sábado, 16 de mayo de 2020

La ventana



Nunca me habría imaginado llegar a esta situación. Sabía de casos así. Incluso he leído novelas con ello como telón de fondo. Tanto el protagonista de “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, de Joël Dicker, como el de “Un saco de huesos”, de mi admirado Stephen King, sufrieron esta maldición del escritor: el temible síndrome de la página en blanco. Después de varios éxitos como escritor de novelas de ficción, me hallaba sumido en un limbo, falto de ideas y, lo peor de todo, sin ánimos para sentarme ante el teclado del ordenador.
Que Rebeca me hubiera dejado después de diez años de convivencia era el motivo de mi angustia vital y de mi vacuidad inspiradora. Solo me asaltaban unas ganas irresistibles de escribir sobre mi fracaso matrimonial, sobre los últimos años de continuas peleas, de la frustración por la falta del hijo largamente deseado de la que Rebeca no había sido capaz de sobreponerse y que acabó con nuestra relación.
Al igual que a esos dos personajes de ficción que he mencionado, mi editor exigía que cumpliese mi contrato y le entregara cuanto antes un manuscrito digno de ser publicado. Y al igual que ellos, tomé la misma determinación: marcharme de casa y buscar la inspiración lejos del lugar y de los problemas que me estaban agobiando. Y qué mejor que trasladarme a una casa de campo, lo más aislada posible, donde nadie me conociera y, a ser posible, con escasa cobertura, para que Martín, mi amigo y editor, no me tocara las pelotas a diario con la dichosa novela.
Al poco de haber tomado esa decisión, ya estaba instalado en una bonita cabaña en lo alto de una colina desde donde se divisa la sierra del Cadí, un lugar que me llenaba los pulmones de aire puro y una imagen que me colmaba el alma de paz, todo lo que necesitaba. Debo decir que no pretendía encontrarme a mí mismo, la típica excusa de quienes huyen de su área de confort o de un problema sentimental. Lo que realmente buscaba era la tranquilidad necesaria para que las ideas fluyeran con naturalidad, a la vez que me olvidaba —al menos por un tiempo— de mi ruptura con Rebeca. Tras las primeras semanas de disfuncionalidad anímica, como ella la llamaba, acepté lo inevitable y me repuse con más facilidad de lo que pensaba. Pero tener cerca, a ella, a nuestras amistades comunes y a nuestra familia, me trastornaba hasta el punto de ser incapaz de retomar mi trabajo vocacional: la escritura.
Mi nueva condición de refugiado y hasta cierto punto aislado del mundo exterior, auguraba que muy pronto estaría en condiciones de llenar páginas y más páginas de mi nueva obra. Mi único contacto humano sería el viejo propietario de la cabaña, que se había visto forzado a abandonar su vida monacal para trasladarse, muy a su pesar, a vivir con su única hija en el pueblo, a poco más de cuatro kilómetros de la cabaña.
—Se empeña en que no puedo vivir tan aislado, que ya tengo una edad para dejarme cuidar. Yo me siento todavía muy capaz de valerme por mi mismo, pero ella insiste e insiste. Bueno, supongo que ya conoce a las mujeres, cuando se les pone una idea entre ceja y ceja…
—Pues yo creo que hace bien —¿qué podía decirle?
—Y todo porque, un día que vino a verme, dijo que me había visto… digamos, desorientado. Bueno, sí, la cabeza a veces me falla, me cuesta encontrar las cosas o me olvido de algo, pero eso es propio de la edad. En fin, no le molesto más. Cuídeme la cabaña, relájese y escriba.
—Eso haré.
—No quería alquilársela a nadie, pero el dinero me vendrá bien para ayudar económicamente a mi hija. Y tampoco se la habría alquilado a cualquiera. Hoy día la gente no respeta el medio ambiente, lo deja todo hecho un asco. Un escritor, una persona culta como usted, es otra cosa.
Todo esto me lo dijo sin soltarme la mano, como si quisiera retenerme.

Él sería mi único vínculo con la sociedad moderna, quien me traería el avituallamiento necesario para soportar mi vida solitaria en aquel rincón del pirineo catalán. Vendría dos veces a la semana. Procuraría que no me faltara de nada. La cabaña estaba en buenas condiciones. Tenía luz eléctrica, y en la leñera una buena provisión de garrafas de agua, bombonas de gas butano, leña que debió quedar del invierno y un montón de herramientas; en fin, todo lo indispensable para soportar meses de soledad con un mínimo de confortabilidad.

