sábado, 7 de enero de 2017

El diario (y IV)


En mi larga vida de policía, había presenciado muchas ruedas de reconocimiento, pero nunca había participado en ninguna. Señalar a un presunto culpable de un delito entraña una gran responsabilidad. No puedes errar, pues de tu testimonio depende que el sujeto quede libre o, por el contrario, detenido y acusado formalmente. Era lógico, pues, que me sintiera nervioso, aunque, tal como me habían dicho, yo sólo debía señalar cuál de esos seis individuos que tendría ante mí era el que había visto la mañana anterior buscando, en actitud sospechosa, entre los arbustos del parque.

Mi intervención en ese reconocimiento sólo sería un primer paso para dar a la policía un argumento para interrogarle más a fondo e intentar sonsacarle cualquier cosa que le incriminara o aportara algún indicio sobre la autoría del secuestro. Aun así, los nervios me estaban dominando. Las manos y las axilas me sudaban como nunca lo habían hecho. ¿Sería cosa de la edad? ¿Dónde había quedado mi arrojo policial de antaño? ¿También se había jubilado?

Cuando se abrió la puerta que daba a la sala de reconocimiento, tuve que inspirar hondo para controlarme y evitar que me temblara la voz cuando pronunciara el número del sospechoso, si es que estaba entre aquella media docena de caras.

Y lo estaba. Ya lo creo que sí. Casi me salió un gallo cuando canté el número que lucía en el cartel que sujetaba en sus manos. 

─¡El cuatro! ¡Es el cuatro! ─grité.
─¿Está usted seguro? ─me preguntó uno de los policías que estaban presentes en la habitación, junto a mi amigo y el propio comisario ─tómese su tiempo, no hay prisa. Es muy importante que no haya ninguna duda sobre su identidad ─insistió.
─Sí, sí, es él ─insistí yo.
─Pues entonces ya pueden retirarse los componentes de la rueda ─indicó el comisario al policía que la había organizado─. Y gracias por su colaboración ─añadió dirigiéndose a mí.

Cuando salí de la habitación desde la que había señalado con mi dedo acusador al individuo número cuatro, vi cómo se lo llevaban esposado. Dos agentes lo conducían por un largo pasillo hacia donde seguramente le someterían a un duro interrogatorio. En mi fuero interno me sentía satisfecho por haber puesto mi granito de arena para ayudar en aquel caso, pero mi satisfacción se vio repentinamente truncada cuando, como si me hubiera leído la mente o me hubiera olido a distancia, el detenido se giró. Nuestras miradas se cruzaron y lo que vi en la suya no era propio de un delincuente, de un ser agresivo y peligroso. Vi a un hombre desesperado. ¿Sería inocente y yo acababa de propinarle un empujón hacia el cadalso? Nunca antes había sentido remordimientos por los actos que me había visto obligado a realizar con motivo de mi profesión. Hasta ahora. Aunque hubiera actuado como un ciudadano responsable, en ese instante dudé de haber hecho lo correcto.

No tuvieron que pasar las setenta y dos horas preceptivas para poner al sospechoso en libertad o a disposición judicial, porque el sintecho hizo, de repente, su aparición, resolviendo el enigma de su paradero y aclarando el caso de los presuntos secuestradores. Pero el modo en que hizo acto de presencia no fue el que cualquiera hubiera imaginado.

**

Ahora, leyendo la copia de mi declaración, la que tuve que firmar cuando me interrogaron en la comisaría de los Mossos d’Esquadra, no sé si reír o llorar. Pero dos cosas tengo ahora claras: que no todo en esta vida es lo que parece ser; y que hasta un buen policía puede ser objeto de un engaño, aunque éste se haya perpetrado inocentemente.

Cuando leí las anotaciones que contenía aquel diario, visualicé a un pobre hombre, caído en desgracia por culpe de las artimañas de su mujer infiel y de su socio desleal, que se había visto obligado a vivir en la calle y a huir de unos peligrosos secuestradores que querían borrarle del mapa para que no les delatara.

Quizá si lo hubiera contado todo a la policía desde un principio, me habría librado de hacer el ridículo. Les hubiera pasado el testigo de investigar esa extravagante historia y mi dignidad hubiera quedado inmaculada. Ahora me siento como si hubiera tirado por la borda toda mi carrera policial. Y todo por querer ser el protagonista de una aventura y querer ayudar a mi querido sintecho.

