¿Cuántos desaparecidos se dan en este país? Muchos. Recuerdo haber leído que han habido
más de cuatro mil doscientas desapariciones no resueltas desde 2010. Solo el
año pasado se activaron más de doscientas cincuenta alertas por desapariciones,
de las que se resolvieron menos de un ochenta por ciento. De esas
desapariciones, casi un tercio fueron de personas mayores de sesenta años, la
mayoría enfermos de Alzheimer u otro tipo de demencia. Lo más dramático es que
tres de cada diez de estos mayores desaparecidos son hallados sin vida y no muy
lejos de su casa. Sus muertes suelen ser debidas a causas naturales.
¿En
qué categoría me habrán incluido? Mis hijos y amigos saben que no padezco ninguna
enfermedad mental grave y tras varios días de mi desaparición sin haber
encontrado mi cuerpo ni haber tenido noticias mías, deben preguntarse qué me ha
ocurrido y dónde estoy. Quizá pensarán en otro de mis episodios depresivos. Desde que Rosa nos dejó de forma tan súbita he sufrido
varias recaídas y creerán que esta ha sido mucho peor. Quizá piensen en
un suicidio, pero sin cuerpo todo serán conjeturas. Viviendo solo y sin más compañía que la que me proporcionaban las
visitas esporádicas y breves de mis hijos, todo podría apuntar en esa
dirección.
Nadie se habrá percatado de que me he llevado algo de dinero y de ropa. He
dejado mi móvil ex profeso, para que no puedan localizarme. Ni siquiera habrán
echado en falta la bicicleta. Me la compré al jubilarme, con el propósito de
hacer ejercicio. Fue Rosa quien insistió. “Pasas demasiado tiempo en casa,
sentado todo el día. Tienes que
moverte y mover tu corazón”. Quién le iba a decir que sería el suyo el que se
pararía y a la vez detendría mi pedaleo diario. Tras su marcha tan repentina,
no me quedaron ganas de nada. Cuando veía la bicicleta en
el garaje, me recordaba tanto sus palabras que estuve a punto de deshacerme de
ella o regalársela a uno de mis hijos, pero al final fue a parar al trastero.
Nadie reparó en ello. De hecho, hace tiempo que nadie repara ni siquiera en mí. Por eso
decidí desaparecer.
No sé
cómo habrán reaccionado mis hijos. Supongo que lo estarán pasando mal y ahora
me arrepiento de mi arrebato. Al poco de mi huida ya tuve remordimientos. Me sentí como un niño que se va de casa porque cree que sus padres ya no le quieren. Solo que en este caso
se han trastocado los papeles y es el padre quien quiere dar un escarmiento a
sus hijos desafectos.
Ya es demasiado tarde para rectificar. No me importaría aparecer ante
todos como un viejo chocho y disculparme públicamente por mi ridícula conducta.
Pero me temo que no va a ser posible. No mientras esté en estas condiciones. Debí
golpearme la cabeza. Quizá por eso no puedo recordar dónde vivo ni dónde
estoy. Debe ser amnesia postraumática. No veo la bicicleta por ninguna parte. Aunque de nada me serviría. Apenas puedo moverme. Me duele todo el cuerpo. Debo tener todos los
huesos rotos. De no ser así, podría acercarme a la carretera y pedir ayuda. Seguramente
estoy muy cerca de donde aquel coche me arrolló y se dio a la fuga. Quizá ni se percató de ello. No debió verme. Estaba tan oscuro…
Desde
aquí oigo el oleaje del mar y el terreno hace una pendiente muy pronunciada,
tanto que temo acabar rodando cuesta abajo hasta estrellarme contra las rocas. Los graznidos de las gaviotas apagan mi voz. No puedo gritar. No sé cuánto tiempo habré pasado inconsciente. Tengo mucha sed y un frío
terrible. La mochila debió saltar por los aires y quizá haya ido a parar al
mar junto a la bicicleta. No me queda más remedio que esperar a que alguien pase por aquí y me
descubra. Pero ¿quién puede deambular por estos parajes tan inhóspitos en pleno
invierno? Solo un loco como yo.
Me siento muy débil, pero empiezo a recordar algunas cosas. Salí de
casa el viernes día 4 y estamos a… Vaya, el reloj se ha detenido a las once del
día 8. Debe ser la hora y la fecha del accidente. En cuatro días recorrí más de
ochenta kilómetros logrando pasar desapercibido. Por estos lugares
no es extraño ver a un hombre de mi edad en bicicleta.
El sol
está casi en su cenit, así que debe ser mediodía. Suponiendo que haya pasado doce
horas inconsciente, debemos estar a 9 de mayo. Me siento cada vez peor. Me palpo el
cuerpo y tengo sangre fresca en las manos, lo cual significa que estoy
sangrando. Habré perdido mucha sangre. No puedo reprimir los temblores. Y eso
que luce el sol, pero el aire del norte es helado.
¿Hallarán
mi cuerpo o pasaré a ser una más de esas cuatro mil doscientas desapariciones
no resueltas? Nueve de mayo de dos mil dieciocho. Un buen día para morir como cualquier otro. ¿Recordarán mis hijos esta
fecha como el día que perdieron a su padre? ¿Llorarán por mi como lo hice yo
por Rosa? Quizá no lo merezca. Quise ser un desaparecido pasajero como
represalia a la soledad a la que me tenían confinado y acabaré olvidado en una
lista de desaparecidos para siempre.
De
repente se ha nublado. Las nubes amenazan lluvia. Empiezan a caer unos insistentes
goterones. La lluvia arrecia. El charco que se forma a mi alrededor es rojizo.
Color de la sangre. Tirito con más intensidad. ¿O son espasmos? No siento dolor
y eso me alivia. Me siento relajado. Oigo voces a lo lejos. Por un momento me ha
parecido que se acercaban, pero ahora las oigo cada vez más distantes, menos
audibles, casi remotas. Apenas oigo nada: ni el mar, ni las gaviotas, ni la lluvia, ni el viento. Todo
se vuelve opaco. La lluvia me ciega. Casi no veo. Parece como si alguien me
zarandeara. Pero dejo de sentir. No siento nada. Todo es oscuridad.
