A falta de relatos recién
salidos del horno, he decidido descongelar dos micros de la pasada temporada,
cocinarlos a fuego lento, sazonarlos un poco y ponerlos a disposición de mis
queridos lectores para ir haciendo boca. Aunque cada uno tiene su propio
título, los he englobado bajo el encabezamiento de “El precio de la libertad”
porque, tal como lo veo, ese es su denominador común. Espero que sean de
vuestro agrado.
¿Quién pudo ser?
Cuando tuve la oportunidad de
marcharme, a pesar de haber estado deseando poder dar ese paso, temí abrir la
puerta. Ignoraba qué me aguardaba al otro lado. Mi mirada recorrió la estancia
a modo de despedida. No había mucho que ver. Todo estaba como el primer día. El
libro, viejo y manoseado, seguía en la mesilla de madera carcomida. Ya estaba
ahí cuando llegué. ¿Cuántos debieron haberlo leído antes que yo y en las mismas
circunstancias? ¿Cuántas manos temblorosas lo habrían sostenido? ¿Cuántos ojos
asustados habrían recorrido sus páginas?
Esas
cuatro paredes habían sido mi morada durante demasiado tiempo. Luego supe que
fueron exactamente cuatro meses, dos semanas y tres días. Salvo las escasas y breves
visitas que recibía a diario, la soledad, la incertidumbre y aquel libro fueron
mi única compañía.
Últimamente
dormía de un tirón ─hay qué ver cómo el cuerpo y la mente pueden llegar a
adaptarse a las peores situaciones─, pero aquella madrugada algo me despertó. Oí
unos pasos y luego el sonido de la puerta al cerrarse. Pero esa vez sin la
habitual doble vuelta de llave.
Cuando
abrí la luz, no observé nada extraño, salvo que el desayuno no estaba en el
lugar de costumbre. Todavía era muy temprano para eso. Corrí hacia la puerta. Como
sospechaba, no estaba cerrada con llave. No pudo haber sido un descuido. Uno de
mis carceleros había decidido dejarme marchar. Pero ¿quién pudo ser?
Curiosamente,
una vez con la mano en el pomo, me invadió un repentino sentimiento de apego
hacia algo que un día me resultó terriblemente hostil. Lo último que recuerdo
es que corrí y corrí hasta desfallecer sin que nadie se percatara de mi huida.
***
Llevo ya varias semanas en
casa. He vuelto a mi exitosa y cómoda vida. Ahora, además, soy una celebridad,
una heroína. Hallaron el zulo, pero ningún rastro de mis captores. Solo unos
cuantos pasamontañas junto a un libro, viejo y ajado. No dejo de preguntarme
quién decidió liberarme. Desearía saber quién, por primera vez en mi anodina
existencia, ha podido sentir algún tipo de afecto por mí. Presiento que fue el
de los ojos claros y mirada bondadosa, el único que me dirigía la palabra.
Desde
hace unos días, a pesar de las recomendaciones, he vuelto a hacer footing
por el mismo lugar y a la misma hora. Pero no aparece. Quizá lo haría si
supiera que no le delataría.
Nunca
pensé que echaría de menos aquella falta de libertad.
Antes de darme a la fuga me
aseguré que llevaba conmigo todo lo imprescindible. Era arriesgado, pero lo
había planeado minuciosamente durante varios meses. No podía fallar. Lo tenía todo
calculado. O eso creía.
Si el
plan salía mal tenía mucho que perder. Tenía que ser optimista, ver la botella
medio llena, no medio vacía. ¿O es el vaso? Bueno, da igual. Lo que realmente importaba
era pensar en positivo. Y yo era muy positivo.
Al
cabo de cinco minutos de haber salido de casa, ya estaba en un autobús con
destino a la estación central. Tomaría el primer tren hacia el sur. Siempre me
ha gustado el sol y el calor. No soporto los días grises, fríos y lluviosos del
norte.
