Odio la cara de asco con la que me miran
algunos de los que pasan delante de mí. Tendrían que estar en mi lugar. Así se
enterarían de lo que vale un peine. Bueno, en realidad un peine no, en todo
caso una vida distinta a la suya, pues la alusión a un peine, cuyo significado
mucha gente ignora, se refiere a augurios muy negativos, y no es el caso, pues
yo, la verdad, no lo paso nada mal. ¡¿Qué digo?! Me lo paso cojonudamente bien.
Yo sí tengo un lugar fijo y seguro donde vivir, no como muchos de esos idiotas
que deambulan por ahí sin rumbo fijo, pidiendo en las esquinas y durmiendo en
un banco cochambroso. Y quienes sí tienen donde ir, seguro que es un lugar de
trabajo asqueroso, con un sueldo de mierda o un piso con aluminosis, con tres o
cuatro niños revoltosos y maleducados, y una mujer que les hace la vida
imposible. Y si les preguntara si son felices, mentirían como bellacos.
Yo hace años que dejé
de ser un esclavo. No dependo de nadie ni nadie depende de mí. Trabajar para
otro para que se enriquezca a mi costa no va conmigo. Y desde que tomé la
decisión de liberarme, soy feliz. Amo la libertad y no hay mejor forma de
disfrutarla que vivir en la calle. Sí, en la calle, lo habéis oído bien. Ah,
¿no os parece bien? Sois como la gran mayoría de pijos ignorantes. ¡Qué sabréis
vosotros! ¿Acaso lo habéis probado? No se puede juzgar algo sin conocerlo. La
gente tiene muchos prejuicios. No soportan a los que no son como ellos. Bueno,
para ser sincero, yo tampoco les soporto a ellos, unos engreídos del tres al
cuarto. Y es que la gente habla por hablar, sin tener ni puta idea de a lo que me
refiero. ¿Que no os gusta mi lenguaje? No seáis hipócritas, seguro que soltáis
las mismas palabrotas o peores en la intimidad, como dijo que hacía ese
político del bigotito cuando hablaba en catalán. ¡Qué idiota! Ese, como todos
los políticos, se cree que somos tontos. Bueno, la verdad es que la gran
mayoría de los ciudadanos lo son. Yo no, me huelo la mentira a kilómetros de
distancia y como no quiero ser engañado en ningún aspecto, por eso me he
planteado vivir como lo hago: a mi aire y sin compromisos de ningún tipo.
Cuando veo pasar a esos
trajeados, con su maletín en la mano, y con prisas, en lugar de despertar en mi
conmiseración, lo que siento es desprecio. Trabajar y trabajar. ¿Para qué?
¿Para hacer frente a gastos superfluos, por no decir innecesarios? La hipoteca,
el coche, los caprichos de la parienta y de los mocosos malcriados, el colegio
privado, algún que otro viajecito, y así un sinfín de cosas inútiles. A mí, la
vivienda me sale gratis, no necesito coche para nada, mis viajes son por el
barrio y mis pies me transportan de un lugar a otro. Y como, además, no tengo
mujer ni hijos, pues estoy totalmente exento de obligaciones económicas familiares.
Si quisiera viajar para conocer mundo, que no es el caso, no necesitaría coche,
ni barco ni avión, pues podría viajar haciendo autostop, porque supongo que
todavía existe esta modalidad. Para qué gastarse un pastón en otros medios de
transporte pudiendo hacerlo gratis.
Y ¿cómo me alimento?,
os preguntaréis. Pues me valgo de mi astucia y savoir faire. Cuando no
voy a un comedor social, que es lo que suelo hacer, sobre todo cuando hace
frio, voy a un Supermercado paquistaní del barrio donde me conocen y me quedo
con las piezas de fruta y verdura más maduras y en mal estado, las que nadie
quiere, gratuitamente. Si lo miráis bien, les hago un favor al apartar de la
vista de la clientela tales mercancías defectuosas. Son una mala imagen para la
empresa, porque no sé en lo que estarán pensando esos tipos al dejar unos
tomates chuchuríos, unas lechugas mustias o unas manzanas con manchas oscuras
en vías de putrefacción, a la vista de la clientela. Quizá en su país eso sea
normal, pero aquí no, deberían saberlo. Pero qué sabrán ellos, si son unos
ignorantes. A veces también me espero a que, por la puerta de atrás y una vez
cerrado el establecimiento, depositen en los contenedores los productos
caducados desde hace días. Al menos en eso sí se fijan. Supongo que lo hacen
porque temen que alguien los denuncie por vender productos caducados que, por
cierto, si fueran nocivos para la salud, hace años que estaría muerto.
