lunes, 17 de junio de 2019

Voces ocultas



Ya he perdido la cuenta del tiempo que llevo sin apenas ver la luz del sol. Ya nadie se digna a descorrer las cortinas. Creía que me habituaría al olvido, a la soledad, pero cada vez me siento más triste e inútil.

─Pues yo llevo el mismo tiempo que tú y me siento igual que cuando entré por primera vez en esta casa.
─Perdona, pero quién te ha dado vela en este entierro. ¿Acaso hablaba contigo?
─Uy, perdone, su señoría, pero sepa usted que aquí también estoy yo. Creí que hablabas conmigo.
─Pensaba en voz alta. Eso era lo que hacía.
─Oye, oye, qué es eso de que también estás tú. ¿Y yo qué? ¿Acaso yo no soy nadie?
─Ay, sí, perdona, pero es que ya no me acordaba de ti. Como pasas tan desapercibido y no haces nada, es como si no existieras.
─¿Cómo que no hago nada?
─A ver ¿qué haces exactamente, si se puede saber?
─Que ahora mismo no sea de mucha utilidad, no significa que no sirva para nada. En mis tiempos, prestaba un buen servicio.
─Ya lo dices bien, en tus tiempos.
─Bueno, ya vale, ¿no? ¿A qué estáis jugando?, ¿a ver quién es más importante? ¿No os da vergüenza?
─Yo solo reivindicaba mi utilidad, los servicios prestados durante largo tiempo. He hablado por alusiones. ¿Qué culpa tengo yo de que el amo prescinda de mí? Y también de vosotros, puestos a hablar. A fin de cuentas, tú, que has sido el primero en quejarte, acabas de decir que te sientes inútil.
─De acuerdo, pero una cosa es sentirse inútil y otra menospreciado por el amo, simplemente pretendía expresar mi malestar porque mi vida ha cambiado mucho últimamente y no me siento realizado.
─Ay, qué tiempos aquellos, cuando éramos requeridos constantemente, cuando el amo venía a diario, mientras que ahora apenas le vemos ni se preocupa por nosotros.
─A ver, a ver, aclaremos una cuestión. A quienes venía a ver era a nosotros. Vosotros solo erais un adorno, por decirlo de un modo suave.
─¡Vaya, el que faltaba! Y a ti ¿qué mosca te ha picado? ¿A qué viene eso? Además, ¿quién eres tú para opinar? Estabas mejor calladito.
─Por ser el más viejo, mis compañeros me han pedido que hable en nombre de todos nosotros. Hasta ahora hemos permanecido callados, pero en vista de vuestro evidente menosprecio hacia nosotros, que somos los realmente importantes aquí, no nos ha quedado más remedio que expresar nuestra opinión. Vosotros solo sois un soporte, algo útil pero auxiliar. El amo venía aquí por nosotros. Era a NOSOTROS a quienes quería de verdad.
─Vaya, mira con qué sale este ahora. Tendréis el valor que queráis, pero qué seríais sin nosotros ¿eh?, un montón de antiguallas sin orden ni concierto. Siempre fuimos de gran utilidad para el amo. Muestra de ello es cómo se preocupaban en esta casa por nuestro estado.
─No os equivoquéis. De quienes más se preocupaba el amo era de nosotros. Nos trataba con una delicadeza exquisita. De quien deberíais estar agradecidos es de la señora, que Dios la tenga en su gloria, que fue quien os trajo para que le prestarais un servicio a su marido. En realidad, era ella la que procuraba que estuvierais presentables.
─Cierto, pero ha pasado tanto tiempo desde entonces… Desde que murió la señora, él ya no es el mismo, ya no viene por aquí. Y cuando lo hace, solo permanece unos pocos minutos y no cesa de murmurar. Apenas nos mira, y cuando lo hace, de soslayo, parece como si quisiera fulminarnos con la mirada. ¿No os habéis percatado?
─Ya lo creo que nos hemos percatado. ¿Y a nosotros qué? ¿Acaso no veis en qué estado nos tiene? Estamos prácticamente los unos sobre los otros. Eso antes habría sido impensable. Así que no os quejéis tanto. Si a vosotros os ignora, a nosotros nos maltrata.
─Algo grave le debe ocurrir.
─Echa en falta a la señora, eso es lo que le ocurre.
─Si fuera eso, querría estar en nuestra compañía; le traeríamos gratos recuerdos. Con lo que la quería...
─Yo no estaría tan seguro. ¿Ya no os acordáis de los gritos y las constantes discusiones que tenían últimamente?
─Sí que nos acordamos. Luego venía a refugiarse aquí. Así que no veo por qué ahora no hace lo mismo. Nosotros siempre le distrajimos y le dimos consuelo.
─Sois unos engreídos. ¿Acaso nosotros no?
─Yo sigo pensando que su conducta tiene algo que ver con aquellas discusiones. Quizá lo que le ocurre es que, ahora que la señora ya no está entre nosotros, se arrepiente de aquellas disputas de las que vete tú a saber los motivos.
─Yo me atrevería a decir que era por celos. Y os lo dice alguien que está muy versado en este tema, gracias a Shakespeare.
 ─Pues yo más bien creo que discutían por dinero. No hace mucho oí de boca de ese empleado que siempre está con él, que está arruinado.
─Quizá también sea la edad. ¿Cuántos años debe tener ya?
─Pues no sé, a mí se me da muy mal eso de adivinar la edad. Además, los años pesan más para ellos. Nosotros podríamos vivir siglos y estar prácticamente como el primer día. A vosotros, y perdona que te lo recuerde, el tiempo también os trata muy mal. Si hasta se os tiene que tocar con guantes para que no os deterioréis todavía más.
─Tampoco hay que exagerar. Se nos protege de la contaminación y se nos trata con el mimo que merecemos, dado nuestro valor.
─Sea como sea, en esta casa ya nadie se toma la molestia de preocuparse por ninguno de nosotros.
─Algún día tendremos un disgusto, os lo digo yo.
─¿Qué quieres decir? No me asustes.
─Callad, callad. Oigo pasos.
─Me parece oír su voz.
─Shhh, ¡silencio!

