Esta
es la historia de una amistad, un desencuentro, dos venganzas y una locura.
Conocí
a Javier y a Gonzalo en la Facultad y, aunque no llegué a intimar mucho con
ellos, puedo decir que fuimos amigos. De ahí que conozca la historia de primera
mano.
En
aquellos años de estudiantes eran inseparables. Eran casi como hermanos, hasta
que se interpuso algo que acabó con su amistad. Y no fue el amor por la misma mujer,
como quizá hayáis pensado, sino algo mucho más prosaico.
Al
poco de licenciarse, a los dos les apareció la misma oportunidad laboral. Como
casi todo lo habían hecho en común, esa no podía ser una excepción. Ambos se
presentaron a la misma entrevista de trabajo y que ganara el mejor.
Ganó Gonzalo,
y Javier asumió la derrota con deportividad, como no podía ser de otro modo. Aun
así, a partir de entonces sus vidas empezaron a transcurrir por derroteros distintos
y se fueron distanciando. Sus respectivos trabajos y vidas familiares los
mantenían demasiado ocupados.
Al
cabo de diez años del inicio de ese distanciamiento, solo interrumpido por
breves y esporádicas llamadas de cortesía por sus cumpleaños y por Navidad, a Gonzalo
la vida le sonreía. Tras una escalada profesional meteórica, ocupaba, a sus
treinta y cuatro años, la Dirección General de una importante empresa
farmacéutica. A Javier al principio las cosas no le fueron del todo mal, pero seguía
sin ver cumplidas sus expectativas profesionales. Tuvo que conformarse con ser
un comercial, un vendedor, como él solía decir con un deje de amargura. Ofrecía
y vendía a sus clientes las materias primas que fabricaba la empresa química para
la que trabajaba. Esta, tras años de inestabilidad, estaba pasando por una mala
racha, y a pesar de la crisis, a Javier cada vez se le exigía un mayor volumen
de ventas. Y estas no solo no aumentaban, sino que iban imparablemente en
descenso. De seguir así, presentía que su puesto de trabajo peligraba. Como
cada vez eran más las ocasiones que salía del despacho de los jefes de compras
sin un pedido que llevarse al bolsillo, decidió subir un peldaño más en el
escalafón y tratar directamente con los directores generales. Pero estos
declinaban una entrevista que no era propia de su rango ni responsabilidad. Y entonces
fue cuando pensó en su amigo.
Javier
visitaba con frecuencia la empresa que Gonzalo dirigía sin haberse nunca dado a
conocer como amigo suyo, sin haberse atrevido jamás a preguntar por él y pasar
a saludarle. Y todo por vergüenza. Se sentía inferior. Mientras su viejo amigo
y compañero de estudios estaba en lo más alto, él era un simple vendedor, con
un sueldo poco más que mediocre si no fuera por las comisiones por ventas, que
iban en declive. Precisamente la empresa de Gonzalo era una de las que
últimamente habían reducido drásticamente el número y volumen de sus pedidos. La
competencia de los suministradores asiáticos era demoledora. Así pues, solo con
que su amigo accediera a echarle una mano y se aviniera a dar las instrucciones
pertinentes a su jefe de compras, podía salvarle, aunque fuera momentáneamente,
del mal trago por el que estaba pasando. Sería, sin duda, un trato de favor,
pero un amigo es un amigo y no le dejaría en la estacada.
Tragándose
su absurdo orgullo, Javier llamó, como había hecho tantas veces, a la empresa
que, hasta hacía poco, era uno de sus mejores clientes, con la intención de
solicitar una entrevista con Gonzalo. Tras identificarse a la recepcionista que
tan bien le conocía, esta se le adelantó alegando que el jefe de compras no
estaba ni estaría en toda la semana. Cuando le dijo que no era con el jefe de
compras con quien quería entrevistarse sino con el Director General, el
silencio que suele acompañar al pasmo y preceder a las malas noticias ocupó la
línea telefónica más tiempo de lo normal. Finalmente, tras una fría disculpa,
le pidió que esperara un instante. Una respuesta todavía más fría sorprendió a
un angustiado Javier. “El señor director desea saber cuál es el motivo de la
entrevista”. ¿Gonzalo, su amigo, quería saber por qué quería verle? “Dígale que
es por motivos personales”, fue lo que a Javier le pareció más prudente alegar.
