Mi vida es ejemplarizante. Me he hecho a mí mismo. Empecé trabajando en las minas de carbón. Luego probé fortuna en tierras ignotas donde trabajé, de sol a sol, en yacimientos de plata que solo beneficiaban a mis patronos. Con el tiempo, la experiencia y los conocimientos técnicos adquiridos darían sus frutos. Gracias a mi intuición, pericia y habilidad para los negocios acabé enriqueciéndome. Descubrí por mi cuenta un yacimiento y, de la noche a la mañana, me convertí en propietario de una modesta mina de plata, a la que le puse el nombre de “El internado”. Nadie conoció mis razones. No tuvo una larga vida pero cuando se agotó la riqueza de sus entrañas, ésta ya había llenado mis arcas. Ahora soy millonario. Y eso que nadie hubiera apostado ni un centavo por mí.
No conocí a mis padres. Nunca quise saber quiénes eran ni por qué me abandonaron. Crecí en un orfanato -al que todos llamábamos internado como forma ilusoria de eludir la cruda realidad-, en donde me infligieron todo tipo de humillaciones. Permanecí en él durante más de quince años. Cuando recién cumplí los dieciocho, pisé por fin la calle, libre para hacer con mi vida lo que quisiera. Abandoné aquella institución sin volver la vista atrás, mirando siempre adelante. Y dueño de mi futuro, me marché lejos. Juré no volver pero a veces los juramentos, como las palabras, se los lleva el viento.
Siempre he detestado aquel orfanato de tan malos recuerdos. Las monjas, a cual más cruel, y sobre todo la reverenda madre superiora y su adlátere, el capellán y confesor del centro, fueron artífices de la peor época de mi vida. Todos ellos fueron los protagonistas de mis recurrentes pesadillas. Las tocas aladas, los hábitos negros y las cruces de metal en el pecho se convirtieron en símbolos de hostilidad y castigo. Todo allí resultaba siniestro. El tintinear del rosario colgado al cinto, los pasos arrastrados de la monja vigilante deteniéndose ante nuestro dormitorio en su inspección nocturna, la mirada de sus ojos vidriosos escrutándonos entre un mar de arrugas, fríos e inquisitivos, antes de apagar las luces. El olor a incienso y a cera derretida, omnipresentes en aquel lúgubre lugar, acabaron por producirme náuseas. Todas esas imágenes y olores, mezclados y fijados en mi cerebro, me provocaron durante aquellos años de reclusión terrores nocturnos que me impedían conciliar el sueño.
Aquella loable institución de la que todos, menos nosotros, sus huéspedes forzados, se sentían tan orgullosos, fue el peor hogar que hubiera podido tener. Todo, absolutamente todo lo ocurrido entre aquellas paredes, ha quedado tan grabado en mi mente que al volver a la ciudad, tras largos años de ausencia, la visión del vetusto edificio, majestuosamente erguido en lo alto de la colina, me produjo un escalofrío incontrolable.
Han pasado más de cuarenta años desde que experimenté aquella extraña sensación de libertad, como el reo al abandonar la cárcel tras un largo cautiverio. Desde entonces, mi vida ha dado un gran salto. Pero los recuerdos no mueren, en todo caso permanecen agazapados en un rincón del alma. Cierto que a los sesenta las cosas ya no son como cuando uno es joven. Todo se relativiza. La distancia y la edad diluyen las malas experiencias. Uno se vuelve menos impetuoso y más tolerante. Pero siempre queda la herida. El maltrato psicológico deja más huella que el físico. Las heridas del cuerpo sanan, las del alma no.
Nunca me creyeron. Me avergonzaron diciéndome que yo le había provocado. Que me lo tenía bien merecido. Me hicieron sentir culpable de aquella atrocidad. Su hábito negro deslucido, la sotana de mil botones con olor a viejo, todavía me devuelve la imagen de aquel hombre que, siendo nuestro confesor, no dudó en abusar de mí y de muchos otros. Pero solo yo hablé, nadie secundó mi terrible confesión y pagué por ello. Cinco largos años soportando el asco y la amargura de la sumisión, una sumisión vejatoria que llegó a congelarme la garganta, impidiéndome declarar la verdad a los cuatro vientos cuando, una vez libre, tuve la oportunidad de hacerlo. Me fui para olvidar pero una fuerza renovada me ha hecho volver para hacer lo que debía. Por muchos años que hayan pasado, no podía dejarlo estar. Sé que pagarán justos por pecadores pues éstos ya no están para ser juzgados.
