El relato que hoy os traigo responde a un reto de un taller de escritura de mi localidad en el que participo y que consistía en iniciarlo con lel texto marcado en negrita.
En su lecho de muerte, la madre dispuso que una
de sus hijas dividiera la herencia en dos lotes y la otra eligiera el suyo
primero.
Hasta el último momento de su vida, María quería sembrar cizaña entre sus hijas.
Ángela y Remedios siempre
habían andado a la greña. Desde muy pequeñas, se peleaban por cualquier cosa,
especialmente por el amor de su padre. Este las quería con locura y no hacía
distingos. Al morir el cabeza de familia, siendo ellas adolescentes, tuvieron
que hacer frente a muchas dificultades económicas y sacar adelante la casa
familiar, pues su madre solo se interesaba por hallar un sustituto para su
difunto marido.
Cuando Manuel falleció,
todo el escaso patrimonio familiar pasó a manos de María: la casa familiar, el
huerto, una vaca lechera, dos cerdos y unas cuantas gallinas ponedoras. Pero la
nueva propietaria no estaba por la labor; ni el campo ni el ganado eran de su
interés. Así pues, sus hijas, que trabajaban en la ciudad, tuvieron que hacerse
cargo de la situación. Contrataron a Aurelio, un amigo de la familia, para que
se ocupara de la tierra y de los pocos animales que tenían, una tarea que podía
perfectamente compaginar con el trabajo en sus tierras y en su granja. Aun
debiendo pagarle una parte de las ganancias, lo que les quedaba, junto con el
sueldo que ambas percibían fuera de casa, era suficiente para cubrir las
necesidades familiares más básicas.
El único quehacer de
María era dedicar tiempo y esfuerzo en buscar un pretendiente lo
suficientemente acomodado para que le permitiera llevar la vida que nunca pudo
disfrutar por culpa de las penurias económicas a las que Manuel la había
condenado. Hombre pusilánime donde los hubiera, nunca aspiró a más de lo que
tenía. Un estúpido conformista, según ella, que nunca cumplió lo que le había
prometido de novios. Casándose con ella solo pretendía tener una mujer que
cuidara de él y de la casa, cosa que nunca vio cumplida, pues ella no había
nacido para esos menesteres. Y ahora que su marido ya no estaba, le había
dejado vía libre para procurar que sus sueños se hicieran realidad.
Pero el destino le
tenía otro futuro preparado: un cáncer de útero fulminante. ¿Qué heredarían sus
hijas? Una casa vieja, unos bancales con legumbres, algunos árboles frutales y
unos pocos animales era toda su posesión. Nunca había pensado en hacer
testamento, como sí hizo Manuel, dejándoselo todo a ella. Conociéndolas, supuso
que se pelearían por esas propiedades como dos lobas hambrientas. De este modo,
cuando vio que tenía los días contados, las llamó para decirles lo que había pensado.
Ella ya no lo vería, pero se divertía imaginando lo que les depararía su
decisión. Sin embargo, le sorprendió la serenidad con que se lo tomaron.
Solo habían pasado
veinticuatro horas, cuando Ángela y Remedios se presentaron de nuevo al pie de
la cama de la moribunda.
—Madre, ya hemos
llegado a un acuerdo —dijo Remedios. Y ante la cara de intriga de María,
Ángela continuó:
—Se lo venderemos todo
a Aurelio. Nos ha ofrecido un buen precio. Con esto y el dinero que papá guardó
para nosotras, en un escondrijo que nos reveló antes de morir, tendremos
suficiente para comprarnos un pisito en la ciudad y vivir holgadamente.
No se sabe si fue por
la impresión recibida, pero el caso es que María expiró en cuestión de minutos.
En el ataúd sus labios exhibían un rictus de amargura que ni los de la
funeraria lograron corregir.
¡Hola!
ResponderEliminarDesde luego, María era mala, mala.
Lo bueno es que las hijas supieron encontrar la mejor solucuón. Yo me habría quedado con el huerto y los animales, se lo compraría ami hermnaa con el dinero del escondrijo, jajaja.
Un relato muy entretenido.
Feliz día.
Hay gente mala hasta la muerte. Esta era una de esas personas que viven amargadas por no haber podido lograr lo que deseaba en la vida: dinero y prosperidad. Y quiso pasar su amargura a sus hijas, pero estas resultaron ser mucho más generosas que su madre y supieron capear el temporal.
EliminarLo importante en los casos de herencia es que los herederos estén bien avenidos.
Un abrazo y feliz finde.
Excelente relato.
ResponderEliminarYa dice el dicho ojos vemos corazones no sabemos...
Muchas gracias, buhoevanescente, por tu lectura y comentario. Desconocía el refrán, je,je.
EliminarUn abrazo.
Si es que no le dejan a una ni morirse haciendo la puñeta.
