Querida Elena,
Durante todo el tiempo que
llevo en este estercolero humano, he estado dudando si escribirte o seguir callado.
Pero, por fin, he decidido revelarte la verdad. Seguramente tampoco tu
comprenderás mis razones, como hicieran quienes me juzgaron. Aun así, necesito
contarte lo que ocurrió y por qué ocurrió.
Cuán lejos queda esa época en
la que el honor era el pilar de la sociedad y faltar a la palabra dada era
la peor de las vergüenzas, el descrédito moral y una falta merecedora de un
castigo ejemplar, como el que yo infligí a quien no supo cumplir nuestro
acuerdo.
Reconozco que soy como un
caballero andante, perteneciente a un mundo muy distinto al actual, pues lo que
hice fue simplemente vengar una mentira, una falta deshonrosa. Perpetré un
crimen por el que me han condenado a un largo e injusto encierro, pero no me
arrepiento. Lo que se ha dicho de mí solo se basa en las apariencias, pues nunca
quise revelar el verdadero motivo de mi acto. Aquellos insensatos no merecían
conocer algo tan íntimo. Sus afirmaciones contra mí fueron execrables. Nadie en
su sano juicio mata a un amigo por una mujer, dijeron. ¡Ignorantes!
Quizá hubiera tenido que
llevarme este secreto a la tumba, pero mi honor no me permite guardar silencio
ni un día más, porque lo que hice, lo hice por ti. Aún recuerdo tu cara de
espanto y de recriminación. Tus lágrimas me torturaban y me siguen torturando,
pero callé y acepté mi castigo, por muy inmerecido que fuera. Y aunque mi acto te parezca algo horrible, confío que con el tiempo acabes entendiéndolo.
De ahí que haya decidido escribir esta confesión. No espero, pues, tu perdón,
pero sí tu comprensión.
Todo comenzó con un acuerdo
verbal, un pacto entre caballeros. Yo cumplí con mi parte del trato, pero él
no. Me mintió, me traicionó. Y tu fuiste el motivo de nuestro ajuste de
cuentas.
Tu marido tuvo la desfachatez
de jugar con mis sentimientos. Sabiendo que siempre he estado enamorado de ti,
me tentó con una oferta difícil de rechazar. Había perdido mucho dinero en una
de esas timbas ilegales que organizaba. Seguro que nunca te lo contó. Su vida
corría un grave peligro si no liquidaba pronto lo que debía.
Me ofreció tu cuerpo a cambio de esa gran suma de dinero. Me pareció un trueque
moralmente repugnante, pero me aseguró que estabas de acuerdo y no pude
resistirme. Así que accedí. Una noche contigo bien valía ese trato. Una vez hubo
saldado la deuda gracias a mí, me dio las llaves de vuestro apartamento, asegurándome
que me esperabas. Tembloroso por la emoción e inquieto por esa infidelidad
consentida, me dirigí, sin pérdida de tiempo, en tu busca, esperando yacer
entre tus brazos en la que, sin duda, sería la noche más maravillosa de mi
pobre existencia. Y en lugar de eso, me encontré con una vivienda vacía y a mis
espaldas unos matones que exigían el pago de una deuda de juego. Me confundieron
con tu marido y querían el dinero que yo ya le había entregado a cambio de su
tentadora oferta.
Afortunadamente, siempre he
sido un hombre de recursos y gracias a ello logré salir indemne, salvo por unas
costillas rotas y la cara hecha un pingajo. Vosotros dos habíais volado. Creo que no llegaste a descubrir cómo se
desarrollaron los hechos. Prefiero creerlo así, que estuviste totalmente al
margen. Por un lado, me complació saber que Anselmo fue lo suficientemente honesto
como para no entregarte a mí a cambio de unos billetes, pero por otro, comprobar
que había faltado a su palabra me rebeló hasta el punto de desear su muerte.
