lunes, 3 de octubre de 2016

Amor adolescente



Han pasado cuatro meses y no he podido quitármela de la cabeza. Durante los ocho que duró el curso de inglés, la veía tres tardes a la semana. Esperaba esos días con fruición. Todavía la recuerdo junto a la pizarra o paseándose por el aula. Alta, esbelta, con esa mirada dulce y penetrante. Siempre de buen humor, receptiva, amable, dispuesta a aclarar cualquier duda. Su voz, sus gestos al hablar, su sonrisa, su cabello, su piel de aspecto suave, sus curvas, su forma de vestir, todo me cautivó. Me llevé una gran desilusión cuando un día nos dijo que tenía novio. Nos lo contó, ruborizándose, porque ese día cumplían un año de relación y el chico le mandó un ramo de flores. Cuando el mensajero entró en el aula para hacerle entrega del obsequio, se puso muy nerviosa, adivinando de quien procedía. Tras leer la nota contenida en un sobre pegado al ramo, le brillaron los ojos y enrojecieron sus mejillas. Entonces se vio obligada a confesárnoslo. Todo el alumnado aplaudió, algunos incluso silbaron. Yo también me añadí a los aplausos pero tragándome la decepción. Mi adorable profesora tenía novio. Nada de particular teniendo en cuenta lo guapa que es y que, según nos dijo un día, no sé a santo de qué, tiene ya treinta y seis años. Pero no los aparenta. Yo le hubiera puesto treinta, a lo sumo.

Ya sabía que la diferencia de edad –por no hablar de mi timidez-, sería un gran obstáculo para que mi afecto por ella pudiera ser correspondido. Y aun peor con un contrincante de por medio. Pero el amor es así: aparece sin llamar a la puerta y se instala como un vulgar okupa en tu corazón y no hay quien lo eche. Primero pensé que se trataba del típico caso del amor platónico entre alumno y profesora pero, después del tiempo transcurrido desde que acabó el curso, sigo sintiendo lo mismo. ¡Qué digo!, lo mismo no, pues el distanciamiento ha aumentado mis sentimientos. La echo mucho de menos y no dejo de pensar en ella. Un día la vi por la calle. Parecía tener prisa. No se detuvo pero me saludó con una gran sonrisa y agitando la mano en un saludo muy efusivo. Estaba muy guapa.

Me siendo celoso. He llegado a desear que su relación con ese chico, alto y bien parecido, al que un día conocí casualmente a la salida de clase, se rompiera. Pero no quiero que sufra. En todo caso que sea ella la que corte con él, que se dé cuenta de que es un zángano de cuidado –tiene toda la pinta- y que no tienen un futuro en común. Pero entonces, ¿qué haría yo? ¿Declararle mi amor? En el mejor de los casos, se reiría; en el peor –y quizá más probable- se horrorizaría. Veinte años de diferencia son muchos. Aunque me correspondiera, ¿qué diría la gente? Nos mirarían mal. Quizá incluso le ocasionaría problemas en el trabajo y entonces me sentiría culpable. Tendré que seguir amándola en silencio.

Pero cada día que pasa me siento más incapaz de dominar mi impulso de hacer algo que seguramente sea una locura: declararme y ver qué ocurre. ¿Acaso no dicen que en el amor no importa la edad? Lo que ahora me tiene sobre ascuas es el modo de hacerlo. He fantaseado cientos de veces con la escena. En mi imaginación todo parece perfecto pero cuando despierto de la ensoñación, me tiemblan las piernas y me sudan las manos con solo imaginarme diciéndole, cara a cara, lo que siento por ella desde el primer día que la vi.

Aunque parezca más propio de un cobarde, he pensado que podría enviarle un correo electrónico, a la dirección que nos facilitó para comunicarnos con ella en caso de dudas sobre la asignatura. A fin de cuentas se me da mucho mejor expresarme por escrito, especialmente cuando se trata de una declaración de amor. Si no me contesta, interpretaré su silencio como un rechazo. Como ya no la volveré a tener como profesora ni frecuentaré más la escuela de idiomas, todo resultará mucho más fácil, aunque no por ello menos doloroso. Lo malo sería que me contestara molesta, tachándome de loco o de algo peor. No sé si podría soportarlo. Pero no puedo reprimirme por más tiempo. Por lo menos me habré desahogado. Si no me corresponde –lo más probable- daré carpetazo al asunto por mucho que me duela. La vida y el amor son así. Hay que aceptar las cosas tal como vienen y tal como se van.

Por fin le he enviado el correo. Ahora solo es cuestión de esperar. Sé que mi impaciencia me mantendrá ansioso hasta que no reciba una respuesta por su parte. Sé que ella revisa su correo a diario. Pero ello no significa que tenga que responderme enseguida. Sea cual sea su reacción, tendrá que pensárselo muy bien antes de escribirme. Sé que es muy detallista y sensible. Seguro que necesita tiempo para decidir lo que va a decirme y cómo hacerlo. También he sopesado la posibilidad de que, dada su timidez –porque también es muy tímida- quizá se quede tan azorada que no sepa cómo reaccionar.

