Hay días que parece que te has levantado con el
pie izquierdo y otros en los que, por el contrario, la suerte te sonríe. Y
también hay situaciones en las que una desgracia te trae una fortuna y
viceversa. Como lo que me ocurrió hace poco más de cuatro años.
Me disponía a ir al
trabajo, iba con mucha prisa pues se me habían pegado las sábanas. Tenía el coche
aparcado a dos manzanas. Estaba a punto de abrir la puerta de mi Renault Clío cuando,
con las prisas, las llaves se me escurrieron de las manos yendo a parar a la
alcantarilla que había justo a mis pies.
─¡Mierda, mierda,
mierda! ─exclamé en voz alta, presa de la desesperación─. ¿Y ahora, qué coño
hago?
─¿Le ocurre algo,
señorita? ─oí que alguien me decía a mi espalda. Di un brinco, pues no me había
percatado de que tenía compañía.
─¿Qué? ¿Cómo? Es, es
que se me han caído las llaves del coche por la alcantarilla ─me apresuré a
decir un poco abochornada.
─No se preocupe, mujer,
que yo tengo con lo que resolverle el problema ─aseguró con aplomo, mientras
sacaba de una mochila una serie de herramientas─. Soy fontanero y ahora me
dirigía a un domicilio a hacer un servicio. Aquí tengo de todo, bueno, de casi
todo, je, je.
Y, efectivamente, en un
plis plas, apartó la rejilla que taponaba la boca de la alcantarilla.
─¿Ve qué fácil? Ahora
solo hay que alargar el brazo lo más posible hasta dar con ellas. Eso si antes
no me muerde una rata, ja, ja, ja. Es broma, mujer, no ponga esa cara.
La verdad es que no
tuvo que esforzarse demasiado porque al cabo de unos segundos esbozó una gran
sonrisa y sacó el llavero al que se le había pegado algo.
─Ahí va, se puede decir
que he cazado dos pájaros de un tiro. ¿Qué es ese papel de colorines?
No tuve que hacer un
gran esfuerzo para ver que se trataba de un boleto del Cuponazo de la ONCE.
─Vaya, vaya, ¡pero si
es un número de lotería! A alguien se le debió caer.
No sé cómo ni por qué,
pero, de forma un tanto irreflexiva dije:
─Es mío. Es que lo
llevaba en la mano y se me cayó junto a las llaves ─lo dije con una soltura que
a mí misma me sorprendió. Aun así, noté que el hombre me miraba de una forma
que daba a entender que no acababa de creérselo. Pero, tras unos segundos de
duda, me tendió el billete y, sin más, se despidió, aunque durante un buen
trecho se fue girando como si quisiera observar mis movimientos.
─¡Muchas gracias!
─grité desde la distancia, a lo cual el hombre respondió levantando un brazo.
Antes de arrancar, miré
el boleto como quien descubre un tesoro dentro de un cofre, pero enseguida
pensé que lo más probable es que fuera un boleto caducado o bien no agraciado
con ningún premio. Pero estaba equivocada. La fecha era del viernes anterior y
estábamos a lunes. Consulté el número premiado con el móvil. No se trataba del
primer premio. Entonces introduje las cifras en la casilla para comprobar los
números adicionales premiados y apareció en pantalla “El número 42031 y serie
040 tiene un premio de 100.000 €”. Miré y remiré diez veces la fecha y la
numeración y eran correctos. ¡Tenía en mis manos un boleto agraciado con cien
mil euros! Quién lo había perdido me importaba un bledo. Allá él o ella por ser
tan despistado o despistada ─pensé─, aunque de repente sentí un ligero
remordimiento que se fue debilitando a medida que me acercaba a la oficina.
─Lo siento mucho, señor
Peña, pero es que he tenido un pinchazo y hasta que un buen samaritano no se ha
brindado a cambiarme la rueda no he podido venir ─mentí a mi jefe, quien se lo
creyó a pies juntillas. ¿Cómo iba a engañarle su tan apreciada y eficiente
secretaria?