Tenía
que darme prisa antes de que notaran mi ausencia. Una vez llegara a mi destino
empezaría una nueva vida. Mi único temor era que el expendedor de billetes o el
revisor sospecharan algo y dieran aviso a la policía.
El
panel de información indicaba que los primeros trenes en partir eran de cercanías.
No me valían. Había uno a Málaga. Lo suficientemente lejos. Podría vivir junto
al mar. Pero debía esperar varias horas hasta su salida y me arriesgaba a que,
entretanto, dieran conmigo. Los nervios me reconcomían.
Pregunté
cuánto costaba el billete. No tenía dinero suficiente. ¡Maldito dinero! Era lo
único en lo que no había reparado. Entonces, para mí el dinero no tenía mucho
valor. Los veinte euros que había reunido por mi cumpleaños no me llegaban para
ir tan lejos.
Volví
a casa cabizbajo. Sabía que me esperaba una buena bronca. Pero no tenía otra
opción. Pensé, resignado, que ya volvería a intentarlo cuando fuera mayor.
Ahora
soy lo suficientemente mayor y sigo donde siempre he estado.
Me encantan tus relatos con sorpresa. Los de hoy me han gustado especialmente. Los dos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegro que te hayan gustado los dos. A mí también me gustan las sorpresas, quzá por ello me agrada escribir este tipo de relatos.
EliminarUn abrazo.
Pues como entonces me han gustado los dos, que bueno releer y además pulidos, dos relatos tuyos.
ResponderEliminarY tú tranquilo ya vendrán las musas.
Un abrazo.
A los pobres los tenía arrinconados, así que nos hemos hecho un favor mútuo: ellos han rejuvenecido y yo he tenido ocasión de publicar algo mínimamante decente, creo yo, jeje.
EliminarUn abrazo.
El primero tiene un final cuanto menos curioso, te quedas intentando ponerte en la mente de la protagonista para saber qué le pasa por la cabeza para volver a aquél lugar. El segundo, también el final, en principio te saca una sonrisa pero la frase última te la borra y ves el dramatismo o la realidad de la vida.
ResponderEliminarMe han encantado. SAludos.
Desde mi punto de vista, la protagonista del primer relato experimenta algo parecido al síndrome de Estocolmo, pero no porque esté agradecida por el trato recibido por sus captores, sintiendo que les debe estar viva, sino porque al vover a su vida "normal", aburrida y solitaria, sin sentirse querida, echa de menos la compañía y el aparente afecto que uno de sus secuestradores sintió por ella al decidir darle la libertad.
EliminarEn el segundo, he pretendido dar a entender que muchas ilusiones de la niñez y adolescencia se mueren por el camino de la vida por culpa de la rutina y la desidia.
Me complace que te hayan gustado.
Un abrazo.
Pues estupenda idea. La "remasterización" de relatos es una buena manera de echar a andar y más con este 2 al precio de 1 :). Y queda claro que la libertad tiene un precio. Son más de 20 euros en el segundo relato. Ese: "Ahora soy lo suficientemente mayor y sigo donde siempre he estado" es tremendo.
ResponderEliminarEsperando desde ya tus novedades Josep. Seguro que pronto surgen nuevas ideas.
Un abrazo.
Estos relatos los tenía aparcados sine die porque no me acababan de gustar, especialmente el primero, hasta que decidí darles y darme una oportunidad y hacer que lucieran un poco más. Así que, tras un arduo ejercicio de desbroce y limpieza (me ha costado más retocarlos que si los hubiera escrito de nuevo), he decidido darlos a conocer.
EliminarLo de 2x1 me hace gracia porque estuve a punto de titular esta entrada de este modo, jajaja.
A ver si a partir de ahora vuelven a mi mente ideas merecedoras de nuevas publicaciones, aunque al decir esto me doy cuenta que el próximo relato que saque a la luz será examinado con lupa, jajaja.
Un abrazo.
Me encantan los dos relatos. El primero me recuerda a uno que escribí de un preso con cuarenta años de prisión que cuando le liberaron quería que le devolvieran sus cadenas...