Aproveché la jornada de puertas abiertas para introducirme de nuevo en la vieja cárcel de niños. Nada había cambiado, excepto que ya no hay tocas aladas, ni crucifijos balanceándose, ni rosarios colgando del cinto. Sus caras parecen amigables pero sé que es pura fachada. Me he perdido por el laberinto de pasillos y escaleras. Me he paseado impunemente por los lugares más íntimos, al abrigo de la luz y de miradas indiscretas. He recorrido palmo a palmo salas y corredores antaño tan familiares. Me marché cuando ya había elaborado mi plan. Esta vez sí giré la vista atrás pensando en que volvería cuando todo estuviera en silencio y en la oscuridad. De algo me servirían mis años de minero.
Acabo de leer en el periódico que, esta madrugada, un pavoroso incendio se ha cebado con el orfanato, que las llamas han lamido con fruición las paredes y techumbre de todo el viejo edificio, hambrientas de venganza. Solo ha quedado en pie un esqueleto calcinado. Los internos, por fortuna, fueron evacuados a tiempo gracias a una llamada anónima. Se desconoce la autoría de tal descomunal atentado perpetrado contra una comunidad ejemplar dedicada a proteger al menor desamparado. En mi interior ha explosionado un tremendo sentimiento de satisfacción. Nadie hallará jamás al culpable. Debí hacerlo mucho antes.
Seguramente otro orfanato se erigirá en el mismo lugar para seguir cumpliendo con la elogiosa labor de criar y educar a unos niños que tuvieron la desventura de perder a sus padres. De ser así, evitaré que se convierta en un nuevo sepulcro blanqueado en el que, como yo, pierdan la dignidad. Contribuiré a su reconstrucción. Seré su mayor benefactor y defensor. Estaré vigilante, al acecho. Me ganaré este derecho gracias a mi antigua mina de plata, a mi “internado” particular. Para algo servirá la fortuna que he amasado. Lo haré por los niños y por mí mismo.
*Imagen obtenida de internet, totalmente ajena al contenido de este relato
Josep me ha encantado tu relato, la vivencias de años en un orfanato deja huella, de ahí la venganza. Le has dado la vuelta y deja claro que el fue a vengarse.Un abrazo
ResponderEliminarP.D. Amigo muchas gracias por tu entrada en mi blog y tus correcciones. Eres muy amable en avisarme de esos fallos que aunque, leo atentamente mi relato antes de enviarlo, se me escapan muchas cosas que yo no veo y a ti no se te escapa ninguna, eres muy observador.
Ya sabes que estoy sancionada por Google y hasta el día 20 no me levantan las sanción, si no me echan antes. Y no puedo compartir, ni mis escritos, ni la de mis compañeros, ni contestaros en mi blog por eso te mi comentario en tu espacio. Gracias de nuevo por tu ayuda. Un beso
Josep de nuevo gracias por tu comentario, ya como dije en el post es una forma de jugar con los colores que se sobraron de anterior obra. y eso es lo que salió. Si me envías tu dirección de de casa por correo electrónico te haré llegar un marca-páginas para que tengas en directo una obra mía. Un abrazo
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y por compartir mi relato de San Valentín. Un abrazo
EliminarHola Jose Maria, he leido con toda mi atencion e ira, tu entrada que por muy conocida por comentada tantas veces, el tema no deja de sorprender, hablo del comportamiento de estos religios@s, que tanto sonrien y tanta dulzura muestran en la calle, y cuánta mala leche derrochan puertas adentro. Por supuestisimo que no todos, pero lo que se tiene en mente sobre estos lugares, es de eso, LO QUE TU MUY BIEN NOS TRAES HOY.
ResponderEliminarNo puedo evitar el recuerdo de la abuela de mi esposa, que por no querer confesar, (lo habia hecho el dia anterior), mientras estaba ingresada en el hospital, por aquella epoca cuando estaban atendidos por aquellas monjas que lucian ésas alas tan grandes por los pasillos, que habia que tener cuidado al cruzarse con ellas. Bueno pues esta pobre mujer muy religiosa ella, fue castigada a un baño de agua fria, cuando corria tiempo de invierno. ...
A Dios rogando y.........
