Siempre me han gustado las historias de terror. Mi abuela materna me contaba cuentos y leyendas sobre brujas y fantasmas. Aunque disfrutaba con ello, por la noche me costaba conciliar el sueño y, cuando lo hacía, solía tener terribles pesadillas. La que se hizo más frecuente y repetitiva consistía en que un ser demoníaco, agazapado bajo mi cama, me atrapaba con sus garras y me arrastraba bajo la cama y de ahí a lo más profundo del averno. Cuando despertaba, aterrorizado, todavía notaba en mis brazos o en mis piernas la presión de sus afiladas uñas.
Desde entonces, aun sabiendo lo ridículo que era, no podía meterme en la cama sin antes mirar debajo de ella para cerciorarme que no había nada ni nadie. Aun así, la pesadilla seguía atormentándome cada noche.
Cuando se lo conté, un tanto avergonzado, a mi abuela, esta me dijo que rezara diez padrenuestros y dos avemarías y me encomendara a mi ángel de la guarda para que me protegiera. De este modo no me ocurriría nada malo.
Aun así, el engendro seguía tirando de mi cada noche, momento en que me despertaba con un sudor frío y el corazón cabalgando como un potro desbocado. Abría la luz, miraba bajo la cama y, lógicamente, allí no había nadie. Pero la sensación de una presencia extraña no desaparecía. Decidí entonces dormir con la luz abierta. Cada noche, cuando mis padres ya se habían acostado, encendía la luz de la lamparilla de mi mesilla y así me dormía más relajado.
Al principio todo fue bien. Lo que fuera que intentaba apresarme desde debajo de mi cama dejó de manifestarse en sueños. Así que lo que le debía haber ahuyentado no eran los rezos sino la luz.
Pero una noche, en un estado de duermevela, sentí de nuevo como una fuerza invisible tiraba de mí. Abrí los ojos sobresaltado. No veía nada pero mi cuerpo era arrastrado lentamente fuera de la cama por mucho que me resistía agarrándome con todas mis fueras a ella. Proferí un grito como nunca había salido de mi garganta y la fuerza de arrastre cesó de repente. Mis padres, alarmados, corrieron a ver qué había ocurrido y no tuve más remedio que contarles lo que me había estado pasando.
Mi madre intentó, cariñosamente, convencerme de que todo había sido fruto de mi imaginación desbocada y lo achacó a esas historias con las que me llenaba la cabeza mi abuela y los cuentos y películas de terror que tanto me gustaban. Mi padre, en cambio, se burló de mí haciéndome ver que ya era lo suficientemente mayor para esas tonterías. Como yo no cesaba de gimotear y temblar de puro miedo, arremetió contra mí diciendo que debía comportarme como un hombre, ser valiente, y no lloriquear como una niña. Añadió que a él nunca le había ocurrido nada de eso porque simplemente no creía en esas supercherías de vieja.
―La próxima vez que veas a ese demonio o lo que sea que te atormenta, le dices que venga a mi cama, que sabrá lo que es bueno –atajó mi padre con chanza y dando así el asunto por concluido ante la cara de circunstancias de mi madre.
Lejos de haberlas ahuyentado, mis pesadillas nocturnas siguieron visitándome a diario incluso con la luz abierta. Hasta que un día, al acostarme, y tras rezar mis oraciones, me dirigí al ente que me tenía aterrorizado.
―Conmigo eres muy valiente porque soy un niño pero seguro que con mi padre no te atreves. La próxima vez por qué no vas a su cama y verás lo que es bueno –dije en voz baja pero contundente, esperando que ese desafío funcionara.
Esa noche fue la primera de muchas que el demonio de mis desvelos no vino a visitarme. Dormí de un tirón sin pesadilla alguna.
Por la mañana, a pesar de ser festivo, me desperté muy temprano y salté de la cama contento por haber pasado una noche tranquila y con el deseo imperioso de contárselo a mis padres aunque me regañaran por haberlos despertado antes de tiempo.
En la habitación de mis padres encontré a mi madre llorando, pegada al cabezal de la cama y con la manta hasta la barbilla, como si quisiera ocultarse o protegerse de alguien. Cuando me vio, abrió lo ojos de una forma desmesurada, reflejando un pánico incontenible. El lugar que ocupaba mi padre en la cama de matrimonio estaba vacío. La cama revuelta como si se hubiera librado una batalla.
―¿Y papá? –pregunté temiendo la respuesta.
―No lo sé, hijo. Algo…, algo se lo llevó de madrugada. Le oí gritar y agitarse violentamente. Cuando abrí la luz solo tuve tiempo de verle desaparecer debajo de la cama.
No hay que subestimar las pesadillas de un niño. Genial relato.
ResponderEliminarUn besillo.
Las pesadillas infantiles siente tienen su fundamento, aun que muchos adultos los ignoren.
EliminarUn beso.