Otro lapso de tiempo, que pareció una eternidad, se interpuso entre ambos
extremos de la línea, hasta que, nuevamente, la voz de la recepcionista le sacó
de dudas. “Lo lamento, pero el señor director no podrá recibirlo, está
últimamente muy ocupado. Pruebe usted más adelante”. Eso fue todo. Casi nada. Esperaba
excusas, lamentos, disculpas de boca de Gonzalo. “No puedo hacerlo, Javier,
compréndelo. No está en mis manos, aunque sea el Director General, debo ceñirme
a las normas, como cualquier empresa debemos reducir costes para mejorar
nuestros beneficios, me debo a la Junta de Accionistas…” Cualquier cosa.
Seguramente lo habría comprendido. Los negocios son los negocios y las
amistades hay que dejarlas de lado. Pero nunca habría imaginado que Gonzalo ni
siquiera se hubiera dignado a recibirlo, que le diera la espalda de ese modo, excusándose,
a través de un intermediario, como lo habría hecho con un extraño.
Volvió
a intentarlo en varias ocasiones y siempre con idéntico resultado. O estaba de
viaje o reunido, Nunca podía atenderlo ni recibirlo.
En
poco más de un año, la vida de ambos dio un vuelco, un salto mortal. A Javier le
despidieron. La crisis se recrudeció y se cebó incluso en los profesionales más
cualificados, hasta el punto de que Gonzalo también perdió su puesto de
Director General. Un decrecimiento en las ventas también le pasó factura a él.
De ese modo, se convirtió, de la noche a la mañana, en un alto ejecutivo en
paro.
Fue
para ambos un duro periodo en el que se puso a prueba su capacidad de
resistencia. Después de una búsqueda sin tregua, Javier acabó encontrando un buen
empleo en una empresa que acababa de instalarse en España y que en poco tiempo
se había convertido en uno de los mayores fabricantes de materias primas del país
y en plena expansión internacional. Paso a paso, con esfuerzo y determinación, fue
entonces Javier quien fue escalando posiciones hasta ser nombrado, al cabo de
cinco años, Director General y Consejero Delegado de la planta española. Ahora
era a él a quien la vida le sonreía.
Gonzalo,
en cambio, cayó en una depresión pues, en añadidura a la humillación que había
significado su despido, no había forma de dar con una vacante de relevancia
acorde a su categoría en ninguna compañía farmacéutica nacional e
internacional. Tenía poco más de cuarenta años, pero ningún “cazatalentos” pudo
hallarle un cargo que se adecuara a sus exigencias. Su lema seguía siendo
“siempre hacia arriba, siempre hacia adelante, nunca hacia abajo, nunca hacia
atrás”. Pero cinco años sin trabajar estaba dañando su imagen mucho más que
cualquier causa que pudiera esgrimir para justificar la pérdida de su puesto como
Director General. Nadie estaba dispuesto a contratar a un directivo que llevaba
tanto tiempo en paro. Era extraño, incluso sospechoso. Así las cosas, a Gonzalo
no le quedó más remedio que claudicar y buscar trabajo en cualquier otra área
del sector químico-farmacéutico.
Un día
las vidas de Javier y de Gonzalo se volvieron a cruzar. No sabría decir si fue
el destino o la casualidad. Javier me llamó para contármelo. El Director de
Recursos Humanos le había llamado a primera hora de la mañana. Iba a
entrevistar a alguien que quizá conociera, pues en su currículum indicaba que
se había licenciado en la misma Facultad y el mismo año que él. Era Gonzalo, y
el puesto para el que se presentaba era el de jefe de almacén. Javier se mostró
indiferente. Solo le pidió que, después de entrevistarlo, lo hiciera pasar a su
despacho. Simplemente quería saludarlo.
