miércoles, 6 de julio de 2016

El cazador


Desde que su progenitor le contagió la pasión por la caza, Anselmo siempre acudía al mismo lugar, un coto privado donde se encontraban buenos ejemplares. De niño iba con los amigos de su padre pero ahora tenía su propio grupo. Juan, Fernando y Paco eran buenos tiradores pero él era el mejor y en eso todos estaban de acuerdo, aunque seguían rivalizando para ver quién se cobraba la mejor pieza. Desde hacía años formaban una piña y nunca faltaban a las citas cinegéticas que Anselmo organizaba.

Esas salidas al monte, a más de cien kilómetros de casa, eran para Anselmo una válvula de escape y una costumbre inquebrantable que nada ni nadie podía contravenir. A veces se les unía algún amigo de sus amigos. Cuantos más eran, más divertida y estimulante resultaba la cacería.

En el coto en el que practicaban esta actividad podían cazar jabalíes, gamos, muflones y venados. La caza del jabalí era, sin duda, la más complicada; requería la participación de perreros, quienes, como su nombre indica, gobiernan a los perros de caza. Son también los que asestan el golpe de gracia al animal herido, rajándole el vientre mientras, aun con vida, es furiosamente dentelleado por los perros que, frenéticos, no cesan de ladrar. Ladridos y berridos del animal caído se confunden con el griterío triunfal de los cazadores.

La caza de un gamo, un muflón o un venado discurre, en cambio, de forma mucho más pacífica a la vez que segura para el cazador, pues su integridad física no se ve comprometida en ningún momento. El disparo se produce a mucha distancia y con la ayuda inestimable de una mira telescópica. No es preciso más accesorios que el arma y la paciencia. Aun así, Anselmo prefería la caza extrema, a corta distancia, lo que requiere de mucha más astucia y pericia, como si de la caza de un león se tratara.

La decisión de cazar una u otra de esas especies dependía de la temporada y, en el caso del jabalí, de si disponían de un perrero con una buena manada de canes, pues nadie del grupo, y mucho menos sus esposas, estaban dispuestos a comprar y mantener una jauría de perros cazadores.

Las salidas de caza eran para Anselmo y sus amigos su pasatiempo favorito. Disfrutaban tanto de su planificación como de su desarrollo y de las discusiones posteriores para disputarse el mérito de la mejor pieza cobrada.

Hoy, sin embargo, era un día muy especial para Anselmo. Sus amigos le habían dejado solo. Por muy justificadas que estuvieran sus ausencias, no les perdonaría su deserción. Pero para él no había obstáculo, por insalvable que pareciera, que le impidiera cumplir con lo que había estado esperando durante tanto tiempo. Era la temporada para la caza a rececho del ciervo macho, que solo dura un mes, y no podía perderse esa oportunidad. Siempre había deseado tener, como trofeo, una gran cornamenta presidiendo el salón de su chalé de montaña, aunque ello le procurara alguna que otra crítica por parte de sus amigos defensores de la naturaleza.
 
 
 

Mucha gente no entiende, o no quiere entender, lo emocionante que es la caza a rececho, ir tras una presa, pacientemente, hasta lograr acorralarla y abatirla de un disparo certero. La caza es un deporte injustamente criticado por algunos quisquillosos. Diría incluso que es un arte, pues hay que tener una gran destreza. No todo el mundo está dotado para practicarla. Con los años que llevo cazando, me atrevería a decir que me he convertido en un cazador de élite, de los que donde ponen el ojo ponen la bala.

Pero hoy es un día muy especial. Parece como si el destino hubiera querido ponerme a prueba. Como nadie más ha podido acudir a la cita, he venido solo, a pesar de las protestas de mi mujer, siempre tan temerosa. Con esta escopeta no hay animal, por grande y peligroso que sea, que se me resista. Y con mi experiencia, reflejos y puntería, antes de que se acercara a menos de diez metros ya habría caído abatido de un solo disparo.

