jueves, 27 de noviembre de 2014

Amargos despertares (y 3)


Durante los días que David y Mónica estuvieron recluidos en la clínica privada propiedad de otro cirujano plástico amigo de Daniel Glasserman, David tuvo ocasión de satisfacer la curiosidad de su prometida, contándole cómo habían llegado hasta Nueva York.

-Al principio estaba perdido, no sabía dónde te retenían ni qué podía hacer, pero Daniel utilizó sus recursos y contactos para, discretamente, averiguar qué habían hecho contigo.
-¿Y por qué me trajeron a Nueva York? –preguntó Mónica.
-Pues porque aquí disponen de una mayor cobertura y apoyo logístico, suele ser su centro de operaciones preferido fuera de Israel –le contestó David.

David, con su identidad falsa, había viajado, en solitario, hasta Paris, donde se le unió Daniel Glasserman, partiendo luego juntos en un vuelo a Nueva York. Pero los ojos del Mosad son ubicuos y sus tentáculos extremadamente largos, de modo que, al llegar al aeropuerto John F. Kennedy, retuvieron al ex agente israelí para interrogarle sobre el motivo de su viaje. Por fortuna, éste tenía una coartada perfecta: su hijo, se había trasladado recientemente a Nueva York por motivos de trabajo e iba a hacerle una visita.

-¿Y no les llamó la atención que en el mismo vuelo fuera alguien con el mismo aspecto que ese Benjamín Edelstein o como se llame de verdad? Supongo que los servicios secretos debían saber que ese hombre estaba en realidad en alguna otra parte –preguntó Mónica, cada vez más intrigada.

-Daniel lo tenía todo bajo control –le dijo David-. Cuando pergeñó este plan, sabía que el verdadero Edelstein estaba siendo sometido a una apendicectomía en la clínica Liebermann, en París, de capital judío, por cierto, y de la que es accionista mayoritario. A nadie le extrañaría verle subir, dos días después, a un avión en París con destino a Nueva York.
“Glassserman solo tuvo que mover algunos hilos y gracias a que en esa clínica tiene amigos de confianza infiltrados que trabajan para el gobierno francés, se las apañaron para hacer el cambiazo en la sala de reanimación de la clínica –continuó explicando.
-¿Quieres decir que intercambiaron vuestros cuerpos? –inquirió Mónica sabiendo que era una pregunta retórica.
-Pues sí, yo salí de la clínica haciéndome pasar por él.
-¿Y qué hicieron con él? –volvió a preguntar Mónica.
-Eso ya no lo sé y no han querido decírmelo. Me dijeron que era mejor que no supiera nada por si el plan fallaba y me sometían a un interrogatorio pues de conocer el paradero de ese hombre, descubriría a todos los que nos habían ayudado, incluyendo, lógicamente, al propio Glasserman.

Mónica escuchaba, atónita, entre sorbo y sorbo de café, la rocambolesca historia que Daniel iba desgranando como si de una película de James Bond se tratara.

Y, de este modo, supo que, haciéndose pasar por el enigmático Edelstein, David, con ayuda de su amigo, se preparó para rescatarla. Pero uno de los problemas seguía siendo el profesor Mesih o, mejor dicho, su asesinato. Alguien del Mosad descubriría que David había desaparecido e incluso podían llegar a conocer su plan. Y si, finalmente, cumplían con su amenaza y enviaban a la policía esas pruebas que decían tener en su poder que le inculparían de la muerte de Estiarte, estaría perdido de todos modos. Todos le buscarían, el Mosad y la Interpol.