¿Cómo podía imaginarme quién era en realidad aquel individuo que merodeaba por el parque cuando volví a por una prueba que identificara al sintecho desaparecido? Además, cuando mi perro le ladró de aquella forma tan agresiva y él huyó atemorizado, todo parecía confirmar mis sospechas. Ahora sé el motivo de aquellos ladridos: mi perro olió al propietario de la dichosa libreta.

Ahora sólo me cabe esperar que la novela vea la luz y sea todo un éxito.

Aún recuerdo la llamada ─y la indisimulada risa─ de mi amigo después de que hubo terminado la declaración del hombre al que señalé en la rueda de reconocimiento.

─¿Estás sentado, amigo mío? Porque lo que te voy a contar tienes que oírlo lo más cómodo y relajado posible.

El hombre al que yo había reconocido y al que habían seguidamente sometido a interrogatorio, resultó ser un escritor. Un novelista, para ser más exactos.

Todo empezó cuando se hizo pasar por un vagabundo y tener así material de primera mano para su novela. Quería escribir la historia de un hombre que, habiendo sido rico, lo ha perdido todo y cae en la indigencia, sobreviviendo de lo que recoge de los contenedores. Necesitaba, por lo tanto, vivir como un sintecho auténtico. Para ello se vistió como tal, incluyendo como parte del atrezzo una peluca y una barba postizas. Lo que leí en su libreta no eran más que las notas que iba tomando a diario. Había confesado que, al enterarse de la desaparición de una chica en la localidad, decidió incorporar la experiencia del secuestro para añadir más dramatismo y suspense a la historia.

Cuando ya tuvo material suficiente para empezar a diseñar la trama de la novela, quiso tomarse un respiro y decidió marcharse a su casa por unos días. Pondría sus notas en orden y, de paso, se alimentaría y se asearía como Dios manda. 

Pero al día siguiente, buscando en su petate, advirtió que había extraviado el diario, por lo que tuvo que volver al lugar del parque donde creyó haberlo perdido. Al no hallarlo, acudió a la comisaría de la Policía Local para preguntar. Cuando le dijeron que un hombre le andaba buscando para ofrecerle un trabajo se alarmó y volvió a su casa para reflexionar sobre el siguiente paso a seguir.

¿Quién sería ese desconocido que quería darle trabajo? ¿Y por qué? Pensó en varias posibilidades. Podía ser alguien que quería pedir una recompensa por el diario perdido o que, habiendo leído en él lo del secuestro, quería interrogarle; quizá fuese un amigo, un familiar de la chica desaparecida o uno de los policías que llevaban el caso y le consideraba sospechoso de algo (como mínimo, de encubrimiento) o, mucho peor que todo eso, era uno de los secuestradores y creía que realmente sabía o había visto algo y se lo quería cargar.

A pesar de todos sus temores, quiso asegurarse de que el diario había en verdad desaparecido ─quizá no había buscado bien o no lo había hecho en la zona correcta─ y volvió nuevamente para buscarlo con calma. Pero no tuvo ocasión de llevar a cabo su propósito porque un hombre con un perro se lo impidió, el animal ladrando como un perro rabioso y el hombre dirigiéndose hacia él de forma alarmante. Pero a pesar de todos los impedimentos, no podía ni quería prescindir de su diario. Tenía mucho material en él, el trabajo de muchas semanas. No se atrevía a acudir a la policía porque no le creerían, pues no tenía prueba alguna de que fueran a por él y, además, se resistía a desvelar, por el momento, su identidad. Cuando publicara su novela y concediera entrevistas, sería el momento de contar las vicisitudes por las que había pasado. Por lo tanto, volvería a intentarlo, por tercera y última vez. Regresaría a ese parque oscuro y solitario. Pero esta vez iría de noche, para que nadie le viera. Y en lugar de encontrar su libreta, encontró a una patrulla de paisano que se le echó encima.

Desde luego, tantas preocupaciones y esfuerzos para nada. Esta mañana, al volver de pasear a mi perro, he desayunado, como siempre, acompañado de las noticias matutinas de la televisión. Por una vez, el informativo ha abierto con una buena noticia: la chica desaparecida ha sido hallada sana y salva. Se había fugado, al parecer, con su “noviete” porque sus padres se oponían a la relación. No he querido seguir escuchando. He apagado el televisor. He sido incapaz de probar bocado. Todo se lo ha comido mi perro.