A las dos semanas de haberme instalado ya me sentía mucho mejor. Tenía todo lo que necesitaba, menos una cosa: el argumento de mi novela.
Pasaban los días y, contrariamente a lo esperado, no hallaba la inspiración, ni dentro de aquellas cuatro paredes ni ante aquellas maravillosas vistas. Busqué un lugar y un momento propicio para escribir, pero ninguno me satisfacía. Pensé que caminar y cansar mi cuerpo me relajaría y abriría la puerta a la imaginación. Hacía largas excursiones por los alrededores, incluso llegué hasta el pueblo. En una de esas caminatas me crucé con el viejo —le llamo así porque nunca supe su nombre—, quien se mostró extrañado de verme. Me preguntó si necesitaba algo y por eso había bajado hasta el pueblo. Le dije que solo buscaba relajarme haciendo ejercicio, a ver, si de ese modo, lograba activar mi mente. 
—¿Quiere activar su mente? Escriba de noche. Yo lo hacía —y ante mi cara de sorpresa que debió percibir, continuó—. Sí, sí, durante todo el tiempo que viví en la cabaña, no dejé de escribir. Llené un montón de cuadernos.
De pronto pareció como si ese comentario le trajera algo a la memoria, pues quedó por un instante dubitativo y confuso.
—Ahora que menciono lo de los cuadernos, ¿no habrá visto alguno por ahí tirado? —por cómo me miró, más que una pregunta pareció un interrogatorio, como si quisiera que confesara un hurto.
—No, no he encontrado ningún cuaderno, pero no se preocupe, que si lo encuentro se lo diré.
—Claro, claro, cuento con ello. Es que ya no sé qué hago con las cosas. Mi memoria va de mal en peor. Tendré que acabar dándole la razón a mi hija. Parece que esta maldita enfermedad me está comiendo el cerebro, ya me entiende —añadió con la resignación del enfermo que sabe que no tiene cura.
—¿Y ya no sigue escribiendo? —le pregunté—. Es una actividad que retrasa el envejecimiento cerebral —quise animarle.
—Eso es lo que dicen, pero no es verdad. Últimamente ya casi no escribía. Además, ya no tengo nada nuevo que contar. Hágame caso, aproveche el frescor nocturno de esta época del año e instálese en el cuartito de atrás, el que da al pinar. De noche, con la ventana abierta, solo escuchará el canto de los grillos, el batir de alas de algún ave nocturna y el sonido del viento. A mí me resultaba muy inspirador.
Dicho y hecho. Aquella misma noche me instalé en el cuartito que el viejo me había indicado que, con un poco de maña y paciencia, adecenté y ordené. Solo abrir la ventana de par en par, ya noté una brisa perfumada de resina de pino que agitó el montón de folios que había dispuesto junto a la impresora. Tengo la costumbre de imprimir todo lo que escribo, de ese modo me resulta más fácil leerlo y corregirlo.      
La visión del cielo estrellado, como hacía años que no veía, me produjo una sensación de paz infinita. Estaba donde quería estar y a punto de iniciar una nueva etapa, tras el bache emocional que acababa de sufrir. Encendí el portátil e hice lo que he visto en tantas películas sobre escritores. Escribí el título de la que sería mi sexta novela de éxito: La ventana.

Al cabo de tres días, de todo lo que había escrito, solo conservaba el título. ¿Qué podía inspirarme una ventana? Escribía y escribía sin ton ni son, hasta que caía en una profunda somnolencia, Y acababa acostándome frustrado.
Como me sentía cada vez mas tenso, volví a mis caminatas por el campo y, harto de dar vueltas y más vueltas, me acerqué de nuevo al pueblo. Ya no me importaba el anonimato. De hecho, seguro que todo el mundo ya sabía quién era. En los pueblos pequeños todo se acaba sabiendo.
Me senté en un bar a tomar una cerveza y así reponer fuerzas y líquidos. El viejo debió haberme visto pasar porque le vi venir hacia mí a grandes zancadas.
—Estaba a punto de subir a verle —me dijo con la voz entrecortada.
—¿Ocurre algo? —inquirí.
—¿Ha encontrado en la cabaña un cuaderno azul del tamaño de una cuartilla? 
—Pues no, pero ya le dije que si lo encontraba se lo diría. Hoy mismo volveré a buscarlo —le dije con un cierto fastidio por su insistencia.
—No, no, deje. En todo caso, la próxima vez que suba con la furgoneta ya lo buscaré yo. Con las prisas por dejarle la cabaña en condiciones, debió caérseme por algún rincón —y, dicho esto, se marchó tan raudo como había venido.
El pobre viejo parecía que, efectivamente, estaba perdiendo la chaveta, me dije. Tanto alboroto por un cuaderno. Pero bien pensado, para él ese cuaderno podía ser de gran importancia, podía ser una especie de diario vital de cuando todavía tenía la mente lúcida.