*****

─Álvaro, hágame el favor de llamar a ese chico que vino el mes pasado, el que estaba tan interesado por mis antigüedades. ¿Cómo se llamaba?
─¿Se refiere usted a Gustavo Alonso Almeida, el que al final le compró el jarrón chino y el cuadro de Ramón Casas?
─Ese, ese.
─Bueno, pues eso de “chico” será un decir, porque ya debe rondar los sesenta años, tirando por lo bajo.
─Para mí todavía es un chico, qué caramba. Ay, ustedes los jóvenes creen que todos los hombres maduros somos unos carcamales. Bueno, el caso es que ¿no dijo ese tal Gustavo que, si algún día quería deshacerme de algunos de mis libros, me los compraría a buen precio?
─Sí, recuerdo que eso fue lo que dijo cuando entró en su despacho.
─Pues llámele y que venga a tasar toda mi biblioteca.
─¿Toda su biblioteca? ¿Está usted seguro?
─Totalmente. Ya no hago uso de ella, ni me apetece. Además, la venta me reportará un buen dinero, que buena falta me hace. Así que será mejor que todos estos libros los disfrute alguien que sepa apreciarlos.
─Lo más seguro es que le dé por ellos una miseria en comparación con lo que realmente valen.
─Si me ofrece una miseria, como usted dice, antes de malvenderlos a un particular estoy dispuesto a vendérselos a la Biblioteca Nacional. Esos libros tienen un valor incalculable y seguro que me hacen una oferta razonable.
─Será muy triste ver su despacho con los muebles tan vacíos.
─Creo que también los venderé. El armario empotrado ya no lo uso como archivador desde hace mucho tiempo, la mesa-escritorio todavía la utilizaba para escribir alguna que otra carta, pero ahora ya ni eso, y las estanterías quedarán sin utilidad alguna. A lo mejor ese tal Gustavo pueda estar interesado en comprarme todo el lote, libros y mobiliario. O sepa de alguien.
─No creo que pueda estar interesado por los muebles. Son de muy buena calidad, pero no lo suficientemente antiguos. Y eso de buscar a un posible comprador, hoy en día casi nadie compra muebles de segunda mano.
─Pues tendré que pensar en algo. No quiero conservarlos.
─Pues si quiere deshacerse de ellos, tendrá que llevarlos a un vertedero municipal o a un punto de recogida. Si lo desea, puedo llamar al Ayuntamiento para que los pasen a recoger. Pero alguien deberá desmontarlos primero. No obstante, si me lo permite, ¿qué problema hay en que se queden dónde están? No se ofenda por lo que le voy a decir, pero algún día, que espero tarde mucho en llegar, cuando usted falte, esta casa se pondrá a la venta. ¿No es así? Pues entonces ya se encargará el nuevo propietario de hacer lo que quiera con ellos. ¿No le parece?
─No sé, no sé. Fue mi difunta mujer quien me los regaló por nuestro primer aniversario de bodas. Ya entonces no sabía dónde poner tanto libro. Una vez me haya deshecho de los libros, no tiene ningún sentido conservar el mobiliario. Además, solo será un mal recuerdo. Solo con verlo pensaré en ella y en lo que, después de tantos años de vida en común, me hizo sufrir esa ingrata, esa pécora, esa… 
─Pero ¿qué culpa tienen unos muebles de que su esposa le fuera infiel? Y disculpe mi atrevimiento.
─Mire, Álvaro, yo sé lo que me digo. A usted le parecerá una majadería, pero para mí no lo es. ¿Acaso no le molestaría ver constantemente un objeto en su casa que le recordara a una persona a la que acabó odiando? ¿No se deshace uno del anillo de matrimonio después del divorcio? Y, si tanta pena le dan, quédeselos usted, caramba.
─¿Yo? No, No. No sabría dónde ponerlos. Pero, ahora que lo pienso. ¿Por qué no contacta con quien los fabricó? ¿No me dijo usted en una ocasión que era un famoso ebanista amigo de la familia? A lo mejor se los recompra.
─¡A ese desgraciado ni mentarlo, Álvaro! ¡Haga el favor! A ese malnacido hace ya mucho tiempo que no le dirijo la palabra. No quiero saber nada de él. Nunca le perdonaré lo que me hizo.
─Pero qué le...
─¡Ni una palabra más!
─De acuerdo, de acuerdo, no se altere. Entonces, ¿qué hacemos con los muebles?
─¿Sabe que le digo?
─¿Qué?
─Dentro de unos días será la verbena de San Juan.
─Pues sí. No querrá decir que…
─Pues sí quiero decir. ¡A la hoguera con todos ellos!


