Lo sucedido
a mi buen amigo Jaime es lo más inaudito que uno puede imaginar. ¡¿Pues no se
cree un resucitado?! Todo empezó con una serie de dejà vu. Siempre había creído en la reencarnación como una
posibilidad, pero esas experiencias, cada vez más frecuentes, le acabaron
convenciendo de que lo que experimentaba eran recuerdos de otra vida.
Todos
hemos tenido esa sensación de haber visto o vivido algo con anterioridad. De
pronto, algo, ya sea un lugar, una situación, una conversación o unas simples
palabras, te resulta muy familiar, pero nunca lo he achacado a una existencia
anterior. Yo no creo ni dejo de creer en la reencarnación, pero en lo que no
puedo creer es en la resurrección. Él sí.
Jaime aseguraba
que había muerto y que, tras un tiempo que no podía cuantificar con exactitud,
había vuelto a la vida. Ese periodo en el que, según él, había estado muerto,
coincidió con su desaparición temporal en Brasil, país al que viajó para
participar en una acción reivindicativa de una ONG en defensa de la Amazonia. Se
le perdió la pista durante unos días. Nadie supo decir dónde estaba. Cuando concluyó
su misión, se despidió de sus compañeros diciendo que se tomaba unos días libres.
Al volver a España, no parecía el mismo, de eso doy fe. Cuando fui a recogerle
al aeropuerto casi no le reconocí, de tan demacrado como estaba. Al momento lo
achaqué al agotamiento físico, pero con el tiempo sospeché que algo raro le
ocurría. Pero de ahí a que, según me confesó más tarde, hubiera muerto y
resucitado, había un largo e increíble trecho.
Esa obsesión
─pues solo así podría calificarse─ nació a resultas de una película, cuyo título
no recuerdo pero que sin duda era de esas de serie B, que tanto le gustaban, en
la que el protagonista era capturado por unos indígenas salvajes mientras
exploraba tierras inhóspitas. Estos, creyendo que el intruso quería apoderarse
de sus tesoros, celosamente guardados, era torturado para que revelara sus
verdaderas intenciones, y finalmente abandonado a su suerte. Tras una muerte
lenta, volvía milagrosamente a la vida y con poderes sobrehumanos, para acabar
siendo idolatrado por aquellos que lo habían sometido a tormento.
Tras
visionar esa bazofia, creyó que eso era lo que también le había ocurrido a él
en Brasil. Algunas de las escenas que se desarrollaban en la película las
sintió como un dejà vu, lo que se
debía, con toda seguridad, a que había sufrido las mismas penalidades que su
protagonista. Además, las pesadillas nocturnas que le asaltaban desde entonces
estaban impregnadas de espanto y dolor.
Me
contó que, durante los días libres que se tomó antes de su regreso, había
alquilado un todoterreno con el que se había adentrado en una zona poco explorada,
desoyendo las advertencias del encargado de la empresa de alquiler. Cuando
devolvió el vehículo, aquel le recriminó haber tardado tres días más de lo
acordado, por lo que tuvo que abonar una cantidad extra por cada día de demora.
No supo ni pudo explicar lo ocurrido durante esos tres días, salvo que había
sufrido una mordedura de una serpiente. Pero ello no justificaba que hubiera
perdido el conocimiento y la memoria durante tanto tiempo. Según él, estando
inconsciente, había sido apresado por indígenas de alguna tribu aislada, y
sometido a actos y rituales salvajes que acabaron con su vida y luego, al igual
que el explorador de la película que tanto le había impactado, lo abandonaron
para que fuera devorado por uno de los grandes depredadores, como el jaguar, que habitan en la selva amazónica. Solo Dios había
podido obrar el milagro de devolverle a la vida.
En
contra de su descabellada teoría, esgrimí que no tenía ningún rastro de heridas
corporales, pero él alegó que estas debían haber sanado al resucitar.
No
había forma de hacerle cambiar de idea y cada vez se le veía más y más
convencido de que era un resucitado. Siempre que hablábamos del tema, que era un
día sí y el otro también, sacaba a colación pasajes del Nuevo Testamento y los
milagros de Jesús. Y, por supuesto, la resurrección de Lázaro era el ejemplo
recurrente.
Yo
estaba cada vez más preocupado y él más obsesionado. Llegué a darle la razón,
como a un loco al que se pretende tranquilizar, pero ello no hizo efecto
alguno. Ni siquiera pudo volver a llevar una vida normal. Dejó el trabajo y se
propuso compartir con el mundo entero su experiencia para que creyeran que
había sido objeto de un milagro. Los milagros existían y él era un testimonio
vivo. Lo único que le preocupaba era que no recordaba nada del periodo que pasó
en las tinieblas, de esos tres días en que estuvo muerto. Si alguien le
preguntaba qué había al otro lado, no sabría qué responder y su credibilidad se
vería seriamente dañada. Y eso no podía permitirlo. Algo tenía que hacer al
respecto. Y ese algo pasaba por volver a morir y resucitar, pues si Dios le
había devuelto a la vida, lo haría de nuevo para que pudiera dar testimonio de
su poder.
