Nunca me hubiera imaginado acabar de esta forma.
Cuando los vi por primera vez, pensé que sería muy feliz
con aquella pareja. Me enamoré de ellos a primera vista. ¡Se veían tan
ilusionados! Todo era risas y besos. Eran felices. Éramos felices. ¡Qué tiempos
aquellos!
Al principio me trataban muy bien. Se notaba que me querían. No me faltaba nada. Cada día me
traían un nuevo presente. Incluso me trajeron unos compañeros para que me hicieran
compañía. No sabía quiénes eran ni qué harían allí. Después supe cuál era su misión. Y así un montón de recién
llegados que, poco a poco, iban llenado nuestro hogar y haciendo la vida más confortable. Siempre me trataron bien y me hicieron más refinada. Pero hace unos días que
ya no están, han ido desapareciendo poco a poco. Qué triste verlo todo tan
vacío. ¿Qué habrá sido de ellos?
Con el tiempo, todo
empezó a ir de mal en peor. Primero vinieron las fiestas. ¡Tanta gente que tuve
que soportar y que no me dejaban tranquila ni un momento! Nunca tuvieron un
gesto amable, de protección, de compasión hacia mí. Nada. Me llenaban de humo a todas horas. ¡Y el ruido! Y yo, muda y sin poder intervenir,
sufría tanto… Pero ¿qué podía hacer, pobre de mí? Callar y esperar a que
llegara la bonanza. Se lo perdonaba todo.
Luego empezaron las
desavenencias, el mal ambiente y yo solo era un testigo mudo de sus
discusiones.
De pronto, la situación
se hizo intolerable. Los gritos sustituyeron a las risas. Extraño era el día en que no volaran todo
tipo de artefactos. Platos, vasos, cubiertos, libros, incluso una figura de
alabastro, que me dejó maltrecha y con una lesión que todavía es visible.
Si al principio creía
que aquello solo sería una crisis pasajera, no fue así. Acabó como el rosario
de la aurora. La última vez que los oí hablar, no podía creer lo que decían.
¡Querían desembarazarse de mí!
Tantos años juntos y
ahora se van, dejándome sola, sucia y vacía. ¡Desgraciados! No os merecéis todo
lo que he hecho por vosotros. He sido vuestra cuna, vuestro paño de lágrimas,
vuestra compañera y amiga sin condiciones. A ver si encontráis una que os trate
mejor que yo. Ya me echaréis de menos, ya. Pero después no vengáis pidiéndome
que vuelva a ser vuestra, porque, seguramente, ya habrá otro que me habrá
poseído. ¿Sabéis qué? ¡Que os den!
Jajaja conforme leía no sabía si se trataba de una perra o de la casa... tenía mis sospechas sospechosas. Cuanto habrán visto y escuchado esas paredes... Y cuanto verán y escucharán, porque efectivamente otros vendrán...
ResponderEliminarGracias por el enfoque y la risa compañero. Del mundo inmobiliario salen historias curiosas jejeje. Un abrazo.
Una casa vieja guarda muchos secretos inconfesables, pero como no sabemos leer sus pensamientos...
EliminarA lo mejor, si practicáramos una psicofonía, saldríamos de dudas, ja,ja,ja.
Gracias a tí por tu tiempo.
Un beso.
Claro, y es que algunas casa suelen ser para toda la vida y los que las habitan hacen de ellas hogar, refugio, cárcel, psiquiátrico o pesadilla.
ResponderEliminarPor eso hay que adecuarlas al uso que se las quiera dar. Ordenarlas, limpiarlas, decorarlas.Pero sobre todo crear buen ambiente, pues muchas quedan impregnadas del buen o mal ambiente de lo que se ha vivido dentro de ellas.
Un relato la mar de original.
Un abrazo.
Una casa puede representar muchas cosas, algunas buenas y otras no tanto. En algunas se viven verdaderos dramas, según sus ocupantes. ¿Por qué será (al menos en las películas) que quienes descubren que en la casa que desean comprar o alquilar se cometió un asesinato se echan inmediatamente para atrás? ja,ja.
EliminarUn abrazo, Javier.
Te puedo asegurar que hasta el final no sabía quien hablaba, qué era... jeje. Me has tenido intrigada todo el tiempo.
ResponderEliminarSAludos.
Pues me alegro haber podido mantenerte intrigada hasta el final.
EliminarUn abrazo, Manuela.
Me imaginé que era la casa un poco antes de terminar la lectura, pero está genial porque al principio mientras leía, estaba pensando: ¿quién será?, qué poca imaginación tengo, jajaja.
ResponderEliminarMe ha encantado, es muy cierto, es lo peor para el oído de las paredes jjj, y como queda al final de la fiesta sobre todo la cocina, :))).
Un abrazo y buena semana.
Todas las casas seguramente tienen motivos para quejarse, sobre todo cuando hay niños pequeños, adolescentes sin cuidado o mayores que no paran de tirarse los trastos a la cabeza, ja,ja,ja.
