Nunca
hubiera imaginado que, tras más de veinte años de fiel dedicación a la empresa,
acabara de este modo, refugiado primero en un hotelucho de mala muerte, temiendo
la aparición de un sicario, y luego sentado en la parte trasera de un coche
policial, escoltado por tres agentes hacia un destino incierto.
Yo,
que llegué a ser un empleado ejemplar de una de las más prestigiosas
multinacionales farmacéuticas, me convertí, de la noche a la mañana, en una
rata asustada buscando refugio donde no lo había. No podía recurrir a nadie. Todos
me habrían dado la espalda. Las únicas personas que podían echarme un cable
estaban muertas.
Quién
me hubiera dicho que todo empezaría tras un simple y amistoso apretón de manos.
La
empresa acababa de introducir un novedoso y eficaz medicamento contra el cáncer
de próstata en uno de los más importantes hospitales del país y centro de
referencia en oncología. No fue tarea fácil, habida cuenta del elevado precio
del preparado y las restricciones en el gasto farmacéutico dentro del Sistema
Nacional de Salud. Pero mi poder de persuasión, junto con la comprobada
eficacia del producto, hizo posible obtener la opinión favorable del director
del departamento de oncología del hospital, el doctor Millán De La Fuente,
líder de opinión en este campo. Teníamos a nuestro favor el respaldo de las
autoridades sanitarias del país, que no habían dudado en agilizar al máximo el
proceso de autorización de comercialización del fármaco y que aceptaron considerarlo
el tratamiento de elección para esa patología. Era de esperar que su
introducción en dicho hospital produciría un efecto dominó y que la gran
mayoría de centros hospitalarios nacionales seguirían el ejemplo del eminente
oncólogo. Todo eso fue lo que creí entonces. Ahora sé que todo estaba amañado y
que yo solo fui un peón en la tabla de ajedrez.
Como
consecuencia de ese logro, las ventas se dispararían de tal modo que
volveríamos a figurar entre los tres primeros puestos en el ranking de laboratorios
farmacéuticos del mundo, una posición que habíamos perdido desde que, cinco
años atrás, el Ministerio de Sanidad retirara del mercado un producto
antigripal de la Compañía que, no solo no había demostrado una suficiente efectividad,
sino que provocó la muerte de varios consumidores. El hecho demostrado de que los
fallecimientos se debieron a una interacción inesperada entre el nuevo
preparado y uno de los medicamentos más utilizados para el control de la
hipertensión ─interacción que, a modo de advertencia, podría haberse incluido
en el prospecto─, no fue óbice para que las autoridades sanitarias decretaran
su retirada inmediata. Ello causó un descalabro en la economía empresarial, tras invertir en ese producto mil millones de dólares y más de diez años de
investigación y desarrollo. Pero con el nuevo lanzamiento para el cáncer de
próstata, una patología con una incidencia mundial superior al diez por ciento
en los varones mayores de sesenta y cinco años, la Empresa saldría de ese bache
y volvería a un porcentaje de crecimiento anual de dos dígitos. Los accionistas
estarían más que satisfechos, al igual que los directivos, que verían, de paso,
acrecentar su paga de beneficios a final de año. Para el resto del personal
supondría una seguridad en sus puestos de trabajo y un aumento salarial por
encima de lo fijado por el convenio del sector.
En mi
caso, ese logro me supuso una promoción y un bonus por objetivos muy sustancioso. Me nombraron Director Nacional
de Ventas y, de pronto, tuve bajo mi mando a más de doscientos delegados de
visita médica. Pero no todo el mundo salió ganando con este éxito. Sin
quererlo, me gané la enemistad de Emilio Fuentes, mi predecesor en el cargo, que
perdió su puesto de trabajo al ser despedido por “falta de compromiso”.
Aun
lamentando ese incidente ─pues, aunque Emilio nunca fue una persona de mi
agrado, me pareció que el motivo esgrimido para su despido no se correspondía
con su forma de ser─, me alegré por la confianza depositada en mí por la
Empresa. Desde entonces trabajé más duro si cabe, para demostrar que era
merecedor de mi nuevo cargo, sin sospechar que en menos de medio año estaría
temiendo por mi vida. Nunca hubiera imaginado que aquel éxito, sellado con un
apretón de manos con el doctor Millán, supondría una pesadilla como la que he
vivido estas últimas semanas.