Tremendo relato, Josep. La verdad es que acostumbrada a leerte relatos de otro tipo, este me ha impactado. La sensación de soledad, desamparo y fatalidad están muy bien descritas. Muy triste la historia de un hombre que quiere llamar la atención de su familia y acaba de esa manera. Desgraciadamente muchas personas, llegada cierta edad, les ocurre que se vuelven invisibles y casi a veces se sienten un lastre para su familia. La verdad, me ha emocionado mucho tu relato.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Hola, Ziortza. La verdad es que este relato me lo inspiró un programa de televisión que hablaba de la soledad de la gente mayor y, en concreto, la entrevista que le hicieron a una mujer viuda que vivía sola y que, resignada, comentaba que su hijo era la única visita que recibía (aparte de una asistencia social que la visitaba dos días a la semana), pues sus amistades o habían fallecido o eran muy mayores para salir de casa. Incluso hacía años que no había visto a su única hermana, que vive en Galicia, su tierra natal y a la que se había hecho a la idea de no volver a ver. Pensé en el comportamiento de ese hijo que, según ella, cuando iba a verla, un día a la semana, solo se quedaba el tiempo justo para ver cómo estaba y marcharse de inmediato a sus quehaceres. ¿Y los nietos? ¿Y la nuera? ¿Por qué no iban a buscarla para que pasara los domingos con ellos, por ejemplo? ¿Cómo puede ser que una persona que ha dedicado su vida a su familia tenga que verse, en la vejez, relegada a ser como un mueble inservible?
EliminarAsí se me ocurrió la historia de este hombre solo y que, víctima de la soledad y la indiferencia de sus hijos, decide fingir una desaparición para provocar su reacción.
Me alegro que te haya emocionado este relato.
Un abrazo.
Qué triste, Josep, sobre todo por lo real y cotidiano que resulta. La gente mayor, en ocasiones, parece que se vuelve invisible para quiénes los rodean, incluso para la propia familia. Como si fueran prescindibles o ya no importaran.
ResponderEliminarMe ha gustado la forma en que me he visto inmersa en la historia, tan real, con esos sentimientos tan bien narrados por tu personaje.
Me da pena ese final, pero también me apena el principio: que alguien se sienta tan ignorado que prefiera huir de su vida.
Trágico y muy bien narrado, es una historia que llega al corazón. Felicidades
Un beso enorme
Alguien que se siente muy solo e ignorado por aquellos a los que más ama, no debe tener muchas ganas de vivir. Por desgracia, son muchas las personas mayores que se encuentran en esas circunstancias. Cada vez que he tenido conocimiento de una desaparición de un joven que luego aparece tras haberse fugado de casa voluntariamente, pienso en los motivos que le habrán impulsado a obrar de ese modo, y cuando es una persona mayor lo primero que me imagino es que ha sido por causas mentales- Pero quién sabe si alguien, alguna vez, ha querido desaparecer por falta de afecto como el protagonista de esta historia.
EliminarA pesar de lo triste que resulta, me satisface que te haya gustado, Chari.
Un abrazo.
Un relato escalofriante que da mucho que pensar, Josep. Al principio, cuando comenzaste hablando de estadísiticas, creí que estaba en tu otro blog, en "Cuaderno de bitácora", y que este post era una reflexión. Y a pesar de que estaba equivocada lo es, es una reflexión y también un relato.
ResponderEliminarHay dos o tres cosas que se me han quedado en la mente dando vueltas después de leerte. Una es la tremenda soledad a la que se ven sometidos tantos ancianos; la otra la forma casual e inexorable en que a veces suceden las cosas, imposibles de prever. Tu protagonista se vio enredado en ambas y así es como llegó, trastabillando en sentido metafórico, hasta su final. Quién le iba a decir a él que así acabaría todo. Cómo iban sus hijos a predecir que su egoismo para con su padre le movería a hacer algo tan drástico como marcharse sin avisar. En fin... ¡la vida misma!
Un relato excelente en todos los sentidos, Josep. Me ha parecido realmente bueno.
¡Un abrazo!
Pues sí, Julia, es una historia que invita a la reflexión. Muchas veces, por culpa de los quehaceres diarios, el trabajo y, en definitiva, la falta de tiempo, nuestros mayores quedan relegados a un segundo plano. Pero mientras exista el cariño, se les atienda como es debido y no se les abandone, solo podremos recriminarnos no estar con ellos más tiempo de lo justo y necesario, pero el olvido es algo totalmente inmerecido e injusto. Si ellos se ocuparon de nosotros cuando les necesitamos, ¿por qué no a la inversa?
EliminarMi protagonista no previó las consecuencias de su fuga voluntaria. Es de suponer que en un caso así la ofuscación puede más que la sensatez y la serenidad.
Muchas gracias por tus comentarios, Julia.
Un abrazo.
Me ha encantado y, es curioso, pero no me ha parecido triste: es como si él hubiera decidido desparecer (yo, a veces estoy tentada) y en ese empeño va a conseguir la desaparición total. El que expliques que no siente dolor, es muy alentador y le quita mucho dramatismo a la historia. Da la sensación de que se está yendo de un mundo que se le hacía hostil por la pérdida de su mujer y la desafección de sus hijos, y lo está haciendo sin excesivo trauma; no porque lo haya elegido, pero tampoc parece que le pese en exceso.
ResponderEliminarNo sé, me produce sensaciones encontradas, pero, repito, me ha encantado.
Un beso.
Al final el hombre se deja llevar y acepta lo que se le antoja inevitable. El descanso final. Sin necesidad de llegar a este estado de abandono afectivo, hay mucha gente mayor (muy mayor) que confiesa no temer a la muerte, e incluso desearla. Y no porque estén desamparados sino porque ya no encuentran su lugar en este mundo, se sienten superfluos, sobrantes, sin ningún aliciente para seguir viviendo. Si a ello le sumamos la soledad, no es de extrañar que cuando sienten que les llega la hora lo acepten con total resignación. Cada vez que oigo este argumento, a mí también me produce sensaciones encontradas: por un lado lo entiendo y comparto pero por otro lo lamento.