Debo reconocer que no será lo mismo que cuando somos cuatro o cinco, pues entonces siempre hay quien hace de vigía y entre todos podemos luego transportar la pieza sin problema. Aunque, por otra parte, cazar en solitario tiene su enjundia. Cuando vuelva a casa con un ciervo macho de más de doscientos kilos y con más de seis puntas por cuerna, se morirán de envidia y entonces lamentarán no haber venido.
 
 
Creo que no voy a tener suerte. Llevo ya más de dos horas y no he visto ni un solo ejemplar. Algo se ha movido a lo lejos, entre la maleza, pero no ha salido al desabrigo del boscaje. No me quedará más remedio que acercarme con sigilo, ocultándome entre el monte bajo.

Este bosque es más tupido de lo que parece a simple vista. Si hay algún macho por aquí, sin duda evitará la espesura pues su cornamenta podría quedar enredada entre tanto ramaje. Tendré que buscar algún claro.

Me ha parecido oír un crujido, aunque my leve. Ahora otro, p
ero en dirección opuesta. El viento sopla del norte, así que si es un animal no puede olerme pues esos ruidos procedían del este y del oeste.

Sea lo que sea, ahora parece envolverme. Debe de tratarse de una pequeña manada. Calculo que serán seis o siete especímenes, a lo sumo. Es extraño que no vayan en grupo. Quizá sean unas crías que se han apartado de la madre y ésta las está buscando.
 
Cada vez están más cerca. Desde la oquedad donde me he refugiado podré ver sin que me vean.

El ruido ha cesado de pronto. ¿Me habrán olido? No creo. Estoy muy bien protegido por la hojarasca y las rocas circundantes. Voy a tirar una piedra hacia donde me ha parecido oír los últimos pasos, a ver qué ocurre.

Silencio total. ¿Qué animal queda inmóvil cuando alguien le lanza una piedra? Hasta un roedor sale corriendo a esconderse en algún agujero o madriguera.

Aquí no ocurre nada, nada se mueve pero, no sé si serán imaginaciones mías pero me parece oír una respiración agitada. Y ahora otra, y otra. Cada vez más cerca. Esto no me gusta nada. Quizá se trate de otros cazadores y me han tomado por una presa a abatir. Si me muevo pueden dispararme. Mejor será que me identifique. Así sabrán que no soy un animal.

¡Eh, ¿hay alguien ahí?! ¡No disparen, soy un cazador! ¿Me oyen?

Pero… ¿qué es eso? ¿Qué es lo que avanza hacia mí tan raudo? Mejor me largo y me procuro un refugio más seguro.
 
 
 

La persecución no se hizo esperar. Algo parecido a un jabalí, de grandes dimensiones y poderosos colmillos, surgió de la espesura para abalanzarse sobre su presa, a la que llevaba horas observando, esperando su oportunidad. Viendo lo que se le venía encima, el experimentado cazador cambió de parecer y decidió lanzarse a la carrera hacia donde tenía aparcado su todoterreno.

La caza se había invertido. Ahora eran más de diez sus feroces perseguidores y estaban bien organizados. Mientras unos se distribuyeron a ambos lados, cerrándole cada vez más el paso, otros le pisaban los talones. Corrían como gamos y Anselmo ya estaba exhausto tras correr apenas cien metros. Cuando lo tuvieron a su alcance, empezaron a emitir unos gritos escalofriantes, agresivos y festivos a la vez. Parecían estar disfrutando. Iban de caza. Por fin había llegado la oportunidad que habían estado esperando. Habían aprendido de los humanos, pero ellos eran mejores y más rápidos. No necesitaban arma alguna, ni perros cazadores, solo sus afilados dientes y colmillos.

