Fernando se calificaba a sí mismo como el mayor de los incrédulos. Si bien de niño había sido un ferviente creyente y practicante, con los años su fe en la existencia de un más allá se fue diluyendo hasta acabar en el ateísmo más recalcitrante. Era un ateo practicante y proselitista, como le gustaba autodefinirse, y no había creyente, del signo y credo que fuera, que escapara a sus invectivas, habiendo perdido por ello más de una amistad, incluso entre las filas de su propia familia. El único amigo “refractario” que conservaba era Ramón, agnóstico tolerante con las creencias ajenas, con el que, a pesar de todo, le unía una camaradería inquebrantable desde su más tierna infancia.
Para Fernando, la muerte era el final definitivo, sin retorno. No había traspaso a ninguna otra orilla que no fuera la nada. Y cualquiera que pensara de distinta forma era, como mínimo, un ignorante sin dos dedos de frente, digno del peor de los escarnios. “La religión es el opio del pueblo”, no se cansaba de repetir, parafraseando a su admirado Marx (1). Y respecto al espiritismo, se despachaba a gusto con calificativos del tipo superchería de analfabetos, burla a la inteligencia, cuento chino para cabezas de chorlito, montaje de vividores y fraude digno de juzgado de guardia, entre otras lindezas.
Siendo así, no fue de extrañar que la mayor de sus contrariedades se produjera cuando Ramón osó sugerirle que acudiera a una conocida médium.
*
Tras sufrir la dolorosa pérdida de Isabel, su mujer, en un accidente de tráfico, Fernando cayó en una depresión que nada bueno presagiaba. Ramón lo achacó al trauma lógico de quien ha perdido a quien más quería en este mundo y a quien no volvería a ver jamás. A esa pena se le sumaba el agravante de culpabilidad, dadas las circunstancias en que se produjo la muerte de su esposa. Fernando no se perdonaba haberse dormido al volante. Pero un año en semejante situación no era normal. Ni el antidepresivo de última generación, ni el ansiolítico más potente, ni siquiera la psicoterapia hacían el efecto esperado. El dolor le consumía. Era un muerto viviente y solo hablaba de la inutilidad e injusticia de seguir con vida. Ramón intentaba pasar el mayor tiempo posible con él pues temía por su integridad física, ya que la psíquica ya hacía tiempo que la había perdido. Con el paso del tiempo, la depresión y la ansiedad degeneraron en una psicosis. Fernando empezó a oír voces en su interior y a ver sombras a su alrededor, como si alguien le acompañara en todo momento. Ramón pensó al principio que aquello no era más que una forma de exteriorizar el shock postraumático. Hasta el más lógico de los humanos puede tener un bache en su intelecto, pero ese bache duraba demasiado y podía acabar tragándose a su mejor amigo. Debía y quería ayudarle. Pero ¿cómo?
Cuando Ramón, con la mejor de las intenciones, le habló de una médium que ayudaba a la gente a contactar con sus seres queridos fallecidos, Fernando, salió de su ensimismamiento montando en cólera y profiriéndole todo tipo de insultos. Por mucho que su amigo le dijera que nada tenía que perder por visitar a la supuesta vidente, Fernando no pudo por menos que reprocharle vehementemente su traición al intelecto, despreciándole cruelmente. Aceptaba el hecho de que quisiera ayudarle, pero no entendía que para ello hubiera caído tan bajo. Estaba ciertamente desolado, pero no por ello iba a ponerse en manos de una bruja vividora de las penas ajenas.
Fue tal el rifirrafe que se organizó, que la amistad que les había unido durante tantos años estuvo a punto de quebrarse como la más delicada de las copas de cristal de Bohemia al estrellarse contra el duro suelo. La amistad entre Fernando y Ramón era irrompible, pero desde entonces se vio seriamente dañada.
El único poder en el que Fernando creía era el de la mente. Y así se lo demostraron los sueños ─o quizá debería llamarlos pesadillas─ en los que se vio sumergido al poco de haberse peleado con su viejo amigo. El sueño se repetía cada noche con una fidelidad pasmosa. Siempre era igual, como si se tratara de una película que se rebobinara y volviera a pasar ante sus ojos una y otra vez.