ResponderEliminarBuen relato.
Un abrazo.
Se fue al otro mundo hecha una furia. Se lo merecía.
EliminarUn abrazo.
Desde luego las herencias son fuente inagotables para la literatura, el cine o el teatro. Como has reflejado de manera perfecta en tu relato hay testamentos con muy, muy mala leche y lo sorprendente es que la cosa haya acabado bien para las vivas je, je.
ResponderEliminarUn abrazo, Josep.
Cuántas herencias no habrán roto familias, incluso hermanos que hasta entonces vivían en concordia.
EliminarSí, en muchas pelíclas hemos visto a la familia reunida ante notario esperando la lectura del testamento y viendo las caras torcidas de decepción agunos de los herederos y de rabia de los no herederos, ja,ja,ja.
En este caso todo quedó en la intimidad y se arregló gracias a la astucia de las dos herederas, je,je.
Un abrazo.
Que mala mujer, al final murió sin conseguir lo que pretendía, jj. Me ha encantado la decisión de las hijas.
ResponderEliminarUn relato genial Josep, y perfectamente adaptado a lo pedido.
Un abrazo, y buen día.
Murió rabiosa, je,je. Por lo menos las hijas no salieron a ella y gracias al padre, que conocía el percal, pudieron salir airosas de la trampa que les tenía preparada su madre.
EliminarUn abrazo y buen fin de semana.
¡Hola, Josep! En este caso no podría decirse aquello de que de tal palo, tal astilla, je, je, je... La verdad es que María me ha resultado un personaje magnífico, como toda "villana" que se precie en el fondo tiene ese punto de amargura, un drama personal que la hace ser tan puñetera. No descarto que su espíritu fantasmal decida quedarse en esa casa para desgracia de Aurelio. Estupendo relato! Un abrazo!
ResponderEliminarEsas chicas debieron salir al padre, je,je.
EliminarDesde luego, existe gente tan amargada que incluso pretende traspasar su amargura a sus propios hijos. Por fortuna, este no fue el caso.
Muchas gracias, David, por tu comentario.
Un abrazo.
Ja, ja. es lo que se llama un hombre previsor. Conociendo a la mujer, hizo muy bien en dejarle lo justo y guardar el resto para sus hijas.
ResponderEliminarReto superado con honores, imagino.
Un beso.
Pues sí, Rosa, ya lo dice el refrán: hombre precavido vale por dos, ja,ja,ja.
EliminarUn beso.
Al final el padre resultó ser otra cosa, o por lo menos más listillo de lo que pensó la madre, la pobre que se deslomó teniendo unos pequeños ahorros escondidos. Si es que no hay que fiarse de las apariencias.
ResponderEliminarMuy bueno, Josep, un final totalmente inesperado.
Un abrazo!
El padre supo prever lo que ocurriría cuando él faltara y se adelantó a los acontecimientos. Con una esposa como esa tuvo que oensar en sus hijas.
EliminarMuchas gracias, Pepe.
Un abrazo.
Mala, mala, lo que se dice mala, jajaja pero le salió el tiro por la culata.
ResponderEliminarHay personas amargadas y rencorosas que solo disfrutan sembrando maldad y María es un fiel reflejo de ello. Las chicas debieron salir al padre, que parece que caló bien a su mujer aunque ella no se diera cuenta.
Un buen relato. Me ha gustado.
Un abrazo grande, Josep.
Tan mala que debe estar ardiendo en el infierno, ja,ja,ja.
EliminarEn este relato he pretendido reflejar unas (malas) costumbres de tiempos pasados, en los que la ignorancia, la avaricia y el rencor habitaban en muchas familias con pocos recursos económicos. Pero, por fortuna, en esa familia en concreto, nacieron dos buenas personas que no secundaron el mal ejemplo de su madre.
Me alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
El tema de las herencias da mucho juego y es algunas son un regalo envenenado donde algunos muestran su lado más oscuro. María desde luego tenía mala baba a rabiar y yo creo que se murió de la mala leche que la comía por dentro (aparte del disgusto de ver que el tiro le salió por la culata).
ResponderEliminarGenial relato para un inicio tan raro.
Un besote.
Hay quien cambia la herencia en el último momento para fastidiar. En este caso no hubo siquiera unas últimas voluntades puestas por escrito, esperando crear así un caos familiar. Pero la jugada le salió mal a la pérfida madre.
EliminarPues sí, el inicio de la propuesta para el relato no daba mucha cancha, pero siempre queda el poder de la inventiva, je,je.
Un beso.
Se ve que el marido conocía a su mujer y por eso no le contó lo del dinero. Hay familias donde el enemigo vive dentro.
ResponderEliminarSAludos.
Realmente, fue el marido el artífice de que María no se saliera con la suya. Buen hombre y mejor padre, je,je.