Según
Javier, el semblante de Gonzalo, al verle sentado tras la mesa del Director General
de la empresa, se transfiguró en algo indescifrable. El cara a cara duró el
tiempo que necesitó Javier para desahogarse a sus anchas. Le hizo pagar todos
sus desaires con una invitación a abandonar su despacho y su empresa con viento
fresco. Me confesó que, aunque nunca había creído en el ojo por ojo, aquel acto
de venganza le supo a ambrosía. Gonzalo no quiso reconocer que había obrado mal
y se marchó profiriendo todo tipo de amenazas.
Yo no
había vuelto a ver a Gonzalo hasta hoy. Había intentado visitarle muchas veces,
pero a última hora me echaba atrás. ¿Qué le podía decir? Por fin decidí dar el
paso y ha sido precisamente hoy, cuando se cumplen cuatro años de la muerte de
Javier.
Gonzalo
está muy envejecido. Solo tiene cincuenta años y aparenta diez más. Lo único en
lo que no ha cambiado es en el tono de superioridad que siempre utiliza al
hablar. Me ha contado un montón de mentiras. Por mi parte, solo le he hecho una
pregunta, la que me ha llevado a visitarle: por qué lo hizo. Como respuesta,
solo una sonrisa malévola. Cuando ya me levantaba de la mesa del locutorio con
la intención de no volver nunca más, me ha tirado con fuerza de la manga de la
camisa obligándome a tomar nuevamente asiento. Entonces, mirándome a la cara,
me ha dicho: “no sabes cuán dulce es el sabor de la venganza”. Esas palabras han
sido las más amargas que he oído en mi vida.
Hola Josep Maria,
ResponderEliminarEn los momentos malos de la vida, es cuando uno sabe a quién tiene realmente al lado. En este caso creo que ninguno de los dos fue un verdadero amigo, ya que siempre que alcanzaron poder fueron crueles y prejuiciosos con el otro.
El final no lo esperaba, pero todo lo que se fragua con odio terminará en venganza.
A parte, tengo que decirlo, tengo que decirlo :) Todos, todos y todos los trabajos son dignos, el que esté arriba nunca será más que otro, en tu relato así lo demuestras.
La vida y sus vueltas.
Un beso.
Ya dice el refrán popular que cuanto más alto se sube, más dura será la caída. Ahora estás arriba y al poco abajo, como en una noria de feria. Nunca hay que subestimar a quien, aparentemente, es inferior o está más abajo en el organigrama. Unos llegan arriba por méritos propios y otros gracias a un "empujocito". Quien cree que es mejor que otro por ocupar un puesto más alto en la escala social o profesional es un necio. Algunos necesitarían un escarmiento para que no se les subiera demasiado los humos a la cabeza. Y así podría continuar por los siglos de los siglos, jajaja.
ResponderEliminarEn cuanto a la historia que aquí nos ocupa, la amistad se demuestra, efectivamente, en los momentos más duros de la vida, no cuando todo va sobre ruedas. La falta de empatía de Gonzalo para con su amigo de juventud desembocó en una enemistad y un deseo de revanchismo que solo trajo más odio, que acabó en tragedia. Los dos se portaron mal pero cada uno optó por una forma de venganza diametralmente distinta. Si todos los que se han sentido humillados o menospreciados alguna vez en su vida se tomaran la justicia, o la venganza, por su mano, mal iríamos. Bueno, una pequeña venganza tampoco iría mal del todo, para que aprendan, jeje.
Un beso.
Un desencuentro, dos venganzas y una locura sí, pero la amistad no se ve por ningún sitio.
ResponderEliminarBuen relato.
Un abrazo.