En el sueño, Isabel, más bella que nunca, le hablaba con esa voz tan dulce que Fernando recordaba perfectamente.
─Hola, Fernando ─le decía─. Estoy bien. No te aflijas, pues volveremos a estar juntos. Estábamos equivocados. Sí existe otra forma de vida. He venido a decirte que …
Y aquí se cortaba el sueño. Cada noche, en el mismo punto. La imagen se tornaba borrosa y la voz distorsionada, como si sufriera interferencias, como las de un televisor primitivo. Solo que aquí no había antenas de cuernos que direccionar para mejorar la señal.
Aun sin ser experto en interpretación de los sueños, la explicación era evidente: la trágica muerte de Isabel le había perturbado hasta el punto de provocarle esas pesadillas recurrentes. ¿Pero por qué ahora? ¿Quizá la disputa con Ramón había sido el detonante para que su subconsciente le traicionara de ese modo? ─se preguntaba.
Después de varias semanas repitiéndose idéntico sueño, sintiéndose impotente por evitarlo, estuvo tentado de comentárselo a su terapeuta, pero no quería que le atiborrara con más medicamentos inútiles y acabó confesándoselo a Ramón. Haciendo de tripas corazón, decidió ir a verle. A pesar de lo ocurrido, le echaba de menos, necesitaba desahogarse y, de paso, recuperarlo como amigo. Aun así, no pudo evitar acusarle de ser quien, con esas majaderías, le había trastornado, poniendo su caso de ejemplo de cómo la mente puede llegar a desvirtuar la realidad y nuestras percepciones hasta límites increíbles.
Tras unos segundos en silencio ─que Fernando interpretó como señal de asentimiento por parte de su amigo─, Ramón le dijo, muy serio: “Tienes que ir a ver a Rosaura”.
─¿A Rosaura? ¿Qué Rosaura? ─le interpeló Fernando.
─La médium de la que te hablé ─le respondió Ramón, imperturbable.
La nueva trifulca que se armó tras esas palabras fue de órdago, Fernando lanzando improperios acerca de la salud mental de su amigo y este reconviniéndole para que abandonara su actitud intransigente y acabara aceptando la realidad.
─¿Realidad, qué realidad? ─gritó Fernando, fuera de sí, a menos de un palmo de la cara de un Ramón todo paz y serenidad.
─Pues que Isabel quiere transmitirte un mensaje. Y debe ser importante cuando insiste tanto y, por algún motivo, no te lo puede dar en sueños. La intervención de esa médium facilitaría muchísimo el contacto con ella.
Fernando tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para contenerse ante esa idiotez que acaba de proferir su amigo. ¿Cómo una persona hasta entonces tan sensata podía, de pronto, creer en tales idioteces? Tras inspirar profundamente, se relajó, lo miró a los ojos y, ante la estupefacción de Ramón, estalló en una sonora carcajada, abandonando el apartamento reprimiendo a duras penas los espasmos que la risa contenida le producía, dejando a su amigo seriamente preocupado por su salud mental.
Cuando aquella noche, ya en la cama, Fernando reflexionaba hasta qué punto el bueno de Ramón había perdido definitivamente la sensatez, no sabiendo si compadecerlo o despreciarlo, oyó un ruido semejante al producido cuando se desgarra una tela. A continuación, un frío intenso invadió la habitación hasta el punto de que unos intensos tiritones sacudían su cuerpo como si la temperatura hubiera caído repentinamente por debajo de los cero grados centígrados.
─Esto es lo que sucede en las películas de terror cuando quieren indicar la presencia de un espíritu ─pensó instintivamente─. Pero ¿acaso estoy perdiendo yo también el juicio? ─se dijo a continuación.
