María está acodada en el alféizar
de la ventana anhelando ver a su enamorado. Como cada día, a la misma hora, le espera
con el corazón en un puño. Desde hace unos días, sin embargo, Armando, el amor
de su vida, no le regala los oídos con esas galanterías que a ella le erizan el
vello de pura emoción. De hecho, no le dice nada, pasa sin siquiera mirarla y
sigue su camino sin detenerse. ¿Acaso ya no la ama?
Hoy,
cuando pase junto a su ventana, será ella la que le lance un requiebro. Lo ha
leído en un librito de poemas y se lo ha aprendido de memoria. Aun así, teme
que los nervios la traicionen, por lo que no deja de ojear ese corto pero
precioso texto que lleva escrito en un pedacito de papel que sujeta con sus
temblorosas manos.
Se
hace tarde y Armando no aparece. Desde su ventana, María puede ver toda la
calle hasta la plazoleta, esa en la que se conocieron. No le ve. Oscurece. Son
ya pocos los viandantes a aquellas horas. Y total solo son las ocho.
“Las
ocho. ¿Las ocho? A ver, a ver, piensa María. ¿Es a las ocho de la mañana o de
la tarde cuando pasa Amando por delante de mi ventana? Claro, ¡qué tonta! Me he
equivocado de hora. Es por la mañana cuando pasa por aquí, cuando va hacia el trabajo.
¡¿Cómo he podido equivocarme de ese modo?! Llevo unos días haciendo la siesta y
cuando me levanto pierdo la noción del tiempo y a veces no sé si es mañana o
tarde. Ahora entiendo que pasara de largo. No era él. Sería algún buen mozo que
se le parece. Si llevara puestos mis anteojos eso no hubiera sucedido. Qué le
vamos a hacer, ¡soy tan presumida! Debo llevar varios días asomándome a las
ocho de la tarde creyendo que son las ocho de la mañana. ¿Qué habrá pensado mi
querido Armando cuando, al pasar junto a mi ventana, no me ha visto
esperándole? Se habrá llevado una gran decepción, el pobre. Y yo que empezaba a
pensar que se había olvidado de mí. ¡Podría haberme llamado para interesarse,
digo yo! Pero, claro, es tan tímido... Aunque conmigo no lo es. ¡Las cosas que
me dice! No sé de dónde las saca. Hasta me hace ruborizar y mira que no soy
precisamente una mojigata. Es un desvergonzado, pero me encanta que lo sea cuando
estamos a solas. Para eso somos novios. Porque somos novios, ¿no? Ay, ay, ay,
ahora no sé si somos novios o solo es un pretendiente.
Cuando le vea, se lo preguntaré.”
―María,
¿otra vez asomada a la ventana? Vas a pillar un resfriado. Además, te he dicho
mil veces que no molestes al vecindario, que luego se quejan. Y ven al comedor,
que la cena ya está servida y se enfriará.
―Pero
mamá, si no hago nada malo. Solo miro por la ventana por si veo pasar a
Armando. Sí, sí, ya sé que son casi las nueve de la noche. Me he equivocado de
hora, qué quieres que te diga. Y no pongas esa cara, que equivocarse es de
humanos, digo yo.
―¿Armando?
¿Qué Armando, querida?
―Cómo
que qué Armando. Pues Armando, mi novio. ¿Quién va a ser? Bueno ahora mismo no sé
si es mi novio o solo es uno de mis pretendientes.
―María,
cariño, que tú no tienes novio ni pretendiente alguno. Y deja de llamarme mamá,
por favor.
―Pero
¿por qué no voy a llamarte mamá? ¿Es que ya no te gusta?
―No es
que no me guste, es que no soy ni podría ser tu madre.
―Pero
¿por qué dices eso? No me asustes.
―Ay
querida, pues porque, entre otras cosas, si lo fuera tendría ahora mismo más de
ciento veinte años.
Y
María, suspirando porque se cree incomprendida, cierra la ventana y se dirige al
comedor. Después de cenar volverá a leer, como cada noche, el diario en el que,
a lo largo de los años, ha ido anotando, día a día, sus aventuras amorosas. Buscará
entre sus notas a Armando y así sabrá qué hay de verdad entre ellos.