Deberíamos prestar más atención a lo que nos cuentan los niños, la mayoría de las veces cuentan más de lo que pensamos.
ResponderEliminarGenial historia, Josep.
Un abrazo.
PD. De pequeña me daba mucho miedo dormir con los brazos colgando fuera de la cama, pensaba que 'algo' iba a salir de debajo y me los arrancaría.
No siempre prestamos la debida atención a lo que sienten y cuentan los niños. No debemos menospreciar sus experiencias.
EliminarDe niño yo había experimentado sensaciones como la que describo en este relato. De hecho, yo he sido la fuente de inspiración de esta historia. Afortunadamente, en mi caso el final fue distinto, jaja
Un abrazo.
Hola Josep, menos mal que anoche no continué leyendo este cuento porque ni te imaginas, lo miedosa que soy con estás cosas sobrenaturales, jajajaja.
ResponderEliminarUna historia genial amigo, y contada con la habilidad que tienes de atrapar al lector.
No hace mucho soñé que me cogían de un pie y me desperté con la sensación... lo pasé fatal.
Me ha encantado leerte de nuevo.
Un abrazo.
Hola Elda. La mente nos juega muy malas pasadas. De pequeño yo tenía este tipo de pesadillas y, tal como lo cuento, también me despertaba conservando la sensación de una presión en mis extremidades. No podía acostarme sin antes echar un vistazo debajo de la cama, jeje
EliminarAl igual que me gustaba escuchar historias de miedo, me gusta contárselas a los demás y hacerles pasar un mal rato, jaja
Un abrazo.
uuuuff Fantástico , pero quien me mandaría leerme esto a mi de noche por favor! yo la cobardes de las cobardes uuffffff me he quedado de piedra que buen relato pero confieso que me entró un pelin de miedo , pero una vez mi abuelita , me dijo cuando te vegan esas cosas tú dices sangre de cristo protégeme y manto de maría cúbreme y desde entonces cuando viene porque me vienen y zas lo digo y me quedo dormida ajjajajajajajaja pero lo que has logrado esta noche uuffff viajar en el tiempo , Felicidades excelente relato un beso desde mi brillo del mar
ResponderEliminarEstas, Beatriz, son historias para no dormir, como una famosa serie de TVE de los años setenta de Chicho Ibáñez Serrador que levaba este título.
EliminarVeo que en otras familias habían otros rituales para ahuyentar el mal, jeje.
Un abrazo de miedo desde debajo de mi cama.
Curioso como los miedos son recurrentes. Esos monstruos debajo de la cama o acechando detrás de unas cortinas.
ResponderEliminaruna historia bien relatada con los ingredientes justos para tener escalofríos nocturnos.
Bienvenido de nuevo al mundo real Josep.
El ultramundo nos acecha de día y de noche pero solo se manifiesta si nuestros miedos lo llaman. Lo importante es saber distinguir entre fantasía o imaginación y realidad. Los sueños son un campo donde la irrealidad se manifiesta sin tapujos.
EliminarUn abrazo real.
No soy muy de pesadillas ni recuerdo que fuese un problema de mi infancia. Aunque alguna siempre se tiene.
ResponderEliminarPero tampoco se si seria buena haberlas tenido o lo contrario. Por aquello de que todo marca y enseñas
Encantado de tus visitas y de visitarte. Un abrazo
No soy muy de pesadillas ni recuerdo que fuese un problema de mi infancia. Aunque alguna siempre se tiene.
ResponderEliminarPero tampoco se si seria buena haberlas tenido o lo contrario. Por aquello de que todo marca y enseñas
Encantado de tus visitas y de visitarte. Un abrazo
Yo ahora, por fortuna, tampoco tengo pesadillas pero de niño eran muy frecuentes y cuanto más temía tenerlas peor. La mente es muy traicionera y aunque tengas la conciencia tranquila nadie está exento de tenerlas alguna vez. El subcinsciente trabaja a nuestras espaldas.
EliminarAgradecido por tu visita.
Un abrazo.
Vaya, eso le pasa por "bocas", je, je. Me ha encantado tu manera de narrarlo. ;)
ResponderEliminarUn fuerte abrazo. =)
Me da pena pero en cierto modo se lo tenía merecido. Iba a decir que la próxima vez hará más caso a su hijo, pero como no habrá próxima vez...
EliminarOtro fuerte abrazo, Soledad.
Estupendo relato, Josep, un final muy sorprendente. Genial, querido amigo.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado y sorprendido, Esa era mi intención.
EliminarUn abrazo, amiga.
Y ahora a ver quien es la guapa que duerme despues de leer semejante relato y mira que empezando a leer he pensado mejor déjalo pero la curiosidad es muy traicionera y al final lo he acabado jeje, espero que tu buen relato me deje dormir esta noche, si no serás el culpable de una noche en vela por miedo, jeje.