Anselmo no tuvo tiempo de salir de la zona boscosa. En su desesperada huida, perdió el arma, tropezó y cayó rodando por una pequeña vaguada regada por un riachuelo. Allí, aturdido y aterrorizado, quedó a merced de sus captores. Ahora era él quien, herido, profería gritos de auxilio mientras que sus cazadores salivaban abundantemente con solo imaginarse el festín que les esperaba. Se habían cobrado una buena pieza, la primera en su vida de cazadores de hombres. Tras las profundas dentelladas de sus congéneres, el jefe de la manada se le acercó y, mostrándole su dentadura, en una mueca semejante a una sonrisa diabólica, le clavó uno de sus largos colmillos en el abdomen, como si él fuera el perrero y Anselmo el indefenso jabalí. Aunque lo mereciera, no valía la pena prolongarle más el sufrimiento –pensó la bestia. Ellos no querían acabar siendo tan inhumanos como sus, hasta ahora, cazadores. De todos modos, la aventura solo acababa de empezar.
 
 

24 comentarios:

  1. Cazador cazado. Buen relato Josep, la verdad es que, como tú, no creo que los animales sean tan despiadados con sus presas. Un abrazo.

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    1. Gracias, Carmen. Deberíamos aprender muchas cosas de los animales, así dejaríamos de comportarnos como humanos.
      Un abrazo.

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  2. Buenísimo, de verdad. Yo soy anticaza y anticualquier sufrimiento animal, así que te imaginarás que me ha encantado, y más el toque final, es cierto, ellos no serán jamás tan desalmados como el ser humano.
    Un abrazo y como siempre, un relato genial.

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    1. Los animales cazan como único medio de sustento, como hacía el hombre primitivo, no como diversión. A medida que nos hemos ido "humanizando", hemos cambiado el concepto de caza.
      Muchas gracias, Marigem, por dejar tu opinión.
      Un abrazo.

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  3. Genial. Nunca he entendido qué diversión puede procurar abatir a un animal, y encima que le llamen a eso deporte.
    Cuando la caza es un recurso para alimentarse lo veo natural. La ley de la Naturaleza es así. Pero matar a un animal para presumir delante de las amistades es algo que no me cabe en la cabeza, y menos para tener colgado el trofeo en una pared.
    Fenomenal relato, Josep, además de estar muy bien escrito y con un ritmo que engancha, encierra un mensaje muy interesante. Los animales son menos bestias que los (algunos) humanos.
    Un abrazo.

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    1. Hay deportes, como el boxeo, que tampoco entiendo, me parece algo brutal, pero, al menos, es una lucha voluntaria entre dos iguales. La caza de animales por gusto, por coleccionar ejemplares y disecarlos o bien para traficar con sus partes más preciadas me parece una barbaridad impropia de un ser civilizado.
      Muchas gracias, Kirke, por tu amable comentario.
      Un abrazo.

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  4. Al principio pensaba qué horror, un cuento de cacería, pero en un momento el cuento dio el giro y me alegró que se invirtieran los papeles.
    Excelente relato!

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    1. Bueno, en cierto modo sí es un cuento pero sin final feliz, por lo menos para el protagonista humano, jeje
      Muchas gracias, Mirna, y bienvenida a este blog.
      Un abrazo.

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  5. Al principio pensaba qué horror, un cuento de cacería, pero en un momento el cuento dio el giro y me alegró que se invirtieran los papeles.
    Excelente relato!

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  6. Muy bueno, genial. Pensaba que eran sus amigos que querían gastarle una broma, pero parece ser que al final no.
    Un buen giro final.
    Un besillo.

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    1. Pues no, sus amigos se quedaron, por suerte para ellos, en casa. Y es que un nunca sabe cuándo va a ocurrir lo impensable. Lo que no sé es si llegarán a saber algún día lo que le ocurrió realmente a Anselmo. Quizá también ellos acabarán igual cuando vayan a buscarlo.
      Un abrazo.

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  7. Me ha condundido el cambio de narrador. Pero me ha angustiado el relato. Yo también creía que eran sus amigos.
    Un besito.

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    1. Es comprensible y lo hice a propósito. Alterné el narrador omnisciente, el que describe los hechos en tercera persona, con el monólogo del protagonista. Lo que uno ve de forma distante y objetiva, el otro lo vive en sus propias carnes, y nunca mejor dicho, jeje
      Un abrazo.

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  8. Me ha condundido el cambio de narrador. Pero me ha angustiado el relato. Yo también creía que eran sus amigos.
    Un besito.

