Solo con verla aparecer,
nuestros cuerpos se tensaban bajo aquel viejo plátano donde nos apostábamos a
diario, tras salir de clase. Fue su aspecto de alemana, como decía Xavier, lo
que nos cautivó. Alta, con cabello rubio y lacio hasta los hombros, de ojos
azules y piel clara. Andaba como si de una modelo se tratara y pasaba junto a nosotros
mirando al frente y con los libros sujetos contra su pecho, como si temiera que
se los robaran. Aun sabiéndose observada, nunca se habían cruzado nuestras
miradas.
Por el uniforme supimos que
iba a un colegio de monjas cercano, “el chalet”, sobrenombre que usábamos para
referirnos a la Casa Golferichs, un edificio modernista convertido, durante la
posguerra, en un colegio religioso para chicas. Lo siguiente sería averiguar
dónde vivía. En lugar de un abordaje claro y directo, cara a cara, echándole
morro, cosa de la que entonces carecíamos, optamos por un espionaje de lo más
pueril. Seguirla resultó todo un reto para nosotros, torpes aprendices de
ligón. Con sólo pensarlo, sentíamos una gran emoción.
El día de autos, al poco de iniciar
el seguimiento, debió percatarse de ello porque se giraba de vez en cuando. Nosotros,
a cada giro de ella, jugábamos al despiste, entreteniéndonos con cualquier cosa
que aparentemente nos llamaba la atención, hasta que se detuvo y se volteó
desafiante. Yo hubiera seguido adelante, pasando por su lado como si nada, pero
Xavier, como si un resorte le hubiera catapultado, entró precipitadamente, y yo
tras él, en la primera tienda que había a nuestro alcance y que resultó ser una
librería. Una vez dentro, un hombre de avanzada edad nos preguntó qué
deseábamos, a lo que mi amigo contestó, sin pensárselo dos veces: “¿tiene Mein Kampf?”. ¿Sería acaso una de esas
revistas sobre el ejército alemán que tanto le gustaban? No sé qué hubiera
dicho Xavier de haber entrado en una corsetería, pero seguro que algo se le
habría ocurrido.
No es que Xavier fuera
germanófilo, simplemente sentía un gran interés por lo alemán y, especialmente,
con todo lo relacionado con la segunda guerra mundial. Así que yo no podía ir
muy errado en mi suposición.
Una vez en la calle, dejando
al pobre hombre perplejo, no sé si por tal demanda o por cómo desaparecimos sin
mediar explicación, Xavier me dijo:
─¡Menos mal que hemos entrado
en esa librería!
Yo iba a decirle que me había
parecido una ridiculez haber actuado de ese modo, pero me venció más mi
curiosidad.
─¿Qué es lo que has pedido a
ese hombre? ─ya no recordaba el dichoso nombrecito.
─Le he preguntado si tenía Mein Kampf ─contestó con la mayor
naturalidad.
─Eso ya lo sé, pero ¿qué es? ─repliqué,
incómodo por mi ignorancia.
─Es un libro sobre Hitler,
escrito por él mismo.
─Y ¿qué significa el título? ─inquirí.
─Significa “Mi Lucha”.
¡Así que Mi Lucha! Yo también
podría escribir un libro sobre mi vida amorosa titulado así, pensé.
En eso, nuestra chica había
desaparecido y nosotros, derrotados, nos retiramos a nuestros cuarteles,
aplazando el frustrado seguimiento. Desde aquel día, ella pasó a llamarse Mein Kampf.
Decidimos volver a probar fortuna
al día siguiente. Pensamos que, como primera aproximación, un alto y claro
“adiós”, sin calificativos, sería más que suficiente. En el momento crucial, sin
embargo, los dos bobos en apuros no lograron verbalizar nada. Parecíamos
afectados por el mismo mal. Gemelos con atrofia cerebral que impedía el habla y
hasta el raciocinio. Pasó ante nosotros como una exhalación y tal fue la
frustración ante nuestra ineptitud que, al unísono y sin pensarlo, decidimos
darnos una segunda oportunidad iniciando una carrera frenética alrededor de la
manzana con objeto de alcanzarla de frente. Si corríamos lo suficientemente
deprisa, todavía podíamos cruzarnos con ella y, entonces sí, decirle ese adiós
tan preciado para nuestra autoestima.