EliminarUn beso, Rosa.
Hola Josep, me ha impresionado en primer lugar la fecha elegida para el relato, es decir un día antes de su publicación. No se si es casual, pero le de un prisma de actualidad espectacular y es que probablemente hoy mismo y a esta hora, también se estén produciendo denuncias de desapariciones. En cierta manera también encuentro cierta fusión entre tus dos espacios literarios pues hay relato, pero también hay reflexión. Quizás siendo todos los casos de desapariciones muy delicados, los de los niños son los más impactantes y casi da miedo solo de pensar en ello. Ese final, con todo es oscuridad, remata un gran texto. Un abrazo.
ResponderEliminarLo de la fecha se me ocurrió sin más, como parte de mi inspiración, jeje. Podía haber elegido otra pero, como hacía muy poco que había conocido un caso real de extrema soledad en una mujer mayor, quizá me saltó esta fecha para, como dices, darle un toque de actualidad.
EliminarLa soledad es tan habitual hoy en día... Antaño (cuando yo era un niño) las familias las constituían los padres, sus hijos y los abuelos. Con el ritmo de vida actual, a los ancianos no les queda más remedio que pasar muchas horas solos o incluso terminar sus días en una residencia geriátrica. Pero lo que nunca debería suceder es que esa residencia sea el aparcamiento donde se abandona el vehículo viejo y averiado antes de acabar en el desguace. Todos necesitamos compañía y nuestros mayores más, puesto que han dejado de ser independientes y necesitan de nuestros cuidados y atención.
El protagonista de esta historia, sin ser todavía un anciano tiene el peor de los males: la soledad y el ostracismo al que le han condenado sus propios hijos. ¿Qué le queda en esta vida? Decide hacer algo que, como él mismo reconoce, es más propio de un niño, llamando la atención de sus hijos y no se le ocurre nada mejor (o peor) que marcharse, irse lejos hasta donde sus fuerzas y ánimos le lleven.
Desde luego, la desaparición de niños es algo terrible y siempre se teme lo peor. Cuando el desaparecido es una persona mayor se teme por su vida por otras razones, pensando que, por falta de lucidez o por torpeza, puede sufrir un percance que acabe accidentalmente con su vida. Todavía no he sabido de alguien de edad avanzada que haya desaparecido voluntariamente, para castigar a su familia. De ahí que se me ocurrió hilvanar la soledad con las ganas de desaparecer como método de reclamo de atención.
Muchas gracias, Miguel, por tu lectura y tus comentarios.
Un abrazo.
Josep, es un relato muy bien escrito y como vas con el pensamiento de tu protagonista hilando esa desaparición quizás con idea de llamar la atención de sus hijos. Cuando vamos cumpliendo años a veces pensamos en esa vejez rodeados de los hijos, pero a veces pienso que los hijos están a su vida y quizás no queremos darles trabajo y lo mejor es desaparecer. Es un relato muy real y a la vez preocupante por la fecha de ahora mismo. Un abrazo.
ResponderEliminarEl problema de la soledad en las personas mayores merece una atención que no se le da. La vida moderna ha cambiado la estructura familiar. A menos que vivan en la precariedad económica, la mayoría de gente mayor reside en su propia vivienda y ya no en la de sus hijos. Mientras viven ambos cónyuges y están razonablemente bien de salud, pueden vivir perfectamente bien y además es bueno que sepan valerse por sí mismos. Lo malo es cuando uno de los dos falta y el otro se queda, no solo con la pena, sino en completa soledad y abandono. Aunque existan voluntarios y asistentes sociales que acudan a sus domicilios para ayudarles en la compra o simplemente para hacerles compañía, no hay nada como el apoyo y el acompañamiento de sus seres queridos, hijos y nietos. Cuando esto también falta, pueden sumirse en una depresión que les lleva a desear la muerte.
EliminarMuchas gracias, Mamen, por tu lectura y comentario.
Un abrazo.
He vuelto a releer este relato presentado al concurso, pues te deseo lo mejor Josep, cuenta con mi voto por supuesto de los más altos. Un abrazo.
Eliminar¡Hola Josep! El inicio despista con estadísticas, desapariciones en cifras. Se muestra la soledad, la triste soledad de alguien que no tiene nada que perder porque perdió lo que más amaba: a su esposa. Tu relato es una reflexión en voz alta de un anciano ¿senil? ¿con Alzheimer?¿caprichoso? ¿loco? No, no creo que sufra ninguna de estas patologías. Sólo el encontrarse muy solo, y emprender una huida hacia ninguna parte en una llamada de atención hacia sus vástagos.
ResponderEliminarEste relato-reflexión da que pensar, sobretodo en la terrible soledad de nuestros ancianos. A veces, como en éste caso no hay vuelta atrás. Un texto que invita al lector a pensar. Un abrazo literario.
Se supone (o eso es lo que se me ocurrió para despistar) que el hombre, antes de reconocer la gravedad de su estado tras sufrir ese accidente que lo mantiene postrado, reflexiona sobre lo que pueden estar pensando quienes le deben estar echando en falta (o al menos eso piensa) y pasa por su mente todo lo que ha leído sobre las desapariciones y sus circunstancias.
EliminarLa soledad puede resultar mucho más dolorosa e invalidante que cualquier enfermedad física. Puede llevar a un estado mental que, sin pertenecer a una patología en concreto, provoca reacciones anómalas como la de desaparecer como única forma de reclamar la atención de aquellos que deberían preocuparse por él.
Muchas gracias por el tiempo dedicado a la lectura y comentario de este texto que, efectivamente, da para mucha reflexión.
Otro abrazo literario.
Estremecedor relato. Los planes de fuga-protesta de tu protagonista se vieron dramáticamente trastocados, aunque quiero pensar que ese zarandeo final es de algún buen samaritano que lo salvará.
