Ildefonso Murillo, a sus treinta y tantos años, era un individuo gris, de esos que pasan desapercibidos, de los que nadie se fija ni aunque tropiecen con ellos en la calle.
No se había casado, vivía con su madre viuda –todo un carácter-, y era funcionario de Correos y Telégrafos. Empezó a trabajar de cartero cuando dejó los estudios secundarios y seguía ocupando el mismo cargo. Llevaba casi veinte años en la misma oficina de correos de su localidad y todavía no se había granjeado las simpatías de sus compañeros. Le llamaban “el caballero”, pero no penséis que ello se debía a sus modales, que eran sin duda los de un perfecto “gentleman”, sino que era una alusión a “el caballero de la mano en el pecho”, el famoso óleo de El Greco. Y es que Ildefonso era el vivo retrato de ese retrato, valga la redundancia. Delgado, muy serio, con unas orejas un poco prominentes y una frente despejada. Y para acabar de rematar la similitud, un mostacho y barba picudos.
Si su vida laboral era anodina, la familiar era un infierno, motivo por el cual prefería pasarse casi todo el día fuera de casa. Su madre era su polo opuesto. En este caso, sin embargo, los polos opuestos no se atraían. Más bien se repelían. La madre de Ildefonso, Filo para los -pocos- amigos, doña Filomena para los vecinos, era de armas tomar. Consideraba a su hijo un pusilánime, un débil de carácter, y como tal le trataba.
―Claro que no has encontrado novia. Si eres tan soso y tan poca cosa, ¿cómo se van a fijar en ti? –le repetía su madre hasta la saciedad.
―Ya sabes que nunca he querido encontrar pareja. No sirvo para estar casado. Quiero hacer lo que se me antoje y no depender de nadie –replicaba aun a sabiendas que vivía en contradicción con esos falsos anhelos.
―Ya, ya. Ya conoces la fabula de la zorra y las uvas, ¿no? Pues eso, solo que tú de zorro no tienes nada, más bien eres un corderito –le contestaba desdeñosamente la mujer.
―Y tú una viuda amargada. Eso es lo que eres –decía él para sus adentros. ¿O acaso os habíais imaginado que lo había expresado en voz alta? Jamás se atrevería a contrariar a su detestable madre.
Ildefonso jugaba a la lotería nacional, a los ciegos, a la primitiva y hasta hubiera jugado al tres en raya si eso le hubiera proporcionado dinero suficiente para meter a su madre en una residencia y largarse bien lejos. También frecuentaba el Bingo de la calle Urgell. Iba todos los sábados para pasar el rato y sentirse acompañado, aunque fueran unos desconocidos aquéllos con los que compartía mesa. Solía ganar, a lo sumo, un puñado de euros. Poca cosa. Simplemente le gustaba el ambiente. Y la chica rubia que cantaba los números. Rossi, oyó que la llamaban. Era su amor secreto. Casi podría decirse que era un amor platónico pues se limitaba a contemplarla y suspirar. Parecía muy joven, por lo menos debía tener diez años menos que él. Y era muy guapa. Demasiado joven y guapa para él, pensaba.
Una noche, al cerrar el local, la siguió de lejos. Nadie la esperaba a la salida y se fue sola andando hasta la que supuso sería su casa, a cuatro calles más abajo. Desde entonces, Ildefonso hacía lo mismo cada sábado. La seguía y se la imaginaba a su lado, caminando juntos cogidos de la mano. Esa ensoñación se la llevaba a casa y al trabajo. Cuando quería abstraerse de su madre o de algún problema laboral, pensaba en Rossi.
En asuntos del amor Ildefonso era un incompetente pero en el trabajo se mostraba muy meticuloso. No era ni afortunado en el juego ni en amores. El trabajo era lo único que tenía seguro.
Desde hacía un par de días su mayor problema no era Rossi ni su odiosa madre sino un paquete postal. Había pasado todo el fin de semana dándole vueltas. Pero del lunes no pasaba. Se lo comentaría a su jefe. Aunque éste pudiera pensar que no tenía iniciativa, no quería tomar una decisión precipitada.
El lunes, al llegar a la oficina de correos, se dirigió al despacho de don Javier Portillo, su superior inmediato.
―Don Javier, disculpe que le moleste por una nimiedad pero resulta que hemos recibido un paquete certificado dirigido al señor alcalde que no podemos entregar correctamente porque contiene un error en su NIF –le informó de corrido temiéndose una respuesta airada, dado el mal carácter del interfecto.