ResponderEliminarEl segundo me resulto gracioso al principio, y genial ese final.
Un placer la lectura Josep.
Un abrazo.
Sí, ahora que lo mencionas, recuerdo ese relato tuyo que, por cierto, me gustó mucho
EliminarMe alegra que los dos te hayan gustado. Eso me anima a probar con nuevos relatos.
Un placer tenerte siempre tan cerca, Elda.
Un abrazo.
Pues haces bien en rescatarlos. Ambos son excelentes, la verdad. El segundo tiene un final de vértigo.
ResponderEliminarUn abrazo
Es que estaban tan solos, los pobres, jeje. Me daba un poco de apuro no darles una oportunidad y, de paso, dármela a mí ante esta falta de nuevas ideas. Si el resultado ha merecido la pena, me alegro mucho.
EliminarUn abrazo.
¡Hola!
ResponderEliminarEl primero me gusta mucho, yo creo que a veces ciertas rutinas calan tanto en nosotros que cualquiera puede padecer ese Síndrome de Estocolmo.
Y el segundo...a veces hay que llevar a cabo las decisiones en el momento porque luego el miedo, la cobardía o incluso los chantajes morales nos pueden mantener atados aunque no queramos.
Muy muy buenas historias.
Feliz semana y seguro que las musas se dejan caer enseguida.
Hola, Gemma,
EliminarQué bien que te hayan gustado ambos relatos. Respecto al segundo, yo añadiría que muchas veces nuestras ilusiones no aparecen en el momento adecuado porque no son viables, y cuando podrian ponerse en práctica esa ilusión se ha esfumado por culpa de esos elementos que muy bien mencionas.
Un abrazo y que también pases una feliz semana.
Me gustan mucho los dos relatos. Ambos tienen su sorpresa y dan muchos datos de que las cosas casi nunca son lo que parecen.
ResponderEliminarHay vidas tan anodinas y faltas de interés que hasta un secuestro si no es violento y traumático te puede hacer sentir emociones desconocidas. Sobre todo si hay de por medio alguien atractivo y que te trata con consideración (Huy, madre. Estoy siendo muy incorrecta políticamente).
Y respecto al segundo, enlaza con el de ayer de Irene: hay gente que ya tiene su destino escrito y por mucho que lo intenta... Es aquello de "si naciste pa martillo del cielo te caen los clavos".
Un beso.
La mente tiene reacciones muy extrañas e inesperadas. Hay quien aparentemente lo tiene todo pero en realidad no tiene nada de valor, como es una compañía, un amigo, una familia, el amor en definitiva. Y esa soledad vivida entre multitudes puede hacer que esa persona se sienta cada vez más desvalida y busque el calor humano donde sea, aun a costa de renunciar a su libertad. Divagaciones mías, jeje.
EliminarEn cuanto al destino, cierto es que hay quien, aun pudiendo, no lo cambia por pereza, o porque, cuando llega la oportunidad, se echa atrás por miedo. Los únicos que son valientes y lanzados son ños inños, pero a esa edad nada puede hacerse sino estar supeditado a tus mayores.
Me alegro que estos relatos te hayan gustado.
Un beso.
Narrados en primera persona, ambos relatos nos ofrecen dos enfoques distintos acerca de la crisis de nuestra civilización occidental relacionados con ese aspecto fundamental del ser humano, que no es otro que la libertad.
ResponderEliminar-El primero muestra la profunda sensación de soledad y falta de cariño, aunque en la vida cotidiana esté rodeada de éxito, por lo que surge el síndrome de Estocolmo cuando uno de los captores se preocupa por ella.
-En el segundo, el fuerte vínculo de la comodidad y la rutina se impone a cualquier «tentación» por romperlo, para cumplir las ilusiones a lo largo de las distintas etapas de la vida.
¡Qué dificil resulta vivir de acuerdo a nuestras ilusiones y lo caro que resulta pagar el precio que supone dicha libertad!