Solo
tuvieron que pasar unos dos meses desde mi ascenso para que recibiera el primer
toque de atención. Fue un viernes por la tarde, al volver a casa después de una
reunión de trabajo con mi equipo. Al entrar en mi apartamento descubrí una hoja
de papel en el suelo, que alguien debió de haber pasado por debajo de la puerta.
La nota, compuesta por letras recortadas de algún periódico o revista era muy
escueta: “Ándate con cuidado”. Eso fue más que suficiente para alarmarme. ¿Sería
un error, la obra de un lunático o realmente alguien me quería mal? Pero ¿quién
podía tener algo contra mí? Si tenía que sospechar de alguien, solo me vino a
la mente Emilio, mi ex jefe, que, indignado por lo que él debía considerar una
injusticia, quería hacerme pagar su infortunio. No sabía hasta qué punto debía
tomármelo en serio. Quizá solo era un arrebato de ira y quería hacérmelo pagar
amedrentándome. A sus más de cincuenta años, no le sería nada fácil hallar un
nuevo trabajo. Justo era, pues, que estuviera indignado. Pero yo no tenía culpa
alguna de su destitución y mucho menos de que hubiera ido al paro. Pero conocía
su carácter iracundo, de modo que cualquier cosa se podía esperar de aquel
individuo. Esperé en vano a que la situación se tranquilizara y que todo volviera
a la normalidad, pero las notas se sucedían, semana tras semana, y siempre con el
mismo tipo de amenazas.
Tras
recibir los primeros anónimos, y antes de acudir a la policía, instalé una pequeña
cámara de vigilancia en el rellano de mi vivienda para probar su autoría ante
las autoridades, pero la imagen que aquella me ofreció no aclaraba la identidad
de quien me amenazaba. No sé si se percató de la vigilancia, pero el individuo iba
perfectamente pertrechado para no dejar a la vista nada que le delatara.
Abrigo, bufanda y sombrero ocultaban perfectamente su rostro, y su corpulencia
no era determinante para afirmar que se trataba de mi sospechoso. Como
resultaba difícil atraparlo in fraganti,
pues actuaba cuando yo estaba trabajando, decidí ir a su encuentro, plantarle
cara, que supiera que estaba al corriente de su fechoría y que, si no cesaba
con su acoso y amenazas, le denunciaría. Le haría creer que la cámara le había delatado,
que aumentando la imagen había podido ver claramente esa verruga tan
desagradable que tenía junto al ojo derecho.
Me
abrió la puerta su esposa. Pregunté por su marido, a la vez que miraba por
encima de su hombro por si este aparecía. Por toda respuesta, un rictus de
dolor y una mirada de desconcierto acudieron a su cara.
─¿Quién
pregunta por él? ─quiso saber.
Y tras
presentarme, no sin cierta aprensión, por si también guardaba algún recelo
contra mí, simplemente dijo con un deje de amargura:
─¿Acaso
no se ha enterado? Mi marido lleva dos semanas muerto.
─¿Cómo?
¿Muerto? ─acerté a decir sin acabar de creérmelo.
─Si,
muerto, ha oído bien. La policía dijo que se suicidó, pero estoy convencida de
que no fue así, ni tan solo creo que se tratara de un accidente. Alguien le
empujó a la vía del metro.
De
pronto recordé la última vez que le vi y lo enigmático que estuvo. Fue en el
bar en el que solíamos reunirnos algunos miembros del equipo, cuando era un
simple “vendedor”, como él nos llamaba. Fue un encuentro casual. Recuerdo que
estaba muy desmejorado y un poco bebido.
─¿Cómo
te va, Ramiro? ─me preguntó con una sonrisita que no supe interpretar.
─Pues
muy bien, ya sabes, trabajando duro. Oye, siento que acabaras en el paro.
Todavía no entiendo lo que sucedió ─fue todo lo que se me ocurrió decirle.
─Ya,
ya, claro. Así que te parece ético todo ese asunto, ¿no? ─ahora la pregunta ya
no iba acompañada de sonrisa alguna. Parecía una acusación velada.