Estuve dando vueltas sobre
qué podía hacer con ese dinero. Bueno, en realidad solo le di una vuelta, pues
hacía tiempo que quería hacerlo, pero no me llegaba la pasta ni de lejos: dejar
el viejo piso de alquiler y adquirir uno de propiedad. Ese dinero me serviría
para pagar la entrada de un piso de segunda mano y el resto lo haría la
hipoteca. Pero antes tenía que cobrar el billete. ¿A ver si quien lo había
extraviado lo había denunciado y me pillaban con las manos en la masa? Bueno,
siempre podía decir que me lo había encontrado y que, como no sabía a quién
pertenecía, pues me lo había quedado.
El caso es que entregué
el billete al banco para que lo cobraran en mi nombre y al cabo de un mes ya
tenía los cien mil euros ingresados en la cuenta corriente.
─Pues has tenido
suerte, chica, de que nadie lo haya reclamado.
─Sí, ya lo creo. No lo
tenía muy claro hasta que vi el dinero en mi cuenta.
─¿Y ya has decidido qué
vas a hacer?
─Todavía estoy dudando.
─Carla, no le des más
vueltas. Decídete ya. He visto no muy lejos de aquí un piso en venta que está
muy bien. Es antiguo pero reformado. Tiene unos 60 metros cuadrados y piden
190.000 euros.
─¿Y cómo sabes tú todo
eso?
─Pues porque he llamado
preguntando.
─Desde luego, Mónica,
siempre tan decidida.
─Lo hago por ti, mujer.
¿Acaso no era eso lo que querías? Pues ahí tienes tu oportunidad. Das noventa
mil euros de entrada y haces una hipoteca para los cien mil restantes. ¡Si hoy
en día los bancos se pelean para conceder hipotecas y a un interés fijo bastante
bueno! Por esa cantidad te la conceden al momento. Y encima te quedarán diez
mil euros para tus caprichos. Ya verás. Y cien mil euros en treinta años te
sale a una mensualidad menor que el alquiler que estás pagando. Y, con la
inflación, dentro de un tiempo todavía te resultará más económico.
─¿Me das el teléfono al
que llamaste?
***
Al cabo de tres meses,
ya estaba instalada en el nuevo piso con vistas al paseo del Born, una zona que
estaba siendo remodelada y que iba convirtiéndose en una atracción turística,
especialmente para bohemios noctámbulos y jóvenes de todas las clases sociales.
Por fin tenía un piso
de propiedad. Ya no tenía que temer un aumento abusivo del alquiler ni que
ningún especulador comprara el edificio para luego echar a los inquilinos que
no podrían hacer frente a las nuevas condiciones económicas, como empezaba a
ocurrir en aquel barrio.
El piso estaba bastante
bien pero no tanto como me había dicho Mónica. Tuve que hacer algunas reformas.
Pero para eso estaban los diez mil eurillos que me habían sobrado. Y esas
reformas volvieron a favorecer mi suerte, pues en un armario empotrado descubrí
un tesoro. El altillo se negaba a abrirse de lo oxidados que estaba los goznes.
Con una palanca lo conseguí. Dentro, junto a unas mantas que olían a naftalina,
había una caja de madera y dentro de ella un objeto que al principio no supe
identificar. Cuando lo observé a la luz del día, vi que era como un duende
tocando la flauta. Era realmente bello, pero ¿qué iba a hacer yo con aquella estatuilla
que parecía de yeso? Lo primero que pensé fue que algo que estaba tan
celosamente guardado debía tener bastante valor. Otra vez me encontraba con la
disyuntiva de quedarme con un objeto ajeno o intentar devolvérselo a su
propietario. Pero en este caso el antiguo propietario del piso había fallecido
y fue su heredero quien firmó la compra-venta. Era de suponer que antes de la
venta, se había cerciorado de que no dejaba nada de valor. De hecho, no dejó ni
una cortina, ni una bombilla, nada de nada. Así pues, deduje que no sabía de la
existencia del duendecillo flautista.
***
─Vaya, vaya, eres una
mujer afortunada. Ahora resulta que igual has descubierto una obra de arte de
gran valor y, de la noche a la mañana, te conviertes en millonaria. Ya veo a
esa figurita en una subasta de Christie’s.
─Desde luego, Mónica,
eres muy imaginativa.
