Creo que no debería
arrepentirme de nada. O quizá sí. No lo sé. Podría decir aquello de que fue
bonito mientras duró. Yo la amaba de verdad. Me pilló en horas bajas,
vulnerable a sus encantos. Me acababa de divorciar y me sentía solo y abatido.
Pero si me entregué a ese amor desenfrenado no fue por la necesidad de llenar el
vacío que sentía tras una relación de más de diez años con Isabel, sino porque
me enamoré perdidamente de ella.
Trini
apareció cuando menos lo esperaba ─pues era reacio a iniciar una nueva relación
cuando solo habían transcurrido unas pocas semanas desde el divorcio─ pero
quizá cuando más lo necesitaba. La diferencia de edad ─era quince años más
joven que yo─ no fue un impedimento para nuestro amor. Era todo lo contrario de
Isabel: divertida, despreocupada, atolondrada, como la niña que llevaba dentro.
Venía de otras relaciones, pero nunca quise conocer su pasado. ¿Para qué? Se
convirtió, de la noche a la mañana, en una droga de la que no podía prescindir.
En su ausencia sentía que me faltaba el aire. Su presencia era lo único que
aliviaba mi angustia. Y ella lo sabía. En más de una ocasión me dijo que, una
vez hubiera superado el trauma de mi divorcio, una vez recuperado de ese
fracaso sentimental, la dejaría, porque ya no la necesitaría para que me consolara.
Aunque
le juré que jamás me apartaría de ella, que mi amor era sincero, nuestra vida
en común duró muy poco. Fue ella la que un día, sin mediar explicación alguna,
me abandonó. Ni una nota de despedida ni una dirección. Desapareció. Y ahora creo
entender por qué. Yo salí perdiendo, pero ¿qué ganó ella?
Aunque
quiero pensar que lo ignoraba, tengo serias dudas. Si lo sabía, ¿desde cuándo?
Posiblemente me dejó al enterarse y no quiso o no se atrevió a confesármelo.
Afortunadamente
esta enfermedad, aunque no tenga todavía curación, ha dejado de ser mortal. Pero
ha cambiado drásticamente mi vida. Sin embargo, no me queda más remedio que
resignarme. Soy seropositivo y debo tomar ese maldito coctel antirretroviral
hasta el día en que se halle una cura definitiva. Y todo por culpa del amor.
Un texto muy bueno. Esa chica quitapenas llevaba una enfermedad que por suerte ya es crónica y no mortal, pero es un regalo que nadie quiere, y ella debió saberlo.
ResponderEliminarUn abrazo
Un regalo envenenado, sin duda.
EliminarMuchas gracias, Albada Dos, por pasar y dejar tu comentario.
Un abrazo.
Una historia lamentable, todo por no poner los medios, ya que las relaciones de ahora en los jovenes son, de oca a oca y tiro porque me toca, pues en cualquier momento puede tocar...
ResponderEliminarEstupendo relato Josep, me gustó mucho.
Un abrazo.
De hecho, solo toca al desprevenido. Parece mentira que todavía pueda ocurrir, pero a veces el exceso de confianza traiciona.
EliminarMuchas gracias, Elda, por tu comentario.
Un abrazo.
Real, como la vida misma.
ResponderEliminarBuen relato.
Un abrazo.
Así es, José María.
EliminarMuchas gracias por tu tiempo.
Un abrazo.
Coitus interruptus. Cuando parecía que la felicidad podía brillar de nuevo en la vida de este hombre...crack!! Es un tema muy delicado y difícil de juzgar. Lógicamente y si hubiera sido una relación de una noche sin protección es una responsabilidad a asumir. Pero el regalo envenenado vino cuando se suponía que la relación era ya algo más estable. Jodido asunto el de la jodienda, con perdón, pero mejor siempre con precaución :). Buen y reflexivo relato Josep.
ResponderEliminarAbrazos.
Hay muchos interrogantes. Quizá él no conocía el pasado promíscuo de Rita, quizá creía estar a salvo porque ella tomaba anticonceptivos, quizá ella ignoraba que era portadora del virus hasta que se lo diagnosticaron, quizá los sentimientos de él hacia su nueva pareja hicieron que no imaginara lo que se le venía encima, quizá...
EliminarMuchas gracias, Miguel, por leerme y comentar.
Un abrazo.
¡Qué triste historia!En los tiempos que corren hay que tener mucho cuidado, no solo con esa enfermedad sino con muchas otras de trasmisión sexual. Buen relato, amigo mío.
ResponderEliminarCiertamente es triste que la persona a quien uno ama sea la responsable de la transmisión de esa enfermedad. Aunque siempre vale más prevenir que curar.
EliminarUn abrazo.
Pero después de todo, ¿hubiera cambiado algo de haberlo sabido desde un inicio? Es una pregunta que parece absurda, pero ¿hubiera renunciado a ella por evitar el contagio? Creo que la respuesta no sería tan inmediata como nos diría el sentido común. La vida es limitada, y lo que Trini le ofreció en su momento fue dicha.
