Todo empezó un mes de octubre de hace dos años.
Estaba en Viena por motivos de trabajo. Dos semanas de estancia me permitirían
emplear mi tiempo libre para hacer turismo, pensé. Solo llevaba una semana en
la capital del Danubio cuando fui al museo Belvedere. Quería contemplar El
beso, o Der Kuss, en alemán, el famoso cuadro de Gustav Klimt. Desde que
vi la película “La dama de oro”, en la cual aparece otra célebre obra de este
mismo autor, El retrato de Adele Bloch Bauer, actualmente expuesto en la Neue
Galerie de Nueva York, no podía dejar pasar la oportunidad de disfrutar de una
maravilla equivalente y más cercana.
A las diez de la mañana
del primer domingo de mi estancia vienesa, tan pronto como abrieron las puertas
del museo, me encaminé, presuroso, hacia la sala donde se expone esta obra
pictórica, cuyos reflejos dorados parecen querer salir de la tela. Quedé
extasiado.
Pero lo que nunca
olvidaré de aquella visita no es la obra del insigne pintor alemán, sino la voz
que oí a mis espaldas y, sobre todo, la imagen que la acompañó cuando, al
girarme, la vi.
Parecía salida del
cuadro que estaba contemplando. Alta, esbelta, cabellos cobrizos, piel rosada,
labios rojos, y una sonrisa misteriosa. Parada a pocos centímetros de mí, casi
rozándome, me miraba fijamente.
—¿Te gusta? —me dijo casi al oído.
—¡Y tanto! —fue todo lo
que supe contestar, turbado como estaba por la inesperada visión de aquella
diosa hecha mujer.
—¿De dónde eres?
—volvió a preguntar.
—De Barcelona —dije,
tragando saliva.
—¿Y qué haces por estas
tierras lejanas? —dijo sonriendo abiertamente y con una mirada deslumbrante.
—Trabajo para una
empresa austríaca y tendré que estar unos cuantos días en Viena. Así pues,
aprovecho mi tiempo libre para hacer turismo cultural —ahora fui yo quien
sonrió, ya más distendido.
—Pues, si quieres,
puedo hacerte de guía por la ciudad. Conozco Viena como la palma de mi mano.
—¿Acaso no eres de
aquí? —quise saber. Por toda respuesta, otra sonrisa intrigante.
Desde aquel momento y
hasta que tuve que regresar a casa, solo nos separamos el tiempo justo y
necesario para atender mis obligaciones profesionales. Éramos inseparables. No
nos conocíamos de nada, pero no importaba, nos compenetrábamos estupendamente
bien, como una pareja de enamorados. Bien, yo era, en todo caso, el enamorado.
Ella no lo sé, no supe en todo ese tiempo que pasamos juntos qué sentía por mí.
Lo que sí puedo asegurar es que el primer beso que nos dimos, una noche, junto
al teatro de la ópera, ha sido la experiencia más inolvidable de mi vida. Si alguien
nos hubiera hecho una fotografía, seguro que habría parecido una réplica del
famoso cuadro.
El momento del adiós
fue como me lo imaginaba, triste para ella y doloroso para mí. No pude reprimir
decirle lo que hacía días quería, pero temía por miedo al rechazo, al ridículo:
«te quiero». Su respuesta fue, de nuevo, aquella sonrisa misteriosa que
la caracterizaba. Un beso selló nuestra despedida, una despedida que esperaba
fuera transitoria. «Volveré pronto», le dije. «No me
olvides», contestó.
Tan pronto como llegué
a casa, quise escribirle, pero me di cuenta de que no conocía su dirección. Nunca
quiso que fuéramos a su casa; siempre nos citábamos en mi hotel o en cualquier
otro lugar de su elección. ¿Cómo no había reparado en ello? Tampoco tenía su
número de teléfono. A ella sí le había dado el mío, pero nunca me había tenido
que llamar. ¿Acaso no quería que supiera el suyo? Estaba hecho un lío. De
pronto, la imagen deslumbrante de aquella chica que me había robado el corazón
se enturbió en mi mente. La venda caía de mis ojos mientras la decepción más
profunda se apoderaba de mí. Todo había sido un juego, pensé.