─Y tú, Carla, una
incrédula. ¿Por qué no intentas averiguar su valor aproximado en el anticuario
que hay al final de la calle?
Cuando el anticuario le
echó un vistazo, noté que su expresión cambiaba de repente y me observó como
quien tiene delante a un ladrón de guante blanco que se ha hecho con una obra
de arte y pretende venderla en el mercado negro. Me preguntó de dónde la había
sacado y le dije otra de mis mentiras: que mi padre había fallecido y me la
había dejado en herencia, pero que como estaba necesitada de dinero, quería
saber su valor, por si me interesaba venderla.
─¿No tiene usted
factura? ¿No le dijo nunca su padre dónde la consiguió?
─Pues no, mi padre y yo
hacía años que no nos hablábamos ─¿por qué me liaba de esa manera? Solo
faltaría que ese hombre llamara a la policía creyendo que tenía ante sí a una estafadora.
─Mire, vuelva mañana y
podré darle una valoración exacta. Antes tengo que hacer unas consultas. Pero
déjeme hacerle una fotografía a la estatuilla, si no tiene inconveniente.
Le hizo, no una sino
diez fotografías por lo menos, desde todos los ángulos posibles. Nos despedimos
con un hasta mañana y volví a casa con un leve dolor de estómago. ¿Sería de
fiar ese individuo? Muchos anticuarios están metidos en negocios turbios o bien
son confidentes de la policía.
─Por lo que cuentas,
parece que ese objeto tiene bastante valor. Seguro que lo revende en el mercado
negro y te da una miseria.
─Ahora eres tú la
negativa. Menos conseguiré quedándome con ese lo que sea que toca la flauta.
─Eso es cierto, pero ve
con cuidado. No sé por qué, pero creo que ese tío no es de fiar.
─¿Por qué no me
acompañas mañana, a ver qué me dice?
─Vale, no problem.
***
─Lo he estudiado
detenidamente y lo he consultado con un colega y esta obra parece ser del siglo
XIX. En un principio pensé que sería más antigua. No hemos llegado a
identificarla, así que no sabemos quién fue el autor, cosa que es fundamental
para valorar una obra de arte. Está bastante bien conservada, eso sí, lo cual
corrobora que no es demasiado antigua.
─¿Y cuánto podría
valer? ─se me adelantó Mónica, pues yo permanecía sin saber qué decir.
─Pueees ─empezó a pensar
rascándose la perilla─, podría ofrecerle unos cinco mil euros, siendo muy
generoso. Tenga en cuenta que sin factura ni conocer su procedencia no resulta
fácil introducir una obra de arte en el mercado.
Mónica me miró con
expresión interrogativa y yo le respondí encogiéndome de hombros. No sabía qué
hacer, pero esa cantidad era superior a lo que esperaba.
─Si quiere consultar a
otro anticuario…
─No, no, da igual. Me
fio de usted. ¿Y podría abonarme esa cantidad en metálico y ahora?
─Pues claro. Espérese y
cerramos el trato.
Al cabo de quince
minutos estábamos de vuelta en el piso y yo contando una vez más los billetes.
─¡Cinco mil euros, tía!
─exclamé. Todavía no podía creérmelo.
─Um, no me extrañaría
que valiera diez veces más y ese viejo te ha tomado el pelo.
─No seas aguafiestas,
por favor. Teniendo en cuenta cómo he obtenido esa figurita, mejor eso que
nada, y mejor no ir armando jaleo. Esos cinco mil euros me servirán para
amortizar parte de la hipoteca. Ahora solo deberé noventa y cinco mil euros.
─Sí, claro.
***
Pero, como decía al
principio, del mismo modo que la suerte aparece cuando menos te lo esperas, las
desgracias también te atacan por sorpresa.
Solo habían
transcurrido dos años desde aquel hallazgo. Mi empresa llevaba tiempo haciendo
aguas y la crisis que asoló todo el país acabó por obligarla a cerrar. Me quedé
en la calle después de cinco años de trabajar en ella. Con mi sueldo me
correspondió una indemnización ridícula, pero al menos tenía dos años para ir
cobrando el paro e ir buscando un nuevo trabajo.