―¿Pero el nombre y apellidos son correctos? –le preguntó don Javier.
―Sí, eso sí pero la letra que sigue a los ocho dígitos es incorrecta. Figura una ene donde debería haber una eme.
―Eso habrá sido un error de quien rellenó el impreso del envío certificado. El señor alcalde sabrá si está esperando un paquete y conocerá el remitente, digo yo –replicó, impaciente, el jefe con cara y tono de jefe.
―Pues ahí está el problema: que el señor alcalde no quiere aceptar el paquete porque no se fía, ya que no conoce a quien lo envía.
―Pues devuélvanlo al remitente, que es lo que procede y que él se apañe. ¿O es que después de tantos años todavía no conoce el procedimiento, señor Murillo?
―Sí, claro, pero es que el remitente ya no existe. Lo he comprobado.
Y antes de que el señor Portillo pudiera decir esta boca es mía, Ildefonso soltó lo que llevaba todo el fin de semana sospechando.
―Creo que se trata de un paquete bomba.
―Pero ¿qué dice usted, hombre de Dios? ¡Cómo va a ser un paquete bomba! Usted ha visto muchas películas, eso es lo que ocurre. Mire, vuelva a casa del señor alcalde y le dice que lo abra y si lo que contiene no es de su incumbencia, pues se destruye y santas pascuas.
Pero Ildefonso no podía hacer tal cosa. En lugar de esa barbaridad –imagínese que explota al abrirlo, le había replicado a su jefe antes de que éste le enviara a freír espárragos- se fue directamente a las dependencias de la Policía Local.
―Aquí no tenemos ningún escáner ni ningún detector de metales con el que comprobar lo que usted dice –le interpeló el cabo de guardia.
―¿Y no podrían reclamar la presencia de un artificiero?
―¿Un artificiero? ¿Está usted de broma? ¿Qué prueba tiene de que haya un explosivo dentro de ese paquete, eh? ¿Y si luego resulta que hay unas cajas de turrones, por poner un ejemplo, qué?
―Pero es que pesa mucho para ser turrones, por poner el mismo ejemplo –insistió Ildefonso viendo que tenía la batalla perdida.
Dada la situación de incomprensión y desamparo, Ildefonso se adentró en un bosquecillo cercano a su casa y dejó el paquete sospechoso en el centro de un claro. ¿Cómo iba a abrirlo sin resultar herido o, peor aún, muerto?, pensó.
Y en estas estaba cuando vio aproximarse a un jabalí -animal harto frecuente por aquellos parajes-, seguramente en busca de alimento. Harto estaba su tío Ambrosio de los desmanes perpetrados en su huerto por esos parientes salvajes de los cerdos. Pero Ildefonso, un defensor a ultranza de los animales, no podía permitir que ese pobre jabalí sufriera daño alguno.
No hubo tiempo de ahuyentar al mamífero artiodáctilo de la familia de los suidos. Un brutal estruendo acompañado de una llamarada lanzó al animal, o debería decirse a los pedazos de lo que había sido hasta bien poco un animal, por todo el contorno. Algunos pinos quedaron seriamente dañados. Lo único positivo de aquella explosión fue que no quedó ni rastro de la procesionaria del pino que traía de cabeza a los guardas forestales y al ayuntamiento en pleno.
A Ildefonso solo le quedaron unos rasguños y quemaduras sin importancia en cara y manos, las únicas partes del cuerpo desprotegidas en el momento de la deflagración, la cual fue audible a varios kilómetros a la redonda.
Los telenoticias se hicieron rápidamente eco de lo sucedido.
Cuando se aclararon los hechos, siendo el alcalde, destinatario de tal misiva, el primer interesado en ello, Ildefonsso pasó de ser un don nadie a un héroe local, en primera instancia, y nacional en segunda. Las pesquisas apuntaron a una célula islamista durmiente que se había instalado en la pequeña localidad de Villa Molinos de los Reyes, célula que fue desmantelada y sus integrantes detenidos.
De este modo, Ildefonso vería sus sueños hechos realidad. El primero de ellos, escribir un libro, no se hizo esperar. Le llovieron ofertas de las más prestigiosas editoriales del país. Lo tituló “el hombre que no tuvo miedo” En él contó, con más exageración y menos pericia de las necesarias, su heroica experiencia. Fue un éxito de ventas.
El segundo de sus sueños cumplidos fue el de ser famoso. Obtuvo el reconocimiento público, le otorgaron la medalla al valor y le nombraron hijo predilecto de la Villa.
