Quién me iba a decir que todo empezaría con
un botón.
—Mamá, se me ha caído un botón de la camisa.
¿Me lo podrías coser, por favor?
—Te lo podrías coser tú, ¿no crees? Ya eres
mayorcito. ¿Qué harías si vivieras solo, como dices que quieres hacer?
—Bueno, pero es que no he cosido nunca un botón.
—Claro, como los chicos de hoy día no hacéis la
mili… Anda, coge hilo y aguja y espabila. Así aprenderás. A las chicas de hoy
les gusta los muchachos hacendosos.
—Vale, mamá. Mira que…
Lo creáis o no, puse los cinco sentidos en la
labor de coserme el maldito botón para demostrar a mi madre de lo que era
capaz.
—¡Mecagüen! ¡Me he pinchado, mamá, me he pinchado!
—¡Habrase visto! Con la de veces que me he
pinchado y no he armado tanto alboroto. Es que… ¡Hijo mío! ¿Qué tienes? Te han
puesto blanco como la leche. ¡¡Hijo!!
Al cabo de una hora estaba en el hospital con
la cabeza como una sandía medio abierta. Ah, claro, no os he dicho que la
visión de la sangre me impresiona mucho, aunque no creía que fuera tanto.
—Señora, su hijo ha perdido mucha sangre. Así
que necesitará una transfusión.
—¡Qué me dice, doctor!
—Lo que oye, señora. Han tardado tanto en venir
que por el camino debe haber perdido mucha sangre. ¿No ve lo pálido que está?
Solo es por precaución. Como sigue inconsciente, prefiero practicarle una
pequeña transfusión. Por cierto, ¿sabe a qué grupo sanguíneo pertenece su hijo?
—Pues ahora que lo pregunta, no lo recuerdo. Creo que…
—Déjelo, no importa. De hecho, siempre hacemos
un análisis de sangre antes para asegurarnos.
Pero lo peor estaba por venir.
—¿Cómo te encuentras, hijo mío?
—Bien mamá. No te preocupes. Tranquila. Solo ha
sido un susto y nada más.
—¿Señor Moreno?
—Dígame, doctor.
—Ya puede prepararse para marchar. Enseguida le
firmo el alta. Ah, y aquí tiene los resultados de los análisis que le hicimos
junto con la determinación del grupo sanguíneo.
—A ver, a ver... ¿Soy A positivo?
—Pue sí, de eso no hay duda.
—Pero, mamá. ¿No dijiste que eras 0 positivo y
papá B negativo?
—Ay, hijo, no sé. ¿Dónde quieres ir a parar?
—¡¿Cómo que dónde quiero ir a parar?! ¡¡Pues
que no soy hijo vuestro!!
—Pero, hijo, espera. ¿Se puede saber dónde vas?
Este relato, propuesto en un taller de
narrativa, tenía que cumplir dos requisitos: No exceder de los 2.000
caracteres, con espacios (algo que no ya no se cumple tras su libre adaptación
para este blog), y que describiera una situación en la que un hecho muy simple y sin
importancia derivara en algo grave.
Buenos días:
ResponderEliminarInteresante relato, creo que la hemofilia es el factor (que pocos conocen) también denominado "enfermedad de los Reyes". Como ejercicio narrativo es muy bueno, mantiene al lector en vilo de por qué el muchacho se desangra por un hecho corriente como enhebrar una aguja.
Bueno, no solo se desangró por pincharse al enhebrar la aguja, sino por el golpe en la cabeza que se dio al caer tras desmayarse por la impresión de ver brotar sangre, je,je.
EliminarMuchas gracias por el comentario.
Un abrazo.
¡jajaja! De todas formas los grupos sanguíneos son a veces caprichosos, de ahí las sospechas de nuestro protagonista. Se me olvida muchas veces que eres un profesional de la Medicina, y que los laboratorios no te son ajenos.
EliminarHola, Josep Maria.
ResponderEliminarCumples sin ninguna duda con el requisito, porque de algo tan simple el relato logra un gran desarrollo y un final que sin duda no podría terminar peor para los protagonistas. La historia es muy visual, (sangre incluida) y eso ufff… terrorífica escena. Y los diálogos te adentran de pleno en la escena.
Muy bueno, ;)
Un beso.
Me alegro que la historia te haya resultado visual, incluyendo la sangre, je,je.
EliminarUn beso, Irene.
