«La vida en Jacksonville es apacible. Vivo en una maravillosa y tranquila zona residencial, apartada del bullicio de la ciudad, junto al lago Jackson. Como yo, son muchas las personas de cierta edad que se han instalado en esta pequeña comunidad en busca de un retiro sosegado. Desde hace poco, sin embargo, la tranquilidad ha dejado de existir por culpa de un nuevo vecino. El chiflado del doctor Watson -que nada tiene que ver con el célebre personaje de Sir Arthur Conan Doyle-, no nos deja vivir en paz.
Se hace llamar doctor pero de doctor no tiene nada. Es una más de sus excentricidades, un pretexto para meterse donde no le llaman. Maldita sea su estampa. ¿Para qué vendría a instalarse aquí, con la de lugares que hay en la zona?
Aunque dice tener sesenta años, yo creo que es mucho mayor pues muestra claros síntomas de demencia senil o de algo peor. ¡Dice que vuela! La primera vez que se lo oí comentar tuve que hacer grandes esfuerzos para no soltar una carcajada. Fue en la última fiesta que se organizó para dar la bienvenida a los nuevos en el vecindario. Lo curioso es que a nadie le pareció extraño. No sé cómo pudieron contenerse. Nunca se ha llegado a comentar semejante locura. Será porque está forrado. Tiene toda la apariencia: el cochazo, los trajes de marca, las corbatas de seda... Y ya se sabe: el dinero tuerce voluntades. Si eres rico, todo está bien. Puedes hacer y decir lo que quieras y nadie se atreverá a contradecirte. El mundo está lleno de locos ricos y famosos»
Se llama Edison y cree que es la reencarnación del famoso inventor. A quien no le cree le trata como a un apestado. Se enfurece y deja de dirigirle la palabra. Yo hice como que le creía. Cuando me presenté como doctor Watson creo que me tomó por un chiflado. Esbozó una de esas sonrisas que vienen a decir “tú estás flipando”. Me dejó con la palabra en la boca delante de todos. Pero ya tendré ocasión de demostrarle mis habilidades. Sabrá lo que es estar en mis manos. Entonces el que flipará será él. Conocimientos y ganas no me faltan.
Lo más sorprendente de ese tipo es que, sin apenas conocerme, me mira como quien ve a un espectro. Pasa por mi lado y ni siquiera me saluda. Dicen que lo hace con todos los nuevos. He conocido a muchos individuos desconfiados, pero éste es más cerrado y esquivo. Me evita y me observa con una expresión que me preocupa. No hay forma de congraciarse con él. Creo que no le caigo bien desde el día en que nos presentaron y le dije que volaba y que además lo hacía con frecuencia. Me miró de una forma extrañísima. Como si esto de volar fuera algo del otro mundo. Me miró como quien mira a un loco y se alejó hablando solo. Ya sé que ninguno de los miembros de esta comunidad está en su sano juicio pero éste es, sin duda, el que está peor.
«Pero no todo acaba ahí. ¿No dice, el muy imbécil, que en nuestra comunidad hay que implantar unas normas de convivencia estrictas, que si queremos mejorar física y mentalmente debemos seguir sus consejos al pie de la letra? Por muy doctor que sea ese Watson, cosa que sigo poniendo en duda, eso no le da derecho a dirigir nuestra vida. Además me lo encuentro en todas partes, ojo avizor. Debe tener mucho tiempo libre. ¿No dice que vuela? Pues que se dedique a volar y que me deje en paz.
Si me ve en el jardín, ocioso, me amonesta y me obliga a hacer ejercicio. Se empeña en que tengo sobrepeso y debo andar. Si no me ve, viene a buscarme y, con cualquier excusa, me obliga a pasear. Este tío está como un cencerro. Incluso se entromete en mi forma de vestir y me pregunta por mis hábitos higiénicos. Se interesa por mi apetito y por si voy al baño con regularidad. Un día hasta me preguntó si mantenía relaciones sexuales con una de mis vecinas. Al parecer, me había sorprendido mirándola fijamente. No, si además resultará ser un obseso sexual»
El señor Edison tiene una conducta digna de estudio. Nunca me había encontrado con nada igual. Se ofende por todo. Si le sugiero algo me fulmina con la mirada y da media vuelta refunfuñando. Aunque le dé el mejor de los consejos, como solo alguien como yo puede darle, cree que lo hago para fastidiarle. Dice que me entrometo en su vida privada. Me consta que va difamándome por ahí. Ha llegado a mis oídos que me considera un obseso sexual. Y todo por preguntarle si tenía algo con la señora Zemeckis, la viuda con la que le veo con frecuencia. A mí no me importa si tienen sexo, solo me preocupa que se mantenga el decoro. Solo quiero que en esta pequeña pero selecta comunidad se siga una conducta ejemplar. No soportaría estar rodeado de sátiros y ninfómanas.