Fuerte abrazo amigo
Muchas gracias, María del Carmen, por venir a leerme y comentar.
ResponderEliminarNo tienes que agradecerme nada, lo hago con mucho gusto. En cierto modo, me da un poco de apuro por si te pongo en un compromiso, ya que lo leen otras personas, pero no tengo otra vía por la que hacerlo, y tampoco me gustaría parecer un "mari sabidillo". Yo todavía estoy en fase de aprendizaje (creo haberte dicho que asisto a un taller de escritura creativa) y también cometí estos y otros errores que, poco a poco, se van puliendo. También es muy frecuente cometer fallos en la puntación (sobre todo comas, puntos y comas y puntos y seguido). Siempre es mejor intentar hacer frases cortas y separadas por un punto y seguido. Las frases muy largas (yo las uso con demasiada frecuencia), con oraciones subordinadas entre comas, acaban haciendo perder el hilo al lector y le obliga a releer todo el párrafo. Pero todo esto, leyendo y fijándote en cómo lo hacen los escritores "profesionales", se va aprendiendo con la practica.
Lamento lo que te ocurre con Google. Espero que se resuelva favorablemente muy pronto.
Un beso de vuelta (que no de tuerca, ojo!).
Hola Francisco.
ResponderEliminarTe agradezco tu visita y tu comentario.
Evidentemente, no podemos demonizar a toda una institución (social, política, religiosa, etc.) por el proceder de algunos de sus miembros pues hay gente que obra de buena fe, con profesionalidad y que se deja la piel en el empeño. Pero en este relato me he basado en la sordidez de algunos centros -sobre todo de tiempos pretéritos-, en donde el maltrato físico y psicológico, el castigo y -en este caso en concreto- los abusos físicos, era algo horrorosamente común. De ahí el resentimiento que muchos guardan de esas instituciones y la ira de nuestro protagonista que acaba vengándose de la forma más expeditiva posible.
Un fuerte abrazo.
Se me ponen los pelos de punta al leerte. La verdad es que da una rabia incontenible y una impotencia, al ver muchos de estos personajes impunes en las calles.
ResponderEliminarEsos deberían estar encarcelados de por vida. Que no pudieran ver la luz del sol.
Me ha encantado.
Un besillo.
Una experiencia de este tipo deja una huella indeleble en quine la sufre. No hay reparación posible ni castigo suficiente que alivie el dolor infligido.
EliminarEl odio y la venganza no deberían anidar en el alma de nadie, pero solo quien ha vivido lo que mi personaje vivió puede entender lo inevitable de estos sentimientos.
Me alegro que te haya gustado.
Muchas gracias por venir a leerme y dejar tus comentarios.
Un abrazo.
Cuánta hipocresía en quienes se proclaman guardianes de la fe y se dan golpes de pecho. La verdad es que el contenido de tu post es de película (basada en hechos reales), mis felicitaciones, Josep.
ResponderEliminarUn saludo
Cualquier institución está formada por hombres y mujeres que pueden estar plagados de defectos y limitaciones. La naturaleza humana encierra, a veces, recovecos perversos que pervierten todo lo que tocan. Lo verdaderamente abominable es que estos abusos, que por parte de cualquier otro ser humano serían igualmente deleznables, los inflijan personas que se supone deben velar por la salud física y mental de sus pupilos.
EliminarMuchas gracias, Chelo, por acercarte a leerme y por tu amable comentario.
UN abrazo.
Ufff un relato durísimo que deja el cuerpo "cortado", Josep. Aunque es ficción en el relato, también es la penosa realidad de muchos chicos y chicas. Supongo que la venganza así, a granel y cortando por lo sano, es justificable en una víctima que ha sufrido tanto, pero no puedo evitar que me produzca rechazo.
ResponderEliminarEl mensaje y lo que todos tenemos en la cabeza al leerte está claro: quienes están al cuidado de los niños, sean religiosos o no, deben ser precisamente quienes más amor les den y no quienes abusen de ellos. Sin duda merecen un duro castigo y, en este caso al menos, lo obtuvieron.
Como siempre impecablemente escrito. Es un lujo leerte!!
Un abrazo.
Se dice que la venganza se sirve en plato frío. Nuestro protagonista tuvo mucho tiempo para que se le enfriaran los amargos recuerdos pero no logró borrarlos. Con calma, pergeñó su venganza usando los conocimientos sobre explosivos acumulados después de años trabajando en las minas.
