martes, 19 de abril de 2016

La familia Sanjurjo



Joaquín Sanjurjo era hijo único. Nacido en el seno de una familia adinerada, había sido criado con todo tipo de comodidades. Mimado por sus padres y abuelos, creció rodeado de caprichos, le concedían todos sus deseos y le toleraban toda clase de excentricidades. Cuando terminó los estudios, decidió tomarse un año sabático y dar la vuelta al mundo antes de incorporarse al negocio familiar.

Tuvo, sin embargo, que volver precipitadamente a casa cuando, por Skype, su madre le informó que su progenitor había caído enfermo y estaba muy grave.

―Un tumor cerebral muy agresivo, un glioblastoma creo que le llaman, está acabando con su vida a pasos agigantados -le dijo intentando sofocar el llanto.
―¿Así, de repente? –fue todo lo que acertó a preguntar Joaquín.
―Sí hijo. Hace unos días tuvo un mareo y le empezaron a fallar las piernas. En el hospital le practicaron una resonancia magnética cerebral que arrojó este horrible diagnóstico. Le dieron un mes de vida pero creo que no llegará a vivir tanto. Ven cuanto antes. Quiere verte.

Ante el lecho de muerte de su padre, Joaquín no pudo reconocer a aquel hombre que tan solo hacía dos meses estaba lleno de vitalidad. Tenía ante él a un despojo irreconocible, carcomido por la enfermedad, y que al verle levantó con gran dificultad una mano haciéndole señas para que se acercara.

Su debilitada voz era casi inaudible. Aproximando su oído a los labios del moribundo, Joaquín pudo, a duras penas, captar el mensaje que su padre quiso transmitirle antes de morir.

Tras un instante de vacilación, el joven, transmudado y más pálido que la sábana que cubría aquel cuerpo esquelético, se irguió como si le hubiera impulsado un resorte invisible y salió precipitadamente de la estancia, dejando a su madre boquiabierta.

Salió al jardín y se sentó bajo el árbol al que tantas veces había trepado de pequeño y cuyas hojas le protegieron de la lluvia que acababa de hacer aparición como si derramara las lágrimas que Joaquín era incapaz de verter.

¿Sería cierto lo que acababa de confesarle su padre o solo era fruto de las alucinaciones propias de un moribundo? Tarde o temprano lo averiguaría. De momento, no diría nada a nadie. Si su madre le preguntaba por el motivo de su reacción, le diría que había sido la emoción del momento.

Tras las exequias, oficiadas una semana más tarde, Joaquín se propuso comprobar la veracidad de aquellas palabras. Al día siguiente, al despuntar el alba, Joaquín se encaminó, provisto de una pala, hacia el bosque donde se suponía que descubriría la verdad o la farsa de aquel sórdido asunto.
 



Siguiendo las turbias indicaciones de su agonizante padre, Joaquín halló lo que buscaba. Unas piedras dispuestas en forma de cruz sobre un pequeño montículo señalaba el lugar. Cuando hubo terminado de cavar, jadeante y sudoroso, Joaquín descubrió lo que temía: un bulto del tamaño de una persona, burdamente cubierto por una sábana deshilachada. Lo que contenía aquella mortaja era lo que le había confesado su padre en un arrebato de arrepentimiento: un cuerpo descompuesto cuya calavera dejaba a la vista dos dientes de oro.

La visión de aquellos dientes le retrotrajo a su infancia. Recordó a su querido abuelo alzándole en volandas. Y dos dientes de oro asomando de su boca siempre que reía a carcajadas. Recuerda la repentina desaparición de su abuelo paterno. Nadie supo dar cuenta de su paradero. Todos creyeron la versión de su padre y de su tío que sugería un suicidio debido a la depresión que el hombre padecía a causa del fallecimiento repentino de su hermana melliza, con la que estaba tan unido. Nunca se halló el cadáver y el caso se cerró sin más pesquisas.

Ahora Joaquín sabía la verdad y por qué su padre y el hermano de éste habían heredado toda la fortuna familiar en contra del resto de miembros que componían el numeroso clan Sanjurjo. Para atar cabos, encargaría, con absoluta discreción, un estudio grafológico del testamento manuscrito en el que su abuelo lo dejaba todo a sus dos hijos varones. Este estudio revelaría si la letra era la de su padre o la de su tío. ¿Habían asesinado ambos al abuelo para quedarse con el imperio que éste había levantado con sus propias manos, dejando a sus cuatro hermanas fuera del negocio?