Me han gustado ambos micros, Josep, ya que contienen esa esencia fundamental de síntesis y un final contundente.
Un abrazo.
Qué bien lo has expresado, Estrella. Yo no lo hubiera hecho mejor, jeje.
EliminarMe alegra que hayas captado con tanto rigor el mensaje que pretendí lanzar en esos micros. Ya he tratado el tema de la soledad en otras ocasiones pero, aunque el tema del síndrome de Estocolmo ya está muy usado, me pareció una buena idea usarlo dándole este enfoque.
¡Cuántas cosas no habremos dejado por hacer por culpa de la comodidad, del aburguesamiento, de una postura acomodaticia y por falta de valor!
Muchas gracias, Estrella, por tus comentarios.
Un abrazo.
Saludos, Josep.
ResponderEliminarMuy buenos tus dos micros. Me uno a lo expresado por la mayoría de tus lectores: has sabido conjugar muy bien la intriga con un final, cuanto menos, sorprendente. Como dirían mis admirados Faemino y Cansado: ¡Bien jugao, sí señor, bien jugao! : )
Un abrazo.
Muchas gracias, Pedro, por tus palabras. A mí la verdad es que el juego no se me da muy bien. Si no fuera porque hace años que escribo más o menos regular, diría que quizá haya sido la suerte del principiante, jeje.
EliminarUn abrazo.
Todos necesitamos en algún momento escapar de algo, sentir que estamos vivos con ese toque de adrenalina que nos pone en tensión. Pero otras tantas veces el cerebro nos ata a los lugares y a las situaciones conocidas, preferimos quedarnos en el tiesto antes que perder las raíces por el camino.
ResponderEliminarLos dos relatos muy originales, aunque destaque por esa sorpresa final el segundo.
Un abrazo, Josep.
No todos somos iguales ni reaccionamos del mismo modo ante una situación idéntica. Nuestra personalidad se va fraguando a lo largo de la vida, especialmente durante la niñez y la adolescencia, y acabamos siendo unos seres con unos potenciales y deficiencias que nos identifican entre miles o millones de seres aparentemente iguales o muy parecidos. Y muchas veces uno mismo ignora de lo que es capaz y cómo reaccionará en una determinada situación de estrés. La persona aparentemente más dócil puede convertirse en atrevida e incluso violenta. Y, por el contrario, los que aparentan más decisión pueden quedar paralizados. Y hasta el más feliz puede ser es más desgraciado.
EliminarCreo que me he enrollado demasiado para decir simplemente que las apariencias engañan, jeje.
Me alegra que te hayan gustado ambos relatos.
Un abrazo, Javier.
Buena idea la de atraer las musas desempolvando relatos antiguos y darles un toque diferente. Te han quedado fenomenal. Ya verás como a partir de ahora todo te sale rodado. ya estoy deseando leer el siguiente. Un abrazo, Josep.
ResponderEliminarDe hecho, estos relatos no son muy antiguos, simplemente los tenía aparcados porque no acababan de convencerme y, eso sí, los he sometido a una revisión y a un retoque hasta dejarlos como están. Me alegro que creas que han quedado fenomenal, jeje. Espero que los próximos sean iguales o mejores.
EliminarUn abrazo.
Creo que muchos en su afán de buscar seguridad prefieren sacrificar la libertad a cambio de no tener que enfrentarse a decisiones difíclles. Puede que me haya ido por los cerros de Úbeda, pero esa es la idea que me ha quedado con tu primer relato y con tu protagonista con síndrome de Estocolmo.
ResponderEliminarLa escapada (fallida) de ese niño me ha parecido de una ternura preciosa.
Está bien que nos recuerdes tus escritos antiguos mientras esperas que la inspiración vuelva. A mí me encanta leerte siempre.
Un beso.
No te has ido por ningún cerro, Paloma, jeje. Yo añadiría también que hay quien aparentemente lo tiene todo, incluida la libertad, algo fundamental, pero le falta lo esencial: la amistad, la compañía, el amor, y solo cuando se dan cuenta de ello serían capaces de sacrificar ese bienestar del que gozan con tal de tener algo de lo que carecen.
