Este relato es la continuación que algunos de mis lectores me han pedido del que, con el mismo título, participó en el microrreto de este mes de El Tintero de Oro. Para quienes no lo leyeron o deseen refrescar su memoria, pueden pinchar AQUÍ.
Antes de verle la cara y oír su voz, me hice
una pregunta que luego se me antojó infantil: ¿Serán de los buenos o de los
malos? Pero no estaba jugando a soldaditos de plomo con mi amigo Joaquín, el
vecino del cuarto primera. Estaba en una guerra de verdad, en la que ya me
resultaba difícil distinguir entre buenos y malos en el campo de batalla. Y en
ese minúsculo instante de incertidumbre me vino a la memoria, como si fuera lo
último que fuera a recordar antes de morir, mi despedida de la familia para
emprender este viaje al infierno. ¿Les volvería a ver?
La luz de una linterna
solo me permitía ver un cegador resplandor cuyo centro ocupaba la cara del
individuo que, zarandeándome suavemente, me dijo:
—¿Estás bien, chaval? ¿Cómo
te llamas?
El tono en el que habló
denotaba que era alguien con mando.
—Soy el cabo Alfonso
Caballero, de la 22ª Compañía, de la 11ª División, dirigida por el General Líster.
—Eso ya lo sé. ¿A qué
otra División podrías pertenecer estando aquí y ahora? —oí unas risitas a mi espalda—. ¿Crees que
podrás andar? Debemos darnos prisa antes de que los nacionales nos den alcance.
—Me temo que no, mi…
—Sargento, soy el
sargento Ramírez.
—Pues creo, mi
sargento, que debí pisar una mina o quizá fue un mortero el que me lanzó por
los aires. Solo puedo decir que no puedo moverme —respondí con un hilo de voz,
pero con la esperanza de que en breve estaría a salvo.
—Pues lo tienes jodido,
chico, los sanitarios están muy lejos de aquí y nosotros cuatro no podemos
transportarte. Puedes tener lesiones internas graves y solo empeoraríamos tu
estado.
—¿Entonces? —mi
pregunta quedó apagada por un gran estruendo. Un obús acababa de impactar muy
cerca, con lo cual mis supuestos salvadores se marcharon a todo correr,
dejándome allí tirado. Solo el sargento Ramírez se detuvo un momento y
girándose, me miró, afligido.
—No te muevas, mantente quieto. Así podrás pasar desapercibido. En cuanto lleguemos a nuestro puesto de mando, daré aviso para que, cuando todo este follón se haya calmado, vengan a por ti. ¡Toma! —dijo lanzándome una cantimplora. Al menos no me moriría de sed. Pero si me encontraban los soldados marroquíes, estaría perdido. Esos no tendrían misericordia de un soldado republicano herido
*****
No sé cuánto tiempo debió pasar desde que aquellos tres soldados y el sargento me dejaron abandonado a mi suerte, pues perdí el conocimiento, no sé si por la debilidad provocada por la pérdida de sangre, por la falta de alimento o por ambas cosas.
Afortunadamente, antes
de que eso ocurriera, tuve la precaución de cubrirme como pude con la abundante
hojarasca que había a mi alrededor. Una forma de camuflaje que funcionó.
Solo sé que cuando
volví en mí, clareaba y hacia un frío espantoso. Ese final de otoño estaba siendo anormalmente gélido.
Entonces volví a temer
por mi vida. Me sentía desfallecer. Si nada ni nadie lo remediaba, no tardaría
mucho en reunirme con mis compañeros caídos en la reciente batalla, la del
Ebro. ¡Cuánta sangre derramada!
El silencio hacía
presagiar que nuestro ejército estaba ya muy lejos y que el nacional había
pasado seguramente de largo. No debía quedar nadie que pudiera venir en mi
ayuda. No sentía los dedos de las manos ni de los pies. Tiritaba en forma de violentos
espasmos. Pensé en gritar sin importarme si quien me encontraba era de los
nuestros o no. Pero ¿quién podría estar merodeando por un campo que hasta hacía
poco había sido pasto de las bombas?
Cuando volvió a oscurecer
ya perdí definitivamente toda esperanza de ser rescatado. Ese sería mi final y
ese campo mi lecho de muerte. Lo que más lamentaba era que mi familia no
supiera nada de mí hasta mucho después de acabada la guerra, cuando mi cuerpo
solo fuera un montón de huesos cubiertos por un uniforme andrajoso. Lo único
que me identificaría sería mi cartilla militar.