No sé qué explicación te daría
al ser descubierto y detenido con tal cantidad de billetes falsos en su poder. Supongo
que, llegado a este punto, ya habrás adivinado quién le dio esos billetes y
luego le denunció. Dirás que yo también actué maliciosamente, pero tenía que
asegurarme. También he sido siempre una persona precavida. No podía darle el
dinero sin tener la certeza de que cumpliría su palabra. Te aseguro que, de
haberlo hecho, le habría confesado la verdad y habría recibido lo prometido. Pero
él me engañó primero, así que tuve que mantener el engaño hasta sus últimas
consecuencias. Yo no te tuve y él no obtuvo lo pactado. Estábamos en paz. Pero
con lo que yo no contaba era que me devolvería el golpe, corregido y aumentado.
Me denunció por blanqueo de dinero. Bien conocía él la procedencia del dinero que
me pidió para salvarle el culo y al que no le hacía ascos. Y, de este modo, me
traicionó por segunda vez.
Ponte en mi lugar. Los
sicarios que envió el tipo a quien tu querido marido le debía tanto dinero,
creyéndome él, me dieron una paliza de la que todavía no sé cómo salí medianamente
ileso. Supongo que saben lo que se hacen y me querían vivo. Cuando les conté la
verdad, no me creyeron y me llevaron a rastras ante su jefe. Ese sí que me
creyó, pero me hizo responsable subsidiario. “Si no recibo lo antes posible lo
que se me debe, pagarás con tu vida”. Eso fue lo que dijo, ¿Te imaginas? Tuve
que acabar liquidando la deuda que contrajo el cabrón de tu marido ludópata,
mientras os dabais la gran vida en el país vecino. Tuve que denunciarle por
falsificación. Yo también tengo mis contactos, pero de mejor talante que los de
él. A un amigo mío no le resultó difícil seguir vuestro rastro. En la policía también
hay alguna que otra oveja descarriada, a la que tuve que dar de comer un
sabroso bocado. Y esa misma oveja hambrienta fue la que me salvó el culo cuando
tu apuesto galán me devolvió el golpe. Eso me costó una mordida todavía mayor.
No sé cuánto tiempo me queda
por seguir encerrado, no me lo quieren decir, pero intuyo que pronto me dejarán
en libertad. Tengo mis contactos y han prometido echarme una mano. Son gente
poderosa. No puedo decir más. Espero que hayas comprendido qué tipo de marido
tenías y que, como dije antes, todo lo hice por ti. También espero que podamos
vernos y reanudar el acuerdo que él no llegó a cumplir. Solo tendrás que
acceder a lo que se comprometió en vida y tuyo será el dinero. Sé que lo estás
pasando mal económicamente y que los acreedores te amenazan con embargar los
pocos bienes que te dejó aquel desgraciado. Incluso podríamos ser felices. Intenta
olvidar el pasado y piensa en el futuro. Ya sé que dirás que el dinero no hace
la felicidad, pero contribuye a ella, te lo aseguro. Sigo siendo rico y lo
tengo todo a buen recaudo, esperando el gran día.
Piénsalo bien. Estaré
esperando ansiosamente tu respuesta. Pero no me la envíes por correo. Aquí lo
intervienen todo. Mejor ven a verme, te lo ruego. Ya sabes dónde encontrarme. Y
avisa antes, que a lo mejor me pillas en la sesión de rehabilitación, como aquí
la llaman. Estos loqueros no tienen remedio. Les cuentas la verdad y ya piensan
que uno no anda bien de la azotea.
Siempre tuyo,
Enrique
***********
Creía que no lo haría, pues
habían pasado varias semanas desde que le escribí, pero hoy ha venido a verme,
como le pedí. No quiero que nadie hurgue en mi correspondencia.
Estaba
bellísima. Parece como si el tiempo transcurrido y haberse librado de aquel
sinvergüenza le hubieran favorecido. He llegado incluso a pensar que se había
acicalado especialmente para mí. Sigo siendo un ingenuo.
Al
principio parecía retraída, indecisa. Al cabo de unos interminables segundos,
ha entreabierto su boca para decir algo. Yo no he podido desviar mi mirada de
esos labios carnosos que pedían a gritos ser besados, pero de ellos no salía
nada, solo un ligero temblor que he interpretado de emoción. Hasta que, por
fin, se ha atrevido a hablar.