Al cabo de un tiempo volví a Viena. Por todas
partes me parecía verla: en los restaurantes, en la calle, en el hall del
hotel… Pero solo eran fantasmas del pasado o como un espejismo en medio del
desierto. Fui de nuevo al museo para rememorar aquel encuentro. Cuando llevaba
un buen rato delante del cuadro que nos dio a conocer, noté un soplo frío en la
nuca y un susurro que me hizo estremecer. «¿Te gusta?»,
me pareció oír. ¡Era su voz! ¡Era ella! Pero al darme la vuelta comprobé que no
había nadie en la sala, a excepción de un vigilante.
Cuando se lo conté a un buen amigo, solo supo
decirme: «No te obsesiones. Te lo pasaste de puta madre y sin compromiso
alguno. ¿Qué más quieres, tío? Ya encontrarás a otra»
Decididamente, mi amigo
no sabe lo que es estar enamorado. Ahora solo me pregunto si aquella chica
alta, esbelta, de cabellos cobrizos, piel rosada, labios rojos y sonrisa
misteriosa llegó a existir o todo fue una alucinación. El caso es que la añoro
y no puedo pensar en Viena ni ver ningún retrato de Gustav Klimt sin revivir
aquella breve, pero bella y misteriosa historia de amor.
¡Hola, Josep! Jo, leyendo tu romántico relato me has traído aquellos amores de verano. Tan apasionados como demasiado breves, la combinación perfecta para que jamás de los jamases puedan olvidarse. Esos amores que durante toda la vida nos harán preguntarnos ¿Y si...? Desde luego que es difícil explicarlo a quien no lo viviera como ese amigo un tanto ceporro del final, ja, ja, ja... Estupendísimo relato, Josep. Un placer volver a leerte. Un fuerte abrazo!!
ResponderEliminarHola, David. Aquí, de nuevo, intentando atraer el interés del lector con mis historietas, je,je.
EliminarHay amores que matan y otros que nos pueden hacer vivir una experiencia casi religiosa, ja,ja,ja.
Un fuerte abrazo.
Muy bueno. Esa mujer de cuadro, tal vez la propia pintura cobrando cuerpo, seguro que para tu personaje es inolvidable. Enamorarse una mujer inexistente, o imposible de encontrar, es un excelente argumento, y si fuera real, una situación de búsqueda constante.
ResponderEliminarUn abrazo
Todo es posible cuando uno queda extasiado ante algo o alguien que le atrae sobremanera. La sensibilidad y psicología de quien lo experimenta tiene mucho que ver.
EliminarUn abrazo.
Josep, veo que vuelves con fuerza. Vaya relato; me ha recordado a la canción de Sabina, "Y nos dieron las diez", ya que mientras leía empezaba a intuir el desenlace. ¡Ay esos amoríos truncados!, por lo menos le queda el recuerdo, aunque esta es una excusa tan barata como la que le propina el susodicho amigote del protagonista. Muy buen relato, donde se entrelazan amoríos,arte y esa pequeña parte fantástica que nos deja la ausencia de la chica junto con sus susurros imaginarios. Para mí también es un placer volver a leerte
ResponderEliminarUn abrazo
El influjo de ese cuadro sobre el protagonista quizá le hizo sufrir un delirio o experimentar una experiencia paranormal, vete tú a saber.
EliminarPor otra parte, siempre he pensado que es mejor no volver al lugar donde uno fue muy feliz porque lo más probable es que sufra una gran desilusión.
Un abrazo, Pepe.
Preciosa historia de amor, la cual debió de ser un enigmático encuentro, en este caso seguro que la protagonista del cuadro se hizo presente para vivir esos días con él. Sea como sea, el relato me parece encantador que engancha como todo lo que escribes tú tan magníficamente.
ResponderEliminarUn gusto volver a leerte después de este parón estival por parte de los dos.
Un abrazo Josep.
Esa bien podría ser una muy buena explicación del misterio. Al verle tan extasiado, la dama del cuadro quiso regalarle unos días de placer y felicidad a su lado.