En la
cocina, su cuidadora también suspira deseando que, si llega a la edad de María,
conserve la lucidez hasta el último momento de su vida.
Muy bonito y emotivo relato, Josep. Me ha llegado a emocionar de verdad.Siento una gran debilidad y un profundo respeto por las personas mayores. En breve empezaré un voluntariado con Cruz Roja visitando a ancianitos que están solos y no tienen a nadie, para entretenerles, ayudarles a estimular la memoria, a conversar...¿imaginas la cantidad de historias que pueden salir de ahí? En fin, siento un cariño muy especial hacia ellos.
ResponderEliminarBueno y también quiero decirte que he descubierto tu otro blog " Cuaderno de bitácora". Me ha parecido interesantisimo. A mí también me gusta mucho opinar y reflexionar sobre este tema o aquel. De modo que a partir de ahora ya tienes en él una tertuliana más.
Un abrazo.
Hola, Pilar. Me alegra verte de nuevo por aquí y que el tema que traigo a través de este relato de corte clásico te haya llegado muy adentro. Estas situaciones, en la vida real, son muy tristes, así que tu entrega y dedicación mediante un voluntariado es muy encomiable.
ResponderEliminarY también me alegro que hayas descubierto mi "Cuaderno de bitácora" y que, de este modo, pueda contar con una nueva seguidora, jeje.
Un fuerte abrazo.
Espléndido relato que se desliza suave estilísticamente, a la par que crece la intriga en torno a la protagonista cuyo testimonio al principio creemos pero poco a poco nos damos cuenta de que pasa algo. He pensado que estaba demente o ida pero no se me había ocurrido que fuera una ancianita. Magnífico final. Emotivo y triste. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Jose Luis, por tu comentario. Cuando la mente empieza a fallar no solo confunde a quien sufre ese deterioro sino también a quien convive con el enfermo. Y a veces, incluso, llega a confundir a los lectores, jeje.
EliminarUn abrazo.
Tan tierno como triste. Y con uno de esos finales inesperados que te caracterizan.
ResponderEliminarBuen relato para un concurso.
Un abrazo.
Te agradezco, José Maria, o Chema, o Macondo, tu amable comentario y tus buenos deseos.
EliminarUn abrazo.
Qué relato tan bonito y tan tierno. María tiene la cabeza un poco averiada, pero eso la mantiene esperanzada y feliz. Aunque me temo que tendrá sus momentos de lucidez en que se sentirá confusa y devastada, pero mientras tanto, se la ve tan feliz e ilusionada...
ResponderEliminarUn beso.
Esos altibajos, producto del deterioro mental progresivo en los enfermos de Alzheimer, suelen ser objeto de una alternancia de sentimientos contradictorios: de la felicidad se puede pasar, sin solución de continuidad, a la confusión y a la tristeza. Lo peor de todo debe ser darse cuenta de que las facultades mentales van mermando inexorablemente. Pero mientras dura la fase "feliz" todo es de color de rosa.
EliminarUn beso.
Al principio me estaba pareciendo muy gracioso el relato por esa conversación entre ella misma, pero luego ya me ha dado mucha pena, quizás porque me ha recordado a mi madre cuando empezaba con el Alzheimer, que de repente decía: Y mi novio donde estará?, y mi padre hacia poco que se había muerto, ¡qué lástima!. De cualquier forma, me ha parecido una ternura en ese retroceso en los años pero a la vez tan triste...
ResponderEliminarUn abrazo Josep.
Ciertamente es una lástima que se den situaciones así, en las que se pregunta por alguien que ya no está y que para el enfermo es como si no hubiera pasado el tiempo. En este relato he querido añadir la ficción en la que muchos afectados creen que viven.
EliminarUn abrazo, Elda.
Qué bonito. Siempre consigues sorprenderme.
ResponderEliminarHe pensado en mi abuela, que cuando ya no distinguía entre pasado y presente preguntaba por un pretendiente que había tenido de jovencita.