─¿Ético
el qué? ¿A qué te refieres? Yo hice lo que tenía que hacer. ¿Desde cuándo
convencer al doctor Millán para que utilizara nuestro fármaco es algo ilegal o inmoral?
¿Acaso no es lo que siempre hacemos? Es nuestro trabajo, para eso nos pagan, ¿A
qué viene esto?
─¿Lo
dices en serio? ¿De verdad piensas que solo fue eso? Todavía no sé cómo pudiste
aceptar el cargo y lo que ello implicaba.
─No te
entiendo. ¿De qué me estás hablando?
─¿Sabes
qué? ─me dijo, alzando la voz estropajosa─ Que te den. Ya te estallará todo en
las narices y entonces me reiré, por imbécil, por cabrón, o por las dos cosas a
la vez.
─Pero
¿de qué va todo esto? ¿Qué mosca te ha picado? ─ahora fui yo quien alzó la voz.
Lo
último que recuerdo de él es su mirada, primero odiosa y luego, en cuestión de
segundos, compasiva, y su salida del bar a trompicones. Si se hubiera sincerado
conmigo, ahora quizá no me encontraría en esta situación.
La voz
de aquella mujer, plantada en el quicio de la puerta, me devolvió a la
realidad.
─¿Quiere
pasar?
─Si no
es molestia ─pensé que hacerle un momento de compañía no nos vendría mal a
ninguno de los dos. Le hablaría de lo buen jefe que fue ─una buena ocasión para
las mentiras piadosas─ y quizá ella me contaría la verdad de su despido, que
propició, en cierto modo, mi ascenso.
La
mujer llevaba, al parecer, mucho tiempo deseando desahogarse y decidió desvelarme
la verdad, la que ella misma había ignorado hasta encontrar la carta que su
difunto marido había dejado escrita, seguramente sospechando que irían a por
él.
Me
hizo pasar a un saloncito en el que las fotografías de familia eran el común
denominador, mirara donde mirase. En un marco de plata, una fotografía de su
boda, con un Emilio Fuentes muy joven y sonriente, junto a su flamante novia
que parecía estar en la gloria. Visto en esa foto, ya un tanto desvaída,
parecía un hombre distinto al que conocí, sin ningún rastro de la amargura que
siempre parecía acompañarle. Tiempos felices, sin duda, pensé. Fotos que
pretendían inmortalizar viajes y celebraciones, el nacimiento, el bautizo y la
primera comunión de sus dos hijos, fotos de juventud y de madurez, de cuando
todo iba bien y no tenían nada que temer. Recorrí la vista por todo el espacio,
deteniéndome en cada una de ellas. Yo no tenía hijos, ni mujer, ni siquiera
hermanos, y mis padres habían fallecido años atrás. A ese hombre le llorarían
su esposa, hijos y, probablemente, nietos. A mí, en caso de ocurrirme algo,
nadie me echaría en falta.
En eso
andaba cavilando cuando la viuda de Emilio apareció con un sobre en las manos.
─Mejor
que lo lea usted. Yo hay cosas que no acabo de entender. Lo único que queda
claro es que a mi marido se lo sacaron de en medio porque no quiso colaborar en
algo muy feo y que, de haberlo denunciado, habrían metido a más de uno en la
cárcel. Eso es lo que viene a decir esta carta escrita de su puño y letra.
Era
una carta muy prolija. En cuatro folios escritos, con letra menuda y apretada,
por ambas caras, Emilio explicaba de forma pormenorizada lo que antecedió a su
despido y a mi ascenso. A medida que avanzaba en la lectura de aquella
confesión, se me secaba cada vez más la boca. El vaso de agua que su mujer me
había ofrecido no servía para aliviar la sed y el sofoco que aquella
información me provocaba.
CONTINUARÁ...
Creo que este tipo de historias acontecen en la realidad. Las multinacionales farmacéuticas están bajo sospecha cada vez que aparece una cepa viral que aconseja algún medicamento o vacuna característico comercializada ¡Oh casualidad! solo por una firma de esas tan conocidas.
ResponderEliminarUn duda me queda. ¿Cerraste la historia? O hay segunda parte. Creo que acabaste en lo mejor.
Un abrazo.
Una historia como esta debe tener un final, solo que se me olvidó poner el "continuará", jeje
EliminarUn abrazo, Francisco.
