decir donde ahora trabajas, lo habían despedido por tu culpa y que llevaba varios años sin que lo contrataran como vidente. Cuando se despidieron, ese individuo pasó por mi lado y percibí claramente lo que pensaba:

A este le voy a hacer pagar caro que me despidieran porque dicen que es mucho mejor adivino que yo. ¡Ja! Mis amigos que hagan lo que quieran, pero yo voy a acabar con él sí o sí.

—Si es cierto lo que me cuentas, ¿cómo podré protegerme de ese asesino si no sé quién es?

—No podrás.

Y tras esas dos palabras sentí varios pinchazos dolorosísimos y profundos en el vientre. Aquel sujeto sonreía mientras yo intentaba parar infructuosamente la hemorragia con las manos. Entonces lo tuve claro. Era él quien quería acabar conmigo como venganza. Era el actor vidente, o lo que fuera en realidad, que me odiaba, según él, por haber perdido su trabajo por mi culpa.

Aun sintiéndome muy mareado, pude oír lo que decía:

—Soy un mentalista mucho mejor que tú, pues poseo una facultad que, por lo visto, tú no posees: puedo ocultar mis pensamientos a voluntad, cuando me conviene, por eso no adivinaste quién era ni mis intenciones. Lo que te he contado sobre la conversación en el bar con unos amigos es, en cierto modo, cierto, pero me he permitido poner algo de mi propia cosecha para ponerte a prueba, ja, ja, ja.

Mientras me desvanecía, oí gritos de personas que se acercaban y que luego intentaban socorrerme. Todos pensaban que me estaba muriendo. Y yo también. Hasta que dejé de oír y de escuchar y todo se volvió de color negro.

 

Ese hombre podía tener dones, pero no el de vidente, pues no acertó en su suposición de que me había matado. Sobreviví milagrosamente a las tres cuchilladas que me propinó en el abdomen. Perdí mucha sangre, tuvieron que hacerme varias transfusiones, estuve al borde de la muerte. Cuando estuve lo suficientemente lúcido me percaté de que algo había cambiado en mí. Ya no podía leer la mente de los demás, ni médicos, ni enfermeras, ni nadie.

La policía no pudo dar con el asesino frustrado, por mucho que les describí su físico —aunque, bien pensado, podía haber llevado una máscara— y a lo que se dedicaba. En el teatro Excelsior no pudieron dar ninguna referencia ni información relevante sobre él: ni dónde trabajaba, si trabajaba, ni donde vivía, ni amigos, ni parientes, nada. El hombre se había esfumado.

Yo he tenido que abandonar mi trabajo en el teatro para no exponerme a ser nuevamente atacado y esta vez con éxito. Vivo recluido en casa, sin apenas salir, y cuando lo hago no puedo evitar mirar constantemente a mi alrededor, por si acaso. ¿Entendéis ahora porqué dije que ese don tenía sus desventajas?

 

 Ilustración: Patrick Jane (interpretado por el actor Simon Baker), protagonista de la serie norteamericana El Mentalista.

 


28 comentarios:

  1. Hola Josep, una historia genial que me ha mantenido expectante todo el tiempo.
    Yo creo que las consecuencias de leer los pensamientos de las personas es un horror, ya no porque te vaya a suceder lo que a tu protagonista, sino por saber lo que piensa la gente de uno (aunque a estas alturas me importaría un pito, jjj), pero por estar recordando continuamente lo falsos que somos algunas veces.
    Por este tema me ha recordado una peli de Mel Gibson, no recuerdo el título y con la que me reí bastante.
    El de la imagen también es un actor aunque no sé su nombre.
    Me ha encantado Josep, tu imaginación sigue floreciente.
    Un cálido abrazo.

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    1. Hola, Elda. Lo de poder leer la mente es algo que, en principio, a todos nos atrae, pues somos curiosos por naturaleza. Pero como bien apuntas, quizá tendríamos una sorpresa desagradable si supiéramos lo que piensan de verdad de nosotros nuestros amigos, familiares y vecinos, ja, ja, ja.
      El actor que aparece en la cabecera de este relato es, como digo al pie, Simon Baker, que se hizo muy popular con la serie El Mentalista, que seguí de principio a fin, je, je.
      Un abrazo.

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  2. Hola, Josep Maria.
    Pues yo no quisiera tener este don, imagínate saber lo que piensa el resto del mundo. Ni hablar, prefiero vivir en la ignorancia, ni siquiera pensarlo. Siempre sucede, ¿verdad? Primero endiosamos y luego sacrificamos, nunca hay punto intermedio, no se puede admirar a alguien y luego masacrarlo y llevarlo al casi olvido. Por suerte fue inteligente y no se gastó el dinero generado. Respecto al final del relato no te lo esperas, así que nos sorprendes para bien. Aunque da mucha pena pensar que ahora vivirá recluido por miedo.
    Muy bueno.
    Un beso.