Mi hija es voluntaria en un cenro de día de personas con Alzheimer(solo va unas oras a la semana) y dice que le dan muchísima ternura, es una pena que a veces acabemos así.
Muy feliz noche.
Muchas gracias, Gemma, por este comentario.
EliminarEl caso de tu abuela es, pues, muy parecido al de María.
Bien por tu hija. Estos enfermos necesitan mucha comprensión y cariño.
Un abrazo.
Ese abismo entre los recuerdos y la realidad, el pasado, el hoy, los anhelos, lo estoy viviendo con mi madre y es una situación muy triste.
ResponderEliminar💙
La madre de mi mujer (nunca le gustó que la llamara suegra, jeje) está en una fase incipiente de esta patología. Por fortuna, todavía no ha llegado a un deterioro tan grave, pero las aptitudes cognitivas empiezan a flaquear y muchas veces pierde la noción del tiempo. Es muy triste ver con qué naturalidad pregunta en qué año nació o cuántos años tiene.
EliminarUn abrazo, Adel.
Qué linda elucubración de la joven. La realidad la fabrica nuestra mente y nuestros deseos, y lo narras espléndidamente
ResponderEliminarUn abrazo
Una joven que puede tener ochenta años biológicos y diecisiete mentales. Esa elucubración la llena de temor y confusión pero también de esperanza. ¿Hasta cuándo seguirá esperando a ese amado real o imaginario?
EliminarUn abrazo y gracias por dejar tu comentario.
Recuerdo haber leído este relato en su momento y que me gustó tanto como ahora. Es una historia llena de ternura y sensibilidad y, a la vez, de la más dura y terrible realidad. Yo también espero, como la cuidadora de María, conservar la lucidez hasta el último momento de mi vida :)
ResponderEliminarPrecioso, Josep, y muy bien escrito, como siempre. ¡Mucha suerte en el Tintero!
Un abrazo.
Hola, Julia. Este relato lo publiqué por primera vez en otoño de 2015. Ahora lo he desempolvado y lustrado un poco para hacerlo presentable para el concurso El tintero de oro. Como últimamente se me da por los relatos con un número de palabras superior a las 900 exigidas, he tenido que echar mano de esta "antigüedad". De todos modos, aunque cronológicamente hablando sea antiguo, creo que no ha perdido actualidad, pues esta historia puede estar sucediendo hoy mismo, aunque quizá con unos tintes algo menos "literarios".
EliminarMuchas gracias, compañera, por tu elogioso comentario y tus buenos deseos :)
Un abrazo.
Hola Josep, este texto es un regalo escrito con naturalidad, sencillez y a la vez emoción. A través de María encontramos un nexo de unión entre los sueños de juventud y la memoria difuminada por el deterioro cognitivo. Una triste realidad que nos acompaña con la longevidad conseguida por la humanidad.
ResponderEliminarEspero que pronto la ciencia pueda encontrar remedio.
Enhorabuena, un abrazo.
En efecto, esa es una de las consecuencias de la longevidad. Si envejecer es triste, más lo es que el cerebro lo haga más rapidamente que el resto del organismo y haya personas que vivan ancladas en una época pretérita y, a veces, irreal. Solo queda el consuelo de que, mientras sueñan despiertas, sean felices.
EliminarParece que cada vez estamos más cerca de hallar un tratamiento, pero, entretanto, no nos queda más remedio que sufrir las consecuencias de ese deterioro cognitivo en nuestros seres queridos y esperar que nosotros quedemos al margen.
Muchas gracias, Miguel, por tu amable comentario.
Un abrazo.
Hermoso relato, a pesar de la dureza del tema que se aborda de fondo. Pero ahí es donde se debe notar la mano del autor, para lograr dotar de hermosura incluso lo triste. Bajo mi humilde opinión, Josep, lo has logrado. Te felicito por ello.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Me alegro de haber logrado hacer bello algo tan triste, querido amigo. Y es que las palabras escritas otorgan esa posibilidad. La situación real, por desgracia, es muy distinta.
EliminarMuchas gracias, Pedro, por tu amable comentario.
Un fuerte abrazo.