Corrimos como galgos y
logramos por los pelos dar con ella, pero lo que surgió de nuestras gargantas
no sabría cómo definirlo: ¿un sonido gutural?, ¿una espiración estertórea?, ¿una
sibilancia asmática? Algo salió, pero totalmente incomprensible. Ni nosotros
mismos pudimos entender ese aborto fonético que emitió nuestras cuerdas vocales,
pues el fuelle en el que se habían convertido nuestros pulmones estaba al borde
del colapso. Un aioooo podría ser lo
más parecido a lo que logramos vocalizar.
Quedamos tan avergonzados por
nuestra actuación, que decidimos desaparecer del mapa y refugiarnos en otra
esquina y bajo otro viejo plátano. Si ese árbol, excoriado y aparentemente
inmutable al paso del tiempo, hubiera podido emitir algún sonido, éste hubiera
sido una sonora carcajada por lo que allí tuvo que oír durante las
interminables charlas de aquel par de aprendices de adulto.
A Mein Kampf la volví a ver tres años más tarde, cuando yo contaba
con diecinueve. Fue días antes de una noche de Reyes. Paseaba por la Gran
Vía, junto a los puestos de juguetes, cuando me crucé con ella. Tampoco en esa
ocasión se cruzaron nuestras miradas. Supe que era ella a pesar del tiempo
transcurrido. La reconocí por su figura, por su largo cabello áureo, por sus
ojos de un azul celeste y por su forma cadenciosa de andar. Solo advertí una
diferencia: su cutis blanco, inmaculado y casi angelical estaba cubierto de las
cicatrices típicas del acné, restándole ese atractivo que tanto nos había
cautivado. Había cambiado; seguramente como yo. Incluso la mirada ya no parecía
la misma, triste y perdida. E iba sola; como yo.
Muy bueno. temí , por el libro, que iría de otra manera, así que gracasi por usar un icónico libro en un simple símbolo de la timidez cargada de hormonas.
ResponderEliminarUn abrazo y por un jueves de amor, sea pasado, presente o futuro
Pues no, los tiros iban en otra dirección y ese libro solo fue un elemento de distracción, jeje.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Un abrazo y feliz fin de semana.
Qué hubiese pasado de haber hablado con ella nunca se sabrá. Es una pena dejar los libros sin terminar de leer, las películas sin ver su fin,,, pero la insatisfacción y curiosidad que da haber perdido la oportunidad de empezar una historia, eso ya no se olvida jamás.
ResponderEliminarEsa es una de las situaciones de la vida que uno se pregunta ¿y si...? Pero, como bien dices, nunca obstendremos una respuesta al margen de la pura elucubración. Quizá fue mejor así.
EliminarUn abrazo.
No solo la comida se hace "bola"... las palabras también :) jejejeje que gracia me ha hecho ese "aiooo".
ResponderEliminarY que bonita esas bolas enredadas entre mariposas y hormonas del amor.
Gracias por compartir compañero de teclas. Un abrazo
El amor adolescente es como una mariposa: se va posando de flor en flor, es muy bella, frágil, y tiene una vida muy corta, jeje.
EliminarGracias a tí por venir a leer mis letras.
Un abrazo.
Ainssss que relato tan tierno, Josep, y quizás más aún porque el desenlace no es feliz pero sí muy realista. Aparte de hacerme sonreir con tu fresca y creíble forma de contar la historia, me has traido muchos recuerdos a la mente. ¡Qué difícil era cruzar siquiera una palabra con la persona que nos gustaba en la terrible "edad del pavo"! Menos mal que ya pasó :)
ResponderEliminarMe ha encantado, es de esas narraciones que te hacen empatizar al momento con los protagonistas y quedarte prendido de lo que ellos mismos sienten. He pasado un ratito genial, muchas gracias.