Otra de tus interesantes historias, Josep. No lo has advertido pero estoy segura de que hay continuación, ¿verdad?. Tenemos que saber qué teme Ramiro, por qué murió Emilio, qué asunto feo es el que acaba por estallarle en la cara y llevarle a una situación desesperada...
ResponderEliminarMe encantan los visos de realidad que le has dado a la historia, añadiendo datos muy concretos y cifras. Eso hace que nos lo tomemos muy en serio y que, sin darnos ni cuenta, estemos totalmente inmersos en el argumento. ¡Muy bueno! Espero la continuación :)
¡Un abrazo!
Pues no lo advertí en el momento de darle a "publicar". Luego, después de cenar, cuando mi mujer vio que había publicado un relato nuevo, se me encendió la luz y caí en la cuenta de que había olvidado poner el cartelito de "continuará". Corrí a conectar en ordenador para subsanar esta omisión pero vi que ya os habíais adelantado, jeje. Como ya era muy tarde para contestaros uno a uno, añadí (más abajo) una nota aclaratoria y de disculpa.
EliminarEn la próxima entrega se aclararán todas esas dudas.
Un abrazo.
Y que decía la carta? Supongo que continuará. Tampoco esta nada mal este final. Un abrazo.
ResponderEliminarSí, sí, Betty, continuará. No podía dejaros con ese final interruptus, jeje.
EliminarUn abrazo.
Me ocurre lo mismo que a los anteriores comentaristas. ¿No hay una segunda parte?
ResponderEliminarUn abrazo.
Habrá segunda parte. Todo fue un lapsus mental y que que no se puede ir con prisas. Ya lo dijo Napoleón (a al menos eso me han hecho creer): vísteme despacio que tengo prisa.
EliminarUn abrazo.
Josep, tanta intriga en toda la historia mientras he estado leyendo, y resulta que acaba como esas películas que te quedas mirando la pantalla a ver si sale algo más, jajaja.
ResponderEliminarMuy interesante, pero ¿no hay un, sigue? :))). Bueno, así la imaginación del lector puede volar en busca de lo que provocó la consecuencia.
Un placer la lectura Josep.
Un abrazo.
Jajaja, menos mal, porque me quedé un poco pensativa preguntándome quien le perseguía para refugiarse en un hotelucho, :))).
EliminarUn abrazo.
Lo que puede hacer un olvido, jajaja.
EliminarDe todos modos, me alegra comprobar que he logrado captar vuestro interés, jeje.
Un abrazo.
Estimados y estimadas. Me acabo de percatar de un terrible error y cuando he venido a subsanarlo, he visto que ya os habíais percatado de ello. Efectivamente, hay una segunda parte. Disculpad las molestias. Ello se ha debido a las prisas por publicar después de tanto tiempo sin hacerlo, jajaja.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un crimen, tramas de multinacionales farmacéuticas, apariciones misteriosas, cartas intrigantes... desde luego es un relato con todos los ingredientes para enganchar al lector y narrado con esa habilidad tuya para llenar el relato de giros que hacen crecer la historia. ¡A ver el contenido de la carta! Un abrazo!
ResponderEliminarLas multinacionales farmacéuticas han sido siempre muy denostadas, a veces con fundamento y otras no. La versión moderna de El fugitivo y El jardinero fiel, entre otras películas, tienen como telón de fondo la conducta criminal de una farmacéutica. Aunque yo he trabajado en un total de cinco y, además, directamente implicado en la consecución de la autorización para comercializar nuevos fármacos (de ahí la inspiración de esta historia), nunca he visto mi vida en peligro, jajaja. Y debo añadir que nunca he participado ni he tenido conocimiento directo de ningún tipo de soborno, jeje. Pero ahí queda la posibilidad y nunca pondría la mano en el fuego por ninguna.
EliminarUn abrazo.
Un relato que engancha desde el primer momento, y si encima hay una farmacéutica de por medio, la historia puede salir por cualquier parte. Lo cierto es que tus relato se leen con gran interés ya que suceden muchas cosas, pero sabes hilvanar todo a las mil maravillas para que no nos perdamos. Son de una intriga deliciosa.
ResponderEliminar¡Ay! Qué dirá esa cara...
Enhorabuena por tan magnífico comienzo.
Un fuerte abrazo, Josep.