ResponderEliminarHumm... Quizá sería muy interesante conocer esta historia desde el punto de vista de Trini y formar un fantástico cuadro completo. Ahí lo dejo, Josep...
Muy buen relato. Un abrazo!!
De ahí que el protagonista se plantee al principio del relato si debe arrepentirse o no. De todos modos, de haberlo sabido (ambos) habrían podido tomar medidas preventivas.
EliminarSí, quedaría por saber qué piensa Trini y los precedentes. ¿Sabia que era portadora del virus? ¿Qué vida llevaba antes de conocer al protagonista? De momento, yo también lo dejo aquí, jajaja.
Muchas gracias, David, por tu comentario.
Un abrazo.
Vaya, va a resultar cierto que el amor perfecto no existe. Al menos ahora el VIH ya no mata aunque deja a los infectados anclados de por vida a un cóctel de fármacos.
ResponderEliminarQue digo yo que ya que lo había contagiado, al menos se podía quedar, total, de perdidos al río. Y seguro que tu protagonista llevaría mejor la enfermedad al lado de Trini. En fin, el ser humano es complejo y tu texto invita a la reflexión porque, al igual que comenta David, yo creo que él no habría renunciado a ella al saber que era seropositiva.
Vaya manera de recuperar la inspiración, Josep Mª! Me has dejado reflexiva y dándole vueltas al coco, ja, ja, ja.
Un beso grande.
Como la última frase de "Con faldas y a lo loco": Nadie es perfecto, jeje. Yo más bien diría nadie ni nada.
EliminarCreo que con toda seguridad, si Trini le hubiera confesado la verdad, él no la habría rechazado, pero habrían tomado precauciones. Si ella no lo sabía, una vez le hubiera transmitido la enfermedad, seguramente él habria querido que siguiera a su lado y si ella se hubiera quedado, seguro que todo habría sido más llevadero, pues al huir de ese modo parece más una traición y una cobardía. Pero todo se reduce a si...
Muchas gracias, Paloma, por tus comentarios.
Un beso.
El otro día leí a un escritor que decía que enamorarse "locamente" a los cuarenta o a los cincuenta era propio de una inmadurez completa. Eso puede hacerse cuando uno es joven, hacerlo ya de mayores puede acarrear los mayores desastres. Es lo que le pasa a tu protagonista que, de paso, opta por una mujer quince años menor que él. Parece de libro. Un cordial saludo. Bienvenido al mundo de los relatos de nuevo.
ResponderEliminarSeguramente sea cierto lo que leíste. Por lo menos, a mí siempre me ha resultado anómalo, o cuanto menos atípico, enamorarse como un adolescente en plena madurez. Pero no descarto que pueda suceder por lo que comentas. De hecho, he sabido de algún caso en que un hombre maduro ha quedado "prendado" (por no usar una palabra más fuerte) de una jovencita a la que le doblaba la edad.
EliminarUn saludo.
Creo que a tu personaje no le conviene indagar en todos esos interrogantes que se hace. ¿Lo sabía ella? ¿Desde cuándo? En realidad es mejor no saberlo por si el salir de la ignorancia supone un dolor mayor. Y para el lector es también mejor que quede abierto ese interrogante.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato.
Un beso.
Tienes razón, Rosa, pero creo haber dotado o impregnado a mi protagonista de mi propio defecto: querer saber siempre el por qué de las cosas, aunque ello entrañe pasarlo mal, jeje.
EliminarMe alegro que te haya gustado este relato.
Un beso.
Todas las vivencias nos dejan su huella en la piel. Lamentablemente algunas son demasiado profundas, irreversibles. Muy buen relato, Josep Mª. Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola, Conrad!
EliminarCierto, hay cicatrices que desaparecen con el tiempo y otras que quedan para siempre en la superficie, por mucho que se quieran disimular.
Muchas gracias por pasarte y dejar tu comentario.
¡Hola!
ResponderEliminarPues te digo como David, estaría genial conocer la versión de Trini. ¿Sabía ella que era portadora?
Y también estaría bien saber cómo está, si vive con gracias a un tratamiento o ha tenido un final como el de Jenny Forrest Gump(Jenny se supone que tenía un virus desconocido pero viene a ser lo mismo).
Enhorabuena, me ha gustado, parece que las musas vuelven a visitarte.
Yo creo que lo único que Trini le ocultó al principio fue que era una persona de riesgo por su pasada promiscuidad y no fue hasta que le detectaron que era portadora del VIH que tomó la decisión de huir sin advertirle de que podía estar contagiado. Si lo primero es hasta cierto punto excusable, lo segundo es, a mi juicio, totalmente falto de ética, pues, de haberle querido de verdad, se lo habría confesado asumiendo las consecuencias.