Mirándome
fijamente ─Dios, qué ojos, qué mirada, ahora era yo quien temblaba de emoción─,
me ha dicho:
─He
estado a punto de no venir e ignorar las barbaridades que escribiste en tu
odiosa carta, pero he decidido que lo mejor, para zanjar este asunto, era
acudir a este lugar, donde espero que te pudras, y darte mi versión de los
hechos, la única versión real, a ver si, por lo menos, te das cuenta de lo enfermo
que estás.
Y como
─según me ha dicho─ lo que tenía que decirme era excesivamente largo para el poco
tiempo que le habían otorgado, ha preferido ponerlo también todo por escrito para
que lo leyera en la intimidad de mi celda. Y sin darme tiempo a reaccionar, a
pedirle que se quedara unos minutos más, se ha levantado, me ha entregado esta
carta, que no puedo dejar de leer una y otra vez, y se ha ido sin siquiera
despedirse, la muy ingrata. No sabe que, como yo la amo, no la amará nadie
mientras viva.
No he
podido esperar a tener un momento de paz y sosiego para conocer el contenido de
su misiva. Necesitaba saber cuanto antes lo que Elena me decía en ella, aunque
no auguraba nada bueno por cómo se había expresado y por su actitud tan arisca.
Tan pronto he llegado a mi celda, me he tumbado en la cama, he abierto su carta
y he dedicado los siguientes cinco minutos a leerla con la máxima atención.
Hasta su letra me ha parecido preciosa.
*********
Enrique:
Reconozco que Anselmo era un
jugador empedernido. Pero yo le quería y él a mí, y nunca me habría entregado a
ti, por muy desesperado que estuviera y por muy amigos que fuerais. Estaba
enterada, aunque debo reconocer que no con el detalle suficiente ─nunca quise
inmiscuirme en sus negocios─ de que tenía entre manos asuntos turbios de los
que quería deshacerse en cuanto superara el bache por el que estaba pasando.
Los problemas económicos le acuciaban y esperaba ─ingenuo e irresponsable─ que
el juego le salvaría de la ruina.
Debes de estar muy mal de la
cabeza o ser un embaucador compulsivo para cambiar de tal modo lo que realmente
sucedió, para no admitir que a quien Anselmo debía una gran cantidad de dinero
por culpa del juego era a ti y que fuiste tú quien le propuso saldar la deuda lanzándome
a tus brazos. ¿Realmente creías que mi marido aceptaría ese asqueroso acuerdo?
Al parecer sí.
Y no solo insististe, sino
que, además, le chantajeaste amenazándole con que, si no aceptaba el trato, le
contarías a la policía ─supongo que a ese amigo corrupto tuyo─ las
irregularidades fiscales de sus negocios. Anselmo me lo contó todo, entre
asqueado y atribulado. Y entonces planeamos una solución: hacerte creer que
aceptaba tu propuesta y marcharnos a París, donde conservaba un pequeño
negocio, esperando poder salir a flote. Por eso te facilitó las llaves de
nuestro piso, un apartamento que al cabo de una semana iba a ser expropiado.
La historia de los sicarios
que se presentaron en nuestro domicilio buscando a Anselmo y confundiéndote con
él, y el posterior encuentro con su supuesto jefe, es pura invención u obra de
tu mente enferma, seguramente al verte burlado. No existieron billetes
falsificados ni nada por el estilo. Todo es pura patraña. Lo único cierto es
que alguien ─seguramente el poli a quien hiciste creer toda esta historia
inventada─ le denunció por falsificación y que fue detenido por ello.
Evidentemente lo soltaron a los pocos días por falta de pruebas. Realmente no
sé qué pretendías con ello. Supongo que solo asustarle y putearle. No veo otra
explicación. Pero ya conoces ─o conocías─ a Anselmo. Era un trozo de pan hasta
que le tocaban los cojones. Perdona mi lenguaje, pero no creo que, dadas las
circunstancias, tenga que ir con sutilezas y buenos modales. El caso es que,
furioso como estaba, decidió vengarse de ti, devolviéndote el golpe y
denunciándote por tus negocios sucios y el blanqueo de dinero, algo que no
habría hecho jamás por la amistad que os unía. Entonces vimos claro que no
estabas en tus cabales, pues ¿quién, teniendo tanto por ocultar, se expone de
ese modo? Y no me digas que lo hiciste por mí, malnacido, porque lo que le
hiciste a él me lo hiciste a mí.