Solo en una ocasión, en
la que todas esas posibilidades fallaron, tuve que salir de caza. Bueno, lo de
caza no es más que un eufemismo de matar palomas para comérmelas. No pongáis
esa cara. Ya veo que estáis llenos de prejuicios. Quizá no sea una práctica muy
saludable, pues se dice que estas ratas voladoras pueden transmitir muchas
enfermedades. Pero debo haber tenido suerte, pues nunca he enfermado, o bien ya
estoy inmunizado contra todo tipo de bicho viviente, porque ni tan solo pillé
la Covid. El caso es que, con tan solo unas cuantas migas de pan, en un pis pas
estás rodeado de esas infelices aves. Matarlas y desplumarlas ya fue otro
cantar, pero sé de una indigente a quien se le da muy bien ese quehacer, que por
algo trabajó muchos años en una pollería. Así que, pensando en ella, cacé dos
ejemplares para repartírnoslos, y bastante rollizos, por cierto. Las llamas
purificadoras de una pequeña fogata, que la mujer suele encender de noche, hizo
el resto. Y como soy un todo terreno en cuestiones gastronómicas, pues casi me
resultó una cena suculenta. Y en este caso también hice una labor encomiable
para el consistorio municipal, que no sabe cómo atajar la plaga de palomas que
hace años asola la Ciudad Condal. Y no digamos el favor que le hice a mi
compañera de la calle, que muy pocas veces come caliente. Dice que la artrosis
le impide ir andando hasta el comedor social, y eso que solo está a dos
manzanas. El caso es que me lo agradeció del único modo que podía y no le quise
hacer un feo y acepté. El lecho que usa no es tan cómodo como el mío, pero para
uno rapidito ya va bien. Supongo que ya sabéis a lo que me refiero ¿no? No seáis
tan remilgados, que cuando el hambre aprieta, y no me refiero precisamente al
de comer, cualquier cosa vale. Aun así, no lo volvería a hacer. Creo que me
contagió algún que otro piojo, lo que me obligó a raparme al cero. Y menos mal
que no me pegó ladillas, que si no...
¿Y de dónde saco la
ropa?, también os preguntaréis. Pues no sabéis la cantidad de ropa y calzado
que la gente tira en los contenedores y que todavía está en buen estado.
Incluso hay ropa de marca. Hay que ver lo que despilfarran algunos. O les sobra
el dinero o son unos consumistas empedernidos. Con tanta ropa que he acumulado,
puedo cambiarme de vestuario cada día. Y en esto también colaboro con el medio
ambiente, pues lo que hago es reciclar, cosa que incluso los que se autodefinen
como ecologistas no saben lo que es. ¡Hipócritas!
Ya veis, pues, que vivo
la vida a mi aire, sin ataduras, De dinero no voy bien ni mal, tengo el
suficiente y gracias a la generosidad de algunos incautos —o debería decir
almas piadosas y benefactoras— que dejan unas monedas, y algún que otro
billete, en mi caja de cartón, la cual he adornado y enriquecido con un
cartelito en el que tengo escrito, con una letra muy pulcra —que uno será
indigente, pero no inculto, pues de niño fui a la escuela, aunque de eso haga
una eternidad— un mensaje que hasta haría llorar a Putin.
El truco consiste en esconder
mis piernas bajo una manta y simular que donde se supone que debería haber dos
piernas ahora hay dos muñones, pues sufrí los efectos de una mina antipersona
cuando estuve en Afganistán con las tropas españolas. precisamente desactivando
explosivos. Y la gente se lo cree. Hay que ver lo ilusos que son algunos. Supongo
que da tanta pena ver que una persona que ha sacrificado su vida en nombre de
la libertad acabe en la calle sin ningún tipo de subsidio, que más de uno se
siente en la obligación moral de aportar un dinerillo para paliar un poco esa
injusticia y drama humano.