*****

─¡¡¡Nooooo!!!
─Os lo dije, os lo dije.
─Nunca habría maginado que ese viejo chocho hiciera esto con nosotros. ¡Desagradecido!
─¡Asesino!
─Ojalá se muera antes de que lleve a cabo esta terrible fechoría.
─¿Veis ahora como nosotros somos más importantes? Por lo menos iremos a parar a otras manos, que volverán a cuidarnos, incluso a tratarnos mejor. Pero vosotros acabaréis pasto de las llamas ─Miles de risas resonaron por toda la estancia.
─¡Malnacidos! He estado soportando vuestro peso durante tantos años y ahora me lo pagáis así.
─A mí, siendo un simple armario archivador empotrado, quizá me perdone la vida.
─Y yo puedo seguir siendo una mesa de utilidad en cualquier parte de la casa.
─Ni lo soñéis. No tendrá compasión con ninguno de vosotros. ¿No veis que se ha trastornado? Si es capaz de desprenderse de nosotros, sus preciados libros, ¿qué no hará con unos simples muebles?


*****

─Álvaro, ¿no ha oído usted unos susurros detrás de la puerta de mi despacho?
─No señor, no he oído nada.
─¡Qué raro!, me había parecido… Pero vaya, vaya a llamar a ese chico. Y vaya pensando en quién podría desguazar esos viejos muebles.
─Como usted mande.


*****

─El viejo eres tú, carcamal de mierda. ¡Así ardas en el infierno! ─gritaron unas voces ocultas detrás de la puerta.