Sus
dos hermanos ─uno de ellos sacerdote─ y yo intentamos buscar una solución que,
inevitablemete, pasaba por ser sometido a un examen psiquiátrico. No solo se
negó rotundamente, como era de esperar, sino que nos amenazó con denunciarnos
por acoso y, si era necesario, con agredirnos si le poníamos una mano encima.
Desde entonces, no quería ver a nadie. Pasaron semanas sin que supiéramos nada
de él hasta que recibí un correo electrónico anunciándome que ya tenía todo
preparado para suicidarse, y que iba a hacerlo esa misma noche. Me pedía que,
si era realmente su amigo, fuera a su piso a partir de las diez para que
pudiera comprobar que su cuerpo yacía sin vida en el sofá. Así, cuando más
tarde resucitara, podría dar fe del milagro. Para que pudiera acceder a su vivienda,
dejaría la llave bajo el felpudo. Me pedía que custodiara su cuerpo todo el
tiempo que hiciera falta, quedándome en su apartamento hasta que, como hicieran
dos mil años atrás los discípulos de Jesús de Nazaret, viera con mis propios
ojos su cuerpo resucitado. Y, por supuesto, tenía que grabarlo.
No me
quedó más remedio que acudir a esa cita macabra. Si Jaime quería quitarse la
vida, no podía impedíserlo a menos que le sorprendiera en el momento en que
dejaba la llave bajo el felpudo. Si le pillaba in fraganti, todavía tendría una posibilidad para evitar el fatal
desenlace. Si me echaba de allí violentamente, me marcharía, pero llamaría a
emergencias para que acudieran de inmediato.
Me
presenté, pues, en el rellano de su piso mucho antes de las diez, comprobé que
la llave no estaba donde mi amigo dijo que la dejaría y esperé pacientemente a
que abriera la puerta para actuar. De lo que ocurriera allí dependería su
futuro. Lo más probable era que lo declararan incapacitado mentalmente y lo
recluyeran en un centro psiquiátrico. Pero mejor esto que la muerte, pensé por
un momento, pero durante el tiempo que tuve para recapacitar mientras esperaba,
esa creencia iba perdiendo peso. En su caso, yo preferiría estar muerto de
verdad que muerto en vida encerrado en un manicomio donde, con toda probabilidad,
acabaría mis días más loco de lo que estaba cuando ingresé.
A las
diez, la puerta se abrió y apareció Jaime, pálido como un cadáver,
tambaleándose y con una llave en la mano, que cayó a sus pies la a la vez que él
se desplomaba como un muñeco de trapo. Era evidente que ya estaba surgiendo
efecto lo que se hubiera tomado. Arrastré su cuerpo hasta el sofá del comedor donde
intenté infructuosamente reanimarlo. Llamé, como había previsto, a emergencias.
Al cabo de quince minutos, el apartamento de Jaime estaba ocupado por miembros
de la policía local y de la ambulancia medicalizada.
Nada
pudo hacerse para reanimar a mi amigo. La autopsia y el examen toxicológico
revelaría el motivo de la muerte, pero una caja vacía de un conocido ansiolítico
y una botella whisky delataban la posible causa. Lo extraño era la rapidez con
que se había producido el fallecimiento, sin dar tiempo a practicarle un lavado
gástrico. ¿Quizá esperó hasta el último momento para acudir a la puerta sospechando
que yo habría tramado algo para disuadirle?
Cuando
todo el mundo se había marchado y me quedé a solas en el apartamento de mi
amigo fallecido, sentí una terrible impotencia. ¿Qué hice mal? ¿Pude haber
obrado de otro modo para evitar ese final? Pero lo más importante de todo era
saber qué había originado toda esa locura. Llamé a sus hermanos para darles la
terrible noticia y al poco los tenía conmigo, sentados a mi lado sin
saber qué decir. Uno de ellos estaba convencido que su hermano había contraído
una rara enfermedad, mientras que el otro, el sacerdote, alegó que todo era el
resultado de una locura repentina. Jaime siempre había sido un poco raro ─afirmó─,
siempre con ideas extravagantes. Quizá lo que todo el mundo había considerado
una personalidad singular, no era otra cosa que un desequilibrio mental que
había aflorado en la edad adulta.
Jaime tenía,
efectivamente, sus rarezas y era muy influenciable e imaginativo. Siempre había
tenido un don especial para inventar historias. Nos conocíamos desde niños y le
encantaba contar aventuras intentando hacerme creer que eran ciertas. Pero aquello
era mucho más que una historia inventada. ¿Qué le había ocurrido en realidad
para acabar de ese modo?
