jueves, 20 de octubre de 2016

Nunca debí aceptar (II)



Nunca he sido una persona impulsiva y en esta ocasión no podía ser de otro modo. Sara no dejaba de ser una niña, aunque muy peligrosa, y era la viva imagen de su madre, mi querida e inolvidable Anita. Cómo se había convertido en lo que era resultaba un misterio. Quizá esa inocente criatura sufriera de alguna extraña enfermedad, quizá fue mordida por alguna alimaña de la que se había contagiado, o quizá todo era producto de una mente enferma. No había forma de dar con mi sobrino, su padre, para referirle lo que sucedía. Él no daba señales de vida y yo desconocía su paradero. De hecho, lo desconocía todo de él. Su boda con mi sobrina fue algo repentino e inesperado para mí. Ana le conoció cuando solo hacía un año que había quedado huérfana de padre y madre. Se sentía muy sola. Joven, hermosa y adinerada, no resultó extraño que, de la noche a la mañana, le surgiera un montón de pretendientes. Todos, menos quien acabó siendo su esposo, eran conocidos de la comarca. Julián apareció como quien dice de la nada y tan pronto como se conocieron surgió el amor. Él era, y es, sin duda un joven muy apuesto, cortés y educado. Nunca he sabido nada, ni sus orígenes ni su profesión. Nunca quise inmiscuirme en la vida y decisiones de mi sobrina. Ana solo me dijo que procedía de una buena familia y que, como ella, era huérfano y se dedicaba a negocios de diversa índole. Y ahora esos negocios lo mantenían alejado de su única hija, quien se había convertido en nuestra pesadilla.

Llegué a consultar libros de psiquiatría por si se detallaba alguna alteración mental que indujera al enfermo a creerse y comportarse como un vampiro. Pero ¿y las incisiones que había observado en Nelson? ¿Cómo las pudo haber producido una niña? Así pues, lo primero que tenía que comprobar era si, como se cuenta en las historias de vampirismo, la criatura desarrollaba unos caninos capaces de producir tal mordedura.

Sara pareció, de pronto, recobrar un comportamiento sociable, tanto conmigo como con la señora Castro. Acudía puntual al comedor a las horas convenidas para el desayuno, almuerzo y cena. Comía como un gorrión y tan pronto terminaba estos ágapes desaparecía durante el resto del día, aduciendo que prefería leer y estudiar al aire libre, en contacto con la naturaleza. Pero ello no era más que un ardid para que nos confiáramos. Pero no bajamos la guardia. Hasta donde podíamos, controlábamos sus movimientos pero al llegar la noche parecía que se esfumaba. Nunca logramos saber adónde iba y dónde se guarecía.

Tras varios días de búsqueda infructuosa, una noche en la que no podía pegar ojo –como casi todas- oí crujir la verja del patio trasero que da al establo y al granero, ambos ya en desuso tras despedir a los pocos jornaleros que me quedaba y venderle a buen precio el rebaño de ovejas al pastor. No quería que nadie sufriera las consecuencias de tener a una chupasangre entre nosotros.

Cuando salí al patio vi una silueta alejándose a paso ligero en la oscuridad. Por su estatura y complexión deduje que era ella. Seguro que era en una de esas dos viejas construcciones de madera donde Sara se ocultaba de noche. Pero me equivoqué pues pasó de largo adentrándose en el bosquecillo colindante. Me acerqué sigilosamente pero no se oía ni se veía nada, ni siquiera la luz de un candil. Esperé, pues, hasta la mañana siguiente para buscar algún indicio de su presencia en los alrededores. Con la excusa de que tenía que resolver algunos asuntos urgentes en el pueblo, me ausenté durante el desayuno y me dirigí con  cautela, procurando no ser visto por la niña, hacia el bosquecillo, esperando encontrar una cabaña o algo que pudiera servirle de refugio nocturno. Anduve largo trecho pero no vi nada. Cuando, cansado de caminar, regresaba resignado, vi algo, junto al viejo y abandonado almacén de carbón que hay a poco más de medio kilómetro de casa, en lo que nunca había reparado. Parecían unos tablones de madera que asomaban bajo la hojarasca acumulada junto a la pared. Al retirarla con el pie observé que se trataba de una trampilla por donde antaño debían cargar el carbón.

