Dos amigos, que llevaban mucho
tiempo sin verse, se encuentran casualmente en el Starbucks que hay enfrente
del edificio de oficinas en el que ambos trabajan. Mientras charlan, uno de
ellos no deja de mirar su móvil. El otro, intrigado, le comenta:
─¿Estás esperando que te entre
algo importante?
─¿Por qué lo dices?
─Como veo que no paras de
mirar el móvil…
─Es la costumbre. Uno acaba
dependiendo un poco de estos cacharros. Mi mujer se empeña en que soy un adicto.
¿Tú crees? Todo porque, según dice, estoy muy pegado al móvil. Pero qué quiere,
si lo necesito para trabajar.
─Ah, ¿ahora practicas el
teletrabajo?
─Bueno, no exactamente. Quiero
decir que a veces hago algunas gestiones por teléfono. Ya sabes, tenemos que
estar constantemente conectados.
─¿Gestiones? ¿Qué tipo de
gestiones?
─Bueno… pues… solucionar un
problemilla de trabajo y esas cosas. A veces me llama algún cliente… Ay,
perdona, que me ha entrado algo.
Pasados dos minutos:
─Disculpa, pero es que puse
unos auriculares en venta por ebay y me acaban de hacer una oferta.
─He oído hablar de esta
aplicación. ¿Has vendido muchas cosas por este sistema?
─Muchas. Por este y por
Wallapop. Espera, espera, que me acaban de enviar otro mensaje.
─¿Otra oferta?
─No, no. Un amigo, que le ha
dado un “like” y ha hecho un comentario a una foto que colgué esta mañana,
viniendo hacia el trabajo. No sabes cómo estaba la Ronda del Litoral, tío. No
pude evitar hacer una foto y colgarla en Instagram y publicarla en Facebook y
en Twiter. No veas la cantidad de “likes” que llevo acumulados. ¡Y solo en
cuatro horas! Mira, otro, y otro. Es un no parar. Por eso mi mujer dice que
estoy enganchado. Si es que no me dejan tranquilo. Y por si eso fuera poco,
desde que he abierto un blog sobre viajes no paro de recibir comentarios de mis
seguidores. Hasta estoy pensando en convertirme en un Youtuber de esos. Por lo
menos así ganaría pasta, ja, ja, ja.
─No me digas que también le
dedicas tiempo al blog en horas de trabajo.
─No, hombre, no. ¿Por quién me
tomas? Pero uno, que es curioso. No puedo evitar mirar quién me acaba de dejar
un comentario o un “+” en Google plus.
─¿En Google qué?
─En Google plus. ¡Ostras!
¿Quieres creer que mi suegra me acaba de invitar a que juegue al Candy Crash
Saga?
─¿Tu suegra te ha invitado a
jugar?
─Bueno, en realidad no. Bueno
sí, pero no lo ha hecho a sabiendas. Es algo que la aplicación envía por
defecto a todos los que el jugador tiene agregados. Pero, como comprenderás, no
es el momento, ja, ja, ja. ¿Por qué me miras con esa cara? No me dirás que
nunca has jugado a un juego online.
─Bueno, sí. Hace tiempo mi
hija me pidió que instalara en mi móvil un juego que se llama Triviados, que es
como el Trivial Pursuit, pero solo hemos jugado algunas veces, mientras ella
volvía de la Universidad en tren y yo del trabajo en bus.
─¿Y ahora ya no?
─Pues no. Aparte de que sale
con un chico, está en un grupo de WhatsApp y siempre está chateando con alguien.
Así que ya tiene distracción.
─Vaya, un adolescente más
enganchado a las redes sociales, je, je.
─Pueees, sí.
─¡Caramba! ¿Has oído ese
trueno? No, si al final tendrá razón ese pájaro de mal agüero de la tele y
acabará lloviendo. A ver qué previsión aparece en AccuWeather.
─¿Acu qué?
─Pues sí, tío, va a llover y
mucho. Y además va para largo. Joder, a ver si el mal tiempo me arruina el fin
de semana.
─Pero todavía falta mucho para
el fin de semana. Si solo estamos a martes…
─Sí, claro, pero cuando el río
suena... De todos modos, me arriesgaré y haré la reserva. Mi mujer y yo habíamos
planeado pasar el fin de semana en una casa rural del Montseny. Como con
TripAdvisor no hay penalización si cancelas la reserva con veinticuatro horas
de antelación…
─¿Y vas a hacerlo ahora?
─Sí, sí, que luego puede ser
demasiado tarde. No sabes cómo vuelan estas ofertas. Y como tengo instalada la
aplicación, total son unos pocos minutos.
Pasados diez minutos:
─Pues ya está. Todo arreglado.
Le enviaré un WhatsApp a mi mujer para que lo sepa. De paso, si no te importa,
le enviaré un recordatorio al jardinero, que tiene que pasarse por casa para
hacer algunos arreglillos en el jardín. Es tan despistado el tío que si no se
lo recuerdo se le olvidará.