ResponderEliminarA mí también me llama mucho la atención la elevada cifra de desapariciones y cómo, cuando de ancianos se trata, siempre acaban trágicamente. Es terrible y un toque de atención, porque algo estamos haciendo mal con nuestros mayores. Seguro.
Buen relato, bien llevado y con una crítica social muy interesante.
Un abrazo.
Hola, Paloma. Pues has resultado ser la única (al menos por ahora) que ha apuntado la posibilidad de que nuestro hombre solitario y deprimido no haya fallecido. De hecho, dejé la puerta abierta a la suposición de que esa oscuridad no tuviera que ser forzosamente la de la muerte sino la de un desvanecimiento, y que ese buen samaritano al que apuntas (efectivamente alguien le zarandea para comprobar su estado vital) le acaba salvando la vida tras ser ingresado de urgencias. Podría decirse que pretendí dejar un final abierto, aunque la inmensa mayoría de los lectores han optado por creer que ahí termina la vida de un ser abandonado a la soledad por sus propios hijos. Quizá haya muerto, quizá no. ¿Quién sabe? Muchos vivos son, en realidad, muertos vivientes, arrinconados y olvidados por quienes deberían estar a su lado incondicionalmente, dándole consuelo, apoyo y amor.
EliminarMuchas gracias por tu análisis.
Un abrazo.
Esa llamada tercera edad, me remueve mucho por dentro, me despierta mucha ternura. Yo también creo que algo estamos haciendo mal con nuestros mayores. Hasta hace poco, la mujer no estaba incorporada al mercado laboral y ellas ejercían de cuidadoras de padres y/o suegros... pero ahora, con casas pequeñas, el frenético ritmo laboral, extracolar ...; o los mayores contribuyen ejerciendo de activos abuel@s, o pasan a ser un mueble que estorba :( Tu relato es una true historie total, porque mucho me temo que el abandono y la soledad de nuestros mayores, supera incluso esas escandalosas estadísticas de las desapariciones. Me ha parecido muy triste el relato, pero me ha encantado, con las emociones a flor de piel me dejas compañero...y con ganas de que esas voces del final fueran reales. Un abrazo enorme Josep, buen fin de semana.
ResponderEliminarEfectivamente, Cristina, los abuelos de hoy en día o bien acarrean con el cuidado de sus nietos y se ocupan de cubrir las necesidades que la ausencia de sus hijos trabajadores provocan, o bien quedan arrinconados por acción u omisión de esos mismos hijos a los que cuidaron casi toda su vida. No hay reciprocidad. El amor paterno/materno-filial no es bidireccional en la misma proporción. Puede ser lógico que se ame más al hijo que al padre, pero no es de recibo que a los padres se les de la espalda una vez ya han cumplido con sus obligaciones de cuidadores. Eso es el resultado de la deshumanización de nuestra sociedad.
EliminarMuchas gracias por tu aportación a este relato de ficción con muchos visos de realidad.
Un abrazo.
Un estupendo relato que trata el tema de la desatención a nuestros mayores, pero con tu estilo tan marcado en cuanto al género de suspense. Como ha mencionado Miguel, ese dato de la fecha aporta verosimilitud y ese tono calmado de inicio nos va atrapando con el in crescendo de emociones que destila el protagonista conforme se da cuenta de su destino. Me ha recordado un tanto a esa práctica que se cuenta de los elefantes, que cuando sienten que su momento llega abandonan la manada para no ser una carga para ella. Algo triste, pero que también denota otra sensación más positiva. La de quien decide hasta el final ser dueño de su vida.
ResponderEliminarEn este caso, lo que apena es que su huida o abandono familiar haya tenido un recorrido tan corto. Pero como suelo decir, para un relato siempre es aconsejable un final amargo. Un fuerte abrazo!!
La tristeza ocasionada por la soledad y el abandono debe (creo yo) acabar mutando en una especie de resignación al comprobar que no hay marcha atrás ni salida a ese deterioro de la relación de algunos hijos para con sus padres. Esa resignación, junto con el estado de depresión añadido, hace que el protagonista examine, con más calma de la que parecería normal, su situación y su sino.
EliminarDesear la muerte cuando las expectativas de superar una larga y dolorosa enfermedad son nulas es algo lógico, pero desear desaparecer porque uno se siente ignorado y abandonado es una circunstancia terrible y, desgraciadamente, mucho más frecuente de lo que creemos.
Muchas gracias, David, por tu comentario.
Un fuerte abrazo.
Estupenda entrada Josep Mª; a mi, como en algunos de los comentarios, tampoco me parece triste. Nos tocó vivir en un momento de cambios muy profundos en la sociedad y debemos adaptarnos y creo que no es una cuestión de más o menos cariño por parte de los demás (por lo menos en la mayoría de los casos). Nos hemos hecho independientes para todo, y a mi me gustaría discrección,... en todos los trances de la vida. Feliz fin de semana!
ResponderEliminarHoy en día son muchos los mayores que ven con normalidad acabar sus días en una residencia, algo que antaño se consideraba casi inhumano. Y todo debido al cambio drástico en nuestra sociedad y al cambio de forma de la vida en común. Hay ancianos que no quieren ser una carga para sus hijos, ocupados en trabajar 12 horas diarias y con cargas familiares, y prefieren retirarse a una residencia, donde estarán bien atendidos. Pero incluso en esa circunstancia, hay ancianos que viven en soledad aun estando rodeados de cuidadores. Todo su mundo se reduce a una habitación, a un comedor colectivo y a la sala de la televisión. Seres aparcados sin recibir visitas, hasta que su memoria les abandona y ya no recuerdan que una vez tuvieron una familia.
EliminarUn abrazo.
Una entrada que me da escalofríos será por la proximidad de la edad, jajaja, pero me ha encantado como lo cuentas, y también esta vez me he quedado con ganas de ms, como que le están rescatando cuando va perdiendo el sentido. Para mi, me quedo con esa opción, jeje.
ResponderEliminarUn placer la lectura Josep.