No sé si he hecho bien viniendo a este lugar. Me habían dicho que era un sitio ideal para mis propósitos, pero creo que mi vida aquí puede resultar conflictiva. Una cosa es estar rodeado de lunáticos y otra de perturbados potencialmente peligrosos. El peor, sin duda alguna, es Edison. A ese se le ha fundido un fusible y de los gordos. O debería decir una lámpara incandescente, jajaja.
«Ese Watson es un dictador demente. Me dice lo que debo hacer y me censura si no lo hago. “Tiene que leer más y ver menos televisión, señor Edison”, me insiste. Debe espiarme día y noche. No para de meterse en mi vida. Dice que no llevo un estilo de vida saludable. Un día, en el jardín, me obligó a hacer unos ejercicios respiratorios de relajación. “Inspire, espire, inspire, espire. No, no, así no, inspire profundamente por la nariz y suelte el aire despacio por la boca”. Es insufrible. Cuando le veo, intento desaparecer pero siempre acaba encontrándome. No sé cómo lo hace. Está en todas partes. Está obsesionado conmigo. Y, por si fuera poco, el muy cretino quiere que vaya a verle con asiduidad. Y si no voy, viene a buscarme. Ya no sé qué hacer. Tendré que acabar denunciándole por acoso. Si es necesario, pediré una orden de alejamiento.
Lo curioso es que aunque mis vecinos también se quejan, le toleran e incluso le siguen la corriente. Supongo que es porque eso es lo que hay que hacer con los locos: darles la razón. Pero es que incluso parecen impresionados ante su presencia. Admito que es un tipo con cierto carisma. Cuando te habla, te mira a los ojos de una forma que sobrecoge. No puedo aguantarle la mirada por mucho tiempo. Y esa voz tan grave y profunda que tiene…»
Cada vez que hablo con el señor Edison, parece que me escucha pero en el fondo pasa de mí. Creo que su mente está a mil kilómetros de distancia, pensando en sus cosas, sin duda extravagantes. No me sorprendería que oyera voces dentro de su retorcido cerebro.
Tendré que buscar un modo de obligarle a que me atienda. Por las buenas o por las malas. Hay muchos recursos para ello pero no quiero ser demasiado drástico. Pero no me quedará más remedio que ser duro con él si sigue con su conducta arisca. Debe respetar mi autoridad. Soy un prominente miembro de la sociedad médica y no puedo permitir que su mal ejemplo trascienda a toda la comunidad. Si me he trasladado hasta este lugar es porque me ha parecido el idóneo para poner en práctica mi teoría: que se puede modificar la conducta asocial y violenta, los males de nuestro tiempo, con técnicas innovadoras aunque sean poco ortodoxas. Además, aquí nadie se quejará. Son todos unos corderitos. Menos ese Edison. Veré qué puedo hacer con él.
«Hoy me ha vuelto a contar no sé qué de sus vuelos. Que si vuela alto, que si vuela muy rápido, que si tiene no sé cuantas horas de vuelo. Afirma que todo el mundo, si quisiera, podría hacerlo. Quiere que lo pruebe, dice que me relajaría. Según él, es muy fácil, solo es cuestión de aprender la técnica y practicar. Pero le he dicho que estoy muy ocupado para esas cosas. ¿Qué le iba a decir sino?
Como ya es viernes, al menos no tendré que soportarlo en todo el fin de semana. No sé adónde va. Los viernes por la tarde se marcha y ya no regresa hasta el lunes por la mañana. ¡Qué descanso! Ojalá algún día se mude a otro lugar. Tendré que hacerle la vida imposible, a ver si de este modo se larga de una vez. Pero creo que está tan alelado que ni siquiera se da cuenta del odio que siento por él. A esta hora ya debe estar preparando sus alas para un largo vuelo, jajaja. Ojalá volara de verdad. A ver si de este modo se estrella y no le veo más el pelo.