La amistad (si lo fue) quedó en los buenos tiempos, cuando todo era de color de rosa. Muchas amistades se van enfriando con el tiempo porque la vida y la rutina dificulta seguir cultivando esa relación que fue tan estrecha años atrás. Pero, si fue una amistad verdadera, siempre queda un rescoldo y cuando ves, aunque sea muy de vez en cuando, a ese antiguo amigo, vuelves a sentir por él el cariño que le tuviste y parece que no hayan pasado los años. Pero en este caso, más bien diría que lo que les unió en su época estudiantil era una amistad superficial, de conveniencia, o de simple compañerismo "fiestero", de juerga y diversión.
EliminarTe diré que esta historia está inspirada en un hecho real. Me la contó un compañero de profesión que fue amigo de ambos protagonistas, como el narrador de este relato. Solo que la historia real acabó con el primer acto de venganza, cuando quien había sido rechazado tantas veces por el amigo que había prosperado hasta llegar a director general, le trata de igual modo, cuando los papeles se han invertido, echándole en cara su comportamiento y rechazando darle un trabajo.
Un abrazo.
Hola José , como se suele decir " La venganza es un plato que se sirve frío " pero la verdad es que para mi manera de pensar ninguno de los dos fue bueno y mucho menos amigos , por que con amigos de esos quién necesita amigos , no crees ? te deseo una feliz noche saludos de flor.
ResponderEliminarHola, Flor. Hay amigos que solo lo son de palabra pero no de hechos. Si tuviera que decir quién de los dos se portó peor, diría que fue quien negó al amigo en apuros la oportunidad, ya no solo de hacerle un favor, sino ni tan solo de poder pedírselo. La venganza de este, cuando por fin llega a ocupar un puesto importante, a denegándole un trabajo a quien tan mal de portó con el, es un acto de venganza hasta cierto punto comprensible. Yo no lo hubiera hecho, en todo caso me hubiera limitado a reprocharle su comportamiento o, mejor aun, darle el trabajo para que viera que no soy como él. Pero su acto vengativo tuvo en su ex amigo, ahora convertido en su peor enemigo, una respuesta desproporcionada y con consecuencias trágicas. Usando un símil bíblico, si los celos propiciaron que Caín matara a su hermano Abel, el despecho ha propiciado las venganzas más crueles.
EliminarUn abrazo.
Qué bueno. Cuanto más subes más alta es la caída y claro, el daño es mayor.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, solo me habría gustado saber como le mató. Un tiro, atropello envenenamiento...
Un abrazo.
Creo que todos (o casi todos) hemos sentido alguna vez ganas de que quien usa y abusa de su poder de forma despreciable, se encuentre con su horma del zapato y reciba el mismo trato y que se hunda en la misera, jajaja.
EliminarAquí la ficción, en contra de lo que dice al adagio, supera a la realidad pues, tal como le he dicho a Macondo, esta historia está inspirada en un hecho muy parecido que aconteció hace muchos años entre dos compañeros de Universidad. Yo me he permitido añadirle el tinte dramático final.
Puestos a pensar en el modus operandi, se me antoja un emujón en el metro o en la vía del tren, jeje.
Un abrazo.
Muy buen relato. Una historia que bien podría ser el mantra del porqué la rivalidad nunca trae nada bueno. La envidia no soluciona nada, y los amigos, si son verdaderos amigos hay que tratarlos bien. Poco se puede hacer cuando uno da su brazo a torcer y el otro no quiere saber nada pero una cosa tengo clara, hay que tratar a los demás cómo te gustaría que te tratarat. Muy buen relato!!
ResponderEliminarHola, Keren. Hace tan solo unos minutos he oído en una serie de TV una frase interesante: la venganza es como un cuchillo de doble filo, corta por ambos lados. En esta historia, los dos salieron dañados. Yo diría más bien que la venganza es como un boomerang (o bumerán), vuelve a quien la ha lanzado.
EliminarCuando la rivalidad es tan dura y los rivales no quieren dar su brazo a torcer, poco o nada puede hacerse para solucionarlo.