EliminarPara mí es un gustado tenerte al otro lado, leyendo y elogiando mis relatos, je,je.
Un fuerte abrazo, Elda.
Vaya, tu personaje también se encuentra a gente extraña cuando viaja. Menos mal, ya me siento menos rara. Aunque, te confieso, que a mí esa chica me da muy mal rollo. Lo mismo era la mujer del cuadro que salió a darse un garbeo para pasárselo bien con un barcelonés.
ResponderEliminarDada la empatía que he sentido con el protagonista, creo que la próxima vez que vaya al Museo del Prado, y por si las moscas, me pondré los auriculares con la música a todo trapo, no quiero oír voces detrás de mí, que luego pasa lo que pasa.
Escelente relato, Josep Mª, has plasmado la situación y el halo de misterio muy, pero que muy bien. Enhorabuena.
Un besote.
Pues sí, parece que hasta en esto tenemos cosas en común, ja,ja,ja.
EliminarMuchas veces, cuando uno oberva un cuadro, parece como si uno de los personajes retratados te estuviera mirando, o sonriendo, y que en cualquier momento vaya a hablar o a salir del cuadro. El cuadro "El beso" no me resulta tan realista como para eso, pero quién sabe lo que fue capaz ese barcelonés de provocar en la dama que posó o en la que se inspiró el pintor, je,je.
Muchas gracias por tu comentario, Paloma.
Un beso.
Un relato enigmático que me ha encantado Josep, me quedo con la duda de.....
ResponderEliminarAbrazos.
Me alegro que te haya encantado y provocado dudas razonales, je,je.
EliminarUn abrazo, Conchi.
Un relato con toque romántico y en suspense, vamos tu vuelta a resultado de lo mas misteriosa.
ResponderEliminarNo se cuando vaya a un museo tendré cuidado, no vaya a ser que alguno de los personajes que aparecen en el cuadro salga y me pase lo mismo jeje.
Que bonito es el amor y que bonito es soñar, y a veces los sueños sueños son y otras.....
Un abrazo.
Siempre he pensado qué ocurriría si, de pronto, un personaje de un cuadro cobrara vida y saliera del lienzo. Porque no me gusta el arte abstracto, ya que, de lo contrairo, preferiría contemplar un cuadro de, por ejemplo, Miró, y así no correría ese peligro. En todo caso se me echarían encima palos, rayas, círculos y manchones de pintura, ja,ja,ja.
EliminarEl amor es maravilloso, pero a veces nos hace soñar demasiado, je,je.
Un abrazo.
Pasé por el cuadro y me encontré con un lindo cuento. El amor hace maravillas. Saludos!
ResponderEliminarHay cuadros que inspiran más sentimientos que otros, pero si en ellos vemos amor, pueden ocurrir cosas maravillosas.
EliminarUn abrazo.
Un sueño, una realidad o un deseo. Puede parecer que estas cosas solo pasan en las películas pero si suceden de verdad el recuerdo es imborrable. Y por eso en lo excepcional está las experiencias que marcan una vida. Aunque solo hubiera sido un sueño casi perfecto.
ResponderEliminarUn abrazo, Josep.
A veces suceden cosas que no podemos explicar con palabras. Las sensaciones, por ejemplo, son muy personales e instransferibles y hay personas mucho más sensibles y sensitivas que otras, je,je.
EliminarUn abrazo, Miguel.
Que bien comenzar el curso con amor y besos, me ha gustado mucho el misterioso relato aunque me deja con dudas... yo tampoco sé si existió o fue producto de su imaginación al estar literalmente embriagado por el mucho arte de Don Gustav.
ResponderEliminarYo soy muy fan de Klimt, mi hermano pintor me presentó la obra de Don Gustav cuando era pequeña y me fascinó... luego le cogí cierta tirria porque se puso demasiado de moda...pero me sigue fascinando su obra y su uso del pan de oro.
Ahora hay museos con exposiciones digitales y envolventes que usan este precioso Beso entre otras obras sublimes... son una nueva forma de experimentar y disfrutar del arte.
Un abrazo grande compañero, contenta de leerte de nuevo.