Saldré al jardín. A esta hora de la tarde se está de maravilla. Si no fuera por el impertinente de Watson, éste sería un lugar maravilloso para pasar el resto de mis días, disfrutando de una vida tranquila»
Mientras el señor Edison intenta imaginar cómo es el paisaje al otro lado de esa tapia que todavía no entiende quién ha podido levantar frente a su jardín, el doctor Watson mira, desde su despacho, el cielo sin nubes. Ha sido una semana muy dura y desea llegar a casa para disfrutar de un largo y tranquilo fin de semana alejado de ese paciente tan rebelde. Han dicho que hará buen tiempo. Nada le impedirá volar horas y horas con su flamante avioneta Cessna 172. Esta vez hará más acrobacias que nadie. Será la envidia de sus compañeros del Club de Aeromodelismo de su localidad.
Es maravilloso, no te puedo decir nada más. Este tipo de relatos me encantan, cuando nos metemos en la cabecita de los que en teoría no están tan cuerdos. =)
ResponderEliminarGenial. ;) Un abrazo.
Y a mí me encanta que te haya encantado, Soledad. Y es que a veces es tan fino el límite entre la cordura y la locura...
EliminarUn abrazo al estilo camisa de fuerza.
Lo que viene siendo un abrazo muuu apretao jejeje =P
Eliminar¿Cómo es posible que tengas tanta imaginación?, además, de cualquier tema... y escrito con todos los detalles que te introducen en la historia sin darte cuenta.
ResponderEliminarUn buen lugar residencial para ir a descansar. ¡Qué no! que no estoy loca, jajaja.
Me ha encantado Josep.
Un abrazo.
Me imaginé un lugar tranquilo en el que sucedieran cosas raras y de ahí salió la idea. Estamos rodeados de gente aparentemente rara pero ¿quién está en su sano juicio y quine no?
EliminarMe alegra que te haya parecido un relato original. Era lo que pretendía pero a veces las cosas se tuercen.
Un abrazo.
Un relato muy "travieso", Josep. Nos das pistas que nos confunden y nos cuentas medias verdades hasta que poco a poco vamos encajando todas las piezas del puzzle. Me ha parecido muy original la forma de contar la historia, a través de los pensamientos de los dos protagonistas. Quién iba a pensar que uno era un paciente psiquiatríco y el otro su médico!!
ResponderEliminarMuy bueno, me ha gustado mucho. Te vas superando a cada nuevo relato :)
Un abrazo!!
Jaja. dos individuo un tanto peculiares. Y el médico psiquiatra no se libra de su pequeña dosis de "chaladura". Cada loco con su tema.
EliminarGracias por tus amables comnetarios.
Un abrazo.
Hace tiempo dejaste un comentario en mi blog. Hoy repasando antiguas entradas lo he visto y recordado, así que he venido a verte y a leerte. Me ha sorprendido gratamente tu relato y el juego de perspectivas entre el Doctor Watson y Edison. Se lee bien y es ameno. Estos días en clase de segundo de bachillerato leemos El Quijote en el que es esencial el juego de perspectivas que se contraponen como estructura básica de la novela. Es un juego muy interesante narrativamente hablando. Volveré a leerte.
ResponderEliminarHola Joselu.
EliminarMe alegra encontrarte de nuevo en este rincón de la imaginación (la mía) y, sobre todo, que te haya gustado lo que has leído.
Te agradezco que hayas dedicado tu tiempo para leerme y dejar un comentario.
El tema de la cordura y la locura siempre dará pie a historias de todo tipo, unas dramáticas, otras cómicas e incluso esperpénticas.
Un abrazo.
Un relato que te va enganchando, jajajaja, si lo alargas un poquito mas seria una buena novela..
ResponderEliminarFuerte abrazo Josep
Un relato que te va enganchando, jajajaja, si lo alargas un poquito mas seria una buena novela..
ResponderEliminarFuerte abrazo Josep
A partir de la idea primitiva, la de dos individuos, uno demente y otro aparentemente sano (el psiquiatra) fui desgranando esta historia jugando con el equívoco. Me pareció un planteamiento divertido y me alegra que te haya gustado.
EliminarPara una novela, ya sería algo mucho más complejo, al estilo de "los renglones torcidos de Dios" de Torcuato Luca de Tena, lectura que te recomiendo encarecidamente y cuya acción tiene lugar en un manicomio.
Un abrazo.