Esta vez le tocaba el papel de malo a una farmacéutica, jeje.
EliminarMuchas gracias, Ziortza, por tu valoración personal y me alegro haber creado interés y suspense en esta historia, o por lo menos a esta primera parte. Veremos qué aclara esa confesión póstuma.
Un abrazo.
Tenía muchas ganas de leerte compañero de teclas :) echaba de menos la intriga de tus letras :) ya necesitaba la dosis de misterio que tus relatos me dan :D . Hoy nos hablas de la industria farmacéutica y miedito me da a mi el asunto cuando lo pienso a macro escala...pues una nunca sabe que ocurre detrás de esas tupidas bambalinas, y es fácil ponerse en lo peor. Mucho me temo que nuestro protagonista le ha vendido la próstata y el alma al diablo, y sin darse cuenta :) jeje. Me quedo muy pendiente de esa traca final...que sin duda; le explotará en la cara . Un abrazo gigante y dos besos grandes a repartir.
ResponderEliminarPues ya ves, CVT, en esta ocasión has sido tú quien me ha acompañado en este viaje, aunque sea de ficción y no tan real como los tuyos, jajaja.
EliminarBueno, yo creo que la industria farmacéutica actúa como cualquier otra gran empresa con ánimo de lucro, con grandes inversiones y grandes intereses, lo que ocurre que cuando es la salud pública lo que está en juego la cosa ya toma un cariz distinto y preocupante.
La ética, o la falta de ella, es un elemento presente en todos los sectores y ambientes de nuestra sociedad de consumo, y la corrupción se ha extendido como el chapapote, con esos "hilillos" pegajosos que todo lo contaminan.
Un fuerte abrazo y gracias por querer seguir las peripecias de mi protagonista.
Me has dejado con ganas de más... menuda intriga!! Me ha gustado mucho Josep Mª, con todos los ingredientes de una novela negra, con las implicaciones de farmaceuticas, hospitales y médicos, seguro que el pobre visitador médico se encuentra en un triangulo "de las bermudas" por lo peligroso que parece el tema.
ResponderEliminarCreo Josep Mª que nos tienes a todos expectantes con tu nueva publicación, así que ánimo no tardes.
Un abrazo grande y feliz semana amigo.
Nuestro visitador médico se encuentra, desde luego, metido en un buen lío, del que no sé si logrará escapar. Mas bien lo veo como si le hubieran dado un empujón desde un avión en pleno vuelo y no logra abrir el paracaídas porque es falso, jeje.
EliminarPronto podréis leer la segunda y última parte de esta historia. Lo que ocurre es que estoy intentando echarle un cable antes de decidir su final y no hay forma, jajaja.
Un fuerte abrazo, Xus.
Josep Mª, por dios, publica la continuación rapidito, que me has dejado con el alma en un puño. Yo que avanzaba hacia el final expectante e ilusionada... para encontrar un terrible "continuará...".
ResponderEliminarPues aquí quedo, esperando a que continúe.
Un beso.
Ese "continuará" en las publicaciones por entregas, cortan un poco el "rollo" y dejan al lector en ascuas, lo sé. Pero qué quieres que te diga, Rosa, es lo que me gusta, jeje.
EliminarHablando en serio, cuando un relato me sale más largo de lo que considero conveniente y "digerible", prefiero hacer un corte y convertirlo en dos o tres episodios. Es entonces cuando hay que buscar dónde insertar ese corte y el lugar propicio es aquel en el cual el lector se quede con la intriga por saber más. Si, como al parecer, lo he logrado, me alegro por mí y por vosotros, así os fidelizo para la próxima entrega, jajaja.
Un beso.
Bueno, bueno, bueno. Con las farmacéuticas hemos topado. Qué peligro. O eso dicen. Según tu relato la cosa se pone oscura tirando a negro en cuanto a transparencia en ese mundo.
ResponderEliminarEsperaré la continuación.
Se nota que te has documentado muy bien, dominas el tema, pareciera que hasta has trabajado en el sector, ja, ja, ja.
Un abrazo, colega.
Jajaja. Un poco sí que conozco ese mundo, no en vano trabajé en él treinta y cinco años, eso sí, en el bando de los buenos, jeje.