EliminarSin duda, un desenlace brutal pero no sabría decir si desmesurado o no. ¿Cuánto odio puede acumular un muchacho que ha sido ultrajado de ese modo? ¿Qué pena merecen los que abusan de la inocencia infantil?
Muchas gracias, Julia, por leerme y por tus elogios para con mis relatos.
Un abrazo.
Un relato excelente, Josep, para un tema que nadie parece entender y que se sigue repitiendo, que cuando depende de una versión contra otra tiende a pagar el más débil. Creo que el protagonista conseguirá rebajar la intensidad de esas heridas antes con su proyecto que con la destrucción del edificio.
ResponderEliminarAbrazo!!!
Efectivamente, Mª Jesús. Yo también creo que su contribución a levantar un nuevo Centro, usando de su influencia para controlarlo desde dentro, le servirá, por lo menos, de bálsamo para sus heridas internas. Contribuir a que niños en su misma situación no pasen por lo que él pasó es lo mejor que puede hacer para vivir en paz.
EliminarUn abrazo.
Un muy buen relato Josep Mª sin duda duro pero muy bueno.
ResponderEliminarSe me iban poniendo los pelos de punta según iba leyendo e imaginando el horror de aquellas criaturas, y que el daño psicológico es muy duro tanto o mas que el físico que también por supuesto y una mezcla de los dos una bomba explosiva y de relojería.
Lo que quizás mas me ha gustado de tú relato, es que la venganza se sirve en plato frío y por supuesto no cabía otra manera y desde luego el final también.
Bravo por este post. un abrazo. TERESA.
Muchas gracias, Teresa, por tu comentario.
EliminarMucho tiempo tuvo nuestro muchacho para ir pensando en lo que haría con su vida y con la de aquellos que habían arruinado la suya. Lo malo es que, con el tiempo, perdió la ocasión de hacer pagar sus pecados a los verdaderos culpables. A falta de eso, materializó su ira contra la institución y, simbólicamente, contra aquel viejo edificio que fue testigo muso de su vergüenza y dolor.
Podría decirse aquello de que nunca es tarde cuando la dicha es buena.
Un abrazo.
Hola!!!! Uffff, me ha parecido sentir el tintineo del rosario y los pies arrastrándose por mi pasillo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho porque en un texto bastante corto has contado una historia completa, muy bien hilada y con un final de los que me gustan, por un lado la venganza y por otro una nueva esperanza, un nuevo orfanato vigilado por el vengador.
Un abrazo y feliz miércoles.
Hola Marigem,
Eliminar¿Y no has sentido los ojos fríos y escrutadores de la vieja monja a través de la puerta entreabierta de tu habitación? jajaja.
Yo pasé once años de mi vida asistiendo a un colegio religioso -en régimen externo- y a pesar de que nada de eso aconteció (que yo sepa) y el trato no fue tan deplorable, sí que las sotanas y las caras adustas de sus portadores, algún que otro castigo inmerecido, y la desmesurada rigidez de las normas me dejaron con un mal sabor de boca. Pero nada que ver con la nefasta experiencia del protagonista de esta historia, pues yo no guardo rencor alguno, simplemente me aplico aquello de que "eran otras épocas".
Un abrazo.
Lo más increíble es que alguien que ha pasado por ese calvario de abusos y humillación salga hecho un ser humano que sepa encauzar su vida hacia derroteros "normales" y no se convierta en un malvado a imagen y semejanza de quien le hicieron sufrir.
ResponderEliminarPero en este caso podríamos apelar a una justicia, si no divina al menos poética, que se lleve por delante todo aquello que simboliza a una institución que n ha sabido velar por la integridad de unos niños inocentes.
Un abrazo.
Hola Josep Mª. Felicidades por tan espeluznante relato, está muy bien descrita la situación de miedo que pasó el protagonistas entre curas y monjas. Lamentablemente tu escrito tiene mucho parecido con la realidad de muchas personas que han pasado por esta situación de desamparo. Me gustó mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Carmen, por tu comentario. Dice que la realidad supera muchas veces a la ficción. En este caso he cargado las tintas en unos hechos lamentablemente más habituales de lo que quisiéramos y ante los cales muchos niños y niñas están totalmente desprotegidos y optan por callar por vergüenza, sufriendo en silencio.
