Ha sido un proceso largo y muy duro, pero ya he
llegado al punto final. Un camino lleno de dificultades. Estudiar y trabajar al
mismo tiempo no es tarea fácil. Y a mi edad no es habitual cursar una carrera
universitaria. Siempre pidiendo favores a los compañeros y compañeras para que
me dejaran los apuntes de las asignaturas a cuyas clases no podía asistir. Tuve
que acostumbrarme a sus miradas furtivas y a sus sonrisas condescendientes. Y
ellos se acabaron familiarizando con la presencia de ese tipo mayor. ¡Pero si
podría ser mi padre!, debían pensar. Pero no soy tan mayor como para eso,
aunque lo pueda parecer. Las canas me salieron muy temprano. Mi padre decía que
a él le salieron también de muy joven de tanto trabajar. No sé si será por eso.
Mi
padre. ¡Qué orgulloso estaría si pudiera verme! Y mi madre aún más. «Una
carrera abre muchas puertas», me decía. De momento,
esas puertas todavía se mantienen cerradas. Espero que pronto se abran.
¡Cuántas noches en vela
y cuántos días levantándome al alba para ir a trabajar a la panadería del señor
Martín! Pero esta vida está a punto de concluir.
Cuando me casé, me
prometí que haría realidad mi ilusión y la de mis padres. He tenido la gran suerte
de que Julia siempre me ha ayudado con su comprensión y apoyo.
Cuando nacieron las
gemelas ni siquiera nos podíamos permitir desembolsar el dinero que costaba la
matrícula. Mis padres habían fallecido y los de Julia no andaban muy bien económicamente,
ya habían hecho suficiente por nosotros al casarnos. Así las cosas, tuve que
pedir un adelanto al bueno del señor Martín, que fui devolviéndole poco a poco,
según mis posibilidades. Para los siguientes cursos preferí recurrir a
préstamos bancarios. Pero no me arrepiento de los sacrificios que he tenido que
hacer para llegar hasta aquí.
Y ahora me encuentro en
un momento crucial. El último obstáculo. Creo que estoy en condiciones de poder
salvarlo. He trabajado duro. Merezco tener éxito. Aunque nunca se sabe. Pero no
sé por qué me agobio. ¡Con la de veces que he pasado por lo mismo; parece
mentira! Pero, claro, lo de hoy es definitivo. Me juego mucho y no quiero dilatar
más esta situación. Necesito acabar cuanto antes.
Si todo sale bien, solo
me faltará encontrar trabajo. Sé de sobras que la cosa está muy difícil. Pero
el señor Martín dice que tiene un primo que dice que podría echarme una mano. Trabaja
en una empresa en la que está muy bien considerado y en la que, al parecer,
necesitan a alguien con mi formación y sin experiencia. Podría hablarles de mí.
Sabe que he sido un buen estudiante. Un empujoncito siempre va bien. Luego,
claro está, deberé demostrar mi valía, pero por lo menos ya tendría un pie
dentro.
Ojalá todo llegue a
buen puerto. Tengo tantos planes… Cuando gane un buen sueldo, nos cambiaremos
de coche, porque el que me dejó mi padre ya está para el arrastre y resulta un
despilfarro en reparaciones. Y haremos ese viaje de novios que todavía tenemos
pendiente. Más adelante me gustaría cambiar de piso, a uno más amplio, más
soleado y mejor situado. Ahora bien, tampoco es cuestión de pasarse. No hay que
estirar más el brazo que la manga, como decía mi padre. Habrá que ir poco a
poco, a medida que vaya ascendiendo en el trabajo. En fin…
—Eh, usted. ¿Acaso está
en Babia?
—¿Qué? ¿Cómo dice?
—Que si está en las
nubes. ¿Qué hace ahí, como un pasmarote, sin siquiera haber dado la vuelta a la
hoja? Hace ya casi una hora que se les ha dicho que podían empezar el examen.
Ya solo le queda, a lo sumo, una hora y cuarto, así que espabile.
—¡¿Cómo que solo me queda
una hora y cuarto?!
—Lo que le digo.
¡Venga, hombre, no pierda más el tiempo!
—¿Qué es lo que ocurre
aquí?
—Pues que no sé qué le pasa a este alumno, doctor. Todavía no ha empezado el examen y le estaba
advirtiendo que el tiempo apremia.
—Pero hombre de Dios.
¿Qué le sucede? ¡Póngase las pilas!, que esta es la última asignatura de la
carrera. Y si no se ve capaz de hacer el examen abandone el aula y váyase a
casa.
—¿Qué? ¿Irme a casa?