EliminarUn abrazo, Elda.
¿Te puedes creer que desde el principio hasta el fin del relato he tenido en mente siempre a una perrita?¿Ni se me ha pasado por la cabeza pensar que se trataba de una casa hasta que que he visto la imagen! ¡Ay, si las paredes hablaran! ¡Cuántos secretos deben esconderse entre los muros de una casa! En fin, es un relato que me ha gustado mucho, agradable de leer, como todo lo que escribes. Abrazos, Josep.
ResponderEliminarYo prefiero que abanonen a una casa que a una perrita. La casa la ocuparán otros, pero a un animal abandonado no le auguro nada bueno. En todo caso puede acabar en una perrera, el pobre.
EliminarSi los animales podrían contar muchas cosas de sus dueños, esa casa podría escribir un libro, ja,ja,ja.
Un abrazo.
Jajaja Josep Ma me has tenido toda la lectura preguntándome quién sería, qué pasaba y la sorpresa ha llegado al final. No había imaginado quién iba a ser el que nos lo contaba.
ResponderEliminarMuy bien conseguido ese efecto de despistar al lector, ay si las casas hablaran.
Besos
Me gustan las historias engañosas y dejar la solución al entuerto para el final. Creo que de haber sabido desde un principio de qué iba la cosa, le habría restado, no solo interés sino también un cierto encanto, je,je.
EliminarMuchas gracias, Conxita, por tu comentario.
Besos.
Una vez más has conseguido lo de siempre, sorprenderme, porque hasta el final no he conseguido averiguar de que se trataba. Bravo por ello.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues tenía mis dudas, así que para camuflar mejor al protagonista de esta historia he tenido que eliminar algunas pistas que había en el texto inicial, ja,ja,ja.
EliminarAsí pues, me alegra haberte podido enganar, je,je.
Un abrazo.
Me he imaginado un gato adoptado, una granja de pavos esperando a ser engordados para Navidad pero ni con la foto pensaba que la voz de la conciencia de un hogar ja, ja, ja. Como se suele decir, si las paredes hablasen...Muy bueno Josep. Esto también valdría para una silla, un sofá o un pobre ordenador. Para los móviles no, que lo cool es cambiarlos cada dos o tres meses :)
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Ja,ja,ja. ¿Qué ocurrencias, Miguel! Pero todo es posible en la imaginación.
EliminarUna vez escribí un relato en el que eran los libros y los muebles quienes hablaban. Y es que me gusta imaginar qué dirían esos seres inanimados de nosotros, je,je.
Un fuerte abrazo.
Tan bueno y sorprendente como siempre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, amigo.
EliminarUn abrazo.
jaja, la casa se rebela, y con razón. Hay que usar la casa par construir realidades bonitas, si no acaba como campo de batalla. Y sí, como le rosario de la aurora :-)
ResponderEliminarUn abrazo
Es que después de tanto tiempo de convivencia y soportando sus desmanes, ahora van y la abandonan. No hay para menos, je,je.
EliminarUn abrazo.
Ay, si las casas hablaran... cuántos secretos iban a desvelar.
ResponderEliminarHasta el último párrafo no supe de qué hablabas, lo has desarrollado muy bien y la sorpresa ha sido estupenda y original. Genial.
Un besote.
Contarían secretos de matrimonio, con sus amores y desamores. Cuando esa casa tenga muchos años más, será como un libro, o una enciclopedia, je,je.
EliminarMuchas gracias, Paloma, por tu comentario.
Un beso.
A veces no somos conscientes de la importancia que una casa puede tener en la vida de una familia. Estoy convencida de que ese entorno no es indiferente a la hora de hacer que las parejas se mantengan o se rompan. Al fin y al cabo, la casa es el lugar que nos protege o nos deja a la intemperie, que nos proporciona un buen ambiente o nos lo destroza.
ResponderEliminarUna interesante opinión de una de esas casas que ha tenido la suerte de que le des la palabra.
Un beso.
Yo siempre le decía a mi mujer que las piedras no son más que eso y que lo único que debíamos echar de menos son a las personas, pero cuando cambiamos de vivenda, tras 23 años de vivir en ella, tuve al principio una especie de añoranza por los recuerdos que me traía. Así que tienes razón, abandonar una casa en la que han nacido tus hijos y en la que has celebrado tantas cosas, deja un poso de tristesa, como si abandonaras a un ser querido.
EliminarUn beso.
Muy bueno, Josep. Yo, al igual que algunos de los compañeros que me han precedido en los comentarios, también iba haciendo mis cábalas a medida que iba leyendo. Incluso llegué a barajar la opción de que se tratase de una persona mayor con problemas de memoria a la que iban a visitar de vez en cuando sus familiares, de ahí que le costase reconocer a algunos de esos visitantes. También pensé en una mascota. Lo que nunca imaginé es de quién -más bien de "qué"- se trataba, hasta no leer las últimas líneas. Desde luego, has sabido mantener la intriga hasta el final. Muy bueno, sí señor. : )
ResponderEliminarUn abrazo.