EliminarUn abrazo.
Las instituciones, organismos, Ongs, sindicatos, comunidades de vecinos, parroquias, cuerpos de bomberos y policía, senado y parlamento... Ya me entiendes. Todo está organizado y compuesto por hombres y mujeres y por lo tanto es un compendio de buenas y malas voluntades, hipocresías, envidias, maldad, bondad, altruismo, soberbias y humildad.
ResponderEliminarCon esto te digo que los orfanatos y los internados no son buenos y malos, lo son las personas que lo habitan y dirigen, incluidos ciertos niños que de inocentes a veces no tienen nada más que la pinta.
Me has traído a la memoria dos películas: La guerra de los botones- y -Los chicos del coro- en ellas los papeles de malvados y bondadosos estaban repartidos a partes iguales.
Los seres humanos, en todo caso somos los que marcamos la diferencia. Seamos curas, monjas o bomberos de la comunidad. Hay personas sin escrúpulos que ingresan en estos colectivos para llevar a cabo sus depravadas acciones al igual que en las guerras afloran los peores instintos del ser humano que se vuelve bestia aborrecible.
Seamos justos pues, y no generalicemos.
Tu relato estupendo en contenido y narración. Un placer leerte.
Y perdona mi diatriba.
Un abrazo Josep
En primer lugar, Francisco, muchas gracias por tu exhaustiva exposición, que comparto al cien por cien.
EliminarQuiero dejar claro -tal como creo haber apuntado más arriba-, que no debemos nunca generalizar y atacar a todo un colectivo por culpa de la conducta inmoral de alguno de sus miembros. Si nos ceñimos a los casos de pederastia habidos en el seno de la iglesia, sería tremendamente injusto denigrar a toda la institución eclesiástica. Sí deben ser motivo de denuncia y castigo los actos en sí mismos, su ocultación interesada y la omisión de todo correctivo, pero hay miles de religioso/as que hacen una labor encomiable para con los más desfavorecidos. Yo prefiero quedarme con la imagen de esa parte positiva. Pero no podemos darle la espalda a la cara oscura.
Quiero también aclarar que este es un relato de ficción que, casualmente, ha coincidido en el tiempo con la revelación de unos casos de abusos sexuales a menores en un colegio religioso de Barcelona. Casos como éste, se han producido y siguen produciéndose de forma alarmante. Casos en que las victimas optaron por callar y sufrir en silencio hasta que, pasados los años, no pudieron resistir más la terrible opresión que no les dejaba vivir y decidieron contarlo a sus padres o hacerlo público.
Comprendo que, siendo un tema especialmente duro y que solo puede despertar el más absoluto desprecio hacia quien comete estos actos, lo/as lector/as de esta dramática histora tiendan a tomarlo como un post de crítica social. Podría serlo, sin duda, pero no ha sido ésta mi intención. Siento decepcionar, quizás, a más de uno/a. Cierto es que, a la hora de escribir, uno se inspira muchas veces en hechos reales o posibles, y el tema central de este relato está inspirado en una terrible realidad, como podría haberme inspirado en los maltratos que sufren, por ejemplo, las mujeres en ciertos países y otras culturas o los niños-esclavos.
Dicho todo esto -yo también debo disculparme por mi "rollo"-, te agradezco que hayas dedicado tiempo a exponer tu opinión y, cómo no, por tu crítica constructiva.
Un fuerte abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarNo Josep, no te disculpes.
EliminarMi comentario era una reflexión personal y no de tu relato que me ha gustado mucho.Precisamente por ello me conllevó a decir algo más que un : Estupendo ,muy bien escrito y desarrollado.
Entre nosotros no debe haber malentendidos, se que el relato es pura ficción, pero qué si no lo fuese. es la pura y triste realidad que vivimos todos los días, y lo que no sabremos nunca.
Yo seguro que estaría en la lista de los que no hubiera olvidado, y aunque la venganza no sea nada buena, a veces libera en su concepto.
Un abrazo y disculpa si entendiste mi comentario como una crítica a tu narración. Los que escribimos tenemos licencia para matar. je,je. ¡Faltaría más!
Hola Francisco,
EliminarDiscúlpame a mí si mi comentario ha dado pie a que lo interpretaras como una reacción agria a tu reflexión, en absoluto. Quizá mi aclaración ha sido demasiado contundente. No era esa mi intención.
