jueves, 7 de noviembre de 2013

Las puertas II: Al otro lado


Rosa despertó desconcertada, la oscuridad le impedía ver dónde se hallaba. Tenía un mal presentimiento sin saber por qué. ¿Qué había ocurrido? Poco a poco fue recordando. El doctor Puigcorbé, su psiquiatra, Alberto, su marido, y esa puerta que se cerró tras de sí.

Sí, ahora recordaba cómo, tras desvestirse, una ráfaga de aire sacudió su larga melena, un terrible pitido la ensordeció y de pronto se sintió mareada hasta el punto de que todo empezó a dar vueltas a su alrededor y… debió de perder la consciencia, eso debió suceder.

En el pánico o en una crisis de ansiedad debía estar la respuesta a lo ocurrido. A tientas buscó el interruptor de la luz pero nada había a su alcance. Se incorporó y tan pronto como sus ojos se habituaron a la oscuridad se vio en el centro de una gran sala rodeada de puertas, muy altas, enormes, que parecían estar esperándola. ¡Puertas!

Pero en lugar de ese sentimiento tan habitual en ella de rechazo y de pavor, algo le atraía hacia una de esas puertas que, al acercarse, se abrió lentamente arrojando en la oscura estancia un rayo de tenue luz.

Lo que vio al otro lado primero la sorprendió y luego la inquietó. Era Alberto que, echado sobre la cama de su habitación, esa habitación en la que ella había creído despertar, lloraba mientras sostenía en sus manos una fotografía, esa fotografía de ellos dos, mirando a la cámara sonrientes, que su hermano les echó en la playa de Sitges. Pero ¿por qué lloraba? ¿Qué estaba ocurriendo?

Dio un paso adelante para acercarse a él pero algo se lo impidió, le llamó pero de sus labios no salió ningún sonido, intentó golpear esa barrera, esa especie de cristal blindado, que aparentemente les separaba pero no consiguió su objetivo. No tenía fuerza en sus manos. Toda su energía se desvanecía por momentos.

Era un sueño, eso era, una pesadilla. Intentó gritar para ver si, de ese modo, alguien, seguramente Alberto, la despertaba. Pero no podía y esa experiencia duraba demasiado para ser sólo un sueño.

Lo curioso era que ya no temía a las puertas cerradas, estaba rodeada de ellas y no sentía miedo. Estaba curada de esa fobia que la había tenido atrapada desde niña. El doctor Puigcorbé tuvo razón al someterla a esa prueba de fuego. Dormir una sola noche con la puerta cerrada con llave había obrado el milagro.

Pero ¿qué hacía ella en esa sala? Cada una de las puertas que tenía ante sí conducía a un lugar distinto pero del que no podía salir. En cada uno de ellos veía a gente conocida: a su marido, a su hijito de cinco años, a su familia, a sus amigos, incluso a esos seres queridos que se habían marchado tiempo atrás. A todas esas personas a las que amaba y había amado alguna vez.

No sabía dónde estaba pero fuese dónde fuese, quería salir; no sabía cómo pero estaba segura de lograrlo, sólo era cuestión de proponérselo. Si había sido capaz de vencer el terror a las puertas cerradas, ¿qué no haría para volver con los suyos?

Pero el tiempo iba pasando y, contrariamente a lo previsto, se sentía cada vez más tranquila y en paz. Parecía como si el hecho de ver a los suyos, aunque fuera a distancia, siguiendo con su vida sin ella, le infundiera una calma y una serenidad que le restaba ese ímpetu e incluso esa necesidad inicial de escapar de allí y reunirse con ellos. ¿Acaso algo o alguien la retenía allí? ¿Sería resignación lo que sentía?

Sólo le dolía profundamente ver a Alberto triste y abatido, mirando a diario ese álbum de fotos que ambos habían ido elaborando poco a poco desde que decidieran unir sus vidas.

Por él y por su hijo, sólo por ellos, debía volver. No sabía cómo pero seguramente encontraría la forma.

No hace mucho oyó a su hijo preguntarle a Alberto dónde estaba mamá y por qué no volvía a casa. También oyó decir a alguien que ya había transcurrido un año (¿un año?, ¿qué era un año?) desde que desapareció sin que nadie se explicara lo ocurrido. Después de ese tiempo, sólo Alberto y su hijo seguían esperándola.


8 comentarios:

  1. Qué emocionante ..!!! No podía imaginarlo dado como terminó el anterior ... Fantástico Josep Mª ...

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  2. Me alegro que te guste. La cosa se está poniendo difícil. Continuará...

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  3. Vaya, que emocionante, me ha parecido igual de extraordinario este relato como el anterior. Me encanta como llevas la historia con todos los ingredientes para mantener al lector atento a lo escrito.
    Parece ser que no resistió el quedarse encerrada en la habitación, pues creo recordar que el marido se durmió (es que en este momento no lo he leído).
    Realmente muy interesantes tus relatos.
    Me ha encantado. Un abrazo.

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    1. Gracias Elda por seguir con tanto interés mis relatos y este en concreto, que sigue abierto. Espero no defraudar. Un abrazo.

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  4. Josep, tienes una narrativa fantástica. Todavía no me he ido y ya estoy deseando volver para seguir disfrutando de tus relatos. Este es realmente estremecedor y sobre todo, bueno, muy bueno.

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    1. Me abrumas Lydia. Gracias por ese comentario que me anima a seguir y a estrujar la imaginación al máximo. Vamos a ver qué sale de todo esto. Un abrazo.

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  5. Un relato muy inquietante, mantiene la tensión todo el tiempo y la necesidad de seguirlo. Enhorabuena, Josep!!
    Un abrazo.

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    1. Gracias María por tu nueva visita y por tu comentario. Estás invitada a seguir el relato hasta el final. Espero que te siga gustando. Un abrazo.

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