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  9. La verdad es difícil justificar la persecución de un animal para quitarle su libertad o matarlo, con fines simplemente deportivos. Saludos!

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    1. El hombre es el animal más irracional del planeta. Empezó cazando por necesidad, siguió haciéndolo por placer, y ha llegado incluso a perseguir a los de su misma especie.
      Muchas gracias, Baile de Norte, por la visita y por dejar tu comentario.
      Un abrazo.

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  10. Genial, amigo Josep, con esa vuelta de tuerca que nos recuerda lo lejos que hemos dejado nuestros instintos de supervivencia creyéndonos depredadores infalibles.
    Abrazo!!!!

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    1. Efectivamente, Mª Jesús. Solo hemos evolucionado en cuanto a ciencia y tecnología pero no en lo referente al respeto a la naturaleza. La tierra nos da sus frutos para sobrevivir pero no debemos explotarla ni maltratar a los seres que la habitan, incluidos nosotros mismos.
      Muchas gracias por dejar tu comentario.
      Un abrazo.

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  11. No entendía la caza como deporte, y eso que mi padre trabajó en una fábrica de escopetas y cada día veía una o varias en su poder. Y sobre todo me contaba para quien eran. Casi siempre para hombres poderosos, ricos y la realeza. Ellos eligen la caza como deporte y los trofeos de animales para presumir con sus amigos. Hace un año estuve en un Spa en Asturias y todo el hotel era adornado con fotos y trofeos de caza. El hotel fue bueno peor no me gustaba eso de encontrarme a cada paso un animal disecado. Entiendo solo la caza por supervivencia. A lo que voy el relato está muy bien narrado y me gusta como has dado la vuelta al cazador cazado por las bestias. Quien en este caso más animal ? el hombre o el animal? Un abrazo

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    1. Hola María del Carmen,
      Yo consideraría como deporte el tiro al blanco, por ejemplo. Una escopeta no tiene por qué ser mala según el uso que se le dé. Si es para matar a seres indefensos por placer, que tienen tanto derecho como nosotros a vivir en este planeta, entonces me parece inhumano.
      He llevado el relato al límite -pues no le deseo a ningún cazador tanto mal- para poner de manifiesto que el hombre puede ser más salvaje que los animales a los que llamamos salvajes.
      Muchas gracias por dar tu opinión.
      Un abrazo.

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  12. Muy bueno Josep, le has dado gusto con el relato a los que les gusta la caza, y con ese giro del cazador cazado, a los defensores de los animales.
    Yo no me decanto por ninguno, pero me ha dado pena del hombre, al fin y al cabo es de mi especie, jajaja.
    Muy entretenido me ha resultado y como siempre esplendida tu arte como escritor.
    Un abrazo.

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    1. Hola Elda,
      Entiendo tu diplomacia. Ponerse en contra de los de nuestra especie parece antinatural, jaja. Yo siempre defiendo al más débil, al que está en inferioridad de condiciones. No vayas a pensar que deseo que el toro cornee al torero ni que los jabalíes maten a los cazadores. Esto solo es una metáfora sobre, como ha dicho Carmen, el cazador cazado.
      Muchas gracias por tu presencia y por dejar tu punto de vista.
      Un abrazo.

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  13. Con tu lenguaje escogido para la ocasión pareces un entendido de la ciencia cinegética.
    ¿Deporte? ¿Desde cuando matar a un animal con armas superiores a las que posee el mismo, es un deporte?
    Antes la caza era de tú a tú y frente a frente. Ahora con un tiro se vence la balanza y siempre a la parte del cazador.Por ello este relato ha sido un compendio de justicia de ley, de esas lecciones de equidad que solo la madre naturaleza nos sabe dar a los soberbios y engreídos hombres.
    Un abrazo

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    1. Algo tuve que leer sobre caza, amigo Francisco, antes de ponerme a escribir este relato.
      Siempre he estado en contra de la caza por diversión. Y en cuanto a calificarla de deporte es casi como calificar al toreo como arte.
      Muchas gracias por expresar tu opinión.
      Un abrazo.

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