EliminarUn abrazo.
Creo que ese pobre hombre sabía con quién se jugaba los cuartos,... jejeje
ResponderEliminarCreo que te ha quedado redondo.
Un abrazo!
Sí, y a la difunta el tiro le salió por la culata.
EliminarUn abrazo.
Qué bien has sabido llevarnos con esa intriga de la madre tan malvada. Al final, te preparas para que los deseos de la madre se cumplan y lo que respiras y disfrutas cuando no es así.
ResponderEliminar¡Muy bueno, sí señor!
Un abrazo, Josep.
Muchas gracias, María Pilar. Me alegro mucho que te haya gustado ese enfrentamiento materno filial, je,je.
EliminarUn abrazo.
Pues sí, la madre no es un buen ejemplo a seguir. Pero murió con las gana de hacer infelices a unas hijas que no tenían culpa alguna de su amargura y frustración.
ResponderEliminarYa nos dirás si conseguiste laureles con el relato.
Un abrazo, Josep.
Tanto el marido como las hijas conocían de qué pie calzaba María. El primero tomó sus precauxiones para que a ellas nos les faltara nada, y estas fueron lo suficietemente astutas como para frustar los malévolos planes de la moribunda.
EliminarNo conseguí ningún laurel entre otras cosas porque, a última hora, no pude participar activa, aunque virtualmente, en el taller de escritura, por motivos de salud. Pero ahí quedó mi contribución.
Un abrazo, Javier.
La madre que la parió. Me refiero a la madre. Menos mal que las hijas no siguieron su ejemplo y le "robaron" el espectáculo que ansiaba.
ResponderEliminarUn abrazo, Josep.
Quién sabe si la madre que parió a la madre era igual de egoísta y mala gente. Algunas hijas salen a la madre, pero en este caso salieron al padre, previsoras ellas.
EliminarUn abrazo, Pedro.
Con una madre así cualquiera prefiere ser huérfana. Me ha encantado y el final es genial, me he reído mucho con el último párrafo. Gracias Josep.
ResponderEliminarAbrazos.
Las hijas fueron muy prudentes, pues conociendo lo que les había dejado su padre a escondidas, podían haberse burlado de su madre cuando esta les comunicó su decisón. Y no lo hicieron. Buenas hijas y buen padre, je,je.
EliminarMe alegra haberte hecho reír, Conchi.
Un abrazo.
Hola, Josep Maria.
ResponderEliminarEl lema de esta mujer debía ser: Divide y vencerás, qué poco sabía que así perdía más, pero hay personas que no son felices si no aportan desdicha a los demás. Es más, disfrutan pensando en el mal.
Por suerte estas hijas aprendieron por ellas mismas que unidas todo lo podían lograr.
Muy buen relato, con un mejor final.
Un beso.
Hola, Irene.
EliminarY hay gente que en lugar de desear para sus hijos lo mejor, quieren que pasen por lo que ellos pasaron. La suerte de esas hijas fue tener un padre precavido y saber de qué pie calzaba su madre.
Un beso.
Genio y figura hasta la sepultura.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mira que irse la mujer de este mundo con tal gesto de amargura... las hijas no tienen perdón. Las herencias, las carga el diablo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Si las herencias, escritas en un testamento legal, ya crean divergencias y discusiones familiares, las hechas de palabra pueden suscitar muchas rencillas y peleas, cosa que, por fortuna, no aconteció en este caso.
EliminarUn abrazo.
Cuántos disgustos se llevan las familias al reparto de las herencias. En este caso era una mala madre que siempre vivió amargada por no salirse con la suya. bien por las hijas y bien por el padre que pudo darles a sus hijas unos ahorrillos. Un abrazo.
ResponderEliminarHay quien opina que las herencias hay quien darlas en vida para que no pase esto, pero no sé si es peor. Sé de padres que, después de haber repartido todos sus ahorros entre sus hijos, estos los han dejado en la miseria. En este caso, la madre quería crear discordia entre sus dos hijas, pero el padre lo evitó dejándoles un dinerillo que había guardado a espaldas de su mujer.
EliminarUn abrazo.
Hola, Josep Mª. Un giro final sorpesivo, tanto que costó la vida a la testadora. Genial. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, isan. La sorpresa mayúscula se la llevó la finada y no las hijas, como esta esperaba, je,je.
EliminarUn abrazo.
Hola Josep Mª , un relato muy real como la vida misma
ResponderEliminarMe a gustado mucho ,al final tuvo su merecido por mala persona.
Te deseo una feliz tarde , saludos de v...flor.
Hola, V...flor. Pues no sé si este relato será real, pero sí pretende reflejar la cruda realidad, je,je.
EliminarY sí, la madre no es que fuera precisamente una buena persona. Espero que na haya muchas como ella.
Un abrazo.