El único contratiempo
que ese engaño es que no puedo quedarme inmóvil todo el día en la misma
posición, pues las piernas se me acaban agarrotando y doliendo un montón. Solo
faltaría que las acabara perdiendo de verdad, pues a veces tardan mucho en
recobrar la sensibilidad. Tengo que esperar a que oscurezca y no haya apenas
transeúntes ni miradas indiscretas para erguirme y volver a la bipedestación,
aunque sea cojeando un buen rato hasta desentumecer y recuperar la movilidad de
mis dos extremidades inferiores. Lo hago con tanta maña que hasta ahora nadie
me ha descubierto. Es entonces cuando aprovecho para el avituallamiento de
comida y vestimenta. Así que ya veis que lo que gano, lo gano a pulso, con
esfuerzo y sacrificio.
El caso es que, como no
tengo gastos y recaudo un dinerillo en donaciones —prefiero este término al de
limosnas— tengo unos ahorrillos con los que he abierto una cuenta bancaria,
pues, aunque no devengue interés alguno —otros ladrones, las entidades
bancarias—, por lo menos estarán a salvo de manos ajenas, que por estos barrios
ronda mucho mangante, en especial “el cojo” —que este sí que está tullido de
verdad—, que intentó extorsionarme para evitar que divulgara mi engaño. Se ve
que una noche no fui lo suficientemente precavido y descubrió mi truco, y me
vio esconder mis ganancias del día en el saquito que llevo pegado a mi cuerpo
para que nadie pueda tirar de él sin mi conocimiento mientras duermo. ¿No pretendía
que le diera una parte a cambio de su silencio, el muy cabrón? Y es que ni siquiera
en este mundo de indigentes existen los escrúpulos. Le propiné tal paliza,
gracias a mi recuperada movilidad, que creo que lo dejé más tullido de lo que
estaba. Aun así, tuve que poner tierra de por medio para que no diera conmigo,
ni él ni nadie del gremio.
Ahora, desde que me he
mudado a este nuevo barrio, alejado de la competencia, estoy mucho más
tranquilo. Aquí la gente no es tan pudiente, pero no puedo quejarme. He
descubierto otro Supermercado paquistaní —esa gente, al igual que los chinos,
están por doquier— Además, hay ingenuos en todas partes. ¡Qué sería de
esta sociedad sin la ingenuidad! Nada, no seríamos nada.
Y no creáis que no
disfruto de un tiempo de ocio. Todos los fines de semana me tomo vacaciones y,
si hace buen tiempo, me voy a la playa de la Barceloneta a tomar el sol o simplemente
a relajarme. No sé si algún día enfermaré de algo inevitable, pero de lo que
nunca padeceré es de ansiedad, el mal que asola nuestra sociedad de consumo. ¿A
que os doy un poco de envidia?
No sé cuántos años
viviré, pero sí sé que lo haré sin que nadie abuse de mí y sin hacer daño a
nadie, si exceptuamos la somanta de palos que le arreé a aquel presunto chivato
lisiado.
La vida es corta y hay que saber vivirla, caramba. Yo elegí vivir una vida distinta a la de la gran mayoría de los infelices mortales, y me va de maravilla. Os lo recomiendo. No seáis idiotas, cambiad también de vida. Me lo agradeceréis.
Este relato participa fuera de concurso en El Tintero de Oro
Según se mire, un poco de envidia sí que da, la verdad.
ResponderEliminarMuy divertido y bien contado.
Un abrazo.
Como experiencia para un fin de semana, vale, pero para siempre ya es otro cantar, je, je.
EliminarUn abrazo.
Como filosofía de vida la verdad es muy acertado el pensamiento de este espíritu libre; pero la sociedad consumista te lo pone muy difícil como para ponerlo en práctica. Una pregunta Josep ¿Por qué el relato lo presentas fuera de concurso?
ResponderEliminarUn abrazo.
De la teoría a la práctica, Javier, hay un bien trecho. Lo que parece ideal sobre el papel, queda en agua de borrajas en la mundana realidad.
EliminarContestando a tu pregunta, he presentado este relato fuera de concurso por su longitud, que supera en mucho las 900 palabras. Intenté reducir el texto hasta cumplir esta norma, pero para ello tenía que eliminar bastantes párrafos de los que no quería prescindir.