Mónica, como compañera
de trabajo, sufrió las mismas consecuencias. Nos pasábamos los días enviando
currículums sin resultado, solo la típica y escueta respuesta de “Gracias por
enviar su CV. La tendremos en cuenta en caso de que se produzca una vacante”.
Al cabo de otros dos
años, seguía igual. Mónica, en cambio, entró a trabajar como cajera en un
supermercado paquistaní del barrio. Aun así, tuvo que volver a vivir con sus
padres. Yo me quedé sin apenas ahorros y el pago de la hipoteca se me hizo cada
vez más cuesta arriba. Hasta que no pude seguir pagando las cuotas mensuales.
Y ahora, sin nadie a
quien recurrir, me han desahuciado, me he quedado en la puta calle y sobrevivo
gracias a los servicios sociales que me dan de comer y alojamiento donde
dormir.
Hoy, en el comedor
comunitario, una voz que me ha resultado familiar me ha llamado poderosamente
la atención.
─¡Señorita! ¿Cómo usted
por aquí? Cómo es la vida, ¿verdad?
Yo todavía no atinaba a
saber de quién se trataba. Él seguía hablando mientras sostenía una bandeja de
comida en las manos.
─No ha cambiado usted nada
desde que nos vimos hace… uf, ya ni me acuerdo ─y como viera que no me
inmutaba, siguió con su perorata─. ¿No se acuerda de mí? Claro, no es de
extrañar, solo nos vimos unos minutos. Soy aquel fontanero que la ayudó a
rescatar las llaves del coche. Bueno y un boleto de la lotería. Por cierto,
¿resultó premiado?
Qué bueno, Josep, qué bueno. Un placer leerte, como siempre. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Hola, Fefa! ¡Cuánto tiempo! Me alegro que te hayas pasado por aquí, como en los viejos tiempos, para leerme. De vez en cuando e ido pasando por tu blog, pero veo que últimamente no has estado muy activa. A ver si te animas, je,je.
EliminarUn abrazo.
"he ido". Perdón por este lapsus garrafal, je,je.
EliminarOtro abrazo.
Gran relato Josep que a su vez es un pequeño tratado sobre la suerte. Un concepto sobre el que han corrido ríos de tinta y no parece existir un consenso sobre este concepto. Los racionalistas, dicen que la suerte no existe. Lo que consideran buena o mala suerte puede explicarse a partir de la aplicación de las leyes de la probabilidad. Por ejemplo, piensan que si un balcón cae sobre una persona, esto no habla de su suerte; sino del deterioro que el edificio haya sufrido hasta el momento del accidente, independientemente de quién esté pasando por debajo. Entonces hablamos de casualidades o sincronicidades que aún son conceptos más complejos de definir. Pero desde luego, si el concepto de suerte pura y dura encuentra su razón de ser es en la lotería que es puro azar. También es verdad que al menos hay que comprar el décimo ja, ja, ja.
ResponderEliminarAbrazos marcianos.
Pues mira, yo también soy de los que creen más en la causalidad que en la casualidad, pero a veces he llegado a tener serias dudas, je,je. Por lo general, siempre pienso que en un hecho, puede haber una proporción de suerte, pero la mayor parte se basa en el mérito. Incluso, como bien dices, en los juegos de azar, como la lotería. Si no compras el boleto no habrá suerte que valga.
EliminarUn abrazo, Miguel.
Puessss no sé yo si la muchacha mentorisilla hubiera tenido más o menos el mismo final con cupón y duende que sin ellos. Sospecho que quizás sí, las probabilidades de que su empresa quebrara por la crisis eran altas o las mismas que la de muchos, y aunque antes no tuviera hipoteca tenía al parecer un alquiler algo alto...quizás se hubiera quedado sin ingresos y probablemente sin casa igualmente...el azar tiene mucho de probabilidades matemáticas. Creo que me da más pena el fontanero bienhechor jejeje. Un abrazo grande y sabático compañero de teclas.
ResponderEliminarHola, Cristina. Hay gente que, a base de mentiras, van construyendo su vida y se salen con la suya.
EliminarEl resto de los mortales solemos preguntarnos qué hubiera pasado si..., cuya respuesta es un misterio.