No tuvo tiempo de encender la luz. Lo que al principio fue un tenue resplandor, procedente de una esquina de la habitación, se fue agrandando e intensificando hasta adquirir una reluciente silueta humana. Se movía de forma ondulante y sus contornos se desdibujaban de vez en cuando. Cuando la luz se hizo casi cegadora, una voz apenas audible, como si procediera de un eco lejano, susurró, arrastrando las palabras: “Quieero hablaarr contiigoo. Tieeness que sabeerloo. Veen proontoo”. Dicho esto, se hizo de nuevo la oscuridad y el silencio, y la temperatura volvió a la normalidad. Quien no volvió a la normalidad fue Fernando, que no puso pegar ojo en toda la noche, a pesar de las dos cápsulas de somnífero que se tomó.
A la mañana siguiente, tras haber recorrido el apartamento de un extremo a otro unas cuantas decenas de veces pensando qué hacer, decidió ir nuevamente al encuentro de Ramón. Mejor un amigo que un psiquiatra. Pero esta vez se obligaría a ser lo más objetivo y comedido posible. Si tenía que hacer caso a lo que le dictaba la razón, aquello era un despropósito, peor aún, una locura. Pero la evidencia le indicaba todo lo contrario. Nunca en su vida había estado tan desconcertado.
Tras exponerle a su amigo lo vivido ─porque lo había vivido, pues estaba completamente despierto cuando ocurrió─ la noche anterior, aquel le aconsejó que hiciera un acto de humildad y un esfuerzo, acudiendo al gabinete de Rosaura. Él le acompañaría.
Luego de un tira y afloja que duró casi una hora, los dos amigos llegaron a un acuerdo. Ramón llamaría a su médium de confianza ─como así la había calificado─ y, en cuanto esta tuviera un hueco, irían a verla. Al cabo de unos minutos ya tenía una cita acordada. Rosaura les esperaba el viernes, a las siete de la tarde. Eso sería al cabo de tres días.
CONTINUARÁ...
(1) Aunque esta frase se le atribuye a Karl Marx, por aparecer en su publicación
“Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel” (1844), la
comparación de la religión con el opio no es original de Marx, pues ya había
aparecido anteriormente en escritos de Immanuel Kant, Herder y Ludwig
Feuerbach, entre otros filósofos del s. XIX.
uf y ahora me tengo que esperar al siguiente capítulo, muy interesante.
ResponderEliminarQue quieres que te diga no creo en las medium ni en las echadoras de cartas, me parecen un timo, en eso me parezco a tú protagonista. un abrazo. TERE.
Bueno, ya se sabe que hay de todo en la Viña del Señor y cada uno es libre de creer en lo que le plazca, aunque yo me identifico con Ramón. No puedo afirmar ni negar y respeto todas las creencias e ideologías, siempre que no atenten contra la libertad y la dignidad de los demás.
EliminarMe alegra que este relato te haya parecido interesante. Solo tendrás que esperar unos pocos días para conocer el desenlace, así que paciencia.
Un abrazo, Tere.
Por Dios qué persona más testaruda!! jajaja.
ResponderEliminarMe encanta este tema, siempre me han seducido estás cosas, aunque nunca iría a un sitio de esos porque soy una cagueta... pero me han contado cada cosa, además una persona escéptica igual que Fernando, jajaja.
Impaciente por la próxima entrega.
Un abrazo y buen finde.
A mi la verdad es que me dan mucha rabia esas personas que se cierran en banda y ni siquiera hacen el esfuerzo de sospesar todas las posibilidades y que, encima, se burlan de los que no piensan como ellos. Hay muchas cosas que resultan inexplicables al intelecto humano, lo cual no significa forzosamente que tengan un origen fantasmagórico. jeje
EliminarAdemás, hay que tener en cuenta que hay mucho vividor entre los que se dedican a "ayudar" al prójimo con sus premoniciones. Pero quién sabe si entre tanto embaucador hay alguien que tiene algún poder o facultad paranormal. No es lo mismo pero sí parecido el caso de los curanderos.
Yo también soy, en principio, escéptico, como Santo Tomás. Si no lo veo no lo creo, jeje
La próxima y última entrega está a la vuelta de la esquina.
Un abrazo, Elda, y también te deseo un buen finde.