¡Un abrazo!
Los amores o, debería mejor decir enamoramientos adolescentes, no suelen tener un final feliz, pero aun así se guarda de ellos un muy grato recuerdo, tanto que a veces a uno le gustaría volver al pasado para repetirlo. Lo que se siente cuando uno está enamorado es algo indescriptible, por lo menos en esa época y con la escasa experiencia en esos lances que teníamos.
EliminarMe alegro que hayas pasado un rato genial leyendo una de las tribulaciones de mi adolescencia.
Un abrazo.
Las cosas de la adolescencia de nuestros tiempos, ahora ya son más precoces y actúan más descaradamente, aunque supongo que la timidez todavía algunos la tendrán.
ResponderEliminarHermoso este relato Josep que me ha resultado muy entretenido por los encantadores detectives, jajaja.
Como siempre, un placer.
Un abrazo.
Pues sí, Elda, eramos mucho más inocentes, ingénuos, apocados o, incluso diría, reprimidos de lo que son los jóvenes actuales. Había mucha censura y prejuicios sociales, y eso, para los tímidos como yo, era una traba más para llevar una vida social "normal" y acercarse a las chicas. Ten en cuenta que yo no me senté en clase junto a una chica hasta la Universidad, pues siempre fui a un colegio religioso que, por aquel entonces, eran "unisex", jeje.
EliminarPues este relato te lo debía, pues tras leer mi historia autobiográfica "Volver a casa", dijiste que me animara a hacer otro sobre la adolescencia. Así que aquí tienes un retazo de lo que fueron mis amores frustrados a los 16 años. A fin de cuenta esto son los relates de una vida, jeje.
Un abrazo.
Esos adolescentes, tan insufribles como enternecedores. Qué bien captado y qué creible lo has conseguido.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una especie de adolescentes ya extinguida, por desgracia o por fortuna, según cómo se mire.
EliminarMe alegro que te haya resultado creíble, pues, aunque quizá no lo parezca, es una historia real.
Un abrazo.
Ainnnns qué recuerdos cuando queríamos acercarnos a alguien qu enos gustaba. Yo le echaba valor y decía un hola alto y claro, pero luego me costaba seguir, jejeje.
ResponderEliminarMuy feliz finde y me ha atrapado.
Ojalá hubiera nacido y vivido este experiencia por lo menos una década más tarde, cuando las chicas eran menos mojigatas y más echás palante, jajaja. En los años sesenta, cuando se desarrolla esta historia real, los chicos debíamos tomar obligatoriamente la iniciativa. Y no solo esto; si una chica te daba "calabazas", algo qeu casi siempre ocurría a la primera, para hacerse valer, se suponía que debías insistir una y otra vez hasta que caía rendida, jeje. No es de extrañasr, pues, que alguien tan tímido como yo, lo pasara fatal a la hora de "ligar". Menos mal que con la edad uno se va soltando y la cosa fue mejorando, aunque no mucho, jajaja.
EliminarUn abrazo y feliz finde.
"Tanto mudan a los hombres fortuna, poder y tiempo" que diría el gran José Zorrilla. También mudan las mujeres, por supuesto, y en este relato ambos, casi niña y muchacho, en tan solo tres años han cambiado tanto que él no siente nada de lo que en otros momentos le ponía el rubor en el rostro y el tartamudeo en la lengua.
ResponderEliminarMe ha encantado el relato. Sencillo, bien escrito y muy sugerente.
Un beso.