Lo
único que tenía claro era que Jaime había sufrido una mordedura de una serpiente
en la selva amazónica durante un alto en el camino para descansar y tomar un
refrigerio. Aunque lo intentó, le fue imposible dar caza al animal pues reptó
rápidamente hacia la espesura. Debió perder el conocimiento casi al instante. Todo
indicaba que no volvió en sí hasta al cabo de unos días. Cuando describió la
serpiente en la empresa de alquiler de vehículos, le dijeron que podía tratarse
de una especie venenosa del género yararaca
y que sin un antídoto a mano su mordedura era mortal. Era un milagro que
estuviera vivo. Nadie había sobrevivido a su mordedura sin recibir tratamiento.
Había vuelto a nacer.
Lo
primero que me vino a la cabeza fue que, sabiendo lo que le había ocurrido a
Jaime, cómo pudieron exigirle una cantidad adicional por haber tardado tres
días más en devolver el coche. La mente tiene, a veces, unas reacciones extrañas:
mi amigo muerto y yo cavilando sobre el comportamiento humano. Aunque, puestos
a evaluar comportamientos irracionales, mucho más lo era el de Jaime al creer
que, por haber quedado inconsciente por un tiempo a resultas de una ponzoñosa mordedura
de un ofidio, había muerto y resucitado.
Me fui
a casa dándole vueltas y más vueltas a lo que debió realmente ocurrirle a mi
amigo para estar desaparecido durante tres días sin poder dar una explicación verosímil,
pues esas pesadillas que él interpretó como recuerdos solo eran fruto de un
estrés postraumático. ¿Cómo una mordedura de una serpiente, por muy venenosa
que fuera, podía dejar a un ser humano inconsciente durante varios días y no
dejar ninguna otra lesión o secuela propia de una intoxicación por el veneno?
Estuve
casi todo un día buscando información sobre los efectos de las mordeduras de
serpientes venenosas. Nada describía la posibilidad de una muerte clínica pero
sí hallé un artículo que trataba de las propiedades de algunas toxinas neurotóxicas
de origen animal, como el veneno de la cobra y otras serpientes, que pueden
llegar a producir alucinaciones y sensaciones extrañas. Eso explicaría los
falsos recuerdos del maltrato recibido por unos indígenas y todas esas sensaciones
de miedo y dolor que le asaltaban durante el sueño. Lo que resultaba realmente extraordinario
era cómo todo ello le había llevado a creer que había muerto y vuelto a la
vida de forma milagrosa. Quizá la neurotoxina de esa serpiente era tan potente que
le había dañado el cerebro de tal forma que había perdido la cordura.
A
media tarde del día siguiente, casi tres días después del supuesto suicidio,
llamé al anatómico forense para interesarme por los resultados del estudio
toxicológico. La mujer que me atendió me dijo que los resultados de este tipo
de análisis tardaban mucho en recibirse, pues se llevaban a cabo en un centro
de Madrid. No obstante, ante mi insistencia, accedió a consultarlo con el
forense que llevaba el caso y que debía practicarle la autopsia. Tras
mantenerme a la espera un largo tiempo, una voz de hombre atendió mi llamada.
─¿Oiga?
─Sí,
dígame ─respondí intrigado.
─Soy
el doctor Muriel, el médico forense. ¿Es usted de la familia?
─Sí,
sí, soy uno de sus hermanos ─mentí.
─Lo que tengo que decirle es algo… insólito. ─parecía
dubitativo, como quien no sabe cómo dar una mala notica─. El caso es que su
hermano no estaba muerto.
─¿Qué
no estaba muerto? Pero ¿qué dice?
─Creemos
que sufrió un episodio de catalepsia. Es la primera vez que me encuentro ante
un caso así. Los hay, pero son extraordinariamente raros. ¿No le había ocurrido
anteriormente?
─Pues
no, que yo sepa ─no podía creer lo que estaba oyendo.
─Quizá
nunca se le había manifestado y la mezcla de benzodiazepina y alcohol exacerbó
un trastorno cerebral hasta ahora latente. No hay otra explicación.
Afortunadamente despertó poco antes de practicarle la autopsia. ¡Imagínese si
no llega a suceder!
******
Él
sigue convencido de que ha vuelto a resucitar. Los psiquiatras no se ponen de
acuerdo con el diagnóstico, pues no hay evidencia de esquizofrenia ni de
psicosis. Los exhaustivos exámenes neurológicos a los que fue sometido no
revelaron ninguna alteración que pudiera hacerle propenso a sufrir catalepsia. De
haber sido catalepsia lo que le había sucedido, a su edad resultaba muy extraño
que no hubiera tenido ningún otro episodio con anterioridad. Los análisis de
laboratorio confirmaron la presencia de elevados niveles de alprazolam y de
alcohol en sangre, pero, de haber sido los responsables de la muerte clínica que sufrió, nada justificaba su posterior reanimación espontánea.
