Si en vida, Don Filiberto fue
un hombre avaro, egoísta y gruñón, una vez abandonado este mundo cruel, se
convirtió en un fantasma de lo más insoportable. Si cuando estaba entre los
vivos, tenía muy pocos amigos, ahora se encontraba más sólo que la una, pues
nadie le tragaba.
No
soportaba el sonido de los relojes al dar las horas; decía que esas sonoras
campanadas le alteraban los nervios y no le dejaban pegar ojo, ni el de las
cadenas que sus congéneres se empeñaban en arrastrar para mayor pavor de los
visitantes del lugar, por no mencionar el graznido de los cuervos y menos aún
el griterío de los murciélagos cuando, a medianoche, salían de lo alto de la
torre para ir de cacería insectívora.
Cuando
sus compañeros le reprochaban su conducta insociable y nada propia de un
fantasma que se precie, se pasaba todo el día enfurruñado, profiriendo una sarta
de imprecaciones contra todo aquel con el que se cruzaba.
Hasta
que un día, sus hastiados colegas decidieron, en asamblea, expulsarlo del
castillo. Maldito el día en que la Secretaría de Recursos Inhumanos decidió
destinarlo allí. Y desde entonces vagó, como alma en pena, alejado de la que
debía haber sido su morada eterna.
Solo y
abatido, el fantasma de Don Filiberto se sumió en un estado depresivo del que
no creía poder salir, hasta que vino a hacerle compañía el fantasma de Don
Olegario.
Don
Olegario también tenía muy mal carácter, motivo por el cual había sido igualmente
desterrado de la mansión donde su espíritu había habitado durante más de un siglo.
Así pues, también había estado largo tiempo vagando en busca de un refugio.
Reunidos
de este modo en el más ingrato ostracismo, los dos entablaron una buena amistad, la primera y única desde que
abandonaran sus cuerpos materiales. Y juntos trataron de elaborar un plan de
supervivencia.
Pero pasaba
el tiempo y cada vez se sentían más desamparados. La paz de los bosques que
frecuentaban ya no les atraía y, poco a poco, sintieron añoranza de la compañía
de sus semejantes y del calor del hogar, aunque fuera un frío hogar de
difuntos.
Por
ello, acabaron tomando una decisión, dura pero práctica: debían reciclarse,
asumir las reglas de los fantasmas normales y, como tales, adoptar sus hábitos
y su mentalidad. Debían volver con los suyos, hacer un acto de contrición,
pedir perdón humildemente por su mal comportamiento y solicitar su reingreso en
la hermandad de buenos espíritus. Mejor eso que vagar eternamente sin rumbo y exponerse
a ser abducidos por la oposición, que cada vez era más maligna y poderosa.
Tras
pensarlo detenidamente, decidieron ir a la que había sido la morada de Don
Filiberto, mucho más confortable que la de Don Olegario. Si tenían que pasar
allí la eternidad, mejor pasarla con todas las comodidades. Además, juntos
aunarían esfuerzos para convencer a la comunidad de ser aceptados en su seno.
Si les veían realmente arrepentidos, ya moverían los hilos para que la Secretaría
de Recursos Inhumanos retirara las acusaciones de mala conducta de sus
expedientes.
Pero,
cuando ya estaban cerca de su destino, oyeron unos alaridos de ultratumba.
Cautos, se ocultaron bajo la hojarasca para no ser vistos, hasta que atisbaron
una pléyade de fantasmas que se les acercaba y que, despavoridos, huían de algo.
Fue entonces cuando Don Filiberto distinguió entre esa turba descontrolada a
sus antiguos compañeros.
Sin
pensárselo dos veces, Don Filiberto se enfrentó a aquella caterva de espíritus
enloquecidos para darles el alto y requerirles el motivo de tanto barullo, pero,
impotente, vio cómo pasaban de largo sin prestarle la mínima atención. Sólo el
último del grupo, ese niño fantasma que tanto le había dado la lata en el
castillo, pareció reconocerle y se giró en el último instante para decirle, a
voz en cuello, que el castillo había sido invadido por un espíritu
extremadamente violento que andaba buscando a otro a quien quería ajustarle las
cuentas. Tal era su agresividad y poder maléfico, que les había amenazado con arrojarlos
al averno si no le indicaban el paradero del objeto de su ira, pues llevaba
largo tiempo buscándole y se le había agotado la paciencia.
El
fantasma de Don Filiberto, viendo así truncadas sus esperanzas y temiendo lo peor,
le requirió a gritos si sabía el nombre de ese espíritu y si, por casualidad, sabía
a quién buscaba exactamente.
El pequeño
fantasma, exhausto y atemorizado, volando agarrado a una pierna de su
predecesor, le dijo que lo único que sabía era que se trataba de una fantasma
que se hacía llamar Doña Gertrudis pero que no sabía el nombre del
desafortunado de quien quería vengarse.