Comprobé que la trampilla podía abrirse desde fuera con facilidad. Como estaba solo y a salvo de miradas inoportunas, me colé por ella. Una pequeña y frágil escalera de madera conducía a una especie de sótano. Estaba bastante oscuro pero la luz se colaba por las rendijas que separaban los tablones de lo que debía ser el suelo del viejo almacén. Casi tuve que andar a tientas pero di con lo que buscaba. Ahí estaba. Por supuesto no se trataba de un ataúd pero lo parecía. Una caja rectangular de madera sin apenas pulir hacía las veces de lecho. Contenía un viejo colchón de borra, sucio y maloliente sobre el que una manta doblada hacía de almohada. Al lado, en el suelo, descansaba la tapa con la que debía cerrar el pequeño y rustico habitáculo. Ya había descubierto su reducto nocturno, ahora debía ponerme manos a la obra.

Intenté, como hacía ella, aparentar normalidad, No obstante, me devanaba los sesos, día y noche, para hallar un modo de neutralizar a aquella criatura sin acabar con su vida. Dije que lo haría sin derramar ni una gota de sangre y cumpliría con mi palabra.

―¿Y cómo piensa usted acabar con ella si no es machacándola? –no dejaba de  repetirme la señora Castro.
―No me sea usted bruta, mujer, que ya encontraré un modo “limpio” de acabar con su parte maligna –le respondía yo incansablemente, con alguna que otra variante semántica.
―Pues como no sea arrancándole la dentadura… -me contestó en una ocasión.

Al oír esto no pude evitar dar un salto con los ojos casi saliéndome de las orbitas. La pobre mujer se asustó al verme así. Luego me dijo que por un momento creyó que me acababa de convertir en uno de esos “bichos”. No pude evitar abrazarla y besarla, lo cual todavía la asustó más pues entonces creyó que me había vuelto loco de remate.

―Eso es, eso es –grité-. ¡Cómo no lo había pensado antes! ¿Acaso no soy dentista? ¿Acaso no me he ganado la vida arrancando muelas, eh?
―¿Piensa usted arrancarle los dientes? –me preguntó la buena mujer, incrédula.
―Todos no, solo los incisivos caninos, que son los que utilizan en la mordedura para luego succionar la sangre.

Mientras la señora Castro se santiguaba, yo ya me dirigía a mi antiguo consultorio, que todavía conservaba en la parte trasera de la planta baja y al que los pacientes accedían por una puerta lateral. Hacía tan solo dos años que había dejado de ejercer, así que conservaba en perfecto estado todos mis instrumentos. Pero ¿qué producto podía utilizar que la mantuviera largo tiempo dormida? Cloroformo, por supuesto. No era el anestésico que yo utilizaba en mis pacientes pero Sara no era precisamente una paciente odontológica y la lidocaína no surtiría el efecto deseado. Cuando durmiera, accederíamos a su escondite, la dormiría con ese anestésico infalible y, zas, le extirparía ambos colmillos. Problema zanjado. Sin colmillos no habría mordedura y sin mordedura no habría peligro. Muerto el perro se acabó la rabia.

Aun veo a la señora Castro siguiéndome a todas partes, como un perro fiel, sin parar de santiguarse. Ella sería mi asistente en la intervención que iba a llevar a cabo lo antes posible.

Y llegó el momento esperado.
Y llegamos al lugar de los hechos.
Y allí estaba la bella durmiente.
Y tras agitarse violentamente –la voluntariosa señora Castro tuvo que emplearse a fondo para inmovilizarla- cayó sumida, ahora sí, en un profundo sueño.