EliminarComo le decia a Rita, estos dos relatos no tienen mucha antigüedad, aunque tal como lo expreso en la introducción así pueda parecer. De hecho, formaban parte de la terna que tenía preparada como relatos cantidatos a participar en el reto de las puertas del Tintero de oro. Estos dos comenzaban con la frase obligatoria "Antes de abrir la puerta...". Pero me decidí por el que finalmente utilicé para participar en dicho reto y estos los dejé en el congelador porque no me parecieron suficientemente buenos. Pero como no tenía nada nuevo que ofreceros, los he retomado y rehecho de pies a cabeza, hasta dejarlos tal cual.
Un beso.
¡Hola, Josep! No recuerdo qué autor dijo una vez que hacía siglos que no conseguía dar con una historia nueva y solo recurría a las ideas que una vez anotó en una libreta. Desde luego no es tu caso, pero es una excelente opción para épocas de sequía regresar a conceptos ya escritos y darles una vuelta.
ResponderEliminarSon dos micros que como bien dices tienen similitudes, casi podríamos titularlos las cadenas de la vida. El primero nos hace reflexionar sobre el libre albedrío y la comodidad de la falta de libertad. La Libertad nos permite hacer todo, también decidir, equivocarnos y responsabilizarnos de nuestros actos. Ello a veces es una carga muy pesada.
El segundo es maravilloso. ¿Cuántos sueños se quedaron en el camino? Quizá, muchos escribimos intentando compensar todas las renuncias que la vida nos llevó a realizar consciente o inconscientemente. Un fuerte abrazo!!
¡Hola, David! Acababa de darle a "publicar" a mi respuesta al comentario de Paloma (Kirke) y ha aparecido el tuyo, jeje.
EliminarSi lees mi respuesta a Paloma sabrás el origen de estos dos textos que ahora ma han servido para llenar el hueco que había dejado desde mi última publicación. Así que, a falta de nuevas ideas, he hecho uso de las antiguas, dándoles esa vuelta de la que hablas.
Me han gustado mucho tus reflexiones sobre cada uno de estos micros, pues son muy acertadas. Es muy cierto que a veces lo que escribimos encierra muchos deseos malogrados y promesas incumplidas, como si de ese modo pudiéramos resarcir la frustración que sentimos en su momento.
Un abrazo, amigo.
¡Hola, Josep Maria!
ResponderEliminarMe alegro que nos traigas estos dos micros. Y por cierto, están muy bien sazonados, :)
Ambos teniendo un argumento totalmente diferente, guardan un nexo común y es la prisión que buscan o han escogido como vida. La primera tiene sin lugar a dudas un grave problema, el segundo un miedo o la comodidad que le ha proporcionado el tiempo. Qué pena que la valentía se vaya difuminando con los años.
Un beso.
¡Hola, Irene!
EliminarComo digo más arriba, me costó más "ponerlos al día" que si los hubiera vuelto a escribir. Es muy habitual que cueste cambiar algo manteniendo inamovible lo esencial. Salvando las distancias, cuando empecé mi andadura en la industria farmacéutica y tenía que escribir largas instancias dirigidas al Ministerio de Sanidad de las que estaba bastante satisfecho y luego venía mi superior y me las hacía corregir cambiando de lugar o de enfoque algunas cosas, me ponía de los nervios por lo difícil que resultaba mantener la esencia de lo expuesto pero variando, a veces considerablemente, el orden de las exposiciones, jajaja.
Pwero volviendo a estos relatos, como me pareció ver ese nexo de unión entre ambos, decidí publicarlos a la vez y deshacerme de ellos de golpe, jeje.
Aunque es triste, debemos reconocer que muchas veces nuestras ilusiones se desvanecen con los años y ya no somos capaces de tomar la decisión arriesgada que quisimos tomar cuando no podíamos.
Muchas gracias por tus comentarios, compañera.
Un beso.