No
pudimos evitar lo que su empecinamiento provocó. Ni los antipsicóticos más
potentes combinados con psicoterapia han logrado sacarle de la cabeza la idea
de que ha resucitado dos veces. Lo único que nos consuela es que está en el
mejor centro psiquiátrico del país.
Yo
sigo preguntándome qué le ocurrió realmente en Brasil. ¿Fue una mordedura de
serpiente lo que causó esa pérdida de consciencia y de memoria o tal vez un
primer episodio de catalepsia? ¿Qué le ha hecho perder la cabeza de este modo? Quién
sabe. Cada vez lo visito con menos frecuencia, pues siempre me pide que lo
saque de allí pues insiste en que no está loco. A veces se comporta violentamente
y me acusa de ser un mal amigo, un traidor. Entonces se lo llevan y le ponen una
camisa de fuerza para que no se autolesione en la celda. Me da pena, pero no
puedo hacer nada por él.
Su hermano sacerdote, que sí
cree en los milagros, afirma que lo sucedido a Jaime es simplemente fruto de su
mente enferma. Yo no sé qué pensar.
Menudo relato uf, es muy muy fuerte, no se me ocurre otra palabra. Es impactante y tiene en tensión desde el principio hasta el final.
ResponderEliminarY desde luego yo no creo ni en la resurrección ni en la reencarnación. Si que una prima de mi madre ha soñado durante su cáncer, por los efectos de la morfina imagino, con según ella un sitio muy bonito donde estaban sus padres y sus seres queridos, en fin no se, pero desde luego siempre lo que concierne al tema de la muerte siempre conlleva un montón de preguntas.
Un abrazo Josep y buena semana.
Yo también creo que esa experiencia que los que han estado clínicamente muertos por unos minutos cuentan de la luz al final de túnel y haber visto a sus seres queridos esperándoles no es más que una especie de alucinación provocada por el subconsciente y un cerebro cuyas neuronas funcionan en plan desbocado. Pero ¿quién soy yo para explicar algo que no ha experimentado y que nadie ha sabido demostrar fehacientemente? Cada uno cree en lo que quiere creer o no cree en lo que no se puede demostrar. No seré yo quien les contradiga.
EliminarPor otro lado, la línea que separa la lucidez de la paranoia es muy delgada.
Muchas gracias, Tere, por tus comentarios.
Un abrazo y bien fin de semana.
Pues yo tampoco sé que pensar, y por qué le metieron en un psiquiátrico, pues si era catalepsia no es para ello... pero claro bajo su insistencia así actuaron, ¡ay pobre!, :)))
ResponderEliminarBueno es una historia fantástica que me ha tenido absorbida hasta el final.
Lo que si que no creo es en la reencarnación, pues menudo rollo tener que vivir otra vida sin ser tú, jajaja.
Me encantó Josep, ha sido estupendo enfrascarme en esta lectura.
Un abrazo.
Hola, Elda. Cuando uno se resiente de algo y no hay médico que pueda aclararle lo que le ocurre, se suele achacar a los nervios. Un dolor crónico sin causa aparente... es de origen nervioso. Unos dolores de cabeza que no revelan ningún daño cerebral... es culpa de los nervios. Una pérdida de peso injustificada... es algo psicosomático. Y es que la mente nos juega a veces muchas malas pasadas. Yo mismo he sido objeto de algún cuadro clínico con un componente nervioso. La ansiedad, por ejemplo, puede desencadenar molestias físicas. Y si no se halla la causa tiene mal pronóstico.
EliminarAl pobre Jaime no supieron diagnosticarle nada en concreto. Lo de la catalepsia era una simple conjetura al no hallar una explicación a su "resurrección".
Yo tampoco creo en la reencarnación, así que si alguien me asegurara que ha vuelto a nacer o que ha resucitado le tomaría por loco o bien creería que me quier tomar el pelo. A Jaime le aplicaron la primera suposición, jeje.
Me alegro que esta pequeña locura (quizá yo tampoco esté del todo cuerdo, jajaja) te haya gustado.
Un abrazo.
Pobre Jaime. Yo me inclino por la resurrección. O la catalepsia, también podría ser, pero como Elda, tampoco entiendo que terminara el pobre en un psiquiátrico. Loco, loco, no lo veo. Solo un poco confuso en su tozudez, pero con esas experiencias tampoco me extraña.
ResponderEliminarBuen relato.
Un beso.