─Vale, pero es que se me está
haciendo tarde, tengo que volver al trabajo, llevamos ya… caramba, ¡más de
media hora!
─Sí, sí, tranquilo, que ya nos
vamos. Solo es un segundo.
─De acuerdo, pero date prisa,
por favor, que me espera un montón de trabajo. Normalmente no salgo a la calle
para tomar el café de media mañana, pues no está permitido, pero como hoy la
máquina está estropeada y…
─Eso sí que es rapidez. No me
lo puedo creer. El jardinero me acaba de contestar confirmando que se pasará
por casa el jueves a eso de las seis de la tarde. Voy a ponerme una alarma para
que yo también me acuerde, no sea que a última hora el que se despiste sea yo,
ja, ja, ja.
─¿Qué, nos vamos, pues?
─Sí, sí, claro, vámonos. Ay,
perdona, me acaba de entrar un SMS. Vaya, es un recordatorio de la cita de
mañana con el oftalmólogo y ahora que me acuerdo no podré ir. Tengo que
llamarle. Vete, vete, no vayas a tener problemas por mi culpa. Yo me quedo un
rato solo para hacer esta llamada y también me voy.
─Vale, pues ya quedaremos para
otra ocasión. Me he alegrado de verte.
─Pues claro que sí, Pero
espera, pensándolo bien llamo al oftalmólogo anulando la cita y de paso ya
quedamos ahora mismo para un día del mes que viene. Así lo anoto en el
calendario y no se me olvidará.
─Oye, déjalo, que tengo mucha
prisa. En todo caso ya te llamaré y quedamos. ¿De acuerdo?
─Vale, vale, de acuerdo. Joder
con las prisas.
─Dale recuerdos a tu mujer de
mi parte.
─Sí, claro. Ahora mismo le
enviaré un WhatsApp para decirle que nos hemos tomado un café juntos. Es que,
si no, luego se me pasará. Menos mal que tengo este trasto. Con mi mala memoria
no sé qué haría sin él. ¿Comprendes ahora porqué lo necesito tanto? Y luego
dice mi mujer que soy un adicto al móvil, ja.
─Oye, te está sonando el
teléfono.
─(…)
─¿No vas a contestar?
─Joder, es mi jefe. ¡Qué
pesado! Me ausento un momento de nada y ya me está llamando. Que se espere. No
creo que sea nada urgente. Siempre puedo decirle que me he dejado el móvil en
mi despacho. Además, ya casi no me queda batería. Las baterías cada vez duran
menos. Será por lo de la obsolescencia programada esa. Tendré que comprarme uno
nuevo.
─Muy bien. Hasta la próxima,
pues. Ya te llamaré para quedar.
─Sí, sí, llámame. Ah, y dile a
tu hija que no se enganche tanto al móvil, que crea adicción.
*Imagen obtenida de Internet
Qué coñazo de tío. El problema es que hay muchos parecidos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Coñazo y, de paso, inconsciente de sus propios defectos. Y sí, hay muchos parecidos.
EliminarUn abrazo.
Que agobio por favor, y pensar que hay tantas personas así, solo hay que subirse al metro y ver todas las cabezas agachadas, jajaja.
ResponderEliminarOye, pues tu has demostrado que estás muy enterado de todo lo que hay por la red, ¿no serás uno de los adictos?, :)))).
Con insomnio y una tormenta de truenos y relámpagos, aquí estoy tan entretenida con tu relato.
Un abrazo.
En el metro, en el bar, en el restaurante, ¡hasta en el cine!
EliminarY si bien reconozco que hago más uso del móvil de lo debido, pues cada vez que suena uno de esos pitidos que avisan de que ha entrado algo, o puedo evitar mirar por si es algo REALMENTE urgente, jeje.
Si conozco todas esas aplicaciones es porque estoy rodeado de gente que las usa. Reconozco también haberme bajado algunas pero apenas las uso. Que estamos enganchados no hay duda. Ya escribí hace tiempo un post en este sentido, pero no llegó ni llegaré a ese abuso.
Un abrazo, Elda, y disfruta de esa tormenta mientras dure y esté a cobijo, jeje.
Creo que cada vez hay más gente enganchada y completamente adicta al móvil. Se ha vuelto el número 1 de sus vidas.
ResponderEliminarCosas de la modernidad mi amigo.
Un abrazo.
El móvil se ha convertido en una minicomputadora objeto del deseo de grandes y pequeños. Afortunadamente sigue manteniendo su función primigenia: ser también un teléfono, jajaja.
EliminarY pensar que hay gente que hace largas colas e incluso duerme a la intemperie para ser de los primeros en comprarse el nuevo modelo de iPhone por más de mil euros...
Cosas de la modernidad y del desatino,
Un abrazo.