-En eso Glasserman también ha sido de una ayuda increíble. No sé cómo se lo montó pero alguien advirtió a la policía que un tal Mesih, profesor en la Facultad de Biología y miembro de la plantilla del departamento de Biología Animal, era un miembro activo de un grupo terrorista palestino y, por una vez, la policía española fue rápida y su sistema de información eficiente, deteniendo en menos de veinticuatro horas a Yusuf Abdel Mâlik, alias Abdul Mesih quien, efectivamente, pertenecía a una célula durmiente que estaba a punto de cometer un atentado contra Benjamín Netanyahu.
-Entonces, si el objetivo del Mosad, ese Yusuf “lo que sea”, ya estaba fuera de juego, quedabas liberado de tu “compromiso” y ya no tenían porqué retenerme –dijo Mónica hecha un mar de dudas.
-Pero eso lo supe cuando acababa de llegar a Nueva York, me lo dijo Glasserman, que recibió la noticia tan pronto pisamos la terminal, al encender su iPhone. Aún así, dado lo avanzado de nuestro plan, no podíamos echarnos atrás. Además, ¿quién me aseguraba que te liberarían, como si nada hubiera ocurrido? Con mi papel de suplantador de Edelstein, en pleno Nueva York, tenía que acabar con lo que había venido a hacer, era lo mejor, lo más seguro. Ya no había vuelta atrás y ahora que ya estamos por fin juntos y estás libre, no nos queda más remedio que seguir adelante con la última etapa del plan de Glasserman.
-Pero tengo que ponerme en contacto con mi familia, mis amigos, con la empresa. Si no doy señales de vida en unos días, se extrañarán y denunciarán a la policía mi desaparición –dijo Mónica con voz entrecortada por la emoción al pensar en sus seres queridos-. Y tu igual. ¿Qué pensarán en la facultad? Y, además, vas a perder la oportunidad de presentarte nuevamente a las oposiciones y de ganar esa plaza para la que te has estado preparando tantos y tantos años. ¿Qué vamos a hacer, David? ¿Qué va a ser de nosotros?
-Sinceramente, no lo sé, Mónica, no lo sé. Pero seguro que Glasserman ha pensado en todo. Quizá él se ocupe de decirles a todos que estamos bien, que guarden el secreto por nuestra seguridad, y quizá algún día, cuando todo se haya olvidado, podremos volver con los nuestros. Ahora confiemos en él y empecemos desde cero. No me importa dejar la Facultad y a mis pocos amigos, lo único que me importa es estar contigo, te quiero y no me importa empezar una nueva vida si estás a mi lado.
-Sabes que yo también te quiero pero esto, esto, me supera, David, me parece todo una pesadilla, una pesadilla de la que espero despertar de un momento a otro.

Y sin poder reprimir ni un minuto más la terrible angustia, el dolor, el miedo, Mónica se  derrumbó y hecha un mar de lágrimas, unas lágrimas que brotaban sin parar de sus grandes ojos oscuros, un llanto desgarrador, como nunca hubiera pensado que pudiera brotar de un cuerpo tan agotado como el suyo, se desató tan violentamente que toda ella convulsionaba sin poderse reprimir.

-Mónica, Mónica –le gritaba David a la par que la abrazaba con fuerza- despierta, despierta cariño. Solo es una pesadilla. Eso es, una pesadilla. Ya está, ya se acabó, tranquila.

Y Mónica, sin saber todavía qué era lo que ocurría, dónde estaba y quién la estaba sujetando de ese modo, se incorpora violentamente, salta de la cama y abre la luz. Lo que ve la tranquiliza momentáneamente. Está en su habitación y a su lado, la cara preocupada de su querido David, la contempla fijamente.

Corre hacia la ventana y descorre las cortinas. Está, efectivamente, en casa, en su barrio. Se mira al espejo y la imagen que le devuelve es la de la Mónica de siempre y dándose la vuelta contempla nuevamente la cara de David que, aunque ahora tiene una expresión de incomprensión, es esa cara familiar, amable y varonil que tanto le gusta.

Aun así, aunque todo parece haber vuelto a la normalidad, Mónica no puede reprimir hacerle una pregunta.

-David, ¿en tu departamento hay un individuo llamado Abdul Mesih o Yusuf Abdel no sé qué?
-Sí, ¿por qué lo preguntas y… cómo lo sabes? –le dice David extrañado.
-Por favor, David, por lo que más quieras, no vayas a ese congreso en Manchester. No vayas, te lo suplico.
 
FIN
 
 
 

4 comentarios:

  1. Acabo de leer los dos últimos capítulos; en el anterior te dejé un comentario, pero no sé qué pasó que desapareció, pero lo incluyo aquí. Casi me gusta más el 2º en cuanto a intriga y a la tensión que creas con esa rocambolesca historia, pero en este capítulo 3, me ha encantado cómo una vez pasado el mayor peligro y la lectura rebaja la tensión, cuando descubres que es un sueño -algo muy recurrente para un final fácil- sorprendes, volviendo a la intriga sugiriendo una funesta premonición revelada en el sueño.

    Muy buen relato, Josep Mª. Partiendo de elementos socio-políticos reales, los envuelves en la ficción literaria, serie negra, con gran habilidad.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Fanny por tus amables comentarios. Mantener la intriga no suele ser tarea fácil y si el relato resulta largo (como es el caso) puede llegar a aburrir. Me alegra, pues, que te haya gustado.
      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Genial fin, nada previsible, con lo cual me he quedado con la boca abierta, jajaja, pero menos mal, ¡qué descanso! estaba yo tan agobiada como Monica. En fin ahí lo dejas como si la muchacha fuera una visionaria.
    Me ha gustado mucho Josep, y cada día me sorprende más la imaginación que tienes y lo bien que lo resuelves todo con tu gran calidad.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mónica, como casi todas las mujeres, tiene poderes premonitorios, jaja
      Me alegra que lo hayas pasado bien. El suspense tiene el hándicap de que el final puede ser decepcionante, así que celebro que te haya dejado con la boca abierta (espero que no por mucho tiempo).
      Muchas gracias y un abrazo.

      Eliminar