Es complicado saber si aciertan o es todo fruto de la casualidad, pero igual que tu protagonista es escéptico otros creen y sin pensárselo dos veces se dejan guiar por los consejos de esos visionarios.
ResponderEliminarEsperaremos para ver que pasa con esta historia...
Un abrazo Josep.
Puri
Hola Puri. Sea o no sea cierto que hay quienes tienen el don de la premonición, cosa que dudo pero que no puedo negar rotundamente, sí considero sumamente peligroso ponerse en manos de esas personas antes de decidir cualquier cosa. Es bien sabido que hay políticos, que suelen recurrir a un vidente para que les aconsejaba. Se dice que hasta Franco tenía uno. No sé si Rajoy también lo tendrá, jeje
EliminarVeremos qué ocurre en la continuación de este historia, porque tengo el pálpito de que puede ocurrir cualquier cosa.
Un abrazo.
¡¡¡¡Noooooo, no me dejes así!!!!!!
ResponderEliminarSobra decir que me ha gustado, me ha enganchado y está muy bien escrita, pero con lo impaciente que soy...
Un abrazo.
Es que la historia se hacía muy larga y no me gusta cansar al pública, jajaja
EliminarEn esta ocasión son solo dos capítulos. Espero que a mediados de la semana próxima vea la luz la continuación. Como siempre digo en estos casos, espero no defraudaros pues, como le decía a Puri, puede ocurrir cualquier cosa inesperada.
Un abrazo.
Me dejas en ascuas, Josep, realmente intrigada. De Rosaura hasta el nombre me atrae, así que ya estoy deseando que nos cuentes más de ella y de sus "dones" :))
ResponderEliminarUn relato absolutamente genial hasta donde he leído. Creo que te superas a cada nueva historia, y lo digo con total sinceridad.
¡Un abrazo!
El nombre de Rosaura me vino de golpe, sin tener que pensarlo mucho. A ver si realmente tiene cualidades de bruja y ha ejercido algún influjo extraño sobre mí a través de la red, jajaja.
EliminarMuchísimas gracias, Julia, por tu crítica tan positiva, la cual ahora me da que pensar si la segunda parte estará a la altura de tus expectativas, pues en este tipo de historias me gusta desconcertar al personal, jeje.
Un abrazo.
En estos temas, nunca se sabe cómo acabará reaccionando el más incrédulo de los mortales ante la presión psicológica a la que se ve sometido, tanto por parte de amigos como por sus propias elucubraciones mentales.
ResponderEliminarLa respuesta en el próximo y último episodio.
Un abrazo psicológico.
Es cierto que para los agnósticos o los ateos conceptos como la eternidad o la vida más allá de la muerte son imposible de entender. Pero la pérdida de un ser querido es tan dura que la posibilidad de volver a verla puede hacer cambiar esa idea, o se está tan ansioso de consuelo que cualquier otra vía que en condiciones normales nos parecería absurda se nos presenta posible.
ResponderEliminarDeseando estoy por saber qué le cuenta Rosaura.
Un abrazo.
P.D. Mi mente analítica y/o atea no consigue entender por qué la mujer de Fernando puede decirle en una aparición las frases del inicio y no terminar el mensaje.
Efectivamente, ¿cuántos enfermos -o sus familiares- que han perdido la esperanza de sanarse por medio de la medicina convencional, se agarran a un clavo ardiendo en forma de un/a curandero/a, que solo les da falsas esperanzas?
EliminarEn mi opinión, la fe es algo que no se adquiere a base de esfuerzo y ejercicios mentales; se tiene o no se tiene. Pero incluso quien no la ha tenido jamás o la ha perdido por el camino puede ver tambalear sus principios cuando sufre una experiencia tan dura como la pérdida de un ser querido. Porque una cosa es creer y otra muy distinta querer creer.
En fin, filosofías aparte, veremos qué le dice Rosaura a nuestro incrédulo amigo.
Un abrazo.