Muchas gracias por pasarte y dejar tu comentario.
Un abrazo.
No sé si la venganza es dulce; lo dudo mucho, pero lo que sí es es justa... cuando es proporcionada. Además Gonzalo no tenía nada que vengar, Javier sí, y lo hizo de manera justa "tú pasaste de mí, yo te explico por qué paso de ti". Gonzalo no ha sabido asumir que se había ganado a pulso la venganza de Javier.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho y, como siempre, me ha atrapado desde el principio.
Un beso.
Supongo (pues nunca lo he vivido, afortunadamente) que cuando la venganza guarda una proporción con el daño recibido, a uno le debe quedar una cierta satisfacción. No sé si será dulce, pero de ser así, me imagino que a la larga se debe volver agria.
EliminarEfectivamente, Gonzalo no quiso reconocer su culpa y entender que, con su actitud, había originado la reacción vengativa de Javier. ¡Cuántas veces en una disputa nadie quiere reconocer su parte de culpa!. Los dos se dejaron llevar por el resentimiento, aunque el de Gonzalo fue mucho mayor y más dañino que el de Javier.
Me alegro que el relato te haya gustado y atrapado.
Un beso.
Hola Josep María, has recordado un ambiente que conoces bien. El mensaje que nos dejas es el menosprecio a la amistad, el dinero y el afán de estar en lo más alto acaba con la humildad. El ser humano convertido en un ente corrompido, muy alejado de un animal en una jauría, al menos los lobos se unen para sobrevivir. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Eme. Como decía más arriba, esta historia está basada en un hecho real, que, por fortuna, quedó en el primer acto, cuando Javier se desahoga con Gonzalo y le manda a tomar viento fresco. El resto es pura fantasía de mi mente calenturienta, jajaja.
EliminarEfectivamente, cuando del ambiente laboral es tan competitivo, las relaciones humanas pueden derivar en una caza contra el más débil, en una lucha por la supervivencia, no dejando lugar para la amistad.
En la vida real y en el ambiente familiar, desgraciadamente se dan casos parecidos de brutalidad por venganza: cuando la mujer maltratada decide abandonar al marido y este le quita la vida.
Un abrazo.
Me ha gustado leerte y analizar cada momento que nos muestras dejando mi mente a gusto con lo que leo hoy saludos siempre
ResponderEliminarPues me alegra haber conseguido, con este relato, haberte dejado con un buen sabor de boca, más del que suele dejar la venganza.
EliminarSaludos.
Tus relatos son siempre atrapantes, consigues que los leamos sin despegar los ojos de la pantalla y, sobre todo me encantan porque siempre hay un trasfondo en la historia que estás narrando. Me ha parecido una reflexión muy acertada de la amistad. Muchas veces nos hacemos amigos de gente por cercanía, porque no hay otro del que echar mano o simplemente por interés. Por supuesto, no es amistad verdadera y tu relato demuestra perfectamente como las personas pueden ser llegar a ser auténticamente malvadas porque sí, o por una especie de orgullo que solo entienden ellos.
ResponderEliminarMe ha encantado, Josep, una vez más.
Te mando un fuerte abrazo y que tengas un feliz día.
Dejando de lado la fantasía del relato, es muy cierto que la amistad tiene dos caras: la verdadera y la falsa, la sincera y la de conveniencia, la generosa y la interesada. Para que alguien pueda ser llamado amigo, tiene que tener una sola cara: la primera cara. De lo contrario, como alguien dijo antes, con amigos como estos, quién necesita enemigos, jeje. De todos modos, yo me pongo del lado de Javier, pues quedó muy dolido y decepcionado por la conducta de quien creyó que era un amigo de verdad.
EliminarMe alegro, Ziortza, que esta historia te haya atrapado, aunque espero que a estas alturas ya te haya soltado, jajaja.
Un beso.