Parece que, poco a poco, voy aprendiendo a mantener el misterio, pues recuerdo que al principio muchos me decían que algunos de mis relatos eran predecibles, je,je. Me alegro, pues, de haberte engañado, ja,ja,ja.
EliminarMuchas gracias, Pedro, por tu comentario.
Un abrazo.
Comencé la historia sin fijarme en la foto final, que desde luego la has sabido colocar muy bien... ja, ja, ja porque con el emoji del inicio ¡menudo despiste! Pensé que era una mascota (perrita, gatita...) pero a medida que avanzaba la lectura ¡zas! me he dado de bruces con las paredes que lo escuchan todo y naturalmente la casa, que te la guardaste debajo de la manga. ¡Vaya tela!
ResponderEliminarDe verdad, Josep, que me ha resultado original e ingenioso tu microrrelato. ¡Felicidades!
Un fuerte abrazo.
Como el relato es muy corto, pensé que la foto de la casa se vería desde un principio e intenté alejarla al máximo del pie del texto, pero quedaba fatal, pero veo que ha podido quedar suficientemente desapercibida como para no desbaratar mis planes, je,je. También pensé en no ponerla, pero no quería arriegarme a que alguien no acabara pillando de qué iba la cosa, ja,ja,ja.
EliminarMe alegro que te haya parecido un relato original y entretenido.
Un fuerte abrazo, Estrella.
Pues Josep, yo he empatizado totalmente con el personaje, no al principio, ni a mitad, porque, aunque intuía algo distinto, nunca adiviné que se trataba de una casa. Empaticé, como te estaba diciendo, al final, cuando revelaste que era una casa. Y es que, aunque las que yo haya abandonado han sido de alquiler, siempre ha nacido un vínculo especial entre cada vivienda y yo. Abandonarlas era un proceso de sentimientos contradictorios, y recuerdos llenos de añoranza, así que por eso estoy con tu personaje: ¡que les de! (je, je, je)
ResponderEliminarMe gustó mucho, Josep, jugaste conmigo a base de bien.
Un abrazo.
Como le digo a Rosa, yo también he tenido esos sentimientos encontrados cuando he abandonado el que había sido hata entonces mi hogar, desde que me fui de casa de mis padres hasta el momento actual. Sé que una casa tan solo es una "cosa", no un ser vivo, pero con ella dejas atrás muchos recuerdos.
EliminarMe alegro, Pepe, que te haya gustado este relato.
Un abrazo.
Hay un refrán que dice Dime con quién andas y te diré cómo eres. Puede ser, pero creo que para conocer a una persona solo hace falta pasar por su casa, como demuestras en este relato. Porque además la casa no es algo estático, va evolucionando, con épocas de esplendor y de enfermedad, siendo el consuelo y el espejo de que quienes la habitan. Un estupendo relato que demuestra tu mirada de escritor para fijarse en ello. Un fuerte abrazo, Josep María!!
ResponderEliminarPues sí, yo también creo que viendo una casa (e incluso diría un coche por dentro, je,je) se sabe cómo es su inquilino, pues la disposición y el modo de decorarla es un reflejo de su forma de vida y de su personalidad. Y si es una pareja chico-chica u hombre-mujer quien convive en ella, entonces seguro que el reflejo es femenino, ja,ja,ja.
EliminarMuchas gracias, David, por tu comentario.
Un fuerte abrazo.
Hola Josep Mª, me dejaste intrigada, con el emoticono pensé para mis adentros "¿que es lo que está pasando? La verdad, por mi cabeza pasaba un animal abandonado. Gran inventiva, la tuya
EliminarMe gusta intrigar, lo que me convierte en un intrigante, je,je.
EliminarMuchas gracias por pasarte y dejar tu amable comentario.
Un abrazo.
Si es que no tenemos vergüenza, je, je
ResponderEliminarMuy bueno, Josep Maria, gracioso e intrigante, porque este relato da para muchas posibilidades, al final la parte afectada es la que más sufre, pero ya se acordarán de ella, ya, ja, ja.
Un beso, y feliz fin de semana.
Generalmente, quien más sufre en una separación es el abandonado. Lo malo en este caso es que si quien ha provocado la ruptura se arrepiente y quiere volver, muy probablemente ya no esté a tiempo, ja,ja,ja.
EliminarUn beso y que pases también un feliz fin de semana.
Muy bueno Josep, nos has tenido con la intriga todo el tiempo. Mientras lo leía, me despistaste y pensé que podría ser una mascota. Solo al ver la foto de la casa comprendí y volví a leer el relato para sacarle todo el jugo. Estupendo despiste. Un abrazo.
ResponderEliminarEs lo que ocurre cuando descubres que el final no es como lo esperabas, que tienes que volver a leerlo todo para captar los detalles. Me alegro que te haya gustado.
EliminarUn abrazo, Mamen.