Lo que él sintió en verdad fue una decepción por ver aquel rostro que recordaba tan atractivo mancillado por el acné. No pudo evitar sentir el peso y el paso del tiempo. Fue como ver caer del pedestal a su amada virtual, o debería decir su amor platónico, pues no pasó de ahí. Nunca pudo saber qué habría pasado de no haber sido tan apocado. Al verla de nuevo sola, estuvo a punto de dirigirse a ella y recordarle aquel suceso de tres años atrás, pero el miedo a no ser recordado y a hacer el ridículo una vez más, dejó que las cosas siguieran su curso. Esos enamoramientos adolescentes, por muy fugaces que sean, nunca se olvidan.
EliminarUn beso.
Ay, qué atolondrado y efímero es el amor adolescente. La sílfide de ayer, hoy es solo una chica con acné. Qué volubles somos a esa edad, bueno, y muchos en las etapas posteriores también.
ResponderEliminarBonita historia y muy bien recreada.
Un besote.
Si, el amor adolescente es muy superficial, uno puede sentirse locamente enamorado de una chica solo con verla pasar por su lado, sin siquiera haber oído su voz, sin saber cómo es, ni conocer sus gustos y sus modales. Es un amor a simple vista, es el amor ciego. Uno tiende a idealizar al objeto del deseo. Y, como bien dices, la superficialidad no es algo exclusivo de la adolescencia, hay quien sigue siendo niño toda su vida, jeje.
EliminarMuchas gracias, Kirke, por tu comentario.
Un beso.
La adolescencia es como una enfermedad que magnifica todo. después la juventud lo va atemperando todo y la madurez y vejez lo pone en su justo sitio.
ResponderEliminarPero es verdad que este periodo es uno de los más intensos de los que disfruta-sufre un ser humano.
Un relato muy realista.
Un abrazo.
Como alguien dijo: la adolescencia es una enfermedad que se cura con el tiempo. Y a pesar de resultar un tanto masoquista, creo que es una enfermedad en la que se distruta pasándolo mal, jeje.
EliminarCómo no va a ser realista este relato, amigo mío, si es una historia auténtica vivida, muy a mi pesar, por un servidor, jajaja.
Ese colegio todavía existe, convertido ahora en la sede de un centro cívico vecinal, la chica bautizada como "Mein Kampf" (¡pobrecita!) espero que todavía exista, sana y salva, y uno de los bobos y frustrados perseguidores, oséase mi menda, sigue vivito y coleando (y por muchos años), escribiendo historietas, unas reales y otras (las más) inventadas, jeje.
Un abrazo.
Ja,ja,ja,ja. Ahora toda la historia adquiere nuevos tintes tragicómicos amigo. ¡Qué bueno!
EliminarDesde luego que viendo el título, y sabiéndolo tuyo, ya estaba preparado para una conspiración nazi que hubiera atrapado a algún pobre tipo para hacerle pasar las de Sanquintín. Tras la lectura me dejas esa sonrisa por una historia vivida, de adolescentes para quienes todo es relativo. Menos las muchachas como esa que son lo único importante. Una historia deliciosa, Josep.
ResponderEliminarP.D. El otro día escuché la palabra "aborrescencia" que me pareció genial para definir este período de la vida... al menos para quienes tenemos un "aborrescente" cerca.
Un abrazo!!
Un título, desde luego, muy sugerente y que lleva a engaño, pero que no podía cambiarlo porque obedece a un hecho real tal como lo cuento, jeje.
EliminarAunque esta historieta no discurra por los derroteros que presumías, me alegro que te haya gustado. Esa sí que es una historia real como la vida misma, jajaja.
Muchos calificativos podríamos emplear para definir esa etapa tan... especial, jeje.
Un abrazo, David.
¿Está basado en hechos reales, Josep? Me has tenido con una sonrisa durante toda la lectura, desde el "qué hubiera dicho Xavier en una corsetería" hasta el "aiooo" que les salió al par de amiguetes.
ResponderEliminar¡Genial!
Un beso
Pues sí, Chelo, para mi vengüenza es una historia real, un fragmento de mi adolescencia, jajaja.