Un abrazo.
Bueno, Elda, eres la segunda persona que prefiere pensar que el pobre hombre es finalmente rescatado y vuelto a la vida, jeje. No te diré ni sí ni no. Que cada uno piense en un final, aunque lo más probable, si nos atenemos a la triste realidad, es que sea trágico.
EliminarCuando nos hacemos mayores pensamos cada vez más en la soledad de nuestra vejez y resulta algo normal, sobre todo viendo que a nuestro alrededor hay casos tan tristes como el que he contado en este relato.
Muchas gracias, Elda, por tu visita y comentario.
Un abrazo.
Saludos, Josep.
ResponderEliminarMagnífico relato, amigo mío. Celebro que aún no hayas perdido ese pulso natural que posees para crear historias que consigan enganchar al lector, retener cual prisionera su atención y no liberarla hasta que éste descubra por sí mismo su desenlace. Otra de tus "marcas de fábrica" es la de dejar finales abiertos, como en este caso, dejando en manos del lector el cierre que más le inspiren tus letras. En eso, amigo mio, eres un maestro.
Necesitaba desconectar del "mundo real". A fe mía que, con tu relato, lo he logrado.
Un abrazo, amigo.
Muchas gracias, Pedro, por tu amable comentario. Tu necesitabas desconectar y yo una dosis de energía positiva. Así pues, ambos hemos obtenido lo que necesitábamos, jeje.
EliminarOtro abrazo, amigo.
Cuantos viejos no pasan desapercibidos para los suyos, cuantos abandonos voluntarios de los que les debían cuidar y proteger. Muerte en vida ¡qué más da ya si la muerte se materializa! Nadie les echará de menos.
ResponderEliminarTremendo y real como la vida misma.
Abrazos.
Es este un mal que se ha ido extendiendo de forma insidiosa y que puede llegar a ser considerado normal. Los ancianos se han convertido en un elemento molesto en algunas familias y en el mejor de los casos se les ignora.
EliminarUn abrazo, Francisco.
Un relato que duele, que contagia soledad e indefensión sin recurrir al melodrama. Fantástico Josep M.
ResponderEliminarLa soledad y el abandono siempre son dolorosos y, por desgracia, cada vez más frecuentes.
EliminarMuchas gracias, Marta, por dejar tu comentario.
Un abrazo.
Tocas un tema muy sensible, el de los desaparecidos, y que, por desgracia, nunca deja de ser actualidad. En el caso de tu protagonista se confabulan varias circunstancias ( la muerte de su mujer y el atropello ) que sitúan al hombre al borde del precipicio ( real y figuradamente ).
ResponderEliminarCon tu habitual estilo narrativo que por momentos recuerda una crónica de sucesos consigues meterte en la piel del hombre poniendo de relieve el lado más triste de este tipo de sucesos: en un gran número de casos, los desaparecidos no aparecen porque nadie los echa de menos ni se preocupa por buscarlos. Nos brindas un gran relato que supone también la denuncia de una dolorosa lacra social.
Suerte en el concurso de "El Tintero". Un abrazo, Josep.
A los animales de compañía se les abandona porque acaban siendo una carga molesta. A las personas mayores se las abandona arrinconándolas, marginándolas e ignorándolas, desapareciendo de la vista y de la vida de sus allegados. Ante esta situación, muchas prefieren la desaparición real, acabar de una vez sus días en este mundo. Otros, como el protagonista de esta historia, planea una desaparición fingida que no acaba como tenía previsto, lo que le añade, a mi entender, un dramatismo adicional a su ya deteriorada situación.
EliminarMuchas gracias, Paco, por tu comentario y tus buenos deseos.
Un abrazo.
Resulta paradójico que en una sociedad donde las distancias son cada vez mas cortas y todos estamos continuamente conectados con todos, la soledad sea un mal cada vez más frecuente, sobre todo entre los mayores. Enfocas muy bien el tema, desde la óptica de ese anciano que se siente olvidado y decide desaparecer un tiempo para terminar haciéndolo para siempre. Hacia el final el relato cobra velocidad, conectándose con los pensamientos fugaces del anciano que ve pasar sus últimos minutos de vida ante sí. Incluso mientras lo leía he llegado a albergar la esperanza de que se salvaría, para al final toparme con su doloroso final. Te deseo mucha suerte en el Tintero, Josep.
ResponderEliminarEn efecto, Jorge, resulta paradójico, pero desgraciadamente cada vez más habitual, sentirse solo rodeado de gente y de medios que favorecen la comunicación. Pero es esta una comunicación ficticia cuando falta el calor humano.
EliminarLa soledad y el olvido son, para mí, los factores más influyentes en el envejecimiento de una persona. Hay ancianos jóvenes y jóvenes ancianos prematuros. La soledad puede darse, y de da, en cualquier etapa de la vida, pero es mucho más habitual cuando, llegada la tercera edad, uno se convierte en un elemento prescindible.
Muy agradecido por tus deseos de suerte. Aunque parezca un tópico, lo importante es participar, pues la calidad de los "adversarios" es muy alta, jeje.
Un abrazo.
Muy buen relato, Josep, hilado de forma magistral. Triste y duro, pero en el que planteas un tema de absoluta actualidad. Es cierto que en nuestra sociedad, por desgracia, envejecer conlleva en muchos casos soledad, sensación de inutilidad y de invisibilidad. Mucha suerte en el concurso!! Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Pilar. La vejez lleva aparejada, por desgracia e inevitablemente, una pérdida paulatina de libertad de movimientos y de utilidad social. La soledad, en cambio, debería ser algo evitable, y para ello la sociedad (todos nosotros) debería poner todos los medios a su alcance para que no se llegara al extremo de que los ancianos sean arrinconados y sus necesidades olvidadas. Deberíamos concienciarnos que, tarde o temprano, seremos nosotros quienes podemos sufrir ese abandono.
EliminarMuchas gracias, compañera, por tu amable comentario.
Un abrazo.