FIN


32 comentarios:

  1. Ja,ja,ja.
    Cuando nos dicen: que a veces no todo lo que ven nuestros ojos es lo real, no queremos creerlo. Tú, con esta historia por entregas nos has demostrado que los espejismos son más abundantes de lo que creemos y que no deberíamos precipitarnos en nuestros prejuicios.
    Cuando encima uno es un policía jubilado que quiere ser protagonista y tomar cartas en el asunto, se complica todo.
    Menos mal que después de todo ha habido un beneficiado absoluto: el perro, que ha desayunado como un rey.
    Un abrazo y gracias por tu relato compañero.

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    1. Efectivamente, Francisco. La imaginación nos puede jugar malas pasadas, sobre todo cuando queremos ver lo que no es. Creo que aquí el culpable no fue tanto el pobre perro rastreador como el hastío de un hombre jubilado cuya vida aventurera ha tenido tiempos mejores y quiere recuperarlos viviendo aventuras propias.
      Desde luego, el perro se llevó la mejor parte de todo eso. Y sin enterarde del porqué, jeje
      Un abrazo y gracias a tí por perseverar siguiéndome a lo largo de los cuatro episodios.

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  2. Que miedo, pensar que se puede uno equivocar en un caso así. Y es verdad, a veces se crée uno seguro y la mente tan a su aire, nos puede traicionar.

    Muy buena la entrega, fuerte abrazo.

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    1. En esta vida, amigo Francisco, uno no puede estar seguro de nada. El que tiene el aspecto de delincuente puede ser un santo varón y el mejor trajeado puede ser un ladrón de guante blanco, o un político, jajaja
      Un fuerte abrazo.

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  3. Desde luego esa novela promete y mucho. De sobra cumple con los requisitos de verosimilitud de la trama. Un giro totalmente inesperado, y como siempre muy buen uso de los tiempos del relato. Esa frase previa a los asteriscos te lleva en volandas a la conclusión que es explicativa como lo son la mayoría de las clásicas historias de detectives. Un excelente relato en cada una de sus entregas.
    Un abrazo!

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    1. Muchas gracias, David, por tu amable y elogiosa opinión sobre esta historia, que bien podría haber dado lugar a una novela corta. En un relato relativamente breve como éste, sin embargo, me siento más cómodo pues creo que soy más capaz de mantener el suspense. Como bien dices, es cuestión de ir dejando cabos sueltos al término de cada una de las entregas.
      Un abrazo.

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  4. Jajaja, vaya historia que se hizo el poli jubilado y vaya planchazo que se llevó al final. Si es que no se puede fiar uno ni de lo que ven nuestro ojos, porque el pensamiento es tan veloz que enseguida crea su propia historia.
    Bueno el que salió ganando de todo esto fue el perro que desayunó como un rey, jajaja.
    Muy buena la historia, con ese temor de poder equivocarse en asuntos importantes.
    Un abrazo Josep.

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    1. Sí, Elda, yo creo que al pobre hombre no le quedarán ganas de implicarse en más aventuras. Adivino que la próxima vez que su perro encuentre algo, sobre todo si es una libreta, lo arrojará a la papelera más cercana. Pero, claro, la cabra siempre tira al monte, y quizá acabe reincidiendo. Quién sabe cuánto tiempo tendrá que pasar pero puede volver a caer en la tentación.

      Y sí, los perros, como el mío (en el que, por cierto, me he inspirado), no desaprovechan nunca la oportunidad de zamparse lo que sus dueños desaprovechan.
      Un abrazo.

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  5. Qué buen final!,... y es que un escritor es capaz de todo por lograr una buena historia. De todos modos te diré que es un guión que daría para una buena novela policíaca. Te imaginas...? la vida del escritor en horas bajas que necesita publicar, su editor achuchándolo, la banda del este que ha secuestrado a la chica,... en fin tanto como quieras! feliz domingo Josep!

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    1. Este escritor quería ser un escritor de investigación y se metió, sin quererlo, en un buen berenjeral. Y desde luego, su experiencia bien valdría para una novela de acción o de enredo, jeje
      Quién sabe, quizá acabe utilizando al personaje de ex policía para crear una serie de historias, al estilo, Pepe Carvalho pero cin menos caché, claro.
      Un abrazo, amigo, gracias por haber llegado hasta el final y que también pases un feliz domingo.