Un abrazo.
Hola Josep, realmente es excelente tu relato, me gustó mucho y he disfrutado realmente de leerlo, felicitaciones.
ResponderEliminarUn abrazo.
PATRICIA F.
Me alegro que mi relato te haya gustado y que su lectura haya sido un disfrute para tí.
EliminarUn abrazo.
Estupenda historia Josep. La verdad es que contada tan minuciosamente la vida de las personas que viven en la calle, no está nada mal su punto de vista y comparto muchos de los pensamientos.
ResponderEliminarMe ha encantado y he disfrutado la lectura.
Siempre un placer leer tus relatos.
Un abrazo y buen fin de sema.
Hola, Elda. Para cumplir con el reto de El Tintero de Oro, he preferido contar la vida de un sintecho desde una vertiente positiva y optimista, buscando el toque de humor, muy alejada de la realidad. Pero quién sabe si hay algún indigente que no cambiaría su estilo de vida por el nuestro, je, je..
EliminarMe alegro que hayas disfrutado de la lectura. Con esto me doy por muy satisfecho.
Un abrazo.
Este hombre aparte de ser un homeless, es todo un antisistema y lo peor es que tiene muchísima razón en muchas de sus críticas a la sociedad en que vivimos. En realidad es más libre que la mayoría. De eso no hay la menor duda. Aunque el precio sea elevado. En definitiva, un personaje contra el mundo como el que pedía el desafío. Buen trabajo.
ResponderEliminarSupongo, que es mucho suponer, que se convirtió en un antisistema después de estar sometido a él durante muchos años. Todos tendríamos muchos motivos para criticar el sistema que nos domina, pero muy pocos seríamos capaces de renunciar a él, je, je.
EliminarUn abrazo.
Un relato divertido en el tono pero que esconde mucha carga de crítica. Me ha encantado, Josep. Has definido magníficamente bien al personaje y su situación. Una gran historia.
ResponderEliminarBajo los comentarios humorísticos suele esconderse una verdad que no se quiere revelar. Algunos dramas se cuentan en tono jocoso para disfrazar la triste realidad. En este caso, mi personaje es bastante insólito y behemente en sus apreciaciones, pero no deja de tener razón desde su punto de vista alternativo.
EliminarUn abrazo, Marta.
Nos entregas en primera persona un personaje bastante interesante, "Un Caballero Andante" o caballero del camino, para no decirlo con alguna otra palabra. Si, yo creo estos pensamientos son posibles en alguien sometido a esas condiciones. Buen relato que nos muestra un mundo del cual huimos.
ResponderEliminarPues sí, José, mi personaje puede parecer un viejo lunático que vive una vida, que otros considerarían miserable, desde un punto de vista positivo y hasta cieto punto irreal. Pero ya lo dice el refrán: sarna con gusto no pica.
EliminarEn teoría, todos queremos huir de esta sociedad materialista, pero no tenemos el arrojo suficiente para desprendernos de todas nuestras posesiones, por sencillas y prescidibles que sean.
Un abrazo.
Todo depende de si ese tipo d vida es escogido o es que no tienes mas remedio. el lo explica como quiere que lopensemos, pero...habría que ver. fuera hace mucho frio,y en verano mucha calor y sin amigos, a los que no menciona. hay que estar muy seguro, y tiene mucha pinta de misantropo, cualidad con la que supongo que hay que nacer, aunque siempre hay alguien que te ayuda a alcanzarla.
ResponderEliminarRecortar es una putada, y amputar una mas gorda, asi que esta bien fuera de concurso. el otro dia tuve que ampliar un relato y no te creas que es mejor. tener que poner frasecitas aclaratorias y giros para los que hay uan palabra concreta; tambien es una mierad.
abrazo, josep M
Evidentemente, no es lo mismo echarse a la calle por voluntad propia que forzado por unas circunstancias desfavorables. No es lo mismo dejar un trabajo voluntariamente o que te despidan.
EliminarTambién influye mucho en esa decisión de dejarlo todo y vivir al aire libre a expensas de lo que caiga del cielo el no tener familia ni amigos. Un lobo solitario es mucho más libre para decidir qué tipo de vida quiere llevar.