Aún recuerdo aquel aciago día. Tardaba más de la cuenta y no solía retrasarse tanto del trabajo. Lo
supe por la policía: dos individuos le habían disparado en plena calle. Murió
en el acto. Eso me dijeron y quiero creer. Pero hubo testigos. La policía se
entregó a fondo y lograron detenerlos. Los dos sicarios acabaron confesando.
Los habías contratado tú, supongo que por mediación de tu amigo.
Aunque los expertos así lo
constataron, no sé hasta qué punto estás loco o eres un sádico, pero sí sé que
este es el mejor lugar donde puedes estar y ojalá te mantengan encerrado hasta
el fin de tus días.
No sé si serás capaz de poner
tu mente en orden. Yo, por lo menos, espero rehacer mi vida. Lo único que se me
atraganta es que a ello contribuirá la indemnización millonaria que obtuve
por el vil asesinato de mi marido. Además, acabo de conocer a un buen hombre
con el que pienso marcharme muy lejos y tratar de borrarte de mis pensamientos.
Estaré mucho más tranquila y segura con él. Da la casualidad de que es un ex
policía. Sabrá cuidar de mí.
Ojalá te pudras en el
infierno.
Elena.
********
Vaya,
vaya, con Elenita. Así que rehará su vida con un buen hombre que, mira por dónde,
es un ex policía. No me imaginaba que mi buen amigo fuera tan listo. Si la
tuviera todavía ante mí, si me hubiera contado todo esto a la cara, le habría
preguntado si ese hombre que la protegerá del mal es alto, moreno y tiene
una cicatriz junto a la comisura de los labios.
¡Madre, mía! ¡Qué relato! Interesante hasta el último momento. No sé yo quién era peor de los tres...o mejor dicho de los cuatro , contando al policía. Estupendo, Josep. Me ha encantado leerlo. Quedo a la espera del siguiente.
ResponderEliminarUn abrazo.
A veces, desentrañar la verdad es una tarea casi imposible, sobre todo cuando hay opiniones tan opuestas, una inestabilidad anímica de por medio y alguna mente trastornada.
EliminarMe complace que te haya gustado el relato. Entretanto, dejaremos una posible continuación en el aire, jeje.
Un abrazo.
La que has montado en poco rato, Panadès.
ResponderEliminarMuy interesante y bien traído.
Un abrazo.
Pue sí, compañero, la he liado parda y me he quedado tan tranquilo, jajaja.
EliminarAgradecido por tu comentario.
Un abrazo.
Un relato en forma de carta muy interesante. No sé si podrá tener continuidad. Un abrazo.
ResponderEliminarUna carta de amor y otra de odio. Mal asunto. Yo tampoco sé si esa relación epistolar podrá tener una continuación. Dejemos pasar el tiempo, jeje.
EliminarUn abrazo, Mamen.
adre el amor hermoso, qué historia de lealtades, juegos y deslealtades. Un caso hipotético que bien pudiera darse. Se echa de menos dar la palabra, cerrar un trato con un apretón de manos y que éste sea como un contrato
ResponderEliminarUn amante de mujer mujer y una víctima por partida doble. Pero a veces la pasión puede nacer de episodios así. Sobre todo porque él si la ama. Un abrazo y felicidades por este relato
Fue un trato malsano y, como tal, no podía acabar bien. Tuviera quien tuviera la razón, todos obraron mal, aunque unos peor que otros, jeje.
EliminarUna historia que podría considerarse disparatada, pero ya se sabe: a veces la realidad supera la ficción, jajaja.
Un abrazo.
Está claro que no se ha de fiar los intereses de uno a cualquiera. Cuando el dinero, el sexo y el poder se unen, mejor huir hacia el otro lado, pues son origen de corrupción y deslealtades.
ResponderEliminarUna historia con una moraleja aleccionadora: "Guarda bien tu ropa antes de lanzarte al agua"
Un abrazo.
Mala combinación la del sexo y el dinero. Sobre todo si no hay un acuerdo fiable entre las partes que se supone tienen que gozar de ambas cosas, jeje.