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  6. Pues mira, Julio David, sin haber leído previamente tu comentario, yo he pensado lo mismo, tal como le he dicho a Elda más arriba.
    Del mismo modo que hay un refrán dedicado a la belleza femenina, que dice "quien tuvo, retuvo y guardó para la vejez", bien podría también aplicarse a los hábitos de ese ex policía. Si en toda su vida se ha visto envuelto en enredos, no le resultará nada fácil llevar una existencia lánguida y aburrida y cualquier excusa le valdrá para volver a la acción. Espero, sin embargo, que haya aprendido la lección.
    Un abrazo,

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  7. Muy bueno el final,el policía jubilado con exceso de imaginación se montó una película cuyo protagonista no era precisamente quién él creía. El que llevó las de ganar fue el perro que se comió lo que pilló cerca.
    Un relato por entregas muy completo,la trama está muy bienconseguida y el final sorprendente. Mucha imaginación tienes ....
    Un abrazo Josep
    Puri

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    1. Lo que hace el aburrimiento y la nostalgia del pasado. Y lo que hace tener un perro que, a fin de cuentas fue quien empezó y terminó la historia, jeje
      Muchas gracias, Puri, por tus amables comentarios.
      Un abrazo.

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  8. A veces el exceso de imaginación nos juega malas pasadas y nos montamos unas películas que nada tienen que ver con la realidad.
    Genial tu manera de darle la vuelta a la historia que empezaste, una historia que tenía todos los elementos para ser la verdadera aunque luego resultara ser otra cosa.
    Me he entretenido mucho y eso es lo que importa a la hora de leer.
    Enhorabuena.
    Un abrazo, Josep.

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    1. Creo que a mí me ocurriría igual, me imaginaría lo inimaginable, pero con una (gran) excepción: no me metería en líos ni intentaría hacerme el héroe. Claro que yo no he sido policía y la etapa de biólogo investigador fue efímera y queda ya muy lejos, jeje.
      Muchas gracias por tus comentarios y me alegro haberte entretenido con esta historia un tanto pintoresca.
      Un abrazo.

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  10. Jajajaja, ese poli es como yo, se imagina cada cosa...me ha gustado mucho el giro de los acontecimientos, y lo has narrado muy bien. Yo estaba impaciente por leerlo y resulta que lo tenías publicado desde ayer y yo sin enterarme, jejeje.
    Un abrazo.

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    1. Y como yo, jeje, sólo que yo soy más cauto.
      Me alegro que te haya gustado el modo en que se ha resuelto el enigma. A veces la explicación a un aparente misterio es mucho más simple de lo que creemos.
      Un abrazo, Marigem.

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  11. y resulta que no era lo que parecia, vaya vaya, me ha gustado este final, a merecido la pena. Enhorabuena porque el estar enganchada todo este tiempo a merecido la pena ya lo creo.
    y hay que tener mucho cuidado con lo que se piensa,se ve y se juzga porque desde luego las cosas pueden de otro modo del cuál imaginamos, una magnifica lección sin duda, o quizás diría mejor recordatorio, porque saber lo sabemos. un abrazo y gracias por este Diario. TERE.

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    1. Hola Tere. Casi se me pasa por alto tu comentario. Debe ser porque no estoy acostumbrado a recibir tantos de golpe, jaja
      Pues no, resultó ser de otro modo muy distinto a lo que parecía y creía el buen policía retirado. Y es que, efectivamente, hay que tener mucho cuidado a la hora de juzgar algo y a alguien, pues las apariencias engañan.
      Muchas gracias por tu lectura y tus comentarios.
      Un abrazo.

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  12. Llego tarde a tu historia, Josep Mª, pero no por ello dejo de saludarte en mi 'rentrée' de las vacaciones ;-)
    ¡Un beso!

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    1. Bienvenida de nuevo, Chelo!
      Pues te has perdido las andanzas de un ex policía curiosón a quien le salió el tiro por la culata.
      Otro beso.

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  13. Muy bueno el toque de humor pero lo terrible es que puede pasar que por un exceso de celo o de imaginación acabe en la cárcel quien menos culpa tiene, lo peor es que seguro que hay más de un caso que ha sido así. Me alegra que la adolescente se encontrara sana y salva.