EliminarMe alegro que te haya gustado y bueno, las musas vienen y van, parecen indecisas. Espero que se queden, jeje.
Un abrazo.
Creo que él volvería a repetir la historia...
ResponderEliminarYa se sabe: el hombre es el único animal qyue tropieza dos veces con la misma piedra, jeje.
EliminarUn abrazo.
La atracción y deseo sexual son bastante irracionales, por primitivos. Yo que tú, tomarñia precauciones, jeje.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y es que no hacemos caso a las recomendaciones de los entendidos "Póntelo, pónselo" Esta sociedad tan egocéntrica, en la que la búsqueda del placer personal e inmediato nos hace convertirnos en picaflores libidinosos sin conocimiento de causa es la que nos mueve a ello con sus tentaciones continuas. Habrá que asumir los riesgos de estas relaciones esporádicas que entrañan regalos envenenados. La pasión, la excitación, y el sexo son una cosa. El amor de verdad implica todo eso pero mucho más.
ResponderEliminarA ver si aprende tu personaje que la culpa no es del amor si no de su entusiasmo a la hora de relacionarse.
Una buena historia con moraleja.
Un abrazo, amigo.
Otra culpa aplicable al protagonista es el exceso de confianza, aunque posiblemente debido a un entusiasmo mal controlado.
EliminarEn esta historia, la moraleja está servida a gusto de cada uno, jeje.
Un abrazo, Javier.
Una historia de la vida real. El amor se va dejándonos dolores aveces para siempre, en este caso esa enfermedad que nadie quisiera pero por culpa de amor, aveces llega. Un placer leerte. Saludos
ResponderEliminarEn la vida real hay situaciones inesperadas y muy dolorosas, y esta es una de ellas.
EliminarMuchas gracias, Sandra, por venir a leerme y dejar tu comentario.
Un saludo.
Estas cosas, de forma incomprensible, pasa mucho. El protagonista no quiere saber el pasado de la chica, no sabe si arrepentirse o no de lo vivido, por supuesto no sabe desde cuándo conocía ella lo de su enfermedad... su vida es un océano de dudas en las que parece ser no le importa nadar, con esta premisa a ese hombre le puede pasar cualquier cosa. SAludos.
ResponderEliminarUn montón de dudas e incertidumbre. Quizá fue demasiado crédulo, ingénuo o simplemente indiferente. En todo caso, lo pagó caro, y aun así no sabe si arrepentirse, pues parece valorar más los buenos momentos pasados con ella que el regalo envenenado que esta le dejó. Todo un especimen. Espero sinceramente que no hayan muchos como él, por su bien.
EliminarUn saludo.
Qué relato más duro, Josep Maria. No por la traición que pueda suponer que ella lo supiera y aun así no se lo dijera, sino más allá, porque es verdad es una enfermedad que no es mortal, pero la vida de tu protagonista quedará marcada y no solo por los fármacos que deba tomar, sino por la misma sociedad en sí, esta que ante la incomprensión maltrata.
ResponderEliminarAhora si que podemos decir que has vuelto fuerte con este súper relato, me alegro un montón.
Un beso.
De esa relación amorosa le quedarán muchos recuerdos, buenos y malos; algunos los olvidará y otros no. Pero lo que es seguro es que su enfermedad será siempre un estigma en esta sociedad.
EliminarNo sé si he vuelto fuerte, pero por lo menos he vuelto con un relato de reciente cosecha, je,je.
Muchas gracias, Irene, por acercarte y dejar tu comentario.
Un beso.
Triste y duro relato Josep, pero aunque hubo amor por parte de él, lo que es por parte de ella hubo un poco de mala condición "es mi opinión".
ResponderEliminarAbrazos.
El amor muchas veces no solo trae satisfacciones; también puede tener malas consecuencias.
EliminarUn abrazo, Conxi.
No conocía la primera parte de la historia, de modo que he preferido irme a informar antes de comentarte nada sobre esta continuación:
ResponderEliminarDe entrada me ha resultado amena, fluida y muy divertida la lectura, con un protagonista tan enamoradizo y tímido (complicada simbiosis), en un contexto muy común para cualquier lector, siguiendo un ritmo palpitante, y muy propio, para que la trama enganche, por lo que no he perdido nunca el interés por seguir leyendo esta segunda parte.
Aquí, al protagonista, no le vuelven a faltar nuevos motivos para su tendencia a enamorarse con tanta facilidad y lo cierto es que lo consigue hasta el extremo de recibir una buena paliza, por parte de otro "contrincante" mucho más musculoso que él, aunque de lo malo también obtuvo alguna recompensa, no la que realmente deseaba.
Espero que continúes la historia o saga, como mejor se adapte a tu propósito, que de momento desconozco.
Como puedes comprobar me he tomado un tiempo para leerte con detenimiento, pues no soy partidaria de comentarios de compromiso, para eso no contesto.
Un abrazo fuerte y buen inicio de semana.