29 comentarios:

  1. Muy oportuna tu rebelión bibliográfica, pobres. Ese San Juan tiene la culpa y los pirómanos playeros que arramblan con toda palo, madera, listón, mesa, armario y estantería que se aprecie. Hola Josep Mª tu historia engancha, unos diálogos entre papel y madera con ritmo. No sabía bien qué "cosas" parloteaban, abandonadas al tiempo, hasta que el dueño lo manifiesta. Los libros antiguos, esos adornos de estanterías, leídos por sus propietarios o no, que significaban un estatus social, una cultura, inteligencia; cuántos se han lucido solo por sus portadas, sus cantos, sin una página abierta para que las letras escaparan de la presión del estante; ahora de pié, ahora tumbados, boca abajo, boca arriba; puestos de mil maneras para crear armonía y conseguir equilibrio del vacío espacio, de la íntima estancia. Perdona, pero me vienen tantas imágenes de esas bibliotecas caseras, en el salón, en el despacho. Un gusto leerte. Un abrazo

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    1. De niño formé parte de un "escuadrón" recoge-muebles viejos y otros utensilios inflamables para apilarlos en la calle (cuando ello estaba permitido) y encender la hoguera más grande del barrio. Pero a los libros siempre los respeté, fueran del género que fuesen.
      En esta historieta, en lugar de la rebelién de los animales, lo es de los libros y muebles que primero se disputan el protagonismo para luego rebelarse, sin ninguna posibilidad de éxito, contra su dueño, un pirómano resentido por culpa de una infidelidad conyugal, jeje.
      Pobres libros, si pudieran hablar... Mientras que a unos los miman o bien los utilizan para lucimiento de su propietario, a otros los manosean manos grasientas y torpes que los mantienen de cualquier modo y en cualquier lugar. Como desagravio a unos (los muebles) y a otros (los libros), les he querido ponder voz, jajaja.
      El gusto es mío por venir a visitarme, Eme.
      Un abrazo.

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  2. Ay qué bueno Josep! Al principio pensé que eran fantasmas, después perritos abandonados (no me preguntes por qué jajaja).
    Pobre mobiliario, visto así da pena. Aunque entiendo al protagonista, porque yo soy de deshacerme de cualquier cosa que me recuerde malos momentos. En este caso, no es que haya sido una ruptura, sino un fallecimiento, pero comprendo que le apetezca un cambio.
    Siempre quedará Wallapop jajaj que es menos cruel que la hoguera de San Juan.
    Por cierto, qué poco queda para el 24 y qué poco me gusta esta fiesta!! :( no me gustan los petardos...
    Me ha encantado tu relato, has sabido jugar muy bien con la incógnita!!
    Un besito y feliz cumple otra vez!! :)

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    1. Jajaja, perritos abandonados, ¡qué bueno! Quizá es que tienes algún perrito y tu subconsciente te ha traicionado. Yo, a veces, me deshago de cosas que luego echo de menos y me arrepiento. Si no abultan mucho, o mejor es ponerlas a buen recaudo, jeje.
      Con cada mudanza que he hecho, algún mueble se ha quedado por el camino; es el momento de "hacer limpieza", pero nunca me he desprendido de un libro a menos que lo tuviera repetido o fuera un tostón de armas tomar. En esta historia, los loibros se van por un lado y los muebles por otro mucho más ingrato, jajaja.
      A mí, si no fuera por los petardos, que los odio, me encantaría más la verbena de San Juan. Y ahora que tengo un perro, que lo pasa fatal con la pirotecnia, el pobre, todavía los odio más.
      Muchas gracias, María, por tu comentario.
      Un beso y gracias por la felicitación.

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  3. ¡Me cuesta querer al prota, je, je, je! Eso de quemar libros siempre me parece un crimen, aunque en este caso se le pudiera aplicar alguna eximente o atenuante. De verdad que no supe adivinar las cosas humanizadas hasta que se desveló al final. Parece que con la fábula del otro día y este relato buscas otro tipo de personajes y registros para tus historias. Algo que es fantástico.
    El relato me encantó, priman los diálogos y si están bien escritos son lo que leo con mayor placer.
    Un fuerte abrazo!!

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    1. ¡Ah! Y de nuevo felicidades!!!

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    2. El hombre está pasando por un mal momento sentimental y se lo hace pagar a sus libros y a los muebles que le regaló su infiel esposa. Pero que conste que solo lleva a la quema los muebles, pues para los libros busca (y espero que encuentre) un comprador. De esa forma mata dos pájaros de un tiro: quemando los muebles es como si quemara a la adúltera de su mujer, y vendiendo los libros obtendrá unos pingües beneficios que le irán muy bien para su maltrecha economía, jeje.
      Me alegra, David, que te haya gustado este desvarío de historia, jajaja.
      Un fuerte abrazo.