Ha pasado una semana y no sé nada de ella. Me queda la duda de si habrá leído mi correo. Seguramente lo habrá eliminado incluso de la papelera de reciclaje. Quizá sea mejor así. ¿Qué esperaba, tonto de mí? Este habrá sido uno más de mis amores fallidos. Y en el que más me he arriesgado, pues nunca antes me había atrevido a hacer algo así sabiendo el obstáculo insalvable entre dos personas tan distintas en edad. Ahora me siento ridículo. Afortunadamente no se lo he confesado a nadie. Se habrían reído de mí.

Mientras estoy escribiendo esto, a modo de diario personal –últimamente tengo mucho tiempo libre y he hallado gusto por la escritura- ha sonado un clinc que indica que acaba de entrar un correo. ¿Será ella?

¡Es ella! ¡Me ha contestado! ¡Qué nervios! ¿Qué dirá? Siento emoción y, a la vez, temor. Allá voy. Que sea lo que Dios quiera.

Lo ha dejado con aquel chico. Intuía que no estaban hechos el uno para el otro. Eso me ha dado esperanzas pero lo que ha escrito a continuación me ha devuelto a la dura realidad. Lo que me temía. Pero por lo menos ha sido muy delicada en su forma de expresarlo. Me aprecia pero nuestra relación es imposible. Cierra la puerta incluso a una simple amistad. En eso ha sido tajante. Mejor que ni tan solo nos veamos, ha dicho. Y el motivo, el que suponía: la diferencia de edad. Veinte años son un abismo. ¿Qué podía esperar yo a mis cincuenta y seis años?
 
 

24 comentarios:

  1. Jajajaja, ¡buenísimo, Josep Mª! me ha encantado. Te has puesto en la piel de un 'supuesto' adolescente, paso por paso (hasta me he sentido identificada, habiéndome sucedido algo parecido, pero para nada esperaba esa frase final.
    Me parece genial que mandara el mail porque hay muchas historias que se quedan en el aire por no mover ficha. En definitiva, el amor no tiene edad...
    ¡Besos!

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    1. Hola Chelo,
      Quien mas quien menos, nos hemos alguna vez sentido atraídos por ese profesor o esa profesora del colegio, del instituto o incluso de la Universidad. Pero parece que este amor "adolescente", com o bien dices, no tiene edad.
      Me alegro de que te haya gustado. Muchas gracias por leerme y por dejar tu amable comentario.
      Un abrazo.

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  2. Me he quedado de piedra, no me esperaba el final para nada. El amor es así a cualquier edad, sean 15 o 50. Me ha encantado, porque es verdad que esas cosas no se pueden controlar. Y esa valentía es la que nos lleva a vivir grandes aventuras.
    Un besillo.

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    1. El amor es. a veces, como una de esas enfermedades raras para la que no hay cura. Y no distingue entre jóvenes y no tan jóvenes. Pero, por otra arte, es como un preparado milagroso, se esos para rejuvenecer.
      Un beso.

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  3. Que bueno Josep ¿No se suponía que el de los finales sorpresivos era yo? Ja,ja,ja.
    Ha sido genial como nos has puesto en la piel de un alumno supuestamente joven hasta imbuirnos en el papel que haríamos nosotros como tal adolescentes. Le has dado ese giro inesperado que revaloriza tu relato convirtiéndolo en una pequeña genialidad.
    Abrazos.

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    1. Jeje. De vez en cuando me atrevo a lanzarme al equívoco, para sorpresa de conocidos y extraños.
      Me alegro haberte sorprendido y agradezco tus amables, estimulantes y elogiosas palabras.
      Un abrazo.

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  4. Jajajajaja, no me esperaba ese final. Claro de eso se trataba.

    Que bueno, jajaja aun sigo riendo

    Un fuerte abrazo Josep.

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    1. Pues sí, Francisco, he jugado con el engaño, haciendo pensar al lector que ese amor adolescente era el de un verdadero adolescente. Qué más da, 20 años arriba o abajo, jeje
      Gracias por tu visita y me alegro que te haya hecho reír.
      Un abrazo.

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  5. Muy bueno, estimado Josep. Ese giro final, aunque estemos preparados para el desenlace, lo que no se espera que ese amor adolescente sea tardío.
    Abrazo!!!

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    1. Hola Mª Jesús! Cuánto tiempo sin saber de ti. He visto que tienes tu blog en fase durmiente. Lo visito a diario esperando hallar alguna entrada nueva. No desisto, jeje.
      Muchas gracias por tu visita y por tu amable comentario.
      Un abrazo.