Solo quería saber la verdad porque así debía ser. No le gustaba dejar cabos sueltos. Fuera cual fuera el resultado, guardaría silencio. A fin de cuentas, si trascendiera la verdad él se vería privado de una gran fortuna. Su tío paterno no había tenido descendencia. Él sería el heredero universal. Por cierto, ¿cuántos años tenía su tío? ¿Y cómo andaba de salud?
 
 

 

21 comentarios:

  1. Hola. Muy buena esta historia y con mucha emoción. Menuda confesión le realizó el padre en su lecho de muerte... y no era un delirio. Espero que lo de convertirse en asesino no se herede y no piense en matar al tío... Siempre es un placer leerte. Seguimos en contacto

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    1. Hola Marta. Me alegro de que este relato te haya resultado interesante.
      Hay familias que esconden muchos secretos inconfesables. No sé de lo que será capaz Joaquín pero parece haber heredado la falta de escrúpulos de su padre.
      Seguiremos, cómo no, en contacto.
      Un abrazo.

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  2. Terrible dilema el de elegir entre el provecho propio o perder todo.

    Creo que la inmensa mayoría de los que te leamos, fingiremos dudar, pero a la hora de la verdad callaríamos como condenados y mantendríamos el silencio. Nadie agradece luego la generosidad o la decencia. Es un mito que nadie se cree.

    Buen relato. Hace pensar, pero la decisión se toma pronto.

    Un abrazo.

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    1. Veo que no tienes dudas sobre cuál será la decisión que tomará el joven. De hecho, yo tampoco teniendo en cuenta el ambiente en el que se ha criado, las enseñanzas que le habrán inculcado y la buena vida a la que se ha acostumbrado. En esta situación, nadie estaría dispuesto a poner en riesgo su bienestar. Ahora bien, mi duda está en si solo callará y dejará que las cosas sigan el rumbo actual y esperará a que la muerte natural se lleve a su tío o acelerará el proceso.

      Un abrazo.

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  3. Un relato que dibuja con perfección la avaricia humana y la más cruel falta de escrúpulos. Con todo debo decir que es más que bueno, Josep. Las frases finales me han dejado un regusto amargo por la deplorable falta de ética del protagonista, pero al mismo tiempo me han hecho sonreir. Entre carroñeros anda el juego...

    Un fuerte abrazo!!

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    1. Tras la sorpresa inicial, se le activa al protagonista el espíritu de supervivencia y de conservación del status económico-social. Por muy deplorable que fuera el comportamiento de su progenitor y su tio, la avaricia acaba haciéndole ver con buenos ojos aquel parricidio y, aún más, le hace sopesar la posibilidad de seguir sus pasos. Todo por la pasta.
      Un abrazo, Julia.

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  4. Qué bueno, me encanta la pregunta final sobre la salud de su tío. ¿Le echará una manita para que abandone este mundo, como hizo si padre con su abuelo?
    Me ha gustado mucho, has sabido contar una historia de varias generaciones en muy pocas palabras.
    Un abrazo.

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    1. Los avariciosos son muy impacientes y ante la posibilidad de ser heredero de una gran fortuna, el tiempo es oro. Si el tío está muy achacoso y tiene los días contados, quizá sea capaz de esperar un desenlace normal. De lo contrario, quizá tomará cartas en el asunto y precipitará los acontecimientos.
      Muchas gracias, Marigem, por la lectura y tus comentarios.
      Un abrazo.

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  5. Las luchas intestinas por el dinero son siempre escabrosas. Los millonarios avariciosos no se andan con remilgos a la hora de preservar su fortuna o de acrecentarla aun más. A Joaquín se le ha abierto un futuro muy prometedor. Solo tiene que esperar el curso natural de los acontecimientos o implicarse un poco y acelerarlos. Pero quizá no sea tan astuto como lo fueron sus mayores y acabe metiendo la pata.
    Muchas gracias, Julio David y un abrazo.

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  6. Tenebrosos asunto que he seguido con mucho interés, sin saber que se iba a encontrar el muchacho que con tanto mimo había sido criado y parece ser que con la misma conciencia que sus antecesores...
    Hay que ver, lo que hace el dinero, no me extraña que haya tantas "manos limpias" jajaja.
    Como siempre, muy bueno tu relato y escrito con la categoría que te caracteriza, (aunque siempre te diga lo mismo).
    Un abrazo Josep.