La verdad lo triste es que esto es una realidad, yo he llegado a estar en una cena donde todos los comensales a la misma en un momento dado se han puesto todos a mirar el móvil y te quedas diciendo para eso hemos quedado? con cara de tonta, en fin, se ha perdido la comunicación, la gente ya no habla, para muchos es normal y tú lo has reflejado muy bien en este relato, en fin triste pero a si va el mundo, y lo malo es que la generación que viene detrás es peor, cuantas niñas ponen sus fotos, y yo reconozco que miro el móvil, pero no reniego de una buena charla antes que mirar el móvil todo el tiempo, he sido siempre muy sociable y me niego a mirar el móvil y no tener una buena charla.
ResponderEliminarUn abrazo. TERE
Lo primero que hacen muchos al sentarse a la mesa de un restaurante es sacar sus móviles y dejarlos junto a ellos sobre la mesa. Esa imagen me recuerda a las películas del Oeste, cuando un forajido entra en la cantina, o Saloon, y apoyado en la barra pide un whisky mientras deja su pistolón a la vista, por si acaso, jeje.
EliminarEs realmente deplorable recorrer la vista por toda una sala y ver a todo el mundo pendiente de su móvil. Todos absortos mirando la pantalla y tecleando frenéticamente y sin hablar con su acompañante. ¡He visto chicas haciéndose selfies sin parar en la sala de un cine!
Ya parecemos robots y acabaremos comunicándonos solo a través del chat.
Un abrazo.
Jajaja, divertido relato Josep para describir una penosa realidad. He de decir, no es que vaya de guay, pero no conocía algunas de las aplicaciones que has mencionado, ¡eso es bueno, no , jeje!
ResponderEliminarHoy en día no estar enganchado al móvil te hace sentir una "rara avis". Cuando estoy en algún transporte público o sentada en algún sitio suelo fijarme en la gente y algunos ni se dirigen la palabra durante minutos. Siempre me pregunto con quien hablarán por el móvil si sus amigos o parejas están con ellos... Pero bueno, ahora me percato de que se pueden hacer muchas cosas con el móvil, demasiadas. Al final al estrés que supone el trabajo habrá que añadirle el que supone el estar al tanto de todo en el móvil.
Me ha encantado, Josep, has descrito una realidad estupendamente.
Un fuerte abrazo.
Bueno, quién sabe. Quizá conozcas otras aplicaciones que ese amigo no sabe que existen, jajaja.
EliminarEfectivamente, solo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor para comprobar hasta qué punto la gente (antes solo eran los más jóvenes, pero ahora ya abarca a gente de mediana edad para arriba) está enganchada al móvil. Y yo no soy una excepción, aunque no llego al extremo de mi protagonista. El móvil se ha convertido en una herramienta tan útil como el ordenador personal, pudiendo hacer cualquier consulta y trámite sin estar en casa, desde un bar o dondequiera que uno esté pasando el rato. Sin embargo, no deja de ser penoso y alarmante que este apego al dichoso aparatito rompa con la sana costumbre de relacionarse y hablar con el prójimo cara a cara.
Muchas gracias, Ziortta, por tu visita y por dejar tu comentario.
Un abrazo.
Ja ja,ja Josep, vaya ritmazo le has puesto al texto, ha sido un suspiro y muy divertido. Un momento, me llega una notificación al móvil....ya he vuelto al comentario :-). Sería gracioso imaginar que este texto lo hubiera leído alguien en los años 70/80, seguramente no hubieran entendido nada. Y es que las nuevas tecnologías nos han traído un lenguaje completamente nuevo que ya hemos asimilado de manera natural. Te dejo Josep, que me llega un mensaje de Wallapop...ja,ja,ja.
ResponderEliminarUn gran abrazo y felicidades por un texto ameno, a la vez que reflexivo.
Para escribir este relato me he inspirado en hechos reales. Cuántas veces he estado hablando con alguien que apenas me escucha porque está más pendiente del móvil de lo que yo le digo. Esto me saca de quicio. Los enviaría a freír espárragos, pero seguramente tendrían descargada una aplicación en el móvil para freír esos espárragos y no me libraría de ellos, jajaja.
EliminarMuchas gracias, Miguel, por tu especial e interrumpida aportación, jeje.
Un abrazo.
Creo que todos estamos un poco enganchados, pero hay muchos excesos por ahí. Cuando estoy en un restaurante, veo gente que no come por estar colgado del móvil y hasta en el cine hay gente que mantiene conversaciones por watsapp. Lo malo de las adicciones es que afectado es el último en enterarse.
ResponderEliminarHecho este comentario, te diré que tu relato está genial. Como dice Miguel, se lee sin darse cuenta porque es muy entretenido y tiene mucho ritmo.
Realmente bueno.
Un beso.
Aquí podría decir aquello de que quien esté libre de pecado que tire el primer móvil, jeje.
EliminarTodos (o casi todos) hemos acabado un poco enganchados al móvil, por su indiscutible utilidad, pero, como en muchas otras cosas en esta vida, lo malo se halla en los extremos. Hay quien vive pendiente de él como si de ello dependiera su vida.