A lo largo de la historia se han considerado locos a muchos hombres de ciencia que se empecinaban en afirmaar algo totalmente increíble para sus coetáneos, jeje. Viajar en el tiempo ha sido otra de las obsesiones de algunos visionarios y hasta ahora no ha sido posible. Si alguien nos asegurara que lo ha logrado, o alguien asegurara que ha vivido una vida anterior y que incluso recuerda quien fue, ¿qué pensaríamos? Las explicaciones de Jaime no parecen tener una base consistente, aunque nadie sepa hallar una explicación a lo que le ocurre y a lo que, según él, le ha ocurrido. No me imagino que habría sido de él si hubiera ido por el mundo contando que es un resucitado y predicando la palabra de Dios presentándose como un elegido. Lo más probable es que le hubieran considerado un loco de atar. Así que lo más probable es que hubiera terminado en el mismo lugar, pero ahorrándole el escarnio público, jeje.
EliminarSi por tozudez encerraran a la gente en un manicomio, estos centros estarían a rebosar, jajaja.
Un abrazo, Rosa.
Que relato más intenso compañero, en ascuas todo el tiempo con el Sr zombie o medio zombie o medio loco. Esos flash back con los nativos, el recuerdo del dolor...yo voto por la serpiente... ya se sabe la mala reputación que tienen desde el comienzo de los tiempos. Que le repitan las analíticas por si acaso, y que busquen al Doctor House.
ResponderEliminarYo no creo en la resurrección pero sí en la reencarnación :D nos reencarnamos en gusanitos, escarabajitos, en árbol, ...en paisaje...en polvo... en copépodos si nos incineran y echan nuestras cenizas al mar, ... en la naturaleza nada se desperdicia ;) en ella está todo muy bien estudiado... llámalo reencarnación o reutilización o incluso reciclaje ;)
Muchas gracias Josep por la tensión que siempre me haces pasar :) fantástico relato. Un abrazo enorme y buen comienzo de semana!
Jajaja. Seguro que el De. House hallaría la causa de sus males o de su enajenación. Lo que no descubriera ese tipo... Lástima su mal carácter. Yo creo que también tenía un tornillo suelto, jajaja.
EliminarLo del reciclaje está clarísimo. Si nos marcaran con isótopos radiactivos, al cabo de muuuchos años todavía hallarían algunas de nuestras moléculas por ahí y por allá, esparcidas por todas partes, en una hoja de árbol, en una medusa o en una caca de vaca, jajaja.
Y en cuanto a la mente, muchos son los genios que nos han parecido locos. O quizá se hacían los locos. Y si no, ahí tuvimos a Salvador Dalí y sus extravagancias, jeje.
Muchas gracias, Cristina, por pasarte por este rincón y leer esta historia un tanto esquizofrénica, jajaja.
Un abrazo.
Ay qué miedo por Jaime!! Esta vez le ha ido de poco, pero que te den por muerto cuando no lo estás...y tampoco debe de ser agradable que te tomen por loco!!
ResponderEliminarUn relato muy intenso Josep, no podía dejar de leer!!!
Un besito!! :))
Muerto o loco, no sé lo que es peor, María, jajaja.
EliminarPor otra parte, no saber lo que le ha ocurrido a uno debe ser desesperante. No me extraña la actitud de Jaime. Me gustaría, por él, que algún dia se aclarara la verdad, jajaja.
Un beso.
En un pueblo de Huesca había un señor al que llamaban "el muerto", porque había pasado por un estado de catalepsia. Afortunadamente "resucitó" a tiempo.
ResponderEliminarInteresante relato.
Un abrazo.
Bueno, la catalepsia llegó a atemorizar a mucha gente, de ahí que se impusiera un tiempo de velatorio para asegurarse que el difunto estaba muerto y bien muerto.
EliminarEl año pasado sucedió en una población barcelonesa un caso parecido. El difunto "despertó" cuando se disponían a llevarlo al tanatorio. Lo habían declarado muerto sin estarlo. A los pocos días falleció de verdad. Aquello debió ser un preaviso.
Un abrazo.
Pues yo creo, aunque me de miedo reconocerlo, que el pobre amigo va puede ser un resucitado. Como bien explica el protagonista lo de la mordedura de serpiente y el tema de la catalepsia no son muy verosímiles en su caso, y hasta yo creo que a él mismo le corroen las dudas y la mala conciencia de tener a su amigo en un psiquiátrico.
ResponderEliminarEspléndida, Josep, sobre todo la manera de llevar no ya el suspense, sino la intensidad de una historia que resulta más inquietante por quedar en el aire.
Me ha encantado, un fuerte abrazo.
Que hay personas a las que se les ha dado por muertas es bien cierto, y al volver en sí cuentan haber sufrido una serie de visiones, haber visto su cuerpo desde lo alto de la habitación o haber oído perfectamente lo que decían los médicos mientras le daban por muerto. Nunca he sabido qué creer sobre eso, pero en todo caso no se trata de verdaderas resurecciones. Pero quién sabe, quizá las resurrecciones son como las meigas, jeje.