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  6. Jo que bien escribes que envidia sana, yo pensaba todo el rato que era un adolescente que estaba perdidamente enamorado de su profesora y resulta que es un cincuenton, jejej, en fin un gran final, jo como lo haces de bien que sabes captar la atención y eso me gusta en los relatos que escribes, ese inesperado final.
    Soy de las que pienso que el amor no tiene edad, cuando se ama de verdad que mas da, mis abuelos maternos se llevaban once años y que? se querían con locura, yo jamas me he planteado la edad con la persona a la que quiero, si no si esa persona me trata con respeto y cariño lo de la edad es para mi parecer secundario, muy secundario, como otras cosas relativas al amor. un abrazo y sigue escribiendo así de bien, que digo bien es poco muy bien. TERE.

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    1. Hola Teresa. Me abrumas con tus piropos literarios, jajaja
      Me gusta jugar con el suspense aunque en esta ocasión sea amoroso y no psicológico.
      Ciertamente, la diferencia de edad -dentro de unos límites racionales- no debería ser un obstáculo para el amor. Y aunque la diferencia fuera - como se dice en el relato- abismal, no debería importarle a nadie más que a los protagonistas de ese amor.
      De todos modos, aun sigue habiendo muchos prejuicios sociales y a veces cuesta asimilar que una persona muy joven pueda enamorarse de una mucho mayor que ella.
      En este relato, las apariencias engañan pues he pretendido hacer creer que el alumno era un adolescente de 16 años cuyo amor por su profesora, 20 años mayor, podría llegar a acarrearle a esta graves problemas.
      Creo que todos veríamos "anormal" que una mujer de 36 años tuviera una relación amorosa con un menor. Pero ¿qué opinaríamos si se invirtieran los papeles y esta relación tuviera lugar entre una mujer joven y un hombre que casi podría ser su padre?
      Muchísimas gracias por tus elogiosas palabras para con este escribiente.
      Un abrazo.

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  7. Como me ha gustado esta historia con ese final que no me esperaba, jajaja. Si es que a partir de ciertas edades el amor se debe de volver tan atrapador otra vez como si se fuera adolescente. Por algo se dice que volvemos a la segunda infancia, aunque el protagonista tampoco es tan mayor...
    Muy bueno, me ha encantado Josep.
    Un abrazo.
    Un abrazo.

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  8. Me han salido dos abrazos, jajajajaja.

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    1. Cierto es que el amor rejuvenece e, incluso, nos puede retrotraer hasta la "edad del pavo", una época de efervescencia hormonal y sentimental. El amor puede nublar nuestro sentido común y empujarnos a hacer cosas que, de otro modo, no nos atreveríamos a hacer. ES como volver a vivir.
      Dos abrazos de vuelta, jajaja

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  9. Intenté mantener el engaño hasta el final y, por lo visto, conseguí mi objetivo.
    Sí, tienes razón. Le diré a mi "amigo" que a próxima vez intente enamorarse de alguien que sea más impulsiva y se lance a la piscina sin siquiera mirar si está llena o vacía.
    Abrazos.

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  10. Qué bueno, Josep. ¡Cómo me has engañado!
    Siempre pensamos que las locuras, especialmente las amorosas, se hacen en la juventud o en la adolescencia. Como si los de cincuenta para arriba ya estuvieran de vuelta de todo y no pudieran ilusionarse por nada.
    Estupendo final y cargado de reflexión.
    Enhorabuena.
    Un abrazo.

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    1. Hola Kirke,
      Nadie es inmune, creo yo, al "virus" del enamoramiento. Por muy mayores que seamos, no he os desarrollado la suficiente inmunidad. Hay quien se contagia más que otros, eso sí.
      Muchas gracias por tu lectura y por tu amable comentario.
      Un abrazo.

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  11. Un final que redimensiona el relato. Muy bien descritas las emociones por las que va pasando nuestro enamorado, deseo, esperanza, ansia, decepción... Una narración clara, bien escrita. Enhorabuena!!!

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    1. Muchas gracias, David, por pasarte y dejar este amable comentario.
      Un abrazo adulto.

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  12. ¡Que bueno Josep! Un relato muy bien logrado donde el amor alumno profesora se da muy a menudo en la adolescencia. Le has dado un giro inesperado, nos ha hecho saber que el amor puede llegar a cualquier edad. Nade nos podíamos imaginar que el enamorado era una persona que casi le doblaba la edad. ¡Estupendo! Un abrazo

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    1. Sorpresas que da la vida, ay, ay.
      Pues sí, nada es imposible en el amor, y tú lo sabes perfectamente por las arrugas en la sábana, jeje.
      En este cado, sin embargo, se veía venir que sería un amor no correspondido.
      Un abrazo.

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  13. Un final brillante y sorpresivo, Josep. ¿Quién hubiera imaginado que no se trataba de un adolescente? Muy bien escrito, como siempre, consigues que empaticemos con el prota desde el principio, solo que él no es como habíamos imaginado... Le imagino al relato también su puntito de humor, por la confusión creada. Muy bueno :))

    ¡Un abrazo!

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    1. Hola Julia!
      Un adulto con corazón de adolescente. Deberíamos procurar mantener nuestro corazón eternamente joven.
      Muchas gracias por tu visita y por tu amable comentario.
      Un abrazo.

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