EliminarSolo puedo decir que, como en cualquier otra multinacional, cuando los intereses comerciales aprietan, en más de una ocasión se fuerza la máquina para lograr los objetivos económicos "como sea", lo cual no quiere decir que haya que cargarse a nadie, al menos físicamente. Yo más bien sufrí las consecuencias de una presión que casi podría calificarse de acoso. El dinero es el dinero y a veces hay quien cree que el fin justifica los medios.
Dicho esto, añadiré que lo descrito en este relato es pura ficción, vamos que no está basado en hechos reales, jeje.
Un abrazo.
Qué ganas de saber qué pasa, Josep. Espero que la continuación llegue rapidito, que nos has dejado a todos con ganas de más.
ResponderEliminarUn besote
La continuación se está cociendo a fuego lento, haciendo chup chup, que es como mejor quedan las cosas, jajaja.
EliminarMe alegro que te hayas quedado con ganas de más.
Un beso, Chari.
Hola, nueva seguidora; felicitaciones por blogs y publicaciones; este es el último publicado por mí:https://ioamoilibrieleserietv.blogspot.it/2018/04/recensione-serie-diabolic-s-j-kincaid.html
Si quieres te espero como lectora permanente
Gracias
Hola, Benedetta. Con mucho gusto me pasaré por tu blog. Nunca se sabe lo que uno puede descubrir.
EliminarUn abrazo.
Lectura que me guardo para el finde Josep Mª
ResponderEliminarTómate tu tiempo, Isabel. Quizá valga la pena leerlo con calma y, con suerte, este fin de semana la historia posiblemente estará completa, jeje.
EliminarSaludos.
Interesante el relato Josep Ma y da qué pensar esos intereses de las farmacéuticas que no siempre piensan en las personas. Me ha hecho pensar en un escritor americano (no recuerdo el nombre) que siempre traía novelas de farmacéuticas y de tramas peligrosas para los consumidores.
ResponderEliminarEsperaré la segunda parte.
Me he dado cuenta que no seguía el blog, he enmendado mi error y pedirte disculpas porque estaba convencida que sí lo hacía.
Besos
Sobre las farmacéuticas se ha dicho y escrito mucho y, al igual como sucede con otros temas, yo diría que no todo es cierto pero que cuando el río suena...
EliminarYo me compré un libro titulado "Medicamentos que matan y crimen organizado", de un tal Peter C. Gotzsche, que pone a las farmacéuticas como el enemigo público número uno y peor que la más sanguinarias de las mafias. Yo, como farmacéutico que ha trabajado en la industria del medicamento treinta años, puede decir y digo que si bien no es oro todo lo que reluce, tampoco es tan fiero el león como lo pintan. Hay tejemanejes en todas partes, pero hasta el punto de jugar con la vida de la gente, yo no he sido jamás testigo de algo así, lo cual no significa que hayan existido y existan casos flagrantes de manipulación y corrupción. El tema más sonado, pero que nunca llegó a demostrarse, fue la connivencia entre la OMS y un laboratorio para que aquella organización definiera la gripe A como una enfermedad con visos de epidemia. Respeto a conductas inmorales, yo viví un caso opuesto, el de un médico alemán que, ofendido y resabiado porque el laboratorio sueco en el que yo trabajaba no aceptó el "peaje" que exigía para promover uno de nuestros medicamentos de reciente lanzamiento, el omeprazol, inició una campaña de descrédito contra la Empresa y este medicamento. Llegó a afirmar que este fármaco había producido la muerte de varios pacientes, enfermos terminales que estaban siendo tratados en la UCI con más de diez medicamentos a la vez. Y es que hay malos en todas partes, jeje.
También hay intereses ocultos para desacreditar a las farmacéuticas por parte de los que defienden una medicina alternativa y "natural", achacando a los medicamento todos los males. Pero esto ya es otra historia de la que ya traté en mi Cuaderno de bitácora.
Qué bien que hayas enmendado tu error y hayas vuelto al redil. A partir de ahora te espero ver por aquí puntualmente, jajaja.
Un beso, Conxita.
interesante
EliminarComo todo en la vida, en este nuestro mundo, se mueve por intereses.
ResponderEliminarA final de cuentas si lo analizamos, no tanto, hasta la salud es negocio. saludos
Los intereses económicos están por todas partes, indistintamente del negocio del que hablemos.