Y tienes toda la razón: el adicto es el último en enterarse y en reconocer que lo es. El sujeto adicto de esta parodia es de los que ve la paja en el ojo ajeno, calificando a la hija de su amigo como adicta a las redes sociales por chatear a través del WhatsApp y justificando su comportamiento como algo normal y necesario.
Muchas gracias, Rosa, por tu lectura y comentario.
Un beso.
Creo que ya hay mucha gente con esta adicción. Las redes sociales y todos las aplicaciones que hay. El móvil, los ordenadores, las tables. Solo hay que observar en la calle que casi todo el mundo va con el móvil en la mano. Espero no llegar a ese extremo. Soy de las que se olvidan del móvil en el bolso o en casa, todavía. Un abrazo.
ResponderEliminarCada vez son más los enganchados al móvil, a las tabletas y al ordenador. Todo ello ha sustituido o complementado a los videojuegos. Pero una cosa es hacer uso y otra abuso. Igual puede ocurrir con la televisión. No es lo mismo ver un programa o dos a diario, noticias incluidas, que estar todo el día pegado a la pantalla. Al igual que en el juego, hay que saber decir basta, hasta aquí he llegado, pero cuando uno se ha convertido en adicto resulta muy difícil abandonar la adicción.
EliminarLa primera vez que me dí cuenta que no podía pasar sin el móvil fue cuando me lo dejé en casa y estuve todo el rato nervioso hasta que no volví. La excusa que me dí a mí mismo fue que alguien podía haberme llamado por un tema urgente y no habría podido atenderlo, jeje.
El móvil es muy necesario en determinados momentos, como cuando uno ha tenido un problema en la carretera o donde sea y es el único modo a nuestro alcance para comunicarnos, pero el uso que la mayoría de las veces se le da es puramente ocioso, cosa que no me parece mal a menos que nos robe tiempo para otras cosas más importantes.
Un abrazo.
Que agobio de señor :D coincido con los compañeros en el ritmazo que tiene el diálogo, genial, pone de los nervios ;) . ¿Perderemos la voz de no usarla?¿volveremos a los sonidos guturales o avanzaremos a la telepatía?...¿se perderá la escritura manual?...¿cómo será el homo 2.0? ...
ResponderEliminarYo no soy adicta, mi móvil es del Pleistoceno y por no hacer, no hace ni selfies, tiene la cámara mirando para Cuenca :D jajaa debo ser la única blogger de viajes que no se ha hecho nunca jamás un selfie en su vida :D jajaja. Y me niego a cambiar de móvil, me gusta así ;) cuando muera del todo, o no le quepa definitivamente el whatsapp, ya cambiaré ;) . Muchas gracias por compartir compañero de teclas, un abrazo grande y buen finde!
Bueno, Cristina, como le decía hace unos días a una compañera, un médico comentó por televisión que había adolescentes a quienes se les estaba achatando los dedos pulgares de tanto teclear frenéticamente en el móvil cuando chatean con lo/as amigo/as. ¡Es increíble! Quizá acabe siendo un carácter hereditario y la selección natural favorezca su perpetuidad a lo largo de las nuevas generaciones, jajaja.
EliminarComo decía anteriormente, los móviles actuales tienen unas aplicaciones muy chulas y la cámara fotográfica es de una gran calidad. El mío hace mejores fotos que mi cámara Canon digital, jeje. Reconozco también que hay aplicaciones muy útiles, como las que he mencionado en el relato. Pero una cosa es aprovechar las tecnologías modernas para hacer algo con más calidad y/o rapidez y sin necesidad de llamar por teléfono, como haríamos con el ordenador pero sentados cómodamente en el sillón, y otra muy distinta es estar completamente absortos y embobados mirando o estando pendientes de la pantalla todo el tiempo.
Yo con los WhatsApp ya empiezo a estar un poco harto. Hay quien no para de enviar cualquier tontería a todas horas y el sonido que hace el aparato para avisar que ha entrado algo me obliga a mirar por si es urgente y resulta que es una chorrada. Grrrr. :))
Un abrazo.
Enganchan y mucho pero hay que saber limitarlos. Ayer creo que era tenía delante a una familia y los tres miembros estaban enganchados a sus móviles, de tanto en tanto hablaban pero sin dejar de mirar al móvil. Me dio un poco de pena.
ResponderEliminarBesos
Ahí está el problema, Conxita, que cuando uno se ha vuelto adicto me temo que ya no hay vuelta atrás. Espero que no me ocurra a mí. Ya estoy lo suficientemente enganchado y no quiero llegar a este estado de aparente catatonía que veo en alguno/as usuario/as.