EliminarHe recordado esta anécdota tantas veces con mi amigo Xavier (el único amigo que me queda de aquella época), co-protagonista de esta demencial persecución, que quise escribir sobre ella, jeje. Esta vez no ha sido un supuesto sueño lo que me ha hecho revivir antiguos sucesos (Véase Volver a casa), sino un recuerdo puntual que, como muchos otros en la vida, se nos quedan pegados para siempre en la mente y en el corazón.
Me alegro que esta historieta te haya provocado más de una sonrisa. Yo todavía me río cuando la cuento.
Un beso.
Ay, esos amores platónicos... Me ha gustado mucho, Josep. Has logrado un relato cargado de ternura e inocencia.
ResponderEliminarMuhas gracias, Marta, por tu amable comentario. Me complace que esta historia de amor adolescente te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
Hola Josep, un relato que tiene la frescura y la picardía de la adolescencia. Nos has engañado unos momentos con el título para luego sorprender. Hace un tiempo me hiciste un comentario relativo a este tema y lo acabo de recordar al leer tu relato, ahora entiendo...Muy bien logradas las escenas y el tema me encanta, está demás decirlo. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Miry. No era mi intención engañaros, jeje. Todo es fruto de una situación que aconteció tal cual. El título del relato y el sobrenombre de la protagonista objeto de nuestros deseos es obra de mi amigo del alma, jajaja.
EliminarMe alegro que te haya complacido el estilo de la narración.
Un abrazo.
Un retal de vida con las dosis justas de nostalgia y el suplemento adecuado y distanciador del recurso potente y sonoro:«Mein Kampf». Muy bien utilizado. Enhorabuena
ResponderEliminarMUchas gracias, Don, por tu positiva apreciación.
EliminarSaludos.
Un relato muy bien llevado (con distracción incluida gracias a ese "Mein Kampf") que trata sobre los anhelos y "luchas" de la adolescencia. Se queda en el aire el futuro o no de nuestros dos protagonistas, pero así es la vida, llena de barcos que se avistan a lo lejos sin llegar a cruzar sus derrotero.
ResponderEliminarUn saludo Josep.
La adolescencia es una etapa maravillosa, llena de aventuras amorosas, unas (en mi caso las menos, jeje) exitosas y otras con rotundos fracasos. Todas ellas, sin embargo, han ido modulando nuestra personalidad y nuestro saber hacer ante situaciones emocionalmente inesperadas. A Mein Kampf (nunca llegamos a saber su verdadero nombre) no volví a verla después de ese último encuentro casual, pero siempre ha perdurado, por mi parte, un dulce (aunque en su momento fuese agrio) recuerdo.
EliminarUn abrazo, Bruno.
¡Ay, amigo Josep María, has escrito sobre la adolescencia en estado puro! Aquella osadía que nos surgía ya lastrada por el freno de mano de una vergüenza mal gestionada debido a la inexperiencia... ¡Qué recuerdos!
ResponderEliminarTe felicito por este relato, compañero, que tanto me ha gustado, y te deseo mucha suerte en "El Tintero...".
Un fuerte abrazo.
Pues sí, amigo, para poder llegar a liberarnos de esa vengüenza paralizadora que algunos sufrimos de adolescente, tuvimos que pasar por algunos fracasos y situaciones ridículas como la que relato, jeje.
EliminarMuchas gracias por tu amable crítica y me alegro que te haya gustado esta historia.
Un abrazo.
Cómo echaba de menos leerte Josep, no tengo mucha ocasión de pasar a "tu casa" y la responsabilidad con el tintero me "premia" el tiempo. El título ya engancha, antes del diálogo estaba viendo la traducción de Mein Kampd, heme aquí que me aparece Adolf Hitler, jaja, qué bueno, vaya con ese Xavier (que no se porqué me resulta familiar) qué avanzadillo en lecturas de dudosas ideologías políticas, uhm... Me he divertido mucho, creo que esa frescura adolescente a pesar... de los años... jajajaja el autor-prota lo ha bordado. Este relato va alto... por encima del plátano. Un placer compañero, como siempre. Un abrazo
ResponderEliminarMi amigo Xavier era muy especial, o peculiar, no sabría cómo definirlo, y sé que si lee esto me dará la razón, jeje.