    Muy bien llevada toda la serie, con el punto justo de intriga para desear leer el siguiente capítulo aunque en mi caso, esta vez llegar tarde me ha ido bien para leerlos todos seguidos.
    Saludos

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    1. Es que si no se le pone un poco de humor a la historia, casi podría calificarse de tragedia, pues el patoso sabueso, que se creía tan audaz, casi envía a la cárcel a un inocente cuya única culpa fue meterse en la piel de un vagabundo. Todo por culpa de una serie de contrariedades y equívocos que nadie se imaginaba que podían suceder.
      Lo que yo digo: cuando uno se jubila, se jubila de verdad (como la mujer española cuando besa).

      Muchas gracias, Conxita, por tu empeño en leer todos los episodios de un tirón pues creo recordar que me dijiste en una ocasión que tiempo precisamente no te sobra. Por eso me alegro todavía más que te haya gustado la historia.
      Un abrazo.

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  14. jajajajajaja no me lo puedo creer, oye que bueno eres para la imaginación, que inesperado final que bueno eres vale sinceramente cuando leo que es escritor uuuff.. pero es cierto muchas veces ves cosas que no son, te felicito atrapas de princpio a fin y con ese humor dentro de la intriga me gustó mucho, un abrazo desde mi brillo del mar

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    1. Me alegro haberte sorprendido, Ese era mi objetivo, jugar con el enredo, aderezándolo con un toque de humor.
      Los juicios precipitados pueden dar lugar a malentendidos peligrosos. Menos mal que finalmente todo se aclaró sin que nadie saliera mal parado.
      Me complace haberte hecho pasar un rato agradable.
      Hasta la próxima!

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  15. Me ha gustado el giro que le has dado a la historia, quien sino como tú escritor que tienes una imaginación y llevas la trama de una historia en un total suspense, para engancharnos y dar un buen giro a lo que escribes. Aunque a pesar de haber leído el primer capítulo y mucho antes, lo he vuelto a leer y he leído esta historia toda de un tirón. Excelente. Un abrazo

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    1. Hola Mª del Carmen. Llegaste a la meta y me satisface que hayas encontrado la historia interesante y con un final inesperado. Es lo que pretendía.
      Muchas gracias por leer la historia al completo y dejar tus amables comentarios.
      Un abrazo.

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  16. La resolución me ha hecho recordar dos cosas de manera inmediata. Por una parte, una historia de Sherlock Holmes donde un tipo rico (o eso creo recordar) se hacía pasar por vagabundo. Y por otra parte, en lo que corresponde al ex-policía, se ha marcado un "Clouseau", ya que recordarás lo patoso e imaginativo que era el mítico inspector francés jeje. Pues eso, una trama con su correspondiente giro final, que ha dejado una grata lectura en conjunto.

    P.D: No sé si se te ocurrió como alternativa, pero habría sido tronchante que al final, y en otro paseo, el perro encontrara un ejemplar de la novela, con una dedicatoria para el ex-poli jejeje. ¡Un saludo!

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    1. Supongo que el bueno de Sherlock, de haber vivido lo suficiente, habría acabado chocheando y cometiendo algún desliz imperdonable, al estilo del inspector Clousseau, jeje.
      Creo que mi ex policía ha aprendido la lección y de ahora en adelante evitará meter las narices donde no le llaman. Pero, ya se sabe, la cabra tira al monte.
      Y no está mal esa idea tuya. Quizá algún día, si decidiera continuar con las peripecias de este fisgón jubilado, te la robe y forme parte del inicio de un nuevo episodio, jajaja
      Me alegro que la lectura de esta historia te haya resultado grata.
      Un abrazo.

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  17. Un desenlace totalmente inesperado. No me ha defraudado en absoluto.
    Ha sido una lectura muy entretenida, de creciente suspense, y sorprendente resolución.
    He disfrutado con el misterio y la comedia, una mezcla de géneros que, en mi opinión, has cuajado de lujo.
    ¡Abrazo, Josep Mª!

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    1. Llegaste a la meta y no solo no te has cansado sino que dices haber disfrutado. Con eso me siento más que satisfecho, pues podías haber perdido el interés por el camino.
      Muchas gracias por tus elogiosas palabras.
      Un abrazo, compañero.

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