EliminarYo también he visto ese curioso y lamentable comportamiento que comentas en el cine, antes de empezar la película: toda una fila de gente de todas las edades (excepto ancianos. ¿Por qué no hay ancianos en los cines? Tendré que escribir sobre ello, jajaja) con sus móviles en la mano, y sin dirigirse la palabra. Incluso hay quien sigue una vez se han apagado las luces. ¡¿Será posible?!
Besos.
¡Qué estrés, por dios! jajajaja. El colega es un petardo, a gente así no merece la pena verla en persona, están en todas partes menos donde realmente están. ¿Y todavía tiene dudas de que está enganchado al móvil? :DD
ResponderEliminarUn texto divertido, irónico, súper dinámico y en el que supongo muchos pueden verse total o parcialmente reflejados. Has hecho una fantástica crítica sin tener que llegar a hacela, ¡bravo por ti!
Un abrazo, Josep, y gracias por las risas :))
Como ya he dicho (o más bien escrito), nadie quiere reconocer que está excesivamente enganchado al móvil. Todos aceptamos que esta adicción está afectando a cada vez más gente y que se ha llegado a una situación entre malsana y grotesca, pero ¿hasta qué punto nos comportamos igual o de forma parecida? ¿Cuántas veces consultamos el móvil por pura costumbre, aunque no esté entrando ninguna llamada ni ningún mensaje? Yo reconozco hacerlo de vez en cuando, por si..., pero debo decir que lo hago en momentos de tedio, mientras espero mi turno en una consulta, mientras mi mujer está en el probador, o durante los anuncios de la tele, pero nunca miro el móvil estando en la mesa, en un restaurante, en el cine o acompañado. Pero tiempo al tiempo. Solo espero que si esto va en aumento, me de cuenta a tiempo para cortar por lo sano, jeje.
EliminarMuchas gracias, Julia, por tu comentario.
Un abrazo.
No es que me haya cambiado de nombre. Este es el nombre de mi hija menor que, al parecer, estuvo usando mi ordenador en mi ausencia del fin de semana y se olvidó de devolverme mi identidad de usuario, grrrr.
EliminarMuy buena crítica, Josep Mª, a esta locura del móvil. Ese permanente estado de alerta ante el más mínimo aviso del cacharro para decirnos cualquier chorrada no es normal.
ResponderEliminarHemos perdido el norte y nos hemos hecho dependientes de una tecnología que nos facilita la vida, pero que también puede trastornarnos hasta el punto de olvidar cultivar la relación humana con los amigos y la familia.
Supongo que en el equilibrio está la virtud.
Me ha gustado mucho.
Un beso.
Es increíble cómo enganchan las nuevas tecnologías. ¿Que sale una nueva aplicación? Pues a descargársela en el móvil. Algunas son útiles, lo reconozco, pero no dejan de tenerte enganchado. Se puede consultar el saldo en la cuenta bancaria, abonar un pago sin necesidad de la tarjeta de crédito, pagar el estacionamiento del coche, consultar la previsión del tiempo, comprar online,... De acuerdo que facilita mucho algunos trámites que puedes hacer estés donde estés, sin necesidad de conectarte al ordenador. Pero luego están las redes sociales. El aparatito te avisa de que alguien ha publicado o ha comentado algo en facebook, que ha compartido algo en Google+, que te ha entrado un mensaje, sea un correo, un SMS o un WhatsApp. Hay momentos que no paran de entrar avisos. Es un sin parar y un sinvivir. Pero es lo que hay. Nos apuntamos a esas redes por diversión o distracción, para promover las relaciones humanas, y acabamos siendo esclavos de ellas y para atender a estos contactos desatendemos a quienes tenemos delante. Hay que revertir esta situación como sea. O bien solo atendemos esas "llamadas de atención" cuando estemos totalmente ociosos, o solo instalamos estas aplicaciones en el ordenador y les dedicamos nuestro tiempo cuando deseemos conectarnos. Conectar o no conectar, esa es la cuestión, jajaja.
EliminarUn abrazo, Paloma.
No es que me haya cambiado de nombre. Este es el nombre de mi hija menor que, al parecer, estuvo usando mi ordenador en mi ausencia del fin de semana y se olvidó de devolverme mi identidad de usuario, grrrr.
EliminarJa, ja, ja. Cuando recibí por correo tus respuestas con el nombre "moon om" estuve a punto de mandarte un mensaje para alertarte de que alguien estaba comentando por ti.
Eliminar¡Qué bueno!
Ya decía yo, Josep... jajajaja.
EliminarBueno, son cosas que pasan, no te preocupes ;)
¡Un abrazo y feliz finde!
Es la otra cara de la moneda. Por un lado nos facilita mucho la vida,... por otra nos encadena y nos tiene en un estado de semiesclavitud permanente. Norte tiene una frase que creo que pone de relieve no esta situación pero si el mundo en el que vivimos,... "esta puta competitividad va a acabar con todos nosotros"
ResponderEliminarBuen fin de semana!