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    1. Yo creo que muchas veces es cierto el adagio de "de tal palo, tal astilla", para bien y para mal. El dinero mueve montañas y voluntades. La avaricia conduce a comportamientos viles exentos de escrúpulos.
      Muchas gracias, Elda, por tus siempre amables palabras.
      Un abrazo.

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  7. Estos"asuntos de familia" son de temer, parece ser que en las que sus miembros no tienen escrúpulos, se esconden las mayores canalladas.
    Tu relato ciertamente es escalofriante, pues denota una falta de escrúpulos de ética y de moral a la hora de tomar decisiones.
    Yo pensé que iba a terminar la historia con un pensamiento del protagonista como el siguiente:Solo quería saber la verdad porque así debía ser. No le gustaba dejar cabos sueltos. Fuera cual fuera el resultado, guardaría silencio. No fuera a ser que con las investigaciones subsiguientes se descubriera la trama urdida para acabar con la vida de su progenitor.

    Y es que ya sabes: hay tendencias que se graban en el propio árbol genético familiar.
    Estupendo. Abrazos.

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    1. Al parecer, en el ADN no solo se transmiten caracteres físicos y bioquímicos o metabólicos, enfermedades y demás rasgos genéticos. Hay quien cree que la maldad también se hereda por esta vía. Yo quiero creer que la conducta no se hereda, se aprende. Salvo casos psicopáticos, creo que el delincuente no nace, se hace.

      En este caso, el arrepentimiento paterno antes de cruzar el umbral del mas allá solo le sirvió al muchacho para, tras la sorpresa inicial, despertarle el mismo deseo de poder que sus antecesores.

      Muchas gracias, Francisco, por tu comentario.
      Un abrazo.

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  8. Intrigante relato, Josep. la verdad es que el egoísmo es capaz de acaparar cualquier corazón, incluso a sabiendas de que no es justo. Joaquín se espantó del hecho que su padre y su tío habían cometido, pero iba a seguir la misma senda. Y no me extraña tal cual está la sociedad, tan avariciosa y egoísta. Buen relato, amigo. Un abrazo.

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    1. El egoísmo impide, a quien lo posee, renunciar a ciertas prebendas y comodidades. Joaquín estaba acostumbrado al lujo y se veía dueño de todo un imperio. Así que, cuando lo pensó bien, aplicó aquello de que el fin justifica los medios. Y él estaba dispuesto a usar cualquier medio a su alcance para preservar y agenciarse de la fortuna familiar.
      Muchas gracias, Carmen, por la lectura y por tus comentarios.
      Un abrazo.

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  9. Un estupendo relato, lo que hace la avaricia pero sobre todo el dinero, madre mía, de lo que el ser humano es capaz de hacer y tú lo has narrado maravillosamente, ahora me queda la duda de que hará el protagonista, si esperara a que su tío la palme de forma natural,lo desvelara todo o el tio tendrá un aparente accidente, en fin espero la resolución de este magnifico relato. un abrazo. TERE.

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    1. Muchas gracias, Teresa.
      El avariciosos es capaz de cualquier cosa con tal de no perder lo que tiene y, si puede, de ganar más.
      Supongo que el protagonista de esta historia valorará qué le resultará mejor: esperar pacientemente el fallecimiento de su tío o acelerar el proceso interviniendo del mismo modo que lo hicieron él y su padre. No sé si aquí podría decirse que quien mata a un asesino y ladrón tiene cien años de perdón.
      Un abrazo.

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  10. Josep Mª Muy buen relato que engancha hasta el final y deja abierta una nueva historia, porque esa avaricia no se detiene nunca.
    Al final va a resultar que eso también es de las cosas que se hereda, la avaricia, el querer más y no tener nunca bastante. Me da a mi que el tío va a tener que ir mirando detrás de su espalda.
    Es triste lo que se hace por dinero.
    Un saludo

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    1. No sé si la avaricia y otros defectos se heredan pero seguro que sí se aprenden con el ejemplo paterno y familiar.
      Si el tío supiera del hallazgo de su sobrino, sin duda pondría las barbas a remojar.
      Muchas gracias, Conxita, por tu visita y por dejar tu comentario.
      Me alegra que te haya gustado.
      Un abrazo.

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  11. Una historia de una saga que tiene trazas de seguir en la misma situación, La trama estupenda donde por la avaricia muchas familias esperamos el desenlace del tío. Un abrazo

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    1. La avaricia, al parecer, es hereditaria. Quien tiene mucho, desea más. Esta saga familiar tiene visos de perpetuar su amor por el dinero y el poder. Esperemos que el protagonista no tenga descendencia, jeje
      Un abrazo.

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