¡Ni hablar! Lo siento. No sé qué me ha ocurrido. Estaba…
—Pues no se hable más,
que cuanto más hablamos más corre el tiempo. Venga, póngase manos a la obra. ¿Y
ustedes qué miran? Cada uno a lo suyo. Y como pille a alguien copiando, repite
curso.
—Pero ¿qué me ha pasado?
Debo haberme quedado ensimismado. ¡Ay Dios! Tengo que darme prisa. A ver, a ver. Menos
mal que solo son dos temas a desarrollar.
—¡Joder, joder, joder! De
los dos temas, han tenido que poner justamente uno de los últimos del temario,
el que no tuve tiempo para estudiármelo bien. Y ¿ahora qué? Si, por lo menos,
sacara un aprobado justito…
Yo también escribí mi Cuento de la lechara .
ResponderEliminarPobre hombre.
Un abrazo.
Acabo de leer tu cuento de la lechera, cuya moraleja sería "no te fíes ni de tu propia sombra", je,je. Muy bueno, por cierto.
EliminarEn mi relato la moraleja es mucho más simple: no pierdas el tiempo pensando y ponte manos a la obra, ja,ja,ja.
Un abrazo.
Le veo repitiendo la asignatura. Pero seguro que para una persona tan valiente y emprendedora no va a ser ningún obstáculo un año más.
ResponderEliminarSAludos.
Cuando uno espera algo con mucha ilusión y necesidad, el tiempo de espera se hace larguísimo y angustioso. Para él un año más puede significar perder la oportunidad de que le den trabajo en esa empresa en la que trabaja el primo de su patrono panadero, je,je.
EliminarUn abrazo.
Je, je...Debería tener más los pies en la tierra en lugar de hacerse tantos castillos en el aire...pero ¿quién no ha soñado alguna vez lo que podría ser si...En fin que a ver si tiene suerte y saca el aprobadillo.
ResponderEliminarUn abrazo, Josep
Su verdadero problema es estar en las nubes cuando debería estar por el examen. Las ensoñaciones están muy bien, pero no en momentos clave como este. Lo único que hace el pobre hombre, mientras espera, es rememorar lo que le ha llevado hasta allí y hacerse ilusiones sobre su futuro inmediato. ¿Quién no ha cometido alguna vez ese pecado? Pero, claro, cada cosa en su momento.
EliminarUn abrazo, Rita.
Hay que ver el hombre con el cuento de la lechera, se le va a romper el cántaro al final, jajaja.
ResponderEliminarMuy interesante se ha quedado, tendrás que contarnos si aprueba el examen o no, que me he quedado toda preocupada, :))).
Un abrazo Josep.
Su cántaro está lleno de recuerdos e ilusiones, como a todos nosotros. Yo creo que la ansiedad por acabar de una vez ese largo y duro camino de estudiante para hacerse un lugar en la sociedad y acabar con los apuros económicos, le llevan a que ese cántaro salga volando. Si se rompe o no, no lo sabremos, je,je.
EliminarUn abrazo, Elda.
Qué buena esta versión universitaria del cuento de la lechera !!!!
ResponderEliminarMe ha encantado, de verdad. Y es que no hay que darse por licenciado hasta que se termina el último examen (y se aprueba, claro), ja, ja, ja.
No tiene mucho que ver, pero no me resisto a contarte una de mis peores pesadillas: sueño que aún me queda por hacer un examen de la carrera, cuando yo ya estaba convencida de haber terminado. No veas qué angustia paso cuando sueño eso.
Un besote.
Te diré que el peor momento, para mí, antes de examinarme, no era el día previo al examen sino mientras esperaba en la antesala del aula (mientras mis compañeros no paraban de repasar los apuntes y de preguntar sobre algún tema a diestro y siniestro) y, peor aún, mientras repartían los exámenes y hasta que veía su contenido. Luego, tanto si comprobaba que me lo sabía como si no, ya me relajaba y que fuera lo que dios quisiera, je,je.
EliminarPor lo tanto, es muy comprensible que mi protagonista esté nervioso y deseodo de terminar de una vez ese suplicio; estudiar y trabajar a la vez es durísimo (cuando estudié Farmacia ya tenía a mi hija mayor, que contaba un año de edad y no sabes lo difícil que era compaginarlo todo). Y a mí también me ocurría como a tí y durante mucho tiempo: que soñaba que todavía me faltaba una asignatura por aprobar. ¡Qué pesadilla! Y antes de eso me había pasado lo mismo con la mili, que todavía me faltaban unos meses para licenciarme y tenía que incorporarme de nuevo, ja,ja,ja.
Un beso, colega.