Pues sí, y parece muy difícil hallar ese punto medio entre el uso y el abuso. No podemos negar las ventajas de las nuevas tecnologías, pero por desgracia también tienen su lado oscuro. Internet, sin ir más lejos, es una herramienta fantástica, pero a la vez perversa (hackers, pornografía infantil, etc.).
EliminarSiempre he creído que Norte tiene mucho de filósofo, jeje.
Un abrazo.
No es que me haya cambiado de nombre. Este es el nombre de mi hija menor que, al parecer, estuvo usando mi ordenador en mi ausencia del fin de semana y se olvidó de devolverme mi identidad de usuario, grrrr.
EliminarMe causa ha causado risa tu relato Josep, por la de sartas de idioteces que dice el pirado del móvil, es muy triste que se sea tan dependiente, ademas la persona que lo es no quiere reconocerlo. No hay mas que ver si vas en tren, autobús o metro, todos con el móvil en la mano.
ResponderEliminarUn abrazo de Espíritu sin Nombre.
Para ilustrar esta "historieta" busqué imágenes en internet y había una que me llamó mucho la atención y casi estuve a punto utilizarla. Por las facciones de las personas que aparecían, era un país asiático (probablemente Japón). El escenario era un andén del metro y todos los usuarios que estaban esperando la llegada del convoy, que eran muchos, estaban absortos mirando el móvil que tenían el mano y ante sus ojos.
EliminarEs triste y risible a la vez. ¿Dónde iremos a parar si sigue progresando esta adicción? Todas nuestras relaciones se harán a través del móvil.
Un abrazo.
No es que me haya cambiado de nombre. Este es el nombre de mi hija menor que, al parecer, estuvo usando mi ordenador en mi ausencia del fin de semana y se olvidó de devolverme mi identidad de usuario, grrrr.
EliminarGenialmente redactada esta crítica-relato. Es cierto que el uso inmoderado de cualquier sustancia, alimento, costumbre o aparatología crea una adicción desmesurada y los que se enganchan se hacen dependientes de aquello que les perjudica. Naturalmente ellos dirán que lo tienen controlado. Ja,ja. La vida se les pasa en un like.
ResponderEliminarUn abrazo. Y que dios nos pille confesados ante tanta estupidez.
El que fuma marihuana o esnifa cocaína también suele decir "lo tengo controlado" como justificación. Nadie quiere reconocer que se ha enganchado a una sustancia o hábito. El fumador empedernido, el de dos y hasta tres cajetillas diarias, minimiza el peligro del tabaco y dice fumar menos de lo que realmente fuma. ¿Será por vergüenza, hipocresía o insensatez?
EliminarAllá ellos con su vida y su salud física y mental. Lo malo es que la adicción a las nuevas tecnologías, por sus atractivos, parece que se está haciendo imparable. Otro tema para concienciar a los niños y jóvenes mediante la educación en las escuelas y en el hogar. Pero para educarlos en el buen uso del móvil, la tableta y el ordenador hay que practicar con el ejemplo, jeje.
Un abrazo, Francisco.
No es que me haya cambiado de nombre. Este es el nombre de mi hija menor que, al parecer, estuvo usando mi ordenador en mi ausencia del fin de semana y se olvidó de devolverme mi identidad de usuario, grrrr.
Eliminarjajajja a mi también me pasa con mi hijo, tranqui papi.
EliminarÉrase una vez un hombre a una máquina pegado… que diría el gran Quevedo si conociera los móviles.
ResponderEliminarPues sí Jose Mª, para muchos se ha perdido el noble arte de la conversación, se chatea más que se conversa, no hay nada más triste que ver a dos personas sentadas frente a frente y cada una de ellas enganchadas al móvil… y ya no te digo ná de las parejas.
Has hecho un retrato de un boboadicto.
Hasta pronto Jose Mª
Jajaja. A veces, por la calle, me parece estar viendo a hombres-máquina (y mujeres), esos que parecen hablar solos y es que llevan un pinganillo pegado al oído y van hablando por teléfono. Se ríen y hasta gesticulan sin darse cuenta. Parecen robots.
EliminarMe han contado que hay ciudades en las que los pasos de peatones tienen la señal luminosa también en el suelo, a los pies del peatón que espera para cruzar. Es una forma de que, quien va con la cabeza gacha mirando el móvil, se percate de que el semáforo está en rojo y no le atropellen si cruza sin mirar al frente. ¡Es increíble! Es como en Londres, pero en lugar de la advertencia "Look right" pintada en el suelo para que los extranjeros no crucen mirando en el sentido contrario al de la marcha de los vehículos, se avisa al bobo-adicto si puede o no cruzar, jeje.
Un abrazo, Isabel.
No es que me haya cambiado de nombre. Este es el nombre de mi hija menor que, al parecer, estuvo usando mi ordenador en mi ausencia del fin de semana y se olvidó de devolverme mi identidad de usuario, grrrr.