Magnífico relato, Josep, le has dado mucha intensidad al haber elegido un narrador en primera persona porque lo hace más intimista, y lo hace más adecuado para contar el drama del anciano. Has realizado una elaboración muy emotiva a partir de los pensamientos del personaje, y nos muestras en carne viva la peripecia a la que se ha lanzado. El tema que has elegido refleja un efecto de época en el que se ven inmersos nuestros viejos. Es un relato muy conmovedor y escrito con excelencia. Es un argumento donde hay mucho dolor y a pesar de eso he disfrutado de la lectura. Mis felicitaciones, Josep. Mucha suerte en el concurso del tintero. Un abrazo!!
ResponderEliminarAriel
Solo espero que la soledad en los ancianos no se comporte como una enfermedad contagiosa o una epidemia descontrolada. La madurez de una sociedad adelantada y justa se mide por la calidad de vida de sus ciudadanos y esta debe ser extensiva a la de sus mayores.
EliminarMuchas gracias, Ariel, por tu valoración de este relato y por tus buenos deseos.
Un abrazo.
¡Felicitaciones, Josep, por tu mención en el concurso del tintero! Espero que disfrutes de tu premio. Te mando un gran abrazo, compañero.
EliminarAriel
¡Impactante, Josep Mª! Ver la vida desde la otra óptica, desde el que ve cómo la va abandonando poco a poco es todo un ejercicio de imaginación que sobrecoge.
ResponderEliminarEl tema de fondo es espeluznante, ¡es increíble la cantidad de gente desaparecida! En algún lugar deben estar, pienso yo siempre (ocultos o no).
Te deseo mucha suerte en el concurso.
Un besazo.
Hay veces que, llegado a un punto que se nos antoja sin retorno, nos sentimos impulsados a hacer un balance de nuestra vida y examinar retrospectivamente lo que hemos hecho bien y mal. El protagonista de esta historia parece como si quisiera justificar porqué tomó esa decisión que le ha llevado hasta dicho punto y, asumiendo lo inevitable, ya solo le queda conjeturar qué será de él y qué pensarán aquellos que deja atrás.
EliminarPor desgracia, hay muchos desaparecidos, unos reales y otros que simplemente se han vuelto invisibles a los ojos de los demás.
Muchas gracias, Chelo, por tus comentarios.
Un beso.
Uf compañero, la soledad y la vejez, he creído que pueden ser sinónimos en esta época en la que vivimos, en la que todo se nos acerca y a la vez el contacto humano se volatiliza, más aún en los mayores. Tu personaje es muy cercano, sobre todo a los que estamos con mayores y se nos han ido, los llegas a conocer, llegas a vislumbrar algo de lo que pasa por sus mentes. Algunos quieren olvidar el pasado y otros se envuelven con él como una colcha de croché, como el bebé con un osito. Hay mayores que son buscados y otros alejados depende mucho de lo que han entregado y sembrado en su vida. De tu relato me parece estremecedor el comienzo, te parecerá una tontería, pero comienza con una lista de desaparecidos (como en muchos países desaparecen por cuestiones politicas, o en épocas mucho más remostas, por enfemedades, o las desapariciones de bebés) en este caso pensaba que la sociedad iba a hacer desaparecer a todas aquellas personas con demencia o alzheimer, desapariciones hechas a conciencia programadas "no ingratas para la vida de los demás" la bicicleta, la mochila, me han tranquilizado y estoy convencida que este viejito al final un alma caritativa lo encuentra, pero tal vez no se acuerde de nada...Un abrazo compañero
ResponderEliminarMuchos son los mayores que quedan "aparcados" por inservibles o porque molestan e intefieren en la vida moderna de sus familiares más próximos. Muchos deben ser los mayores que, cuando se sienten flaquear, cuando presienten que les falta poco para no poder valerse por sí mismos, se hacen esa terrible pregunta: ¿qué será de mí?
EliminarMi protagonista (al menos así lo he ideado) no ha llegado todavía a ese punto, no es lo suficientemente viejo como para ser una carga, para sus hijos. Ese hombre, que vive solo tras haber enviudado, simplemente está y se siente solo porque nadie repara en él lo suficiente como para sentirse arropado y querido. Ante esa situación de abandono sentimental, traza un plan para hacer reaccionar a sus hijos o bien para comprobar hasta qué punto le echarían de menos si creyeran que se ha apartado definitivamente de sus vidas. Lo que acaba ocurriéndole no es más que el resultado de un fatídico accidente que no habría tenido lugar de haberse quedado en casa, donde tenía de estar. Yo también quiero pensar que esa oscuridad que se cierne sobre él al final no es más que un desvanecimiento por el lamentable estado en el que se encuentra, y que un alma caritativa (o dos, ya puestos) le acaba salvando la vida.
Lo que nunca sabremos es si sus hijos llegaron a preocuparse seriamente por él.
Un abrazo, Eme.
Hola Josep, vaya qué historia tremenda, por lo real, eso es lo que me impresiona, y aquí ya has logrado tu objetivo. Cuando un escrito despierta en el lector una emoción, ya sea miedo, tristeza o cualquiera de las tantas que por nuestra condición de humanos sentimos, está logrado. El tuyo lo está. Tan maravillosamente contado, sin artilugios, como debe ser. La historia me fue llevando, tenía la esperanza que lo hallaran antes de que suceda lo inevitable, pero no es así. Muy bueno, me ha encantado leerte. Te envío mis felicitaciones y un abrazo.
ResponderEliminarHola, Miry. Me alegro que este escrito te haya impresionado, emocionado y entristecido, pues estos fueron los sentimientos que yo mismo experimenté mientras lo escribía, poniéndome en la piel del protagonista. La soledad es una enfermedad que solo tiene cura en compañía.
EliminarMuchas gracias por leerme y por tus amables comentarios.
Un abrazo.
Felicitaciones.Este relato me ha impactado fuertemente.Una decisión de vida para afrontar las vicicitudes. Para pensar y mucho.Triste final pero esperado.La desesperanza hace que transformarse en desaparecido sea una opción. Aplausos.Un abrazo
ResponderEliminarHola, Graciela. Efectivamente, la desesperanza lleva a mucha gente a tirar la toalla y querer desaparecer. De hecho, hay muchos que viven solos y son como desaparecidos, sin que nadie valore lo que han hecho y lo que han sido y todavía son.