Esa noche, la cuarta sin haber podido escribir nada mínimamente bueno, me propuse esforzarme al máximo. Y para que el sueño no me venciera, me preparé una generosa taza de café, un café fuerte y aromático que inundó de inmediato la estancia, disipando el olor a pino y a hierba fresca.
Serían las dos de la madrugada cuando apagué la luz y encendí un cigarrillo antes de acostarme con las manos y la mente vacías. A la tercera calada, me pareció ver una luz difusa a lo lejos, entre los árboles. ¿Quién podía estar a esas horas merodeando por allí? Me quedé inmóvil y apagué inmediatamente el cigarrillo. ¡Y si se trataba de un maleante? De pronto, me arrepentí de no haberme traído a Duque, mi pastor alemán, que se había quedado con Rebeca. Pero de haberlo tenido conmigo habría salido ladrando hacia lo que fuera que estaba ahí y quizá habría sido peor. Decidí seguir observando en la oscuridad, esperando que quien fuera que estuviera rondando por el bosque no se percatara de mi presencia. Lástima no tener a mano una escopeta. Pero, ¿qué habría hecho yo con una escopeta, si nunca he disparado una?, me dije.
Mientras pensaba en todo ello, me di cuenta de que había perdido de vista la maldita luz y que alguien se movía entre los árboles acercándose peligrosamente. Llevaba algo en la mano, una pala o algo parecido. Estaba demasiado oscuro para ver qué era ni qué aspecto tenía ese individuo. Pero ¿de qué habría servido verle la cara si no conocía a nadie de por allí? Luego desapareció y oí, a lo lejos, el motor de un coche que se alejaba.
Casi no pude pegar ojo. Tan pronto amaneció, salté de la cama y me dirigí hacia donde había visto merodear a ese intruso. Quizá aquel fuera un punto de encuentro de narcotraficantes. De ser así, no encontraría nada digno de interés. Pero cuando ya me daba por vencido, percibí un pequeño rectángulo de tierra removida y que alguien había, con muy poca pericia, intentado disimular con hierbajos y hojarasca. Allí había algo enterrado. No sabía si dar parte a las autoridades o desenterrar yo mismo lo que alguien había querido esconder. ¿Un alijo de drogas? ¿De armas, tal vez? El área removida era demasiado pequeña para que cupiera un cuerpo humano. De pronto, esa posibilidad me llenó de la inquietud y excitación necesaria para fabular una historia de suspense. «¿Te imaginas que un asesino ha venido a este lugar apartado para enterrar a su víctima?», me dije, sintiéndome como un niño con ganas de aventura.
Todavía no me explico por qué lo hice. ¿Curiosidad morbosa? El caso es que me armé de valor y de una pala que encontré en la leñera y empecé a cavar. En dos ocasiones estuve a punto de abortar esa misión, y en las dos seguí con mi empeño. Cuando llevaba cavado aproximadamente medio metro, la pala chocó con algo blando. Tras retirar por completo la tierra con las manos, apareció un saco de arpillera. En su interior se percibía la silueta de alguien en posición fetal. Con el corazón desbocado y las piernas temblando, arrojé la pala a mis pies. No tuve arrestos para seguir indagando y se impuso, de una vez, la cordura. Tenía que dar parte a la Guardia Civil. 
Mientas me dirigía hacia el cuartel de la benemérita, a la vez que me iba calmando, barruntaba el argumento de mi novela. Sentí una mezcla de regocijo y culpabilidad. Alguien había matado a alguien y yo sacaría provecho de ello. A simple vista, podía parecer una historia intrascendente y vulgar, como la de muchísimas novelas policíacas, pero esta sería distinta porque estaría basada en hechos reales. Eso atrapa mucho más al lector. Seguro que detrás de ese asesinato existiría una historia truculenta de la que sacar mucho partido. ¿Y si se trataba de un asesino en serie? Eso se ponía pero que muy interesante.
Cuando vi asomar ante mis ojos las primeras casas del pueblo, ya me sentía exultante. Aquella misma noche empezaría, por fin, a escribir mi próxima obra literaria. Ya tenía perfilado el inicio. Empezaría con una frase así: «Nunca me habría imaginado llegar a esta situación. Sabía de casos así. Incluso he leído novelas con ello como telón de fondo…».
No me haría tan rico como el suizo Joël Dicker, ni mucho menos como Stephen King, pero este podía ser el comienzo de una nueva etapa de mi vida como escritor de novelas del género negro.