EliminarAy por Dios, qué infierno, ¿no? Aunque has descrito a la perfección un caso extremo y hasta enfermizo me atrevería a decir, eso lo hace hoy día el más pintado.
ResponderEliminarMe has resuelto la duda del Candy ese, ¡ya decía yo que me invitaba cada persona! Yo es que no soy muy fanática del Face. Pensándolo bien, voy a ver qué novedades han publicado ;-)
¡Buenísimo, Josep Mª! Un beso
Si no un infierno, sí es un purgatorio tener que soportar a alguien que está constantemente pendiente de su móvil, dejándote en un segundo plano o, peor aún, ignorándote.
EliminarMantente lo más alejada posible de algunas aplicaciones, que luego si picas al igual te enganchas y ya no puedes desengancharte, jajaja.
Un beso.
Jajajaj, qué bueno.
ResponderEliminarYo soy muy exigente en esto conmigo misma porque soy de las que tiendo a engancharme a cualquier juego y a cualquier aplicación así que tengo unas normas: publico por la mañana una foto en instagram que comparto en facebook y en twitter y no miro hasta la tarde o la noche, y los sonidos del whatsapp de mis hijos son diferentes y son los únicos que atiendo porque una de ellas ahora está muy lejos. Bueno el de ellos y el de un grupo de whatsapp de familia con sobrinos y cuñados que también suena diferente y es lo único que atiendo, el resto, pues si es importante que me llamen.
Ahora estoy con temas burocráticos y todo me llega por email o sms y sí que lo miro más pero sino...por la mañana y por la noche, y punto.
Un abrazo y me ha encantado el relato, es muy fluido y natural.
Tendré que intentar hacer como tú y reconocer el sonido de cada cosa, pues muchas veces consulto el móvil pensando que puede ser algo urgente que me han enviado mi mujer o mis hijas por WhatsApp (tenemos un grupo familiar) y luego resulta que es una tontería. Si tengo el aparato sobre una superficie y vibra o emite un mec mec, no puedo evitar echarle un vistazo, porque incluso los mensajes y correos entrantes hacen ese sonido y muchas veces es publicidad que envían por e-mail. Así que, aunque uno no sea adicto en el sentido de estar dale que te pego con alguna de las aplicaciones instaladas, la recepción de cualquiera de estas cosas te obliga a estar pendiente. En más de una ocasión he estado tentado de eliminar facebook y Google+ del móvil, pues ya les dedico un tiempo más que suficiente por las mañanas y delante del ordenador, que es más cómodo, pero siempre lo voy dejando.
EliminarMe alegro que te haya encantado este relato crítico, jeje.
Un abrazo., Gemma
Yo todo lo de facwbook y Google lo hago desde el ordenador excepto estos días que no paro en casa pero en general desde el ordenador para evitar tentaciones. Y te recomiendo lo del sonido, yo tengo para mis hijos, marido y para el grupo familiar, todo lo demás puede esperar.
EliminarMuchas gracias, Julio David. La verdad es que no tuve que esforzarme demasiado en conocer esas aplicaciones que se mencionan en el relato. Estoy prácticamente rodeado de ellas. Unas pocas las tengo en mi móvil, aunque no las utilice con frecuencia, pero la mayoría son de uso habitual (y a veces adictivo) de parientes y familiares cercanos.
ResponderEliminarCuando, hace muchos años, tuve en mis manos mi primer móvil, nunca imaginé lo que llegaría a ser capaz de hacer ese aparato con el tiempo, además de llamar por teléfono.
Un abrazo.
¡Jo, Josep María! ¡Lo has clavado! Desde luego que el móvil parece haberse convertido en un apéndice más de nuestro cuerpo... bueno, la verdad es que lo digo por lo que veo dado que yo no tengo móvil y cada vez tengo menos ganas de amargarme la vida con uno. Siempre digo que si un gobierno nos obligara a que nos insertaran un chip para conocer nuestros gustos, nuestros contactos, nuestros hábitos y hasta los lugares que frecuentamos no habría calles para reunir las manifestaciones contrarias a esa medida. Y sin embargo, el 99,99% lleva orgulloso su móvil, que es lo mismo que ese chip...
ResponderEliminarUn relato fantástico del que destaco la enorme naturalidad de los diálogos, solo con ellos nos has construido unos personajes de carne y hueso. Un abrazo!!
¡¿Que no tienes móvil?! Eso sí que es un caso digo de estudio, jajaja.
EliminarBueno, si no quieres sucumbir al embrujo de esas endiabladas aplicaciones, siempre te queda el recurso de comprarte uno que solo sea teléfono, aunque no sé si quedará alguno en el mercado, jeje.
De todos modos, el control puede llevarse a cabo, y de hecho se hace, desde otros terminales, tipo ordenador desde el que estoy escribiendo este comentario o el movimiento de nuestras tarjetas de crédito (eso sí que debes tener, jeje). Ya se ha visto el empleo que Facebook puede llegar a hacer de la información que obtiene de todos nosotros. Qué compramos, dónde compramos, dónde viajamos, pues cada vez se realizan más transacciones de este tipo online. Da miedo, la verdad, pensar que pueda haber un Gran Hermano, un ojo vigilante, que sigue nuestros pasos a través de las redes sociales.