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  4. Luego dirán de la soberbia de los humanos.
    Muy bueno tu nuevo relato con intriga.

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    1. Los celos y el resentimiento provocan locuras.
      Qué bien que te haya gustado esta historia cuyos protagonistas no solo son humanos, jeje.
      Un abrazo.

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  5. Normalmente los libros que quedan después de que desaparezca su dueño suelen traernos muchos recuerdos entre tristes y nostálgicos, pues suelen representar objetos muy amados por esa persona. Al menos, así es en el caso de mi padre y sus libros. El que sean odiados por su dueño hasta el punto de pasar de cogerlos con guantes a querer deshacerse de ellos es algo poco frecuente, aunque claro, teniendo en cuenta lo que representan para él...
    Le va a quedar una hoguera de San Juan de lo más vistoso y aristocrático.
    Un beso.

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    1. En realidad los libros se salvan de la quema, solo se desprende de ellos, vendiéndolos, porque el hombre está atravesando un mal momento anímico, habiendo perdido todo interés por ellos. A quienes ha acabado odiando, porque le traen malos recuerdos, es a los muebles que durante muchos años los han estado sustentando. Con ellos no hay piedad que valga, y eso que los pobres no tienen ninguna culpa, jeje.
      Quemar unos muebles que le recuerdan a su odiada esposa es una cosa, pero quemar unos libros tan valiosos sería una blasfemia.
      Heredar los libros que han pertenecido a un ser querido es conservar una parte de él.
      Un beso.

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  6. Desde luego me he preguntado hasta el final de quien demonios se trataba, pensaba que eran fantasmas o yo que se, pero no eran los libros y las librerías, que bueno.
    No solo e sque me ha gustado si no que has logrado sorprenderme,gracias.
    Te puedo asegurar que cuando mi padre falleció mi madre quiso deshacerse de muchos libros, ya que le dio por decir que para que quería ella tanto libro, quizás mucho de ellos le recordarán a mi padre, y los repartió entre nosotros, sus hijos, sus nietos y la chica que lleva con nosotros muchos años que afortunadamente le gusta mucho leer también, de modo que así fue.
    Y desde luego en el momento que fallezca, ya va a ser mucho más complicado porque no te puedes imaginar lo que hay en casa de mi madre, uf, en fin veremos como nos repartimos y de que manera, eso si, tirarlos ni en broma vamos, sería un verdadero crimen.
    Un abrazo.

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    1. Después del perro, el libro es el mejor amigo no humano del hombre, jeje. No solo nos hace compañía sino que además nos instruye. Tirar un libro es desprenderse de algo muy valioso, sobre todo si ha pertenecido a alguien muy querido. Mis padres no eran de leer, así que no heredé ningún libro de su parte, en cambio mis hijas creo que no sabrán qué hacer con tanto libro, y eso que no soy como el protagonista de mi historia, ni tengo tantos ni tan valiosos, jeje.
      Una vez se me ocurrió la idea absurda de que si los objetos que nos rodean pudieran hablar, o cuando menos pensar, qué dirían o pensarían de nosostros sus dueños; si los tratamos bien o no, y cómo nos ven. Y de ahí se me ocurrió escribir un relato de ficción sobre ello, que ha acabado conviertiéndose en lo que has leído, jeje.
      Un abrazo.

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  7. ¡Qué buen relato, Josep! Y muy acertado para las fechas que se aproximan y las famosas hogueras de San Juan. Recuerdo que cuando era pequeña, en la plaza donde vivía se hacía una lumbre enorme en la que iban a parar sillas viejas, mesas rotas y todo tipo de trastos viejos e inservibles. Los niños disfrutábamos un montón y algunos, sobre los rescoldos ponían patatas para asar, y se las comían como un manjar. ¡Qué tiempos!Hoy se ha perdido ya esa costumbre por aquí y es una lástima porque estaba muy bien, y además pienso que esas tradiciones deben conservarse.
    Un abrazo

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    1. La verdad es que este relato lo tenía escrito hace un mes aproximadamente, por lo que tuve que adaptar la fecha de la verbena de San Juan a "dentro de unos días" en lugar del "mes que viene", jajaja.
      De niño, en Barcelona capital, también existía esa costumbre e íbamos por las casas pidiendo trastos viejos para echar a la hoguera. Hasta que lo prohibieron por razones obvias de seguridad. Ahora solo se hace en algunas localidades y en zonas restringidas para evitar daños personales e incendios. Ahora, en todo caso, los accidentes son por quemaduras de cohetes y petardos.
      Así pues, esos pobres muebles sucumbirán a las llamas en la noche de San Juan, contribuyendo a mantener muy a su pesar, esa tradición, jeje.
      Un abrazo, Pilar.