El cielo estaba
estrellado. Nunca había visto tantas estrellas y tan resplandecientes.
Quizá se había acabado la guerra y lo estaban celebrando. Pero esa maravillosa
visión no tardó en quedar nublada por mis lágrimas. Aquello era el fin. Decidí,
pues, dejarme llevar. Que todo acabara de una vez.
Pero en ese preciso
instante oí un ruido. No parecía de un animal. Eran unos pasos. Alguien andaba
por allí, no muy lejos de donde yo yacía.
Y entonces grité.
Continuará…
Vaya, se ve que le has cogido el gusto a dejarnos en suspense. Yo me las prometía felices porque ibas a quitarnos el interrogante de qué pasaba con este pobre soldado y... nada, que hay que seguir esperando.
ResponderEliminar¿Has pensado en hacerte guionista de series de TV?
Un besote.
Pues ya me gustaría que me propusieran hacer algún guion de una serie. De hecho, hago muchas veces de co-guionista en la sombra cuando veo alguna serie televisiva. Cuántas veces no me habré anticipado a lo que el protagonista va a decir, o bien censurado, por ridícula e irrealista, alguna respuesta o actitud que el guionista de verdad se ha sacado de la manga sin que venga a cuento, solo para llamar la atención, je,je.
EliminarY en cuanto a este segundo "continuará", ya es el último. Lo prometo. Como fueron tantas las peticiones o sugerencias de que no dejara el relato abierto, pues he aplicado el refrán que dice: ¿No querías caldo?, pues toma dos tazas, ja,ja,ja.
Un beso.
Es una parte perfecta. Las luchas de la mente por esperar ser rescatado. A ver si esos pasos eran de enemigos o de propios. Pero al fin gritaba, que sea recatado pronto.
ResponderEliminarUn abrazo
Ahota sí viene el desenlace final, pero todavía habrá que esperar unos días más para conocerlo, je,je.
EliminarUn abrazo.
Pues yo también pensaba que se iba a terminar aquí, pero se ve que le vas cogiendo el gustito a esto de dejarnos colgados. Muy buena la descripción de la agonía del soldado, se palpa la tragedía, aunque me parece que todo se arreglará, o eso he percibido mientras caía por este nuevo acantilado. XD.
ResponderEliminarUn abrazo, Josep.
La continuación que preparé era un poco larga para publicarla entera. Hay a quien le gusta los episodios y los hay, creo que la mayoría de mis lectores, que prefieren leer todo el relato de un tirón aunque sea largo. Pero como enesta continuación encontré un punto donde cortar y dejaros nuevamente en ascuas, pues lo aproveché, ja,ja,ja.
EliminarUn abrazo, Pepe.
Ah, que bien que continúe porque sino quedaba en suspenso como el relato del anterior. Pobre muchacho que sufrimiento.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, tienes una imaginación que no tiene fin, :))).
Un abrazo Josep.
Un suspenso detrás de otro suspenso. Esto es un sinvivir, ja,ja,ja.
EliminarEspero que disfrutes del final que se avecina.
Un abrazo, Elda.
Eres un jodío. Nos sacas de Málaga para meternos en Malagón.
ResponderEliminarSeguiremos a la espera.
Un abrazo.
Pues sí, amigo, tengo malas entrañas, y si alguien me reta a escribir una continuación, lo hago y, por si fuera poco, vuelvo a dejaron pendientes del final, ja,ja,ja.
EliminarEspero que en Malagon encuentres la respuesta que esperas, je,je.
Un abrazo.
Pobre hombre, otra vez nos lo dejas a merced de vete tú a saber quién; amigo o enemigo, loco o cuerdo. Bueno, en todo caso, me alegro de que continúe porque me está gustando mucho.
ResponderEliminarUn beso.
El gozo en un pozo, fue lo que debió pensar ese pobre chico. Esperanzas rotas, pero aun así sigue esperando lo que parece imposible.
EliminarUn beso.
Los diálogos ayudan mucho al tono del relato en esta continuación y ahora solo cabe esperar a la resolución final para dejar este suspense sostenido en las dos primeras partes.
ResponderEliminarAbrazos Josep y buen fin de semana.
Sí, los diálogos aiempre dan vida a una historia. Mientras los monólogos son totalmnete intimistas, los diálogos exteriorizan el sentir del protagonista y su relación con el entorno.
EliminarY ahora a esperar el desenlace, je,je.
Un abrazo.