Don
Filiberto, más blanco que la sábana que solían usar para espantar a los
visitantes del castillo, se detuvo en seco y agarrando el brazo incorpóreo de
Don Olegario le dijo, terriblemente espantado: vayámonos raudos de aquí, pues
ha sucedido lo que llevo mucho tiempo temiendo. Y ante la expresión de
incredulidad de aquel, añadió: al parecer mi esposa ha fallecido y anda
buscándome para ajustar cuentas.
Y
desde entonces, una cada vez mayor cantidad de fantasmas andan vagando sin
rumbo, buscando refugio y la paz eterna hasta que ese espíritu colérico no haya
logrado llevar a cabo lo que considera un acto de justicia: que su difunto esposo
pague por no haberle dejado, al fallecer, nada en herencia.
¡Buenísimo, Josep! Me has hecho pasar un rato muy divertido leyendo las desventuras del pobre fantasma de Don Filiberto. Me gusta mucho desdramatizar el tema de los "seres de la noche". darle otra visión, sobre todo cuando se hacen relatos para niños. A ellos les encantan estos personajes.
ResponderEliminarFeliz día. Un abrazo
Como siempre me ha gustado el terror y el humor, ahí está el resultado, jeje. Los seres de la noche también tienen derecho a hacer reír,
EliminarMe alegro que te haya hecho pasar un rato agradable.
Un abrazo.
Bien por ti que has conseguido hacerme reír con el desafortunado destino de don Filiberto. Está claro que el descanso eterno en este caso le va a resultar del todo imposible.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Es que Don Filiberto era un perfecto desastre, vivo y muerto. Después de lo que le hizo a su mujer, tiene asegurada una eternidad de miedo, jeje.
EliminarUn abrazo, Javier.
Ja,ja,ja,ja que bueno!
ResponderEliminarPor un momento pensé que Doña Gertrudis era la suegra; eso hubiera sido aún más peligroso que la esposa buscando venganza. Genial también la Secretaría de Recursos Inhumanos; ...ese es un puesto nuevo que se puede crear como contrapartida en los pactos políticos que se aproximan en España :-). Estaría bien otro relato con la contraparte y algunas disputas de los "ángeles" en el cielo.
Abrazos Josep, y buen fin de semana.
Bueno, una suegra también bubiera pdido ser una buena opción, y posiblemente más terrorífica, jajaja.
EliminarHay más de un departamento de recursos inhumanos a lo largo y ancho de la geografía española, pero están bastante bien camuflados, y quienes los conocen no se atreven a delatarlos, por si acaso.
Un abrazo, Miguel, y que también tengas un buen fin de semana, sin fantasmas ni suegra, jajaja.
No siempre sucede, pero con frecuencia los nombres dejan secuela. Y llamándose Filiberto tenía todos los número para ser un palizas. Y para casarse con una Gertrudis, que Dios los cría y ellos se juntan. Y para dejarla sin herencia. "Hasta que la muerte os separe", pensaba él. Una mujer despechada puede llegar muy lejos, pero el recorrido que es capaz de hacer una mujer desheredada es incalculable.
ResponderEliminarMuy buen relato. Y con el sentido del humor al que nos tienes acostumbrados.
Un abrazo.
En mi familia hubo un Filiberto, a quien todos conocíamos como Fili, pero para un fantasma, como el de mi relato, quedaba poco serio, demasiado familiar, y lo de "Don" ha sido para acabar de darle un cierto prestigio.
EliminarCiertamente, una mujer despechada, sobre todo en temas de herencia, y que además se llame Gertudis, puede ser de lo más vengativo que uno pueda imaginar, tanto vivo vomo muerto.
Un abrazo.
Aparte de insoportable, tacaño. espero que la buena de Doña Gertrudis lo encuentre y le dé su merecido. Toda la vida soportándolo para que la deje sin un chavo de herencia.
ResponderEliminarMe ha encantado esta historia de fantasmas gruñones.
Un beso.
No he conocido, y epero no conocer, a ningún fantasma, pero me imagino que si cuando ocupaba un cuerpo material era un tipo de lo más rancio, una vez al otro lado debe ser todavía peor.
EliminarYo creo que el fantasma de Dona Gertrudis acabará dando con él y le dará su merecido. Cuando una mujer se propone algo...
Me alegro que esta historieta disparatada y fantasmagórica te haya gustado.
Un beso.
Vaya, la lleva clara Don Filiberto,me temo que su esposa lo va encontrar, y si lo hace, se lo tiene mas que merecido, porque es injusto que no le dejara nada en herencia, de modo qeu se lo tiene mas que merecido, por tacaño.
ResponderEliminarMe ha encantado, y sobre todo ese final,me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Lo que no se paga en la tierra se paga en el cielo, jajaja. Doña Gertrudis no cobró la herencia en vida pero se resarcirá de ese agravio con creces en el más allá, jeje.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Un abrazo, Tere.
jajajaja que fantasma más rácano y cascarrabias, muy divertida la historia, me he reído mucho. Aunque yo, al igual que Miguel, he pensado en la suegra jajaja... Descansar en paz lo que se dice en paz...me da a mi que no.