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  8. Muy buen relato, Josep Mª.Al final encontraste tu particular manera de hacer hablar a los objetos. Me ha encantado. Saludos.

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    1. Los pobres llevaban mucho tiempo callados y necesitaban que alguien les prestara una voz para elevar sus quejas. Aunque, según lo visto, no les ha servido de mucho, jajaja.
      Me alegro que te haya gustado.
      Un abrazo.

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  9. Pensé en fantasmas, pensé en espíritus, pensé incluso en animales "hablando" entre ellos...pero lo que nunca me imaginé es que eran muebles y libros en plena riña, ja,ja,ja. Muy buen relato, y de muy fácil lectura por ese apoyo en los diálogos que dominas de manera maestra. Además de una diversión, leerte siempre supone un aprendizaje en el manejo de la narrativa. Un fuerte abrazo Josep.

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    1. Sé que suena raro hacer hablar a objetos inanimados, pero qué quieres que te diga, los pobres necesitaban explayarse y desahogarse y me ofrecí a interceder por ellos dándoles mi palabra escrita, jajaja.
      Me alegro que este relato te haya resultado un divertimento.
      Un fuerte abrazo, Miguel.

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  10. jajaja pensé en perros parlanchines, en una granja, incluso en cerdos...fantasmas... pero nada cuadraba jajaja hasta llegar a ese guante blanco que daba la pista jajaja. Fantástico relato, muy original y ocurrente, y a la vez despechado. Yo tiendo a cogerle cariño/manía a los objetos... y entiendo que haya veces que necesitemos no ver algo a diario y hacer limpieza física... que a la vez es un poco limpieza emocional. Quemarlos es un plan drástico, pero parece que es lo que el hombre necesita y seguro que luego se siente mejor. En el fondo todos tenemos un lado neardenthal y el fuego es muy ancestral, casi genético y purificador... me imagino a tu protagonista extasiado ante las llamas jajaja.
    Los libros exquisitos... cambiaran de manos y caricias... seguro que tendrán muchos novios y serán muy queridos. Me alegro por ellos. Quemar un libro "exquisito" o "vulgar" me parece casi un crimen... porque como dijo Plinio, "no hay libro tan malo que no sirva para algo"
    Un placer leerte compañero de teclas, gracias por compartir. Un abrazo grande y felicidades de nuevo.

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    1. Jajaja, todos habéis pensado en alternativas parlantes, sin llegar a imaginar que unos viejos libros tuvieran algo que decir sobre el olvido al que les tiene confinados su propietario, y que unos simples muebles de caoba pudieran quejarse de la fata de atención por parte del mismo, jeje.
      De vez en cuando yo también siento unas ganas irreprimibles de deshacerme de cosas que ya no uso, pero si finalmente lo hago, al cabo de poco me arrepiento. Así que ahora me lo pienso mucho más y lo que hago es mantenerlos en una especie de purgatorio, fuera de su lugar habitual y a las puertas del deshaucio. Si pasado un tiempo prudencial sigo pensando en eliminarlos, entonces, zas, a la papelera, si son documentos, o al desguace si son bártulos de mayor volumen.
      Muy cierta la afirmación de Plinio, pues el peor de los libros puede servir para equilibrar una mesa, de apoyo para la pantalla del ordenador o incluso como pisapapeles, jajaja.
      Muchas gracias, Cristina, por venir a leer mis locas historias y, además, dejarme tus amables comentarios.
      Un abrazo.