Uaaaahh, qué relato tan bueno, me ha pillado desde el principio, no podía dejar de leer. La amistad en tu relato surge muy, muy al principio, pero es tan breve lo que se ve que apenas se la puede considerar amistad. De Gonzalo hubiera esperado que, al menos, recibiera a su amigo; de Javier, que dejara atrás el pasado para ayudar a un colega en apuros. Desde luego, el final ni me lo esperaba.
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo, Josep. Un gran trabajo.
Mil besos
Pues sí, la amistad les duró más bien poco. Para que una amistad dure, hay que estar a las duras y a las maduras, como se dice coloquialmente. Ser amigo en los tiempos dulces, de Universidad y parranda, es muy fácil, pero cuando la situación se pone fea, la cosa cambia, como les ocurrió a estos dos compañeros de estudios.
EliminarJavier se lo tomó a la tremenda, pero, claro, lo había pasado muy mal y Gonzalo le había fallado cuando más le necesitaba. Lo bonito habría sido darle una lección de modos, olvidando el pasado, pero todos somos humanos y a veces reaccionamos mal. Ahora bien, la reacción de Gonzalo ante ese desaire, por otra parte, merecido, no tiene justificación.
Muchas gracias, Chari, por venir a leer este relato y dejar tu amable comentario.
Dos mil besos (no sea que te ofendas y luego te vengues, jajaja)
Quizás es llevar la venganza demasiado lejos, además, siempre he pensado que no te puedes vengar de una venganza jajaja O sea, poder se puede, pero es una rabieta!!
ResponderEliminarCreo que Gonzalo y Javier nunca fueron amigos, tanta competitividad no puede ser buena y así han acabado los pobres? Odiandose eternamente.
Un relato muy bien planteado que da qué pensar de esta sociedad!!
Un besito Josep!! :))
Solo un trastornado por la rabia y el odio puede llegar tan lejos. A Gonzalo el éxito le subió a la cabeza y se convirtió en un ser con complejo de superioridad, que no soportó que aquel amigo, a quien él había desdeñado cuando más le necesitaba, se tomara la revancha humillándolo hasta el punto da pagarle con la misma moneda. Hay quien ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
EliminarLa competencia ha acabado con la amistad de muchas personas, sobre todo cuando está en juego el éxito, aunque yo también pienso que, en estos casos, no ha existido una verdadera amistad.
Muchas gracias, María por estar ahí y dejar tu comentario.
Un beso.
No, no, solo eran amigos superficiales, eso ya se vio en su momento.
ResponderEliminarSi Javier no hizo lo que parecería más correcto, lo que sabiamente apuntas, es por mi culpa, pues he querido ceñirme hasta ese punto a lo que ocurrió de verdad entre dos supuestos amigos y que me contó un amigo (o compañero, uno ya no sabe) de ambos. A partir de ahí, la historia se complica aun más también por mi culpa, inventando un final dramático que, por fortuna, no tuvo lugar en la historia real en la que me he inspirado.
Ahora bien, en el mundo laboral he visto casos de "canibalismo" sin piedad. Por suerte, aunque en más de una ocasión me sentí acosado, nunca llegó la sangre al río.
Y aunque parezca incompatible, se puede ser buen jefe y buena persona. Doy fe. Yo mismo fui uno de ellos, jeje.
Un abrazo, Julio David.
Muy buen relato, Josep. Dos vidas que basculan en el éxito y el fracaso. La amistad, la verdadera amistad es la que nace del desinterés, la que solo busca la compañía de la otra persona sin nada más. Pero es cierto que la vida pone a prueba ello de una manera casi sádica. Y solo se puede odiar a quien antes se ha querido, y solo se puede envidiar a nuestros seres cercanos, a los que siendo como nosotros tienen, o creemos que tienen, más.
ResponderEliminarUn juego de venganza que tuvo el final que suelen tener todos estos juegos. Muy bueno. Un abrazo!!