EliminarY la salud, por desgracia, no queda fuera de ello.
Agradezco, Carmen, tu visita y comentario.
Saludos.
Habrá que esperar al desenlace Josep Mª,... por eso no me gustan nada los relatos en capítulos,... jajaja
ResponderEliminarLa temática está muy de actualidad, es difícil saber qué hay de cierto en esos rumores de mala praxis de las industrias farmaceuticas,... el caso es que un negocio que mueve miles de millones,... y eso es un mal caldo de cultivo para cuetiones éticas,... no?
Pues ya tienes el desenlace servido. Creo que cuando escribías tu comentario no te percataste de que ya estaba disponible la segunda y última parte de esta historia, jeje.
EliminarBueno, en realidad el tema de las farmacéuticas ha copado la actualidad desde hace muchos años. Cuando no es por un tema, lo es por otro. A lo largo de su existencia ha habido un delicado equilibrio entre los beneficios que han producido para la humanidad los medicamentos y la forma en que algunas farmacéuticas han obrado para promoverlos. Hay medicamentos seguros y eficaces que han salvado muchas vidas o las han hecho más llevaderas, y otros totalmente superfluos que solo sirven para mejorar el balance financiero de las Empresas. Lo realmente inmoral e imperdonable sería comercializar medicamentos que, aparte de ser innecesarios, tuvieran efectos nocivos. Y ahí es donde entraríamos en un terreno abonado a la sospecha o a la imaginación.
Un abrazo.
Pues nos has dejado con la intriga Josep Mª… a ver que pasa…
ResponderEliminarUn relato minucioso contado con todo lujo de detalles, (como es habitual en ti, recuerda que he leído tu libro). Vas dejando miguitas de pan que, seguramente, se resolverán en la segunda parte de la parte contratante
A medida que avanza el relato va subiendo el tono de preocupación del protagonista relator. Ya desde el inicio se “avisa” de que algo salió mal,lo cual incrementa la tensión.
El tema de los medicamentos, fármacos, laboratorios y multinacionales… es algo que produce inquietud, seguro que ha habido “errores” mortales, de unos pocos nos enteramos. Por ejemplo el famoso caso de la talidomida, un fármaco para combatir los mareos de las embarazadas y que dejó un enorme rastro de anomalías congénitas en los bebés. Así que tu relato tiene cierto soporte realista, supongo que algo se cuece en la trastienda de los laboratorios … a ver qué pasa, no nos deje mucho tiempo con la intriga compañero.
Un abrazo Josep Mª
Ahhh que ya has escrito el II
ResponderEliminarEsta tarde me lo leo compañero
Me alegro, Isabel, que esta historia te haya despertado interés e intriga. Espero que la segunda y última parte te resulte tanto o más entretenida.
EliminarEl tema de la talidomida lo traté en una de mis entradas en Cuaderno de bitácora, a resultas de la, en mi opinión, necesidad de llevar a cabo experimentación animal en la investigación médica.
En realidad expuse este ejemplo en respuesta a uno de los muchos comentarios que recibió este post. La aparición de las malformaciones fetales tras el consumo de ese fármaco en embarazadas no se debió a una mala praxis ni a una ocultación de ese efecto teratogénico por parte del laboratorio Grunenthal, su comercializador en los años sesenta, sino al desconocimiento y la falta de experimentacién que en aquella época existía en torno a los posibles efectos nocivos de un medicamento en el feto. Desde ese terrible hallazgo, se impuso la obligatoriedad de estudiar detenidamente algunos aspectos hasta entonces obviados, como el paso de un fármaco al feto a través de la placenta y al neonato a través de la leche materna, la posible alteración genética, pudiendo ello afectar a la descendecia, etc. Por ello, hoy día la investigación y desarrollo de un nuevo fármaco es tan cara y prolongada (las cifras que menciono en este relato son verídicas). Al margen del posible comportamiento "inadecuado" de algunas empresas del sector, las farmacéuticas son empresas privadas con ánimo de lucro. Muchos fármacos en desarrollo "caen" por el camino al demostrar una eficacia insuficiente o efectos tóxicos, de modo que de 100 moléculas investigadas solo una o dos prosperan. Toda esa pérdida económica que ello supone, debe recuperarse con la venta de los fármacos que sí llegan al mercado. Y no solo recuperar lo invertido sino ganar el suficiente dinero para mantener el negocio, pagar a los accionistas sus dividendos, y reinvertir parte de los beneficios en nuevos fármacos. Si no existieran las empresas farmacéuticas, esa labor de investigación y desarrollo la tendría que hacer el Estado, en empresas públicas, y ya sabemos lo que destinan "algunos gobiernos" a investigación.