El tercer sueño materializado fue el de ser rico, o medianamente rico, o ligeramente rico; no era excesivamente ambicioso. Recibió una sustanciosa recompensa económica que invirtió en su cuarto sueño: acomodar a su madre en una residencia para la tercera edad y ser, por fin, libre.
El quinto y último sueño no esperaba poder verlo cumplido. Si antes era desafortunado en el juego y en amores, su suerte cambió radicalmente. No sabríamos decir si fue la fama, el dinero o ambas cosas, pero se hizo con el corazón o, por lo menos, con el afecto y buena disposición de Rossi. Gracias al aumento salarial derivado de su fulgurante ascenso y al nuevo cargo de concejal de Seguridad Ciudadana, cambió el pisito con olor a rancio por un moderno y acogedor apartamento que compartiría con su amada.
Pero de todo ello, de lo que más disfrutó, más incluso que el amor que decía profesarle su querida Rossi, fue de la seguridad en sí mismo, de su recién estrenada autoestima. Ya no era el pusilánime de antaño, el don nadie, ese con quien la gente se cruzaba sin verlo. Ahora era otro hombre, un hombre maduro –algunas canas le habían surgido del susto de la explosión- e interesante. Ahora, cuando se miraba al espejo le parecía que éste reflejaba la imagen de un hombre incluso atractivo. El patito feo se había convertido en un bello cisne.
Y como colofón, sus compañeros dejaron de llamarle “el caballero” para apodarle “el James Bond de Villa Molinos de los Reyes”.
Hola!!!!!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, lo he leído del tirón y muy intrigada.
Me ha dado mucha pena el jabalí, pobrecito, pero Ildefonso pudo lograr sus sueños y dejó de ser El caballero para ser el James Bond, casi nada.
Un abrazo.
De hecho, el ser más inocente es el pobre animal. En esta vida muchas veces pagan justos por pegadores. Claro que la intención de Ildefonso era buena. Fue un daño colateral.
EliminarMuchas gracias, Marigem, por tu visita y tu comentario.
Un ameno y entretenido relato, Josep, con elementos "de siempre" y otros de máxima actualidad. Me han encantado los toques de humor que introduces en la narración, que comienza tranquila y acaba con una "bomba" argumental :P
ResponderEliminarLo cierto es que me alegro mucho por tu protagonista. Como suele decirse al fin llegó su momento y la supo aprovechar :)) ¡Muy original!
Un abrazo y feliz jueves.
Bueno, después de tanto romanticismo ya tocaba algo distinto y más desenfadado aunque no por ello exento de un fondo humano. Aunque haya caricaturizado un poco al personaje, personas así pululan en este mundo sin pena ni gloria y acosados por la autoridad paterna, del jefe o de quien sea.
EliminarNo me quedaba más remedio que compensar al pobre Ildefonso con un final feliz.
Gracias por tus comentarios.
Un abrazo.
Me ha gustado el relato. Me lo he leído del tirón y lo he disfrutado. Aunque pensaba que iba a acabar mal... Pero ne ha gustado el final.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Sue,
EliminarBienvenida a este rincón. Me alegro que te haya gustado mi relato.
Espero volver a verte o, mejor dicho, leerte.
UN abrazo.
Realmente fantástico Josep. Me quedo fascinada por esta interesante historia que cuentas y con la maestría que derrochas escribiendo, manteniendo el interés hasta el final.
ResponderEliminarNo me extraña que el pobre muchacho fuera invisible con esa madre que tenía, menospreciando toda su personalidad hasta anularla.
Me ha encantado amigo, muy interesante todo lo escrito.
Un abrazo Josep.
Muchas gracias, Elda, por tus halagos para con este relato y su autor, es decir un servidor, jaja
EliminarMe gusta que quien lee mis historietas se lo pase bien, ya sean historias románticas, dramáticas o del género que sean. En este caso, como le decía a Julia, bajo la pátina humorística se aloja un drama humano que es el de la soledad y el menosprecio por parte de sus semejantes.
Muchas gracias por tu visita y tu amable comentario.
Un abrazo.
Al final pudo deshacerse del "tumor maligno" que lo atormentaba. Esa fue, en realidad, su mejor recompensa pero, de paso, se benefició de los otros alicientes: dinero y un supuesto amor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Este anodino y gris individuo ve sus sueños hechos realidad gracias a su sutil perspicacia y competente profesionalidad. Una sola letra le cambia la vida de sopetón, bueno , una letra incorrecta y una explosión semicontrolada por un jabalí inexperto en el oficio de la artificiería ¿Existe esa palabra o me la acabo de inventar?