La vida a veces nos pone en aprietos, debiendo elegir entre dos opciones, a cual más arriesgada o, por el contrario, más atractiva. Si nos pidieran elegir entre la amistad y el éxito, seguramente la mayoría se decantaría por lo segundo, pensando, equivocadamente, que la amistad es pasajera y el éxito perdurable.
EliminarLa vida también tiene muchos altibajos y es precisamente en los momentos difíciles cuando adquiere un mayor protagonismo la amistad, el apoyo incondicional de un amigo de verdad.
Muchas gracias, David, por tu valoración.
Un abrazo.
Me encanta como me atrapas y como me sorprendes con los finales :D Yo soy de las que me he quedado con la curiosidad de saber el modus operandi...pero por lo que leo en los comentarios...podría haber raíles por en medio :D jajaja . La venganza tiene mucho de arma de doble filo y de escupir para arriba... ;) y en el caso de estos colegas ha sido una venganza muy extrema... (aunque soy de las que a veces pienso que quizás todos llevamos un asesino dentro, o a un ser irracional,... solo deben darse las condiciones adecuadas, tocar los resortes, teclas correctas...tener a las cuatro de la tarde las concentraciones de adrenalina, dopamina, serotonina...un cruce de cables...y ¡¡boom!! a saber por por donde sale nuestro lado más animal).
ResponderEliminarCreo que la venganza, a la larga, es más bien agridulce, y personalmente creo que lo que tenían estos dos colegas no era amistad verdadera.
Un abrazo mi querido Josep, que paséis un buen fin de semana!
Lo que es seguro, Cristina, es que lo mató de forma que hubo testigos presenciales que lo denunciaron, ya que acabó entre rejas, jeje.
EliminarSi, la venganza tiene mucho de lo que dices, de escupir para arriba o tirar la basura en cubierta y contra el viento, jajaja. Lo que va, vuelve.
Y lo que afirmas sobre que todos llevamos dentro un asesino potencial, me da miedo solo con imaginarlo, pero a veces he pensado en algo así. Yo mismo, que soy una persona aparentemente tranquila, cordial, respetuosa y prudente, he sufrido, a lo largo de mi vida, algún episodio aislado de ira en público, por haber acabado explotando ante una situación límite e injusta, que luego he pensado que quienes lo presenciaron debieron creer que estaban ante un demente peligroso, jajaja.
Pues del mismo modo que luego me arrepentí por haberte dejado llevar por los nervios, igual me ocurriría si me hubiera vengado de alguien, por muy merecido que lo tuviera.
Un abrazo y que también disfrutes del fin de semana.
Vaya, creo que Javier y Gonzalo eran tal para cual.
ResponderEliminarUno era un bicho, el otro un rencoroso y el bicho además un asesino. Vaya par de elementos.
El resentimiento es muy mal compañero y da ideas que no llevan a nada bueno.
Has relatado muy bien la situación de los dos personajes principales y cómo la deriva de uno era opuesta a la del otro.
Genial, Josep Mª, la historia se desarrolla con ritmo e interés. El final impactante.
Un beso.
Realmente, no hubo proporcionalidad. Es como si un bofetón se devuelve cortándole la mano al agresor. Bueno, eso es lo que dicen que se les hace, o se les hacía, a los ladrones en algunos países, ¿no?
EliminarLa falta de proporcionalidad con la reacción tan violenta de Gonzalo da a entender que era incapaz de soportar un desplante por parte de alguien a quien despreció reiteradamente en el pasado, mientras que la venganza de Javier demuestra que era incapaz de perdonar esa afrenta. Realmente puede decirse que eran tal para cual, con el agravante de criminalidad para Gonzalo.
Me alegro, Paloma, que te haya gustado el relato, real hasta la mitad, ficticio hasta el final.
Un beso.