Muy impactante y, como dice Irene, muy visual. Me ha gustado mucho, Josep.
ResponderEliminarMuchas gracias, Marta. Me alegero.
EliminarUn abrazo.
Vaya odisea por coserse un botón. Muy divertido y ocurrente.
ResponderEliminarUn abrazo y buen finde
Algo debía presentir el chico, cuando se hacía el remolón, ja,ja,ja.
EliminarUn abrazo.
¡Caramba, no sabía yo que coser un botón tuviera esos peligros!¡Con la de botones que habré cosido y yo sin saberlo! Jejejeje. Bueno, es un buen relato, que cumple con el requisitos de hacer una cosa insignificante algo muy serio, y el final, desde luego, es sorprendente. Un gusto leerlo, Josep. Un abrazo.
ResponderEliminarSe dice que los accidentes domésticos son los más frecuentes, y algunos tienen lugar de la forma más ridícula. En este caso, la aguja es el detonante, pero el tajo en la cabeza al desmayarse ante la visión de la sangre fue el verdadero motivo.
EliminarMuchas gracias, Rita, por tu comentario.
Un abrazo.
Lo de la mili se nos ha ocurrido al mismo tiempo a la madre y a mí. "Si lo sé le coso el botón" habrá pensado ella más tarde.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato.
Un abrazo.
Lo que me pregunto es qué hará madre e hijo a la siguiente ocasión en que a este se le vuelva a caer un botón, je,je.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
Es la forma que tiene la vida de "liar el palangre" jajaja,...
ResponderEliminarLa vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay,ay (Pedro Navaja), ja,ja,ja.
EliminarUn abrazo.
Ja ja, qué bueno, Josep María. Hay informaciones que es mejor no dar. Cuando yo daba clases de genética, a veces haciendo problemas me daba miedo que algún chaval descubriera que era adoptado o hijo del cartero, precisamente en cosas como esta. Solía decirles que la genética es más complicada que lo que se estudia en bachillerato, pero cuando me preguntaban eso de si unos padres de ojos claros no podían tener un hijo de ojos oscuros, me echaba a temblar.
ResponderEliminarUn beso.
Esa situación se da en una película cuyo título no recuerdo y en la que en clase de biología una alumna desmiente lo que dice la profesora sobre herencia genética porque simplemente no cuadra con su apariencia y la de sus padres. Todo un drama.
EliminarUn beso y muchas gracias.
Te ha quedado una sangrienta y original relación entre la costura y la genética jejeje. Además del grupo sanguíneo, la aparente hemofilia también podía haber sido una pista. No recuerdo mucho de genética, pero si la memoria no me falla, creo que la hemofilia se hereda solo de la madre.
ResponderEliminarLo mismo es una respuesta lógica ante la escapada de su hijo y la premura de la situación, pero quizás me resulta raruna la frase final de la madre,... ¿ella acaso no lo sabía? ¿le cambiaron el hijo al nacer? ¿es adoptado y nunca le dijo nada? ¿no conocía la hemofilia de su hijo, nunca antes se hirió...?... A mi esa fuga me ha llegado quizás como una sutil nota de humor final para no marearnos con tanta sangre :) Gracias por compartir compañero. Un abrazo grande y dominical.
Efectivamente, la hemofilia la transmite la madre pero solo la manifiesta el hijo varón.
EliminarPero, en este caso, yo más bien creo que esa madre tiene muy poca cultura y no entiende qué tiene que ver los grupos sanguíneos de ellos (los padres) y de ese hijo adoptado, al que ha ocultado su verdadero origen.
Muchas gracias por venir a leer mis historietas y dejar tu comentario.
Un fuerte abrazo.
Jajaja, por un simple pinchazo la que se lía.
ResponderEliminarMuy bueno Josep, me ha encantado el tema es muy ingenioso, y tu imaginación sigue viento en popa... con lo cual podrías seguir la historia, :))).
Un abrazo y buen domingo.
Continuar esta historia significaría ahondar en el origen de ese hijo adoptivo y de sus padres biológicos.¡Vaya berenjenal!, ja,ja,ja.
EliminarUn abrazo, Elda.
Jajajaja.
EliminarLa vida misma, una circunstancia sin importancia nos puede llevar incluso hasta la muerte. En cuanto a la sorpresa del No - hijo biológico, es algo con lo que en unos años muchos se encontrarán debido a todos los tratamientos que hay hoy en día para llegar a la maternidad.