ResponderEliminarVa a tener que preguntar en el Departamentos de Recursos Inhumanos por la conciliación familiar jejeje o marital.
Un abrazo grande compañero, gracias por las risas. Buen finde!
Este fantasma, en lugar de dar miedo, da risa, jeje. Me imagino las penurias que pasará si le atrapa el fantasma de su viuda. Quizá sí que el Dpto. de Recursos Inhumanos disponga de un mediador familiar, jajaja.
EliminarUn abrazo, compañera.
Jajajaja, esperemos que Doña Gertrudis lo encuentre, que desde luego...
ResponderEliminarMe ha encantado, lo he leído sin parar, has captado mi atención desde la primera línea y con lo dispersa que soy eso no es fácil.
Muy feliz finde.
Me alegro, Gemma, que las andanzas y desventuras de mis fantasmas te hayan hecho pasar un rato agradable. Muchas gracias por hacérmelo saber, jeje.
EliminarUn abrazo.
Parece que los veo correr por el bosque :) :) :) Muy divertido.
ResponderEliminarSAludos.
Más que corre, volar, jajaja.
EliminarGracias por tu valoración.
Un abrazo.
jajaja pobre, sí que cabreó a su mujer. Me la imagino en su lecho de muerte pensando: ahora se va a enterar!!!
ResponderEliminarEl puesto de secretaria de recursos inhumanos imagino que está ocupado por un fantasma. Eso sí que es mala suerte, morirte y seguir trabajando jajaja
Me ha encantado el relato Josep, es súper divertido.
Besitos, y nanit!!
Yo creo que incluso tenía ganas de traspasar para darle un buen escarmiento, jeje.
EliminarTengo entendido que la Secretaría de Recursos Inhumanos la dirige el o la fantasma con mayor experiencia en asuntos inhumanos, especialmente trifulcas fantasmagóricas, jeje.
Me alegro, María, haber podido hacerte sonreír. No creo que los fantasmas lo hagan muy a menudo, así que aprovecha ahora que puedes, jajaja.
Besos.
Jajajajaja ¡menudo relato, Josep! Has hecho que los asuntos de fantasmas se me hagan tan naturales como si se trataran de los de los vivos. Parece que también entre "ellos" hay temas pendientes, miembros incómodos, castigos por las faltas y, sobre todo esa genial Secretaría de Asuntos Inhumanos.
ResponderEliminarUn relato desenfadado, divertido y muy ocurrente que da explicación al eterno vagar de tantos y tantos usuarios de la sábana blanca, ¡me ha encantado!
Un abrazo y feliz finde.
Si los fantasmas existen de verdad, me imagino que no dan tanto pavor ni son tan desagradables como nos lo han hecho creer, jeje. También deben de tener sus cuitas, sus penas y alegrías, incluso sus disputas familiares, jajaja.
EliminarQué bien que esta historieta del más allá te haya divertido en el más acá, jeje.
Un abrazo, amiga.
Bueno, al menos el incordio de don Filiberto no halló la paz que no se merecía. Está claro que si eres un cascarrabias no vas a estar a gusto en ningún lado y que "los fantasmas" del pasado te acaban pillando tarde o temprano.
ResponderEliminarBuen relato, Josep Mª, con un tono irónico muy bueno.
Un besote.
Debe ser que el karma funciona en todas partes, es universal y atemporal. Al menos me gustaría que así fuese; que quienes han jorobado a alguien en el mundo material encuentre su merecido, o su horma del zapato, en el más allá.
EliminarMuchas gracias, Paloma. por tu lectura y comentario.
Un beso virtual pero no fantasmal.
Un relato muy simpático, Josep. Cuando pensamos en lo reconfortante que sería que hubiera un cielo en el que viviéramos eternamente, nos olvidamos que seguramente lo compartiríamos tanto con seres queridos como con los no tan queridos. Y repito eso sería eternamente.
ResponderEliminarUnos fantasmas muy entrañables, convertidos en almas errantes cuando deben abandonar su hogar. Un abrazo!
Sin ese tipo de sorpresas, el más allá, sería muy aburrido, jeje.
EliminarDe todos modos, yo más bien creo que adónde ha ido a parar Don Filiberto y el resto de fantasmas es al purgatorio, jajaja.
Un abrazo, David.
Teniendo en cuenta que conjugas perfectamente el terror con el humor, algo que me encanta, pues te felicito, amigo Josep, por la frescura e hilaridad que has sabido transferir al texto.
ResponderEliminarMe temo que este espíritu errante de Don Filiberto no va a poder descansar en paz, pues la venganza de su esposa se aventura ser un buen handicap...je,je,je
Un abrazo.
Te quedo muy agradecido, Estrella, por tu elogiosa critica.
EliminarNo sé yo si su difunta esposa acabará perdonándolo, porque ser torturado por toda la eternidad debe ser lo peor que le pueda pasar a un espíritu, jeje.
Un abrazo.
Muchas veces el hombre es el sexo débil. Y después de muerto, todavía más, jeje.
ResponderEliminarEl amor es maravilloso...mientras dura, jajaja.
Un abrazo.