¡Cuánta ternura! Es verdad que el tema es duro, pero has sabido dibujar una María tan simpática, tan real, que nos emociona y con gusto le daríamos un achuchón.
ResponderEliminarUn abrazo, Josep
Estos enfermos inspiran ternura y lástima a la vez. En el caso de mi protagonista, he intentado que la primera superara a la segunda. No sé si lo he conseguido, pero ahí queda esa historia que, de un modo u otro, se repite a diario en muchas casas.
EliminarUn abrazo, María Pilar.
Últimamente cuando hablamos de alguien que deterioro cognitivo rápidamente pensamos en un anciano con alzheimer, pero hay muchas enfermedades que anulan la conciencia y no es alzheimer y muchas de ellas la padecen gente joven. Las enfermedades son todas horribles pero pensar que nosotros mismos, un día podemos perder la noción de la consciencia, vivir sin consciencia de lo que hacemos, es decir, no saber que somos nosotros, saber que haríamos cosas sin sentido, seríamos dependientes... es terrible. Yo muchas veces lo pienso, porque puede pasarnos a cualquiera, es como quedarte dormido y no despertar.
ResponderEliminarSAludos.
Pues por desgracia hay otras manifestaciones y modos de desconectar con la realidad de forma involuntaria e indeseada.
EliminarEsa desconexión, me atrevería a decir, afecta mucho más a los que rodean al afectado que a él mismo, que no tiene conciencia de lo que le ocurre. Y, desde luego, es mucho más triste ver ese deterioro cognitivo en alguien que, por edad, no debería sufrirlo.
Todos deseamos que, cuando llegue nuestra hora, tengamos una muerte plácida. Y qué mejor que no despertar de un profundo y tranquilo sueño.
Un abrazo.
¡Por favor, qué relato más tierno, Josep Mª! Has tratado a la protagonista con tanta ternura que dan ganas de ir a cuidarla. Además, ese aire decimonónico que se respira en el relato me ha encantado.
ResponderEliminarBonito, bonito porque sí.
Enhorabuena.
Un besote.
PD Creo que he leído en algún sitio que presentas el relato al Tintero, o lo he soñado? Bueno, si participas espero que tengas muchas suerte, recibe mi propio galardón por mi parte. Tu relato es de diez.
Me pareció que, dándole ese toque romántico decimonónico, el drama se suavizaba e inspiraba más ternura que amargura. Si lo he logrado, me alegro mucho. Y me alegro también de que te haya parecido tan bonito.
EliminarSí, Paloma, con este relato, sacado del baúl de los recuerdos, participo en el Tintero de Oro. Y es que últimamente me da por los relatos largos y las otras opciones que tenía en mente no cumplían con el formato fijado en dicho concurso.
Muchas gracias por tu elogiosa valoración y por tus buenos deseos.
Un beso.
Con esa confusión espacio-temporal y tu afición al misterio creí que era un fantasma asomado a una ventana... pero al seguir leyéndote he sentido un enorme touché. Me conmueve mucho la tercera edad, me despierta muchas emociones. Me ha encantado compañero, es un relato exquisito con mucha mucha ternura. Un abrazo.
ResponderEliminarMaría todavía no ha llegado a ese grado de deterioro mental en el cual la vida pasa a ser un estado vegetativo. En su demencia, todavía puede vivir de una ilusión y de una irrealidad que la mantiene viva a su manera.
EliminarMuchas gracias, Cristina, por tu comentario. Aunque la historia acabe desvelando una situación triste, me complace haberte confundido en su parte inicial, jeje.
Un abrazo.
Hola Josep,
ResponderEliminarMe ha parecido un relato de lo más encantador y tierno. Ese ambiente de intriga, muy sutil que nos lleva hasta el final triste de la situación de tu protagonista.
!Me encanto!
Un abrazo!
Hola, Yessy. Debo confesar que no era mi intención darle a la historia un giro sorpresivo desvelando algo que en un principio se intenta ocultar. No obstante, es muy comprensible que tal como está narrada pueda asemejarse a un relato de intriga, pues deja en el aire lo que motiva a María a comportarse de ese modo tan incongruente.