A mi marido le pasa lo mismo que a ti con la mili!!!
EliminarQué malo es el estrés postraumático!!!
Me ha encantado. El título universitario no sé yo si tu personaje lo obtendrá, pero con lo que ha soñado en torno a él y las perspectivas de trabajo con él bajo le brazo, ya es un doctorado cum laude.
ResponderEliminarPor los cuentos de la lechera, que nos hacen soñar, y si no que se lo digan a los que juegan por Navidad esa lotería que a rico no te lleva, pero la del planes que hacemos con el sueño de acertar. Un abrazo
Tarde o temprano, lo obtendrá. Se lo merece, je,je.
EliminarTodos hemos soñado con ganar el premio gordo de la lotería e incluso hemos pensado en qué lo emplearíamos. Nunca he entendido a esos que dicen que no lo saben, aparte de lo de tapar agujeros, je,je.
Soñar con cosas buenas nos hace sentir felices por un momento. Lo malo es cuando uno despierta de esa ensoñación y tiene que hacer frente a la dura realidad. Eso es, en cierto modo, lo que le pasó a mi protagonista, que cuando volvió s ls realidad se encontró con que se había pasado más de una hora soñando despierto y le quedaba poco tiempo para hacer el examen, con la pega adicional de que no estaba seguro de aprobarlo. Pobrecito.
Un abrazo.
Apuesto a que al final no acabó el examen y volvió a suspender, porque es lo más habitual a no ser que llevara "chuletas" (ya sabes) o esos modernos nano auriculares o pinganillos, que usan ahora para evadirse de poner los codos, porque la pillería nunca pasa de moda ni en las aulas ¡claro!
ResponderEliminarTe dejo otra idea para debate, la falta de responsabilidad de la juventud actual acostumbrada a la sobreprotección de sus padres y a una vida demasiado fácil.
Un fuerte abrazo y buen fin de semana.
Yo no veo a este mozalbete grandullón (yo le pongo unos cuarenta tacos) y legal usando chismes o trampas para aprobar, je,je. Es un sufridor nato que se ha ganado a pulso poder acabar una carrera universitaria. Yo más bien le veo como un soñador que se ha dejado llevar por la ilusión de estar a punto de licenciarse después de tanto sacrificio. No ha sabido controlar sus sentimientos, dejándose llevar por la imaginación sin percatarse de que está perdiendo el tiempo pensando y pensando.
ResponderEliminarY la idea que propones me gusta. Te la robo, porque pagarte derechos de autora, nanai de la China, ja,ja,ja.
Un fuerte abrazo y que también pases un ben fin de semana.
Está claro que ha vendido la piel antes de cazar al oso. Pobre hombre. Yo pensé que la carrera ya la tenía, pero se ve que va a tener que volver a la próxima convocatoria.
ResponderEliminarDe todas formas lo mejor no ha sido ese final con sorpresa y hasta chascarrillo, sino esa evocación de lo que le ha costado llegar hasta donde está, que me ha parecido fabulosa.
Un beso.
Hola, Rosa. Este relato breve lo era todavía más, pero lo he alargado un poco para darle un toque un más enigmático. Se trataba, siguiendo una consigna del taller de narrativa al que he estado asistiendo, de contar algo muy prolijo pero en pocas palabras (2.000 espacios como máximo). En el ejemplo que se nos mostró se decribía en media página el origen del universo hasta nuestros días. Todo un ejemplo imposible de imitar. O bien narrar algo que ocurre en un brevísimo periodo pero expresado en largo (con el mismo límite). En este caso el ejemplo consistía en un accidente de coche que tiene lugar en cuestión de segundos, pero contado como si fuera a cámara lenta. Yo opté por el primer caso: alguien que recuerda una parte importante de su vida, un largo proceso vital en tan solo unos minutos y para ello elegí el momento de espera antes de un examen en el que el protagonista, estando a punto de culminar algo tan importante como es su licenciatura, viaja mentalmente al pasado. La "gracia" del relato, si así puede decirse, es que se abstrae tanto y de tal modo que el tiempo pasa sin darse cuenta que el examen ya lleva bastante tiempo en marcha.
EliminarUn beso.
Pues te ha salido de maravilla.
EliminarEstá vendiendo la piel antes de cazar al león. De las fantasías no se puede vivir y menos en babia donde todo sale muy caro. Pero es verdad que el chaval se merece el aprobado tan solo por el esfuerzo realizado y por el amor que tiene a su padre por los buenos consejos que le dio.
ResponderEliminarMenos mal que dejas final abierto. Yo le apruebo y le doy la oportunidad de prosperar.