Con ello solo pretendo poner el fiel de la balanza en su justo punto medio. Hay ladrones, chorizos y mafiosos en todas partes, pero nunca me ha parecido justo todo lo que se ha dicho de las farmacéuticas. Quizá es que yo he tenido la gran suerte de trabajar para empresas éticas, que no pasaron de algún que otro comportamiento "pícaro" que, por el cargo que yo desempeñaba y siempre que me fue posible (los regalos a los médicos ya escapaban a mi control), pude "neutralizar".
¡Qué "rollo" que te he soltado! Lo siento, pero es que este tema me toca muy de cerca. Y aun así me he permitido la "osadía" de escribir este relato sobre un supuesto comportamiento criminal de una de las más grandes empresas del sector. Debería añadir que todo parecido con la realidad es pura coincidencia, jajaja.
Un abrazo.
Al contrario, te agradezco Josep Mª toda esta información de la que no tenía ni idea. Se nota que estás formado en el tema y te toca,supongo profesionalmente, de cerca. Cuando se escribe sobre los temas que se dominan, se nota.
ResponderEliminarEsta tarde voy a por el II
He guardado esta lectura para el fin de semana con mas calma y veo que este tema estás muy entrenado se conoce que sabes del tema y estás muy documentado, para algo trabajaste en una farmacia según tengo entendido. Ahora sabremos que es lo que nos guarda este relato en la 2ª parte que ha llegado antes de leer esta 1ª. Paso a leer la otra parte. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mamen,
EliminarNo he trabajado en una farmacia sino en un lugar mucho mejor para poder inventarme cosas como esta: en un laboratorio farmacéutico. Mejor dicho, en varios, jeje.
Espero que la segunda parte de esta historia no te haya perder el sueño, jajaja.
Un abrazo.
Ahora que puedo retomar mi actividad bloguera (-os comento por orden de publicación, dicho sea de paso-), menuda historia me encuentro.
ResponderEliminarVoy corriendo a leer la siguiente parte, Josep Mª, para enterarme del contenido de la carta.
Un beso
Hola, Chelo. Pues ya vas por la R, te queda poco, jajaja.
EliminarMuchas gracias por pasarte a recuperar este relato atrasado.
Un beso.
Tienes un estilo narrativo minucioso e incisivo, además de preciso, que confiere al relato un aire de crónica periodista, lo cual dota a la historia de verismo y logra captar el interés del lector.
ResponderEliminarLa historia promete, seguiré leyendo.
Te invito a conocer mi blog de reciente creación: castroargul3.blogspot.com.es
Saludos cordiales, Josep.
Hola, Paco. Bienvenido a este blog y me alegro que te haya gustado lo que has leído. Espero que la continuación de este primer episodio también sea de tu agrado.
EliminarCon mucho gusto me pasaré por tu blog.
Un saludo.
La verdad, el tema médico, las multinacionales, los experimentos, la corrupción. El mundo del investigador científico, son todos temas muy interesantes.
ResponderEliminarEn más de una ocasión un científico "roba" a otro la patente o investigación de tal o cual medicamento o investigación. (doy fe)
La verdad, el tema médico, las multinacionales, los experimentos, la corrupción. El mundo del investigador científico, son todos temas muy interesantes.
ResponderEliminarEn más de una ocasión un científico "roba" a otro la patente o investigación de tal o cual medicamento o investigación. (doy fe)
Gracias por tu comentario por duplicado, jajaja.
EliminarEl mundo de la ciencia y la tecnología es muy complejo y da pie a muchas suposiciones y conjeturas. Y casi todas malas, jeje. El científico loco o ladrón de patentes y descubrimientos ajenos daría para una historia. Lo tendré en cuenta.
Gracias, Lola, por pasarte por aquí y dejar tu comentario.
Un abrazo.