EliminarMe alegro que esta disparatada historia te haya gustado.
UN abrazo, Ziortza.
Ha sido toda una experiencia literaria la que has planteado.
ResponderEliminarCreo sinceramente que lo de crear tensión se te da bastante bien a la hora de narrar una historia. Pobre protagonista que no es creído por su mejor amigo, creo que algo de verosimilitud tiene que haber en algunos de los hechos acaecidos en la selva ¡Queda tanto por descubrir todavía! A parte de que la mente humana tiene muchos misterios inescrutables todavía.
Nos has dejado un final abierto a la especulación.
A ver si el Sábado nos vemos en la quedada compañero.
Un abrazo.
Bien cierto, amigo Francisco. Todavía hay muchos enigmas por descubrir o por explicar, tanto en cuestiones físicas como psicológicas. Por otra parte, el poder de la sugestión es enorme y el cerebro es todavía un perfecto desconocido.
EliminarEspero que el sábado podamos vernos y charlar más de la vida que de la muerte, jajaja.
Un abrazo.
Muy interesante historia. Si me permite la opinión, da para bastante más.Tal vez una pequeña novela. Y ya puestos, si me permite el consejo: dedíquele el tiempo que se merece, hágala crecer, dele brillo. Y será una historia difícil de olvidar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Supongo que esta historia podría dar pie a un relato mucho más largo e incluso para una novela corta, pero este ya es un reto que siempre se me ha antojado complicado. Escribir una novela requiere, a mi juicio, de una mayor habilidad para mantener al lector atrapado a lo largo de todo el relato. De todos modos, muchas gracias por tu opinión. No es la primera, ni será la última, vez que me planteo esa posibilidad. Quizá algún día acabe dando el paso.
EliminarSaludos y gracias por pasarte por aquí y dejar tu amable comentario.
Hola Josep, no me dirás qué no es una historia de misterio digna de Cuarto Milenio. Hay muchos elementos para el debate, y para el cuestionamiento sobre hechos tan difiles de tratar como la resurrección, o la delgada línea entre la cordura y la locura. Pero narrativamente lo mejor es que consigues enganchar al lector y crear interés en llegar hasta el final. Por eso pienso que no hay relatos cortos o largos, sencillamente hay relatos insignificantes o buenos como este. Me adhiero a algún comentario que te piden que al menos te pienses convertir está historia en una novela, y si introduces algún elemento de ciencia ficción sería un disfrute para un marciano como yo.
ResponderEliminarUn gusto leerte y aprender a través de tus letras. Un gran abrazo.
Hola, Miguel. Bueno, pues no te lo voy a negar, ya que en Cuarto Milenio se dicen cosas todavía más disparatadas, jajaja.
EliminarTe agradezco tu comentario tan halagador. Las críticas positivas siempre vienen bien, pero sobre todo en casos, como este, en los que uno no está totalmente seguro de haber dado en el clavo y haber logrado atrapar al lector. Si lo he conseguido me doy por satisfecho.
Como decía en mi respuesta anterior, escribir una novela son palabras mayores. Llevo pensado en ello mucho tiempo, incluso empecé una, pero me quedé en los inicios. Quizá fue una especie de pánico escénico anticipado, jeje.
Tomando el hilo de la última entrada de David Rubio en "Relatos en su tinta", si alguna vez me atrevo con este reto, tendré que dedicarme a fondo a diseñar toda la estructura de la obra y dejar bien poco a la improvisación. En el curso de escritura que seguí nos enseñaron a hacer un boceto de una novela y ello implica un laborioso trabajo de preparación y, según el tema, de investigación. No descarto hacerlo algún día, pero tendría que ser sobre un tema más real o menos dado a la invención. Un relato breve puede sostenerse más fácilmente con pura fantasía, pero una novela del género fantástico tiene que estar muy bien diseñada para que no rechine y acabe resultando un bodrio, jajaja.
Muchas gracias, compañero, por tu tiempo y por tu consejo.
Un abrazo.
Hola Josep Maria,
ResponderEliminarQué tenebroso. Pues yo si lo creo, el pobre decía la verdad desde el principio y nadie quiso creerlo, mira por lo que tuvo que pasar para demostrarlo. Eso sí, la historia da mucho miedo. Me has mantenido enganchada al relato, expectante para saber que iba a pasar.
Un beso.