EliminarMe alegra que te haya gustado el relato.
Un abrazo.
¡Muy fuerte tu historia! Me reconocí en algunos momentos; la soledad es el mal más frecuente entre los mayores. Excelente relato. Buen manejo de la trama.
ResponderEliminarLos viejos están casi siempre perdidos: en recuerdos, en frustraciones, en utopías.Y no vale decir que los hijos son egoístas; a veces nuestra propia soberbia no nos deja pedirles ayuda; miedo al rechazo, autosuficiencia. ¿No los "molestamos" porque están pasando lo que a nosotros mismos nos pasó: trabajo, preocupaciones, hijos. Lo que no nos dejó hacernos amigos de ellos a su debido tiempo?
Hola, Beba. Creo que todos, incluso los jóvenes, han sentido alguna vez el zarpazo de la soledad. Afortunadamente para ellos, por un tiempo más o menos corto. Lo grave es cuando la soledad se cierne sobre uno para no dejarle escapar y acompañarle durante el resto de sus días.
EliminarCiertamente, puede haber casos en los que se puede decir que la historia se repite. Lo que hicimos con nuestros mayores ahora son nuestros hijos los que lo hacen con nosotros. Yo todavía no he llegado a esa edad en que uno se vuelve dependiente de los hijos o puede resultar una carga para ellos pero tampoco soy de los que esperan que se hagan cargo se sus padres. Lo que sí espero es que, por viejo que sea, no se olviden de que existo y de que un día me ocupé de ellos como mejor pude y supe. La vida moderna tiene mucha culpa del desarraigo entre padres e hijos que se produce en algunas familias.
Muy agradecido por tu lectura y por el comentario.
Un abrazo.
Buen relato, Josep Mª.
ResponderEliminarSuerte en EL TINTERO.
Un abrazo.
Muchas gracias, Macondo. Me alegro que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
Un relato con un mensaje bastante duro. Y bastante real. Pero leyéndolo y viendo los comentarios pienso que falta una parte en este debate. La autocrítica.
ResponderEliminarPrecisamente lo hablaba no hace mucho con unos amigos. Esta sociedad que nos ha tocado vivir (forjada a partir d la mitad del siglo pasado) es muy, y cada vez más, individualista. Nos aislamos de los demás, tenemos miedo de que nos quiten lo nuestro, de que nos perjudiquen de cualquier manera ... incluso de quien bos lleven la contraria. Conozco muchas personas mayores (incluidos mis padres) que no tiene prácticamente una red social a su alrededor más que sus familiares directos. ?No sería más lógico tener amigos afines a ti? ?Que pasa con los movimientos asociativos? (Que son escasos independientemente de la edad de sus integrantes) ... ?por qué el bienestar de los mayores tiene que estar por fuerza en manos de sus hijos o del estado? ?no sería más lógico y “más bueno” reforzar nuestras amistades con el paso de los años? Estar abierto a las personas que llegan y a lo que podemos compartir con ellos... para que cuando llegue el inevitable callejón sin salida tengamos compañeros de camino que nos entiendan, a los que apoyar y en los que apoyarnos...
No sé, tu texto me ha recordado aquel debate y la lúgubre conclusión final que fue algo así como “sí, todo eso está muy bien pero la “vida moderna” nos empuja hacia otro sitio”.
Está claro que aunque solo sea por ser capaz de suscitar todo esto en un lector a uno de los buenos 😉
Un saludo, nos leemos!
Hola, Sergio. Estoy de acuerdo contigo. Hay un libro que se titula "Envejecer bien", del Dr. Miquel Vilardell, que da una serie de consejos para que la gente mayor se prepare y acepte la vejez (y la muerte) de forma proactiva, es decir que no solo lo vea como un proceso natural e inevitable sino que ponga todos los medios a su alcance para que ello no sea excesivamente traumático y pueda seguir, dentro de sus posibilidades físicas, siendo independiente. Ello pasa por lo que tu apuntas: hacer una "vida social", si así puede llamarse, que los mantenga activos física y mentalmente y no sean totalmente dependientes de los demás.
EliminarAun así, considero que por muchos amigos que uno haya hecho a lo largo de la vida, o cuanto menos durante la tercera edad, no hay nada como tener el calor de las personas a las que más han querido: sus hijos. En tanto en cuanto ese calor no se apague, podrán sentirse reconfortados y recompensados. Y no quiero decir con ello que los hijos deben "pagar" a sus padres con amor y cariño el haberles criado, educado, alimentado, etc., etc., pues esas eran sus obligaciones, pero si tras toda una vida dándoles amor, cuando llega el final esos hijos se desentienden de sus padres hasta el punto de no irles a visitar y pasar un tiempo con ellos, entonces el sentimiento de abandono tiene que resultar muy doloroso.
Te agradezco tu aportación y me alegro que este relato de ficción, pero tan cercano a la realidad, te haya inspirado esta reflexión.
Un saludo.
¡Anda! ¿Cómo es que se me ha pasado este magnífico relato tuyo Josep Mª?
ResponderEliminarAl margen de que parece mentira que en esta sociedad tan "robotizada y conectada" desaparezcan personas si que seamos capaces de localizarla... me ha interesado, sobre todo, el monólogo interno del protagonista, que sin perder del todo sus capacidades rememora parte de su vida y su soledad presente. Me ha gustado mucho como has resuelto el final, apagándose poco a poco.
Un abrazo Josep Mª y suerte en nuestro Tintero.
Pues ya ves, como el hombre andaba desaparecido, no lo has visto, jajaja.
EliminarDicen que cuando uno está a punto de morir, pasa por su mente, como si de una película super revolucionada se tratara, toda su vida o fragmentos de ella. Este hombre, que desaparece voluntariamente de la vida de sus hijos, al no sentirse querido, simboliza la soledad a la que muchas personas se sienten empujadas por esa sociedad que hemos construido entre todos que, además de robotizada y conectada, está idiotizada e insensibilizada.