EliminarPues sí, es una buena enseñanza.
Un abrazo.
Menudo argumento, Josep, toda una trama de traiciones, medias verdades, mentiras e intereses oscuros. Al final parece que no hay ningún personaje honrado y cada uno tiene, al menos, una parte de lo que merece.
ResponderEliminarAl irte leyendo me ha venido a la mente una madeja de lana. Nos has hecho tirar poco a poco del hilo para ir desentrañando la verdad. ¡Muy bueno y muy elaborada la historia!
Un abrazo y feliz viernes :)
Siempre he creído y he defendido la idea de que, cuando hay una fuerte discrepancia entre dos bandos opuestos que se disputan la verdad, hay que escuchar atentamente a cada una de las partes en conflicto para no sacar conslusiones precipitadas basadas en las apariencias. No obstante, en este caso en concreto he sido incapaz de sacar algo en claro y así os lo he transmitido, jajaja.
EliminarMuchas gracias, Julia, por tu amable comentario.
Un abrazo y feliz fin de semana.
Las cosas cuando no están bien solo pueden acabar mal.
ResponderEliminarHay que apartarse de la gente turbia, de las circunstancias enredosas porque te embaucan y te vuelves como ellos, al fin y al cabo somos esponjas que absorbemos nuestro entorno. Ella tal cual como los demás y así se ven todos en una madeja que no deja de crecer.
Dándole la vuelta al popular refrán: quien a mal árbol se arrima, mala sombra le cobija, jeje. O, siendo purista: quien mal anda, mal acaba. O, ya de paso, tal para cual, jajaja. Todo ello se puede aplicar a esta historia.
EliminarMuchas gracias, Manuela, por venir a leerme y dejar tu comentario.
Un abrazo.
Emocionante drama de intriga y enredo con tintes folletinescos, diría yo. Pero cuando oyes las noticias de corrupción y tramas policiales y políticas te das cuenta que la realidad supera la ficción.
ResponderEliminarUn abrazo
Siempre me han gustado las comedias de enredo. En este caso, no obstante, me ha dado por un drama enredado, jeje.
EliminarY sí, hay por ahí un montón de historias que parecen de ficción y, en cambio, son pura realidad. Hay gente aparentemente cuerda que es capaz de hacer cualquier locura, ya sea por amor, por celos o por odio.
Un abrazo.
Estupendo relato Josep.
ResponderEliminarLa forma de misiva y la utilización de la primera persona enganchan de inmediato con el texto. Por otro lado, la trama está llena de intrigas, traiciones, locuras, pasiones...desde luego esto daría para un buena película que yo desde luego ya estaba vislumbrando en mi cabeza.
Un abrazo, y buen fin de semana.
Lo que me ha resultado más difícil al escribir la parte del "guión" escrito en primera perosna ha sido ponerme en la piel de un tarado mental. A ver si esto tiene sus efectos secundarios y me vuelvo como él..., jajaja.
EliminarUn abrazo, Miguel, y gracias por la lectura y ese comentario tan halagador.
Querido Josep:
ResponderEliminarComo diría Jesulín de Ubrique: "En dos palabras: im-presionante". :P
Magnifica pieza, amigo mío. Lo has bordado.
Un abrazo.
Querido Pedro: Me encanta tu valoración, aunque sea a costa de citar al de Ubrique, jajaja.
EliminarMuchas gracias, compañero, por tu tiempo y por dejar tu amable comentario.
Un fuerte abrazo!
Fantástico relato compañero, soy muy fan de la atmósfera creada por las cartas :) me ha gustado mucho. Una historia de honor, amor, sexo, venganza, "-patías varias" y dinero que te ha quedado redonda y brillante. Gracias por compartir. Un abrazo y buen finde!.
ResponderEliminarLa comunicación epistolar descubre la verdadera personalidad del que empuña el lápiz, pluma, bolígrafo o un teclado de ordenador, pues se supone que en una carta se expresan los sentimientos más íntimos sin tapujos. En este caso, sin embargo, yo no pondría la mano en el fuego por ninguna de las dos partes. Si uno tiene problemas mentales y se cree sus propias mentiras, la otra no me inspira demasiada confianza. ¿Quién es quién? ¿Quién miente más? Ahí lo dejo, jajaja.