Hola, Irene,
EliminarCuando se trata de asuntos o experiencias personales indemostrables, todo queda a la libre interpretación de cada cual. Quien ha vivido una experiencia, digamos, mística o paranormal, cree verdaderamente en lo que ha visto y oído, pero el receptor de la explicación seguramente se mostrará incrédulo, a menos que el, o ella, haya pasado por la misma experiencia. El tema de los ovnis sería un buen ejemplo. Yo sé de dos personas que afirman haber visto un ovni, y de cerca. Nunca me he atrevido a contradecirles, son personas serias y para nada me tomarían el pelo. No obstante, yo me reservo mi opinión al respecto. Lo mismo puede aplicarse a esta historia "extra ordinaria". ¿Quién tendrá razón?
Me alegro haberte mantenido enganchada, pues eso significa que te lo has pasado bien, que es lo que cuenta.
Un beso.
Pobre, qué triste que acabara ne un psiquiátrico, los médicos deberían ponerse de su parte porque todos lo vieron resucitar.
ResponderEliminarUn abrazo y me ha gustado mucho.
La incredulidad humana es, a veces, extrema. Si nos atenemos al Nuevo Testamento, Tomás, uno de los discípulos de Jesús, tuvo que poner su dedo en la herida del costado del cuerpo resucitado para creer que era él. Esta no es más que una historia (independientemente de que uno sea creyente o no) que ha dado lugar a la famosa frase "si no lo veo, no lo creo". El médico forense lo vio volver a la vida, pero antes de creer en un don sobrenatural, prefirió la explicación científica de la catalepsia.
Eliminar¿Qué le ocurrió de veras a Jaime? Nunca se sabrá, pues estando recluido en un psiquiátrico, la opinión de un demente no tiene ningún valor.
Me alegro que, a pesar del injusto final para el protagonista, te haya gustado la historia.
Un abrazo, Gemma.
Donde la fantasía encuentra un campo abonado para hacerla crecer es precisamente en la literatura. Escribir una historia aparentemente irreal tiene mucha mayor aceptación que contarla de viva voz; en el primer caso te considerarán un imaginativo y en el segundo un lunático, jeje.
ResponderEliminarEn una famosa serie americana para la televisión sobre el tema de los ovnis, "Expediente X", el lema utilizado era "la verdad está ahí fuera". Yo todavía no sé dónde está la verdad, si fuera o dentro de nosotros.
Un abrazo.
Mi mente analítica no cree en resurrecciones, pero í cree en la cantidad de sustancias tóxicas y no tóxicas que se esconden en la selva amazónica, en sus animales y sus plantas, así que vaya usted a saber qué le paso a ese pobre hombre.
ResponderEliminar¿No se habría fumado algo? Esa puede ser otra posibilidad, algunas drogas dejan la mente en encefalograma plano y el susodicho piensa cosas raras.
Un relato con final abierto y muy bien documentado. Enhorabuena.
Un abrazo.
Vete tú a saber lo que hizo, o le hicieron, en la selva. Quizá sí fue hecho prisionero por unos indígenas que le dieron alguna pócima alucinógena como la Ayahuasca. O quizá fueron unos hippies que de dieron a probar LSD, jajaja.
EliminarEl pobre infeliz debió ser más prudente y no solo quedándose en zona segura y civilizada sino guardándose para sí la experiencia que había creído vivir. Ya se sabe que a boca cerrada no entran moscas, y que por la boca muere el pez, jeje.
Un abrazo, Paloma.
Pobrecillo, nunca sabremos a qué se debieron esas "resurrecciones" pero ya sea catalepsia, o un efecto de la mordedura de la serpiente, el desenlace es fatal para tu protagonista. Yo preferiría no haber "resucitado" jamás antes de acabar en un psiquiátrico.
ResponderEliminarUn relato excelente, lleno de intriga, de los que te hacen pensar.
Un beso enorme, Josep
Podríamos sacar de esta historia otra conclusión: que quien se empecina en defender algo contra la creencia ajena o contra los intereses de la mayoría, tiene los días contados, jajaja.
EliminarMuchas gracias, Chari, por tu comentario.
Un beso.
Buen relato Josep Ma, a saber qué le pasó en esa selva y sobre todo que se creyó, fuera lo que fuese desde luego no le ha ayudado a tener una buena vida y cuántos cuerdos acabaron en los psiquiátricos y cuantos locos y sin diagnosticar andan sueltos. Un relato que no te deja indiferente.
ResponderEliminarEsa catalepsia siempre me produce terror supongo que son muchas películas de miedo en la adolescencia en las que enterraban a personas en ese estado que se despertaban una vez enterradas.
Besos
Mi abuela solía decir que los había más fuera que dentro (se refería a locos, por supuesto). Se puede estar loco por diversos motivos, el más romántico es por amor, jeje, pero esto ya no se lleva.
EliminarIndependientemente de que Jaime hubiera contraído una enfermedad física o mental, lo que le llevó a acabar con sus huesos en un psiquiátrico fue su insistencia en defender algo increíble para el resto de mortales. Como le decía a Chari, lo peor que le puede suceder a alguien es enfrentarse a una gran mayoría de personas que creen todo lo contrario.