ResponderEliminarSAludos.
Muchas veces, de una simpleza sin importancia se deriva una gran tragedia. Han habido casos en que una simple revisión médica ha desvelado el origen adoptivo de un hijo. Estas son cosas que no deben ocultarse porque, tarde o temprano, se acabarán descubriendo.
EliminarUn abrazo.
El efecto dominó es inevitable en algunas ocasiones como la que describes. Y menos mal que no llegó la sangre al río ¿O sí? pués según dejas el final puede ocurrir cualquier cosa.
ResponderEliminarUn abrazo Josep.
Creo que la sangre solo llegó a empapar el suelo donde se derrumbó el muchacho, ja,ja,ja.
EliminarLo que no sé es qué hará después de su descubrimiento, aparte de cabrearse, je,je.
Un abrazo, Javier.
Dice una frase muy popular "El aleteo de las alas de una mariposa hoy en Japón, puede provocar mañana un huracán en Nueva York". Quizás ese inocente pinchazo pueda llevar al protagonista e encontrar a sus verdaderos padres.
ResponderEliminarCon los diálogos el relato vuela.
Un abrazo.
Sí, el famoso "efecto mariposa". Yo también espero que tras ese descubrimieto sobre su origen adoptado, lleve al protagonista a buscar y encontrar a sus verdaderos padres biológicos. Pero, como suele decirse, esta ya es otra historia, je,je.
EliminarUn abrazo, Miguel.
Un final abierto.
ResponderEliminarSin duda, de algo tan sencillo y cotidiano, como transcurren los acontecimientos, y si es como dice mi madre, "lo que no pasa en una hora pasa en un segundo", y este relato tuyo lo refleja muy bien.
Un abrazo
Un final tan abierto como desconocido es el origen de ese chico y de quiénes son sus padres.
EliminarLa mayor de las tragedias puede acontecer en un segundo de nuestrta vida, ciertemente.
Un abrazo, Tere.
Cumple sobradamente los requisitos para el taller de narrativa donde el intrascendente botón, acarrea toda una sucesión de calamidades, reservando para el final el insospechado "desliz" familiar, que le imprime sorpresa y humor a la historia. Algo que me ha resultado ingenioso y divertido.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, amigo Josep Mª.
Pues mira, Estrella, no pensé en ese motivo: que el joven fuera el resultado de una infidelidad de su madre. Es que soy muy inocente, ja,ja,ja.
EliminarMe alegro que te haya resutado divertido.
Un fuerte abrazo.
¡Qué peligro tienen algunos análisis de sangre! Lo que yo digo siempre, no hay que hacerse pruebas 'innecesarias' para no tener resultados que sería mejor ignorar. Ojos que no ven, corazón que no siente.
ResponderEliminarAunque de este relato yo saco otra conclusión: coser es peligroso.
Genial el tema.
Un besote.
Uno de mis cuñados dice lo mismo: más vale no hacerse revisiones médicas porque siempre te encuentran algo malo, je,je.
EliminarLa de veces que me pinché en la mili cosiendo botones, ja,ja,ja.
Muchas gracias, Paloma.
Un beso.
Qué peligro tiene pincharse con una aguja. Muy buen relato. Yo una vez por ver coser un tajo de una abuela que sangraba, me mareé y me caí redonda al suelo. Se asustaron todas mis compañeras, por que me di un buen golpe en el pasamanos y tuve convulsiones. Lo de la genética es mejor no comparar jajaja. Un abrazo.
ResponderEliminarLo peor que le puede pasar a quien le da grima la sangre no solo es verla en otra persona sino verla en su propio cuerpo. De ahí que a mi protagonista la visión de su sangre lo envió directo al hospital. En tu caso, lo de las convulsiones sí que fue aparatoso. Espero que ya se te haya pasado.
EliminarUn abrazo.
¡Que peligro representa coser un botón! Espero que nos confirmes a donde se iba el hijo, nos dejas en ascuas Josep.
ResponderEliminarUn abrazo.
Coser un botón, clavar un clavo o cortar una cebolla puede tener consecuencias inesperadas, je,je.
EliminarSupongo que la reacción inmediata del hijo fue escapar de allí preso de rabia y desconcierto. Luego, es de esperar que intente localizar a sus padres biológicos.
Un abrazo, Conchi.