Cuando le abrí la boca, contemplé cómo aquellos infantiles incisivos iban agrandándose por momentos hasta alcanzar el tamaño de los colmillos de un lobo de grandes dimensiones. Así que era cierto que esas piezas bucales se retraían y alargaban de forma automática, aumentando de noche y volviendo a su tamaño normal por la mañana. “Pues a esta niña ya no le saldrán nunca más” –me dije eufórico. Ya vería luego como manejaría la situación cuando la criatura despertara y viera lo que había hecho con ella. Si teníamos que suministrarle una buena ración de sangre como suplemento alimenticio, pues lo haríamos y Santas Pascuas. Pero, por lo menos, ya podríamos dormir tranquilos.

Aunque practiqué la extracción rápida y limpiamente, no sospeché lo que estaba por venir.
 
CONTINUARÁ...
 
 

 

30 comentarios:

  1. ¡Genial! Josep. Sigues manteniendo esas expectativas que nos creaste con la primera entrega.
    Tus historias son de esas que crean adición como las entregas folletinescas que se realizaban en los periódicos de época y a las que tanto partido sacó Dumas.
    Creo que la frase:"Y cómo piensa usted acabar con ella si no es machacándola", debería cerrarla dos signos de interrogación.
    Un abrazo y hasta la próxima entrega.

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  2. Muchísimas gracias, Francisco, por tus comentarios y enmienda.
    Es todo un lujo tenerte como crítico y corrector, jaja
    Pues mira, en cierto modo le he encontrado gusto a esto de las historias por entregas, aunque quizá sea algo pasajero, quién sabe.
    Un abrazo.

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  3. Ya me has vuelto a dejar intrigada y yo que pensaba que arrancándole los dientes a la criatura se había solucionado el problema pero no ya veo que por lo que parece no, en fin, y a estoy esperando con impaciencia la tercera parte. Eres un fenómeno y transmites muy bien tanto suspense, intriga y un pelín de miedo jeje. un abrazo Josep Mª.

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    1. Hola Teresa. Me gusta dejar intrigada a la gente. De este modo me aseguro que seguiréis leyendo la historia, jaja.
      Me alegra que estés impaciente por leer la nuestra entrega. No se hará esperar, lo prometo.
      Un abrazo.

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  4. Ay ay ay, cuando la niña despierte no lo quiero ni imaginar...
    Me encanta el lujo de detalles que nos ofreces, que hace que casi parezca real la situación.
    Dos cosas más: gracias por no tardar en ofrecernos esta segunda entrega y, por favor, no demores nada la próxima.
    ¡Un beso, Josep Mª!

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    1. Las reacciones de esta pequeña vampira pueden ser imprevisibles, pero para eso tenemos al buen odontólogo y a su fuel cocinera, para hacerse cargo de la situación.
      No me demoraré en publicar la siguiente entrega. Esta acaba de salir del horno y está ansiosa de ver la luz.
      Muchas gracias, Chelo, y recibe un abrazo.

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  5. Uy que susto!, jajaja. A estas horas no estaba yo muy segura de leer esta segunda parte, pero no me he podido resistir.
    Me parece fantástica como va la historia, el suspense cada vez es mayor y estoy deseando leer la próxima a ver si le vuelven a crecer los colmillos... :)
    Me encanta.
    Un abrazo Josep.

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    1. Es lo que tiene leer de noche, Por una parte uno está más relajado pero, por otra, no es un momento apto para leer historias de terror, aunque, como esta, contenga pinceladas de humor.
      Me alegro que lo pases bien con este relato del género fantástico, al que le estoy encontrando gusto, jeje
      Un abrazo, Elda, y hasta la próxima entrega.

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  6. ¡Ay! Me da que cuando la niña se despierte, nada bueno va a pasar.
    Genial Josep Mª, increíble historia.
    Espero que no tarde mucho en llegar la siguiente entrega, :)
    Un abrazo.