Un fuerte abrazo.
Es la ley del equilibrio, la vida te da y te quita intentando guardar el equilibrio, ella no hizo lo correcto ni con el fontanero ni con la estatua. Y lo sabía.
ResponderEliminarMuy buen texto que nos intriga desde el principio hasta el final.
SAludos.
La vida tiene sus altibajos; hay quien ahora está arriba y al poco abajo. Pero la cuestión está en saber si es por "méritos" propios o porque la suerte juega con ellos. Seguramente hay de todo un poco, aunque muchas de esas cosas pueden ser previsibles.
EliminarMuchas gracias por pasarte y dejar tu comentario.
Un abrazo.
He pensado: "Esta vez no me pillas, Panadès. Es el le compró la figura, que ha tenido mala suerte por haberle engañado en el precio".
ResponderEliminarBuen relato.
Un abrazo.
Ja,ja. Me encanta haceros pensar para divinar el final.
EliminarMuchas gracias, Chema.
Un abrazo.
Lo he leído de corrido pues está contado tan bien que tenía ganas de saber las peripecias de la chica en su recorrido inicial de buena suerte ¡cachisss en el dichoso karma de las narices!
ResponderEliminarPor cierto, no me fío un pelo del anticuario.
Muy bien perfilados todos los personajes.
Un fuerte abrazo Josep.
Al final acabaré creyendo en el karma, ja,ja,ja.
EliminarLa verdad es que esta chica no estuvo muy fina en sus decisiones, pero el anticuario también tuvo su papel en ese juego de mentiras.
Muchas gracias por tus comentarios, Isabel.
Un fuerte abrazo.
Pues muy bueno. La suerte le ha sonreído tanto, que tal vez necesitaba un contrapunto, Nada extremo, porque que la empresa cierre sus puertas no es nada especial. A mí se me cayeron las llaves del coche a la alcantarilla , y quien me ayudó fue un señor que me dijo si no tendría un imán con una cuerda. Útil, son duda :-)
ResponderEliminarUn abrazo
Cuántas veces hemos oído eso de que cuando uno es muy feliz teme que ocurra algo malo de repente, como si la felicidad no pudiera durar mucho. A Carla, la suerte le sonrió varias veces seguidas, así que se cumplió esa premonición.
EliminarMira por donde, tú también encontraste un buen samaritano, aunque no encontraste ningún billete premiado, je,je.
Un abrazo.
Que bueno Josep Mª, las ganas de conocer el final de la fiesta hce que se lea de corrido. Un abrazo!
ResponderEliminarMe alegro que te haya resultado tan interesante.
EliminarUn abrazo.
Muy bueno Josep, ahora, la chica no me ha gustado un pelo, jajaja; una mentirosa en principio y una egoísta por no compartir el boleto con el fontanero ya que fue él, el que lo rescató con las llaves. Pero claro es que sino, no habría sido esta historia, habría sido otra, jajaja.
ResponderEliminarMe ha encantado y lo he leído deseosa de que al final la cogieran por algo, por quedarse con todo, jeje.
Un abrazo.
Un abrazo.
Pobre fontanero, después de ser un buen samaritano, se queda sin su merecida recompensa para luego acabar en la calle dependiendo de los servicios sociales. Los dos acaban igual, aunque en el caso de ella más bien parece un castigo divino, je,je.
EliminarMuchas gracias por tu lectura, tus comnetarios y tus dos abrazos, ja,ja,ja.
Jajajaja, me salió repe el abrazo, más vale que sobre que no que falte, jajaja.
EliminarLa suerte viene a ser la antítesis de lo que razonablemente suponemos que nos va a pasar, digamos que el factor sorpresa es lo que determina la idea de suerte.
ResponderEliminarLa suerte estrictamente no existe, ya que los sucesos que nos ocurren se derivan o son consecuencia de las opciones que tomamos en la vida, de ahí que yo también crea más en la causalidad, que lo que habitualmente la gente dice ser casualidad.
Los juegos de azar, la lotería y otros ejemplos parecidos, pertenecen a ese otro concepto de «suerte» como causa circunstancial imprevisible e ilógica, añadiría yo.