EliminarMe alegro que te haya encantado.
Un abrazo.
Es el único consuelo que nos queda a quienes tenemos o tendremos que lidiar von esta triste situación: que quien padece ese deterioro mental no se de cuenta de ello y viva feliz dentro de sus sueños.
ResponderEliminarUn abrazo, compañero.
Muy tierno Josep Ma y muy triste por lo que hay detrás pero se nota el cariño por María y eso se transmite en el relato que te deja con un nudo en el estómago.
ResponderEliminarPor desgracia un tema muy habitual, esa desorientación, ese no saber, esa pérdida y búsqueda desesperada en otros de aquello que ya no está, muy bien narrado.
Besos
A diferencia de otros enfermos aquejados de ese mal, al menos María está bien atendida y rodeada de cariño. Sus sueños despierta, aunque la inquietan, son dulces y la mantienen feliz.
EliminarUn beso, Conxita.
Una verdadera pena como el deterioro mental se hace con nuestros recuerdos...
ResponderEliminarMuy emotivo tu relato!
Es muy penoso ver la confusión y el olvido que se cierne sobre estos enfermos y cónmo el tiempo acaba borrando todos sus recuerdos, que es una forma de borrarles la vida.
EliminarUn abrazo.
Me has emocioando con tu relato y me has hecho recordar a mi abuela materna,que no tenía Alzheimer pero si demencia senil y como iba perdiendo la nociónd el tiempo y no recordar apenas nada, muy triste y doloroso.
ResponderEliminarEspero y deseo que con este relato tengas mucha suerte en el Tintero de Oro.
Un abrazo.
La línea fronteriza entre el Alzheimer y la demencia senil es muy fina y poco definida. De hecho el Alzheimer es un tipo de demencia. Pero al margen de sus definiciones, estas enfermedades degenerativas tienen un denominador común: la pérdida progresiva de la memoria. No recordar quién eres y quiénes son los que te rodean les aísla del mundo que les rodea y les crea una gran angustia vital. Cuando el enfermo o enferma llega a ese terrible momento en el que ya no recuerda su pasado, se convierte en un muerto en vida. Sin memoria, sin historia, no somos nada.
EliminarMuchas gracias, Tere, por comentar y por desearme suerte, aunque podría decir aquello de que lo importante es participar, jeje.
Un abrazo.
Josep has escrito un relato muy emotivo. Esta historia es una de muchas que se pueden escribir cuando se convive con personas mayores. Esta buscaba a su pretendiente. Pero yo convivo con gente que se tiene que ir a trabajar cuando ya está jubilada. eso me pasó ayer con una anciana cuando la iba a acostar. Otras buscan a sus padres ya muertos y lo viven como si estuvieran allí con ellos. Otros viaja a su infancia todos los días. Un abrazo
ResponderEliminarComo cada vez somos más longevos, padecemos enfermedades que antes no se daban con tanta frecuencia y esta es una de ellas. Cada vez se habla más del Alzheimer. Mi suegra lo padecer aunque, de momento, en un estadío moderado. Aun así, da mucha pena ver cómo confunde las cosas, y cómo va olvidando paulatinamente hechos vitales.
EliminarMaría, la protagonista de mi historia, vive un romance irreal, pero que la hace sentir viva e ilusionada. Cuando pase a una fase más avanzada, no será capaz ni siquiera de "inventarse" una historia de amor o recordar las que vivió cuando era joven.
Un abrazo.
Con ternura e ingenio has abordado el terrible mal del Alzhéimer, sin duda, una de las peores enfermedades que existen o hayan existido jamás. María se encuentra en su fase inicial, luego vendrá lo peor. Antes de que el parásito comecerebros la destruya por completo, la mujer vive aún momentos de lucidez, sobreviviendo en esa nebulosa entre la fantasía creciente y la menguante realidad. Has escrito una hermosa historia, repleta de sensibilidad, buscando el lado poético de una situación terrorífica, glosando la figura de María que se aferra a la ilusión por revivir el pasado. Mucha Suerte en El Tintero. Un abrazo. Josep.