CONTINUARÁ…

39 comentarios:

  1. Tú todavía no te has topado con el síndrome de la página en blanco. Muy interesante. Espero, expectante, la continuación.
    Un abrazo.

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    1. Hubo un tiempo que sí, pero duró poco.
      Espero que la continuación no te decepcione.
      Un abrazo.

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  2. Pues ya estoy deseando ver como sigue. De todas maneras yo no me hubiera atrevido a vivir sola en medio del monte, sin ver a nadie, día tras día...Solo de pensarlo de dan escalofríos. Según lo iba leyendo , me lo imaginaba y...decididamente no. Hubiera buscado mejor la inspiración en cualquier otro sitio lleno de gente.
    Bueno, quedo a la espera de la segunda parte.
    Un abrazo, Josep

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    1. La soledad puede resultar gratificante, pero a la vez peligrosa si uno está muy aislado.
      El ruido suele desconcentrar, mientras que el silencio es más inspirador, pero siempre que no haya miedo de por medio, je,je.
      Un abrazo.

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  3. Yo, al igual que Chema, espero tu continuación, pero que conste que podría quedar así perfectamente. Esos finales que se cierran con el principio como un collar me encantan. Si el collar es bueno, claro, y este lo es.
    Un beso.

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    1. Efectivamente, el relato podría haber terminado aquí y, de hecho, estuve tentado de hacerlo de ese modo. De haberlo hecho, no obstante, seguro que mucho/as habrían dicho que por qué no le daba una continuación, que la historia daba para una continuación, etc. Tras pensármelo unos segundos, tecleé la palabra CONTINUARÁ, y al poco me arrepentí, pero ya estaba publicado, ja,ja,ja. De todos modos, ya tenía en mente un borrador de una posible segunda parte, je,je. A ver qué sale.
      Un beso.

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    2. Yo estoy encantada de que te hayas animado a darle continuidad. Lo de que podías terminarlo aquí te lo decía como muestra de lo bueno que ya es.

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  4. Me ha atrapado, por el ritmo, y el argumento. No hay nada mejor que un asesinato par centrar el argumento de una novela, y si te lo ponen en bandeja miel sobre hojuelas. Que el escritor anacoreta siga el filón. Eso sí, que empiece a escribir.

    Un abrazo

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    1. Los escritores de novelas de suspense son como los periodistas: les encanta el morbo, je,je. Y un escritor con la mente en blanco, todavía más. Creo que empezará a escribir de inmediato, al menos eso me ha dicho, ja,ja,ja.
      Un abrazo.

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  5. Que intriga me dan esos cuadernos,... la ventana también y el contenido del saco... aunque el contenido sospechoso puede ser desde un gato a saber... jejeje :) Me has dejado con ganas de más, ...a ver si nace una novela o un 'síndrome de la cabaña' jejeje
    Gracias por la lectura, un abrazo compañero.

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    1. La ventana solo ha sido el detonador, los cuadernos quizá den alguna pista, quién sabe, pero el contenido del saco seguró que activará el gatillo de la historia, je,je.
      Gracias por tu visita a la cabaña,
      Un abrazo.

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  6. Vaya; recuerdo el relato anterior y por tu respuesta quede intrigado con el de hoy. La ventana, que siempre suele ser indiscreta :), es un título atractivo que además coincide con el libro que pretende escribir el protagonista. Has utilizado de manera muy hábil el gancho del cuaderno por lo que que consigues atrapar al lector para seguir el desarrollo de la historia. Por cierto, supongo que la peor pesadilla para un escritor debe estar confinado y que la página en blanco sea su acompañante. Ya veo y me alegro de que no te haya afectado.

    Un abrazo!