Tener que ajustarse a un número concreto de palabras es, evidentemente, un handicap, pero nunca hasta ahora me había hallado en la tesitura de elegir entre participar en el concurso recortando lo escrito originalmente o presentar el texto sin recortes y fuera de concurso. Y es que, a diferencia de otras ocasiones, no fui escribiendo el relato contando las palabras. Lo escribí de un tirón y luego me percaté de que me había excedido mucho, pero como me gustaba tal como había quedado y me sabía mal amputar parte del texto, pues elegí la segunda opción.
Un abrazo, Gabiliante.
Un relato bastante irónico con sobre un tipo encantado de conocerse a sí mismo. La estafa, el engaño a sí mismo y a los demás, y el tener una buena caradura son elementos que demuestran que en todas las clases sociales hay garbanzos bien negros je, je. El ser humano es único ;)
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Josep.
Hola, Miguel. Mi personaje es feliz de ser como es y de vivir como vive y, como suele ocurrir con quienes de sienten seguros de sí mismos y llenos de razón, menosprecia a los que no piensan como él. Pero nunca reconocerá que, para sobrevivir en el mundo que ha elegido, tiene que aprovecharse de los demás, engañándoles y abusando de su buen corazón, algo que, por cierto, no solo ocurre entre las clases sociales más desfavorecidas. También lo practican los grandes empresarios, los banqueros y los políticos, ja, ja, ja.
EliminarUn fuerte abrazo.
Yo porque soy muy comodona y me gusta el calorcito y una cama confortable y ducha caliente, por no hablar de comida variada y rica, pero a la gente un poco más aventurera tu personaje tiene que darle mucha envidia. Genial tu relato.
ResponderEliminarUn beso.
Debo cofesarte, Rosa, que este personaje que he creado no es precisamnete mi alter ego, más bien todo lo contrario, je, je. No me gusta la opulencia ni el derroche, no soporto la ostentación ni la vida fácil de los adinerados, pero yo también prefiero una cama confortanle y la comodidad del hogar al que no le falte nada para vivir cómodamente, que vivir al raso y depender de la ayuda de los demás. Además, yo no soy tan avispado como ese individuo y me moriría de hambre y de frío, ja, ja, ja.
EliminarUn beso.
Excelente pintura de la fantasía de muchos, (por no decir todos) en algún momento de la vida. en los detalles no solo está la crítica social sino la crítica a la fantasía misma, demostrando que una cosa es la imaginación y muy otra la realidad. Y eso que salvo el encuentro con la indigente artrítica y el lisiado buchón, no has tocado otros tópicos del aislamiento social. De participar en el curso, seguramente habrías contado con mi voto.Un abrazo
ResponderEliminarLa suya es una forma diametralmente distinta de ver y vivir la vida a la de la mayoría de los mortales, que priorizamos la comodidad y consideramos que el bienestar implica seguridad en todos los ámbitos. Yo, desde luego, no cambiaría el confort de mi hogar por una vida de aventura y supervivencia diaria como la suya. Pero, como bien dices, muchos hemos fantaseado con ello, pero una cosa es la fantasía y otra muy distinta la realidad.
EliminarMe alegro que te haya gustado este planteamiento en forma de relato.
Un abrazo.
Hola, la verdad que nos has presentado toda una filosofía de Libertad reflejada en el estilo de vida de tu protagonista.. Excelente relato. ¡Saludos!
ResponderEliminarHola, Octavio. Mi indigente es, en cierto modo, un filósofo o un hippy reciclado, je, je.
EliminarMe alegro que te haya gustado este relato.
Un saludo.
¡Hola, Josep! Teniendo en cuenta lo que se afirmó en el Foro de Davos en 2021 quizá no es tan antisistema, ja, ja, ja... Me refiero a aquella frase lapidaria: En 2030 no tendrás nada, pero serás feliz. De hecho tu protagonista creo que les caería bien a todos esos tiburones con piel de cordero que se reúnen para maquillar la precariedad y que ya no saben cómo convencernos para mantener sus poltronas. En fin, paro que me sale la vena negacionista.