EliminarGracias ti, Cristina, por venir a leerme y dejar tu comentario.
Un abrazo y buen finde también.
Madre mía que pedazo de relato
ResponderEliminarY es que con tu relato llego a una conclusión: y es que nunca hay que fiarse de los tratos que se cierran con un apretón de manos ni de palabra, si no pasa lo que pasa.
Un abrazo.
Sí, por eso ahora se deja todo por escrito, jeje.
EliminarMuchas gracias, Tere, por venir y comentar.
Un abrazo.
Qué mal rollo Josep jajaja pero por eso mismo felicidades por este relato! Me he quedado enganchada y no sabía qué iba a pasar. Con la primera parte ya estaba bien, pero después vas leyendo y cada sección supera a la anterior. Ahora tienes que hacer una segunda parte, quiero saber qué le pasa a Elena!!
ResponderEliminarMe ha encantado, te ha quedado un relato muy bien construído y elaborado!! Un besito!! :))
Pues mira, te diré que al principio solo habia escrito la carta de Enrique a Elena, jugando con el engaño, para que el lector pensara que la había escrito desde la cárcel y no desde un psiquiátrico. Pero un amigo insistió en que merecía una segunda parte y se me ocurrió que bien podría ser la respuesta de Elena dando su propia versión de los hechos, jugando también con la confusión y el enredo. Quizá ahora me plantee una tercera parte para liarla todavía más, jajaja
EliminarMuchas gracias, María, por tu elogiosa valoración.
Un beso.
Cada uno ve la historia desde su óptica,... en todo caso: "joder con la tropa mi general"
ResponderEliminarUn abrazo!
Todos los contrincantes en una disputa quieren llevar la razón aunque sea mintiendo descaradamente. Solo conociendo a fondo a ambos, uno puede intuir quién puede estar mintiendo y quién no. En esta historia, lo único que parece estar claro es que Enrique no está en sus cabales, pero a veces las apariencias engañan, jeje.
EliminarMuchas gracias por venir y dejar tu comentario, con tropa y general incluido, jajaja.
Un abrazo.
Ufff, ¡vaya historia! No se sabe si Enrique se engaña a sí mismo o si pretende engañarla a ella, pero lo que sí es seguro, es que está como un cencerro. Parece mentira cómo algunas mentes enfermas deforman la realidad para adecuarla siempre a sus intereses.
ResponderEliminarHas tejido toda una historia que es digna de una película bien dirigida o de una novela muy negra. Creo que deberías animarte.
Un beso.
La ofuscación y la mente trastornada hacen ver las cosas distorsionadas e incluso ver lo inexistente.
EliminarEs cierto que hay quien ve lo que quiere ver y defiende la versión que le interesa. Entre locos, mentirosos compulsivos y resentidos con ánimos de venganza anda la historia, jeje.
Un beso.
Se podría decir que entre pillos anda el juego, o que no te puedes fiar ni de tu sombra.
ResponderEliminarDesde luego cada uno tiene muchos esqueletos dentro del armario y fue un juego de traiciones a tres bandas donde el policía resultó ser el más listo, o al que mejor le salió la jugada.
Buen relato con traiciones en círculo y con juego sucio que, según quién lo cuente, parece que no lo era tanto.
Genial argumento trabajado.
Un beso.
Una amistad que resultó no ser tal, un amor obsesivo que desata la locura, un marido con mucha suciedad bajo la alfombra, una viuda con sed de venganza que se agarra a un clavo ardiendo en forma de ex policía. Un coctel con el que envenenarse, jajaja.
EliminarMuchas gracias, Paloma, por tu comentario.
Un beso.
Un relato bien interesante. Vaya tres, a saber cual era el mejor, jajaja, aunque parece que la mujer era la que contada la verdad dado que el tal Enrique estaba un poco pillado de la cabeza. Una historia de intrigas con locura incluida que me ha encantado leer.
ResponderEliminarUn abrazo y buen domingo.
Desde luego la mujer es quien ofrece la versión más creíble, pero eso de que deconocía los negocios sucios de su marido porque no se inmiscuia en sus asuntos, me suena a falso y a la típica excusa de algunas mujeres que se hacen las tontas ante el juez, jeje.