Me las pagarás Josep. Yo que creía que esta segunda parte era la definitiva y me has dejado de nuevo en suspense. eso se llama premeditación y alevosía.
ResponderEliminarUn abrazo has la tercera parte. No me tardes.
De oca a oca y tiro porque me toca, ja,ja,ja.
EliminarUn abrazo, Javier, y hasta la próxima, je,je.
Con cuanto sentimiento has contado la parte en la que el soldado herido, después de la vana esperanza de ser rescatado, vuelven a dejarlo solo y herido. Me ha emocionado, Josep. Merece la pena que lo continúes, desde luego.
ResponderEliminarVaya, pues me alegro mucho que mi relato te haya llegado a emocionar.
EliminarLa historia continuará, eso es evidente, pero puedo asegurar que a la tercera va la vencida, je,je.
Un abrazo.
Nooooooo!,.... otra vez no!... haz algo por ese chico,... se lo merece!
ResponderEliminarTranqui, todo se andará, ja,ja,ja.
EliminarUn abrazo.
Me ha gustado mucho esta segunda entrada, Josep, la forma en que la relatas y las sensaciones de angustia que transmite. Espero la siguiente entrada...
ResponderEliminarUn beso.
Me alegro, Carmela, que te haya gustado esta segunda entrada, a pesar de lo que dice el refrán de las seguntas partes, que nunca son buenas, je,je.
EliminarUn beso.
¡Ay, Josep! ¡Nos vuelves a dejar pendiendo de un hilo! Pero no te preocupes, entiendo que el tema da para continuar y me parece genial que lo hagas.
ResponderEliminarUn abrazo
Quería hacer una segunda parte que teminara con un FIN, pero no me ha sido posible. Ese joven soldado todavía tiene que sufrir un poquito más, ja,ja,ja.
EliminarUn abrazo.
Hola, Josep Mª!
ResponderEliminarAy, yai, me ha parecido una continuación de lo más angustiante, lleno de espeluznante acción que te mantiene atrapado hasta el final. ¡Pobre soldado!
Saluditos
Hola, Yessi,
EliminarComo le digo a Mirna, aquí arriba, justo encima de tí (je,je), la angustia del protagonista todavía tiene que dar más de sí. ¿Me estaré volviendo un sádico?, ja,ja,ja.
Un abrazo.
Eso de dar esperanzas a un moribundo para dejarlo morir de nuevo es un poco cruel ¿No?, sobre todo para el lector que sufrimos con él como si estuviéramos ahí temblando de frío con ese gélido invierno y con todos los sentidos en guardia por si alguien viene.... A la espera quedo después de otro relato muy bien construído. Un abrazo
ResponderEliminar¿Cómo iba a saber el pobre que aquellos soldados no se lo podrían llevar con ellos? Pero no todo está perdido, quizá ahora sí aparezca un rescatador. ¿O no?, je,je.
EliminarUn abrazo.
Pues sí, yo era de los que quería caldo. Así que: ¡dos tazas, please! ; )
ResponderEliminarUn abrazo, amigo. : )
Pues la tercera taza está en la olla, a punto de ser servida, pero tengo que dejarla enfriar un poco, je,je.
EliminarUn abrazo, Pedro.
He leído los dos capítulos: Es una estructura alejada de la ortodoxia que establece que el narrador en primera persona sea personaje e incluso protagonista del relato. Parece esta historia, contada por alguien externo a la misma, el editor o el propio autor real. Esto que puede resultar en un acto fallido por hacer poco verosímil lo relatado, en esta ocasión funciona perfectamente manteniendo la tensión, el ritmo y la verosimilitud de lo contado por la escrupulosidad en el tratamiento de los elementos narrativos. El contexto funciona, con detalles geográficos e históricos bien colocados y con sensaciones o muestra de los sentidos físicos colocados de forma oportuna. Me gusta el resultado. Gracias Josep Mª
ResponderEliminarMuchas gracias, Javier, por tu opinión. De vez en cuando me lanzo a narrar una historia en primera persona, a sabiendas del peligro que ello puede entrañar para la verosimilitud de lo descrito. En estos casos procuro meterme en la piel del personaje y hablar por él más o menos acertadamente.
ResponderEliminarMe alegro que en este caso te haya gustado el resultado.
Un abrazo.
Hola Josep, vengo de leer la primera parte, también en esta el suspense ha ido en aumento. Resulta fácil ponerse en el lugar del soldado y acompañarlo en su soledad, incertidumbre, miedo...No en vano las guerras propician tanto dolor. La verdad, tengo ganas de leer el final y comprobar (ojalá,) ese soldado se salve por alguna mano benévola.