Una historia, estimado Josep, bien urdida y narrada con un claro mensaje implícito en su título, con un claro mensaje sobre las consecuencias de una cierta conducta demasiado confiada con su aparente «buena suerte».
¡Quien le iba a decir a la protagonista que en sus peores momentos iba a volver a encontrarse con el fontanero! ja,ja,ja Esperemos que esta vez acabe mejor dejando a un lado su egoísmo.
Un abrazo.
Vivimos en la incertidumbre y cuando sucede algo inesperado lo achacamos a la buena o mala suerte. Los envidiosos de los triunfos ajenos, en especial, siempre lo achacan a la suerte, sin tener en cuanta el mérito y el sacrificio.
EliminarMuchas gracias, Estrella, por aportar tu interesante punto de vista.
Un abrazo.
"¡Las vueltas que da la vida!". Creo que para bien y para mal ese podría ser el epitafio que acompañara a tu protagonista, je, je.
ResponderEliminarTengo sentimientos contradictorios con respecto a la historia. Me apena que la chica lo perdiera todo, pero como tampoco es que lo ganara con su esfuerzo ni resultara de sus propias iniciativas... En fin, para ser sincera tampoco estoy segura de que yo hubiera intentado devolver el boleto de lotería premiado, la verdad :D
Un relato estupendo, Josep, muy ameno y entretenido, sin olvidar la sutil moraleja. He disfrutado mucho de su lectura.
¡Un abrazo!
Bueno, Julia, yo creo que seríamos muchos los que nos quedaríamos con un billete de loteria extraviado. No sé si alguien pondría un anuncio buscando al verdadero propietario. ¿Quién me dice que quien lo reclamase no fuese un desaprensivo?, ja,ja,ja.
EliminarMe alegro que este relato te lo haya hecho pasar bien.
Un abrazo.
Me alegro que
La suerte, que es la suerte si no una dama caprichosa que te da y te quita todo con la misma facilidad, sin cambiar un ápice la expresión de un rostro sonriente pero frío.
ResponderEliminarLa verdadera suerte, dijo alguien, es la conjunción de la oportunidad y la preparación suficiente como para poder aprovecharla. Yo más que en la esquiva suerte creo en lo providente.
Un abrazo, Josep. Como siempre un relato que se lee con ansia de saber que ocurre al final.
Muy cierto, Javier. Yo he oído muchas veces achacar a la suerte que alguien haya obtenido un muy buen puesto de trabajo entre muchos candidatos. Evidentemente es la opinión de quienes no han tenido esa "suerte". Si el beneficiado no hubiera mostrado unos méritos indiscutibles, no le habrían dado la plaza, a menos que fuera un "enchufado", claro, je,je.
EliminarUn abrazo.
Hola, Josep Maria.
ResponderEliminarLo que es la vida, un día tocas el cielo y otro no hay manera de levantar cabeza.
Quizás fue suerte lo de tu protagonista, aunque a costa de quitársela a otros y con la crisis recibió un castigo, se podría hablar también del karma en tu relato.
Lo que das, recibes y en este caso sin duda lo suyo, terminó fatal.
Un relato fantástico, ameno y divertido que como ya te han dicho se lee de un corrillo de lo bueno que es.
Un beso, y feliz día.
La vida, como dije antes, está llena de altibajos. La cuestión es saber llevarlos y superarlos. Debemos estar preparados para afrontar cualquier contratiempo. Ya lo dice el porverbio inglés: espera lo mejor y prepárate para lo peor. Lo único que es inevitable es quedarse en el paro, pero, aun así, la positividad puede ayudarnos a superar ese bache. No hay que esperar a que la suerte nos sonría, debemos poner de nuestra parte.
EliminarMuchas gracias, Irene, por tu amable comentario.
Un beso.
¡Qué bueno, Josep! Yo no creo en la suerte, pero si en el azar. La propia realidad que nos alumbra comenzó por una azarosa desproporción de materia positiva y negativa tras el Big Bang. La suerte creo que tiene más con la capacidad de respuesta ante un suceso azaroso, ello es obvio que se da. Pero tal como viene se va si detrás de esa fortuna no hay algo más. Lo mismo vale para la mala suerte.