Un abrazo Josep.
Anda, pues yo creía que era la piel del oso, ja,ja,ja. Pero da igual, los dos animales tienen una buena piel, y con la del león incluso uno puede hacerse una buena peluca je,je.
EliminarEntrando en el tema que nos ocupa, yo, en más de una ocasión, me he quedado traspuesto pensando en algo del pasado o del futuro, sobre todo en las tediosas clases de tarde, cuando la somnolencia intenta vencer a la vigilia. Pero nunca se me dio por hacer volar la imaginación antes de un examen. Los nervios no me lo habrían permitido.
Si fuera yo el catedratico y conociera su vida, también le aporbaria, y con nota. Creo que se lo merece después de tantos sacrificios.
Un abrazo, Javier.
Esta muy bien ilusionarse y soñar despierto, pero ¿en un examen? que fatalidad.
ResponderEliminarEspero y deseo que al protagonista de este relato que nos has traído, apruebe y pueda ver cumplido su sueño, se lo merece después de tanto y tanto esfuerzo.
Un abrazo Josep.
Es que la (a veces) larga espera entre que uno toma asiento, se reparten los exámenes y se da el pistoletazo de salida, pasa bastante tiempo, un tiempo que cada uno utiliza a su manera, según su temperamento y estado anímico. Yo lo utilizaba para rezar, ja,ja,ja.
EliminarYo también creo que tanto sacrificio merece una recompensa en forma de, como mínimo, un aprobado.
Un abrazo, desconocido/a.
Hola, Josep.
ResponderEliminarEl tema de los exámenes es ideal para crear un cuento o un relato literario. De alguna manera pienso que la vida es un examen diario y no hay más que comprobar la vida del personaje que has creado. Este tremendo lapsus temporal -vía cuento de la lechera como han comentado anteriormente- nos habla también de los errores que se pueden cometer no siendo ya precisamente adolescentes. Siempre podrá volver a repetir el examen ;). ¿Tropezará dos veces en la misma piedra?
Abrazos y excelente fin de semana.
Hola, Miguel. Uf, los exémenes podrían dar para mucho, incluso más que la mili, ja,ja,ja. Evidentemente, podríamos decir aquello de que "cada uno cuenta la fiesta según le va". Si bien la mayoría de los que tuvimos que hacer el servicio militar no guardamos precisamente un buen recuerdo (aunque algunos se lo pasaron pipa), creo que quienes hemos pasado por la agonía de los exámenes (nadie disfruta de un examen, a menos que sea un masoquista) podríamos detallar todas y cada una de las anécdotas, estrategias y métodos de estudio, las horas y nervios invertidos antes, durante y después (a la espera de las notas), la frustración de recibir un suspenso, y, por qué no, la tipología de cada uno de los profesores, je,je. Recordar las vicisitudes de una carrera de cinco años daría para mucho solo partiendo de los exámenes, je,je.
EliminarYo creo que la extrema presión a la que está sometido el personaje en el momento más crucial de todo el proceso (su último escollo) y la ilusión por salir del agujero y pasar a disfrutar de una mejor vida, le provoca ese lapsus increible (y fantasioso, no olvidemos que se trata de un relato de ficción, je,je,). Efectivamnete, siempre le queda ser repetidor, aunque ello le haga perder la gran oportunidad que esperaba, la de obtener ese trabajo medio prometido. Seguro que si tiene que volver a examinarse, habrá aprendido la lección y prestará mucha más atención, ja,ja,ja.
Un fuerte abrazo.
Josep Ma es una interesante versión del cuento de la lechera pero mucho más actual y muy bien llevada. Has conseguido estresarme viendo a ese estudiante inmerso en sus fantasías, me hubiera gustado decirle espabila, los sueños cuando acabes el examen pero ahora ves per feina como decimos por aquí.
ResponderEliminarBesos
Podrñiamos hallar muchísimas versiones de ese cuento, je,je. Pero para mí que la de este joven ya maduro es más realista, o menos fantasiosa, que la grann mayoría. Por lo menos él ha llegado al final de una larga carrera que tarde o temprano aprobará. Lo que sí está en el aire, pero que también tiene visos de realismo, es el trabajo que, según ese primo de su jefe panadero, puede conseguir. Dec hecho, él solo especula en lo que hará si lo consigue. Todo depende de si aprueba ese último exámen y si esa empresa estará realmente dispuesta a contratarlo. ¿Acaso no se dice que de ilusiones también se vive?, je,je.
EliminarUn beso, Conxita.
Hola.
