lunes, 28 de octubre de 2013

La inspiración


Se siente vacío, falto de recursos, cansado. Últimamente ya no es el mismo. Está sentado frente a esa pantalla en blanco con ese cursor que no para de parpadear bajo la dos únicas palabras que ha sabido escribir: Capítulo Uno.

Lo ha visto en muchas películas y nunca pensó que él haría exactamente lo mismo. ¿Cómo puede uno sentarse a escribir sin tener una idea preconcebida? ¿Cómo puede alguien sentarse ante el ordenador y empezar a improvisar sin tener idea alguna sobre lo que va a escribir? Y ahora es él quien está en esa situación. No le queda más remedio si quiere satisfacer las exigencias de su editor: publicar una nueva novela antes de fin de año.

Tiene toda la escenografía a su favor: luz tenue, música new age, temperatura cálida, ambientador con aroma a pino, vestuario cómodo, y va descalzo, pero le falta lo único realmente importante, la inspiración, que durante los últimos meses se ha vuelto huidiza.

Pasa el tiempo y por fin se relaja. La música le transporta a otro lugar, a otro tiempo, y se deja llevar mecido por la brisa que entra a través de las contraventanas y por esa melodía envolvente. Respira hondo y cierra los ojos.

Está frente a un lago, en un bosque de sequoias centenarias, quizá milenarias, enormes, de un grosor inimaginable. Todavía es muy temprano y hace frío. A sus espaldas hay una cabaña de madera, de esas de troncos que tanto le gustan, y se acerca. Oye que alguien canturrea, una voz de mujer que le resulta familiar, y entra. Ahora oye el crepitar de la leña que arde en el hogar y un leve olor a leña invade la estancia. Y entonces la ve, de espaldas, junto a la cocina. Está preparando algo para desayunar. ¿Serán esas tortitas que tanto le gustan? Pero ella no se percata de su presencia, no le ha oído entrar pues tiene unos auriculares puestos. Y canta, tararea esa canción que tanto les gusta a los dos: Forgiven Not Forgotten, de The Corrs. Y entonces la llama y, como no le oye, le toca el hombro. Y cuando ella se gira y le ve de frente, le sonríe con esa sonrisa franca y dulce que lo enamoró y que tanto le prodigaba cuando estaban juntos. Le mira fijamente a los ojos con ternura y por fin le habla: escribe sobre nosotros –le dice-, así no me olvidarás.

Cuando abre los ojos, está todo oscuro y la música ya no suena. La pantalla del ordenador está en negro, el silencio es total, sólo la brisa sigue fluyendo por las rendijas de las contraventanas. Ya ha anochecido. Las manillas fosforescentes de su reloj de pulsera le indican que han transcurrido más de dos horas. ¿Cómo es posible?

Y entonces, reinicia el ordenador y cuando tiene de nuevo ante sí esa pantalla blanca y brillante en la que sólo se puede leer Capítulo Uno, empieza a teclear frenéticamente.

“Estaba amaneciendo y la luz del sol reverberaba sobre el lago dormido. Desde la orilla se la oía canturrear….”

4 comentarios:

  1. Gracias por este texto Josep, me encanta.

    Besos

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    1. Gracias a ti Mari Carmen, por ser tan generosa conmigo. Un abrazo.

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  2. Un buen inicio, lo que importa es encontrar palabras y arrancar.
    Un saludo.

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    1. Lo que más cuesta está siempre al inicio de todo lo que hacemos. Otro saludo.

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