Buff vaya par. Me has hecho pensar en situaciones laborales en las que detrás de conductas totalmente inadecuadas y que no se entienden, de repente te das cuenta que hay rencillas y revanchas de tiempos pasados quizás cuando las fuerzas de poder estaban en otro orden. Creo que eso no es sano, no es bueno guardar tanto odio y recordar tantas afrentas porque no sé hasta que punto el más dañado el que siente el odio o la sed de venganzas. Mal asunto pero muy bien planteado en tu relato.
ResponderEliminarBesos
Vaya par de rencorosos, jeje. El rencor y, peor aun, el odio es malsano y también hiere a quien lo siente y practica. Las rencillas se dan en todas partes y ambientes, aunque en el laboral, la inquina que se puede sentir por alguien superior o por un compañero que te ha dejado en mal lugar o que te ha perjudicado solo con la intención de hacer méritos, es más frecuente de lo que muchos creen. Ya escribí una vez sobre la mala costumbre de buscar falsos culpables y echar la culpa a otro para ocultar la propia. Ahora bien, una situación como la que describo aquí es algo que solo puede suceder, creo yo, en la ficción. Pero como se dice que a veces la realidad supera a la ficción...
EliminarBesos.
La vida y sus vueltas,... creo que todos podríamos contar casos como el que nos relatas,... en fín el amargo sabor de la victoria!
ResponderEliminarFeliz San Juan de nuevo!
La vida es como una noria, una vez estás arriba y otra abajo. La vida laboral no es una excepción y muchas veces hay que tragarse el orgullo e intentar salir a flote como sea siempre que no sea hundiendo al de al lado.
EliminarUn abrazo.
En mi humilde opinión ninguno de los dos era trigo limpio y el comportamiento de ambos deja mucho que desear como para darle esa calificación de amistad.
ResponderEliminarNinguno ha conseguido en la vida lo único a lo que aspira el ser humano: Un poco de felicidad.
Un abrazo.
En los momentos realmente difíciles es cuando sale lo que cada uno lleva dentro. Cuando todo fluye sin problemas, todo marcha sobre ruedas, hasta las personas más malvadas se comportan como marcan los cánones de la buena convivencia, pero cuando las cosas se tuercen aparece el verdadero "yo".
EliminarEn esta historia, las dificultades por las que ha atravesado de Javier, hace que su orgullo herido se transforme en sed de venganza, y la superioridad de Gonzalo no soporta verse humillado por aquel a quien ignoró repetidamente.
Lo que está claro, como bien apuntas, es que el odio y la venganza no traen la felicidad sino la desgracia.
Un abrazo.
Creo que no fue nunca una verdadera y sincera amistad, el desenlace no me lo esperaba. Me ha encantado tu relato que, como siempre nos engancha desde el principio.
ResponderEliminarUn abrazo de Espíritu sin Nombre.
La amistad se demuestra cuando las cosas se tuercen y es el momento de echar una mano a quien lo necesita, siempre que esté dentro de nuestras posibilidades. En este caso, Gonzalo, pudiendo hacer algo por sacar del apuro a Javier, o por lo menos intentarlo, le dio la espalda. Todo habría quedado ahí, como una muestra de una falsa amistad, si Javier no hubiera aprovechado su buena racha y la caída en desgracia de Gonzalo, para tomarse la revancha.
EliminarMe alegro que esta historia, aparentemente disparatada, haya sido capaz de engancharte.
Un abrazo, Conchi.
Una amistad como esta es mejor no tenerla. Conseguir subir a la cima y hacer menosprecio a tu amigo, no creo que es ético. Se sube y se baja y nunca hay que perder la humildad. Buen relato Josep. Un abrazo.
ResponderEliminarFue esta una amistad que se rompió tan pronto como uno de los supuestos amigos ascendió de una forma tan meteórica que se les subieron los humos a la cabeza y ya no quiso saber nada de su amigo "fracasado". Los dos perdieron los papeles, desde luego, pero Gonzalo fue el ejecutor de la venganza más cruel.
EliminarMuchas gracias, Mamen, por dejar tu comentario.
UN abrazo.