ResponderEliminarEl caso es, que tu relato me ha hecho sonreír y respirar aliviado al comprobar que el pobre hombre ha sido capaz de salir de su agujero y su agonía y ahora es el encargado de la seguridad de su pueblo.
Todo un relato con tintes de humor que satisfacen al lector.
Abrazos compañero.
Querido Francisco,
EliminarLas lenguas no paran de enriquecerse con nuevos vocablos y a mí lo de artificiería me gusta, qué quieres que te diga, aunque todavía no se haya pronunciado la RAE. Podríamos también llamar jabalinería a la técnica de neutralizar explosivos mediante jabalíes, aunque prefiero que esta tarea la haga un robot. Al pobre jabalí del relato lo mató la curiosidad, como al gato, o el hambre, que es peor.
Me alegro que la lectura de esta historia, que navega entre la seriedad y el humor, te haya hecho pasar un rato agradable.
Un abrazo.
Joder, no pensaba ni de coña que fuera un paquete bomba de verdad... la historia me ha gustado mucho, aunque no he terminado de congeniar con el prota. Me ha parecido una de esas personillas grises que habitan el backstage de nuestras vidas, tal y como has querido retratarle, pero por alguna razón no nos vamos a hacer amigos. En cualquier caso, lamento el final del pobre jabalí... ¡al menos el alcade salvó el pellejo!
ResponderEliminarJajaja. La verdad es que Ildefonso no responde a la imagen del héroe a la que estamos acostumbrados. Ni siquiera al tipo que se esfuerza en superarse y enfrentarse a sus adversarios. Pero una cosa tiene a su favor: su meticulosidad y perseverancia en el trabajo bien hecho. Si todos los funcionarios fueran así otro gallo cantaría.
ResponderEliminarEl pobre jabalí dio, sin querer, su vida a cambio de la del alcalde legítimamente electo. Espero que el sacrificio del pobre animal valiera la pena.
Un abrazo.
jajajaja muy bueno pobrecito vale jaja, pero pero eso es lo ue llamo yo cumplir con su trabajo de forma correcta como siempre Josep atrapada en tu lectura muy amena gracias a ti por compartirla con nosotras, un abrazo desde mi brillo del mar
ResponderEliminarAl menos su meticulosidad le sirvió para salir del anonimato y de estar relegado a un segundo o tercer plano en la sociedad. Quién le iba a decir al pobre Ildefonso que un día vería cumplidos todos sus deseos, incluyendo a su querida Rossi,
EliminarMuchas gracias, Beatriz, por leerme y comentar.
Un abrazo.
Buena actualización del cuento de El patito feo de Andersen y ello demuestra que las narraciones antiguas siguen siendo potentes como modelos literarios con una adecuada adaptación a nuestros tiempos. Ildefonso se ha convertido en un cine exitoso en la vida y el amor cuando antes todos lo consideraban pequeño y sombrío. Muy bien.
ResponderEliminarEfectivamente, Joselu. Si no todos, sí hay muchos cuentos clásicos que podrían actualizarse. Las situaciones que en ellos se exponen suelen ser intemporales y universales. Me gustaría escribir un relato basado en el cuento de la lechera, otro de los escenarios típicos para muchos, pero sería demasiado previsible.
EliminarMuchas gracias y un saludo.
Hola. me encantó el relato pero que fuerte que realmente fuera un paquete bomba. Por lo menos Ildefonso por su astucia consiguió todo lo que deseaba, hasta el amor de Rossi. Ya se sabe que con dinero y reconocimiento social todos nos hacemos grandes. Esperemos que si la historia continuara, y vista la realidad social en la que estamos, no veremos Ildefonso metido en inversiones dudosas, defraudando a Hacienda o su nombre en los papeles en Panamá... seguimos en contacto
ResponderEliminarJajaja. Podría ser. Ya se sabe que el dinero corrompe a muchos. No sé si Ildefonso será uno de esos que se dejan llevar por la fama y la gloria y acaba defraudando a Hacienda e invirtiendo en paraísos fiscales. Allá él. Ahora, como se entere su madre...
EliminarMuchas gracias, Marta, por pasarte a leerme y dejar este amable comentario.
Un abrazo y buen fin de semana.
Escribes de un modo impecable. Mi más sincera enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana por tu visita y este amable comentario.
ResponderEliminarVuelve siempre que te apetezca sumergirte en los relatos de ficción.
Un abrazo.