En cuanto a la catalepsia, algo que parece más propio de la antigüedad y que ha propiciado algunos relatos de terror, mi suegro solía decir (en broma) que le enterraran con un pico y una pala, por si acaso, jajaja.
Un beso.
Jo, Josep, ¡cómo me gustan estas historias! Ese aroma a relato pulp, a una historia de la cripta, la dimensión desconocida... Fantástico todo él, pero genial ese final abierto a la interpretación de cada cual que engrandece la historia. A veces se producen casualidades, hechos inconexos pero simultáneos que nos hacen dudar de la relación de la causa y efecto.
ResponderEliminarPara disfrutarlo, Josep. Un fuerte abrazo!!
En temas paranormales, extrasensoriales, sobrenaturales o como quieran llamarlos, cada uno es libre de creer lo que desee. Es por ello que he preferido dejar el final a la libre interpretación de cada cual. Ni yo mismo sabría hallar una explicación coherente a lo sucedido, jeje.
EliminarMuchas gracias, David, por tu valoración.
Otro fuerte abrazo.
Me pasa como a tu narrador: no se que pensar. Hay cosas difíciles de explicar que nos rodean continuamente y nos sorprenden cuando menos lo esperamos. De todas formas, meterlo en un psiquiatrico por eso lo veo excesivo... Imagínate lo que habrían hecho con Jesus (en el caso de que hubiera existido realmente) en nuestra época!!
ResponderEliminarBuen relato Josep.
Un abrazo.
Hay cosas que son cuestión de fe, diría yo, o se creen o no se creen. El no saber qué creer provoca en mucha gente una sensación de angustia o de impotencia. Y quien solo cree en lo palpable y demostrable, considera que lo inexplicable es fruto de la invención, de la superstición o de la ausencia de conocimientos suficientes. Al pobre Jaime, con su obsesión, podrían, a lo sumo, haberle sometido a un tratamiento, pero, conociéndole, no se lo habría tomado, jeje. Su encierro de por vida es evidentemente injusto pues no era una persona peligrosa. Pero la mente de quien ideó la trama sí, jajaja.
EliminarY en cuanto a Jesús, si los autores de los evangelios ya dejaron constancia de la incredulidad de más de uno en su resurrección (y eso en una época de una gran incultura), imagínate hoy en día. O estaría en prisión preventiva por su peligrosidad para movilizar a las masas y haber ocasionado disturbios cuando atacó y echó a patadas a los mercaderes del templo, o en un módulo psiquiátrico de una cárcel, jajaja.
Muchas gracias, David, por tu lectura y comentarios.
Un abrazo.
Buenas tardes , Josep MªPanades , comentando en el blog de espíritu sin nombre , cuando ya me disponía a marcharme , vi el titular de su entrada y por curiosidad entre a ver su blog , y leí muy atentamente la entrada , y la verdad es que según lo que aquí usted a contado , es digno de ser un muy buen guión de una película de aventuras y exorcismos , la verdad es que me he quedado muy sorprendida , ya que si es un relato de ficción ya le digo que es muy bueno , pero si por el contrario es una historia real , sera la bomba por que su amigo seria la encarnación de Jesucristo , y esto me hace pensar en que la historia se repite pero con la diferencia de que aquí en este tiempo al pobre Jaime no lo han crucificado en la cruz.
ResponderEliminarSin duda , tiene usted un blog muy interesante , le deseo una feliz tarde Saludos de Flor.
Muchas gracias, Flor, por haberte acercado a leerme y por haber dejado este amable comentario.
ResponderEliminarPuedo asegurarte que, como la gran mayoría de mis relatos, este es pura ficción, una invención salida de mi mente. Aunque haya escrito otros relatos inspirados en hechos reales -con inspirados me refiero a que me han dado la idea que luego he desarrollado transformada en ficción- este no es el caso. Hacía tiempo que no escribía nada paranormal o fantástico y un buen día surgió de repente esta historia.
De haber sido un hecho real, ignoro cuál hubiera sido el final de Jaime. Desde luego no lo habrían crucificado, pero no creo que saliera muy bien parado. La incomprensión puede llegar a ser muy cruel.
Saludos.
Buenos días Josep , me alegra saber que ahora que me lo has explicado me quedo más tranquila , ya que la verdad es que soy un poco sufridora , ante historias que bien podrían ser ciertas y la verdad es que se te queda un poco de mal cuerpo saber que es una historia Real , pero como tú buen dices , este es una historia de ficción , te deseo una feliz mañana saludos de flor.
EliminarPd ; Con tu permiso me quedo en tu blog como una seguidora más.
Por supuesto. Serás bienvenida siempre que desees pasarte por aquí.
EliminarUn abrazo.