Simplemente, tus palabras -que insisto, comparto- me han hecho pensar que quizá alguien podría llevarse una impresión equivocada del objeto de mi relato y pensara que generalizaba y he preferido aclararlo. Sé que, si no todo/as, mucho/as lector/es leen los comentarios que preceden al suyo, de modo que mi razonamiento serviría de aclaración.
Y aunque hubieras discrepado de cualquier cosa, estarías en tu pleno derecho a manifestarlo. Ya ves que en este blog no existe ningún filtro previo a la publicación de los comentarios. Si éstos están hechos desde el respeto y la buena e3ducacion, sean bienvenidos. Por supuesto que prefiero que sean halagadores, y quién no, pero vivimos en libertad de expresión y cada uno puede y debe opinar de acuerdo con su criterio.
Reitero mis disculpas por el malentendido. Esto me hace pensar que, a fin de cuentas, no siempre sé expresarme correctamente, jajaja
Un abrazo, amigo.
Hola, Josep. Tu relato me ha parecido estupendo, con unas descripciones geniales. Daba pavor pensar en la monja arrastrando su rosario y espiando el sueño de los niños.
ResponderEliminarMe ha gustado el final que le has dado, lástima que el capellán no se encontrara ya con vida, hubiera estado genial que se calcinara con el edificio. La gente que abusa de los niños me merece una total repulsa, como bien dices los abusos psicológicos dejan mucha más huella que los físicos.
Me ha encantado leerte, Josep. Un beso enorme
Hola Chari BR7 (¿algún día me contarás el significado de estas siglas?).
EliminarMuchísimas gracias por la valoración tan positiva de este relato más cercano al thriller psicológico que al terror, si bien contiene hechos que infundieron terror al protagonista, hasta cotas insoportables, lo que motivó que recurriera a una venganza de ese calibre.
Y a mi me encanta que me leas.
Un beso.
Increíble descripción de todos lo hechos Josep, y la historia muy buena e impactante por las vejaciones de los que se encargaban de llevar esta institución. Un caso que tanto se habrá dado por muchos lugares, y la pena que siempre sean los religiosos (por llamarles en este caso, algo), los que dan esos motivos tan deleznables.
ResponderEliminarMe ha encantado.Por el título me suena haberlo leído en tu libro, aunque las historias se me olvidan...
Un abrazo Josep.
Hola Elda. En primer lugar, muchas gracias por pasarte a leer y comentar mis relatos.
EliminarTendré que revisar mis antiguos relatos, no sea que haya repetido título. A mí no me suena pero quién sabe, he escrito tantos, jeje
He intentado reflejar un drama que, aunque por fortuna no sea cotidiano, sí se ha dado y sigue dándose en nuestra sociedad. Y, efectivamente, que ese tipo de abusos procedan de personas que están al cuidado de menores, hace que sea, s cabe, más deleznable.
Un abrazo.
Ayer o anteayer dejé -o creí dejar- un comentario a este post pero no aparece. ¿Me equivoqué y no se guardó? ¿O por alguna razón has decidido no autorizarlo? Estoy perplejo porque no recuerdo que fuera hiriente u ofensivo de ninguna manera. Si no lo dejé y fue un error, dímelo que intentaría reconstruirlo. En todo caso, me ha gustado mucho tu relato.
ResponderEliminarHola Joselu,
ResponderEliminarPues no, no he visto ningún comentario tuyo y, de hecho, me extrañaba pues últimamente sueles ser de los primeros en dejarlos. Como le decía a mi compañero Francisco Moroz, no pongo filtros ni aplico ningún tipo de censura a los comentarios que recibo. Quizá sí que eliminaría alguno que fuera claramente ofensivo y atentara contra el buen gusto, pero hasta ahora no me ha ocurrido y, además, no seria éste tu caso.
Así pues, habrá ocurrido algo anómalo. Quizá una maldición de ese orfanato que ya empieza a estar harto de tantas críticas por culpa de lo que de él he contado.
Si no te resulta demasiado complicado, te invito a rehacerlo y dejarlo en este rincón a ello dedicado.
Un abrazo.