ResponderEliminarTambién me has recordado un artículo que leí hace más de 30 años. Se titulaba El hotel de las mil estrellas y recogía testimonios de algunos Sin techo que precisamente preferían vivir en la calle, en parques, que no en los tugurios que les asignaban, hablaban de libertad, del sufrimiento insoportable que la vida "normal" les causó y del horror que eso les causaba ante la idea de "regresar al sistema". Lo de las mil estrellas era por el cielo nocturno como techo.
También me ha resultado delicioso ese tono picaresco y al que le doy la razón. La sociedad actual es muy inocente o quizá muy hipócrita, según se mire, y parece que con dar una limosna o enviar un SMS a no se sabe qué ONG ya puede mirarse al espejo y decir ¡qué solidario soy! y luego, por supuesto, proclamarlo por las redes sociales para que todos vean lo solidario que soy. Me ha encantado tanto el relato como el personaje picaresco que has ideado y que yo de ti aprovecharía para el futuro enfrentándolo a todo tipo de situaciones. Creo que te puede dar mucho de sí. Un fuerte abrazo!
Hola, David. De hecho, mi protagonista es un negacionista enfrentado a la sociedad de consumo, pues niega y reniega de todas sus aparentes ventajas. Solo le falta apuntarse a Greenpeace, pues tiene muy arraigada la necesidad de reciclar je, je.
EliminarSiempre me ha llamado la atención la postura de algunos sintecho al negarse a acudir a centros sociales y preferir dormir al raso, a pesar de la incomodidad y el frío. Tienen sus razones, desde luego, pero es difícl de entender para alguien acostumbrado a tener las necesidades más básicas perfectamente cubiertas. Me encanta lo del hotel de las mil estrellas. Muy poético, desde luego.
Me alegro que te haya encantado mi relato y te agradezco tu extenso y detallado comentario.
Un fuerte abrazo.
Un relato muy interesante, Josep. El planteamiento vital del protagonista invita a la reflexión. El desapego a todo lo material es una filosofía de vida difícil de sostener en la sociedad urbana. El progreso humano asociado al consumo desaforado es un error, pero la mayoría tendemos al confort pagando el precio del apego a las cosas. La historia que nos relatas daría para un debate interesante, sin duda.
ResponderEliminarUn abrazo.
Raramente cuando samos por delante de un indigente apostado en un rincón de la calle nos paramos a pensar en sus circunstancias vitales que le han llevado hasta allí. Todos tienen su historia personal e intransferible (pédida del empleo, divorcio, abandono familiar, ruina económica, alcohol, drogas, deshaucio, etc.) y yo he querido dedicarle la que he inventado a un individuo singular, con el que podemos coincidir en muchas de sus opiniones aunque jamás optaríamos por emularlo a menos que nos viéramos forzados a ello.
EliminarUn abrazo.
Hola Josep, la verdad es que un relato muy completo me ha gustado y me ha dejado pensando. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Ainhoa. Me alegro que no solo te haya gustaso sino que además te haya hecho pensar.
EliminarUn abrazo.
Alguien que está muy conforme con su vida, lo que lo hace excéntrico.
ResponderEliminarTal vez no le conviene ser excéntrico, porque podría tener más competencias.
Saludos.
Que uno se sienta feliz de ser como es y de vivir como vive sí que tiene algo de raro, je, je.
EliminarSaludos.
Hola Josep. Es cierto que este indigente piensa muy acertadamente sobre la desafortunada forma de vida en la que nos embarcamos y que, a pesar de que la sociedad mira con desprecio (o con lástima, que no sé si es peor) la vida de los que viven en la calle, algunos indigentes no cambiarían su estilo de vida por el nuestro. Pero también es cierto que, a pesar de lo fácil que lo plantea, no es nada sencillo adoptar esas costumbres. Sobre todo si no ha sido una decisión propia sino forzada. Un fin de semana, como experimento social, tal vez. Pero una vida vivida en el desarraigo de seres queridos, no creo que nos gustara mucho. Lo que te agradezco es el humor y la fina ironía del personaje.
ResponderEliminar¡Me ha gustado mucho tu relato! Y entiendo tu decisión de presentarlo "Fuera de concurso". Me cuesta muchísimo escribir relatos cortos. Suelo escribir algo y cuento las palabras. ¡Horror! Después de un vaso de agua fría, empiezo a cercenar mi obra. ¡Y cómo cuesta! Me plantearía hacer lo que has hecho tú, si no me hubiera propuesto como reto lograr, de vez en cuando, escribir esencialidades.