Hay pinturas que nos transportan, a veces inconscientemente, a otro lugar y a otro tiempo. Nos producen ensoñaciones. Otra cosa muy distinta es que nos provoquen experiencias paranormales, ja,ja,ja.
EliminarUn fuerte abrazo.
Vuelves con las pilas cargadas. Magnífico relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues espero que el maldito coronavirus no me las descargue de nuevo.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
Regreso poco a poco por estos lares, me aproximo prudente, sorprendiendo por detrás a algunos blogueros que ya no me esperaban, y es que esta situación interminable de pandemia me tiene desorientado y descompuesto. Llevo sin escribir medio año ya, que se dice pronto y entre unas cosas y otras no me atrevo a retomar hasta que amaine un poco la tormenta y las rutinas se recoloquen un tanto.
ResponderEliminarMe ha parecido una historia de amor muy original, dejas como casi siempre un final que no es final del todo y trabajo reflexivo y de ensoñación para tus lectores. Un buen relato con fantasmas o no de muy buena factura. Y respondo como el personaje de la historia al ¿Te gusta?
Un abrazo de reencuentro.
Tu última publicación en abrazodelibro es del 5 de junio, creo, así que solo han pasado tres meses que, tratándose de ti es bastante, ciertamente. Así que anímate y ponte manos a la obra, amigo, ja,ja,ja.
EliminarMe gustan las historias de fantasía y también los finales, o bien abiertos o que dejan al lector el rol de interpretarlos, je,je.
Un abrazo.
Un relato muy bonito y artístico y que da para muchas interpretaciones. Tengo muchas ganas de ver el cuadro porque lo que he visto en láminas y fotografías no termina de gustarme. Demasiados brillo. Pero sé que los cuadros vistos al natural cambian mucho. A ver si cuando lo vea (si la COVID llega a permitirlo) se me aparece a mí el personaje masculino con todo ese pelo negro. Espero que al menos sea guapo. Con todo ese pelo no se le ve la cara.
ResponderEliminarYo también vi "La dama de oro" y me gustó mucho.
Un beso.
Este relato obedece a un reto marcado por la coordinadora de un grupo de escritores noveles al que asisto y que nos dio una repoducción de este cuadro del que debía surgir una historia. A mí me inspiró lo que he escrito, una locura más de las mías, je,je.
EliminarDebo admitir que de Klimt solo he visto este cuadro y el que menciono en el relato y que está en NY. El primero solo en fotografías y el segundo en la película "La dama de oro". No soy un entendido en arte, pero hay obras que, sin saberlo explicar, me gustan y otras no. Y estas dos me gustan.
Si consigues ir al museo Belvedere de Viena, lo que quites ojo al misterioso personaje masculino, no vaya a ser que...
Un beso.
Y es que hay obras de arte que ejercen un influjo casi mágico en algunas personas y El beso de Klimt es para mi una de ellas. Así que no me extraña que tu personaje se haya dejado llevar por el simbolismo que derrocha esa pintura.
ResponderEliminarUn abrazo!
Me habría gustado conocer la impresión de Norte si se encontrara, en uno de sus viaje, frente a esa pintura. Pero siendo tu alter ego, creo que ya sé la respuesta, je,je.
EliminarUn abrazo.
Me acaba de decir Norte que siempre tuvo en mente hacer una sección de las principales (o no tan principales) obras maestras de todos los museos a los que fue,...
Eliminar;-)
Una buena historia inspirada en ese cuadro. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mamen.
EliminarUn abrazo.
¡Cómo ganan las ciudades con el guía adecuado!
ResponderEliminarQué impotencia sentía según leía. Tal vez si volvieran a verse la historia tendría un final definitivo, pero esta imposibilidad de reencontrarse la convierte en eterna.
Un abrazo
Y esa fue una guía de lujo, excepcional, je,je.
EliminarDuele que quien vivió una experiencia tan feliz, sea incapaz de repetirla.
Un abrazo.
Yo también pienso igual. Si así lo vivió, lo disfrutó y finalmente lo sufrió, fue tan real como la vida misma.
ResponderEliminarUn abrazo.