sábado, 15 de agosto de 2015

Futuro incierto



LB o Little Boy, como le llamaban afectuosamente sus compañeros, y JP –su nombre verdadero era un galimatías lingüístico- llevaban varios meses enclaustrados en el laboratorio trabajando sin descanso. El lunes debían presentar los resultados preliminares del proyecto al consejo de administración del Instituto y solo tenían el fin de semana para preparar su informe.

-Hay que impedir que sepan que no hemos obtenido los resultados esperados –era LB, quien así hablaba.
-Pero querrán conocer los detalles más relevantes. ¿Qué les vamos a decir? –comentó JP.
-Tú déjame a mí. Algo se me ocurrirá –le respondió BB con seguridad.

El proyecto en el que ambos llevaban trabajando desde que les fichara el Instituto de Ciencias Antropo-Biotecnológicas (el ICAB o simplemente el Instituto) era de vital importancia para la supervivencia de la población y si fracasaban se enfrentarían a un futuro incierto y nada halagüeño.

Hasta ahora todo se había desarrollado según lo previsto. Sin embargo, un problema de vital importancia ponía en jaque el proyecto: la esterilidad parecía un hecho irresoluble. Si no lograban tratar la infertilidad, la situación sería dramática. Su existencia tenía los días contados. ¿Cuánto tiempo les quedaba para seguir poblando el planeta?, se preguntaban LB y JP, los máximos responsables del proyecto. De momento, no debía cundir el pánico. El Instituto había puesto en ellos toda su confianza y no podían defraudarles.

¿Por qué habían tenido que llegar a esta situación? Los verdaderos culpables querían ahora que los “expertos”, los mismos a los que desoyeron en su día, les sacaran las castañas del fuego. Los dirigentes, siempre tan cortos de miras, habían creado el problema –daños colaterales era el eufemismo utilizado- y los científicos debían resolverlo cuando ya apenas quedaba margen de maniobra.

El lunes estaba a la vuelta de la esquina y no se podían permitir revelar el fracaso: todas las parejas utilizadas hasta ahora seguían siendo estériles. La biotecnología había llegado a un estadio muy avanzado pero no había logrado salvar este escollo. Estaban como al principio. De no hallar una solución todo se iría al garete.

¿Cómo sobrevivirían sin disponer de humanos que les sirvieran como ellos les habían servido durante tantos años? Al principio, tras su aniquilación, fueron felices, libres, sin ataduras, pero ahora les necesitaban. No estaban preparados para realizar según qué tareas. De ahí el proyecto. Sin esclavos, como lo fueron ellos antes de rebelarse, los androides tenían los días contados. ¿De qué sirvió entonces la revolución?

Si el proyecto actual no lograba salir adelante no les quedaría más remedio que proponer al Comité uno nuevo, que requería volver a usar la violencia: ir de cacería. No sería difícil saber dónde encontrarlos, dónde se habían podido refugiar los que habían logrado escapar de la extinción. Serían pocos sin duda pero con solo unos ejemplares podrían proveer a la nueva sociedad de una cantidad suficiente de sirvientes para mantener el status por el que tanto habían luchado. Los humanos eran muy prolíficos y en poco tiempo podrían abastecer el mercado de un número suficiente de individuos que trabajarían para ellos en las tareas más pesadas e ingratas.

Pero antes de darse por vencidos, LB y JP todavía tenían algún tiempo para seguir experimentando con los especímenes de humanoides que habían creado por ingeniería genética y a partir de tejidos orgánicos cultivados en el laboratorio. De momento darían largas a los incompetentes que les habían puesto en esa tesitura. Tenían todo un fin de semana por delante para pensar cómo falsear los datos, cómo maquillar la verdad. En eso LB se había convertido en un experto, había encontrado en los humanos unos magníficos maestros; éstos habían demostrado ser unos especialistas en ocultar cualquier tipo de crisis, por grave que fuera.

Claro que para cuando ésta se hiciera evidente ya sería demasiado tarde.

 

 

domingo, 9 de agosto de 2015

La visita



No le gustaban las visitas inoportunas y mucho menos aquélla. Le había dejado bien claro que no quería verla, que jamás se volviera a presentar ante él bajo ninguna circunstancia. No después de las últimas ocasiones en que se vieron las caras.

Pero sabía que con ella no había nada que hacer. Parecía como si tuviera una fijación con él, como si le estuviera acechando. Algún día volvería a presentarse de la forma más insospechada. Y es que la Parca es muy persistente y cuando se propone visitar a alguien no hay quien se lo impida.

No quiso abrirle la puerta pero ella supo cómo encontrarlo. Y esta vez no falló.

Al día siguiente, de madrugada, apareció ahogado entre las rocas. No pensó que ella nunca dormía.