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    1. Jajaja. Seguiremos la pista de este trío. Yo también creo que la niña no se lo tomará a bien eso de que la hayan sometido a una extracción dental. De hecho, a mí tampoco me gustan los dentistas.
      Un abrazo.

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  7. Jo, ¡menuda historia vampírica! Yo, mira por donde, no creo que vaya a funcionar la cosa. Es decir le quitas los dientes, vale. ¿Y luego? La pobre y desamparada niñita que no lo es en realidad podría no encajar bien semejante ataque contra su draculesca personita, y podría decidir vengarse. A ver como sigue esta historia... :)

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    1. Pues mira por dónde yo también he pensado en esa posibilidad. Pero nunca se sabe cuando se trata de niños. De todos modos, no me la imagino con una prótesis dental. Veremos qué ocurre a continuación.
      Un abrazo.

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  8. Hola te encontré en el blod de David Rubio y me acerqué a husmear y me encontré con una de vampiros.
    La trama es intrigante, ahora toca esperar por saber que pasa con esa niña y si los colmillos vuelven a crecer o si tiene que ponerse una prótesis.Todo esto me lleva a pensar que la próxima vez que vaya al dentista me lo pensaré por si las moscas.
    Un saludo y con tu permiso voy a dar una vuelta por aquí. Si quieres pasar por mi blog te invito a un café virtual con unas letras para acompañar.
    Puri

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    1. Hola, Puri. Aunque nos haga temor visitar al dentista, a veces (como es nuestro caso) puede ser una tabla de salvación. Aunque yo no me fiaría mucho de que la solución del buen hombre surta efecto.
      Puedes dar todas las vueltas que desees, siempre que no acabes mareándote. Como te dije en la entrada anterior, eres bienvenida y, por mi parte, también me pasearé por tu blog, con café o sin :)
      Abrazos.

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  9. Esta parte me ha parecido un tanto cómica, divertidísima, como si los personajes ya se hubiesen acostumbrado a convivir con la monstruita y la situación se hubiese normalizado, je,je. Parece cosa de coser y cantar la solución al problema. =P No obstante, aún continúo intrigadísima. ;)
    Un abrazo. =)

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    1. Sin llegar al nivel del "baile de los vampiros", de Polanski, sí que he pretendido introducir alguna pincelada humorística, para quitarle hierro, dramatismo o lo que sea que se le pueda quitar para alejarme de la clásica historia. La niña, de hecho, ya le da un toque especial, jeje
      Espero que sigas avanzando en la historia y continúes pensando lo mismo.
      Un abrazo.

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  10. hoLA jOSEP LA VERDAD jajaa decía le leo o no leo a esta hora ? ajajaj muy bueno deja ver solo imaginarme el dentista uuff mmm ayyy me dio dolor jajaja, muy bueno deja ver en que termina la cosa a por el otro un abrazo desde mi brillo del mar

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    1. Hola Beatriz. Por si acaso aléjate de las niñas con cara angelical y si no tienes más remedio que convivir con ella, asegúrate de que es de fiar, jaja.
      Un abrazo.

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  11. Caramba, siempre me pregunté qué sucedería a un vampiro al que le extrajeran los colmillos... ¡Vamos a verlo!

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    1. Yo también siempre me lo he preguntado. Si me guardas el secreto, te confesaré que en realidad fui yo quien se lo sugirió al dentista.
      Un abrazo.

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  12. Acabar con un vampiro ¡arrancándole los dientes! Creo que has iniciado una senda nueva en el género vampírico. Te sales de la norma, me parece genial.
    Me voy a leer la tercera parte.
    Un abrazo.

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    1. Sí, Kirke, parece una forma un tanto burda pero, increíblemente, a nadie se le había ocurrido hasta ahora. ¿Quién puede imaginarse a un vampiro desdentado? Perdería toda la gracia. Por eso no estoy del todo seguro de que esa sea la solución definitiva.
      Un abrazo.