¡Felicitaciones! y un abrazo.
Como dice el refrán: del dicho al hecho hay un buen trecho. Hay muchas cosas que en la teoría nos parecen muy acertadas, pero que no nos atrevemos a ponerlas en práctica. A menos que nos veamos forzados a vivir en la calle, creo que nadie elegiría esta forma de vida, por muy aventurero que sea. No obstante, todo en esta vida tiene sus ventajas y desventajas, sus pros y sus contras; solo es cuestión de ver qué parte valoramos más.
EliminarRecortar un texto que te gusta como ha quedado es un sacrificio, es como si mutilaras a un hijo, je, je. No obstante, muchas veces lo he logrado, pero siempre me ha resultado difícil, porque vas cortando por un lado y añadiendo por otro, y el número de palabras queda igual.
Un abrazo.
Menudo espécimen. Además el cabroncete no se corta ni un pelo. Tiene para todos. Reparte leña a discreción, jajaja. No muestra reparos en tirarse a la mujer ni en zurrar al lisiado. Y encima tiene algo de pasta y está encantado de haberse conocido. Me ha gustado mucho , Josep. Has dotado al relato de un tono descarado, pero en su justa medida. Esto hace que las barbaridades que suelta el personaje sean mas impactantes todavía si cabe, aportando mas crudeza a la historia. Me ha flipado el tipo este, jejeje.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues sí, es un espécimen muy epecial. No se encuentran muchos como él. Y como ejemplar un tanto insólito que es, todas, o casi todas de sus apreciaciones nos resultan sorprendentes e incluso disparatadas. Pero quise crear un individuo antisistema radical y orgulloso de serlo, que desprecia a todos los que no piensan y actúan como él. Aun así, en algunos de sus puntos de vistacreo que lleva un puntillo de razón, je, je.
EliminarUn abrazo, Pedro.
Hola Josep. La verdad es que cada cual tiene las necesidades que tiene y en el caso de este personaje parece que se conforma con pocas cosas materiales, aunque al final si que ha sucumbido al poder del dinero, aunque sea en poca cantidad. Podríamos decir que es un vividor de lo precario, empeñado como está en no dar palo al agua y aprovecharse de la caridad y el trabajo ajenos. No deja de tener bastante verdad el trasfondo del relato, la cantidad de necesidades superfluas que se nos crean, y el trabajar para regalar el fruto de nuestro esfuerzo a otros. El personaje de no deja de gritar en mitad del desierto contra esa esclavitud de la sociedad consumista, y disfrutar de la libertad de hacer lo que le de la gana. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Jorge.
EliminarYa se sabe: poderoso caballero es Don dinero. Hasta el más escuálido, económicamente hablando, siente una atracción irremediable por el dinero, aunque sea en cantidades moderadas. Por mucho que un indigente como el de esta historia sea autosuficiente, hay cosas que no caen del cielo y precisan ser compradas. No es posible prescindir totalmente de lo que nos ofrece el sistema. Puede ser uno más de los que viven en una constante contradicción y tienen una doble moral. Rechazan lo que les ofrece la sociedad de consumo, pero solo hasta lo soportable.
No obstante, como bien dices, algo de razón tiene al criticar el ritmo impuesto por la vida moderna y acomodada y la esclavitud que ello comporta.
Un abrazo.
Vaya, Josep, pues también es una buenísima filosofía de vida, aunque no se yo cómo lo pasará tu personajazo en momentos de frío o días lluviosos, o en esos momentos de hambre que seguro tendrá por muy ingenioso que sea. Aun así, envidio su positividad, que de eso vamos algo escasos, y más con la de trompicones que hay por venir, jejej.
ResponderEliminarMira que me ha gustado el tono socarrón y optimista, porque enfrentarse a una paloma asada con esa ansia no sé jaajaj.
Muy buen relato, Josep.
Un abrazo!