ResponderEliminarHace ya más de tres años que escribí este relato. Entonces el Alzheimer era para mí una enfermedad que, si bien me resultaba terrible, la veía lejana y ajena. Ahora que se cierne sobre un miembro muy próximo de mi familia, le veo la cara más cruel. Aun así, he querido recuperar esta historia de un amor, quizá real o quizá imaginario, prefiriendo quedarme con el aspecto tierno y emotivo de esa fase inicial de esa enfermedad antes de que se cebe por completo con María.
EliminarGracias, Paco, por tu lectura, comentarios y buenos deseos.
Un abrazo.
Hola Josep
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato. Bien escrito, delicado y ligero pese a las duro del tema que nos traes.
Mucha suerte, el relato lo merece...
Saludos
Me alegro, Paola, que te haya gustado y muchas gracias por tus buenos deseos, jeje.
EliminarUn abrazo.
Hola compañero nos traes un relato muy emotivo. Hubo un momento que la joven de la fotografía ya no era tan joven, tal vez por la fantasía de ese amor y la complicidad de la ventana. Con la precisión del lenguaje y el carisma de la protagonista anciana con su monólogo interior, esta historia reiterativa (para la mayoría demente) nos lleva a una triste realidad: la de las personas que se aferran a sus recuerdos, su único motivo, la ilusión, antes de irse para siempre. Un abrazo Josep Mª
ResponderEliminarHola, Eme. Nadie se escapa de la vejez, y quien lo hace es generalmente en contra de su voluntad y porque la parca se ha adelantado de forma injusta. La vejez tiene dos caras: una amable y la otra cruel. La experiencia, la vida sosegada y el gran bagaje histórico, van mermando progresivamente y pueden ser arrebatados de la noche a la mañana por esa enfermedad que se los va borrando paulatinamente y sin piedad. Pero mientras quede una pizca de lucidez, los recuerdos otorgan a los ancianos una buena dosis de ilusión.
EliminarUn abrazo.
Ay Josep, qué relato tan emotivo has escrito y con un tema que me impresiona y emociona siempre. Muy bien narrado como es tu costumbre, ya que al inicio pensaba que era una chica que esperaba a su novio. Me ha encantado. Te felicito y te dejo un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Miry. Realmnete el relato se presta a confusión al principio, la misma que experimenta su protagonista.
EliminarEfectivamente, este es un tema que impresiona y emociona, sobre todo cuando se vive de cerca.
Me alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
Gracias, Josep, por participar con este relato en EL TINTERO DE ORO. Un abrazo y suerte!!
ResponderEliminarGracias a ti, David, por hacerlo posible.
EliminarUn fuerte abrazo.
Hola, Josep Mª. Tremenda enfermedad la que sufre la protagonista de tu relato, y la has tratado con tanta elegancia y ternura que has conseguido que, al menos en mi caso, se pueda leer con un esbozo de sonrisa cómplice; no sé si lo recordarás, pero este es un tema que reflejé en un texto anterior.
ResponderEliminar¡Enhorabuena por este bello ejercicio de naturalidad!
Te deseo mucha suerte en EL TINTERO DE ORO.
Un fuerte abrazo.
Hola, Patxi. Sí, me acuerdo de que trataste este tema hace algún tiempo. De hecho, han sido varios los textos que he leído últimamente que reflejan, de un modo u otro, esta problemática, y es que esta enfermedad tiene varias caras y da para muchos relatos. Cuando escribí este, hace unos tres años, quise darle ese giro romántico que, en la realidad, queda agazapado y dominado por la cara cruel.
EliminarMuchas gracias por tu lectura, tu comentario y tus buenos deseos, que son recíprocos.
Un abrazo.
¡Hola Josep! La confusión temporal y cognitiva de este tierno personaje de María que con tanto mimo has creado, me ha llegado a desorientar en ciertos momentos de la historia, ya que en un principio pensé que podía tratarse de un personaje victoriano o entresacado del romanticismo del XVIII, pero al mismo tiempo se iban entremezclando otros elementos "extraños" que poco a poco me permitían vislumbrar que algo debía estar oculto, como su evidente trastorno mental, algo que resuelves con destreza al dar el giro completo a la historia, cuando la protagonista llama mamá a su cuidadora y esta le responde que en ese caso tendría más de 120 años...