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  11. ¡Qué bueno!
    Yo pensaba que serían juguetes, y luego sí pensé en libros pero jamás ne los muebles.
    Yo ahora estoy de reformas y he metido todos los libros en cajas, tengo unas 20 cajas grandes(llevo desde los 8 años con la política de comprar, como mínimo, un libro al mes y en cumples y Navidad me junto con 14 o 15 cada vez) y son mi mayor tesoro. Ahora mismo protesto porque no puedo dar un paso sin tropezar pero los valoro tanto...los muebles ya no tanto, jejejeje.
    Muy feliz día.

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    1. No sabes cuánto me alegro de haberos confundido de ese modo, jajaja. De todos modos no ha sido fácil ir desentrañando, poco a poco, la naturaleza de esos quejicas, jeje.
      Bueno, Gemma, las mudanzas tienen eso, por una parte es una buena ocasión para sacarte de encima trastos viejos e inútiles, pero por otra es una lata tener que embalar las cosas de valor, como son los libros, y tenerlas desperdigadas por toda la casa durante días. Y luego viene la fase de volverlas todas a su lugar, jajaja.
      Un abrazo.

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  12. Muy bien llevada la trama jugando al despiste, ya que también he sido otra «víctima» creyéndome que se trataban de espíritus o fantasmas, hasta que mencionaste a Shakespeare, por lo que.a partir de ahí sospeché que eran libros y me cercioré de ello al iniciar el segundo acto, donde ya los personajes de carne y hueso lo ponen de manifiesto.
    El contenido en si, me parece muy ameno al favorecer la identificación del lector con los personajes, especialmente los libros... je,je,je. Tampoco es difícil de comprender los justificados motivos para exorcizar de algún modo, con esa hoguera de San Juán, la mala energía que desprendía dicho mobiliario.
    Personalmente y si me hubiera encontrado en la misma situación que el propietario de tales bienes materiales, hubiera hecho lo mismo, «matar dos pájaros de un tiro».
    Un abrazo.

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  13. Lo de matar dos pájaros de un tiro es algo que todos intentamos hacer para evitar mayores complicaciones y esfuerzos superfluos, jajaja.
    Me alegro, Estrella, que este relato, donde la ficción ha tenido un mayor protagonismo que en anteriores ocasiones, te haya resultado ameno y bien llevado.
    Un abrazo.

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  14. Pensé que eran fantasmas, cuando vi que eran muebles me intrigó más la historia, incluso el final me ha dado pena, la hoguera, qué duro (jeje). Me resulta muy curioso esta personificación, por otra parte, si fuese posible hablar con un mueble sería espectacular las cosas que nos contaría un armario, un escritorio... Muy original y entretenido.
    SAludos.

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    1. No solo los seres vivos nacen, se alimentan y mueren. Hay objetos que también, pues los fabrican, los pulen, los cuidan y sacan brillo, y pueden acabar sus días de forma diversa: en un cementerio de libros (vertedero), desguazados o, peor aun, quemados. En este caso, solo los libros se salvan de la hoguera. Aquellos que observen , asombrados, la higuera de San Juan, poco se imaginarán que en ella están sucumbiendo unos pobres muebles que vivieron épocas mejores, jeje.
      De ser ello posible, preferiría no hablar ni con mis libros ni con mis muebles, no quiero que me reprochen nada, jajaja.
      Un abrazo.

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  15. Me ha venido a las mientes la película de la Bella y la Bestia donde ciertos útiles caseros cobran vida como personajes. Lo de los libros me lo venía imaginando según leía pero lo de los muebles no, Ja,ja. Esas voces ocultas, créeme que en ocasiones las oigo en la habitación donde guardo mis preciados volúmenes. Pero yo nos soy de quemar, pueden estar tranquilos.
    Un abrazo a cambio de tu ingenio.

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    1. Pues sí, en ambas historias los objetos cobran vida, solo que en la película de la Bella y la Bestia tienen todos un final feliz, jeje.
      Yo he sido siempre de tirar papeles y objetos inservibles, pero nunca se me ha currido pensar en sus sentimientos, jajaja. Solo de niño, como me decían que tirar la comida era pecado, cuando en el recreo no me terminaba el bocadillo, antes de tirarlo a la papelera le daba un beso, jeje. Y mis instintos de pirómano también los abandoné de pequeño, cuando recogía trastos viejos para echarlos a la hoguera de la noche de San Juan.
      Un abrazo a cambio de tu lectura.

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