EliminarLos años han pasado irremediablemente y, por desgracia o por fortuna, todos hemos cambiado, sobre todo en cuanto a los ánimos y los retos amorosos, jajaja.
Muchas gracias, Eme, por tomarte tu tiempo para acercarte a leerme.
Un abrazo.
Me han gustado las andanzas de esos aprendices de don Juan. Eso sí no me esperaba un final como ése, sobre todo con la aparición del libro en cuestión. Y agradezco que no haya ido en ese sentido la trama.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Rebeca. La verdad es que en esa etapa en concreto, esos dos no pretendian ser un Don Joan; con lograr aproximarse a una chica sin hacer el ridículo (como el que hicieron) era más que suficiente, jeje.
EliminarLo del libro no ha sido una argucia para llamar la atención del lector, fue un elemento que jugó un papel secundario en esta historia basada en hechos reales y que sirvió de excusa para darle un nombre a esa belleza desconocida.
Me algero que te haya gustado este relato y que hayas venido a leerlo.
Un abrazo.
Un relato de la vida de la adolescencia que nos cuentas nos lleva a recordar la nuestra. Yo tengo una anécdota que algún día a ver si se convierte en relato. ¡Suerte en el tintero!Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mamen. Supongo que todos hemos tenido aventurillas de las que guardamos muchas anécdotas, unas más simpáticas que otras. Así que a ver si te animas y nos cuentas alguna de tu adolescencia.
EliminarUn abrazo.
Imagino que todos conservamos en nuestros recuerdos alguna situación similar, así que tranquilo jajaja. Me ha encantado!
ResponderEliminarLo dicho a Mamen: quien más quien menos podría aportar su granito de arena al anecdotario juvenil, jeje.
EliminarUn abrazo.
Hola Josep
ResponderEliminarUn relato fresco, con sabor a juventud pasada...
Bien estructurado y bien llevado. Me ha gustado y me ha sacado más de una sonrisa.
Que tengas mucha suerte en el concurso!
Saludos
Hola, Paola. Muchas gracias por pasarte y me alegro que te haya gustado este relato salido de los recuerdos de un viejo adolescente, jeje.
EliminarSaludos.
Dulce adolescencia!!! Quien pudiera volver atrás y cuantos cambios haríamos!
ResponderEliminarUn abrazo
Juventud divino tesoro. Si pudiera volver atrás, como mínimo le preguntaría su nombre, jeje.
EliminarOtro abrazo, David.
Esos amores adolescentes sufridos por casi todos,que mal se pasa cuando no te atreves a decir a la otra persona lo que sientes por ella, y luego pasado el tiempo ya no hay marcha atrás.
ResponderEliminarMuy tierna esta historia de amor, descrita con todo lujo de detalles.
Un abrazo Josep y suerte en el concurso.
Puri
Cuando se es tímido, la inseguridad se cierne sobre nosotros hasta el punto de atenazarnos impidiendo ser naturales. De ahí que esos dos adolescentes, en un intento a la desesperada por tomar contacto con su idealizado y platónico amor a simple vista, hicieran el mayor de los ridículos, jeje.
EliminarMuchas gracias, Puri, por tu visita.
Un abrazo.
"dos bobos en apuros", jajaja. Qué buen guion cinematográfico. Me ha encantado. Ritmo fluido, lenguaje preciso, chispa y gracia. ¿Qué más se le puede pedir?