ResponderEliminarMe parece una acertada opción para el concurso, rescatar este antiguo texto con este mensaje de amor intemporal capaz de conmovernos profundamente, comprendiendo el proceso de esta demencia y el amor que necesitan dichos enfermos.
Un beso.
¡Hola, Estrella! La desorientación y la pérdida de memoria son los pirmeros síntomas de esa enfermedad. Normalmente, en este estadio inicial, el enfermo se da cuenta de que algo no funciona bien en su cabeza y se angustia. A medida que la enfermedad va progresando, se va perdiendo conciencia del estado mental y es cuando los signos de demencia afloran. A veces estos signos son muy frustrantes y desesperantes para los que cinforman el entorno más cercano, pero hay otros que provocan ternura, como cuando hablan de un pasado lejano como si fuera el presente.
EliminarMuchas gracias por tu elogiosa valoración.
Un beso.
Cuánta ternura y tristeza has puesto en este relato, Josep. Has sabido tratar con mucha delicadeza y elegancia lo que es un verdadero infierno para muchas personas. Esperemos que la ciencia consiga algún día erradicar esta terrible enfermedad.
ResponderEliminarMucha suerte en el concurso, compañero.
En efecto, esta es una enfermedad que nos produce una dualidad de sensaciones: tristeza y ternura. Tristeza por cómo se va deteriorando la conciencia del enfermo, y ternura porque, como en este relato, su comportamiento puede llegar a ser infantil.
EliminarMuchas gracias, Bruno, y también te deseo suerte en el concurso.
Un abrazo.
Has tratado un tema muy duro de una forma tan tierna, que no sonreír al final es casi imposible. Tu relato conmueve sin dudas y hace esperar, como la cuidadora de María, de llegar al final con la completa lucidez mental.
ResponderEliminarMe gustó muchísimo, un beso.
Ya que no se puede banalizar esta terrible condición mental, he preferido sacar a flote la parte más tierna (aunque no por ello menos triste) que quienes, en un momento dado, parecen retornar a la juventud e incluso a la infancia.
EliminarMuchas gracias, Alma, y me alegro que te haya gustado.
Un beso.
Un relato cargado de emotividad, que toca un tema que cada vez vivimos de manera más cotidiana. Juegas al despiste con nosotros en varias ocasiones acerca de la verdadera realidad de María y nos dejas con la duda sobre si Armando está sólo en su mente o existe de verdad. Ese último deseo que expresa la cuidadora lo hacemos también nuestro. Buen relato, Josep, te deseo mucha suerte en el Tintero. Un abrazo!
ResponderEliminarSi Armando es fruto de su imaginación o fue realmente uno de sus pretendientes, eso no lo sabremos, pues entrar en la mente deteriorrada de estos enfermos es prácticamente imposible. Lo importante es que María, en sus ensueños, o recuerdos, es feliz a su manera.
EliminarMuchas gracias, Jorge, por tu comentario y tambiñen te deseo la misma suerte.
Un abrazo.
Hola, Josep María
ResponderEliminarUn relato emotivo y lleno de ternura. Me sumo a todo lo dicho por los compañeros. Por lo menos, María, en su desvarío se ha creado un mundo donde refugiarse y a su manera ser feliz. Me ha gustado mucho. Suerte en el Tintero
Hola, Conrad.
EliminarMientras María sea capaz de crear esa realidad virtual será feliz. Lo malo vendrá después, cuando ya ni siquiera pueda recordar quién es y qué hace en este mundo que se le antojará cruel. Entonces esa irrealidad placentera se convertirá en miedo.
Me alegro que te haya gustado este relato y también te deseo suerte en el Tintero de Oro.
Un abrazo.
Relatas con dulzura esa perdida de la realidad y la como tu protagonista vive en su mundo donde es feliz.
ResponderEliminarUn tema muy triste y muy bien llevado Josep.