ResponderEliminarGenial relato.
Un abrazo.
Hola, Mila. Mientras dura la incertidumbre, el suspense va en aumento, je,je.
EliminarSolo tendrás que esperar unos dias más para averiguar el final.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Me dejas con el corazón encogido Josep, me parece estar viviéndolo yo también. Impaciente por la llegada de la tercera parte.
ResponderEliminarAbrazos.
Los "continuará" buscan ese efecto: dejar al lector intrigado y pendiente de los acontecimientos. Espero que el desenlace sea de vuestro gusto y no motivo de disgusto, je,je.
EliminarUn abrazo, Conchi.
Parece que te gusta esto de escribir por capítulos así que tendremos que esperar a ver si se muere o se salva el soldado en cuestión.
ResponderEliminarA esperar toca
Un abrazo Josep
Puri
Si el relato resulta largo, no me queda más remedio que dividirlo en capítulos, aunque últimamente lo intentaba evitar porque sé que hay lectores que no les resulta cómodo eso de seguir una historia episodio a episodio y prefieren leerla de una tirada. A mí me ocurre justamente lo contrario: cuando veo que un relato es superlargo, me echa para atrás y si no tengo ganas o mucho tiempo que dedicarle, lo dejo para otro día, je,je.
EliminarEn este caso, sin embargo, lo he hecho a petición del público, je,je. Yo escribí un microrrelato tal como estipulaba el reto de El Tintero de Oro, con un final abierto, pero muchos/as lectore/as dijeron (espero que sinceramente) que querían una continuación, pero esta ha resultado un poco más larga de lo que esperaba y la he tenido que partir en dos, aprovechando un momento crucial, eso que los entendidos en la materia llaman un cliffhang.
De todos modos, no tendrás que esperar mucho, pues el final ya está a punto de ser servido.
Un abrazo, Puri.
Continúa la tensión, lo que va elevando el ritmo de la trama y conocer el desenlace se hace indispensable.
ResponderEliminarPor supuesto se aprecia tu habilidad para ir creando el contenido suficiente capaz de elaborar mucho mejor la descripción del decorado bélico y el nudo de emociones que rodean al protagonista, quién continúa atrapado en su angustioso destino incierto.
Seguiré a ver qué nos has preparado para el desenlace.
Un beso.
Pues sí, amiga, la cosa continúa, para gozo de alguno/as y para desdicha de otro/as. ja,ja,ja.
EliminarAl principio quería dar fin a la historia con esta segunda entrega, pero escribiendo, escribiendo, se me ocurrió darle al pobre soldado una nueva oportunidad y a la historia otro episodio, je,je.
Muchas gracias por tu amable comentario, Estrella.
Un beso.
¡Hola, Josep! Jo, ¡qué gran historia! Es brillante cómo la has concebido. Ciñéndote al punto de vista del desvalido soldado consigues que el lector empatice con él, con su flujo de emociones que es lo que vertebra la historia. Ahora desespero, ahora me ilusiono, ahora me resigno, ahora me rebelo... Ese fluir de emociones de quien no puede hacer otra cosa que sentir engancha al lector mucho más que si se narrara la propia batalla. A ver cómo termina! Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarHola, David. Yo también creo que quien se halla en una situación crítica durante largo tiempo, pasa por momentos de deseperación seguidos de otros de resignación, esperando que todo acabe de una vez, y también otros de esperanza, atento a la aparición de un elemento salvador. Veremos si es esto último lo que le acontace al protagonista de esta historia, je,je.
EliminarUn fuerte abrazo.
No se como el soldado está aguantando tanto. Me lo imagino enterrado con todo el cuerpo dentro de la tierra. Veo esas imágenes de la guerra civil española. Soldados de aquí para allá. La sangría de las bombas. Evidentemente quieres salvarlo, aunque duro que aguante más. Jo, me tienes pillada, voy a por el final. Gracias, de verdad. Tus letras son magnificas, con esa limpieza gramatical admirable (esto te lo he dicho ya, creo), si si ya voy, ya voy....
ResponderEliminarHay quien aguanta y ha aguantado lo indecible. Este bien podría ser un caso. Dicen que las ganas de vivir tienen mucho poder, aunque no siempre se cumple esta creencia.
EliminarMe alegro haber conseguido atraparte, aunque presumas el final.
Y no hay de qué, uno hace lo que puede, ja,ja,ja.
Un abrazo.