Hola, Pepe. A mí la filosofía siempre me ha parecido pura teoría, je, je. Y es que de la teoría a la práctica hay mucho trecho. El protagonista de este relato es (hay que reconocerlo) bastante astuto y sabe lidiar con los contratiempos. Quién sabe si también los meteorológicos. Si no tiene comida, se espabila para obtenerla aunque sea por un método no muy ortodoxo. Nunca he comido una paloma silvestre, pero sí sé de quién lo hizo y de quien me inspiré para este detalle, al igual de quedarse con las frutas y verduras mas pochas para que se las regalaran. Con esto estoy reviviendo un caso de mi vecindario de cuando era niño. Una mujer que vivía muy pobremente y que al morir sus familiares descubrieron un montón de dinero escondido en distintos lugares del piso. Mira si hay gente estrambótica en este mundo, casi casi como mi personaje.
EliminarUn abrazo.
Josep has dibujado una persona que, a pesar de vivir en la calle sabe como desenvolverse en ese mundo. No es de las personas indigentes que veo cada día en el parque tumbado en un banco, dormido al sol y con unas latas de cervezas en el suelo. Es una pena que te hayas pasado de las 900 palabras que pide el concurso. Me ha encantado como lo has desarrollado. Un abrazo.
ResponderEliminarEs que este individuo forma parte de la élite de los indigentes, je, je. En cierto modo, tiene clase, de forma que está por encima de la gran mayoría. De hecho, ya lo dice en un pasaje cuando desprecia a los que duermen en un banco y deambulan sin rumbo fijo.
EliminarMe alegro que te haya gustado, Mamen.
Un abrazo.
Un buen relato que, en muchos casos es la pura realidad, va bien si te sabes organizar como lo hace este sujeto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es una forma alternativa de vivir, aunque tiene muchos inconvenientes, sobre todo para quien no está acostumbrado o no tiene el arrojo necesario para afrontarlos.
EliminarUn abrazo, Conchi.
¡Vaya perorata que ha soltado tu personaje antisistema!, casi que me convence, razones no le falta para su crítica. Se siente el rey del mambo en su universo, orgulloso de vida mirándonos al resto de la humanidad con desprecio por ser tan cuadriculados. Además se lo tiene bien montado, fijo que no se morirá de hambre, ni de frío, ni de aburrimiento, ni aburguesamiento.
ResponderEliminarSer libre tiene un alto precio.
Muy bien escrito, amigo Josep.
Abrazos.
Cuando uno está convencido de que lo que hace es lo mejor, suele menospreciar a todo aquel que no le da la razón o, dándosela, no sigue sus consejos. A nuetro personaje, además, no le va mal del todo con su estilo de vida, lo cual le da pie a reivindicar su ideología antisistema, aunque un poco de "morro" sí que tiene, je, je.
EliminarQuién sabe si por este mundo hay algún tipo como este. A veces lo inventado resulta ser cierto.
Me alegro que te haya gustado esta historieta.
Un abrazo.
Me ha encantado tu relato!
ResponderEliminarY que personaje Ignatius da rechazo y sin embargo, no pude dejar de leerlo.
Y que madre!
Imprescindible lectura así como tu trabajo , felicitaciones!!👏👏👏👍💕
Me alegro que te haya gustado.
EliminarMuchas gracias por dejar tu comentario.
Saludos.
Vaya, Josep. Pues parece que nuestro protagonista lo tiene todo bien pensado. Aunque de prejuicios él también va bien despachado. Bueno, él es feliz con su vida y ayuda a la comunidad con el reciclaje de comida y ropa (además de controlar la plaga de palomas, je je, je).
ResponderEliminarUn trabajo fenomenal. Felicidades.
Nadie está libre de prejuicios y quien los tiene no lse percata de ello o no lo reconoce.
EliminarÉl, a su manera, contribuye a preservar el medio ambiente, je, je.
Un abrazo, Bruno.
Hola Josep un personaje tu protagonista al que la vida parece que no lo trata tan mal como se supone que debe tratarlo en sus condiciones .
ResponderEliminarLa cosa contada no parece tan mala aunque si lo pensamos bien es muy triste.
Muy bien contada toda la trama
Un abrazo
Puri
Hola, Puri. La ventaja de ese personaje es que ha sabido adaptarse al medio en el que le ha tocado vivir y subsistir. No todo el mundo sería capaz de lograrlo.
EliminarY, por supuesto, las cosas contadas suelen sonar mucho mejor que vividas, je, je.
Un abrazo.