ResponderEliminarEn este relato, la protagonista sabe aprovecharse del azar, cuando le vienen bien dadas; pero no al revés. Una trama muy bien elaborada, con ese buen fontanero que haciendo lo correcto al final parece que la vida no le deparó mejor fortuna. Una historia superentretenida, Josep. Un abrazo!
Pues sí, David, desde luego yo no achacaría el Big Bang a la suerte, más bien a una desgracia, ja,ja,ja.
EliminarLa suerte, como bien apuntas, es saber aprovechar positivamente un suceso producido por azar.
Me alegro que este relato te haya parecido superentretenido.
Un abrazo.
DAVID RUBIO SANCHEZ
EliminarLa suerte es lo que construimos a partir del azar que compone nuestro universo. Los juegos de azar son juegos donde la aleatoriedad define al ganador. ... Azar se traduce en inglés como random que es sinónimo de 'aleatorio', en cambio la suerte se traduce en inglés como luck, que es sinónimo de 'afortunado' No me parece acertado tu comentario Queres ser original y analizas demasiado
Perdón
Josep
por entrometerme en tus escritos pero a veces ...... Me ha gustado lo que has escrito
Bueno, no sé si se podría decir que el karma acaba haciendo de las suyas cuando uno no se comporta muy bien. Aunque, en descargo de la protagonista, tampoco es que matara a nadie, caramba.
ResponderEliminarPobre mujer, sabiendo de sus desventuras me he acordado de una frase que decía mi abuela: "Qué poco dura la alegría en la casa del pobre"
Genial texto, Josep Mª, me has tenido enganchada toda la lectura con un ritmo muy ágil y en vilo por saber en qué paraba todo.
Un besote, escritor.
Ojalá existiera el karma en algunos casos, je,je.
EliminarA veces pienso que por mucho que hagas para tener fortuna, no ya económica sino de cualquier otro tipo, hay que dejarse llevar por las circunstancias sin obsesionarse. Ya ves cómo esa chica, con toda su suerte al principio, acabó en el mismo agujero que el pobre fontanero, quien solo se dedicó a currar.
Me algero que este relato te haya mantenido enganchada.
Un beso.
Hola Josep!! Me ha gustado mucho tu relato, pero no me da mucha pena de Carla ya que su comportamiento a mi modo de ver deja mucho que desear, mintió por dos veces y en ningún momento pensó en en que la persona que lo había perdido pudiera necesitarlo más que ella, también es verdad que casi hubiera sido imposible encontrarla, la estatuilla sí que sabía a quién pertenecía, el dinero es una tentación.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Conchi,
EliminarCarla aprovechó las dos ocasiones que se le ponían por delante sin pensar más que en su propio beneficio. En el primer caso yo casi que la disculparía, pues, como bien dices, le resultaba imposible saber de quién era el billete y dudo que su verdadero propietario pudiera demostrar que era suyo, pero en el segundo caso sí que obró con mucha menos ética.
Un abrazo.
La vida da muuuuuuuuuuuuuchas vueltas!
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya lo creo, David. Va en consonancia con nuestro planeta, que no deja de girar.
EliminarUn abrazo.
Hola Josep, me ha encantado esta historia. Muy bien narrada, mantiene al lector atrapado sin poder dejar de leer para saber qué le sucede a la chica que en un principio le sonríe la fortuna y que luego su suerte da un giro inesperado. Tal vez hubiera tenido que ser más cauta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Miry. Me alegro que te haya gustado esta historia sobre lo incierto de la fortuna y en la que se muestra cuánto puede cambiar nuestra vida de la noche a la mañana.
EliminarUn abrazo.
Qué buena historia, nunca se sabe lo que nos puede ocurrir con un billete de lotería que una se encuentra. Por cierto tengo un billete de lotería que me regalaron y ya ha salido el sábado y no lo he mirado. Tuvo mala suerte la chica por aventurarse a comprar el piso sin tener todo el dinero. Cuantas personas se ha quedado en el camino sin poder pagar la hipoteca por la crisis. Y encima la mujer se encuentra con el fontanero en las mismas circunstancia. Un abrazo.
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