Te decía que mi madre estuvo antes de la guerra interna en un colegio de monjas para niñas huérfanas y vivió la crueldad de las madres en carne propia. Pero tuvo ocasión de vivir algo más. El estallido de la guerra civil en Madrid y la quema de conventos. Las monjas las reunieron a las internas para rezar con los brazos en cruz porque iban a llegar los milicianos y las iban a violar. Llegaros aquellos y no sucedió nada de eso. Las monjas tuvieron que vestirse de calle y las raparon. Mi madre, de unos catorce años, se puso un brazalete rojo de UHP y cuando vio a la peor monja de todas llorando le espetó: ¡Josefa, se te ha caído el paquete (uno que llevaba)". A las niñas las trasladaron a colonias republicanas en Alicante y allí pasó mi madre, según ella, los tres años más felices de su vida.
ResponderEliminarAl acabar la guerra tuvo que volver al convento.
El relato es espléndido. El protagonista quemó el convento, como tantos. No deja de ser simbólico.
Un abrazo.
Hola de nuevo, Joselu,
EliminarEsa fue, sin duda, una época muy dura, sobre todo para los que le tocó vivirla en medio de la violencia, tanto en las calles como en centros como el que mencionas. El fanatismo, tanto político como religioso, es deplorable. El revanchismo de unos y el castigo de otros causaron estragos, tanto en el cuerpo como en el alma.
Muchas gracias por tu aportación personal. Seguro que experiencias como la de su madre, se contarían a miles.
Un abrazo.
Josep uuffff fantástico relato haces que estemos contigo durísima la experiencia del chico , las historias son infinitas en relación a los internados uuff muchos testimonios, sin embargo yo tuve interna entre los 13 y 15 años mi madre me había puesto en un internado solo podía irme a ve runa vez al mes pero fuepor tema que no quería estudiar mas y zas jaajajj me metió pero tuve la fortuna de contar con unas hermanas religiosas llenas de alegría, de generosidad , a ellas les debo muchas de enseñanzas, será que tu ve suerte, hoy día luego de casi 52 años les doy gracias a mi madre de haberme metido allí , de no haberlo hecho seguro ni a la universidad hubira llegado , en fin yo tengo muy buenos recuerdos entre ellos aprendí buenos hábitos de estudios y una experiencia de amor de DIos hermosa !! así que amigo cada cuenta cuenta como le va en la feria , por lo demás felicitarte eres un a gran escritor logras que el lector se enganche la haces dinámica y atractiva , un abrazo desde mi brillo del mar
ResponderEliminarLos internados siempre han parecido cárceles, algunas en régimen de tercer grado. Algunos niños podías salir los fines de semana o podían ir a verlos sus familiares, otros ni eso. Debe ser triste ver cómo te "encierran" y tienes que vivir apartado de la familia. Pero el ser humano tiene una gran capacidad de adaptación, y si, como en tu caso, el ambiente es bueno, acaba acostumbrándose.
EliminarYa dice el refrán: quien bien te quiere te hará llorar. Y ese debió ser tu caso. Para tu madre no debió ser una decisión fácil de tomar y, a la larga, acabaste agradeciéndoselo. Lo de la feria es muy cierto.
En el caso de mi personaje, la feria le fue fatal, de ahí que tuviera tanto odio acumulado.
Muchas gracias, Bea, por venir a leerme y dejar tu comentario.
Un abrazo.
Josep cuentas perfectamente esa hipocresía que con frecuencia se ha vivido en sitios religiosos, en esos internados que "hacían un bien a esos pobres niños sin familia" porque la clave es que estos niños no tenían familia que se preocupara de ellos, tenían que estar agradecidos de todo lo que les dieran y entonces esas gentes se apropiaban de sus ilusiones, de su inocencia, de su vida...porque no hay nada peor que abusar de un niño que te brinda su confianza, que cree en ti y no hay nada peor que decir amar al prójimo y tratarlo como si fuera basura porque está solo, sin posibilidad de defenderse.
ResponderEliminarCreo que muchos de estos lugares se han olvidado realmente de la humanidad, aunque quiero pensar que no todos han sido así, que hay personas que sienten lo que hacen.
Y me alegra que tu protagonista se tome la venganza por su mano y que se convierta vigilante en alguien que n o permitirá más errores...al menos hace justicia.
Saludos
Hola Conxita. Efectivamente, solivianta a cualquiera ver cómo personas que deben custodiar a menores, pueden llegar a cometer actos tan viles.