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    1. Hola, Irene,
      Yo también prefiero vivir en la ignorancia, porque aunque me tengo como una buena persona, quizá no todo el mundo opina igual y me llevaría un disgustillo, je, je.
      En esta vida todo tiene su lado bueno y su lado malo. Si mi protagonista hubiera sabido de antemano (por desgracia no era vidente y no podía conocer el futuro) lo que le iba a deparar su don, no se habría dedicado a actuar en público como mentalista. Más vele ser, y aparentar ser, normalito, ja, ja, ja.
      Un beso.

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  3. Este tipo de relatos de género enganchan muy bien al lector y no puedes parar de leer hasta saber como se resoluciona lo que en principio parece un don divino. Pensándolo bien y dada la maldad de algunas personas es un don que quisiera mantener lejos de mí. Se ha escrito mucho también sobre el deseo de ser invisible, pero creo que es mejor vivir en la ignorancia sobre las opiniones sobre nosotros mismos je, je.
    Abrazos, Josep.

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    1. Hola, MIguel. Te confesaré una cosa. Dices que este tipo de relato te mantiene enganchado hasta saber cómo termina. Pues a mí me ha pasado lo mismo, pues mientras lo escribía, la historia me ha ido enganchando y guiando a un final que no tenía pensado de antemano, je, je. Las "nomas" dicen que cuando uno se sienta a escribir una historia, ya tiene que saber su final. En este sentido, yo soy totalmente anárquico. Empiezo a escribir con una idea en mente, que voy desarrollando poco a poco a medida que avanza la historia. Ya se sabe: cada maestrillo tiene su librillo, ja, ja, ja.
      Un abrazo.

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  4. Cada vez estoy más convencido de que no hay nada como ser un hombre del montón. No tonto, pero tampoco superdotado. Sin dones, ni dinero, que te puedan envidiar.
    Un abrazo.

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    1. Yo también creo que es mucho más práctico no sobresalir en nada que pueda ser la envidia de muchos.
      Un abrazo.

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  5. Pienso lo mismo que Macondo. Estoy contenta con ser una chica del montón.

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    1. Tu comentario me recuerda una película de Pedro Almodóvat titulada Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, je, je.
      Muchas gracias por venir a leerme y dejar tu comentario.
      Un abrazo.

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  6. ¡Hola, Josep! Pues leiste mis pensamientos, ja, ja, ja... Te prometo que, de inicio y mientras leía tu relato, me planteé qué pasaría si alguien con ese don se encontrara con otro con el mismo don. Y ¡zas! aparece el vidente en tu relato.
    Un relato entretenidísimo, de esos que bien podrían formar parte de un capítulo de una serie como La dimensión desconocida y que, a mí, me chiflan.
    Por otro lado, lo inquietante es que me parece que ese don será una realidad en pocas décadas. Ya se están localizando y registrando impulsos cerebrales que identifican la emoción de la persona estudiada. Algo muy básico, pero creo que la cosa va por ese objetivo. Un abrazo!

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    1. Y eso que no nos podemos leer la mente, ja, ja, ja.
      Con los vertiginosos adelantos de la tecnología, no resulta inverosímil lo que dices. Vivir para ver, porque no sé si yo llegaré a verlo.
      La dimensión desconocida también era una de mis series favoritas, je, je.
      Un abrazo.

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  7. Muy inetresante, si bien es muy útil, puede ser un problema ser mentalista. Aquí defines muy bien el cómo ese tipo llega a tener ese don, pero no sé si es siempre un don o una maldición.

    Muy buen texto. Un abrazo.

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    1. Imagínate estar oyendo en tu cabeza multitud de pensamientos de la gente que nos rodea en, por ejemplo, un mercado, un centro comercial o en un cine. Sería para volverse loco. En tal caso quizá sí que sería una maldición.
      Un abrazo.

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  8. Pues Josep, yo soy otro de los que no querrías ese don. Quizá porque no sé si podría soportar saber lo que piensa la gente de mí, ya sea para bien, generando falsas expectativas, o para mal. Quizá haya cosas que tengamos muy sobreestimadas, pero la intimidad no es una de ellas, jajaja. Por otro lado, me gustó el uso que le dio tu protagonista, poder jugar con la gente es otro rollo, y si te llevas una comisión pues mejor, aunque la competencia siempre estará ahí para meterte en apuros. Muy buen relato, me ha enganchado un montón.
    Un fuerte abrazo!