P.D.- Realmente tienes una mente muy analítica, pues los designios de los sueños son inescrutables. ¿Acaso no te has despertado nunca en el momento álgido de un sueño? Quizá, por algún motivo, la mente de Fernando censura la parte más importante del mensaje. o quizá en sueños no pueden transmitirse cierto tipo de mensajes. Quién sabe. Como no me he encontrado nunca en esa tesitura, no puedo aclarar tus dudas, :)
Bueno ya nos estás sorprendiendo con otra intriga, esta vez hay que creer o no creer en espíritus. Yo no creo en estas cosas pero bueno la trama está para que nos sorprendas. Así que esperamos la continuación. Un abrazo
ResponderEliminarCada uno tiene sus propias creencias. Mi padre, que en paz descanse, que era un ferviente católico, siempre decía algo así como "quien no cree en Dios, cree en brujas", queriendo decir que hay quien se ríe de ciertas creencias porque le parecen absurdas y ellos creen en algo tan o más absurdo.
EliminarVeremos adonde le lleva a Fernando su decisión de visitar a una médium.
Gracias, Mª del Carmen, por tu comentario.
Un abrazo.
Interesante inicio Josep Mª! A ver por donde transcurre la cosa, jeje. Más que escéptico, el protagonista del relato me parece prepotente, casi rozando lo cateto. Una cosa es que tu no creas en nada y otra muy distinta que te permitas el lujo de juzgar y subestimar a los demás por opinar diferente a ti. Lo dicho, deseando estoy ya de leer una segunda parte! Un abrazo! ; )
ResponderEliminarYo creo que quien se burla de las creencias ajenas tiene, efectivamente, una actitud prepotente y soberbia. Hay que respetar las ideas de los demás, mientras no sean lesivas para la humanidad, si bien la frase sobre la religión como el opio del pueblo dé a entender que posee un efecto nocivo sobre la inteligencia humana. Todo depende de cómo y para qué se utilice la religión. Eso, por desgracia, ya lo hemos visto y seguimos viéndolo.
EliminarEsperemos que las cosas no le vayan demasiado mal a Fernando, dejándose arrastrar por las buenas intenciones de su amigo.
Un abrazo.
Ayyyy que intriga. Me has dejado queriendo saber más.
ResponderEliminarEsperaremos con ganas la siguiente entrega.
Un besillo.
Pues pronto sabrás más, María, solo es cuestión de esperar unos días, los necesarios para manteneros atento/as, jeje.
EliminarNo sé porqué pero, sin ánimos de crear falsas esperanzas, el desenlace será mucho más inesperado de lo que creéis. Y hasta aquí puedo leer, digo escribir, :)
Un beso desde el más acá.
Bueeeeno...¡menuda historia! un ateo, un agnóstico y una medium 'de cabecera' (Ramón la definde como de confianza). Me has hecho casi ver ese ¿espíritu nocturno?.
ResponderEliminarEstá claro que Fernando necesita ayuda, tiene mala conciencia por lo sucedido pero también un buen amigo que le quiere ayudar.
Genial, Josep Mª. No te demores con la siguiente entrega ;-)
Un abrazo
Una médium de cabecera, jajaja. Solo faltaría que la Seguridad Social cubriera este tipo de consultas y tratamientos. Entonces sí que se iría a la quiebra.
EliminarCiertamente Fernando necesita ayuda. Lo que ignoro es si la que recibirá es la que espera. Cuando los espíritus se alían con las médium, todo es posible. La cuestión está en si hay un espíritu y la médium es realmente de confianza.
Muchas gracias, Chelo, por tu interés.
Un abrazo.
Veo que reincides en tus malas praxis al dejarnos con la miel en los labios de la intriga tras una primera entrega de un relato con un argumento muy esotérico.
ResponderEliminarEspero al menos, que como dice Chelo: No te demores demasiado sino tendré que aparecerme en tu salón y darte un toquecito amistoso en el hombro con escalofrío incluido.
Un abrazo.
Pues no lo tenía previsto, Francisco. Ha sido sin querer. la historia se fue prolongando a medida que la escribía y preferí diseccionarla en dos partes, jaja
EliminarPor lo que veo, esta primera entrega está resultando interesante. Solo espero que el desenlace no dé al traste con toda la intriga que os he inoculado.