EliminarAyer por la noche, el programa "30 minuts" de TV3 emitió un documental todavía más escalofriante, sobre una casa de acogida de mujeres "perdidas" (adolescentes solteras embarazadas) regentada por monjas en Tuam (Irlanda). Aparte de robarles los bebés recién nacidos y darlos en adopción contra su voluntad, las condiciones a las que las tenían sometidas eran inhumanas, a sus niños los consideraban hijos del pecado sin derecho a nada, y la malnutrición y enfermedades varias produjeron una elevadísima mortalidad. Para ocultar esas muertes por negligencia, los enterraron en un foso semi-oculto en un patio lateral hasta que se descubrió hace escasos años. En total se calculan 800 niños enterrados bajo tierra y lo hacían con total indiferencia. Encima el gobierno irlandés se niega a exhumar los cadáveres porque no quiere enemistarte con la Iglesia Católica (y eso que teóricamente Irlanda es un estado aconfesional, pero tutelado por la Iglesia). Aquello de que la realidad a veces supera la ficción es cien por cien cierto en este ejemplo tan macabro.
Lo malo es que en este caso no se trata del mal comportamiento de una persona sola, o dos, o tres, sino de toda una comunidad religiosa. Algunos de los niños y niñas que sobrevivieron o fueron dados a otras familias, quieren venganza, aunque dentro de la legalidad, y juran llegar hasta el final en un proceso que se prevé muy largo y dificultoso.
Muchas gracias, Conxita, por venir a leerme y dejar tu comentario.
Un abrazo.
Recuerdo que una vez, de niño, mis padres insinuaron la posibilidad de meterme en un internado. Recibí la noticia con un horror que aún hoy me asombra, y no quiero ni imaginar si encima es un internado forzoso y obligatorio como un orfanato. Deben ser sitios horrorosos.
ResponderEliminarHola Holden. Sí, los internados suelen tener mala fama, más bien por duros, una especie de cárcel para niños y jóvenes. Ojalá fueran como el de Harry Potter, pero no todos son así de guays.
EliminarClaro que habían varios tipos y los orfanatos y los llamados reformatorios eran los peores, por el trato dispensado a sus inquilinos, algunos de los cuales salían de esos centros odiando a sus profesores y a la sociedad en general. Había los internados a los que las familias enviaban a sus hijos díscolos y mal estudiantes para ver si, de ese modo, los ponían en vereda. Centros que usaban el castigo físico y acuñaron esa regla de que "la letra con sangre entra". Y finalmente estaban los internados "de lujo" (que abundaban en la Inglaterra Victoriana) donde la élite enviaba a sus vástagos para que les prepararan para ocupar un alto cargo en lo má alto de la sociedad de aquel entonces.
Me alegro que pudieras salvarte de ir a un internado, fuese del tipo que fuese, y espero que tuvieras una adolescencia feliz.
Un abrazo.
Oh, no lo dudes... mi adolescencia ha sido de lo mejor del planeta y ciertamente envidiable. Si bien primero el internado y luego (no me alegra decirlo) el reformatorio pendieron sobre mi cráneo cual espada de Damócles. Lo del reformatorio lo digo por tirarme un poco el pisto, ya que es complicado terminar allí si tus padres te quieren, pero cometí un par de temeridades en la adolescencia. Malas compañías, me temo.
EliminarHola: la vida en un internado marca para siempre. Me consuela leer que el protagonista se venga. Acabo de descubrir tu blog y me gusta mucho la variedad de temas que tratas. En este momento tengo un blog dedicado a los jóvenes y Educación que te invito a visitarlo: http://cativodixital.blogspot.com.es/ . Si quieres seguimos en contacto. Yo ya me hice seguidora de tu blog.
ResponderEliminarHola Marta,
EliminarA raíz de este relato he descubierto que la venganza no está tan mal vista como me imaginaba. Son la mayoría quienes han mostrado rotundamente estar a favor de llevarla a cabo. Supongo que será por la gravedad de los hechos contados. Espero que en la realidad, y ante hechos mucho menos graves, la gente no se tome la justicia por su mano. Pero debo confesar que cuando escribí esta historia solo pensaba en una venganza terrible, tan o más terrible, si cabe, que los hechos perpetrados a unos niños indefensos.
Muchas gracias por venir a leerme y me alegra que te haya gustado lo que has visto hasta ahora.
Por supuesto que me pasaré por tu blog y seguiremos en contacto.
Un abrazo.