ResponderEliminarQué buena historia, y pobre hombre, a estaba cambiano de coche y casi de piso(sin estiar el brazo más que la manga, me apunto la frase) y ni siquiera había hecho el examen.
yo soy mucho de ensimismarme y es horrible porqu eluego hay que hacerlo todo corriendo.
Muy feliz finde.
Seguro que esas ilusiones las lleva pensando desde que empezó a estudiar. Yo, siempre que me he imaginado algo con mucha antelación, jamás se ha visto cujmplido, je,je. Así que es mejor esperar el momento adecuado y con las garantías suficientes. Lo que le ocurre al prota es que ya se imagina nadando en la abundancia antes de tiempo.
EliminarA mí me ocurre algo igual, me gusta dejarme llevar por los ensueños.
Un abrazo.
Con la perseverancia de este hombre no me cabe la menor duda de que acabará esa asignatura y el cuento de la lechera no será más que un mal recuerdo jejeje!
ResponderEliminarMuy desafortunado sería si no lo acabara logrando, je,je. Y en el caso de que se retrasara en obtener el título por culpa de tener que repetir esa asignatura y por ello perdiera el puesto de trabajo que le auguran, seguro que, con esa persevererancia que mencionas, acabará encontrando otro. El tío se lo merece, ja,ja,ja.
EliminarUn abrazo.
Soñar es gratis y mola... pero vaya ensueño modo lechera ON más inoportuno. Se merece aprobar, no me cabe duda, pero me da a mi que va a tener que esperar a septiembre... o a la siguiente convocatoria. Si de dos temas no se ha mirado uno... desarrollar perfecto el otro tema para alcanzar el cinco 'raspao' está complicadillo. Una lástima porque me caía bien este universitario trabajador, a ver si tiene suerte con ese puesto que tiene el horizonte... Cruzaremos los dedos por él.
ResponderEliminarUn abrazo grande y dominical querido Josep, buen finde.
Solo con que en el tema que mejor lleva le pongan un cuatro, y con el otro sea tan ambiguo como para merecer un uno, ya tiene un cinco. Como ves, yo también sueño despierto, ja,ja,ja.
EliminarUn abrazo, compañera.
Pues sí, Julio David, hay quien dedica mucho más tiempo en planificar que en actuar. Soñar es bueno, es una especie de acicate que nos libra por un momento de la tristeza y el desánimo, pero no hay que abusar y procurar mantener los pies en el suelo el mayor tiempo posible. A mi personaje la impaciencia le llevó a soñar despierto demasiado tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo.
P.D.- No sé si todas las frases que se le atribuyen a Lennon son realmente de su autoría, pero todas son fantásticas.
¡Real como la vida misma, Josep Mª! Dicen que soñar no cuesta nada, pero en realidad si tiene un precio: el tiempo que dedicamos a fantasear con lo que no tenemos. Pero, ¡ay! ¿qué sería de la vida si no pudiéramos permitirnos estos pequeños momentos en los que intentamos visualizar la realidad deseada? Eso, sí. Es mejor hacerlo por la noche o de camino en el metro, no en un examen, je, je, je... Me gustó la propuesta base de ese taller de narrativa para conseguir contar mucho en pocas palabras. Un abrazo!!
ResponderEliminarSí, en esta ocasión es real como la vida misma, no como en la mayoría de mis relatos, je,je.
EliminarSoñar despierto suele ser mejor que hacerlo dormido, al menos nos ahorramos las pesadillas, pues los ensueños constan de hechos agradables y generalmente ilusorios. Yo suelo, como recomiendas, hacerlo por la noche y así me ayuda a dormir, je,je. Si el prota de mi historieta tiene que repetir, te aseguro que no volverá a caer en el mismo error, ja,ja,ja.
Un abrazo, David.
Perseverancia no le falta pero si en el último examen una de las dos asignaturas no la había estudiado, lo veo repitiendo curso ¡Pensando en su cuento particular se le fue el santo al cielo!.
ResponderEliminarAbrazos.
Si ser imaginativo y soñador es bueno, serlo en según qué momentos puede darnos un disgusto, y eso es lo que le pasó a nuestro amigo.
EliminarUn abrazo, Conchi.
Buena tarde, Josep Mª
ResponderEliminarRefleja con mucho acierto la vida del estudiante. Muy bien llevado el tema.
Buenos días, Lola.
EliminarSalvo excepciones, la vida del estudiante (por lo menos del buen estudiante, el que se esfuerza) es más dura de lo que muchos creen. Hay quienes holgazanean y viven a costa de papá, pero los hay que admemás de estudiar se pagan los estudios trabajando. Mi portagonista es de estos últimos y merece salir adelante.
Un saludo.