No me demoraré mucho, solo sea para no verte en forma de fantasma acosándome por el pasillo de casa, :)
Un abrazo.
A que espera Fernando?, ... no creerá que Isabel le va a mandar un telegrama desde el más allá. Todo el mundo sabe (al parecer todos menos Fernando) que los espíritus se manifiestan como lo hizo Isabel. Así que se deje de tonterías y vaya a esa cita el viernes, que todos estamos deseando conocer el desenlace.
ResponderEliminarFeliz semana Josep Mª
Bueno, tiene que esperar a que sea viernes por la tarde. Rosaura tiene, al parecer, mucha clientela y no puede adelantar la visita, jeje.
EliminarDe todos modos, creo que no irá muy convencido. Espero que su visita no sea en balde y saque algo en claro.
Un abrazo y hasta la próxima entrega, que está muy próxima, valga la redundancia.
Fantástico inicio y planteamiento. Cuando la muerte te toca tan de cerca necesitas creer, acabas buscando un clavo ardiendo que dé sentido a la pérdida. Aunque sea tan aferrado a la razón como Fernando. Como te he comentado, utilizas con maestría el cliffhanger, no acierto a elucubrar cuál será el mensaje y que historia esconderá la difunta. Un abrazo, Josep!
ResponderEliminarEfectivamente, cuando a alguien le acongoja algo busca una salida allí donde se le brinde. Lo malo es cuando esa salida es una puerta falsa. ¿Será Rosaura de verdadera ayuda? ¿Aceptará Fernando lo que le espera? Lo veremos en el próximo y definitivo capítulo.
EliminarMuchas gracias, David, por tu elogiosa crítica, aunque espero que cuando conozcas el desenlace, no me envíes al fondo del cliff, o del abismo, vaya, pues me temo que la sorpresa puede ser mayúscula.
Un abrazo.
Hola Josep Mª pobre Fernando, no se puede ser tan recalcitrante y darle vuelos a la imaginación. Aunque debo de reconocer que en algo me parezco a él. Después de conocer la muerte también me he vuelto una excéptica, creo que estoy en la línea de Ramón, agnóstica tolerante. Aunque las medium, uhmmmm, Las mentes juegan malas pasadas, prefiero que mi imaginación vaya por otros caminos. El relato muy bien hilvanado con una tensión que resulta muy eficaz ¿cuál será el desenlace? en el fondo es un incrédulo,...Yo creo que le va a abrir la mente a la autoafirmación jeje, espero a ver con que nos sorprendes. Gracias. Un abrazo
ResponderEliminarHola Emerencia. Yo he visto casos contrapuestos: personas no creyentes que tras la muerte de un ser querido han sentido tanta necesidad de creer en algo más que han cambiado radicalmente de idea, y otras cuya pérdida les ha provocado tal rebeldía que han abandonado toda creencia en el más allá. Y es que la mente manda en estas cosas. Generalmente, la gente cree en lo que quiere o necesita creer y hay que aceptar su postura. Cada uno es libre de pensar como quiera.
EliminarFernando, sin darse cuenta, está sufriendo una cierta metamorfosis pues ha aparcado su reticencia y ha acabado cediendo a los consejos de su buen amigo.
Cuando uno se pone en manos de una médium supongo que puede ocurrir de todo. Así que no queda más remedio que esperar un poquito más para saber cómo termina la historia.
Gracias a ti por seguirme y dejar tu comentario.
Un abrazo.
Intrigante comienzo, Josep. Lo cierto es que este tipo de situaciones suele ocurrirles bastante a los escépticos. A ver en que depara la trama.
ResponderEliminarAbrazo!!!
Hola, Mª Jesús!! Me alegra encontrarte de nuevo por aquí. Visito regularmente tu blog pero parece que últimamente te has dado a la fuga, jeje
ResponderEliminarSí, a los escépticos les puede ocurrir este tipo de cosas increíbles. Yo también era así. Algún día escribiré sobre ello en mi blog Cuaderno de bitécora.
Gracias por el comentario y espero que el desenlace también te guste.
Un abrazo.