Me alegro que una historia tan triste como esta. te haya gustado. Al menos que nos perdamos los sentimientos.
Un abrazo.
Josep, es un relato impactante. Describes muy bien la soledad que sufren algunas personas. El monólogo muy bueno y el final tan dulce...
ResponderEliminarUn abrazo y suerte.
Muchas gracias, Ana, por tu amable comentario. La soledad de ese hombre es la soledad de muchas personas que, al llegar a una cierta edad, se sienten o son excluidas social y familiarmente.
EliminarUn abrazo.
Después de leer tu relato Josep me invade la tristeza y me hace pensar en el momento en que podamos sentirnos igual que tu protagonista.Esa soledad de la que no estamos libres nadie, pues el mundo en que vivimos propicia ese tipo de situaciones.
ResponderEliminarMuy bien narrada la historia.
Suerte en el concurso El.Tintero de O.
Un abrazo
Puri
Hola, Puri. Con este relato no pretendía entristeceros sino más bien concienciaros sobre lo que ocurre a nuestro alrededor con la gente mayor, y no tan mayor. Si de jóvenes podemos llegar a sentirnos solos, ¿qué no ocurrirá cuando, de mayores, lo estemos de verdad? Esperemos que no tengamos que vivirlo.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y por tus buenos deseos.
Un abrazo.
Impresionante y triste relato, Josep. En los momentos de tristeza, rabia o decepción tu protagonista prefiere aislarse y buscar su tranquilidad en la soledad con su bicicleta que, a la vez trajo consecuencias fatales. A veces los hijos son muy desagradecidos con sus padres, incluso en su etapa de adultos cuando debieran tener mayor capacidad de apreciar la dedicación y el cuidado que tuvieron con ellos. Me encanto el trasfondo de tu entrega, muy original y reflexiva.
ResponderEliminarSuerte en el tintero
Abrazo
El abandono, tanto físico como emotivo, que practican (aun involuntariamente) algunos hijos hacia sus progenitores, hace que estos se sientan un objeto inservible, cuando ya no les necesitan. La necesidad de amor, ternura y de cuidados se invierte con los años. El anciano es quien necesita la atención de los hijos que ellos criaron, cuidaron y educaron. No es preciso dedicarles tanto tiempo y esfuerzo como sus padres hicieron con ellos. Con solo dedicarles un cierto tiempo para estar con ellos y hacerles sentir vivos, ya es suficiente.
EliminarEl protagonista de esta historia no sabe cómo llamar la atención de esos hijos que se han olvidado de él y decide hacer algo demasiado arriesgado. Cuando uno está desesperado puede tomar decisiones equivocadas.
Muchas gracias, Yessy, por tu amable comentario.
Un abrazo.
Hola Josep.
ResponderEliminarLlego a tu relato a través del Tintero.
Cuanta tristeza y nostalgia hay en tu historia. Como los seres humanos, con el paso del tiempo, vamos perdiendo (al menos eso creemos) nuestra utilidad y llegamos a estorbar. Pega cerca de casa tu relato, mi viejo tiene 84 años y prácticamente me lo estabas describiendo, aunque él todavía tiene GAD a si Rosa.
Muy emotivo y bien contado. Triste final, pero es claro y no esperábamos otro diferente.
Muchas felicidades y suerte en el Tintero.
José Torma
www.cuentoshistoriasyotraslocuras.wordpress.com
Hola, José Luis,
EliminarCon los años nuestro cuerpo y nuestra mente se van deteriorando inexorablemente, pero, salvo casos clínicamente debilitantes (demencia, alzheimer, etc.), los ancianos no deben ser considerados unos objetos inútiles por el simple hecho de haber dejado de ser productivos. Ya dieron mucho de su parte cuando sus fuerzas no flaqueaban y en la vejez es el momento de reconocer sus méritos pagándoles con la misma moneda, no con la moneda de la ingratitud.
Me alegro que el Tintero te haya traído hasta este rincón y que lo que han encontrado en él haya sido de tu gusto.
Un abrazo.
Un triste final... :( El tema de las desapariciones es curioso. Posiblemente en muchas ocasiones suceda como en tu relato aunque con otro final, simplemente, que alguien tiene ganas de cambiar de vida.
ResponderEliminarUn abrazo
Debo confesarte, David, que cuando empecé a escribir las primeras líneas de este relato la idea era la de describir una desaparición voluntaria con la intención de gastar una broma pesada o vengarse de alguien, en clave de humor y con final feliz. Pero a medida que iba avanzando, se me torcieron las ideas y acabé elaborando una historia trágica, pensando en la cantidad de desapariciones que tienen lugar en nuestro país con tintes dramáticos.
EliminarUn abrazo.
Hola, Josep. Qué tremendo esto que relatas. Es muy cierto y ocurre en todas partes. Uno no se da cuenta pero a veces pasa por al lado de gente que quizás esté siendo buscada (o no) por su familia. A veces enfermos otras no. Lo cierto es que hay quienes quizás hayan vivido ese alejamiento de sus seres queridos. Y qué triste que no tengan alguien más a quien recurrir en momentos de indefensión.
ResponderEliminarCrudo relato para una cruda realidad.
Un abrazo
Si el abandono es un mal cada vez más extendido en nuestra sociedad moderna, peor es, si cabe, la indiferencia de ésta ante lo evidente. Si "hay" gente sola no deberíamos permitir que se "sintiera" sola, porque una cosa es estar y otra sentirse solo. Los hijos son las personas que más tienen que preocuparse por el bienestar de sus progenitores y ese bienestar pasa por el acompañamiento y el amor.
EliminarMuchas gracias, Mirna, por tus comentarios.
Un abrazo.
Enhorabuena Josep María por el premio en Tintero de Oro. Hasta pronto. Un abrazo.
ResponderEliminarFelicidades Josep por esa mención en el Tintero. Abrazos!
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