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  13. En los últimos comentarios se aborda bien esa sensación de novedad anti vampírica (buena mención al aspecto cómico de "El baile de los vampiros") jeje, es como si al hombre lobo le dejara alguien ciego en su apariencia humana para que no viera la luna. Aunque claro, ni una opción ni otra parecen definitivas, no al menos quedando dos partes más claro jeje. Continua a buen ritmo esta segunda parte, será interesante leer lo que queda. ¡Un abrazo!

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    1. Me alegra que este relato te siga resultando interesante. El final está a la vuelta de la esquina!
      Muchas gracias, José Carlos, por tus comentarios.
      Un abrazo.

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  14. Una gran segunda parte en la que el tono se torna un tanto más jovial y cómico. La narración nos guía en los pasos de un hombre desesperado que busca una solución, y tras hallarla accidentalmente por un comentario clave de la ama de llaves, el dentista no dudará en ponerse manos a la obra con algo que, naturalmente, se le da muy bien.
    La última frase nos incita, aún más si cabe, a continuar con el relato; ese "nuca sospeché lo que estaba por venir"...
    ¡Abrazo, Compañero!

    Pd: Lo tengo que decir... El formato de la página del blog (letra blanca sobre imagen, y de color rojo) me ha dificultado bastante la lectura. ¡Abrazo, Josep Mª!

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    1. He introducido algunos toques de humor para desdramatizar la situación. Algunos de los lectores parecían estar pasándolo mal y, de este modo, se relajarán.
      My agradecido por tus comentarios, Edgar.

      En cuanto a lo del formato, cómo puede ser que no te guste el fondo rojo, si es sangre!!!
      Bromas aparte, te agradezco tu sinceridad. De hecho, esta no es la primera vez que alguien se "queja" de la dificultad para leer el texto.
      Lo primero que hice fue aumentar el tamaño de la fuente pero, al parecer, no es suficiente. Yo lo leo muy bien pero, claro, dependerá del tamaño de la pantalla.
      De todos modos tengo previsto cambiar el color de fondo, pero tengo miedo de estropearlo todo. Soy un manazas en estas cuestiones. Siempre digo de cambiarlo pero lo he ido demorando.
      El blog, con su diseño actual, al que le he tomado cariño, fue un obsequio de cumpleaños de mi hija menor, hace ya tres años, para animarme a escribir en mis horas libres. Ella lo hizo prácticamente todo, yo solo tuve que añadir algún gadget y empezar a rellanar el blog con historias.
      De todos modos, puedo prometer y prometo ponerme manos a la obra en breve. Quizá la semana que viene (como las dietas de adelgazamiento y las buenas proposiciones que siempre empiezan la semana que viene)

      Un abrazo!

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  15. Yo tampoco lo sospecho, Josep, y la verdad es que me muero de curiosidad. Me da que acabar con los incisivos no va a ser la solución, pero pronto saldré de dudas; es lo bueno de que la siguiente entrega esté lista :D

    Un trabajo impecable y una historia que engancha desde el comienzo, ¡enhorabuena!

    Un abrazo y feliz martes.

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    1. Muchas gracias, Julia, por tus siempre alentadores comentarios.
      Espero que sigas pensando lo mismo tras leer la cuarta y última entrega.
      Un abrazo y feliz semana.

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  16. Jajaja qué bueno Josep Ma, esto no lo esperaba para nada que el sacamuelas se dedicara a sacarle los dientes a la niña vampiro, genial ese toque de humor. Mientras te leía pensaba, ¿será una buena solución o le volverán a crecer? vamos que estoy muy intrigada, aunque me voy a tener que esperar porque se acabó mi tiempo de blogs.

    Saludos

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    1. Ve que vas avanzando. Espero que el camino no te resulte muy tortuoso. Los toques de humor pueden hacerte el camino más agradable, jeje.
      Ya falta menos.
      Un abrazo.

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