EliminarMe alegro que este relato te haya resultado interesante.
Un abrazo, Elda.
Hola, amigo Josep Mª, te felicito por haberme mantenido en vilo hasta el colofón final, con esa puntualización de Enrique tan reveladora del calibre o de la pasta de la que está hecho este sinvergüenza, amigo de ese ex policía con quien la ingenua Elena piensa que será su protector en el futuro... Mejor no imaginárselo.
ResponderEliminarEl factor sorpresa que tira del ovillo de la intriga lo encuentro muy trabajado, asi como también el hábil manejo a la hora de redactar en primera persona el texto relativo al protagonista. De ahí que el contenido resulte creible y consiga atrapar la atención del lector.
Un abrazo fuerte.
¡Hola, Estrella! Me alegro volverte a leer, después de tanto tiempo. Gracias por tu visita y por tu amable comentario. Me alegro haberte mantenido en vilo, jeje.
EliminarDe paso, he tenido la oportunidad de recuperar tu blog en mi lista de lecturas.
Un fuerte abrazo.
Solo me viene una palabra, Josep: ¡Brutal! Desde luego que el relato daría para una película de suspense, de esas que te atrapan con una sucesión de giros que no dan tregua. Un historia potente, en la que reconozco debilidad por Enrique, un personaje con muchas aristas, aunque parezca un psicópata, que seguramente lo es, pero su motivación es noble: el amor. Ama de una manera desbordada, pero al fin de cuentas su motivación es estar con ella.
ResponderEliminarDesde luego que, a juzgar por el final, la historia no se va a quedar aquí.
En tus últimos relatos estas construyendo unos personajes realmente atrapantes y estoy seguro que más de uno podrías utilizarlos para una novela negra bestial, así que no los dejes guardados en el cajón.
Un fuerte abrazo!
Hola, David. Pues no sabes cuánto me alegro se que este relato te haya parecido brutal, jeje.
EliminarEn cualquier historia sobre una relación tortuosa entre dos o más personas, siempre hay diversidad de pareceres entre los observadores; cada uno se alinea a favor un determinado personaje, a tenor de sus afinidades o debilidades. Ciertamente, Enrique actúa por amor, quizá creyéndose correspondido. Lo malo es que lleva demasiado lejos su atracción apasionada por Elena. Será, sin duda, un amor incomprendido y doloroso, pero matar por amor es impropio de alguien en su sano juicio. Quizá Enrique merezca una pizca de compasión, pero más bien por su estado psíquico, jeje.
No sé si habrá una continuación, aunque en más de una ocasión he acabado decidiendo escribir una segunda, y hasta una tercera parte, "presionado" por algunos lectotres que así lo han insinuado. Y ya se sabe: el público es quien manda, jajaja. Ahí lo dejo.
Un fuerte abrazo, compañero-
Desde luego vaya historia tan truculenta Josep Ma jajaja da para una película o mejor para una serie, mira que en nada vienen los de Netflix y te compran la idea :D
ResponderEliminarHas conseguido sorprender hasta el final y ni uno se salvaba.
Besos
Hola, Conxita. Ojalá los de Netflix, o los de HBO, me ofrecieran una pasta gansa por los derechos de autor. Pero no caerá esa breva, ja,ja,ja.
EliminarTodos los protagonistas de esta historia tienen sus "cosillas", pero creo que quien se salva de la quema es Elena, aunque la pobre ignora con quien se ha ido para empezar una nueva vida, jeje.
Muchas gracias por tu presencia y comentarios.
Un beso.
Hola, Josep: Como un hábil tejedor has entrelazado las dos versiones y bordado los perfiles de los personajes. Una historia muy inteligente y bien armada, con buen juego de la tensión narrativa. Me gustó mucho.
ResponderEliminarHola, Beba. En una disputa entre dos contrncantes siempre hay que conocer ambas versiones para poder decidir cual es la correcta. Aquí, sin embargo, resulta complicado sacar una conclusión, jeje.
EliminarMe alegro que te gustara esta historia un tanto disparatada.
Un abrazo.
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