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    1. Pues esta ventana tanbién ha resultado indiscreta y ha activado la curiosidad e imaginación del observador ante lo que parece un asesinato. Aunque la idea no es nueva (se me adelantó Hitchcock, y con muchos años de adelanto), sí lo es el escenario, je,je.
      Veremos si un cuaderno escrito por alguien que empieza a manifestar síntomas de la enfermedad de Alzheimer aporta algo o absolutamente nada. Puede ser tan solo una pista falsa, je,je.
      Muchas gracias, Miguel, por tu lectura y por tu comentario.
      Un abrazo.

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  7. Espero que siga esta historia porque me ha atrapado desde el inicio.
    Un abrazo!

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    1. Seguirá, sin duda. Me he comprometido a ello, je,je.
      Un abrazo, Carmela.

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  8. Tengo que confesarte Josep Mª que no me gustan mucho los relatos con un continuará… jajaja,... pero, ¿que le vamos a hacer?. No nos queda otra que esperar,...

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    1. No eres el único que opina así, pero la historia, de haberla continuado en un solo episodio, habría resultado muy larga y hay a quienes no les gustan los relatos muy largos. Nunca llueve a gusto de todos, sobre todo en Galicia, ja,ja,ja. De todos modos, no tendrás que esperar mucho para leer la segunda y última parte.
      Un abrazo.

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  9. Que bien lo haces Josep, y que interesante lo has dejado para la próxima entrega. Me ha fascinado desde el principio, pero cuando ha empezado el suspense ya quedé enganchada, no tardes mucho con lo siguiente, jajaja.
    Es un comienzo estupendo para una novela, con lo cual podías seguir y seguir llenando páginas en blanco.
    Un placer la lectura amigo.
    Un abrazo.

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    1. La soledad, la oscuridad y un posible asesino, son ingredientes que suelen atrapar a un lector a quien le guste el suspense, je,je. Solo deseo que la espera para leer la continuación valga la pena.
      Un placer tener a una lectora, como tú, tan incondicional.
      Un abrazo.

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  10. Me encanta saber que hay un continuará a pesar de que en este relato cerraste el círculo con perfección.
    Supongo que las cosas no son lo que parecen y que lo que está enterrado tal vez no sea un cadáver, o no de un humano... bueno, ¿para qué seguir elucubrando? Esto sucede porque la historia me enganchó, obviamente. Tendré que tener paciencia y esperar la continuación.

    Muy bueno, Josep Mª

    Un abrazo

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    1. Sea lo que sea que esté ahí enterrado ha despertado la imaginación del protagonista. De momento, pues, la cosa pinta bien, Veremos cómo acaba.
      Muchas gracias, amiga, por pasarte a ver qué había tras la ventana, je,je..
      Un abrazo.

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  11. Me parece una trama la mar de intrigante, tanto como para pedirte también una segunda parte, que aunque te arrepintieras antes de poner CONTINUARÁ, sin duda merece que completes este círculo, puesto que la estructuración de la historia la encuentro muy interesante. Además a medida que va avanzando la historia eres capaz de ir trazando nuevos giros para sorpresa del lector y con un certero aumento del ritmo que va atrapando la atención lectora. Otra particularidad es la extensión, donde siempre te creces como escritor, por lo que razonablemente te animo a que sigas deleitándonos con esa segunda parte.
    Quizás estemos frente a un relato noir o policiaco, que es otra de tus especialidades, querido amigo Josep.

    Un beso.

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    1. Muchas gracias, Estrella, por tu amable valoración de este relato. Yo también creo que los relatos de una cierta longitud se me dan mejor (por lo menos los disfruto mucho más) que los cortos. Aun así, procuro no extenderme innecesariamente (no sé si lo acabo logrando), pero al menos tengo la libertad de ir escribiendo a mi gusto y ritmo, sin tenerme que ceñir a un determinado número de palabras. Si hubiera resumido el relato completo (este episodio más el que sigue) a, por ejemplo, 900 palabras, no habría dado mucho de sí ni habría creado expectación, pues, como en el sexo, los prolegómenos son fundamentales para disfrutar del acto (aquí el lector y escritor), ja,ja,ja.
      Un abrazo, amiga.

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  12. Ese escritor que se va a una cabaña en medio del bosque a escribir, um me ha gustado pero la intriga que tiene todo el relato me gusta más, ahora me quedo con muchas ganas de ese continuara.
    Que será tan importante lo que contienen aquellas libretas que le reclama el dueño de la cabaña? tendrá relación con lo que se ha encontrado el protagonista? que será lo que ha encontrado? a simple vista un cadáver? pero de quien? ay tantas preguntas sin poder resolver hasta el siguiente capitulo, con eso quiero decir que me has enganchado, espero que no tardes mucho en la asegunda parte.
    Un abrazo.