ResponderEliminar¡Felicidades, Josep Mª
Pues sí, María Pilar, eran dos bobos que no supieron salir de ese apuro tan complicado para ellos, jeje. Me alegra que te haya encantado esta historia, para mí entrañable, basada en hechos reales.
EliminarMuchas gracias por tu amable comentario.
Un abrazo.
Una historia simpática y entretenida narrada con un notable sentido del humor que retrata acertadamente el comportamiento adolescente. Mucha Suerte en El Tintero, Josep. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Paco, por tu amable comentario y también te quedo agradecido por haber venido a leerme.
EliminarUn abrazo.
Me ha recordado a alguna historia similar de mi adolescencia, cuando era (probablemente sigo siéndolo) tan ingenuo como los protagonistas. Me ha hecho gracia que apodaran a la rubia de sus sueños con el nombre de "Mein Kampf" y sobre todo imaginar la escena de los atolondrados protagonistas emitiendo ese sonido agónico emulando a un saludo: "aioooo". Divertido relato con el que he rememorado "aquellos maravillosos años" de mi juventud. Un saludo y suerte en el tintero.
ResponderEliminarPues me alegro que esta historia te haya retrotraído a escenas similares de tu adolescencia y que las recuerdes con cariño o ternura. Por muy frustradas que hayan sido las experiencias o escarceos amorosos de aquellos años de inexperiencia e ingenuidad, siempre queda un poso amable.
EliminarAgradecido por tu presencia y por tus buenos deseos.
Saludos.
Josep María, qué buenas risas me he podido echar con el párrafo de "Corrimos como galgos..." El principio se me ha hecho un poco lento, pero ese momento vale por toda la lentitud anterior, ya que sin ella ese cambio de ritmo no tendría el mismo efecto. ¡Ay, la adolescencia...! Qué difícil etapa... perfectamente descrita en tu relato. Todos nos hemos visto en alguna parecida, seguro. Me ha gustado mucho. ¡Suerte y abrazos!
ResponderEliminarQuién mas quién menos habrá tenido alguna experiencia similar, unas más ridículas o dolorosas que otras. Hay que remontarse a los años 60, cuando tuvo lugar estos hechos, para comprender el grado de alelamiento que sufríamos algunos jóvenes educados en colegios religiosos. La represión sexula era de tal calibra que nos atontaba hasta el punto de ser incapaces de acercarnos a una chica con normalidad.
EliminarUn abrazo.
Has jugado muy bien al despiste con el título del relato y con ese final misterioso, esa tristeza impresa en el rostro de la muchacha. Mucha suerte en el Tintero. Saludos.
ResponderEliminarPues mi intención no era jugar al despiste, jeje. El título no podía ser otro, ya que esa rubia con aspecto de alemana, y que recibió ese sobrenombre, existió (y espero que siga viva). El relato está basado en hechos reales que acontecieron en una época ya muy lejana y que he intentado reproducir tal como me ha dictado mi memoria, de principio a fin.
EliminarUn abrazo.
Empiezo diciéndote José María que, pese al título ;) me parece un buen trabajo. Desde luego, plasmas con realismo las primeras sensaciones de los chicos de aquellos tiempos de los niños con los niños, las niñas con las niñas.
ResponderEliminarCuando escribes: “Solo con verla aparecer, nuestros cuerpos se tensaban…” defines el epicentro de las primeras emociones, o conmociones.
Acabo de terminar hace unas horas un libro genial, uno de los mejores que he leído en mi vida, que viene a cuento con tu relato: “Para morir iguales” de Rafael Reig… en uno de sus capítulos habla sobre la primera vez que compartían los chicos con las chicas, te copio literalmente y ya verás cómo se podría insertar en tu historia con total naturalidad “El lunes tuvo lugar la temida aparición de chicas en las aulas. El primer avistamiento nos dejó a todos perplejos y anonadados, como humiles pastorcillos frente a frente a divinidades desconocidas o palurdos en presencia de platillos volantes”.