ResponderEliminarFuera de bromas es un relato excelente y es que ante la palabra de un niño y sus pesadillas no hemos de tomarlo a la ligera y hay que mirar en serio que es lo que puede ocurrirle al niño, yo recuerdo como mi hijo paso un tiempo con pesadillas y miedos nocturnos y como había que dejarle la luz encendida o inclusive dormir con el en la cama, hasta que por si solo se le paso, pero hay que tener mucho cuidado con eso. un abrazo y como siempre muy bien escrito. TEre.
Observo que el miedo no tiene edad y eso debe significar que nuestra imaginación y fantasías no envejecen con nosotros. En este aspecto seguimos siendo un poco niños, lo cual debe ser bueno. Pero no quisiera que por mi culpa tuvieras ahora pesadillas como esta, jaja
EliminarSí, los niños pueden pasarlo pero que muy mal con este tipo de miedos nocturnos. Hay que ser muy comprensivo y ayudarles a vencer los miedos incontrolados.
Muchas gracias por tus comentarios.
Un abrazo.
No tengo pesadillas pero imagino como deben ser.
ResponderEliminarUn beso.
No tengo pesadillas pero imagino como deben ser.
ResponderEliminarUn beso.
Qué curioso que nunca hayas tenido una pesadilla. Quizá sea porque nunca has tenido miedo a nada ni nadie te lo ha hecho sentir.
EliminarDesde luego, es preferible tener sueños eróticos, jeje
Un beso de vuelta.
Jajaja si es que es cierto eso ultimo que dices.
EliminarNo. Pesadillas no tengo pero si algunas veces sueño que me tropiezo o caigo a un hoyo y par me despierto. Es eso pesadilla?
Un placer volver y gracias por tus felicitaciones en mi blog que me hizo volver a tu blog.
Monstruos y demonios me atormentaban de pequeño aunque yo era el culpable pues, como me gustaban las historias de terror, mi mente los atraía en sueños.
ResponderEliminarEl momento más grato era el despertar y comprobar que todo había sido un sueño. ¿o no?
Un abrazo.
Je, je, je... el niño provocando. Muy entretenido y bien narrado. De esos cuentos para contar al calor de una hoguera. Los mejores. Saludos!!!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEl pobre crío solo hizo lo que su valiente padre le dijo que hiciera. Este se lo buscó, jeje.
EliminarMuchas gracias, David, por tu visita y tu amable comentario.
Saludos,
Uou, no me esperaba ese desenlace para nada Josep. ¡Muy bueno! Creo que se lleva la palma y asciende a la historieta tuya que más me ha gustado. En serio, para mandarla a concursos de relatos :)
ResponderEliminarMe halaga tu comentario, compañero. A veces las cosas salen así, sin premeditación ni alevosía. Fíjate tú que llevaba días trabajando en un relato mucho más largo y, sobre todo, complicado y avanzaba a paso de caracol, cuando decidí dejarlo aparcado y pasar a otra cosa mariposa. Y entonces me vinieron a la memoria mis terrores infantiles, semejantes a los del niño de mi cuento, y en una hora ya lo tuve listo. Qué cosas!!
ResponderEliminarEn cuanto a lo de presentarlo a un concurso de relatos, me temo que no cumpliría ya con uno de los requisitos: ser original, s decir no haber sido publicado con antelación, y tengo entendido que la aparición en un blog se considera un modo de publicar.
De todos modos, me conformo con un elogio como el tuyo :)
Un abrazo.
¡¡Hola Josep!! Aquí estoy de nuevo tras mis largas vacaciones blogueras (compruebo que tú también te tomaste algunas...).
ResponderEliminarBuenísimo el post, muy bien narrado y "ambientado". Yo no soy miedosa (-por lo que no me asomaré debajo de la cama esta noche-), pero me has recordado a la peli que no sé si has visto: "Mientras duermes", de Luis Tosar, cuya reseña hice en mis comienzos del blog (http://cheloferrerblog.blogspot.com.es/2012/12/una-del-genero-suspense.html).
Pensándolo bien...igual echo un vistazo ante de irme a dormir ;-)
¡Un beso!
Hola Chelo. Me alegro de tu vuelta a este mundillo bloguero.
EliminarTambién me alegro haber despertado un poquillo de miedillo al leer mi cuento, jeje
Si vieras la película, hace poco estrenada, titulada "nunca apagues la luz", todavía te hubiera dado un poco más de "canguelo", jajaja
Seguiremos leyéndonos.
Un beso.
Josep Ma,
ResponderEliminarMuy bueno el desenlace, nada esperado y te aseguro que me ha entrado mucho miedo al pensar en esas pesadillas del chiquillo y sobre todo, en ese después del despertar.
Un saludo
Un cuento de terror tiene que acabar mal pues aterroriza más el desenlace, jeje
EliminarMe alegro, Conxita, haberte hecho pasar aunque sea un poquito de miedo. Eso significa que, aunque sea un cuento ficticio, es capaz de hacerlo sentir como real.
Un abrazo.