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    1. Hola, Tere.
      Bueno, deberás tener un poco de paciencia. De momento, hemos visto la intrducción y parte del nudo; ahora falta seguir con este nudo (que se irá deshaciendo poco a poco) para terminar con el desenlace, que espero no os defraude.
      Un abrazo.

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  13. Estoy totalmente intrigada, alguna relación tendrá el señor mayor con el muerto encontrado, y por qué tanto énfasis en la libreta perdida... Estaré atenta.
    SAludos.

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    1. El viejo, el muerto y el cuaderno forman una especie de triángulo de las Bermudas, y el escritor es como el viajero que lo atraviesa, je,je.
      Un abrazo.

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  14. ¡Qué excelente primera parte, Josep! No solo avanza la acción, sino que vas dejando detalles secundarios, pero presumo que esenciales, como esa libreta. Desde luego que si buscaba inspiración la encontró debajo de la tierra, je, je, je... También me gusta ese dilema moral de sacar crédito de una desgracia. Bueno, los escritores creo que deben ser vampiros de historias y cualquier cosa puede ser un disparador que pueda suponer terreno fecundo. Un fuerte abrazo y ¡a ver por dónde nos llevas!

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    1. Mi protagonista no puede quedarse. Quería inspiración y la ha encontrado. Después que no se lamente, je,je.
      De tus comentarios, David, lo que más aprecio son los que no se centran exclusivamente en el desarrollo de los acontecimientos, sino en esas observaciones sobre aspectos aparentemente secudarios que rodean a la historia, pero que (al menos es lo pretendo) le dan un toque adicional y menos prosaico.
      Un abrazo.

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  15. Jo, qué intriga, me has dejado con ganas de saber qué había ahí enterrado.
    Y ese cuaderno... qué habrá escrito?
    Enigmas que me hacen desear ya la continuación.
    Un besote.

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    1. Esos enigmas están prestos a ser desvelados. Entretanto solo cabe esperar, je,je.
      Un beso.

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  16. He sido un poco granuja, pues aunque ya pasé por aquí y empecé a leer, me empezó a mosquear la historia me fui al final directamente y vi esa palabra que odio: continuará. Y lo dejé para esperar la publicación de la segunda parte, así no me quedaré sin saberlo todo de corrido. Je,je,je Y a ello voy, a por la segunda.
    Que decir que me has enganchado como es habitual.
    Un abrazo, nos vemos en el bosque.

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    1. No está mal esta práctica, ja,ja. Pero no corras, que es peor. Por esas tierras hay que ir con cuidado, no sea que te pille el lobo, ja,ja,ja.
      Un abrazo, Javier.

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  17. Buenas, Josep, has creadao una historia a partir del bloqueo, no sé si basada en hechos reales, aunque no creo, pero qué fuera siempre así, je, je. Muy buna trama, donde con ese pequeño detalle nos adentras en una trama que parece tener muchos ingredientes para un gran relato y, como buen cocinero, lo dejas reposar y hasta te das el lujo de decirnos ese "continuará"...

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    1. Hola Pepe. He pasado por algún que otro bloqueo, pero, afortunadamente, duró más bien poco y, lo más importante (y desafortunado a la vez), nos tenía detrás a ningún editor que me apremiara, ja,ja,ja.
      Me alegro de que lo que has leído hasta este punto, te haya parecido lo suficientemente interesante como para desear saber qué hay detrés de ese "continuará", je,je.
      Un abrazo.

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  18. Yo también tengo la costumbre de imprimir lo que escribo para repasarlo con boli sobre el papel. Pinta bien la historia, voy a ver la segunda parte...
    Un abrazo.

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    1. Son costumbres de amanuenses, ja,ja,ja.
      Espero que la continuación no te decepcione.
      Un abrazo.

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  19. Josep, he leído primero la 2ª parte y ahora acabo de leer la 1ª pues es un buen argumento para una novela más larga tienes en ese cuaderno azul los cadáveres y quien sabe si cada uno con nombre y apellido. Así que puedes indagar. Un abrazo.

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    1. Vaya, has empezado por el final. Entoinces ya no habré habido el efecto sorpresa, pues ya supiste desde un principio quién era el malo, je,je.
      Me pregunto si haces lo mismo con todas la novelas que lees, ja,ja,ja.
      Un abrazo.

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