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    1. Sólo sería interesante si pudiéramos conectar y desconectar ese don a voluntad. Conectarlo, por ejemplo, cuando queremos saber qué piensa de nosotros una chica de la que estamos enamorados o cuando necesitamos conocer una información que nos puede ser de mucha utilidad, y que nos permita jugar con ventaja, je, je. En un interrogatorio de la policía a un supuesto asesino que no quiere colaborar, también encontraríamos una buena aplicación.
      Me alegro que te haya enganchado.
      Un fuerte abrazo.

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    1. Hi, Sean.
      First of all, thank you for coming to visit this blog. I enjoy writing histories from my imagination and I appreciate very much all the comments I receive.
      Cheers!

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  10. Aquello de "virgencita, virgencita, que me quede como estoy" tiene más entresijos de los que parece. Los cambios, aun pareciendo positivos en principio, nunca se sabe por donde pueden salir. A este hombre todos los cambios le han venido a perjudicar y el quedar al final como al principio, en cuanto a sus poderes, no le ha dejado como al principio en cuanto a sus posibilidades de vivir y trabajar como una persona normal. Cambio sobre cambio y cada vez peor. Me ha encantado.
    Un beso.

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    1. Si cuando comprobamos que un cambio ha resultado dañino o inoportuno pudiéramos subsanarlo volviendo atrás, sería perfecto, pero normalmente lo hecho hecho está, y si intentamos arreglarlo probablemnete lo empeoremos más. Así que a este pobre hombre, un percance le dio un don y otro se lo quitó, pero no todo volvió a ser como antes.
      Me alegro que te haya gustado, Rosa.
      Un beso.

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  11. Una història molt intrigant, Josep Maria !. A vegades, millor passar inadvertit que no pas ser el centre d'atracció.... especialment , per als envejosos ! hehehe
    Salut !.

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    1. Això de passar inadvertit ho vaig practicar a la mili i em va anar prou bé, he, he.
      En la vida civil, i especialment en la laboral, no aniria malament tenir un do semblant.
      Salut!

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  12. La ventaja casi acaba con su vida, espero que no me pase nunca, imaginate poder saber lo que piensan los políticos.

    Abrazos.

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    1. Hola, Conchi.
      Una ventaja aparente que se convirtió en un suplicio. Muchas veces, lo bueno acaba siendo malo.
      Y con los políticos ya tenemos suficiente con lo que dicen; más vale no saber lo que piensan, porque en más de un caso nos llevaríamos una sorpresa.
      Un abrazo.

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  13. Agradezco tu relato puesto que he estado entretenida e intrigada hasta el final, pero también me has hecho pensar en ese don de adivinar los pensamientos de los demás, me explico.
    De siempre he dicho que, pese a la manipulación a la que estamos sometidos, hay algo que jamás podrán robarnos y es la libertad de imaginar y soñar.
    Después de leerte... me has tirado por tierra todas mis afirmaciones. Sonrío.
    Agradecida por tu relato.
    Cariños.
    kasioles

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    1. Pues me alegro mucho que mi relato haya sido capaz de producirte esas dos cosas: la de entretenerte y la de hacerte reflexionar. Hasta la historia más inverosímil puede provocar interés, y me alegro de haberlo conseguido.
      En efecto, el pensamiento y la libertad de imaginar y soñar es algo totalmente personal e intransferible. Pero bueno, siempre podemos dar rienda suelta a nuestra imaginación para imaginarnos lo contrario a nuestros deseos, je, je.
      Agradecido por tu visita, Kasioles.
      Un abrazo.

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  14. A veces hay dones que los carga el diablo. Adivinar el pensamiento de los demás es una putada, creo que vivir en la ignorancia puede tener en algunas ocasiones sus ventajas.
    Estupenda historia de "superdotados" y de un personaje muy rencoroso (caray con el vidente).
    Un beso.

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    1. Si leer la mente de otra persona podría ser ventajoso según las circunstancias, también podría ocasionar más de un problema. Imagínate el lío si se encontraran dos con el mismo don. No necesitarían hablar y todo resultaría absolutamente predecible. Pero si ambos pertenecieran a partidos políticos enfrentados, se armaria la gorda, je, je.
      Que uno pierda el trabajo por culpa de otro a quien le otorgan injustamente un mayor valor, debe ser muy frustrante, pero llegar a cometer un crimen por ello ya son palabras mayores. Eso solo puede ser fruto de una mente fantasiosa, ja, ja, ja.
      Un beso.

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