Un abrazo y suerte en el concurso.
Puri
Hola, Puri. En este relato he intentado suavizar esa triste pérdoda de conciencia y extraer el lado tierno de lo que representa nadar en un mar de recuerdos placenteros.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y te deseo también que tengas suerte en el concurso.
Un abrazo.
Precioso Josep. Nos vuelves a remitir a esa vejez que no perdona y la memoria que se pierde durante el tránsito hacia la misma.
ResponderEliminarPobres viejitos que se sienten incomprendidos, que crean y se creen unas historias que solo rondan en su mente.
Muy bien llevada la narración que no nos descubre nada hasta el final.
Un abrazo, amigo. Y suerte.
Ciertamente este es un tema que ha aparecido en varios relatos con distitos enfoques. El drama de esta enfermedad, que mina la memoria y acaba con todos los recuerdos de una vida, hace que los que la vivimos de cerca, o somos sensibles a los estragos que produce, sintamos la necesidad de darle una forma lo más humana posible. En este caso, me he dejado llevar por esa necesidad, deseando compartir este relato participando con él en El Tintero de Oro. Aunque ya tiene unos años, lo he despertado del sueño de los justos con esta finalidad.
EliminarUn abrazo, Javier, y gracias por tu comentario.
Precioso relato, Josep. Me recuerda tanto a mi abuelo que, a medida que le avanza el alzheimer, llama a su Ramona pero no la reconoce en mi abuela, ella sólo es una mujer. Has tenido una forma bellísima de hablar de una enfermedad tremendamente dura. Mucha suerte en el Tintero. Saludos.
ResponderEliminarToda la sociedad está sensibilizada con esta enfermedad con solo pensar que un día nos pueda afectar a nosotros, pero quienes tenemos un caso en la familia y lo vivimos de cerca, nos afecta mucho más, de ahí que un relato como este pueda resultar más emotivo.
EliminarMuchas gracias, Bea, por tu lectura y por dejar tu amable comentario.
Un abrazo.
Es un relato dulce y amargo a la vez. Has sabido mantener al lector despistado y solo al final se nos desvela el carácter entrañable de la protagonista y su cruda realidad.
ResponderEliminarUn abrazo Josep
Hola, Araceli. Efectivamente, es como dices. Ese periodo de la vida de una persona en tales circunstancias tiene un sabor agridulce. Por una parte viven momentos felices, ensimismados en sus recuerdos, falsos o reales, y por otra se sienten desconcertados y fuera de lugar, lo que les hace sentir angustiados.
EliminarMuchas gracias por pasarte por aquí y dejar tu amable comentario.
Un abrazo.
Hola Josep.
ResponderEliminarMe parece una enfermedad terrible la que le roba la memoria y el recuerdo de una vida a nuestros mayores. Pero al margen de la realidad, como ejercicio literario está bien contado puesto que haces que empaticemos con la tierna María,con su confusión amorosa y con su descumplimiento de años. Un acierto que lo contaras en el inicio como si fuera una historia clásica algo anacrónica (aunque dicen que el amor no tiene edad)
Un abrazo Josep, hasta pronto compañero.
Perdona, Tara, pero se me había pasado por alto contestar a tu comentario. Me acabo de percatar de ello al entrar de nuevo para agradecerte tu felicitación.
EliminarMi pretensión, a la hora de escribir este relato, fue darle un toque romántico a esa parcela del Alzheimer que es la pérdida gradual de la memoria y la confusión espacio-temporal. Podría parecer una frivolidad tratar de este modo esta terrible enfermedad, pero quise dotarle de un halo de ternura en la figura de María, echando de menos a un amado que vive en su mente.
Un abrazo, compañera.
Mi más sincera enhorabuena, amigo Josep Mª, por tu MENCIÓN HONORÍFICA.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Muchas gracias, Patxi.
EliminarUn abrazo de vuelta.
Felicidades Josep María por tu mención honorífica en Tintero. Enhorabuena colega. Hasta pronto.
ResponderEliminarMuchas gracias Tara/Isabel. Hasta pronto.
EliminarUn abrazo.