sábado, 14 de febrero de 2015

JJS



Tras la cristalera que daba al jardín, James Joseph Stewart reflexionaba sobre su futuro inmediato. Pensaba si su decisión había sido acertada. A sus cuarenta años, todavía podía considerarse joven para ello. Fuerte, atlético, inteligente, astuto, eran cualidades más que suficientes pero, aun así, tenía sus dudas.

Jamie, como prefería que le llamaran, era alto, rubio, delgado pero musculoso, pero eran sus ojos, de un azul intenso y su mirada, enigmática y penetrante, lo que hacía suspirar a muchas mujeres. Aun así, no lograba encontrar una mujer con la que se sintiera a gusto. En el aspecto sentimental era un desastre. Su vida amorosa era prácticamente nula pero, a pesar de ello, no se sentía solo. Era un hombre solitario y de trato difícil, pero su vida también lo había sido.

De niño, le gustaba vivir a su aire, sin imposiciones, sin controles, sin ataduras. Era un niño abierto y comunicativo pero desde que su padre le enviara, con solo diez años, a ese horrible internado, su carácter jovial había sufrido un cambio radical. El aislamiento y la dura disciplina a los que tuvo que someterse durante aquella larga reclusión forzosa, le convirtió en un adolescente huraño. Las medidas represivas y los correctivos que había tenido que soportar en aquella institución, más propia de la época victoriana que de finales del siglo XX, le volvieron intratable y agresivo.

Durante su paso por la Universidad, estuvo a punto de abandonarlo todo, vivir al margen de convencionalismos y lanzarse a la aventura. Pero, sin medios económicos, no podía ni tenía el valor suficiente para hacerlo. Así pues, tuvo que acabar sus estudios de Económicas en Oxford, siguiendo la tradición familiar, para poder independizarse y tomar las riendas de su vida.

Así pues, en contra de los intereses de su padre, que pretendía que se quedara a su lado, en la empresa familiar, se marchó a Londres y, gracias a su brillante expediente académico, entró a trabajar en el Lloyds Bank donde hizo una fulgurante carrera, llegando, en solo cinco años, a ocupar el cargo de director de cuentas, posteriormente el de director financiero y antes de cumplir los cuarenta años de edad ya era director general de la entidad bancaria. Muchos, incluido él, le veían ostentando, en pocos años más, el cargo de presidente. Era tremendamente ambicioso y lo conseguiría.

Su éxito profesional no estuvo exento de conflictos pues fueron muchos quienes, movidos por los celos, intentaron boicotear con alevosía algunas de sus decisiones más audaces. Pero, gracias a su perspicacia y sangre fría, supo quitarse de encima a todo aquél que pudiera hacerle sombra y representar un obstáculo para su ascenso hasta lo más alto del organigrama. Su lema era “mano dura ante los problemas y los problemáticos”. Ello, no obstante, le significó un gran desgaste emocional que le convirtió en un ser odiado e incomprendido incluso por sus colaboradores más cercanos.

Su personalidad era un enigma. Nadie había llegado jamás a conocerle. Aparentemente introvertido y ausente, pero frio y calculador en la práctica, James o Mr. Stewart, como ahora se hacía llamar, nunca se sintió querido, ni por su familia ni por sus compañeros de estudios. Si bien al principio le dolía, ahora ya le era igual. No tenía amigos y sí muchos enemigos. En el terreno profesional era egocéntrico, prepotente y extravagante, pero sin duda brillante. Su peor defecto era, a ojos de los demás, la falta de emotividad, de empatía, hasta tal punto de que eran muchos los que creían que su problema era que sufría el síndrome de Asperger.

Al poco tiempo de ocupar su cargo de director general, se sintió hastiado de esa profesión a la que había acabado entregando su vida entera, él que siempre había querido ser un alma libre, sin ataduras ni convencionalismos. Sintió, de repente, una necesidad imperiosa de dar un vuelco a su aburrida existencia, cambiándola por otra totalmente distinta, no exenta de riesgos pero que le resultara apasionante.

Fue en esa etapa de incertidumbre cuando se le presentó una oportunidad con la que nunca habría soñado. Conoció a gente muy poderosa e influyente, tanto en el mundo de las altas finanzas como de la política. Varios fueron los que le tentaron para que entrara en política, pues tenía todas las dotes necesarias para ello. Pero solo una de entre las muchas propuestas que recibió le convenció para dar el gran salto. Ocuparía un puesto de gran responsabilidad, a medida de sus cualidades, haría un gran servicio al país sin que nadie supiera qué hacía exactamente, en pleno anonimato, como a él le gustaba, y con carta blanca para actuar con total impunidad, dentro de un orden, claro estaba. Eso le tentó sobremanera. Y JJS, como desde ahora se le conocería, había acabado aceptando. De eso hacía ya dos meses y la próxima semana llevaría a cabo su primera misión. Estaba nervioso. Esperaba estar a la altura. Nunca se hubiera imaginado que llegaría a trabajar en el MI6, al servicio de su graciosa Majestad.
 
 
CONTINUARÁ
 


4 comentarios:

  1. Habrá que esperar para leer la continuación, pero la historia promete!! No le envidio nada a JJS, creo que ha pagado un alto precio para disfrutar de lo que tiene... de momento :)

    Un abrazo, Josep.

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  2. Su futuro inmediato parecía un tanto incierto pero, conociéndole como le conozco, estaba seguro que se lo pasaría en grande. Ayer me estuvo poniendo al día y solo espero a que me lo autorice para hacerlo público.
    Muchas gracias, Julia, por tu lectura y comentario.
    Un abrazo, mío y de JJS.

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  3. Caray Josep, en cuanto me descuido un poco, ya has editado de lo lindo.
    Bueno, voy a seguir a ver que depara esta historia que se presenta interesante con su primera misión...

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  4. Hola Elda. Casi se me pasa darme cuenta de tu paso por aquí. Ha sido por casualidad que he visto que había un comentario nuevo. Pues sí, estoy en plan prolífico y es debido a mi asistencia al curso de escritura creativa y nos ponen "deberes". Este y el siguiente relato es fruto de este curso.

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