Me alegro que la narración te haya parecido natural y los diálogos creíbles.
Un abrazo, David.
Josep, espectacular, muy actual e impecable narración. Si me parece estar viéndolo. Muy divertido. Te felicito amigo. Un placer leerte. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Miry. Me alegro que te haya parecido divertido. Será que la parodia de la realidad suele resultar ser más divertida que la propia realidad, jeje.
EliminarMuchas gracias por tu amable comentario.
Un abrazo.
Real como la vida misma!!! Tengo que reconocer que sin llegar a ese extremo, me costaría mucho vivir sin el puñetero teléfono...
ResponderEliminarDivertido relato!!!
Un abrazo
Pues sí, David, todo esto es muy real y quien más quien menos se puede sentir identificado. Yo tampoco llego a esos extremos (de ahí que haga la crítica) pero debo reconocer que soy bastante móvil-dependiente, jeje. Solo espero que el hecho de haber tratado este tema en clave de humor haga que los verdaderos adictos que lean esta historia no se lo tomen a mal, jajaja.
EliminarUn abrazo.
Buenísimo, Josep. Aunque el que has descrito es un caso bastante extremo, hay muchos similares por ahí. Yo al móvil no estoy nada enganchada, pero aunque lo estuviera, creo que hay momentos para todo: unos para dedicarle tu atención y otros, para dejarlo de lado. Y creo que si quedas con un amigo no puedes estar pendiente de google+, ni de facebook ni de twiter. Para mi hacerlo es una falta de respeto.
ResponderEliminarPor desgracia, como en el caso que tu cuentas, la gente lo ve de otra manera. Y digo por desgracia porque a tu protagonista, el que no está enganchado, lo ignoran de mala manera...
Me ha encantado leerte, Josep. Un beso enorme
Con este relato he intentado parodiar una situación que cada vez es más habitual, por desgracia. Yo mismo he vivido algo parecido aunque no tan exagerado: estar hablando con alguien que apenas te presta atención porque está mirando, consultando o incluso escribiendo en su iPhone, SmartPhone o el modelo que sea. Desde luego que es una falta de educación. A veces dan ganas de arrebatarles el aparatito de las manos y practicar con él el lanzamiento de disco, jeje.
EliminarLa situación llega a ser cómica (o debería decir trágicómica) cuando ves, en el cine o en cualquier local, a casi todo el mundo con el móvil en la mano, mirando, absortos, la pantalla.
He llegado a ver personas en el cine, mientras no empieza la sesión, jugando a un juego con globitos de colores que van explotando, y su acompañante mirando fotos.
Muchas gracias, Chari, por venir a leer mis disquisiciones, jeje, y me alegro que esta te haya gustado.
Un beso.
Hola Josep Maria,
ResponderEliminar¡Qué agobio por favor! Mira que me daban ganas de salir corriendo. Dice que no está enganchado, pues menos mal, jejeje El amigo por cierto muy educado para la poca consideración que ha tenido el otro.
Pero así es, dependemos demasiado del teléfono y todas sus aplicaciones.
Bueno te dejo que me ha sonado el móvil, ;) jajaja
Un beso.
Cuando alguien, muy ufano, me describe todas las aplicaciones que se ha descargado en su móvil de nueva generación y todas las mejoras que ha incorporado, le pregunto (si hay la suficiente confianza): ¿pero sigue teniendo la función de teléfono?, jajaja.
EliminarEs increíble cómo ha avanzado la tecnología. Cada año, o casi, aparece un nuevo modelo que supera con creces al anterior, y la gente se lanza a adquirirlo, cueste lo que cueste. Estar a la última es lo que se lleva. Reconozco que hay aplicaciones de mucha utilidad, pues puedes consultar el tiempo que hará el fin de semana, puedes acceder a Google para hacer cualquier búsqueda, puedes consultar la cartelera de cines, y un largísimo etcétera. Pero lo que no puede ser es que todo ello se haga cuando estás en compañía de gente a la que dejas de lado para dedicarte a hacer esas consultas, pudiéndolas hacer en otro momento y lugar.
Cuando se trata este tema en público, todo el mundo asiente, como si ellos no hicieran lo mismo. Y es que, como ya se ha dicho, nadie reconoce o quiere reconocer que está muy enganchado.
¡Si hasta las películas se hacen eco de ello! ¿Tú crees que es verosímil que una pareja esté haciendo el amor o están a punto de besarse y dejen de hacerlo porque a uno de ellos le ha sonado el móvil? Aunque no me extrañaría que en la realidad sucediera así, jeje.
Un beso, Irene, a pesar que a mí también me está sonando el móvil, jajaja.