No me extraña la reacción de los “gemelos con atrofia cerebral” ante la níveas nibelunga de ojos azules, cuando el ser rubio y extranjero de Europa confería un valor añadido en aquella España nuestra de no mucho tiempo atrás.
Como ves, José María, me ha gustado mucho.
Parece que a muchos no os ha gustado el título de este relato, o bien os ha hecho torcer el gesto, jeje. En cambio, para mí (si obvio lo que realmente significa) tiene una connotación simpática pero agridulce, por la historia real en la que está basado este relato. Si a mi amigo Xavier se le hubiera ocurrido preguntar por la novela de Vladimir Nabókoc, Lolita, pues esa chica rubia y de ojos azules habría probablemente recibido ese sobrenombre, aunque no encajara con su físico, jajaja.
EliminarEsas primeras experiencias quedan grabadas a fuego. El primer contacto con una chica a esa edad y en esa época (año 66) es algo que nunca se olvida. A cada época le corresponde un estilo distintivo en cuanto a la conducta sexual. Yo no me senté en un aula junto a una chica hasta la Universidad, con 17 años, y resultó una experiencia de lo más extraña. Ir al bar de la Facultad y tener una conversación "normal" con una compañera de clase fue para mí toda una experiencia. Lo malo de esa "distracción" es que empecé a fumar y obtuve muy malas calificaciones. Tuve que repetir curso, jajaja.
Me alegro, Isabel, que esta historia adolescente te haya gustado.
Un abrazo.
¡Josep mª! ¿Jugando al despiste eh? Jajajaja, me ha encantado tu relato. Y me he reído mucho con estos dos chavalotes en plena transición hormonal, además, en una época no tan lejana en la que todo era muy distinto. Es un detalle chulo que te hayas basado en una experiencia personal para escribirlo. El texto es muy ameno y está narrado de una forma genial. En cuanto al mote que le ponen —o pusisteis— a la chica, jajaja, es brutal. Ahí si que se me ha escapado una carcajada. Creo que no importa la edad que tengas, hay un rasgo que siempre se repite y es la adolescencia. Todos hemos hecho el ridículo en algunas ocasiones, en mayor o menor medida. Yo, sin ir mas lejos, no era precisamente un lumbreras, jajaja. ¡Un fuerte abrazo y gracias por compartir ese recuerdo con nosotros! ¡Que tengas suerte en el concurso! ; )
ResponderEliminarHombre, yo diría que sí quedan un poco lejos los años 60 (esto concretamente sucedió en 1966), jajaja.
EliminarDebo reconocer que cuando iba escribiendo (y recordando) esta anécdota, también se me escapó más de una carcajada. Me alegro que haya podido transmitir esos sentimientos de nostalgia adolescente e ironía ante las calamidades amorosas a las que (si no todos, sí la gran mayoría) tuvimos que enfrentarnos.
Un fuerte abrazo, Ramón.
El relato respira la ingenuidad de unos jovenzuelos aprendices de ligones, deslumbrados por la belleza exótica de la alemana. Al final, ya en la madurez, la vida los abofetea con un baño de realidad como suele hacer con todos nosotros. Buen relato, Josep, enhorabuena por esa sexta posición en el Tintero. un abrazo!
ResponderEliminarEl tiempo no deja nada ni a nadie inmutable. Todo cambia y todos cambiamos, incluso nuestras percepciones. La memoria puede ser traidora pero también rezuma nostalgia y a los nostálgicos nos gusta recordar.
EliminarMuchas gracias, Jorge, por tu valoración.
Un abrazo.
¡Bravo Jose María! Te doy la enhorabuena y gracias de nuevo por sacarnos una sonrisa desde la nostalgia.
ResponderEliminarMuchas gracias, Isabel. A todos, independientemente de la edad, nos gusta recordar nuestra adolescencia, aunque sean escenas que entonces nos resultaron penosas pero que hoy nos arrancan una sonrisa.
EliminarUn abrazo.